36: Distracciones

Ambos yacemos en el sofá de su oficina mientras dejamos que nuestros cuerpos se relajen luego de los orgasmos que ambos hemos brindado al otro. Puedo sentir la leve caricia en mi brazo que Baxter está haciendo distraídamente con su pulgar. Estamos recostados contra el respaldar, mirando la ventana del techo al piso hacia la inmensa ciudad llena de luces y las calles abarrotadas. Me siento tan pequeña desde aquí arriba, mirando los edificios lejanos y lo diminuto que se ve todo desde esta planta.

Somos uno más del montón. Todos tienen problemas, cada uno lleva una carga en su vida y aun así todos salimos adelante día a día, viviendo nuestra vida, tratando de sobrevivir.

Así me siento yo ahora, una sobreviviente. Una más del montón llena de problemas que lidia día a día, pero que aun así no se deja vencer.

Sinceramente hasta hoy no creía que fuese posible salir de esta depresión a la que yo misma me he sumido. En el poco tiempo que sucedió alejé a todos de mí, aun sabiendo que me apoyan y quieren lo mejor para mí, mis acciones me llevaron a alejarlos haciéndoles daño, cuando no sabía que eso también me causa daño a mí.

Inspiro profundo sin despegar mi mejilla del torso desnudo de Baxter. Es un suspiro bueno, es uno que dice que estaré bien siempre y cuando le eche ganas. Siempre y cuando quiera estar bien de verdad.

—Lo siento —susurro en el tranquilo silencio.

Baxter baja la mirada para encontrase con la mía. Me frunce el ceño.

—¿Por qué?

—Por todo, por perder a nuestro bebé, por...

Frunce el ceño. Hablar directamente de esto de nuevo no es algo que queramos, pero es algo que debemos hacer. Siento que ya es hora de sacar todo lo que llevo dentro.

—Tú no lo hiciste a propósito, Madie —interrumpe antes que pueda continuar—. La doctora dijo que no estaba bien desarrollado. Que esas cosas suelen pasarle a algunas mujeres y que es algo común. No hay nada para evitar aquello...

—Aun así —le interrumpo yo—, te alejé cuando más nos necesitábamos. Perdón. Quería llorar y estar sola, no sé qué me pasó. Pero no podía soportar la idea de abrazar a alguien más, o de hablar, solo quería estar en silencio y pensar: ¿por qué? ¿Porqué lo perdimos?

—Es una pregunta a la que no tengo respuesta. Lo único que sé es que me duele como a ti, pero vamos a estar bien, Madie, podemos superarlo.

Me aterra ver que sus ojos se llenan de lágrimas. Mis ojos están igual de lagrimosos, pero quiero dejar de llorar. Todos estos días desde que salí del hospital es lo único que he hecho, y no quiero seguir así. Si lo hago me volveré loca. Necesito desconectar de mi dolor y continuar.

—Lo vamos a hacer —le prometo no muy segura de cómo lo vamos a lograr, solo sé que así será.

A la mañana siguiente despierto completamente enredada entre los brazos de Baxter. Dormimos juntos en la misma cama y aunque debe ir a trabajar, decido mirar su rostro. Mi brazo me molesta porque empieza a adormecerse debido a que está bajo su cuello, pero no quiero que se levante, no aún.

Miro sus pestañas oscuras y largas mientras su pecho sube y baja a causa de su suave respiración. Mis piernas están enredadas entre las suyas y sus manos me aprietan contra él. Por primera vez luego de lo ocurrido, sonrío al verlo. Baxter es guapísimo, demasiado sexi, cualquier persona se detiene a mirarlo varias veces cuando estamos en la calle, así que ahora es mi turno de divisar los pequeños detalles aprovechando que está inconsciente.

Tiene una pequeña cicatriz del tamaño de un grano de arroz justo en su frente, aunque su cabello desordenado siempre lo cubre, puedo notarlo ahora porque lo aparto con suavidad de su frente. Su mandíbula recta y sus pómulos altos hacen que su rostro se vea casi perfecto, sino fuera por esa pequeña cicatriz lo fuera. Aunque para mí ya lo es.

Suelto una risita cuando abre la boca en su sueño profundo. Emite un pequeño sonido que sale de su boca y que se parece mucho a roncar. Sé que él no ronca, así que ese pequeñísimo sonido me hace reír a carcajadas sin poder evitarlo.

