18: Pequeña venganza
Mientras observo el manuscrito sobre la mesa, mis pensamientos varían de un lugar a otro. Odio estar distraída en el trabajo, pero no puedo hacer mucho para cambiar aquello dado que Baxter está en su oficina y la puerta está abierta. Puedo sentir su mirada quemar mi lado izquierdo, ha estado mirándome como un acosador desde que llegué y me está poniendo los pelos de punta. Así no puedo concentrarme en nada.
A mi lado Megan está con una sonrisa tan extasiada que nadie puede quitársela. Como predijo el día anterior, no volvió a casa y supuse que pasó una gran noche con Johann. Los dos andan pletóricos de felicidad, dedicándose sonrisas para nada disimuladas mientras que yo hecho humo en mi lugar. Por culpa de Baxter. Aún sigo molesta con él.
No hace falta decir que Susie también ha notado aquellas miradas, pero por extraño que parezca, no parece afectada. Se mantiene en su lugar ignorando aquello y dedicándose a su trabajo. Justo como quiero hacer yo y no puedo.
Baxter ha estado extrañamente callado el día de ayer luego que mordí su labio. Oops. No me mandó mensajes, y hoy cuando llegué a la editorial ha estado en su oficina. Me vio llegar desde su lugar, pero no ha salido. Mejor para mí, porque no quiero tenerlo frente a mí aún. Ni siquiera lo he mirado directamente, no quiero que piense que me importa lo que haga.
Sigo molesta, resentida por lo que ha hecho. Y no sé cuándo se me pasará.
—Baxter ha estado mirándote desde que llegamos —susurra Megan a mi lado—. Y deduciendo que no lo has visto desde el día en el club, opino que se han peleado. Pero lo que sea que ha pasado, el pobre está mirándote como si hubieras pateado su cachorro, o sus bolas. ¿Qué le hiciste?
Volteo hacia mi hermana, horrorizada.
—Que él tenga esa cara no significa que es mi culpa. ¿Por qué siquiera piensas que yo le hice algo? ¿Qué si él me hizo algo a mí?
Se ríe bajito.
—¿Aparte de follarte qué podría haberte hecho? —Abre sus ojos de más, mirándome—. Espera, ¿te folló mal? ¡Con razón! Por eso has estado malhumorada estos días.
—Cállate —la miro mordaz. Ella ni se inmuta. La adoro por ser mi hermanita, pero muchas veces me saca de mis casillas.
—Pero eso tiene solución, vuélvanlo a hacer y verás que todo cambia. Ayer Johann y yo...
—Suficiente —murmuro tapándole la boca con mis dos manos. No quiero oír las guarradas que esos dos hicieron anoche. Suficiente tengo con imágenes de ellos que no quiero volver a pensar. Mi hermana sonríe contra mis manos—. Megan, enserio cállate, no sabes lo que estás diciendo.
Me mira con sus grandes ojos verdes, viéndose inocente.
—Solo intento ayudarte.
—No podrías —digo pasándome las manos por el cabello, alisándomelo con nerviosismo—. Eso no tiene arreglo, creo.
Ella inmediatamente se endereza en su asiento y se acerca más a mí. Su preocupación ahora es visible y todo rastro de burla ha dejado su rostro.
—¿Qué ha pasado?
Su pregunta me quiere quebrar, pero decir en voz alta lo que ha sucedido entre Baxter y yo no es algo que quiera hacer nunca. Me lo guardaré hasta la tumba, es demasiado humillante siquiera volver a pensar en ello.
—Hubo una pequeña pelea en donde él la cagó —admito, sin querer mirarla me enfoco en mi regazo. El vestido que elegí ponerme hoy es color vino, me llega hasta por debajo de las rodillas y es pegado, pero sin llegar a ser exagerado. Me gusta porque lo he combinado con tacones negros altos y me hace ver muy elegante y estilizada. Pero lo más importante además del vestido son los bolsillos a cada lado de mis caderas, en donde guardo mi celular y puedo meter mis manos allí cuando se me antoje. Me encanta mi outfit de hoy.
