35: La verdad duele

El dolor en mi pecho aún no se va. Baxter se queda conmigo toda la noche mientras yacemos sobre la cama aferrados a la mano del otro. No dormimos, solo hablamos en murmullos lo que ocurrió en el hospital, desde el momento que ingresé hasta que me dieron de alta. Me explica las cosas que me hizo la doctora para retirar todo el tejido fetal y las pastillas que debo tomar para regular mis hormonas y otras cosas más.

Soy obediente, tomo mi medicina a la hora correspondiente y luego continúo con mi rutina diaria, que es básicamente yacer en la cama de Baxter sin moverme; solo lo hago para ir al baño. Ni siquiera bajo a comer, todo lo hago en la cama.

Luego de siete días nadie ha podido moverme de allí, ni siquiera mi hermana, quien me visita a diario para comprobar cómo estoy. Le hablo apenas, mis ánimos están por el piso y ella lo entiende porque no me presiona.

Falto toda aquella semana al trabajo.

Cuando Baxter me comenta que Heidi no puede ser despedida hasta hablar con Sarah no muevo ni un solo músculo. Nada puede sacarme de este momento de oscuridad.

Mis padres son insistentes al llamarme por teléfono cuando notan que no les he contestado en varios días. Tampoco me preocupo por devolverles la llamada, si lo hago ellos sabrán que algo me pasa y no quiero tenerlos en la puerta de mi casa preguntando qué me sucede cuando ni yo misma puedo responder esa pregunta.

Baxter me deja por las mañanas cuando debe ir a trabajar. Como jefe debe aparecer por allí todos los días, pero no se queda mucho tiempo, regresa temprano a casa con la ilusión que yo haya cambiado de actitud, pero no, continúo estando marchita.

Cada momento me aferro a mi vientre plano con la esperanza floreciendo de que si hablo el bebé me oirá, pero luego bajo los brazos cuando recuerdo que no hay nada allí.

Mi hermana y Baxter intentan animarme con palabras inútiles que la doctora les mencionó pero eso no puede levantar mi ánimo. Ellos dicen que los abortos involuntarios son muy normales en las mujeres, ya que muchas veces el embrión no se ha formado donde debería, pero no puedo tener consuelo ni animarme con algo así.

Un martes por la mañana de mi segunda semana sin ir a la oficina, es Tracy quien viene a verme mientras Baxter está en el trabajo. Ella me trae un apetitoso desayuno y come conmigo en la cama, la mayor parte del tiempo ella se la pasa parloteando mientras yo empujo la comida desabrida en mi boca mientras miro las sábanas desordenadas de la cama con fijación.

—¿Eh, me estás oyendo, Madie? —Levanto la mirada, sus ojos marrones me observan con tristeza. Intenta sonreír, pero no le sale—. ¿No vas a terminar de comer?

Miro mi plato aún lleno, rechazando a seguir comiendo. Todo se siente insípido y desabrido.

—No tengo hambre.

—Tienes que comer, Madison. —Aprieto mis labios. Ella me toma de las manos en agarre que no puedo soltar. La miro, sorprendida—. Yo sé que sufres, pero tienes que alimentarte, estás muy pálida y cada vez bajas más de peso. La doctora dijo que debes comer...

La interrumpo.

—La doctora también dijo que mi bebé estaba sano —reniego con mis palabras mientras las pronuncio, sin poder evitarlo. Mi pecho se llena de un dolor insoportable, pero continúo—: Ella dijo que su corazón latía y que pronto podríamos oírlo...

No puedo terminar, seme rompe la voz. Me hago un ovillo en la cama para dejar que las lágrimas salgan. No quiero que me escuche ni me vea llorar como una auténtica magdalena, aunque deben estar acostumbrados; porque es todo lo que he hecho en estos días.

—Madie... —murmura mi nombre con delicadeza—. No sólo tú sufres, Baxter también está sufriendo, y el doble, porque ve cómo estás cerrándote. Siente que te va a perder también, que vas a dejarlo solo, pero yo creo que ya es algo que has hecho. ¿Te has puesto a pensar que él también sufre por la pérdida de su bebé? Él también estaba muy ilusionado, no tienes idea por lo que está pasando.

Me giro hacia ella apartándome las lágrimas de un manotazo mientras la miro con horror.

