11: Juegos previos
Lo miro confundida, preguntándome en qué momento me ha seguido. Quiero gritarle que se vaya, que me deje en paz, pero lo cierto es que sentir su piel en la mía, rozándome, tocándome, hace que se me erice el vello del cuerpo. Lo miro a los ojos, a la espera que diga algo, pero no lo hace.
La poca gente que hay en el vestíbulo camina a nuestro alrededor, algunos se dirigen a la fiesta o muchos de ellos salen del salón de ceremonias, pero nada de eso importa porque nosotros estamos en nuestra propia burbuja. Quiero decir algo, lo que sea. Pero nada sale de mis labios, estos están firmemente sellados, mirando a Bax en busca de algo.
Él solo me mira.
Quiero convencerme de que estoy molesta porque ha sido Baxter quien me ha seguido y no Devan, pero mi corazón no me permite engañarme a mi misma. Sé que estoy algo más que feliz por ese hecho, por el que Bax me haya seguido y no mi exnovio. Una satisfacción enorme me embarga saber que ha dejado a Heidi para venir a verme.
—¿Qué haces? —susurro.
—¿Ya te ibas? —pregunta acercándose a mí y soltando mi brazo. Sus ojos mieles me perforan el alma.
—No, solo salí a tomar aire fresco. Volveré en un rato.
Ya no me está tocando, pero aun así tiene aquella mirada intensa, me abrazo a mí misma porque empiezo a sentir escalofríos y no tiene nada que ver con el aire acondicionado del vestíbulo lujoso del hotel.
Bax mete las manos en los bolsillos de su pantalón.
—¿Bailarías conmigo?
Aquella pregunta formulada en un tono íntimo me deja un poco tonta.
—¿Por qué? —pregunto ceñuda—. Creí que tenías una buena compañera de baile a tu lado.
Ni bien digo las palabras me arrepiento, y no por haberlas dicho en un tono plano, como si no me importara porque quiero hacerle creer que no lo hace, sino porque Baxter ve a través de mis palabras. Me analiza intensamente, mirándome de arriba abajo con una sonrisita socarrona.
Intuye que estoy celosa. Puede que lo esté, pero no se lo dejaré ver.
—¿Estás celosa? —pregunta. Ruedo los ojos. Doy un paso al costado y luego avanzo para irme de vuelta a la celebración, pero Baxter se planta rápidamente delante de mí cortándome el pase—. No tan rápido, aún no me has contestado si bailarías conmigo.
Me lo pienso. Miro sus ojos mieles, su mirada suplicante y aquellos hoyuelos y realmente me lo pienso. No quiero parecer una novia celosa y mandarlo a la mierda por el simple hecho de haber bailado contra mujer. Yo no soy así. Así que asiento, lentamente.
—Bueno —digo como si nada. Para acentuar mis palabras me encojo de hombros y camino pasándolo, a la espera de que me siga y sin querer ver su sonrisa de suficiencia. Bax me sigue detrás, colocando una mano en la parte baja de mi espalda. Quito su mano de allí en un movimiento rápido justo antes de entrar.
La música suave y en vivo crean un ambiente relajado entre los invitados. Muchos de ellos ya están bailando, disfrutando de la música, y algunos están esparcidos por el lugar, conversando en las mesas y esquinas del salón. Diviso a mi hermana aún en la pista de baile con Johann, ambos se mecen al ritmo de la música. De muy cerca, veo a Susie bailando con Trevor, pero la pelinegra no deja de mirar a mi hermana bailando con el jefe.
No quiero estar cerca a ellos, así que me voy a la esquina más alejada, casi cerca a la puerta para correr por cualquier incidente, y tomo la mano que Bax me tiende. No es muy difícil ignorar la corriente eléctrica que me recorre el cuerpo cuando su pecho y el mío se juntan. Baxter baja su otra mano a mi cintura, rozando el hueso de mi cadera con un movimiento sutil.
Quiero reírme, pero no hay nada gracioso en esta situación.
