24: Hablando de amor

No sé qué día del mes es, ni siquiera sé cómo hago para seguir trabajando en la editorial los siguientes días. Lo único que tengo claro es que debo evitar a Baxter Cole a toda costa, pero me es difícil hacerlo cuando me lo pone tan difícil.

Luego de una semana en completo silencio entre Baxter y yo, llego a la editorial y me sorprendo al ver un gran ramo de rosas blancas en mi mesa. La nota que hay en ella está firmada con una simple letra: «B», pero no hay palabras ni mensaje alguno. La puerta de ambos jefes está abierta y como puedo ver a Baxter mirándome, me levanto con el ramo de rosas y lo tiro a la basura bajo las miradas consternadas de varias personas. Mi hermana parece triste con mi acción, pero sabiamente no dice nada.

Al día siguiente llego a la editorial y veo una carta sobre mi mesa. ¿El remitente? Baxter. Aunque sólo firma con una «B». La rompo en pedacitos sin abrirla y la dejo sobre mi mesa, para que vea el resultado. Luego me pongo a trabajar como si nada hubiera sucedido.

 El día viernes Tracy ya se ha enterado de la noticia, viene a mi encuentro y me abraza fuerte, como siempre, pero esta vez se toma su tiempo para susurrarme disculpas en mi oído por no haberme dicho nada.

—No era mi secreto para contar, Madie, pero lo que sí sé es que mi hermano está muy enamorado de ti. Mucho. Y está muy arrepentido por haberte ocultado su relación pasada. ¿Sabes que ya no están juntos, no? Esa zorra solo quiere quitarle parte de su herencia, si Baxter firma el divorcio, ella se quedará con una parte de esta editorial. Y ni yo, ni mis hermanos lo vamos a permitir.

  Intento sonreír, pero me sale una mueca.

—Tracy, con todo respeto, no quiero hablar de tu hermano. Lo nuestro terminó, y por muchas explicaciones que tú o él me den, mi decisión no va a cambiar. Espero que lo entiendas.

Parece triste con mis palabras, pero por suerte no insiste.

El fin de semana mi hermana y yo decidimos tener un día de chicas en el spa para despejar nuestras mentes. Lo único malo es que durante aquellas horas no hago más que pensar en él. De nada sirvió que nos hiciéramos retoques en el cabello, manicura o masajes en el cuerpo, todavía me siento igual de estúpida.

Yo jamás había perdido la cabeza por un hombre, ¿por qué ahora es tan diferente? Me encantaría arrancarme el corazón para dejar de sentir todo el dolor que ahora tengo.

Secretamente en mi habitación aún conservo el conejo de peluche que él me regaló. Dormir con él todas las noches no es sano, pero, ¿a quién le importa? A mí no. Lo sigo haciendo a pesar de que quiero arrancarme del pecho a Baxter.

Las semanas pasan y yo sigo ignorándolo en el trabajo, rompiendo las cartas que deja, borrando sus correos de mi bandeja de entrada y desestimando sus regalos. Cuando estos empiezan a llegar a mi casa, hago lo mismo. Los guardo todos en una bolsa grande de basura, no sé si para botarlos o mantenerlos allí hasta pensar en qué hacer.

Sigue insistiendo las siguientes semanas, de su parte hay un silencio y un distanciamiento que aprecio mucho, pero odio que intente comprarme con regalos. Los ignoro todos y solo conservo los que me regaló por primera vez.

Baxter no llama a mi celular, no me busca. No intenta comunicarse conmigo en las dos largas semanas que pasan. Lo veo en el trabajo, intenta robarme una que otra mirada en nuestros encuentros en la cafetería, pero paso de largo y nunca me separo de mi hermana. Él tiene la frescura de parecer miserable con todos mis rechazos, como si yo fuera la culpable de ello.

Por suerte no se me acerca a mí en las siguientes semanas que transcurren. En la oficina puedo sentir su mirada sobre mí, también noto las intenciones que tiene por cruzarse conmigo de forma casual, pero nunca lo logra porque yo siempre voy en dirección contraria a él para no tener que pasar por su lado.

