21: Más sorpresas

No solo estoy mortificada, también estoy horrorizada. Pero la risa nerviosa que escapa de mí es demasiada intensa como para retenerla. Por suerte mi hermana y Johann salen del departamento rápidamente y cierran la puerta, volviéndonos a dejar solos. Baxter sale de su estupor poniéndose de pie aún con el cojín tapándose, extiende una mano para que yo la tome, pero estoy demasiado enfrascada en detener mi risa que niego.

—Lo... siento... —digo entre resoplos para no volver a reír de manera escandalosa. Esta vez tomo su mano notando que su rostro está rojo, no sé si es porque nos han pillado en el acto, o porque como sé; ha estado a punto de venirse y no lo ha hecho por la interrupción. De cualquier manera no pronuncia palabra alguna mientras se viste.

Temo haberlo enfurecido con mi risa, pero eso ha sido inevitable.

Me quedo de pie mientras lo veo vestirse rápidamente. Cuando me mira me alcanza mi ropa.

—Póntela. —Su voz autoritaria me pone en marcha. Obedientemente me visto y cuando ya estoy con la ropa puesta; leggins, top deportivo y camiseta, señala mis pies—. Ponte unas zapatillas.

—¿Por qué?

—Nos vamos.

Frunzo el ceño.

—¿A dónde?

—A mi casa.

Como bien sé mi hermana ha llegado con Johann y no quiero pasar la humillación de mirarlos a los ojos cuando vuelvan a entrar. Así que le hago caso, voy a mi habitación me calzo en unas zapatillas y llevo conmigo mi bolso. En el camino hacia la sala noto que mis regalos de Baxter siguen allí, los llevo a mi habitación y cuando vuelvo a salir le dedico una pequeña sonrisa para tantear su humor.

Continúa serio.

Me tiende la mano y antes de pensarlo mucho, la cojo, notando lo caliente que está. Su palma en contacto con la mía y nuestros dedos entrelazados evoca cosas en mi interior en las que no quiero pensar ahora.

Salimos de allí caminando por el pasillo, en el ascensor están Johann y mi hermana, ambos hablando en voz baja.

Al carajo la regla que nadie se entere. Ya lo sabía mi hermana, pero ahora lo sabe el hermano de Baxter. Y aunque pueda parecer inofensivo, es mi otro jefe y no sé cómo va a continuar esto; pero lo que sí sé es que ahora mismo los dos hermanos Cole ya saben lo mío con Baxter.

Genial.

Espero que realmente esto quede en familia.

Hay cierta incomodidad que ronda entre los cuatro, y es por eso que no miro a nadie a los ojos.

—Hagamos como si esto nunca pasó —habla Baxter con voz fuerte mientras mantiene el rostro serio, pero los ojos encendidos mirando a su hermano. Johann asiente, mirándolo con seriedad—. Lo digo en serio, Johann, borra de tu mente todas esas imágenes. ¿Te quedó claro?

Mis mejillas se ponen demasiado calientes.

—Claro, hermano —responde Johann.

Levanto mi mirada y la poso en mi hermana, quien me mira con una sonrisa socarrona en el rostro. Quiero borrarle de la cara aquella expresión de diversión que tiene, pero sé que será imposible. Lo que ha visto será material nuevo con lo que me fastidiará el resto de mi vida.

Incluso ya puedo oír su voz fastidiosa en mi mente.

—Nos vamos —anuncia Baxter. Me despido de mi hermana sin darle otra mirada a Johann, estoy demasiado avergonzada con él como para mirarlo a los ojos.

Pero Megan, quien es así, no se calla.

—¡Cuídense, eh! —grita ella por todo el pasillo. Le saco el dedo medio a mis espaldas. Escucho su risa mientras ellos entran al departamento.

Baxter y yo entramos al ascensor, bajando en completo silencio.

Cuando nos subimos en su BMW y partimos en dirección a su casa ninguno habla. Él se mantiene en completo silencio mientras yo cierro los ojos con mi cabeza apoyada en la ventanilla preguntándome si está molesto o solo no quiere hablar porque se muere de vergüenza. Aun así decido mantenerme callada para no cagarla más.

