29: Sospechas
No tengo idea de por qué de repente todos empiezan a tratarme deferente. Bueno, tengo una ligera idea, pero ni siquiera es justificada.
En casa Megan me lleva todo a la cama como si fuera una inválida. Si quiero comida, ella me la lleva. Si necesito algo, ella siempre está dispuesta a alcanzármelo. Con Baxter debo sufrir sus tratamientos demasiado cuidadosos. En la oficina, todos siempre tratan de mantenerme feliz, como si no existiera problema alguno. Incluso Baxter baja la intensidad de los manuscritos que debo corregir. Mis amigos tienen cuidado conmigo, y utilizan pretextos para hacer las cosas por mí. "Oye, Madie, ¿hace frío no? Te traeré un té". Claro, porque café está prohibido para mí. "Madie, esa silla es muy pesada, déjame moverla por ti". "Madie, te acompaño al baño". "Madie, te acompaño al estacionamiento". "¿Quieres que te compre el almuerzo? No subas a la cafetería, yo te lo traigo" Y más cosas estúpidas que no quiero volver a oír. Estoy embaraza. No inválida, ni discapacitada, maldición.
Ahora mismo aprieto fuertemente el vaso de agua que me tiende Baxter. Lo miro mal.
—¿Quieres parar? —pregunto mordazmente luego de tomar un sorbo—. Dije que iba a servirme yo misma.
—Pero quería traértelo yo.
—Lo sé, pero yo también puede hacer esas cosas, ¿sabes? —Señalo abajo—. Tengo dos piernas para caminar.
—Y además son asombrosas —murmura pícaramente.
—Sí, y te golpearán si sigues con esas atenciones. No creas que no me he dado cuenta de que has sido tú quien le dijo a mis amigos que me ayuden en todo para que me sienta cómoda en la oficina. Megan me lo confesó. —Coloqué el vaso de agua en la mesa de centro de mi sala—. Sé que intentas que me sienta confortable en la oficina, pero necesito hacer mis cosas como normalmente lo hacía. Quiero leer tantos manuscritos como me sea posible. La doctora no dijo nada sobre eso, puedo hacer mi vida normal ahora que no estoy tan hinchada.
Su rostro se frunce, analizando mis palabras. No parece satisfecho con ellas, pero tampoco contradictorio. Considera lo que he dicho por unos segundos más y finalmente habla.
—Tienes razón. —Suspira, entrelazando nuestros manos—. Lo siento por ser tan paranoico. Tienes todo el derecho del mundo a trabajar y hacer las cosas que siempre haces. Prometo no entrometerme en eso.
Sonrío.
—Bien. ¿No fue tan difícil, no?
Entrecierra sus ojos.
—Pero nada de cargar objetos pesados.
Abro la boca.
—¿Qué clase de objetos pesados? —refunfuño—. ¡No he cargado nada!
Mi indignación le parece graciosa, porque sonríe, señalando la caja que está en la esquina de la habitación.
—Ese —enfatiza—, es un objeto pesado.
—¡Es una caja!
—Pero no está vacía, está llena de libros. Y no puedes cargar peso.
Tiene razón, en aquella caja están los libros de Kayden Havort, y confieso que la he levantado un par de veces desde que llegó varios días atrás.
En mi defensa, mientras la cargaba, no sabía lo de mi embarazo.
—Está bien, papá —murmuro rodando los ojos, esperando exasperarlo. Todo lo contrario, sonríe petulantemente. Cuando noto la mirada de diversión perversa en sus ojos, levanto una mano a la altura de su rostro—. Ni se te ocurra decir algo.
Sé cómo funciona su mente pervertida.
—¿Megan llegará pronto? —pregunta cuando se le pasa la diversión.
—Sí, Johann la recogió en la mañana para el desayuno, ya deben estar por llegar.
Este día sábado ha sido el más corto del mundo, a mí parecer. En la mañana Megan salió con su novio, nuestro jefe, para un desayuno y almuerzo juntos. Inmediatamente después que ellos se fueron, vino Baxter con bolsas de comida saludable para mí. a pesar de que ya había desayunado sola, Bax no me tuvo que convencer de tomarme un envase individual de yogurt griego con miel, está empezando a convertirse en mi bebida favorita y agradezco que se le haya ocurrido comprar muchos más para toda la semana.
Cuando Baxter se sienta a mi lado en el sofá, colocando mis pies en su regazo, hago puchero mientras me recuesto en su hombro.
—¿De verdad te tienes que ir?
Besa mi sien con ternura.
—Te llevaría conmigo si quisieras.
Me tenso.