—Seguro que lo solucionarán, Mads.
Niego.
—No lo sé...
—Cualquier cosa tiene solución entre parejas. Bueno, excepto la infidelidad, eso nunca debe ser perdonado.
Parpadeo, tratando de no tensarme.
—Tienes razón, pero lo nuestro no fue una simple pelea. Fue algo grande. No sé si pueda perdonarlo.
Subo la mirada para encontrarme con sus ojos, intento parpadear para que no vea el dolor que en verdad siento.
—Puedes perdonar, Mads, si realmente quieres hacerlo. Las personas cometemos miles de errores, pero eso nos hace humanos. ¿Qué hacemos cuando nosotros somos quienes cometemos un error? Lo intentamos remediar, ¿cierto? —Megan mueve su cabeza hacia oficina de Baxter—. Apuesto que él lo ha hecho. Ha intentado pedirte perdón y solucionarlo, ¿qué te impide perdonarlo?
—No es tan fácil —murmuro. Sé que mi hermana intenta ayudarme, pero no sabe la magnitud de la discusión entre Baxter y yo y no planeo decirle. Aprieto sus manos sonriéndole—. Pero aun así gracias, Meg.
Ella me sonríe tratando de infundirme aliento.
Cada una volvemos a nuestro trabajos sin decir otra palabra más.
☾ ☾ ☾
A la hora del almuerzo, luego de volver de la cafetería, todos se muestran nerviosos en la oficina. Mientras camino de vuelta a mi lugar de trabajo, todos susurran cosas y hablan en voz baja. Mi hermana está tan confundida como yo a mi lado. Hemos vuelto de la cafetería en donde no hubo ni una sola persona de la editorial allí, solo pasaron algunos colegas a comprar emparedados y luego salieron corriendo de allí. Mientras me siento en mi silla, Megan se apresura hacia Trevor y Susie para preguntarles qué está sucediendo.
Segundos después vuelve a mí con una sonrisa nerviosa.
—Los fundadores de la editorial van a venir —murmura en mi oído—. ¿Sabes lo que significa?
—Eh, sí. —Pero suena más a pregunta.
—¡Van a venir los abuelos de Johann! —exclama ella abanicándose la cara con sus dos manos—. ¡Ay, Dios mío! No sé si esté lista para este momento, voy a conocer a su familia así, con lo que tengo puesto.
Miro su falda oscura y la blusa de tirantes que lleva. Se ve espectacular, ¿qué más le da conocerlos así?
—Pero estás preciosa.
—Ya, pero son sus abuelos y debo estar... —se queda muda abruptamente mirando más allá de mí, al suelo, en un punto fijo—. Johann no me ha dicho nada. Tal vez no quiere que los conozca. ¿Por qué no querría que los conozca? ¡Ha estado hablándome de este momento y no me ha dicho nada!
—¡Megan! —la llamo en un susurro alto, pero ella ya está en dirección a la oficina de Johann. Toca la puerta brevemente antes de meter la cabeza y entrar sin esperar respuesta.
Baxter no está en su lugar. Su oficina está abierta por lo que noto aquello. Ni siquiera sabía que iban a venir sus abuelos, tal vez haya sido un secreto. Pero si es así, ¿cómo lo sabe todo el mundo?
Si Johann le quiere presentar a Megan a su familia, es porque es algo serio. Sonrío. Mi hermana se merece todo lo mejor en este mundo. Y parece ser que el indicado es Johann.
Minutos después salen Johann y Megan caminando a una distancia prudente en dirección al ascensor. Ella se despide de mí con una pequeña sonrisa indicándome con sus dedos que irá arriba. Le guiño el ojo mientras alzo mi pulgar derecho en alto.