Varios minutos después estaciona su auto en su plaza de aparcamiento. En el ascensor hacia su apartamento volvemos a estar callados, esta vez, ni siquiera nos rozamos la mano. Y no por cosa suya, sino porque mantengo mis brazos cruzados. En el piso treintavo las puertas metálicas se abren dejando paso a su penthouse.

Camino por el vestíbulo con paso vacilante, como si fuera la primera vez que vengo. Baxter se adelanta cogiendo mi bolso y dejándolo en su sofá. Una vez que voltea, me frunce el ceño.

—¿Estás molesta?

Me toma unos segundos responder.

—¿Qué? No, claro que no.

Se pasa las manos por el cabello y rostro, frustrado.

—Oye, lo siento por lo que pasó. Ellos no debieron ver eso.

—Por supuesto que no —digo indignada—. Pero ya lo hicieron.

Se acerca a mí, y como estoy un poco angustiada por lo que ha pasado, me empino en cuanto él se acerca para abrazarme. Permanecemos así por varios segundos, que parecen horas, en donde me siento protegida en sus brazos.

El bochorno que he pasado me hace refugiarme en él. Cuando me siento mejor y con el corazón latiendo acompasado, me alejo para sonreírle.

—Menuda pillada hemos tenido.

Baxter suelta una gran carcajada, marcando sus hoyuelos.

—Pues sí. —Besa mis labios y me toma de la mano—. Y para olvidarnos de eso tengo un regalo para ti. Mejor dicho; para ambos.

Arqueo mis cejas.

—¿Más regalos?

—Amarás este —dice guiñándome el ojo.

Sonrío extasiada, supongo que hoy es el día de los regalos.

Mi corazón late muy fuerte por la emoción mientras Baxter me conduce a través de su apartamento, hasta las escaleras al segundo piso.

Allí, en medio de su habitación, hay un sillón rojo sin respaldar del cual recuerdo instantáneamente. Encima, hay gran moño de regalo del mismo color que me hace sonreír.

—¡Guau! —exclamo yendo al sillón y acariciando la curvatura con ilusión—. ¡Nos compraste un sillón tántrico!

Se ríe.

—Ya que te gustó mucho el que usamos... decidí comprar este para nosotros. ¿Te gusta?

—¡Me encanta! —Y me encantará más todo lo que pasará en aquel sillón. Recorro con mis dedos el tapiz sintiendo un cosquilleo en el cuerpo. No aguanto más para poder usarlo.

 Y no puedo creer que Baxter me haya comprado un sillón para nosotros dos exclusivamente.

Sí antes ya estaba perdonado, ahora está súper perdonado.

Siento que Baxter se pega a mi espalda, recorre sus manos sobre mis brazos hasta posarlas en mis caderas. Me da la vuelta, sonriendo de lado al notar mi respiración un tanto acelerada por su proximidad.

—¿Ya quieres estrenarlo?

—Sí —murmuro.

De repente siento mi garganta seca, y aunque trague saliva sigue estando así. Mis manos pican por tocarlo, pero me mantengo quieta esperando su primer movimiento. Ahora ya no quiero mandar, ahora quiero que él tenga el control.

En sus ojos veo la chispa de reconocimiento, estamos tan en sintonía que sabe cuando quiero algo.

—Te voy a desnudar. —Sonrío ante sus palabras, esperado a que lo haga. Sus manos llegan al borde de mi camiseta y en un santiamén me la quita, tirándola en el piso. Sus ojos recorren mis pechos cubiertos por mi sujetador deportivo como si ya estuviera desnuda. Su mirada quema, el color miel en sus ojos me derrite—. Eres tan hermosa, Madison, aún no entiendes todo lo que me haces sentir.

Abro la boca para responderle, pero soy abruptamente interrumpida cuando sus manos van a mi sujetador deportivo y me lo saca tirándolo a alguna parte. Me quedo desnuda. Sus manos van hacia mis pantalones de deporte, mis leggins, que a pesar de ser tan pegados Baxter se las arregla para quitármelo sin mi ayuda, justo luego de quitarme las zapatillas.

Mis bragas negras son lo único que me impide estar completamente desnuda frente a él, pero no parece tener mucho apuro en quitármelas.