—¿Que no tengo idea de lo que él está pasando? —repito señalándome, exactamente a mi vientre—. ¡Él no sabe lo que yo estoy pasando! Él no sabe nada de lo sufrí cuando vi tantas sangre y el coágulo en el baño. El dolor que sentí, los calambres y luego la pérdida. ¡Él no lo sabe!

Tracy cierra los ojos un momento, seguro imaginándose de lo que hablo o queriendo bloquear las imágenes que le aparecen. Eso es algo de lo que tengo que lidiar a diario, porque cada vez que cierro los ojos es lo único que puedo ver.

Cada. Vez.

Aunque me siento una mierda por haberle gritado cuando no tiene la culpa, le doy la espalda, ya no soporto estar echada en cama. Si sigo aquí me mente me volverá loca con todas las cosas que ha estado rememorando desde que salí del hospital.

Me pongo de pie tan deprisa que la taza llena de café trastrabilla sobre la mesita de noche. Tengo el cabello engrasado y el cuerpo pegajoso así que decido que el primer paso para tratar de salir de esta miseria será un buen baño.

No hablo con Tracy cuando paso por su lado para entrar al baño de Baxter. Antes que pueda cerrar la puerta a mis espaldas escucho su voz.

—Aunque no lo creas él también sufre como tú, Madison.

Cierro la puerta para dejar de oírla. No puedo imaginar que Baxter sufra tanto como yo, tal vez sí lo haga, pero no se compara con lo que yo estoy llevando dentro.

Media hora después, cuando estoy completamente limpia y con el cabello seco gracias a la secadora, salgo del baño llevándome un enorme susto al ver a Baxter sentado en la cama en vez de a Tracy.

Camino con cautela a su alrededor mientras saco una de mis camisetas del cajón. Megan me ha traído varias mudas de ropa para pasar estos días aquí, no sé si pueda soportar volver a nuestro apartamento pronto, las imágenes del baño son muy difícil de borrar estando de por sí aquí, si estoy allá probablemente no salga de esto jamás.

—Saliste temprano del trabajo —murmuro mientras me quito la toalla y me pongo a toda prisa la ropa interior. Baxter levanta la mirada y me observa a través de sus pestañas oscuras. Me gustaría poder acercarme y tocarlo, poder fundirme en sus brazos de nuevo, pero necesito espacio de su contacto, el que antes me hacía delirar de felicidad.

Se acomoda sobre la cama mientras no deja de quitarme el ojo de encima. Su ceño fruncido enmarca su rostro casi demacrado, tiene ojeras bajo sus ojos mieles y su mandíbula está más definida por haber perdido peso, aunque nadie lo notaría como yo porque tiene barba de algunos días.

Siento que su mirada repasa mi cuerpo, pero por razones completamente diferentes. Estos días he estado durmiendo con mi propia ropa, no quiero hacerlo con la suya. Por la noche cada uno duerme al extremo de la cama, y el sillón tántrico de la habitación ha sido completamente olvidado.

—Sí —murmura en respuesta por fin a lo que anteriormente dije. La tensión entre ambos se ha ido tensando tanto que es casi imposible que nos toquemos. Yo no lo hago, él no lo hace, y cada noche sucede lo mismo. Ambos nos vamos a dormir en la misma cama, pero sin rozarnos, no desde que me aferré a él y él a mí cuando nuestro mundo dejó de existir.

Ambos parecemos cáscaras de lo que éramos, y todo ese cambio ha ocurrido en sólo una semana de distanciamiento.

Normalmente Baxter regresa al mediodía de la editorial y se encierra en la habitación que utiliza como oficina en el primer piso de su apartamento, pero por razones que desconozco ha venido directamente aquí.

Siento que Tracy ha hablado con él del intercambio de palabra que tuvimos, porque sino, ¿qué está haciendo aquí?

—¿Ha ocurrido algo? —pregunto temerosa de la respuesta, pero aun así continúo con mi trabajo de recoger la ropa sucia del suelo y apilarlo todo en mis brazos.

—Algo así.

Me enderezo.

—¿Qué pasó?

Sus ojos recorren el piso casi limpio escapando de mi mirada.

—Sarah es lo que pasó.