Los días transcurren sin que yo pueda animarme, en el trabajo estoy bien, sigo actuando normal con mi hermana, riéndome con nuestros amigos y tratando de despejar todo tipo de negatividad que amenaza con bajarme los ánimos.

Al parecer disimulo bien porque nadie nota que realmente no me siento cómoda estando en la oficina, riéndome como si nada, como si por dentro no estuviera miserable.

Cuando pasa un mes completo desde que rompí todo con Baxter, me llega un correo del departamento de maquetación, avisándome que el libro que he corregido de Kayden está por lanzarse en unas semanas. Rápidamente se lo hago saber a Kayden, quien emocionado por ello me invita a un almuerzo para charlar acerca de la publicación de su libro y todos los detalles que quiere conocer.

Por la tarde me acerco al restaurante en el que hemos quedado. He aprovechado mi hora de almuerzo para concretar esta junta, para así tener más chance de regresar al trabajo en cuanto la hora termine. Desde que me enteré lo de la esposa de Baxter, estoy más gruñona de lo normal. Y todo el mundo me lo hace saber: mi hermana, Trevor, Susie y Tracy. Incluso mis padres, quienes me llaman cada ciertos días para saber de mí.

Tal vez haya superado lo de mamá, pero me juro no volver a un almuerzo con ellos hasta que ella recapacite y le pida perdón a mi hermana.

Cuando entro por las puertas del restaurante que está en la acera del frente del edificio Lepore Tower Center, donde se ubica la editorial, noto con alivio que Kayden ya ha llegado. Camino hacia él y me siento en el sitio opuesto con la mesa  de madera entre ambos.

—Hola, lo siento por la demora —murmuro con una sonrisa de disculpa.

—No te preocupes, Madison, yo también acabo de llegar.

Me dedica una sonrisa de lado al mismo tiempo que me tiende la mano para estrechársela. Me siento un poco intimidada bajo su escrutinio, tiene los ojos más azules que he visto y los clava tan intensamente en mí, y en cualquiera, que sentirse intimidada a su lado es algo normal. Pero no me dejo amedrentar por sus ojos azul cielo.

Agradezco cuando un camarero viene hacia nosotros y nos entrega la carta. Inmediatamente hago mi pedido decantándome por un buen plato de comida chatarra. Estoy famélica, últimamente me he refugiado en la comida, viendo películas con mi hermana por las tardes mientras nos comemos un banquete entero. De vez en cuando Johann nos acompaña.

Me he prometido a mí misma que cuando la etapa de superación llegue, me inscribiré a un gimnasio para quemar todas las calorías que consumo a diario, es necesario que haga ejercicios, antes quemaba calorías teniendo sexo con Baxter. Ahora ni siquiera bajo las escaleras.

Indudablemente mi trasero ha crecido en gran manera, pero me gusta como luce así que por ese lado está bien.

—¿Y me trajiste una copia? —pregunta Kayden colocando su barbilla en sus manos que reposan sobre la mesa.

—¿De la novela? —Resoplo—. Para eso falta un mes. Ahora mismo estamos ultimando los detalles de la maquetación, luego pasará a imprenta. De allí se sacarán varias copias de autor para ti, así que no te preocupes, serás el primero en tener tus libros.

—Suena genial —murmura con evidente excitación, sonriendo logrando marcar sus mejillas. Sus dedos golpetean la mesa.

—Sí —digo, tratando de sonar entusiasmada como él, pero no me sale.

Interiormente me estremezco al notar que estoy actuando de forma infortunada. Eso es lo que más temía en cuanto a enamorarme. Porque sí, maldita sea, lo estoy. Y me quiero arrancar del pecho ese sentimiento porque este último mes ha sido una completa mierda. No quiero sentirme así de desdichada, como si todo mi mundo se hubiera volteado y desmoronado a mis pies.

Quiero volver a la vieja Madison, la que no le importaba nada. La que podía atravesar una ruptura como si nada, la que no lloraba por un hombre ni mucho menos imaginaba su vida con ese hombre a su lado.