Se aleja dirigiéndose al cajón de su mesa de noche. Cuando vuelve a mí tiene un pañuelo negro en su mano.

Sus intenciones son claras y eso me pone nerviosa.

—¿Qué vas a hacer?

Sonríe.

—Confía en mí.

—Mierda, Bax, las cosas que hago por ti. —A pesar de mi desconfianza me doy la vuelta y cierro los ojos con fuerza cuando desliza el pañuelo sobre mis ojos, anudándolo en la parte trasera de mi cabeza. Cuando los abro, mi vista está completamente cubierta y no puedo ver nada. Siento su presencia detrás de mí.

—Esto es solo para aumentar los sentidos, confía en mí, Madie. Te gustará. ¿Cuándo no te ha gustado algo que hemos hecho?

Tiene razón.

Pero es la primera vez que tendré sexo con los ojos vendados. Se siente sucio y excitante, pero aun así los nervios me recorren el cuerpo anticipando lo que vendrá.

No podré verlo, solo sentirlo.

Y siento mucho.

Sus manos se deslizan como plumas por mis brazos, recorriendo mi piel con lentitud. Disfruto de su contacto, tengo el cuerpo a flor de piel y cualquier roce suyo me hace temblar. Su tacto se desplaza por mi cintura, tanteando la piel sobre mis pechos, pero sin rozarme los pezones. Me retuerzo, quiero que me toque donde mi cuerpo lo pide.

—Baxter —gruño llevando sus manos a mis senos, pero no hacen contacto porque las aleja.

—Shhh, yo mando aquí. —Y sin más me carga hasta posarme sobre una base cálida al tacto. Por la forma en que mi mano se curva sobre la superficie sé que es el sillón tántrico. Baxter me sienta en la parte más alta y extiende mis piernas abiertas. Se aleja de mí dejándome a oscuras mientras agudizo mi oído.

Escucho como cae la ropa al suelo. Me lo imagino desnudándose, quiero quitarme la venda de los ojos, pero no lo hago porque quiero disfrutar de esta nueva experiencia. Así que mantengo mis manos quietas mientras él se desnuda.

Vuelve a mí con las manos calientes, rozando mis muslos abiertos.

Su cálido aliento me hace sobresaltar, su dedos rozan el elástico de mis bragas. No me las quita, pero juega como ellas como si estuviera a punto de hacerlo.

—Estás mojada —susurra.

No hablo, si lo hago, probablemente le exija que me saque las puñeteras bragas de una vez.

—Mmhmm —murmuro.

—Tú olor me encanta —vuelve a hablar a centímetros de mis muslos abiertos.

—Ya quítame las bragas de una vez —digo quejumbrosa. Él solo se ríe.

Pero lo hace.

Con lentitud y como si estuviera desenvolviendo un caramelo que está a punto de comer, me quita las bragas con lentitud recorriendo mis piernas con el elástico hasta que estoy completamente desnuda a su merced, con las piernas abiertas y su rostro a centímetros de mi intimidad.

Puedo sentir su aliento en mi centro cuando habla.

—Quiero probar tus labios, Madison.

—Hazlo —digo emocionada por sentirlo de nuevo en mi centro. A tientas busco su cabeza y cuando entierro mis manos en su cabello lo acerco más a mi sexo.

Él retrocede.

—No esos —dice alejándose, siento que se irgue sobre mí como una sombra, acaricia mi boca—, estos.

Y me besa.

Siento una explosión en todo el cuerpo cuando su boca se abre ante la mía, la proximidad de su cuerpo es inevitable para que yo lo toque. Su lengua entra en fusión con la mía acariciando a su antojo y con demasiada deliberación, excitándome con aquel beso. Nuestros dientes chocan por la profundidad, esperando ganar al otro en la batalla del deseo. Entierro mis manos en su cabello y tiro, ganándome un gemido suyo que se pierde en mi boca. Sus gruñidos bajos son casi eclipsados por mis besos, que absorben la magnitud.

Mis labios se mueven contra los suyos, jugando con su lengua en una caricia lenta y con profundidad. Aquel beso lo siento en cada parte de mi cuerpo.