Baxter se remueve ante el sonido de mi risa, me tapo la boca, pero él ya está parpadeando para abrir los ojos. Cuando me ve entrecierra sus ojos, aun sigue adormilado.

—No era un sueño, eras tú riéndote —murmura con voz muy ronca. Mi risa me delata.

—Buenos días —digo con voz cantarina.

Él cierra los ojos un momento, cuando los vuelve abrir lo veo sonreírme con pereza.

—¿Qué haces acechándome?

—Solo te veía dormir. —Intento alejarme de su pecho, pero él hace un movimiento brusco y me tira a la cama para colocarse sobre mí. Siento sus piernas desnudas rozar las mías, los vellos de su piel me hacen cosquillas, pero no vuelvo a reírme porque puedo sentir la dureza entre mis piernas y eso es suficiente para que se me corte la respiración. Lo miro de arriba abajo, notando que su ojos también me escanean. No hay nada que tapar; llevo una de sus camisetas cortas y nada debajo—. Estás muy guapo incluso cuando duermes. Incluso cuando roncas.

—Yo no ronco.

Me sostengo de sus brazos flexionados y tensos. Está más que despierto, todo de él.

—Es un pequeño sonido. —Por la mirada que me da piensa que bromeo—. Es sexi.

—Tú lo eres más.

Me río con sus palabras.

Él me mira con una gran sonrisa en el rostro.

—Extrañaba ese sonido, el de tu risa —aclara.

Siento calor en todas partes cuando pronuncia esas palabras sin dejar de mirarme a los ojos.

Subo una mano entre nosotros y acaricio su cabello.

—Lo siento por ayer haber sido una perra, y todos los días después desde que salí del hospital. —Suelto un suspiro. El ambiente ha caído a algo más profundo, pero él necesita escucharme. Mi voz sale temblorosa—. Te juro que nunca me vi como madre, nunca quise serlo, pero después de enterarme de estar embaraza una pequeña parte de mí se alegró. Luego cuando fuimos a la doctora y ella lo confirmó no podía dejar de estar feliz por el bebé que tendríamos. Antes nunca me hubiera imaginado tener un hijo y luego era lo único en lo que podía pensar, así que cuando me quitaron la ilusión me sentí fatal. Creo que es un castigo por no haber querido ser madre...

—No fue castigo —me interrumpe él besando mis mejillas mojadas. Parpadeo sin haberme dado cuenta de que estaba llorando—. Esas cosas suceden, Madie, a cualquiera. Pero no quiero que te vuelvas a cerrar, creí que te iba a perder también, y no soporto la idea de no estar contigo.

Intento apartar las lágrimas, pero estas siguen cayendo al oírlo.

—Y yo me he sentido una mierda por haberte alejado cuando más nos necesitábamos. —Cierro los ojos un momento, cuando los vuelvo a abrir él sigue mirándome con el mismo amor de siempre. Nada ha cambiado entre los dos. Hemos perdido, pero seguimos queriéndonos, yo aun más si es posible. Este hombre ha sido mi salvación incluso cuando no sabía que debía salvarme—. Perdóname. Tú has sido tan bueno conmigo, tan paciente...

—No hay nada que perdonarte, las cosas que dijiste, que hiciste, fueron por el dolor. Yo te entiendo más que nadie, bonita.

Y así como así mi interior se vuelve papilla. Baxter comienza a repartir besos por todo mi rostro, en mi mejilla, en mis ojos y en mi nariz, haciéndome reír de nuevo.

Aun tengo un dolor en el pecho que no creo que se vaya pronto, pero tengo la seguridad que juntos saldremos de esto.

☾ ☾ ☾

—Mamá... —murmuro con voz cansina, pero ella ni me escuche, pasa de mí mientras continúa hablando.

—Estaba tan preocupada por ti. ¿Por qué no has respondido mis llamadas? —No me deja responderle, ella sigue parloteando en mi oído. Alejo el teléfono sin querer que me rompa el tímpano y lo pongo en altavoz mientras me muevo por la cocina para preparar el almuerzo—. Creí que estabas enferma, o algo peor. Tu papá estaba apunto de ir a buscarte. Eres una desconsiderada. Casi me dio un infarto cuando vi tu llamada. ¿Cómo es posible que hayas estado desaparecida por semanas? ¡Semanas, Madison! Ni siquiera te has preocupado por tus padres, nosotros que te hemos dado todo...