Ugh, apesta enamorarse. Es una mierda pensar todo el día en aquella persona que te quita el aliento con una sola mirada, que con un roce suyo hace que tus piernas tiemblen, y que con una caricia todo tu cuerpo se caliente.

Lo odio.

—¿Madison? —La voz de Kayden me sacude fuera de mi cólera. Lo miro con atención esperando no haber soñado mientras él me hablaba. Últimamente estoy más distraída que nunca. Él me mira con genuina preocupación—. ¿Estás bien?

Su simple pregunta me hace estremecer.

¿Bien? Yo diría que estoy en la mismísima mierda. Es un infierno vivir así, ¿cómo hace la gente para vivir de aquella forma? No lo sé, pero tengo que descubrirlo en los próximas días porque no quiero seguir así.

 Suelto un suspiro sin saber cómo responder.

En vez de hacerlo, decido darle una respuesta en forma de pregunta. La mejor forma de dirigir la conversación de mí..., hacia él.

—¿Alguna vez te has enamorado?

Sonríe a medias.

—Ah sí que de eso te trata lo tuyo, ¿no? —pregunta de manera capciosa por lo que no respondo, pero lo miro mal—. ¿Qué? No está mal haberse enamorado, aunque parece que para ti sí.

Me masajeo la sien, nunca he sido buena para hablar de mis sentimientos con terceras personas. Y aquí estoy yo, a punto de abrirme con un hombre que no conozco y quien es mi cliente.

—Me enamoré de un hombre casado —suelto, pero él no parece mínimamente escandalizado. Arquea sus cejas esperando a que continúe—. Yo no lo sabía, hasta hace poco. Su esposa apareció y cuando se lo increpé a él, no lo negó. Me explicó que no se divorciará de ella, hasta que arreglen algunos asuntos, mientras tanto seguirá casado. Me juró que han estado separados por años, pero..., no sé qué creer.

 Cierro mis ojos frustrada con este dilema. Oigo a Kayden suspirar.

—Lo tuyo si está jodido —dice riéndose. Abro los ojos fulminándolo—. Pero te alejaste a tiempo, ¿verdad?

—Por supuesto que sí. Ya no estamos juntos.

—¿Y tiene hijos?

—No —grazno. Aunque estoy un poco descolocada con ello. Pero si Baxter tuviera un hijo con ella, me lo hubiera dicho. ¿O no? Mi mente está sufriendo una catarsis.

—Eso es bueno, por lo menos no te metiste entre ellos. Han estado separados por años así que no fuiste tú la razón de su ruptura. ¿Por qué estás tan triste? —Señala mi rostro—. Tienes una expresión miserable.

Su libertad para decir la cosas en vez de enfurecerme me hace suspirar.

—Lo mío con él jamás fue una relación. Era más algo de... amigos con beneficio.

Su rostro se ilumina con curiosidad.

—Con razón tienes esa cara. Te enamoraste de tu ligue. —Niega riéndose—. Esa mierda nunca sale bien.

Me señalo, como diciéndome «mírame, soy el resultado viviente de ello».

—Lo sé.

—Pero aún no entiendo por qué tienes esa expresión tan triste. Es como si...

—Porque trabajo con él —murmuro con dificultad porque tengo mis manos sobre mi rostro, no queriendo que vea mi expresión de culpabilidad—. Es mi jefe.

—Carajo —silba luego de unos segundos en completo silencio. Sí, la conmoción es fuerte para cualquiera luego de semejante confesión.

Me enredé con mi jefe una vez en el pasado, mi exnovio, ahora estoy volviendo a cometer el mismo error. Me siento una estúpida. Por suerte, Kayden me mira sin mostrar otra reacción, salvo por sus ojos azules abiertos de par en par.

—Solo dilo de una vez. —Ruedo los ojos.

Él levanta las manos. Antes que pueda decir algo más, el camarero se acerca con nuestra comida y yo rápidamente me meto una patita frita a la boca. Mastico nerviosamente mientras veo que Kayden se echa ketchup en el plato.