Me tenso, no quiero reaccionar así que me meto en el baño y tiro la ropa sucia al cesto, cuando salgo adopto una mirada de indiferencia.

—¿Qué pasa con ella?

—Está tomando decisiones que no le corresponden en la editorial.

Lo miro con el ceño fruncido.

—¿Está yendo a trabajar todos los días? —Asiente, mirándome. Mi reacción es soltar una palabrota—. Joder.

Pero no digo más. Baxter es quien ha firmado su divorcio con ella, y supo muy bien lo que vendría luego de aquello. Así que no entiendo por qué está tan cabreado con la obvia acción que está tomando su ex esposa, era demasiado obvio que haría algo con la editorial cuando tuviera la oportunidad.

—Y no puedo hacer nada para botarla, ya es parte de la editorial.

—¿Vas a dejar que esa mujer arruine aún más tu vida?

Su cuerpo se tensa, inmediatamente apoya su cabeza contra el respaldar de la cama mientras se alborota el cabello.

—¿Qué quieres que haga? Tenía que firmar los malditos papeles para divorciarme de ella.

Me cruzo de brazos.

—Pues tal vez no debiste hacerlo —murmuro con furia al oír la frustración en su tono de voz. Hay cosas más importantes que la editorial en este momento. Por Dios, hemos perdido a nuestro bebé, y él está más preocupado en su puta editorial y en su ex esposa que en nosotros. Lo señalo—. Tal vez debiste seguir casado con ella, tal vez nada de esto estaría pasando ahora.

Se endereza con los ojos entrecerrados.

—¿Estás insinuando que yo tengo la culpa de esto por querer separarme de esa loca?

—¡No lo insinúo, lo afirmo! —exclamo—. Si no te hubieras separado de ella tal vez tú y yo nunca hubiéramos avanzado a más, y nada de esto estaré sucediendo. ¡Yo no estaría sufriendo por perder a mi bebé y tú no serías miserable a mi lado!

Me siento una perra al decir esas palabras, pero no me importa. Es la verdad, y la verdad duele.

Baxter se queda callado, sus ojos centellean mientras me mira, pero cuando no dice nada y el entendimiento se abre paso a su mente, puedo notar que está considerando seriamente mis palabras.

—Me estás culpando, ¿no? —murmura con voz ronca luego de varios segundos tensos en silencio. Asiento con lágrimas en los ojos. No es justo, no estoy siendo justa, pero nadie fue justo conmigo tampoco.

—Maldición, Madison, si pudiera borrar todo el dolor que estás sintiendo, lo haría en un segundo. Pero yo también estoy sufriendo, no fuiste la única que perdió al bebé, yo también lo hice. —Su voz cada vez suena más ronca, y rota, pero no suelta ni una sola lágrima. No como yo que ya estoy llorando en silencio—. Piensa lo que quieras, pero no es mi culpa. Y si tuviera la oportunidad repetir todo lo que nos ha ocurrido solo para poder estar contigo de nuevo, lo haría una y otra vez, porque no me arrepiento de ti, de nosotros.

Me quedo callada por lo que parece una eternidad.

Cuando vuelvo a hablar, espero que me escuche alto y claro.

—Yo no pasaría todo de nuevo, no podría..., no podría volver a pasar por lo que ocurrió. Así que si podría haberlo evitado, hubiera preferido que lo nuestro nunca sucediera.

Bajo las escaleras de la habitación de Baxter y me voy de allí.

☾ ☾ ☾

—Ni siquiera lo pienses —grita Megan cuando levanto una mano para pedir mi tercera ronda de chupitos. Ignoro sus palabras dejando que la música las ahogue mientras levanto un dedo en dirección al barman. Él me sonríe coquetamente antes de deslizar varios vasos pequeños sobre la barra en mi dirección. Pongo un billete cuando me entrega mis bebidas y sin esperar el cambio me las tomo de un buen trago.

La garganta me quema, pero se convierte en un dolor soportable hasta el punto de desaparecer luego de mi segunda ronda.

Megan a mi lado parece horrorizada. A su lado, Susie, me mira con tristeza.

—¿Qué? —grito para ser oído sobre la música. Ambas se miran compartiendo una mirada que no logro descifrar—. ¿Me van a decir por qué se miran así como si se comunicaran con la mirada? ¡Estoy aquí!

