12: Las reglas del juego
Despierto sobresaltada cuando el sonido persistente de un celular atraviesa la habitación. Con una mueca en mis labios por el dolor que siento en todo el cuerpo, me estiro sobre la cama, pero aquello es peor porque puedo sentir la tensión de cada músculo en mi cuerpo estirarse con dolor. El sonido del móvil se corta, pero segundos después vuelve a resonar en la habitación.
Ni bien abro los ojos las imágenes de Baxter y yo ayer en esta habitación inundan mis mente, una ráfaga de lo que hicimos atraviesa por mi cerebro. El persistente sonido del celular y el dolor de mi cuerpo hacen que esté de mal humor a pesar de la gran noche que pasé.
Me levanto de la cama con todos los músculos de mi cuerpo protestando y camino por la habitación sintiendo un leve ardor entre mis piernas. Baxter no está por ningún lado, y dado el sonido de la regadera del baño, sé que es ahí donde se encuentra. Busco entre la ropa sobre el suelo alfombrado y encuentro el celular que segundos antes sonaba. Lo levanto, no es mío, es de Baxter. El mío lo dejé en el bolso de mi hermana. Vuelvo a colocar el teléfono de vuelta a donde lo encontré e inmediatamente voy al baño, lo primero que siento al entrar es el vapor, lo segundo, el delicioso olor masculino que desprende lo que parecer ser el champú que está utilizando Baxter.
La mampara de vidrio de la ducha es transparente, por lo que puedo ver a Baxter completamente desnudo y con el cuerpo mojado bajo el chorro de agua que cae como lluvia sobre él. Su cabello está espumoso, sus fuertes manos están tensas debido al masaje que está realizando en su cabeza, sus dedos se mueven con destreza para esparcir el champú sobre su cabello mientras se lo enjuaga.
Me acerco sigilosa, me quito rápidamente las bragas que me coloqué en la madrugada y abro la mampara de vidrio. Al instante el vapor me deja parpadeando, pero doy un paso hasta que Baxter se da la vuelta y abre los ojos.
Me mira.
—Vine a hacerte compañía —murmuro con la garganta seca debido al deseo que se despierta burbujeando en mi interior. Baxter rápidamente cierra el grifo de la regadera y me mira, con hambre en sus ojos. Su cuerpo desnudo y mojado me pide a gritos que lo toque, pero en vez de hacerlo, cojo el jabón bajo su atenta mirada—. ¿Quieres que te enjabone el cuerpo?
—Sí —responde con voz ronca igualando la mía. Ambos estamos echando chispas por los poros de nuestra piel desnuda anhelando nuestro contacto.
Con mucha lentitud y disfrutando de su seriedad, acerco mi mano que sostiene el jabón hacia su pecho, froto con suavidad su piel disfrutando ver las pompas de jabón esparcirse en el aire. Baxter respira hondo, ahogando un siseo cuando mis manos bajan por su cuerpo, deslizándose por su torso hasta la curvatura V en sus caderas. Sonrío encantada al saber que lo estoy excitando, su miembro mojado se extiende en todo su esplendor mostrando lo duro que está.
Pero no lo toco, obvio su miembro mientras en suaves caricias y masajes voy enjabonando su cuerpo, primero me paseo por su pecho, luego hacia sus brazos extendidos y finalizo mi viaje cuando me agacho para seguir con sus piernas. Gracias a la amplitud de la ducha, voy detrás de él y lo enjabono de igual manera, pasando por sus duros músculos de la espalda. Su trasero duro y redondo me dan la bienvenida, verlo solo me produce una cosa.
Alzo mi mano y lo azoto, sonriendo cuando Baxter maldice. Gira mirándome con el ceño fruncido mientras yo le sonrío desde mi posición a sus pies.
Como si tuviéramos todo el tiempo del mundo, me levanto centímetro a centímetro y le tiendo el jabón.
—Tú turno de enjabonarme.
Baxter no desaprovecha la oportunidad. Toma el jabón del hotel y lo soba entre sus manos, cuando las tiene por completo cubiertas por espuma me mira sonriendo con malicia.
—Yo prefiero enjabonarte con mis manos, bonita. —Sus ojos echan chispas.