Cuando se aleja aún puedo sentir su sabor en mi boca. Mis labios se sienten hinchados. Baxter me los acaricia entre su pulgar e índice.

—Eres deliciosa. —Vuelvo a sentir la pérdida de su cuerpo cuando se inclina para estar a la altura de mi sexo mojado. Ni siquiera me ha tocado mucho y yo ya estoy lista.     

Lo necesito ya.

—Baxter... —murmuro en un gemido que no sé si es una queja o petición para que me penetre, pero mi tono de voz es suficiente para que él actúe.

Con cada mano agarra mis muslos para abrírmelos mucho más y sin más preámbulos desliza su lengua por todo mi centro.

Gimo ante la sensación.

Su lengua hace un recorrido lento en mis pliegues, suelto un par de gemidos con demasiada plenitud, él juega con mi clítoris entre su pulgar y mi lengua, alternando sus lamidas, acariciando mi centro de placer y chupando. Mi cabeza cae hacia atrás, demasiado pesada como para soportar lo que me está haciendo.

—Me encantas —susurra entre lamidas sobre mi sexo. Gimo como nunca cuando sus caricias son demasiado como para soportar. No puedo decir una palabra completa, ni siquiera otro sonido que no sea gemir ante las cosas que me hace.

Soy una masa de cuerpo que disfruta de todo lo que Baxter me está haciendo.

No tengo que esperar mucho ante mi inminente orgasmo. Mi cuerpo entero se sacude ante la sensación, pero incluso antes que pueda correrme, Baxter detiene completamente sus movimientos dejándome en la oscuridad.

Maldita sea.

—¡Baxter! —Es todo lo que mi boca puede pronunciar.

Mi corazón está acelerado, mi cuerpo está derritiéndose y él solo me calla.

—Shhh, tengo algo para ti.

Se aleja mientras yo yazgo en aquel sofá sin poder moverme. No veo nada y en este momento solo quiero golpearlo por detenerse.

Cuando vuelve no se detiene mucho tiempo. Vuelve a rozar mi sexo, pero no con su cálida lengua o sus dedos habilidosos, es algo más. Algo frío y que cuando lo acerca a mis pliegues emite un ruido extraño.

Me imagino lo que es, pero no digo nada.

—Es un vibrador —murmura dejando que el aparato ruidoso recorra mis muslos con lentitud. No me acostumbro a ello, pero es porque nunca he tenido un consolador que vibre, así que me callo y lo dejo hacer. Normalmente me masturbo con mis dedos, no suelo hacerlo con un consolador y mucho menos con un vibrador, así que me emociona la idea de probarlo—. Tiene varias velocidades y las usaré todas contigo, ¿estás lista?

Aunque no pueda verlo, asiento.

No necesito lubricación, él ha hecho todo el trabajo en mí. Mi centro está tan mojado y caliente que estoy lista para que use el vibrador.

Siento que lo acerca hacia mis pliegues, mete unos centímetros anchando mi intimidad para su grosor. No puedo verlo, pero puedo sentir. Y ahorita mismo siento una corriente nerviosa que me recorre el cuerpo entero ante la intromisión. El juguetito es frío, pero es suficiente para hacerme retorcer.

Lo va metiendo poco a poco para que me vaya acostumbrando ante la sensación. Supongo que la vibración es mínima porque apenas siento que se mueve dentro de mí, Baxter termina de meter el consolador y yo gimo, no sé si lo ha metido todo o no, pero puedo sentir que me llena. No como un miembro normal, ni como el de Baxter, pero suficiente para sentirme de aquella manera.

—Estás muy mojada —susurra él—. Subamos la intensidad.

En unos segundos grito porque el vibrador dentro de mí intensifica el movimiento. Acostumbrada ya con aquella intromisión muevo mis caderas.

—Por favor —gimo, ni siquiera sé qué estoy rogándole, solo lo hago.

Baxter es malo.

En otros pocos segundos aumenta la velocidad mientras mete y saca el vibrador. Me está follando con él, recreando los movimientos de un miembro mientras arranca gemidos de mi garganta. Cierro los ojos por la intensidad mientras mi cuerpo se retuerce de placer.

No sé si es la máxima intensidad, pero puedo sentir mi intimidad completamente llena mientras Baxter mueve el consolador dentro de mí mientras este vibra haciéndolo todo más intenso.

