22: Sentimientos

El día domingo tuve el celular apagado para no recibir más llamadas. Mi hermana Megan me recibió el sábado por la tarde con pullas y bromas tontas sobre la situación que tuvo que ver ante sus ojos junto a Johann. Fue bochornoso escucharla, pero no estuve de humor así que me encerré en mi habitación la mayor parte del domingo rememorando una y otra vez las palabras de Baxter del día anterior.

Mientras yacía sobre mi cama, sostuve el conejito de peluche que Baxter me regaló. Las rosas blancas adornaban mi habitación en un bonito florero que Megan consiguió y que no pude negarme así que la puse sobre mi mesa de escritorio.

Es extraño para mí no haberle dicho nada a mi hermana sobre la confesión de Baxter. He callado tantas cosas con ella que puedo sentir como nuestra conexión de hermanas se va tensando cada vez más. Sé que Megan me oculta cosas también, puedo notarlo. Por ejemplo, cuando recibe un mensaje de texto rápidamente alcanza su celular, sonriendo, pero apartándolo de mi vista. También la oigo hablar por teléfono, pero puedo intuir que no es Johann.

Sé que es su vida, y que puede hacer lo que quiera, pero extraño los días en que nos contábamos todo porque éramos así de cercanas.

Quiero abrirle mi corazón a ella y contarle todo lo que me ha estado pasando con Baxter, pero temo que su reacción sea muy diferente a la mía. Ella siempre ha sido la romántica, la que cree en amor a primera vista y cosas que pasan en las películas o libros de romance.

Quiero creer como ella, pero tengo miedo.

Esa es mi verdad. Y sé que si se lo cuento a Megan, ella hará todo lo posible por empujarme hacia Baxter. No quiero que haga eso.

Así que me lo guardo para mí y finjo que nada está sucediendo. Le sigo la corriente cuando habla de nuestros gloriosos y dotados jefes. Lo son, pero no tengo ánimos para hablar de ellos.

Aun así lo hago, para no levantar sospechas.

Pero no puedo fingir cuando el día lunes entramos por las puertas de la editorial. Hasta este momento no he prendido mi celular por miedo a ser bombardeada con llamadas perdidas o mensajes, así que lo he mantenido al fondo de mi bolso y no lo he sacado para nada.

Ni siquiera cuando me siento en mi lugar de trabajo y enciendo la computadora. Dejo el celular en mi bolso y evito mirar la puerta de Baxter Cole. Sé que está cerrada, lo he notado por el rabillo del ojo, así que me concentro en mi trabajo y trato de no voltear a cada rato por miedo a topármelo.

Megan a mi lado está en lo suyo, nuestros amigos también están trabajando, y, porque es lunes; un día pesado, la gran mayoría tenemos tazas de café sobre la mesa.

No me doy cuenta de que hay alguien a mi lado hasta que ese alguien da un leve golpe a mi mesa.

Mi corazón galopa fuerte.

—¡Madie! —grita Tracy, cuando la miro sonrío aliviada al ver que es ella, y no su hermano mayor. Su rostro radiante me mira con alegría. No se corta ni un pelo cuando me abraza con fuerza como si no nos hubiéramos visto en mucho tiempo. Esta chica es demasiado demostrativa. Es decir, le gusta andar abrazando a todo el mundo. Por supuesto, a todos menos a Trevor. 

El amor no correspondido es una mierda.

—Hola, Tracy. —Le sonrío con el mismo entusiasmo, pero parece ser que no logro convencerla porque inmediatamente borra su expresión radiante a una preocupada.

—¿Estás bien?

—Sí, claro, solo un poco cansada porque anoche dormí tarde. ¿Tú cómo estás?

—Yo estoy un poco molesta por que no fuiste el sábado al almuerzo con mi familia. —Pone sus brazos en sus caderas.

Arrugo el ceño.

—¿Disculpa, qué?

—Al almuerzo —explica como si fuera obvio, pero yo no entiendo nada—. Baxter dijo que iría a tu apartamento a buscarte para traerte a la casa, pero nunca volvió. Y tampoco llamó, ni siquiera contestó mis llamadas, así que también estoy molesta con él.

¿De qué está hablando esta mujer?

—No sé de qué rayos hablas.

—Del almuerzo que mis abuelos hicieron. Johann trajo a Megan, pero ella dijo que irías a almorzar a la casa de tus padres. Baxter dijo que iría a recogerte, pero más nunca llegaron. —Alza las cejas, sonriéndome de lado—. A menos que ustedes haya comido aparte.