—¿Qué se te metió por la cabeza meterte con el jefe? —pregunta sin pelos en la lengua, directo y al punto. Me restriego los ojos con una mano mientras sigo apuñalando mis papitas fritas con el tenedor.

—No lo sé, ¿okay? Simplemente pasó y ahora estoy jodida. —No quiero mencionar que también tuve un exnovio con el que duré siete años y de quien fui secretaria todos esos años.

 Lección de vida: no cometer el mismo error dos veces.

—Estás más que jodida —murmura él luego de masticar su comida—. Diría que estás en la mierda, pero no suena bien. —Quiero aventarle mi hamburguesa en la cara, pero jamás desperdiciaría semejante deliciosa comida. Sigo masticando con el ceño fruncido—. Oye, pero no tienes que preocuparte. Te enamoraste. Bien por ti. Eso sucede siempre. Ahora solo debes tratar de superarlo.

Ahogo un gemido de frustración.

—Gran consejo, genio. ¿Por qué no se me ocurrió eso antes?

Kayden me muestra su gran sonrisa socarrona, pero ni caso le hago. El resto de la comida obviamos el tema para movernos a los asuntos de negocios. En un mes se estará lanzando su libro a las librerías a nivel nacional, y de manera online a nivel internacional, así que solo faltan unos últimos detalles antes de la fecha del gran lanzamiento.

Cuando ambos pagamos nuestros almuerzos y la hora de volver a la oficina se aproxima, termino de hablar sobre los asuntos relacionados a su libro para  luego despedirnos.

—Fue un gusto hablar contigo, Kayden. Gracias —digo sonriéndole sinceramente. No me ha dado ningún consejo útil que seguiré al pie de la letra, pero lo menos me ha hecho distraer del desastre que es mi mente últimamente. A pesar de haber tocado el tema por un breve tiempo en medio del almuerzo, su compañía ha sido más que bienvenida.

Kayden puede parecer un coqueto y mujeriego, pero sabe animar a alguien cuando se lo propone sin necesidad de coquetear con aquella persona.

Él oye mis palabras y desvía sus ojos unos momentos detrás de mí a algo, o alguien, rápidamente vuelve su mirada azul a la mía. Me extraño cuando me sonríe con coquetería, guiñándome el ojo.

—El gusto fue mío, hermosa —dice con un tono ronco de voz. Pone su mano sobre la mía, que está en la mesa, y aprieta. Entrecierro mis ojos ante su cambio brusco de actitud, pero me callo la boca al oír una voz estridente a mi lado.

—¡No sabía que estábamos en el mismo restaurante! —La voz chillante me hace encogerme en mi asiento. Retiro mi mano de la de Kayden con una mala mirada. Volteo hacia la derecha para ver a Heidi sonriéndome y a Baxter detrás de ella con las manos metidas en los bolsillos de su pantalón de vestir. Mis ojos se centran en Heidi quien parece contenta verme.

¿Qué mosca le picó?

—Ah, hola, Heidi —la saludo cortésmente. Kayden y ella se miran con curiosidad. Ya se conocen así que no necesitan ninguna presentación. Me siento intimidada por ella y su acompañante. No sabía que estaría aquí, de ser así, nunca hubiera citado aquí a Kayden—. Estaba aquí con Kayden para...

Me obligo a detenerme a mí misma cuando me doy cuenta de que estoy dando innecesarias explicaciones. Sé que es porque Baxter está aquí, y aunque no lo quiera mirar mi subconsciente es sabedora y nota que la postura relajada de Baxter no es tan relajada.

Que. Se. Joda.

—Hemos venido a almorzar —continúa Kayden por mí.

Asiento.

Heidi sonríe.

—Genial. Baxter y yo también hemos venido a almorzar.

Oh, hombre. Heidi es súper consciente que Baxter está casado y aún sigue persiguiéndolo. Esa sinvergüenza.

¿Qué mierda te importa? «me grita mi subconsciente». ¿Cómo mierda no me va a importar? Los sentimientos no se van de un día para otro, joder.