Baxter ni yo hablamos. Pero nos decimos mucho con los pequeños toques y caricias que nos damos en cada movimiento y roce al bailar. Mis manos están en sus hombros, pero los deslizo hasta colocar mis brazos sobre estos y entrelazar mis manos detrás de su cuello, acariciando su nuca con mis pulgares. Baxter siente aquella caricia y me pega más a él, puedo sentir los duros músculos de su espalda tensarse, así como sus pectorales. Sus brazos fuertes me rodean con firmeza, como si no quisiera soltarme nunca. Estoy más tensa que la cuerda de una guitarra, pero aun así trato de relajarme mientras nos movemos al ritmo de una canción lenta que parece jazz.
Nadie nos presta atención, todos están en lo suyo. Así que poco a poco me voy relajando hasta inclinar mi cabeza ligeramente en su pecho, a pesar de los tacones que llevo él es ligeramente más alto, por lo que solo le llego a la barbilla.
Nos mecemos, bailamos, por lo que parece por siempre. No distingo los minutos ni las horas, ni siquiera me doy cuenta de que la canción cambia a otra de igual ritmo lento, porque no me importa nada más que aquel sentimiento de paz que me embarga estar así, en los brazos de Baxter.
No sé si él se siente de esta manera, pero no digo nada. No quiero arruinar el momento. Luego de algún tiempo, la temperatura de mi cuerpo empieza a subir. Sé por qué es, puedo sentir a Baxter en cada parte de mí. Sus manos cálidas cada vez se acercan más a mi trasero, están justo por encima de mi espalda baja, acariciándome suavemente, con audacia para que yo no me dé cuenta. Pero es imposible porque sentir su toque es como si me incendiaran.
Hago lo mismo.
Bajo mis manos por su espalda en un movimiento espero sea sensual y cuando lo abrazo por la cintura me alejo de su cuerpo solo para mirarlo a los ojos, en todo este momento hemos estado bailando con mi cabeza cerca a la suya mientras yo miraba el piso, la sala o cualquier cosa, ahora solo miro sus ojos mieles. Veo en ellos deseo.
Lo mismo que siento yo. Y solo con un par de canciones bailando entre sus brazos.
—¿Por fin te rendiste? —susurra en mi oído. Lo miro de cerca, sin importarme las personas a mi alrededor porque estamos cubiertos entre el mar de gente, y sonrío. Sonrío como una maniaca.
—Ni un poco —murmuro con tono de voz jocoso. Acaricio el nacimiento de su cabello, justo por detrás a la altura de su nuca, con suaves masajes—. ¿Y tú, ya te diste cuenta de que nada pasará entre nosotros?
Baxter se aleja, rompe el agarre que yo tenía en su cuello y me mira desde su lugar, un par de pasos detrás, con furia. Una furia contenida.
—¿Tan segura estás?
Me río, no hay otra forma de afrontar este asunto.
—Muy segura —afirmo sonriéndole con dulzura, luego me pego a él de nuevo y sin tocarle, susurro en su oído—: Yo no soy como otras, que caen a tus pies solo por un baile.
Me doy la vuelta para alejarme, pero por segunda vez en la noche, soy tomada del codo por el mismo hombre. Maldita sea, ¿qué tiene con mi codo?
—¿Qué rayos te pasa? —murmuro con los dientes apretados.
—Tú. Eso me pasa. Tú, maldita sea.
—¿Y qué se supone que significa eso?
Esta vez es él quien se acerca a mi oído para susurrarme.
—Te quiero a ti en mi cama, follando como locos, sé que tú quieres eso, pero te reprimes. ¿Qué pasa, tienes miedo? —Trato de ignorar el torrente de escalofrío que siento al oír sus palabras.
—¿Miedo yo? —Quiero volver a reír como maniaca—. ¿De qué podría tener miedo?
—Miedo de estar en una relación. —Me cambia la cara. Baxter lo nota—. ¿Le atiné, verdad? Pues yo tampoco quiero una, en eso estamos iguales.
—¿Entonces qué quieres?
—Que follemos.
—Contrata a una puta y hazlo, pero conmigo no.
Su cara mantiene la máscara de tranquilidad.
—Lo quiero contigo.
Mierda. Esto está yéndose de mis manos.
Lo siento. Siento cuando mi negación se va desvaneciéndose.
Baxter lo nota, porque sonríe mostrando sus hoyuelos. Ante la vista de ellos no hay nada que pueda hacer.
Nada.
Maldita sea. Espero no arrepentirme tanto de esto.
Me toma varios segundos expulsar mis siguientes palabras. Básicamente porque soy cabezota, pero al parecer no soy lo suficiente porque estoy cediendo. Cediendo ante lo que tanto peleaba.