Luego de aquello vuelvo a mi trabajo. Inútilmente mi mente viaja a todos los escenarios posible del por qué Megan ha subido con Johann por el ascensor, pero no me detengo ante aquellos pensamientos. Súbitamente dejo de leer cuando Tracy llega corriendo hasta mi lugar.
La miro sorprendida. Ella jadea fuertemente tocándose el pecho con una mano.
—¿Puedes venir? —pregunta entre jadeos y respiraciones rápidas.
—¿Qué? ¿Qué ha pasado?
—Ven, sígueme. —Toma mi mano y sin decir nada me saca de allí. Dejo mi manuscrito abierto y la computadora encendida, pero hago lo que me pide y camino hacia las escaleras hacia donde sea que me esté arrastrando. Los pocos minutos que nos toman llegar hasta la segunda plata de la editorial, Tracy no ha pronunciado palabra, y me pone de los nervios no saber qué sucede. Me arrastra a una sala de juntas y me quedo de piedra al darme cuenta de que hay muchas personas allí dentro.
Aunque parece ser una reunión, dado que todos están sentados en asientos y con trajes del trabajo, sus risas y bromas me indican que es más una reunión casual que otra cosa.
—Mierda —susurro tan bajo que nadie me oye. Lo cual es una suerte porque las dos personas adultas que están allí son sin duda los abuelos de los hermanos Cole. Los he reconocido rápidamente de aquel día en la fiesta de aniversario, y aunque no entiendo por qué estoy aquí, planto una sonrisa educada en mi rostro y espero a que Tracy haga algo, porque ha sido ella quien me ha arrastrado hasta aquí.
—Abuelos, les quiero presentar a Madison. —Tracy entrelaza su brazo con el mío mientras soy consciente de las miradas que recibo de todos. De los abuelos de ellos, también de Johann, Baxter y mi hermana quien parece confundida de verme allí pero sonriéndome. Heidi ni se molesta en dedicarme otra mirada. Se arrima más a Baxter y pretende estar enfrascada en el celular entre sus manos. Me siento muy incómoda bajo la atenta mirada de los abuelos de Baxter, porque no me siento cómoda aquí, ni bienvenida. Esto parece más una reunión familiar que algo del trabajo, aun así no dejo que mi sonrisa decaiga. Mataré a Tracy si ella ha planeado esto. Tracy sigue hablando—: Ella trabaja aquí desde hace unas semanas, es la hermana de Megan y ha hecho un excelente trabajo desde que llegó. Es una correctora genial y en este momento está enfocada en un manuscrito que será publicado en los próximos meses.
Los abuelos de los Cole se ponen de pie. Noto que a pesar de la edad, ambos se conservan bien erguidos y con pocas arrugas en el rostro. Eso sí, ambos son canosos, pero tienen expresiones cálidas que enseguida me hacen sentir bienvenida.
—Mucho gusto, Madison. —El abuelo Cole me estrecha la mano, llego a él y sonrío ante el saludo—. Mi nieta me ha hablado mucho de ti, creí que eran amigas de años, pero me ha sorprendido saber que recién se conocen.
—Tracy es genial —murmuro sonriente. Pero por dentro quiero matarla por exponerme así como así ante sus abuelos. ¿Qué pretende? Luego le doy a la abuela Cole un breve apretón de manos combinado con un beso en su suave mejilla—. Mucho gusto, señores Cole.
Baxter se ha mantenido en todo momento con la cabeza gacha ojeando los papeles que tiene frente a él, pero cuando levanta la cabeza y veo su rostro, ahogo un jadeo.
Mis ojos se abren de más y cuando Tracy nota mi exabrupto, sonríe.
—Estábamos comentando con mis abuelos por qué mi hermano tiene el labio hinchado y rojo.
Baxter me mira desafiante, sonriendo de lado.
—Ya lo dije, me mordió una araña —murmura sin despegar sus ojos de los míos. Hago una mueca al ver su labio inferior ligeramente hinchado y rojo, con una pequeña herida que me hace estremecer. Mierda, creo que me pasé de la raya. Aun así no se lo dejo saber.