Por la forma en cómo mueve sus cejas supongo que aquella última oración es en doble sentido.

Y no se equivoca.

—Baxter vino a mi apartamento, pero no me dijo nada eso.

Tracy sonríe como si supiera para qué exactamente fue Baxter a mi apartamento. Se aleja unos pasos guiñándome el ojo y luego se coloca detrás de Megan para hablar con ella sin otra palabra más dirigida a mí. Yo me quedo mirándola con el ceño fruncido, intentando descifrar lo que sucedió.

Minutos después cuando Tracy se va despidiéndose de nosotras, me volteo hacia Megan.

—¿Baxter fue al almuerzo del sábado con sus abuelos? —pregunto, porque ella ha estado ahí y ha tenido que verlo si es que él apareció. Mi hermana asiente, distraída con la pantalla de computadora que tiene en frente.

—Sí, pero se fue rápido y no volvió. —Al no oír respuesta mía, se da la vuelta para mirarme—. ¿Por qué?

Sonrío.

—No, nada. Solo quería saber si había ido.

—Sí fue, pero luego despareció y no lo volví a ver. No hasta que llegamos a casa y lo encontré con el miembro entre tus tetas.

—¡Cállate! —exclamo tapando su boca con ambas manos. He pasado todo el fin de semana oyéndola fastidiar y decir cosas igual o peor de obscenas, es una nueva semana así que no quiero volver a oír nada de eso.

He tenido todo el domingo y parte de la noche del sábado para pensar en mí y en mis sentimientos. Le he dado mil vueltas a sus palabras en mi cabeza, ni siquiera pude dormir bien a causa de ello. Estoy empezando a creer que algo así también me está pasando, pero lo deshecho.

Estar enamorada es un sentimiento demasiado grande, y no creo sentirlo.

Megan se ríe bajo mis manos así que la suelto rápidamente y vuelvo a mi trabajo para no tener que oírla. Me ha martirizado con sus bromas desde que llegué el sábado por la tarde, no necesito oírla nunca más.

Desde que hoy llegué a trabajar he estado nerviosa por encontrarme a Baxter, pero he tenido suerte porque no está por ningún lado. Johann ya está en su oficina, con la puerta semi-abierta, pero la de Baxter está cerrada y es obvio que no hay nadie dentro.

Me concentro en lo mío ignorando el lío en mi cabeza y en mi corazón. Si no puedo estar en la realidad, pues me sumerjo en la ficción, que en este caso sería el manuscrito que estoy corrigiendo.

Los minutos y horas pasan hasta que llega el momento del almuerzo. Soy consciente que al mediodía todos se levantan de sus puestos, retirándose para almorzar. Siento que el ambiente se relaja más.

Absolutamente todos se levantan para irse. Estar sentados por varias horas nos afecta a todos, pero ni siquiera hago lo mío. No me pongo de pie, me quedo mirando la pantalla aun a sabiendas de que ha llegado la hora del almuerzo.

—¿No vienes, Mads? —pregunta Megan cerniéndose sobre mí y mirando la computadora. He logrado avanzar mucho desde que llegué, y planeo que siga así. Tener un momento de break significa que mi cabeza estará libre para pensar y no quiero hacerlo, no quiero distracciones. Necesito mantener mi cabeza ocupada para no pensar en él.

—No, tengo que terminar esto. —Señalo el documento del manuscrito—. Pero cómprame algo, por favor.

Ella asiente, con la cartera en mano se despide de mí y luego se dirige junto a nuestros amigos hacia el ascensor para subir a la cafetería.

Solo quedan un par de personas más y yo. El despacho de Johann está cerrado porque ha sido el primero en salir de aquí. Así que no me preocupo cuando me alejo de mi escritorio para espiar si ya ha llegado Baxter o no. Lo lógico sería escapar de aquí para no tener que verlo, pero no puedo escaparme para siempre.

Trabajo aquí, él es mi jefe, compartimos el mismo espacio de trabajo y en algún momento tendremos que cruzarnos. Prefiero que pase más tarde que nunca, aún si no estoy lista para ello.

Pero nunca nada sale como yo quiero últimamente.

Las puertas dobles de la oficina de la editorial se abren, por lo que mis ojos automáticamente van en aquella dirección.

Baxter entra, caminando por el lugar sin dirigir la mirada a nadie, hasta que se topa conmigo en su camino hacia su despacho. Unos metros antes de llegar a la puerta levanta la mirada para ver si yo estoy allí, así que inminentemente nuestros ojos chocan.

Quiero apartar la mirada, pero como siempre, sus ojos mieles no me lo permiten. Estoy paralizada.