Megan me pega un manotazo cuando intento llamar al barman de nuevo. Susie niega con la cabeza mientras saca su celular. Ambas tienen ropa de trabajo, han venido directamente aquí cuando se enteraron que estaba en el bar frente a la oficina queriendo olvidarme de mi vida por un segundo.

Ni siquiera he almorzado, pero ellas no tienen forma de saberlo.

—¡Basta ya! —grita Megan empujándome para alejarme de la barra. Me tambaleo un instante, inmediatamente ella y Susie me sostienen—. No puedes seguir bebiendo como si tu vida se fuera a acabar, Mads.

—Ya lo hizo —murmuro hipando mientras ambas me sacan del bar. No estoy tan borracha como para no caminar por mi propia cuenta, pero aun así ambas me sostienen con fuerza, sospecho que es para que no me escape y vuelva a entrar al bar.

Salimos al aire fresco y al tráfico de la ciudad. Todas las luces están encendidas, el sonido de la música no es tan fuerte aquí porque está ahogada por todo el bullicio de los carros y sus claxon.

Me apoyo en la pared del bar sin saber qué hacer a continuación. Megan y Susie están a un par de metros de mí, pero hablan tan bajo que no las oigo.

—Eh, ya dejen de cuchichear tanto —murmuro con dificultad debido a que siento mi lengua pesada, como si no me quisiera funcionar, pero creo que ambas logran entenderme porque fijan sus ojos en los míos. Miro los ojos de Susie un instante—. Sé que mi hermana te parece atractiva, pero ella tiene novio. Y es Johann. Lo siento, amiga, pero ella ya escogió. —Suelto un suspiro, sintiendo una opresión en el pecho—. Me gustaría haber sido lesbiana, así que no hubiera tenido que embarazarme. Megan, cambiando de opinión, te conviene mucho Susie. No es que no quiera a Johann para ti, pero es una mierda embarazarse y luego...

No puedo terminar la oración porque me echo a llorar. Completamente en silencio los lagrimones caen por mis mejillas. Iba a decir que es una mierda embarazarse, ilusionarse y luego perder al bebé, pero el dolor en mi pecho me lo impide.

Megan corre a abrazarme.

—Oh, Madie —susurra en mi oído mientras me abraza con fuerza sobándome la espalda. Yo empiezo a sollozar y despotricar contra el mundo y todos los santos por haber hecho que perdiera a mi bebé.

—Ahí llegaron —anuncia Susie antes que mi hermana se aparte y mire detrás de mí con una sonrisa triste.

—Johann —Suspira Megan alcanzándolo.

Me aparto para limpiarme las lágrimas y alejarme de ellos, pero soy estrechada con fuerza por alguien desde mi lado. Cuando siento el aroma de Baxter no puedo evitar soltar otro sollozo más fuerte.

¿Cuándo me convertí en una llorona andante? Ni siquiera puedo pronunciar su nombre porque estoy demasiado atontada como para hacer algo que no sea llorar. Me aferro a él como si mi vida dependiera de ello mientras entierro mi rostro en su cuello, y lloro como una niña pequeña.

Antes que sepa qué está pasando Baxter me levanta en volandas y me carga, camina unos pasos hasta depositarme dentro de su auto. Me pone el cinturón de seguridad y me tiende un pañuelo que saca de la guantera. Luego rodea el auto y se sube. Mi hermana, Johann y Susie se despiden de mí a través de la ventana del auto. Cuando nos adentramos al tráfico de la ciudad por la noche, es aún peor, así que trato de controlar mi llanto. No quiero seguir sollozando como una niña frente a él.

—¿Por qué viniste aquí? —murmura Baxter sin dejar de mirar al frente. Puedo notar que está molesto. Lo miro con tristeza, la manera en la que le hablé hoy no fue la correcta. Nada de lo que dije lo sentía de verdad, pero estoy demasiado dolida como para admitirlo en voz alta.

—Quería olvidar. —Decido ser sincera, y no porque esté borracha, sino porque quiero abrirme un poquito más a él. Ya nos hemos hecho el suficiente daño, ya nada puede hacerlo más de lo que pasamos—. Quería olvidar lo que pasamos, de lo que dije y enterrarme un rato en el alcohol.

Asiente.