—No es que no quiera ir, sino que no quiero que nadie en la oficina... especule acerca de nosotros. Si ambos faltamos una semana entera a la oficina, y casualmente vamos a un viaje juntos, todos lo sabrán. —Mi reticencia a que las personas se enteren que Baxter y yo estamos juntos es para evitar las malas habladurías. No quiero que las personas piensen que me embaracé del jefe solo para amarrarlo, porque estoy segura que es lo primero que pensarán al enterarse. No estoy para esos dramas.
Y no me importa lo que la gente piense, pero no quiero que eso afecte mi estabilidad emocional en este momento. Apenas estoy asimilando mi embarazo como para sumarle más estrés a mi vida.
—No tiene que saberlo nadie si no quieres —murmura Bax haciéndome sonreír—. La decisión está en tus manos.
—Por ahora no —digo con un retintín. Empiezo a acariciar su mejilla rasposa—. Tal vez en unos meses, cuando mi panza esté del tamaño de una sandía y ya no pueda ocultarlo más.
—Me parece bien. —Reparte besos en la mano que tengo apoyada sobre su mejilla haciéndome cosquillas con su incipiente barba.
Baxter me avisó que estará yéndose a otra ciudad en una semana a partir de hoy, porque está pensando en abrir una nueva sede de la editorial Coleman y desea ver lugares para alquilar o comprar, para ya mismo empezar a remodelarlo todo. Tracy lo acompañará en el viaje, y aunque muy dentro de mí deseo ser yo quien lo haga, pienso que es mejor que lo haga su hermana y no yo, que estoy cargando con un embarazo y no quiero trajines como esos ahora.
Para él sería dificultoso tener que llevarme de un lugar a otro cuando mis únicas ganas en el día son de ir a mi cama y dormir. El cansancio es un síntoma que la doctora dijo que sería completamente normal, pero lo mío es un cansancio extremo, al punto de desparrame en cualquier lugar que sea vea cómodo y dormirme una pequeña siesta.
—¿Te irás por muchos días? —murmuro haciendo puchero.
—Solo será una semana.
Una puta semana y yo inspiro como si me hubiera dicho un año. ¿Dónde quedó la Madison que le importaba un rábano sus sentimientos y los enterraba al fondo de su corazón? Ahora soy una sensiblera que llorará cuando Baxter se vaya como si se fuera a la guerra, y no a una ciudad que está a dos horas de aquí.
—Te extrañaré —susurro bajo mi aliento—. Y a tus hoyuelos. Y a tu polla.
El pecho de Baxter retumba bajo mi cabeza con sus carcajadas.
—Mmm, yo también te voy a extrañar. A toda ti.
Levanto mi cabeza y al notar sus ojos marrones mirarme con esa fogosidad característica suya me derrito bajo ese encanto. Me subo a su regazo apoyándome en el respaldar del sofá y besos sus labios.
—Hagamos que valga la pena esa semana que no estarás —susurro.
Cuando Baxter me mira así, con aquel deseo inconfundible en su mirada, me siento la mujer más sexi del mundo a pesar de estar usando un piyama demasiado grande para mí. Mi cabello está en un moño en lo alto de mi cabeza, y tengo el rostro libre de maquillaje, y aun así, Baxter me mira con adoración.
—Entonces empecemos ya mismo.
Me río contra sus labios, disfrutando la calidez en ellos. Me acurruco junto a él solo besándonos, disfrutando de la boca del otro sin ninguna intensión sexual. Es algo tierno incluso. Es un beso suave, lleno de ternura y promesas silenciosas. Disfruto de su sutil caricia en mi cabello, me dejo llevar por los sentimientos besándolo con todo el fervor y adoración que mi cuerpo puede reunir en aquel beso que se prolonga más conforme vamos meciéndonos hasta fundirme en sus brazos, sin distancias entre nosotros.
—Mmm, también extrañaré tu boca —murmuro alejándome con los ojos cerrados.
—Y yo tus labios. —Antes que pueda reaccionar vuelve a atacar mi boca, pero se toma su tiempo al besarme. Acaricia mi labio inferior con su lengua, instintivamente abro mi boca dejándolo entrar. Sin vacilamientos lo hace, empujándome contra su lengua. Disfruto de la sensación de ser besada por Baxter, acordando que es lo mejor que me ha pasado.
Nunca nadie me besó hasta ahora como él lo está haciendo. Con pasión y delicadeza a la vez. Con amor, con una reverencia de adoración, como si bebiera de mí. Me engullo en él frotando mi manos en su cabello. a pesar de que siento calor y aquel beso está excitándome, no acelero el ritmo. Me dejo llevar por él.
En un segundo estoy sentada besando a Baxter y al siguiente estoy siendo cargada por él. Me tomo un momento para estabilizarme, me aferro a sus hombros.