Por fuera soy la calma personificada. Mi rostro está inexpresivo: sin sonrisa, sin mueca, sin levantamientos de cejas. Nada. Estoy orgullosa.

—Solo es un almuerzo —aclara Baxter. Levanto mi cabeza para verlo, sus ojos mieles están en los míos. Sé que está tratando de llamar mi atención y dado explicaciones de por qué está aquí con Heidi, pero no debería importarme, así que sonrío. Me siento una tonta al creer que podré no debilitarme ante su mirada. Volteo el rostro ligeramente para mirar a Kayden.

No puedo seguir mirando a Baxter, me siento como una presa escapando de su verdugo. Él parece desesperado por hacer que lo mire para nada hará que cambie de decisión.

Sonrío, tratando de lucir relajada y feliz.

—Genial. Aquí venden unas deliciosas hamburguesas. ¿Verdad, Kayden?

Él muerde el anzuelo.

—Así es, deliciosas hamburguesas —murmura lamiéndose el labio inferior. Aprieto mis labios para no reír por su actitud—. Y el almuerzo ha sido increíble gracias a la compañía de Madie.

Heidi sacude su cabello rubio detrás de la espalda, mirándonos con sorpresa.

—Oh, ha sido una cita. —Se endereza, como si hubiera entendido la razón de mi reunión con Kayden, no la saco de su duda. Ni siquiera parpadeo—. Lo sentimos por interrumpir su cita. Nos vemos luego, Madison. Adiós, señor Havort.

Coge la mano de Baxter y lo empuja detrás de ella por la puerta del restaurante hasta que salen.

Miro la mesa de manera con absoluta concentración.

Pasa un momento.

—Ese era tu jefe —murmura Kayden con reproche.

—Así es.

Hace clic en dos segundos.

—Mierda, estás enamorado de ese tipo y ella es su esposa.

—¿Qué? —Frunzo el ceño—. No, ella no es su esposa. Es otra mujer.

Su sonrisa decae.

—¿Esa tal Heidi no es su esposa? —Levanta las cejas—. Pues actúa como si lo fuera.

Mi estómago se hace nudos por su declaración.

Ahora Baxter es libre, dentro de lo que cabe, de hacer lo que quiera con cualquier mujer, y aun así, me duele que sea Heidi.

—No son nada. Creo. —Miro las puertas de vidrio y cuando los he perdido de vista, lo apuro—. Ya me tengo que ir, Kayden. Mi hora del almuerzo ha terminado.

Nos ponemos de pie y juntos caminamos hacia la salida. Una vez que estamos cruzando la calle, justo frente al edificio donde está la editorial, lo despido con una sonrisa, prometiéndole volver a verlo en un mes para el lanzamiento de su libro.

Me besa en la mejilla y se va, sonriéndome, antes que yo entre por las puertas de vidrio hacia el vestíbulo del edificio Lepore. El ascensor está atestado a esta hora de la tarde, por lo que me hago a un lado y espero mi turno.

Las puertas de entrada del edificio se abren y cierran a cada rato, sonido de pasos y conversaciones es lo normal a esta hora. Pero me llama la atención ver a una pareja cerca a la puerta, conversando en voz baja.

El cabello rubio me da una indicación de quién es.

Heidi está allí, ataviada con un vestido negro y con un vaso de latte en la mano derecha. Baxter está frente a ella, parecer estar discutiendo. Me impacta verlos.

Heidi tiene la mano izquierda en el pecho de Baxter, de manera íntima, como si..., como si tuviera todo el derecho a tocarlo. Alejo mi mirada rápidamente, pero soy atraída de nuevo a esa escena. Veo justo a tiempo que ella echa la cabeza atrás y se empina para intentar besarlo, pero Baxter empuja su mano fuera de su pecho y se aleja.

Me sobresalto por el sonido del ascensor abrirse.

Rápidamente me meto allí, no sin antes ver la mirada de molestia en el rostro de Heidi por haber sido rechazada.

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