Pero la mirada enojada en su rostro me hace sentir más mierda de lo que ya me siento.

»—Lo que dije hoy...

—Aún no vamos a hablar de eso —dice con dureza apretando el volante hasta que sus nudillos se ponen pálidos—. Cuando estés sobria hablaremos de nuevo.

Está apunto de reventar en cualquier momento así que me encojo de hombros sin querer más peleas entre ambos.

—Vale. —Y suelto un hipo.

Baxter no se aguanta; golpea el volante soltando una maldición.

—¿De verdad crees que el alcohol te va a ayudar a superar esto? —exclama mirándome un instante—. Nada, te lo digo con franqueza, Madison, nada hará que te olvides de esto. Así que deja de buscar consuelo en otras cosas y búscame a mí. Soy el único que puede entender tu dolor porque yo también perdí a nuestro bebé. ¡¿No lo entiendes?!

Niego, pero no porque no lo entienda, sino porque él no me entiende. Hablar de esto es aun peor que no hablarlo.

—No sé si pueda hacerlo —susurro.

—¿Qué? ¿Hablar conmigo? —pregunta echándome un vistazo en el semáforo en rojo.

—Sí.

—Yo también he perdido a alguien en el pasado, así que no me digas que no puedo entenderte. Porque lo hago, maldita sea, no sé cómo hacerte entender.

—Perder a los padres no es lo mismo que perder un hijo.

Me mira con tanta rabia acumulada, que me encojo en mi asiento y cierro los ojos para escapar de él y su ira.

—Por supuesto que no —dice con voz apacible, pero llena de furia—. Eso lo sé de sobra.

Antes que pueda preguntarle por ello él da un giro brusco para entrar al estacionamiento de su apartamento y yo decido no volver a abrir la boca.

Subimos a su piso en completo silencio, la furia que emana de él llega a mí en oleadas. En todo momento me toma del codo para evitar que caiga, aunque con las palabras que hemos intercambiado en el auto ha hecho que la niebla del alcohol se disipe en mi mente.

Cuando salimos del ascensor y entramos a la sala me suelta inmediatamente, camina por mi lado y sin decirme nada recorre el pasillo hasta su despacho y azota la puerta al cerrarla. Me estremezco al oír el eco que resuena en la estancia vacía.

Este lugar se ha convertido en mi refugio en estos días de hundimiento, y aun así no me siento cómoda husmeando por allí. Como sigo estando un poco borracha, decido aclarar mi mente preparándome café cargado. Enciendo la cafetera y me tomo una taza caliente de café negro sin azúcar. A los minutos siento que el mareo que tenía disminuya.

Cuando los minutos siguen pasando y Baxter no sale de su oficina, decido rebuscar en su cocina, no he almorzado y ahora es casi la hora de la cena por lo que estoy famélica.

Caliento un sánguche pollo y me lo como en unos cuantos bocados. Me lavo los dientes en el lavabo del primer piso y cuando salgo noto que hay la luz que sale de la puerta del despacho de Baxter. Camino en aquella dirección con el corazón latiéndome de prisa. No hemos hablado directamente de lo que nos ha pasado, ni compartido sentimientos, y mucho menos me he disculpado por lo que le dije hoy. Todos estos días nos hemos alejado el uno del otro, es momento de dejar de hacerlo e intentar sanar. No quiero sentir este dolor toda la vida.

Inclino mi oído en la puerta y frunzo el ceño al oír su voz en un tono bajo. Está hablando con alguien. Intento mover el pomo de la puerta y esta se abre, la empujo escuchando su conversación unilateral.

—Deja de intentar arruinar todo lo que hemos construido y aléjate, te lo digo en serio, Sarah. He contactado con mi abogado para que pueda ver si hay algo que pueda hacer. —Se da la vuelta en su silla giratoria y me mira de pie en el umbral. Su mirada se suaviza solo un poco, pero cuando escucha algo al otro lado de la línea vuelve a fruncir el ceño—. No me jodas, Sarah. —Hace una pausa—. Pues ya no más —masculle.

Corta la llamada y tira el teléfono hacia el sillón negro. Me sobresalto cuando el teléfono cae el suelo con un estrépito. Noto que está cubierto por una funda protectora, pero aun así voy para recogerlo.

Baxter habla.