Alzo el mentón.
—Debió ser una picadura de araña muy grande —digo con fingida aflicción.
—Oh, seguro que lo fue, señorita Hall. Esa araña fue muy traviesa al morderme porque dolió como la mierda, pero ya estoy mejor.
Tracy nota nuestro intercambio con una sonrisa disimulada, pero por suerte para todos no dice nada.
No como sus abuelos.
—Qué feo, mi amor —dice la abuela sentándose de vuelta en su asiento al lado de su esposo mientras yo me mantengo en pie sin saber a dónde mirar—. A tu abuelo una vez le picó una araña y tuvimos que ir al hospital para que le inyectaran algo, las picaduras de arañas pueden ser mortales, tienes que tener mucho cuidado.
—No te preocupes, abuela, esta araña no fue mortal. Pero aun así me ocuparé de ella —murmura.
Y no sé si se refiere a la supuesta araña, a la mordida o a mí. En cualquier caso me siento de lo peor.
—Sígueme contando cómo va todo con la empresa, hijo —dice el abuelo Cole a Johann cuando el caso de la araña queda cerrado.
Johann tiene en sus manos una tablet donde se muestran varias letras que no percibo leer desde mi lugar.
Tracy se mueve, pero antes que pueda continuar caminando la detengo del codo.
—¿Por qué me trajiste aquí? —susurro.
Se encoge de hombros.
—Mis abuelos querían conocerte —dice inocentemente, pero no le creo nada—. Dijo que te llamara y así lo hice, ahora siéntate, esta es una reunión. No perderás tiempo, te lo aseguro.
No sé por qué yo estaría en una reunión con ellos, pero hago lo que me pide sentándome entre ella y un hombre que no conozco, pero sé que trabaja allí, porque de lo contrario no estuviera. Esta sala de juntas es inmensa, a comparación de las demás que ya conozco, la mesa que hay en el centro de lugar es de madera fina y tiene capacidad para abarcar a más de veinte personas, pero esta vez somos pocas más de diez. La abogada que trabaja para la editorial y quien se encarga de hacer los contratos para los escritores nuevos está aquí, Valentina, sentada frente a mí. Me sonríe brevemente, reconociéndome y luego vuelve la vista a Johann quién empieza su charla.
Por debajo de la mesa muevo mis pies de arriba abajo, sin saber muy bien qué mierda hago aquí. Mi lugar de trabajo es abajo, y me pone muy nerviosa estar ante la presencia de los fundadores de la editorial, que son abuelos de Baxter.
Mi teléfono vibra en el bolsillo de mi vestido. Lo saco silenciosamente fijándome que nadie se de cuenta.
Miro la pantalla con el ceño fruncido al ver el mensaje.
Baxter: Estás hermosa.
Levanto la cabeza y lo veo en diagonal a mí, sentado entre Valentina y Heidi. Tiene las manos por debajo de la mesa e imagino que ahí es donde esconde el celular. Le frunzo el ceño. Bloqueo mi celular sin contestarle. Pero este vuelve a vibrar desconcentrándome de lo que sea que Johann esté diciendo.
Baxter: Está bien, no me respondas, aun así quiero decirte que ese vestido te queda hermoso.
Baxter: No te imaginas las ganas que tengo de mandar esta reunión a la mierda para poder sentarte en la mesa y subirte ese vestido.
Baxter: Te follaría tan fuerte que todos oirían tus gritos.
Me cruzo de piernas, tratando de no imaginarme todo lo que él está escribiendo, pero me es imposible. Mi mente me traiciona con imágenes de nosotros dos follando en la oficina.
Idiota.
No sé si ese insulto va dirigido a Baxter o a mí, pero sirve para ambos.
Baxter: No aprietes las piernas, desde aquí puedo notar lo cachonda que te has puesto.
Baxter: Tus pezones se han puesto duros.