Su ceño fruncido se borra, cambia su expresión a una más relajada. No sonríe, aún, pero puedo notar que no está molesto. Eso es algo bueno. El sábado lo dejé en su casa y corrí fuera de allí luego de haberlo escuchado cuando dijo que está enamorado de mí. Mínimo esperé una reacción fea de su parte. He mantenido mi celular apagado todo el fin de semana así que no sé con qué humor me lo iba a encontrar, pero mirándolo ahora me doy cuenta de que no está molesto.

Por dentro siento como poco a poco empiezo a deshincharme.

Hasta cierto punto creí que armaríamos una pelea. Ahora me doy cuenta de que no será así.

Baxter se acerca en mi dirección con lentitud, como si yo fuera un animal rabioso y tuviera miedo de mi reacción.

Suerte que yo estoy aliviada de que no esté molesto, así que todo irá bien mientras no hablemos de lo que sucedió el sábado. Aunque sé que está aquí para eso. Pude ser una cobarde el sábado, no estoy lista, pero sé que no correré ahora. Me vuelvo a poner los pantalones de chica grande y lo enfrento.

Se me hace difícil no dirigir mis ojos a su cuerpo, porque lleva un traje gris oscuro que le queda a la perfección, pero trato de mantener mi mirada en la suya.

—¿Podemos hablar? —pregunta en un murmuro bajo. No hay casi nadie en la oficina, aun así seguimos manteniendo nuestras distancias.

—Claro.

Me pongo de pie y dejo mi lugar para seguirlo hasta la puerta de su oficina, la abre, prende las luces y luego cierra la puerta detrás de mí.

Cuando me giro a mirarlo siento una tensión entre nosotros que antes no había. No sé si es incomodidad o no, pero me siento una completa extraña frente a él.

—No contestaste mis llamadas ni mis mensajes —dice plantándose a uno pasos frente a mí. Su presencia me intimida, justo ahora me siento desprotegida con él mirándome de aquella forma tan intensa con la que le gusta examinarme.

—Apagué mi celular —respondo con un encogimiento de hombros.

—Lo sé, te mandé varios mensajes de voz. —Hago una mueca, él suspira—. Por supuesto que no los oíste.

No sé qué responder a ello, así que digo la verdad.

—No quería hablar contigo. —Me cruzo de brazos para erguirme cuando noto que su mirada cambia a una de reproche. Me exaspero. Me siento como una niña siendo reprendida por su padre y no es así, sino todo lo contrario—. Baxter, ¿no entendiste que entre nosotros no iba haber amor? ¿Cómo pudiste caer?

Mis palabras le duelen.

Entrecierra sus ojos, su expresión es dolida.

—¿Crees que soy de piedra? —Él también se exalta al hablar. Suerte que aquellas paredes sean insonorizadas porque sino nuestros gritos se oirían hasta afuera, y no gritos buenos—. Cuando empezamos esto no creí que me iba a enamorar. Pero estamos en el mundo real, no podemos controlar nuestros sentimientos, no somos robots. Pasó, me enamoré de ti. ¿Y qué con eso? Sé que tú también lo estás de mí. ¿Por qué no puedes admitirlo? ¿A qué le tienes miedo, Madison?

Cuando se acerca, retrocedo, negando con la cabeza.

—No tengo miedo —digo con firmeza, pero para él aquellas palabras no lo convencen.

—No tienes miedo a enamorarte —afirma—, tienes miedo a enamorarte de la persona equivocada. No lo soy, Madison.

Acuna mi mejilla con una mano, cuando no hago nada para retirarla de allí coloca la otra y en unos segundos estoy siendo tocada por él.

Mi interior se revoluciona con tan solo ese simple toque. Solo tiene las manos puestas en mi rostro, pero mi corazón late con demasiada fuerza, como si acabáramos de intimar.

—¿Cómo puedes estar tan seguro? —pregunto con un hilo de voz.

Su sonrisa con hoyuelos me derrite más.

—Soy perfecto para ti, y tú lo eres para mí. Somos el uno para el otro.

La convicción en su tono de voz me hace sonreír, divertida.

—Eso mismo me dijo mi exnovio. —Niego—. Francamente no te creo.

Intento apartar la mirada, pero él me sujeta las mejillas para enfrentarlo y no escapar de sus ojos mieles tan llenos de fervor por hacerme entender.

—No debes de creerme a mí, debes creer en nosotros, en lo que sentimos.

—No sé lo que siento por ti —miento.