—Déjalo. —Obedientemente lo hago. Si quiere que su celular permanezca en el suelo no soy nadie para contradecirlo.

Me adentro en el lugar para observar con atención lo grande y elegante que es su oficina. Es casi idéntica a la que tiene en la editorial, sólo que esta tiene más negro que blanco en su decoración, tornándola más oscura y tenue, dándole un aspecto sensual. Lo que va con él completamente.

Me acerco a la mesa de vidrio notando que su camisa está desabotonada en los primeros botones, su cabello está completamente alborotado y si no fuera por aquella mirada de dolor en el rostro, cualquier diría que acaba de follar.

—Vamos a hablar —declaro.

Baxter niega.

—Hablemos mañana —dice ofuscado—. Estás borracha y francamente no quiero hablar.

Tal vez el café ha hecho que la borrachera se me pase, pero no ha hecho nada para contrarrestar los efectos que aquello me produce. Rodeo la mesa de vidrio y me planto a unos pasos frente a él. Me satisface ver que su mirada me recorre de arriba abajo, tal vez no estoy en mis mejores ropas, pero el vestido suelto y veraniego que llevo no hace nada por esconder mis piernas.

—Ya no estoy borracha, pero si no quieres hablar, no importa. —Me encojo de hombros, me inclino sobre él y lo miro sin parpadear—. Pero hay cosas más interesantes que podemos hacer.

Ha pasado más de una semana sin tocarnos, sin ningún tipo de estimulación entre nosotros. Y por muy afectada que esté, en este momento quiero su contacto, lo necesito tanto como al oxígeno. Exagerada, pero cachonda. Así me pongo con el alcohol.

Sus manos se aferran a los reposabrazos de su asiento. Antes que pueda cambiar de opinión me siento en su regazo, una pierna a cada lado de sus caderas, logrando que mi vestido se suba. Baxter no se pierde aquello, mira mis muslos desnudos y depilados con un hambre que no había visto en estos días.

—Madison... —susurra con mi nombre con advertencia.

Me inclino hasta que mis pechos rozan el suyo. Acerco mi boca a su oído.

—No estoy borracha, Baxter, y creo que ambos necesitamos esto. ¿No te parece?

Sus manos se aferran con tanta fuerza al reposabrazos que salto cuando en un segundo vuelan a mi trasero. Bien. El placer ganó esta vez. Me pega contra su dureza y en un segundo ambos estamos respirando rápidamente sin siquiera habernos besado.

—Cama, ahora —exige.

—No —digo antes que se ponga de pie conmigo encima. Bajo mis manos al cierre de su pantalón mientras lo oigo sisear—. Yo lo quiero aquí.

No hay delicadeza cuando estampa sus labios sobre los míos, tampoco la hay cuando entierro mis manos en su cabello y me aferro a él mientras dejo que devore mi boca con la misma devoción que yo siento en mi interior.

Follar no está en el menú de hoy hasta que vuelva a ver a la doctora y me chequee para que vea que todo está en orden, porque tener relaciones sexuales luego de lo que me pasó no es recomendable, así que por hoy solo bastará con llegar a la tercera base.

Ambos estamos jadeando, ambos estamos desesperados por fundirnos en los brazos del otro, ambos sabemos que esto es placer y ya, ambos sabemos que necesitamos sacar de nuestros sistemas esta tensión que se ha formado con el paso de los días.

No hay nada romántico en esto mientras intento bajar su pantalón. Esto es para olvidarnos de todo en el cuerpo del otro. Un mutuo acuerdo de superación entre los dos.

Levanta sus caderas para bajar su pantalón de un tirón, dejo su bóxer puesto, pero pudo ver lo excitado que está, su polla dura se deja ver solo la punta asomando en la pretina de su ropa interior. Me relamo los labios al ver su glande mientras tira con fuerza de mis bragas. Sus manos ansiosas me ayudan a quitármelas rápidamente. En cuando me enderezo me quito el vestido por arriba y lo tiro al montón de ropa en el suelo.

Baxter me carga y me sienta sobre la mesa de vidrio. Hay papeles encima por lo que mi trasero no se enfría, pero todos esos documentos se arrugan, a él le importa una mierda, está demasiado ocupado en recorrer mi cuerpo con aquella mirada hambrienta que tanto extrañé recibir de su parte.