La sonrisa se me borra cuando extiende ambas manos y las posa sobre mis hombros. La diferencia de altura no es un problema para él cuando se aproxima un paso más para bajar sus dedos y acariciarme sobre mis pechos. Los masajea, utiliza las yemas de sus dedos y cuando las palmas de sus manos me acarician de arriba a bajo, suelto un gemido. Inmediatamente Baxter baja sus manos como si nada hubiera pasado y continúa enjabonando mi cintura. Me pega a él, cuando siento nuestros pechos tocarse y su miembro duro roza mi estómago, noto que aprovecha nuestra proximidad para acariciar mi espalda. En una lenta caricia relajante sube y baja sus manos, pero mis músculos están demasiado tensos como para relajarme con aquellos masajes.
Su toque me deja temblorosa, está excitándome a adrede y me encanta.
Se aleja, mirándome con los ojos mieles encendidos por el deseo. Aun así no hace nada, solo se arrodilla para seguir enjabonando mis piernas. Siento su aliento a la altura de mi centro, pero aprieto mis piernas para tratar de reprimir el deseo.
No tengo esa suerte, Baxter me abre las piernas y me acaricia entre ellas hasta llegar a mis muslos. Ansío su toque más arriba, solo unos centímetros más, pero tiene la desfachatez de retirar sus manos cuando cree que estoy completamente enjabonada.
—Listo —susurra contra mi vientre antes de dejar un beso allí, muy cerca a mi centro palpitante. Lo odio. Lo deseo tanto que lo odio.
Ignoro su sonrisa de suficiencia cuando se levanta colocándose de pie nuevamente frente a mí sin distancias que nos separen.
—Había olvidado enjabonarte una parte —digo justo antes de presionar mi mano en su duro miembro. Baxter no se lo esperaba, por lo que sisea antes de apretar su labio inferior. Me mira deseoso de que mueva mi mano, lo sé, está muriendo por que lo toque como quiero que me toque a mí, pero me tomo mi tiempo.
Con mi mano mojada subo y bajo con lentitud masturbándolo. La punta rosada de su glande brilla, remojo mis labios con una sonrisa extasiada. Baxter es delicioso, y aunque me muera por probarlo de nuevo, quiero atormentarlo un rato.
Continúo con mi trabajo de acariciarlo, pero sin mucha presión.
—Más duro, aprieta más —dice entre dientes. Alzo mi mirada. Su rostro está apretado, como si se estuviera conteniendo.
—Solo te enjabono —susurro. Luego lo suelto, y como una diva me doy la vuelta para abrir el grifo de la regadera para enjuagarnos.
Baxter no se queda quieto, me da la vuelta y no le importa que el agua caiga sobre nosotros, me besa con pasión dejándome boquiabierta. Él aprovecha para meter su lengua y acariciar la mía. Nuestros jadeos se oyen en el lugar.
Se terminaron los juegos.
—Ahora que ya te enjaboné, me toca follarte —susurra.
Como si estuviera embrujada yo me dejo hacer.
Sus manos caen a mis senos y pellizca mis pezones con fuerza, inmediatamente suelto un gemido que se oye como eco en el lugar. Baxter extiende una mano y vuelve a cerrar el grifo del agua. Estamos con restos de jabón en el cuerpo, pero no nos importa.
Baxter baja una mano hacia mi sexo sin dejar de pellizcar mis senos con la otra. Su mano curiosa se pasea por mis muslos hasta encontrar el punto cumbre al que tanto quería que llegara. Entierra un dedo y cuando nota lo mojada que estoy, y no es por la ducha, sonríe satisfecho. Por un instante me masturba, acariciando con su pulgar mi botón del placer, pero cuando ya no puedo más y me remuevo inquieta en sus brazos, retrocede.
No tiene que decir nada cuando me obliga a retroceder hasta que mi espalda toca la pared de la ducha. Alza una de mis piernas por encima de su cadera y en una rápida estocada entra del todo en mí. Jadeo loca por que vuelva a embestirme así de fuerte como me gusta. El ardor que sentía antes se ha intensificado, pero eso sumado a las embestidas de Baxter crean en mí un placer inexplicable.
Me agarro a su cuello cuando el placer es tan inmenso que creo que en cualquier momento podré caerme.
Baxter mueve sus caderas haciendo rebotar mis senos que se mueven al ritmo de sus embestidas. Me acaricio a mí misma porque Baxter está con sus manos sosteniéndome mientras me folla contra la pared.
Luego de unos segundos en ese vaivén, mi pierna enroscada en sus caderas empieza a dolerme. Intento flexionarla un poco, pero Baxter entiende otra cosa, porque sale completamente de mí. Siento un profundo vacío en mi interior.