Me cruzo de brazos sin querer mirarlo. Es cierto, los picos de mis pezones se han endurecido. No es justo que todo mi cuerpo esté en mi contra, porque no puedo controlarlo y eso me enfurece.
Cuando mi celular vibra hago todo lo posible para no mirar, pero como soy una masoquista descruzo mis brazos sin importarme nada y miro la pantalla de mi celular.
Baxter: ¿Llevas bragas debajo del vestido? Porque he notado que tu vestido es ajustado y no muestra costuras de ropa interior.
Levanto la cabeza y él está con el pulgar de su dedo en la comisura de sus labios, lamiéndose ese lado. Mi boca se hace agua ante la vista de su lengua, sus ojos suben y se encuentran directamente con los míos.
Trato de no sonreír, funciona por un minuto, pero cuando redacto mi mensaje y veo su reacción al leerlo no puedo evitar sonreír abiertamente. Baxter se acomoda en su asiento cruzando las piernas y descruzándolas, ganándose miradas de algunas personas en la mesa, pero sin hacerles el menor caso.
Madison: Estoy sin bragas. Y estoy tan mojada que tengo que cruzar mis piernas.
Mi celular no vuelve a vibrar en el siguiente minuto, así que cuando lo hace yo ya estoy atenta al mensaje.
Baxter: Bonita, me estás matando.
Baxter: Termina la reunión y ven a mi oficina.
No respondo.
Levanto la mirada y sus ojos mieles están fijos en los míos. Sonrío de lado, provocándolo con la mirada, haciéndole saber las ganas que le tengo.
Una idea descabellada me cruza la mente. Antes que me ponga a pensar en ello tecleo un mensaje dirigido a él.
Madison: Mira por debajo de la mesa, tengo una sorpresa para ti.
Trato de no reírme cuando Baxter hace caer un lápiz al suelo distraídamente. Antes que cualquiera de las mujeres a su lado puedan ayudarlo, él baja la cabeza y yo hago mi movimiento. Abro mis piernas disimuladamente unos centímetros y pongo mis manos en mis rodillas. Antes que pueda pasar algo más las cierro y vuelvo a cruzarme de piernas.
Esta vez no puedo evitar reírme cuando Baxter levanta la cabeza en su intento por erguirse, pero se golpea con la esquina de la madera ganándose una mirada de todos los presentes.
—Disculpen —murmura con tono ronco mientras se endereza y vuelve a su lugar. Johann prosigue con la explicación, pero Baxter parece demasiado desconcentrado como para darse cuenta de su hermano, o de cualquier persona en la mesa. Mira fijamente su celular en el regazo.
Baxter: Haría cualquier cosa por volver a saborearte en este momento.
Le respondo al instante.
Madison: Podrías hacerlo... cuando esta reunión termine. ¿Qué dices? Prometo que no volverá a suceder lo que pasó ayer en el estacionamiento. No más mordeduras. Será una forma de pedirte perdón.
No podría parecer más rogona con aquel mensaje, pero no me importa. Realmente estoy mojada y de solo ver su rostro me imagino los momentos en donde me lamió e hizo cosas increíbles allí abajo, no me importaría ceder esta vez.
Las necesidades son así, no juzguen.
Y Baxter es demasiado bueno con su boca, no me importará volver a sentirlo.
Él, por supuesto, responde de inmediato.
Baxter: Estoy deseándolo.
No vuelvo a responder, pero no hace falta. Cuando levanto mi cabeza para mirarlo a los ojos él tiene aquella picardía en su rostro que me deja apretando las piernas con fuerza mientras imagino lo que estará por suceder.
La reunión continúa por varios minutos más, pero yo ya no presto atención. Observo los minutos pasar en mi celular mientras las personas hablan, discuten y se explayan en explicaciones de las cuales no tienen nada que ver conmigo. Noto que Baxter también está tan, o más, distraído que yo.