Siento su gruñido muy cerca a mí.

No sé si se está tocando, pero puedo sentir que su cuerpo se mueve. Mis ojos cerrados ven una explosión tras los párpados en cuanto mi placer llega a la cima. Mi cuerpo se mueve con espasmos al correrme mientras suelto un grito.

Me corro en segundos.

Puedo sentir mi intimidad muy mojada mientras Baxter saca el vibrador.

Lo siento moverse por la habitación un rato mientras yo trato de recuperarme. Momento después Baxter me quita la venda de los ojos y cuando me mira, me sonríe. Yo apenas puedo enfocar la vista en su rostro mientras parpadeo. Frunzo el ceño. Mi sexo está mojado, su rostro está sonriente y su cuerpo gloriosamente desnudo.

Me siento una muñeca de trapo mientras me recuesta boca abajo en el sillón.

—Ahora te follaré yo.

No tengo fuerzas para sostenerme, así que me acomodo sobre mi mejilla sintiendo el cuero del tapizado en mi piel antes de sentir su glande presionar los pliegues de mi intimidad. Todo mi cuerpo se siente gelatinoso, tembloroso, pero aun así estoy demasiado excitada como para detenerlo.

Lo deseo, siempre.

De una estocada se entierra muy profundo de mí.

Su miembro caliente y grueso me llena a la perfección, como si hubiera sido creado para mí.

Sus manos se dirigen a mis senos para masajearlos. Se retira unos centímetros antes de volver a embestirme, con fuerza. Me está follando y yo se lo dejo a gusto, feliz con sentir su polla dentro de mí.

En cada embestida rápida puedo sentir que otro orgasmo empieza a formarse en mi interior.

Me voy a correr de nuevo y solo han pasado unos minutos entre este y el anterior orgasmo.

Solo Baxter lo logra.

Antes que pueda formar otro pensamiento coherente, siento un golpe en mi trasero. Gimo al haber sentido su palma caliente azotar mi culo.

—¿Te gusta mi mano en tu culo?

—Sí —susurro en un gemido, enloquecida.

—Mi chica sucia —murmura, luego vuelve a repetir la acción.

Baxter no solo me da azotes, sino que también masajea mis senos con fuerza, y con una sola mano, alternando entre un pezón y otro, aferrándose para pellizcarme con fuerza. Mientras me folla, en cada embestida me da un azote en cada nalga. En pocos segundos soy un lío lloroso con una de sus manos en mis senos, alternándose, y otra en mi culo.

Cuando llega mi segundo orgasmo creo que me desmayo.

Cierro los ojos inevitablemente y no vuelvo a sentir nada más que mis piernas gelatinosas y mi centro temblando. Baxter se corre dentro de mí pera saca rápidamente su miembro, en segundos siento el chorro caliente de su semen derramarse en mi espalda y en mi culo.

Sus dedos acarician mis nalgas frotando su semen en mi piel.

Su cálido aliento lo siento detrás de mí.

—¿Algún día me dejarás entrar por aquí? —dice tocando mi trasero. Sé a lo que se refiere, me doy la vuelta sobre el sillón y le sonrío, irónica.

No tengo fuerza para mirarlo mal.

—Si haces buenos méritos, tal vez.

Lo cierto es que nunca lo he hecho por detrás y tal vez nunca me anime a hacerlo, así que dejo el tema por el momento para no comerme la cabeza con ello.

Él no vuelve a decir nada mientras me carga llevándome al baño. Mi culo está pegajoso por su semen y mi intimidad se siente demasiado resbaladiza, así que un buen baño me vendría perfecto.

Por suerte Baxter prepara la tina de baño y se mete conmigo detrás. Sin decir una palabra me enjabona el cuerpo, pero esta vez sin intensión sexual. Lo hace con lentitud, tomándose su tiempo para dejarme bien enjabonada, sonriéndome cuando lo miro con extrañeza.

Desde que se presentó hoy en mi puerta lo he sentido diferente. Mucho más relajado y al mismo tiempo más intenso.

No digo nada, por supuesto.

Dejo que me bañe y cuando termino, él mismo se lava, demostrado que está centrándose en mí, como si me quisiera mimar.