—Está bien —digo luego de un suspiro. La mirada de Bax me atraviesa, sabe que lo digo en serio. Que acabo de claudicar. No quiero pensar mucho en ello, solo actuar por el deseo que permanece latente en mí.
—Bien. —Se acerca a mi oído—. No te arrepentirás, Madison.
Que diga mi nombre así, tan sensual, tan bajo en mi oído, hace que mi piel se erice y el deseo que corre por todo mi cuerpo se concentre en mi centro. Estoy mojada, lo admito, y todo por él.
En ese momento una conocida canción resuena en el parlante de todo el salón impregnando los primeros acordes suaves que empañan mis oídos. Me la conozco de memoria, es de mi cantante favorito: Michael Bublé, es un cover que está realizando la banda en vivo sobre el escenario, pero no puedo evitar suspirar encantada entre los brazos de Baxter al oír la canción "Sway".
No quiero bailar esta canción con Baxter, pero no tengo otra opción que moverme al compás y aprovechar los últimos minutos de tranquilidad a su lado, antes que toda la tormenta ocurra. Sé que ya he firmado mi sentencia con solo haber aceptado a una noche más con él, y no ha sido el alcohol en mi sistema ni mucho menos mi casi inexistente cordura. Sé que he sido yo, claudicando sin más, a sabiendas de que tal vez me arrepienta, pero mientras tanto, disfrutaré tanto o más de lo que lo hicimos aquella noche. Y no puedo esperar más.
Los brazos fuertes de Baxter están en torno a mi cintura. Puedo oler la colonia que usa y sentir sus manos acariciando mi espalda baja, y aun así, quiero disfrutar este momento mientras bailo una canción que es sensual y al mismo tiempo íntima. Bailo con él, siguiéndole el ritmo, noto con maravilla que es un buen bailarín, mucho mejor que yo. Cuando termina la canción él no me suelta, puedo sentir su toque quemarme la piel.
Su mirada me atraviesa, no sé qué ha ocurrido, pero la tensión entre ambos está en su punto más alto, a punto de bullir. De explotar.
Dejo que me guíe a la salida, no me importa dejar a mi hermana colgada cuando sé que ella está tan bien acompañada. Me preocuparé por ella después, ahora mi atención está totalmente entregada a Baxter.
Salimos del salón en completo silencio y caminamos fuera de allí. Cuando doy un paso al vestíbulo, él coge mi mano y me lleva al ascensor.
Frunzo el ceño.
—¿No iremos a tu c...? —Me callo abruptamente al verlo sacar del bolsillo de su saco elegante una tarjeta. Al principio soy lenta para entenderlo, pero luego mi mente hace clic—. ¿Has reservado una habitación?
Mi grito no lo espanta, al contrario, sonríe satisfecho.
—Antes que te enfades, no sabía si ibas a aceptar así que solo lo hice por si acaso. —Se encoge de hombros mientras entramos al vacío ascensor—. Y ya ves, al final terminaste aceptando.
Quiero gritarle que es un tonto, que se meta la tarjeta por el culo e irme, pero no lo hago. Sería una mentirosa y descarada decir que no quiero esto con él. Por supuesto que lo hago, pero verlo tan confiado me fastidia. Como si todo este tiempo hubiera sabido que aceptaría. Eso me molesta.
Baxter presiona un botón y las puertas se cierran. Unos pisos más arriba noto que esta tensión no está ni de cerca de calmarse. Es más, ha aumentado. Con prisas salimos del ascensor al piso número dieciocho. Caminamos por el largo pasillo lleno de habitaciones en completo silencio. El lugar tiene una alfombra sobre el suelo por lo que nuestros pasos están silenciados. Una vez que nos detenemos en la habitación 1809, Baxter coloca la tarjeta en la ranura y automáticamente esta se abre con un sonido bajo y encendiendo una luz verde.
Maravillada con tanta tecnología doy un paso en la habitación y me quedo de piedra.
El lugar es inmenso. Podría ser del tamaño del apartamento de mi hermana y mío y aun así creo que este lugar es mucho más grande. Doy un paso más adentro mirando fascinada que estoy en una sala lujosa, con sillones de terciopelo y ante un televisor gigante. Los pisos están cubiertos de alfombras grandes y con diseños increíbles.