—Date la vuelta y pon las manos en la pared —sisea y yo obedezco. Cuando estoy de espaldas a él, siento su mano bajar por mis hombros hasta mi trasero, muy seguro de sí mismo me da un par de azotes en cada nalga antes de coger mis caderas con fuerza y penetrarme.
—¡Oh, Baxter! —gimo. Desde aquella postura lo siento más profundo. Me sostengo en la pared de azulejos de la ducha mientras Baxter me embiste desde atrás.
Sus jadeos y gruñidos acompañados por el ritmo rápido y descuidado de sus movimientos me indican que ya está cerca, pero no me importa porque yo también lo estoy. Los juegos previos han durado mucho.
Con un par de embestidas me corro, y cuando creo que él también lo hará dentro de mí, saca su duro miembro y segundos después siento una ráfaga de líquido caliente en toda mi espalda.
—Hermosa.
Me volteo, mirándolo asombrada. Pero no digo nada, sentir su esperma en mí piel solo ha hecho que me excite más.
—Serás tonto —digo con los ojos entrecerrados, pero sin molestarme. Es divertido ver su sonrisa con hoyuelos, lo hace ver inocente.
Sus ojos mieles me observan con el mismo deseo de antes.
—Eso me da excusa para enjabonarte de nuevo.
—Estás loco —respondo riendo cuando alcanza el jabón y vuelve a esparcirlo en sus manos. Yo apenas tengo energía para mantenerme en pie, pero eso no importa porque nos traslada a la tina del baño y llena el agua tibia para relajar nuestros músculos.
Aquella mañana del domingo pasamos toda la mañana juntos y follando de nuevo.
☾ ☾ ☾
—¿Sabes? —dice Baxter con voz ronca por tanto ejercicio horas después mientras almorzamos sobre la cama. Una bandeja y varios platos de comida están en un carrito que minutos atrás ha traído un empleado del hotel. Es como un bufet, tanto él como yo estamos hambrientos por lo que escogemos diferentes cosas y colocamos todo en nuestro plato.
Mientras mastico, alzo mis cejas.
—¿Qué? —pregunto divertida por la manera en cómo Baxter está mirándome. Es como si estuviera a punto de contarme un secreto. Acomodo una pierna debajo de la otra y me inclino unos centímetros dándole toda mi atención.
—Jamás había pasado tanto tiempo follando con una mujer.
Es inevitable reírme.
—Oh, cállate —murmuro entre risas—. Ni qué lo digas. Aún me arden los muslos.
La sonrisa pícara sin mostrar sus dientes que me dedica me hace rodar los ojos, está siendo engreído y aquello que he dicho solo aumenta su ego.
—Debemos hablar —comenta luego de un momento.
Aquello me hace tensar.
—Usualmente es la mujer quien dice eso.
Pero es cierto, debemos hablar. Desde anoche lo único que hemos hecho es follar. Ahora que estamos comiendo es momento de aclarar las cosas.
—Usualmente. Pero es verdad, sabes que debemos hablar. —Asiento, totalmente seria y dándole toda la razón. Baxter deja su plato a medio comer sobre el carrito de comidas y hace lo mismo con el mío. Estoy apunto de protestar frunciendo mi ceño, pero de mi boca sale un chillido cuando extiende sus manos para acercarme a él y colocarme sobre su regazo. Estoy vestida únicamente con mis bragas y su camisa, mientras que él está en bóxers. Puedo sentir su dureza debajo de mí pero ninguno hace nada por terminar aquella cercanía. Sus ojos me miran a centímetros de los míos—. Anoche, cuando dijiste que lo hiciéramos sin condón...
Frunzo el ceño.
—Sí, ¿qué hay con eso?
—¿Es por que estás pensando que esto puede llegar a algo más? —pregunta señalándonos.
—¿Qué? ¡No!
—Vaya, gracias —murmura irónico.
Cierro los ojos un momento tratando de ordenar mis pensamientos. Cuando los abro Baxter sigue mirándome con seriedad, todo rastro de diversión borrado de su rostro.
—Me refiero a que no quiero una relación —le aclaro—. Ayer dijiste que tampoco querías una .
La sonrisa que me da me confunde.
—No me refería a una relación —dice, al parecer aliviado con mi respuesta—. Me refería a que todo lo que pasó noche volverá a suceder. Sin compromisos. Sin sentimientos de por medio, solo placer.