Ruedo los ojos mientras la sigue escuchando despotricar contra mí. Cuando termina es mi turno de disculparme por haberlos dejado de llamar, pero aun así no expongo mis razones. Cuanto menos sepan mis padres de lo que me sucedió, mejor. No quiero que se preocupen ni que armen un lío cuando se enteren que de la noche a la mañana me embaracé de mi jefe. Mamá pagaría el grito en el cielo al saber que he estado viviendo en pecado. Tal vez incluso haría lo mismo que le hizo a Megan y dejaría de hablarme para siempre, pero sé que no lo hará porque no le diré nada.

Por lo menos no hasta que llegue el momento.

—¿Y cómo estás? —pregunta luego de aceptar rápidamente mis disculpas haciéndome prometer que jamás volveré a dejar de llamarla en un largo tiempo.

—Bien. —Sonrío a medias mientras enciendo la estufa. Pongo el celular en la encimera y pongo una olla sobre el quemador—. Tengo mucho que trabajar. En la editorial me están matando.

Es una mentirilla. En verdad no me están matando, pero he acumulado trabajo de dos semanas y tengo que ponerme al día. Que esté con Baxter, uno de los jefes, no significa que podré librarme de la responsabilidad. Aún necesito trabajar, pero ahora más que nunca necesito la concentración de lo que eso conlleva, distraerme de mi dolor y poner mi enfoque en otra cosa es lo que me hace falta.

Mamá suspira al otro lado del teléfono.

—Si aún trabajaras para Devan, en Plume, eso no estaría pasando. —Vuelve a soltar un suspiro exagerado—. Extraño mucho a ese chico.

—Mamá... —digo exasperada. Estoy empezando a hartarme de que siga empujándome a él.

—Lo sé, lo sé, ya no lo voy a nombrar —se apresura a decir—. Pero aun así hacían una muy buena pareja. Ya iban a casarse y...

—Jamás iba a casarme con él mamá.

—Pero Devan...

—No quiero volver a oír hablar de él, mamá. —Alzo la voz para que entienda que no una broma—. Te lo digo en serio. Para mí él ya no existe, es página pasada. Deberías superarlo ya. Demonios, si hasta parece que fueras tú con quien tuvo una relación y no yo.

—No me hables así, Madison.

Me quedo en silencio unos segundos, cierro los ojos, sin saber si soltarlo o no, pero tal vez si no lo hago ella seguirá mencionando a mi ex.

—Estoy saliendo con alguien, mamá —anuncio.

La línea sigue estando en silencio. Me estremezco por lo que sucederá a continuación.

—¿Con quién? —pregunta inmediatamente, súper curiosa.

—Es alguien del trabajo —digo escuetamente, sin querer dar más detalles. Pero mi madre es mi madre.

—¿En qué trabaja, cómo se llama? ¿Cuánto tiempo llevan saliendo?

Sonrío al pensar en Baxter. A esta hora debe estar a punto de llegar y quiero sorprenderlo con una almuerzo casero hecho por mí. Continúo mi labor de picar las verduras para echarlas a la olla.

—Trabaja en la editorial conmigo y llevamos saliendo unos meses.

—¿En qué trabaja? —insiste. Puedo sentir la emoción en su voz.

Me demoro unos segundos en contestar.

—Es el editor en jefe.

—¡Madison! —grita ella, su voz resonando en toda la cocina—. ¿Estás saliendo con el jefe?

Aprieto mis labios.

—Sí.

Vuelve a soltar otro grito.

—¿Y es joven como tú, cuántos años tiene? ¡Espera! Si estás saliendo con tu jefe significa que tiene mucho dinero, ¿no?

Por tercera vez en la conversación vuelvo a rodar los ojos. Pero por lo menos he logrado que Devan salga de su mente. Genial.

—Sí, mamá, tiene mucho dinero. Y es mayor que yo por algunos años, no muchos. —Le doy respuestas ambiguas a mi mamá para saciar parte de su curiosidad y que el misterio siga estando ahí.

—¿Y es guapo?