—¿Cuánto te costó? —le pregunto a Baxter, porque de solo mirar el vestíbulo me imagino que unos miles de dólares deben ser el precio mínimo. Y ni siquiera he visto la habitación.
—Eso no importa —afirma él acercándose por detrás. Mi respiración se agita al notar su pecho contra mi espalda, me aprieta entre sus brazos—. Lo importante es disfrutar.
Me coge de la cintura y con una agilidad impresionante me hace girar, haciéndome recordar los pasos de baile minutos atrás en la pista de baile, cuando giramos al ritmo de mi canción favorita de mi cantante favorito.
Como un imán lo sigo hacia donde sea que me lleve, que es al interior de una habitación. Lo primero que noto es la gran cama con dosel en medio. Es impresionante, y la primera vez que veo una con mis propios ojos. Me acerco más, adentrándome, fascinada con la amplitud y decoración minimalista de la habitación. Las paredes blancas y las sábanas de la cama hacen que todo se vea más grande y pulcro. Camino sobre la alfombra crema hasta tocar el velo que cubre el dosel sobre la cama. Me siento sobre ella y sonrío, dándole mi aprobación por el colchón suave.
En la esquina de la gran habitación noto que hay un sillón extraño, curvado y sin respaldar. Frunzo el ceño mientras me acerco a él. Baxter me queda mirando.
—¿Qué es esto? —pregunto, y me siento como una niña pequeña cuando su sonrisa se ensancha, mostrando sus hoyuelos. Parece divertido con mi pregunta.
—Es un sillón tántrico. —Dicho sillón es de color rojo, lo único llamativo de la habitación. Deslizo una mano por él porque ni siquiera sé qué significa eso, nunca en mi vida había oído hablar de él—. Es un sillón exclusivamente para tener sexo, la curva que tiene es ideal para practicar distintas posiciones. Es maravilloso.
Retrocedo como si me hubieran quemado. Miro a Baxter impresionada, jamás había oído sobre esto.
No soy una mojigata ni mucho menos una santa en cuanto al sexo, así que la curiosidad y el morbo me entran al cuerpo ni bien me imagino a mí y Baxter sobre el famoso sillón del sexo.
—¿Y, cómo es? —pregunto ya con la respiración acelerada.
Baxter se acerca a mí, mirándome de arriba abajo.
—Primero quítate el vestido, el resto déjamelo a mí.
Parpadeo, la luz de la habitación es íntima, de color amarilla dándole un toque sensual. Sin pudor alguno, llevo mis manos atrás para quitar el broche de mi vestido, desesperada por hacerlo. Siento que Baxter se mueve hasta posicionarse detrás de mí. Con una caricia en mis hombros me ayuda, él hace el trabajo de quitarme el broche y luego, el vestido.
Quedo solamente con mis bragas puestas, me quito los tacones altísimos pateándolos lejos y luego me doy la vuelta para enfrentar a Baxter. Sonrío cuando lo veo afectado, con un bulto en su pantalón y con la mirada encendida al recorrer mi cuerpo con un movimiento de ojos escaneando mis senos.
—Tu turno —murmuro encantada con la idea de desnudarlo, como si fuera un caramelo a punto de saborear. Primero le quito el saco, tirándolo a nuestros pies. Luego la corbata y al final la camisa. Una vez que queda desnudo de cintura para arriba, procedo a quitarle el cinturón de sus caderas. Cuando su pantalón cae el piso, sonrío viendo su bóxer abultado.
Ambos estamos en ropa interior y aun así me siento demasiado cubierta. Mis senos están expuestos, con los pezones erectos, pero Baxter ni siquiera me toca. Deja que la llama de deseo entre nosotros siga extendiéndose. Está alargando este momento demasiado tiempo y yo solo quiero estrenar ya mi primera vez en un sillón tántrico.
Cuando por fin me toma de la mano, mis pies se retuercen de deseo. Mis manos pican por tocarlo, todo de él, pero me mantengo firme así como él parece mantener la cordura.