—¿Me lo estás preguntando?
—Te lo dije, Madison, yo no quiero una relación, pero te quiero para más que una noche. Aún no tengo suficiente de ti.
Sus palabras hacen que mi panza revolotee nerviosa, estoy totalmente de acuerdo con aquello. Yo tampoco puedo tener suficiente de él. Estoy a punto de quitarle el bóxer y dejar la charla para después, pero es importante hablar. Por mucho que mis manos piquen para tocarlo.
—Lo sé, pero hay cosas que aclarar.
—¿Cómo cuales? —pregunta acariciando mis brazos desnudos.
Escalofríos me recorren el cuerpo entero, pero yo empujo esa sensación a un lado y me concentro en lo importante.
—No follaré contigo si ya estás haciéndolo con alguien más. —Frunce el ceño, viéndose confundido—. En la editorial hay rumores que Heidi y tú son más que amigos, y viéndolos ayer bailando pienso que puede ser cierto. Yo no quiero meterme en algo así mientras tú...
—No hay nada entre nosotros —dice, pero alzo una ceja permitiéndomelo dudar. Baxter coge mis manos—. Heidi y yo estuvimos hace mucho tiempo, pero ya no hay nada.
—¿Hace cuánto? —pregunto con curiosidad.
—Lo suficiente como para olvidarlo.
—Eso no es una respuesta clara —Hago una pausa—. Y si quieres seguir follándome tienes que ser sincero.
—Bien —dice contrariado, pero finalmente habla—: Heidi y yo estuvimos hace más de un año. Terminó todo y somos buenos amigos, pero nada más. Ella cumple con su trabajo en la editorial y todo está bien.
Eso no responde mi pregunta, por lo que me permito ser más precisa.
—¿Cuándo fue la última vez que tuvieron sexo?
Baxter abre la boca, viéndose asombrado por mi pregunta, pero yo espero pacientemente. Es mera curiosidad saber cuándo fue la ultima vez que él le metió la polla a la rubia creída.
—Hace más de un mes.
Su respuesta me parece sincera, así que le creo.
—Quiero poner un par de reglas a esto —digo alzando una ceja. Baxter me mira divertido.
—¿Oh, en serio? —pregunta irónico—. ¿Y cuáles serían esas reglas?
Alzo un dedo.
—Primero, si esto va a continuar solo tendremos sexo entre nosotros. Tú no puedes ir y follar con alguien más, y yo tampoco podré hacerlo. Solo así podremos hacerlo sin condón, siendo exclusivos.
—Bien. ¿Algo más que quieras añadir?
—Sí. Que esto sea exclusivo no significa que estamos en una relación. No me enamoraré de ti, y tú tampoco de mí. No hay amor, solo sexo.
—Y deseo —añade.
—Y placer. —Sonrío. Baxter también lo hace.
—Me gustan esas reglas.
—Nadie puede saber que estamos haciendo esto. Esa es la tercera regla.
—Por supuesto —susurra acercándose a mis labios—. Soy el maestro de la discreción.
Abro la boca para decir algo más, pero sus labios chocan contra los míos y pierdo la capacidad de hablar cuando sus manos bajan por mi cuerpo mientras su lengua entra en mi boca y me acaricia con determinación.
El beso se torna salvaje mientras dejamos la comida olvidada y nos alejamos para quitarnos la poca ropa que nos queda.
—¿Ya no hay más reglas? —murmuro divertida mientras lo veo quitarse el bóxer de una patada mientras yo estoy echada sobre mi espalda con las piernas abiertas y esperándolo.
—Sí. Una más —dice acariciándose a sí mismo antes de volver a la cama y mover su miembro entre mis pliegues, provocándome. Sus ojos mieles me miran—. Disfrutar.
Oh, esa es la regla más importante.
☾ ☾ ☾
Luego de una tarde intensa con Baxter y aclararlo todo, nos vestimos con la misma ropa de gala de anoche y entre sonrisas cómplices salimos del hotel. Él no ha traído su auto y yo tampoco el mío, por lo que compartimos un taxi hasta mi casa, luego él continuará hacia la suya. Nos despedimos con un beso ardiente justo antes de bajar ante mi edificio con la promesa de vernos mañana en el trabajo con absoluta normalidad, como si nada estuviera pasando entre nosotros.
—Nos vemos mañana, bonita.
Le guiño el ojo.