Salto en ese instante cuando el ascensor suena al abrirse, Baxter sale de allí para entrar en la sala. Sonrío ni bien lo veo soltar su maletín y desanudarse la corbata negra que lleva. Se quita a toda prisa el saco y cuando da un par de pasos nota que estoy en su cocina.

Cuando me ve y me sonríe como lo está haciendo, mostrándome sus increíbles y lamibles hoyuelos, yo me hago un charco en el suelo. Lo miro de arriba abajo ganándome con su aspecto.

—¿Madie, estás ahí? ¿Cómo es ese chico tuyo, es guapo?

Baxter al oírla alza las cejas.

¿Que si es guapo? Mmm, es el hombre más delicioso que he conocido. Es más que guapo, es sexi, y está buenísimo. Podría mirarlo por horas y jamás me cansaría. Pero es algo que no puedo decirle a mi madre, me moría de la vergüenza si las digo en voz alta, así que voy por lo seguro:

—Sí, mamá. —Me claro la garganta—. Es guapísimo.

Le guiño el ojo a Baxter. Él se adentra en la cocina, camina hacia mí de forma depredadora, como si va a saltar sobre mí en cualquier momento. Lo miro embelesada.

Mi madre elige ese momento para gritar. Su voz resuena en toda la cocina. Baxter frunce el ceño divertido.

—¡Eso es genial, hija! —exclama alegre—. Estoy feliz que sigas adelante. Y espero que algún día cercano pueda conocer a ese novio tan guapo tuyo. Tal vez te pueda hacer una visita con tu padre para conocerlo. ¡O ustedes podrían venir un domingo a casa y almorzar con nosotros!

Niego, divertida.

—Tal vez, mamá, yo te estaré avisando. —La saco del altavoz y me pego el teléfono al oído—. Te llamo luego, tengo que seguir con el trabajo. Dale mis saludos a papá. Los quiero.

Mi madre se despide de mí efusivamente por varios segundos. Cuando por fin cuelga el teléfono, Baxter se acerca a mí por detrás.

—¿Con que guapísimo, eh? —Me rodea el cuerpo con sus fuertes brazos—. ¿No querrás decir sexi, el hombre más guapo que has visto nunca? Todo un adonis, un dios...

Salto cuando sus manos frías se adentran en mi camiseta. Abro la boca para chillar al sentir un cosquilleo en mi estómago.

—Sí, sí, todo eso. Pero también un engreído.

Vuelvo a gritar cuando sus manos bajan bruscamente para sostener mi trasero y sentarme sobre la isla de la cocina. Me besa larga y pausadamente, tomándose su tiempo para saborearme. En un segundo rodeo su cuello, pero antes que podamos profundizar esto Baxter se aparta con el ceño fruncido.

—Huele a quemad...

—¡El aderezo! —grito saltando de la isla para acercarme a la olla. Apago rápidamente la estufa al ver que el aderezo que estaba preparando para el almuerzo está totalmente quemado.

Baxter se acerca sigilosamente rodeándome el cuerpo con sus brazos mientras posa su mentón en mi hombro. Su aliento me hace cosquillas en el cuello. La decepción por haber quemado el aderezo se esfuma rápidamente cuando Bax empieza a repartir besos en mi cuello y hombro.

—Será motivo para pedir comida —susurra.

Me estremezco al sentir sus labios.

—Quería cocinarte algo. —Hago puchero. Baxter me da la vuelta, sonriendo.

—Aún podemos preparar el almuerzo.

Y en una hora preparamos entre ambos nuestra comida. Baxter me ayuda a cortar verduras mientras yo coloco la comida en el horno. Cuando todo está listo almorzamos en el comedor y al finalizar, volvemos a la cocina para lavar todo lo sucio.

Se siente tan cómodo y natural estar así con él que podría acostumbrarme a esta vida para siempre.

Una hora después de dejar todo limpio, Baxter se encierra en su oficina para hacer el trabajo que deja pendiente cada día para venir a casa temprano. Decido ver televisión, pero cuando los minutos pasan y luego se convierten en horas, empiezo a impacientarme. Cambio de canal, pero cuando nada me convence y mis ojos ya están rojos por permanecer muchas horas frente a la tv, decido hacer algo diferente.

Como ya son más de las siete de la noche decido ponerme mi piyama corto de verano y voy a la oficina de Baxter. Cuando abro la puerta lo veo absorto tras su ordenador, mirando la pantalla tan fijamente que no me nota cuando entro. Solo lo hace cuando cierro la puerta a mis espaldas.