En cuanto Johann da por finalizada la reunión, Baxter salta de su asiento y va directo donde sus abuelos, se despide de ellos y les susurra algo al oído. Mi hermana viene hacia mí mientras que Tracy vuelve donde sus abuelos y hermanos, quien están en la cabecera de la mesa conversando.
Salgo de allí con Megan a cuestas.
—Los abuelos de Johann son increíbles —dice esbozando una sonrisa.
—¿Te presentó él como su novia?
Ella asiente, feliz.
—¡Sí! ¿Puedes creerlo? Yo estaba tan nerviosa, pero ellos me hicieron sentir como otra nieta más suya. Quieren que vaya a su casa a almorzar el fin de semana.
Aquello llama mi atención.
—¿De verdad?
—Sí, Johann y yo iremos a la casa de sus abuelos el sábado, ¿eso está bien para ti?
—Sí, claro, Meg.
La abrazo, feliz de saber que ella no se quedará sola mientras yo iré a la casa de nuestros padres. a pesar de que papá dijo que la lleve conmigo, no podría hacerle una cosa así a mi hermana, no podría someterla a la fuerza a un almuerzo con nuestra madre. Por eso estoy tan aliviada y feliz de saber que ese día tendrá un lugar a donde ir mientras yo no estoy en el apartamento.
Bajamos las escaleras a nuestros lugares y volvemos de nuevo al trabajo. Aún no entiendo qué mierda he hecho yo en aquella reunión, a parte de hablar a través de mensajes con Baxter, pero estoy feliz de que aprovecharé algo bueno de ello.
Varios minutos después baja Baxter completamente solo y se encierra en su oficina sin darme una mirada. En segundos mi celular vibra.
Baxter: Ven.
Me ofende que sea tan demandante, pero no puedo negar que yo también estoy tan ansiosa por ello que no me importa obedecer ante tal mandato. Eso sí, le hago esperar unos buenos diez minutos en donde trato de avanzar los párrafos que estoy leyendo en la computadora. Cuando mi vista se cansa y no puedo aguantar más la electricidad en mi cuerpo, me levanto y le digo a mi hermana en el oído que hablaré con Baxter en su oficina. Ella me guiña el ojo, pero no le hago ni caso cuando me doy la vuelta y voy a su oficina.
No hace falta que toque la puerta. Esta se abre cuando estoy con el puño en alto a punto de tocar.
Baxter me recibe con una sonrisa fugaz. Me hace pasar y luego cierra la puerta a sus espaldas. El sonido de la cerradura me hace apretar las piernas.
—Te demoraste —murmura acercándose a mí mientras yo permanezco de pie, mostrando un poco de fuerza en mi postura de brazos cruzados y el mentón alzado.
—Tenía trabajo que hacer.
Sus hoyuelos aparecen cuando sonríe.
—Ahora nosotros tenemos trabajo que hacer.
Incluso antes que pueda darme cuenta Baxter me carga entre sus brazos y me deja sentada sobre la mesa. Los papeles arrugados bajo mi trasero se arrugan, pero a él parece no importarle, sus ojos mieles no se despegan de los míos mirándome con una intensidad que hace que mi cuerpo entero se crispe ante tales escalofríos.
Su labio inferior está rojo por la herida que le he hecho.
A pesar de que ha dicho que ya no le duele, me duele a mí haberle hecho eso.
Pero como la terca que soy, lo reconozco, no digo nada.
Sus manos van a mis caderas mientras baja la cabeza para besarme. Giro mi rostro, no queriendo que me bese los labios.
—Voy a dañarte más —digo señalando su labio. Enredo mi mano en su cabello y lo hago bajar la cabeza hasta a puntar mi centro—. Mejor empieza allí, usando tu lengua, para que no te hagas más daño.
Él sonríe, dándose cuenta de mis intenciones.
Yo solo estoy haciendo que cumpla lo que me ha dicho por mensajes.