—¿Qué...? —comienzo a murmurar al ver que Baxter camina conmigo en brazos.
—Quiero que nos relajemos —dice entrando al baño de mi apartamento. Al que tiene una tina y un gran espacio en el que cabremos los dos, pero apenas. Me deja sentada en la tapa cerrada del wáter y él se agacha para abrir los controles de la tina. Se demora un momento en llenarla con agua tibia, mientras, decide quitarme la ropa.
—¡Oye! Yo puedo sola.
—Quiero cuidarte, Madie.
Y por la siguiente hora, Baxter me cuida muy bien.
Un par de horas después nos ponemos cómodos en el sillón de la sala. Ambos recostados en el sofá de tres cuerpos, yo con mis piernas estiradas mientras que las de él están sobresaliendo sobre el reposabrazos. Hacemos cucharita mientras vemos un programa de televisión, riendo de vez en cuando, absortos con ello.
Se siente tan natural estar así, que ni siquiera me sobresalto cuando se abre la puerta. Sé que es mi hermana; es la única persona además de mí con llave en el apartamento, duh, pero me sorprende verla con alguien detrás. Y no es Johann.
Baxter no se mueve, yo cojo el control remoto y bajo el volumen. Megan prende las luces de sala ocasionando que entrecierre los ojos.
—¡Madie, Baxter! —exclama mi hermana con horror—. ¿Qué hacen aquí? Creí que estarían en el apartamento de Baxter.
Miro a Susie, quien está plantada detrás de mi hermana. Ella baja la mirada al suelo, sin querer hacer contacto visual con nadie y retrocede un paso, sin entrar al departamento mientras Megan hace todo lo contrario y avanza hasta el centro de la sala.
Giro mi cabeza para mirar a Baxter detrás de mí, él también tiene la misma expresión de sospecha en su rostro.
—No quisimos salir del apartamento así que Baxter se quedó conmigo. ¿Qué pasa? —pregunto mirando entre ella y Susie. Claramente ambas están incómodas, lo que prende las alarmas en mi cabeza. Entrecierro mis ojos—. ¿Dónde está Johann? Creí irían a comer juntos.
Entono el nombre de Johann con una sutil precaución. No puede ser posible lo que mi mente está imaginando.
Mi hermana saca su teléfono, mira algo en la pantalla antes de darme su atención absoluta.
—Sí, fuimos juntos, pero en el restaurante nos encontramos con Susie y le dije para venir aquí porque Johann tenía cosas que hacer. Él nos trajo hasta aquí. Solo íbamos a ver una peli. —Mira detrás de mí, escapando de mi mirada. Está mintiendo. Lo sé. La conozco tan bien que sé cuándo está mintiendo. Me siento mal con sus palabras. ¿Está engañando a Johann con Susie? Mi mente se imagina cosas, pero no quiero afirmar nada hasta saber la verdad.
Le tengo que dar a mi hermana el beneficio de la duda.
—Creo que mejor me voy —dice Susie luego de carraspear. Nos mira con timidez—. Adiós, Madie, nos vemos en el trabajo. Hasta luego, señor Cole.
Se va antes que mi hermana pueda decir algo. Megan cierra la puerta a sus espaldas y saca el celular para teclear algo en él. Luego lo guarda en el bolsillo de sus vaqueros y señala el pasillo.
—Estaré en mi habitación.
Y se va, tan pronto como vino.
Baxter aprieta mi mano.
—¿Qué está pasando? —pregunta consternado. Me encojo de hombros sin saber qué decir. Estoy tan, o más, asombrada que él—. ¿Es mi imaginación o hay algo pasando entre Susie y tu hermana...?
Le tapo la boca.
—Sé más discreto —le susurro señalando la puerta cerrada de Megan—. No nos debe oír. Y no sé, a mí también me parece ver algo entre ellas.
Baxter se queda callado por lo que parece una eternidad.
—¿Megan es... bisexual?
—Ajá.
—¿Johann lo sabe?
—Pues sí.
—Vaya.
Me pongo a la defensiva con mi hermana.
—¿Hay algún problema con eso?
Baxter niega.
—Claro que no. Solo que... nunca imaginé que a Megan le gustan dos personas a la vez; mi hermano y...
—Susie.
—Sí. —Exhala.
—No te preocupes, ella no quiere hacerle daño a Johann. Soy consciente de lo mucho que lo quiere. —En mi mente cruzo los dedos para que eso sea realidad. A mi hermana pueden gustarle los hombres y mujeres por igual, pero en los años que hemos crecido juntas, jamás ha herido adrede a alguien, y sé que esta vez no será la excepción.
Pero si hay una situación pasando entre ellos... más de un corazón terminará roto.
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