Sonrío ante aquel pensamiento.

Primero una caja en forma de corazón llena de rosas blancas. Segundo, un peluche de conejo. Tercero, un sillón tántrico. Cuarto, un vibrador. Quinto, un baño. Realmente se está esmerando en ser perdonado.

Por ahora, le concederé el beneficio de la duda. Mientras no hablemos de nuestros ex, todo irá bien. Creo. (Y también mientras no vuelva a mencionarla cuando esté conmigo).

Minutos después yacemos sobre su cama. Él frente a mí, sonriéndome. Ambos estamos desnudos, por la follada y el baño, pero completamente secos y limpios.

Mi mejilla derecha está sobre su almohada mientras acaricio su cabello desordenado. No he querido mirarme al espejo, pero sé que luzco mucho peor que él, puedo sentir mi cabello enmarañado, pero eso no me importa ahora.

Baxter en completo silencio me monta sobre él, coloca mis piernas abiertas sobre su regazo. Su miembro dormido despierta poco a poco ante la posición.

—¿Te gustó mi regalo? —pregunta con el rostro serio. Parece inseguro mientras me hace esa pregunta. Alejo un mechón de cabello fuera de su frente y sonrío.

—¿Cuál de todos? —Alza las cejas—. Porque todos me gustaron.

—¿De verdad?

Alzo una mano, bajando cada dedo mientras enumero.

—Me gustó la caja de rosas, el peluche de conejo, el sillón tántrico, el vibrador y los maravillosos orgasmos que me diste.

Sus ojos se encienden ante mis últimas palabras.

—¿Quieres otro maravilloso orgasmo? —murmura en voz baja. Sus penetrantes ojos mieles me convencen al instante.

Asiento.

—Sí.

Pero como estoy encima suyo, quiero ser yo quien se lo regale a él.

Su miembro ya está completamente erecto, con la punta brillosa. Su glande tiene liquido pre-seminal y como mi intimidad está de nuevo mojada por el simple hecho de tenerlo desnudo frente a mí, cojo su palpitante erección y jugueteo con ella entre mis pliegues.

Lo miro a los ojos mientras poco a poco, me voy llenando con su erección cuando la introduzco en mi interior, suelto un gemido al tenerlo tan profundo dentro de mí. Mis muslos están sentidos por la follada de antes, pero aquella sensación se intensifica con su miembro latiendo dentro de mí.

Su polla es mucho mejor que cualquier consolador o vibrador.

No sé si esta vez aguante mucho.

Mis pechos saltan cuando comienzo a subir y bajar sobre su miembro. Baxter alza sus manos y acaricia mis pechos, me los estruja con fuerza y yo gimo ante la sensación.

—Quiero volver a follártelos —dice con la mirada encendida y la voz ronca.

No tengo palabras para eso, solo sonidos que son entre jadeos y gemidos mientras roto mis caderas. Ahora es él quien gruñe con mis movimientos. Mi pelvis se mueve con la intensión de arrancarle todo el placer. Mi trasero choca contra sus testículos, puedo sentir el roce en la parte trasera que intensifica la sensación de ser llenada.

Él me agarra con fuerza de los pechos y aprieta una última vez antes de poner sus manos en mis caderas y voltearme.

Ahora yo estoy abajo y él encima de mí. Aprovecha la posición para levantar una de mis piernas hasta mi pecho y dejarla allí. La posición me hace gemir, enrollo mi otra pierna en sus caderas mientras el vaivén de las suyas me saca de quicio. Gimo como loca ante la postura.

Me voy a correr en cualquier momento, eso es seguro.       

Mis pezones se endurecen con sus manos firmes cuando aprieta mis pechos.

No sé si aguante mucho.

Cierro mis ojos mientras muerdo mi labio inferior acallando mis gemidos, pero Baxter ralentiza sus embestidas.

—Abre los ojos —dice con voz de mando. Le hago caso inmediatamente.

Sus ojos mieles me miran con profundidad mientras se sigue moviendo dentro de mí, quiero apartar la mirada, quiero cerrar mis ojos porque siento algo en el pecho demasiado grande como para ignorar.