—Lo haces, Madison. —Suelta mis mejillas para coger una de mis manos, se aferra a mi muñeca y lleva la palma de mi mano derecha hacia su pecho. Exactamente, sobre su corazón. No late rápidamente, ni siquiera está tan acelerado como el mío, así que le frunzo el ceño, confundida. Él me mira—. Me haces sentir en paz, cuando estoy contigo todos mis problemas se evaporan. Con tan solo verte puedo afirmar con total seguridad que eres una mujer increíble, y te quiero para mí. No para poseerte, sino para amarte. Quiero que estemos juntos, Madison, sin reglas de por medio, sin barreras. Simplemente disfrutando del otro, quiero hacerte sentir bien. No solo quiero sexo, quiero todo de ti.

Me quedo callada ante sus palabras. Mi corazón se emociona con todo lo que dicho. Pero mi cerebro es mucho más sabio y no se deja impresionar.

Me mantengo en duda mientras analizo sus palabras. Cómo me encantaría decirle que sí, que quiero intentarlo. Pero algo me lo impide, algo me impide dar todo mi corazón, todo de mí.

—Yo... —titubeo, dejo caer mi mano. Su expresión decae—. Creo que este no es lugar ni momento para hablar de eso. ¿Te parece si después de trabajar vamos a tu casa?

La pregunta lo sorprende, no se esperaba eso de mí.           

—Sí, eso estaría bien, Madison.

—Okay, entonces nos vemos luego.

Me alejo para rodearlo y caminar hacia la puerta, con mi espalda recta y pasos lentos me alejo, pero antes que pueda abrirla, Baxter me detiene y me da la vuelta en un giro que me deja mareada unos segundos.

Antes que pueda reaccionar su boca se fusiona con la mía para besarme. Sorprendida con su arrebato, abro la boca, él aprovecha para meter su lengua acariciando con suavidad la mía, como si me pidiera permiso. Dejo escapar un gemido corto cuando nuestras bocas hacen contacto. El beso es lento, intenso y lleno de fogosidad. Estamos en el trabajo, acabamos de tener una pequeña charla intensa, pero ese beso sobrepasa todos los límites.

Mi cerebro empieza a confundirse. Antes que pueda hacer algo Baxter se aleja, me mira sonriéndome con diversión para luego besarme en la mejilla.

Se ríe como un niño ante mi expresión, sé que debo parecer una loca con mi rostro anonadado así que rápidamente dejo mi expresión en blanco y salgo de allí  cerrando la puerta a mis espaldas antes de hacer una locura como decirle lo que realmente me pasa o follarlo justo ahí.

En cuanto salgo sé que han pasado solo unos minutos, pero yo lo he sentido una eternidad. No hay nadie y mi puesto es el único con la computadora encendida. Camino hacia mi lugar con las piernas blandas, gelatinosas, luego de la confesión de Baxter y su beso.

Me siento, miro la pantalla, pero ya no me puedo concentrar.

Miro un punto fijo, sonriendo como estúpida, y no me doy cuenta de nada, hasta que oigo unos pasos.

Cuando levanto la mirada mi interior se revuelve al ver que es la ex novia de Baxter.

No debería meterme en aquello, ni siquiera debería mirarla con furia, pero lo hago. Ella me nota en cuanto ve que la puerta de Baxter está cerrada, sus ojos  grandes y curiosos me miran. Se acerca contoneando las caderas hasta mi puesto.

Aquel vestido ajustado que lleva muestra su trabajado cuerpo, u operado, la cintura de avispa que tiene y sus grandes atributos se acentúan por lo pegado que es. No me dejo intimidar ante ella.

Sus labios pintados de un rojo muy oscuro, como el vino, sonríen con falsedad.

—¿Sabes si Baxter Cole está en su despacho? —Levanta su celular último modelo justo frente a mis ojos—. Lo he llamado varias veces, pero no responde.

Aprieto mis manos en puños.

Con esas palabras afirmo mis pensamientos sobre ella; que es una mujer estirada y sin modales en lo absoluto.

Le sonrío con falsedad justo como ella lo ha hecho. Me cruzo de brazos, preguntándome si tengo cara de mapa.

—Buenas tarde, no, el señor Cole está ocupado en una reunión, ¿desea algo? —El retintín en mi tono de voz no lo nota, está demasiado enfrascada en el celular que tiene delante de sus ojos.

Parece estar llamándolo de nuevo.

—Sí, quiero hablar con él.

—Claro —murmuro con cordialidad—. ¿Y usted quién es?

Le pregunto, a pesar de que ya la conozco.

Me mira.

—Sarah Cole, su esposa.

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