Sus ojos se notan cansados y aun así me dedica una pequeña sonrisa.

—¿Me extrañabas?

—Sí —respondo con sinceridad—. Ya me cansé de ver televisión.

—Ven aquí.

Hace una seña para que yo me acerque, y lo hago. Cuando estoy frente a él me jala para sentarme sobre su regazo.

Acaricio su rostro pasando mis manos por su mandíbula afeitada y su cabello sedoso hasta posar mis manos en su pecho. Tiene los primeros botones de la camisa abiertos, por lo que se asoma un poco de vello. Continúo mi caricia sin poder quitar mis manos de encima a este hombre.

—Madie —dice mi nombre con lentitud. Presiona un beso en mi frente—. ¿Ya quieres ir a dormir?

Niego con la cabeza.

—No sin ti.

Bax hace una mueca.

—Lo siento, bonita, ahora estoy revisando unos manuscritos y descartándolos —responde mirando la pantalla de su ordenador—. Luego tengo que revisar algunos diseños de la imprenta...

Mis ojos se abren con curiosidad.

—Tal vez yo pueda ayudarte —digo inclinándome hacia la pantalla. Me siento espaldas a él para observar la pantalla del ordenador. Veo que tiene varios archivos abiertos, me remuevo en su regazo buscando la posición perfecta para inclinarme y ver de cerca lo que hay—. Así podemos terminar esto antes y podamos irnos a dormir temprano.

—O tal vez no dormir —replica en voz baja.

Un calor intenso sube por mi cuello, pero lo ignoro para concentrarme en el trabajo.

—¿Hiciste que los demás lo revisaran o recién te han llegado? —pregunto. Como no obtengo respuesta giro la cabeza para observar a Baxter, me encuentro con la sorpresa que su mirada ha caído a mi trasero; justo donde se apoya contra su entrepierna. Entrecierro mis ojos—. ¿Baxter?

—¿Ah? —Levanta la mirada aturdido. Arqueo una ceja—. Perdón, pero estoy demasiado concentrado en tu trasero como para responder a tu pregunta. ¿Qué dijiste?

Niego con la cabeza.

—Deberías revisar esto mañana o mandarlos a nosotros, los correctores y así... —No termino de hablar porque de nuevo su mirada baja a mi trasero. Sé que solo llevo una camiseta y un short demasiado pequeño y holgado, pero aún estando vestida con ropa ancha Baxter me mira como si estuviera desnuda.

Sus ojos brillan mirando atentamente mis piernas desnudas. Intento levantarme para no provocarlo más, pero me sujeta de la cadera, inmovilizándome.

—Ah no, muy tarde para que te vayas. —Sus manos acarician mis piernas—. Dios, eres una distracción, Madison. Una muy hermosa distracción.

Pierdo la batalla.

Suelto un suspiro cuando siento que desde atrás mete las manos por debajo de mi camiseta y la levanta por mis brazos. Sin poner resistencia dejo que me la quite, dejándome con mi sostén deportivo. Me lo quito rápidamente sintiendo mi corazón latir rápido por la anticipación. En un movimiento veloz y con mi ayuda me siento frente a él, colocando mis piernas a cada lado de las suyas.

Él baja la mirada y sonríe al verme con los pechos al aire deleitándose con mi desnudez. Al mostrarme sus hoyuelos me desinflo como un globo. No puedo negarme a nada cuando los muestra, son mi mayor debilidad junto a esa sonrisa.

—Mierda —silba mirando mi cuerpo—. Jamás podría cansarme de ti, Madie. Eres lo más cercano a la perdición, nena, y muero por perderme en ti.

Alzo una ceja, sonriendo.

—Wow, ahora resulta que eres poeta.

—Es otro de mis muchos talentos.

—¿Qué otros talentos? —Me burlo.

—Hacerte olvidar.

—¿Qué...?

No puedo terminar de formular mi pregunta porque baja su boca a la mía fusionándonos en un beso ardiente. Lo tomo de la nuca para pegarlo más a mí. Solo ha pasado un día desde que lo saboreé y ya me muero por probarlo de nuevo. No podemos tener sexo, pero hay otras maneras de disfrutar.

Y qué maneras de disfrutar...

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top