Me sienta sobre el sillón con una habilidad asombrosa. Acomodándome sobre él me doy cuenta de que es suave bajo el tacto. Siento que la mano de Baxter sube por mis piernas hasta encontrar el elástico de mis bragas. Lo miro desde mi altura, en la parte más alta del sillón, cómo poco a poco va bajando la tela de mis bragas negras hasta quitármelas. Sin cortarme un solo pelo dejo que me abra las piernas hasta tenerla extendidas a la altura de mis hombros. Sus manos me abren más, hasta que siento los pliegues de mi sexo extenderse. No hay duda alguna que estoy mojada, y él lo sabe, lo ve, porque se muerde los labios mientras me observa estar abierta de piernas para él.
—No sabes lo mucho que me he masturbado recordando aquella noche entre nosotros —murmura mientras que con suma delicadeza me acomoda sobre el sillón tántrico, echa mi cabeza hacia atrás, hasta que cuelga fuera del sillón mientras mi columna se arquea—. Recuerdo tu coño tan apretado montando mi polla.
Mi cuerpo se escarapela sus palabras y con la sensación de sus manos tibias sobre mis piernas, las yemas de sus dedos masajean mis senos hasta apretarlos entre sus dedos, mis pezones están duros contra las palmas de sus manos, y aun así, siento que no es suficiente. Quiero más.
—Baxter —murmuro con la mirada fija en el techo, notando que mis ojos se entrecierran por recibir placer en mis pechos y no en donde más quiero.
Él tiene la decencia de reírse contra mi cintura, bajo la mirada justo para verlo colocar sus dedos en centro. Un corriente de electricidad causada por sus caricias me atraviesa el cuerpo. Mi sexo está húmedo, así que con facilidad cuela un dedo adentro. Ahogo un gemido, pero para él no es suficiente. A la par de su dedo dentro de mí, acaricia mi botón con su pulgar. Me estremezco. Siento que mis terminaciones nerviosas están por las nubes, mientras que su dedo entra y sale de mí, su pulgar me acaricia por fuera, con suaves y rítmicas caricias que me hacen gemir.
Antes que pueda darme cuenta, el aliento de Baxter está entre mis piernas. Un segundo después pasa la barrera quitando sus dedos de mi centro para acariciarme con su lengua. Grito. No puedo evitarlo. Baxter me acaricia de arriba abajo, enviando corrientes de puro placer por todo mi ser.
Me retuerzo, soltando suspiros y un sin fin de gemidos que parecer alentarlo más. Cuando siento que mi cuerpo desfallece, aumenta su ritmo y sus embestidas. Muevo mi mano hacia abajo, pero no me permite acariciarme. Él solo hace el trabajo mientras yo me remuevo en el sillón cuando ya no puedo más.
Cierro mis ojos y con último grito me entrego al placer. Gimo con fuerza mientras mi cuerpo se mueve sobre el sillón, pero Baxter me sostiene, aún con las piernas abiertas.
Cuando abro mis ojos, mis piernas aún tiemblan por la réplica del orgasmo.
—Deliciosa —dice Bax luego lamerse los labios—. Eres una delicia, Madison.
Yo no tengo palabras para aquello.
—Ven aquí —murmura. Vacilo cuando se quita el bóxer rápidamente y coloca una pierna sobre el sillón mientras que su otra rodilla se ajusta contra la curvatura del sillón. Me tiende una mano y yo la tomo confiando en él. Bajo la mirada un segundo para ver su miembro largo y erecto apuntando a mi estómago.
Como él me lo indica, me recuesto de nuevo sobre el sillón. Lo veo rebuscar algo en su pantalón. Un condón.
—¿Es el único que tienes? —pregunto, con una ceja alzada.
—Tal vez. —Sonríe con suficiencia—. ¿Por qué? ¿Piensas que necesitaremos más?
—Si eso quieres... —lo dejo salir. Me encojo de hombros—. Me estoy cuidando y estoy limpia.
Veo en sus ojos el brillo de entendimiento. Al principio vacila, como si no supiera qué hacer, pero cuando la tentación es grande y mira mi cuerpo desnudo bajo el suyo, esa decisión se quiebra.
—¿Quieres que lo hagamos sin esto? —pregunta alzando el condón entre ambos. Bueno, tampoco es para tanto, pero si él va a ser mi follada de siempre, tengo que estar segura de que es confiable.
—Solo si estás limpio.
—Claro que sí, me hago chequeos regulares. Estoy limpio.