Con mi ayuda me sube el vestido a la cintura, dejándome completamente expuesta ante él. Se agacha hasta quedar a la altura de mi intimidad. Con una mano me inclina hasta que estoy completamente echada sobre la mesa de vidrio de su despacho, arrugando papeles y hojas bajo de mi espalda.
No nos importa eso.
Siento su aliento chocar contra mi piel desnuda, sopla y yo me remuevo. Ni siquiera me ha tocado y yo ya estoy toda mojada y sensible.
Suelto un gritito cuando su lengua tibia sube y baja por mi intimidad. Mil terminaciones nerviosas me recorren el cuerpo.
—Shh —susurra contra mí—. Te van a oír todos y sabrán lo que está pasando. ¿No quieres que sepan que estoy a punto de saborearte, verdad?
Aprieto mis labios asintiendo con fuerza, pero él no me ve, porque está demasiado concentrado lamiéndome.
Los pequeños grititos y gemidos son ahogados por mis labios cuando me los muerdo para evitar ser oída. Es imposible no quedarse callada cuando Baxter está saboreándome, deslizando su lengua y chupando mi clítoris con destreza.
Me yergo solo para enterrar mis dedos en su cabello y apretarlo contra mí.
—Mmm, deliciosa —murmura contra mí—. Extrañaba tu sabor, Madison.
Echo la cabeza atrás con fuerza cuando siento que cuela un dedo en mi interior mientras intercala aquel movimiento con su lengua. Chupa y lame a su antojo como si yo fuera su manjar más delicioso. Absorbo mis sonidos que salen incontrolablemente de mí.
Añade otro dedo dentro de mí y eso es suficiente para hacerme apretar más mi labio inferior para evitar el grito que estuvo a punto de salir.
—Sigue gritando así y nunca saldremos de aquí —murmura.
Su lengua hace maravillas en mi clítoris y sus dedos se mueven maravillosamente bien dentro de mí. En cualquier momento me vendré duro y no me va a importar.
—Estás cerca, tu coño está apretando mis dedos. Vente, Madison, vente en mi boca.
Toma unos segundos más, en los que él vuelve a chuparme, para que yo me venga. Tal y como lo dijo me corro en su boca, suelto pequeños gimoteos mientras él sigue lamiéndome a su antojo. Las réplicas del orgasmo me siguen en una espiral en donde mi cuerpo se sigue moviendo hasta que suelto un suspiro demoledor.
Baxter me da unos segundos para recomponerme, cuando lo hago, me levanto entre mis codos justo a tiempo para verlo masturbarse. Se ha quitado el cinturón y tiene los pantalones bajados, el bóxer sigue en sus piernas, solo se ha sacado el miembro para tocarse mientras me ve.
Sonrío.
Él también lo hace.
Pero cuando se acerca a mí y abre más mis piernas para encajarse en mi interior, lo empujo ligeramente para ponerme de pie. Mis tacones hacen un fuerte sonido al chocar con el suelo de mármol.
—¿Madison?
Lo miro con una sonrisa inocente.
—Oye, fue genial, pero me tengo que ir. —Le guiño el ojo mientras me bajo el vestido. Siento que mi centro está aún mojado por mi corrida, pero ignoro esa sensación pegajosa—. Gracias por el orgasmo.
Estoy caminando hacia la puerta, pero me detiene del codo.
—Espera, ¿no te vas a quedar? —dice alzando las cejas y mirando su miembro duro y listo. En la punta del glande noto el líquido pre-seminal. Está listo para follar.
Oops.
—Lo siento, creí que se trataba de mi placer, no el tuyo —digo apenada encogiéndome de hombros—. Tal vez la próxima.
Pero no habrá próxima.
Lástima que aún no pueda olvidar lo que hizo.
Salgo de allí cerrando la puerta a mis espaldas para que nadie lo vea con la gran erección que tiene. Sonrío victoriosa.
Una pequeña venganza por lo que hizo. Beneficiosa para mí.
¿Para él? No tanto.
Lo acabo de dejar con una gran erección en su oficina y eso es más que divertido.
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