Realmente espero que aquello funcione. Porque ahora que he devorado a Baxter, lo único que mi mente piensa al verlo, es inmediatamente desnudarlo y saltar sobre él.
Cuando abro la puerta del departamento que comparto con Megan, me sorprende entrar y no oír ni un solo ruido. Camino con los tacones altísimo que ayer me puse para ir a la fiesta de aniversario y el único sonido en el departamento son de las suelas de mis tacones.
Frunzo el ceño extrañada mientras voy hacia la habitación de Megan. Allí no está. Mi mirada se agranda cuando noto que en la puerta de mi habitación hay un post-it pegado. Lo quito rápidamente para leerlo.
Salí un rato, dejé tu celular sobre tu cama. Vuelvo mañana, Mads.
¿Un rato? ¿Vuelvo mañana? repito en mi mente, confundida.
Entro a mi habitación y cojo el teléfono que reposa sobre mi cama. Veo un par de mensajes de Megan de la madrugada y otro de hoy en la mañana.
Megan. 12:45.
Olvidaste tu teléfono y no sé dónde estás, pero como Baxter también ha desaparecido de la fiesta puedo intuir dónde andas. CUIDATE ;)
Megan. 02:24.
Dejé tu teléfono en tu dormitorio y dejé una nota en tu puerta. No dormiré en la casa, regresaré mañana.
Megan. Hoy. 11:39.
¿Aún no llegas a la casa, es por eso que no me respondes? Mmm... debes estar pasando un GRAN momento.
Tecleo rápidamente.
Madison. Hoy. 17:41
Ya estoy en casa. Acabo de llegar, dijiste que volverías hoy y aún no estás aquí. ¿Debo suponer que estás con quien creo que estás? Espero que tú también te hayas CUIDADO del GRAN momento.
No recibo una respuesta inmediata y eso me hace intuir que tal vez está en medio del GRAN momento, como ella dice.
Me meto a la ducha y me baño, a pesar de que ya me di una ducha con Baxter antes de regresar –que terminó en otro gran orgasmo– me permito relajarme esta vez sin nadie a mi alrededor, ni dentro de mí.
Luego de un buen y merecido baño, cuando estoy apagando el grifo de la ducha, oigo que la puerta del departamento se abre y se cierra.
Me coloco un albornoz y presiono una toalla en mi cabello mientras salgo de allí. Una vez que mis pies están secos y tengo unas sandalias en ellos, salgo del baño en dirección a la sala. Ni bien lo hago, veo a una Megan ligeramente despeinada por haber tenido el cabello mojado sin peinar, con el vestido negro arrugado y los tacones en la mano.
Ella parpadea al verme.
Me cruzo de brazos.
—Vaya, al parecer tú también has tenido una gran noche —digo riéndome al ver sus mejillas sonrojadas.
—No tienes idea de cuánto —murmura presionando una mano en su pecho soltando sus tacones al suelo con un gran estrépito—. Me arde el coño.
Abro la boca. Ella me guiña el ojo ante mi cara anonadada.
—¿De verdad Johann la tiene tan grande?
Se ríe.
—Te diré si tú me dices cuánto mide la polla de Baxter.
Estoy a nada de tirarle un cojín a la cara por sus vulgaridades, pero no puedo refutarle nada cuando recuerdo las barbaridades que Baxter y yo hicimos anoche, y las barbaridades que susurró en mi oído. De solo pensarlo me estremezco.
—No le medí el pene, estaba demasiado ocupado dentro de mí.
Ahora es ella quien abre los ojos.
Me río al ver su cara. Ella también lo hace, segundos después ambas estamos muertas de risa presionando nuestros estómagos.
—Johann la tiene así —dice estirando sus manos para mostrarme aproximadamente el tamaño.
Alzo mis cejas, impresionada.
—Baxter algo así —digo yo extendiendo mis manos—. Y también gruesa.
—¡Oh Dios mío! —exclama riéndose—. Los Cole tienen la polla grande y gruesa. ¡Qué suerte la nuestra!
La empujo sin dejar de reír.
—¡No puedes poner «Dios» y «polla» en una misma oración!
—¡Cállate, tú también lo acabas de hacer!
Sin dejar de reírnos nos miramos con complicidad, porque sí, ambas hemos disfrutado anoche de los hermanos Cole.
Y vaya con ello, porque yo estaba adolorida y con ardor en el coño como ella decía, pero totalmente satisfecha.
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