Puedo sentir que aquellos ojos mieles me traspasan el alma. Puedo sentir la intensidad de sus embestidas por la forma en cómo me está mirando, como si quisiera desnudar mi alma.

Me siento acorralada por sus ojos fijos en los míos, me está sujetando en mi lugar, pero yo siento como si estuviera tocándome por todas partes.

—Madison —susurra con voz ronca contra mis labios mientras no deja de mirarme a los ojos—. Estoy enamorado de ti.

Su confesión me deja paralizada un segundo.

Un segundo tan largo que no sé si respiro o no.

—Cállate, Baxter —replico jadeante contra sus labios—. Y fóllame.

Sus embestidas se vuelven rudas, gimo extasiada cuando por última vez se entierra en mí y se corre, haciéndolo al mismo tiempo que yo.

Mi corazón late con furia.

Mis piernas se vuelven temblorosas. Siento el semen dentro de mí pero hago todo lo posible por alejarme.

No me importa nada cuando lo empujo para que se retire de mí, lo hace con lentitud. Se coloca sobre su espalda y con la mirada fija en el techo, yaciendo allí mientras todo mi interior está revolucionado.

«Madison, estoy enamorado de ti».

No puede ser.

No.

Las palabras se repiten en mi mente una y otra vez como si se tratara de una grabadora malograda.

Me pongo de pie rápidamente y busco entre el suelo mi ropa. En cuanto veo mis leggins me las pongo, luego rebusco mi camiseta negra entre el montón de ropa y logro hallarla bajo mi sostén deportivo.

Como una autómata me coloco la ropa e ignoro la sensación de mis bragas mojarse.

Nos conocemos hace tan poco, ¿cómo se ha podido enamorar en tan poco tiempo?

Mi mente da vueltas mientras me coloco mis zapatillas.

Ni siquiera lo miro cuando hablo.

—Tengo que irme. —Me aterra mirarlo a los ojos y ver la vulnerabilidad o algún otro sentimiento que no quiero lidiar ahora. Pongo en alto mis muros y encierro mi corazón—. Nos vemos el lunes.

Él no reacciona. Yo tomo aquel silencio para escapar.

Bajo las escaleras rápidamente y llego hasta el vestíbulo antes de oír a Baxter bajar las escaleras. Cierro los ojos frustrada, no quiero hacer esto ahora. No justo hoy día.

No me doy la vuelta cuando lo escucho caminar con lentitud hacia mí. Mantengo mis manos aferradas a mi bolso que lo he cogido del sofá, mantengo mis ojos fijos en el ascensor que tengo a un par de metros porque tengo mucho miedo de darme la vuelta y mirarlo a la cara.

Soy una cobarde.

—No te vayas —susurra detrás de mí. Su aliento haciendo cosquillas en mi cuello—. Quédate, por favor.

Su cercanía sí me afecta. Siento de todo en mi interior.

Sería tan fácil hacerlo. Sería tan fácil dejar mi corazón en una bandeja de oro para entregárselo, pero sé que todo será difícil si acabara. No puedo permitir de nuevo una desilusión. Enamorarse es tan fácil. Lo difícil, lo complicado, es tener que reparar el daño que seguro uno va a tener cuando te rompan el corazón.

Me pasó una vez.

¿Qué hice? Me puse mis bragas de chica grande y me alejé de allí.

No espero hacerlo de nuevo. Si puedo evitarlo, lo haré.

Baxter no puede estar enamorado de mí. Por Dios, dijo el nombre de su ex novia hace unos días mientras me besaba, ¿de verdad piensa que le creeré?

Así sea verdad o no, no estoy lista para enamorarme, para entrar en una nueva relación. Para dejar entrar a alguien en mi vida y esperar unir las piezas rotas cuando esa persona salga de ella.

—No puedo. Lo siento, Baxter —susurro en medio de la estancia, aún sin darme la vuelta.

Niego con la cabeza para darle mayor énfasis.

Esta vez cuando aprieto el botón del ascensor y entro, no dice nada más. Antes que se cierren las puertas alzo la mirada, sus ojos mieles siguen en los míos. Veo sufrimiento en ellos, y aunque mi interior de retuerce de dolor por él, no hago nada.

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