En un santiamén y con solo una mano me quita el broche del sostén y lo desliza por mis brazos. En cuanto tengo los pechos al aire, es el turno de Baxter de relamerse los labios antes de atacar mis senos. La tibieza de su lengua provoca escalofríos en mi cuerpo, tira de un pezon con sus dientes y luego chupa, dándoles a ambos los mismos toques.

Suelto jadeos al sentir sus duras manos apretar con fuerza mis pechos, es una sensación grandiosa porque lo hace justo después de las pequeñas mordidas que me da, dejándome los pechos híper sensibles debido a sus manos y boca.

—Joder, Madison. Adoro tus tetas —ruge antes de pellizcarme con placer entre sus dos manos de manera ruda, pero sin lastimarme. Me deshago con su toque.

Sus labios se encuentran con los míos. Hay ira en su lengua. Hay frustración en su toque. Hay pasión en cada movimiento de su boca contra la mía. La mezcla de sus palabras, su ira y mi tristeza, todo se combina en un sentimiento de lujuria.

Me empuja sobre la mesa hasta estar recostada con la espalda arrugando los papeles debajo de mí. Antes que él diga algo abro mis piernas dejándolo ver la fuente de mi deseo. Su aliento choca entre mis muslos cuando baja la cabeza hasta acariciar el interior de mis muslos. Puedo sentir la tibieza de su respiración y la barba que hace cosquillas y envía un torrente de emociones por todo mi ser hasta que todo ese placer emerge en mi centro. Puedo sentir que estoy mojada, y eso lo puede ver muy bien él.

—Mojada para mí como siempre —halaga olisqueando mis muslos, me estremezco—. Te extrañaba.

Abro la boca, pero lo único que sale de mí es un gemido cuando baja la cabeza a mi centro. Lame y chupa a su antojo sin detenerse un segundo siguiendo un ritmo lento y delicado, me retuerzo en la mesa de vidrio al sentir que toca mi clítoris con su pulgar.

Alterna las caricias entre chupar, lamer y presionar ese botón.

En segundos me tiene gritando en la silenciosa oficina, bajo la luz tenue del ambiente.

Alzo las piernas colocándolas sobre sus hombros, el ángulo le da la posibilidad de acercarme más a él sin dejar de acariciar y volverme loca con su boca y dedos.

—Baxter... —gimo su nombre una octava de voz más aguda, sosteniéndome sobre mis codos y observándolo lamerme con la poca fuerza que me queda.

Verlo allí, agachado mientras me devora es algo que me vuelve loca y él lo sabe.

—Pequeña sucia, te encanta que te saboree —murmura contra mis labios sensibles. Curvo mi espalda despegándome de la mesa sin poder evitar mis movimientos—. Te encanta ver cómo te devoro el coño, ¿no?.

—Sí..., sí. —Es todo lo que mi boca puede balbucear por ahora al oír sus palabras.

Su sonrisa socarrona se esconde al volver al ataque. No puedo evitar cerrar los ojos ante la oleada de placer. Puedo sentir que el orgasmo está a punto de golpearme. Mis piernas tiemblan, mis sentidos se agudizan y mi visión se oscurece. Mis gemidos llenan el lugar, puedo oír el chasquido de sus dedos contra mis pliegues al meter y sacar sus dedos sin dejar de lamer ni chuparme mientras estimula mi clítoris.

La torrente de sensaciones me golpea. El orgasmo me llega así que caigo hacia atrás deshaciéndome en pequeños espasmos, pero él no deja de tocarme. En unos minutos puedo sentir que otro orgasmo me golpea cuando sus movimientos continúan rápidos y firmes contra mi centro.

Uno de sus dedos encuentra mi culo y empuja.

Es la primera vez que dejo que alguien me haga aquello. Por un momento me tenso al sentir aquella invasión detrás, pero él continúa acariciándome y lamiéndome de tal modo que el placer gana.

—Oh Dios —jadeo. Dos dedos en mi coño, la punta de uno en mi culo y la boca de Baxter en mi clítoris, me desmorono con un violento temblor en un segundo orgasmo que me deja totalmente agotada.

Me corro en segundos en su boca.

Maldita sea. Wow.

Mierda.

Ni siquiera tengo palabras o pensamiento coherentes. Solo wow.

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