—Yo también —murmuro en un tono de voz espero sea sensual. Con mis piernas lo acerco a mí, siento la tibieza y dureza de su miembro contra mi sexo—. Y me cuido, me pongo la ampolla mensualmente.
—Entonces esto está bien —dice guiando su miembro unos centímetros dentro de mí. Sentirlo así, sin ninguna barrera entre nosotros me hace ahogarme con mi respiración por el gemido que sale de mis labios.
—S...sí —susurro encantada con la sensación. Baxter sonríe. No espera más. Con un empujón entra del todo en mí hasta la empuñadura, sintiendo que está tan profundo en mí en aquella posición sobre el sillón que suelto un gemido. Pero no se mueve, se quita quieto disfrutando de la sensación piel con piel entre ambos—. Baxter..., muévete.
Mis palabras lo alientan a moverse. Se retira centímetro a centímetro alargando la sensación y vuelve a entrar, me siento llena de él de nuevo. Con otro empuje sale y entra en mí. Va tomando ritmo y sus embestidas van siendo cada vez más fuertes. Empuja y empuja tomando todo de mí en cada embestida, sus manos van a mis senos para masajearlos mientras yo susurro su nombre en gemidos que traga cuando me besa con fuerza, adentrando su lengua en mi boca como me está follando.
Agarro sus hombros y lo empujo más cerca, aquello solo hace que nos acerquemos más.
Mi cabeza cae hacia atrás, pero esta vez por decisión propia. Porque no puedo más, lo siento adentro y con cada movimiento de sus caderas mi interior se extiende más para recibirlo. Nuestros cuerpos se mueven, el único sonido en la habitación son mis gemidos y sus jadeos. Aquel sonidito que hace Baxter con cada empuje solo hace que mi cuerpo se desarme.
En un momento deja de moverse y yo lloriqueo, porque estaba tan cerca que aún siento como mi orgasmo se me escapa.
—Baxter —es lo único que puedo pronunciar como protesta. Siento que se ríe, pero antes que pueda mandarlo a la mierda se retira, saliendo de mí y me levanta.
Como si no pesara nada me coloca en la parte alta del sillón, sobre mi vientre y se coloca detrás de mí. Mis senos chocan contra la curvatura suave del sillón, coloco mis manos sobre este mientras siento a Baxter entrar de un empujón dentro de mí desde atrás.
Esta posición solo hace que lo sienta más adentro. Su mano acaricia mi trasero antes de darme un par de nalgadas. Ahogo un gemido con aquello, pero sé que él ha notado que me vuelve loca, porque me embiste rítmicamente de nuevo reanudando sus embestidas de antes, esta vez entra y sale de mí con totalidad, por lo que mi estómago se aprieta a los segundos cuando se va construyendo el orgasmo que tanto anhelo.
Sus manos suben, y desde atrás, van hacia mis pechos. Me los estruja con cada movimiento. Sus suaves gruñidos resuenan en la habitación acompasados con mis gemidos y el sonido de nuestra piel chocando.
—Más —susurro, rogando completamente excitada. Ni siquiera sé qué le estoy pidiendo, pero puedo sentir que mi orgasmo en cualquier momento explotará—. Baxter, por favor...
Él parece entenderme. No hace mucho, sigue con sus embestidas rítmicas y rápidas follándome con fuerza.
Lo que hace para desarmarme por completo es bajar una mano a mi culo y azotarme.
Me rompo.
En aquel momento mi orgasmo llega.
Ni siquiera tengo que acariciarme a mí misma para llegar. Con un par de azotes en mi trasero llego al orgasmo gritando su nombre.
Expreso mi placer mientras me corro.
—¡Ah!
Un jadeo gutural sale de mi garganta mientras la espiral del orgasmo me alcanza. Siento que Baxter se corre, siento que se derrama dentro de mí. Mis rodillas tiemblas, mis brazos igual. Con sumo cuidado Baxter se retira de mí, me ayuda a levantarme, llevándome en volandas hasta la cama.
La habitación huele a sexo.
Baxter mira entre mis piernas y sonríe.
Ni siquiera tengo una réplica para aquello. Estoy jadeante, con la respiración a mil y el cuerpo descompuesto de cansancio.
Baxter en completo estado de desnudez se pasea por la habitación hasta encontrar el baño, una vez que entra, escucho que la regadera del baño se enciende. Frunzo el ceño. ¿Está pensando bañarse justo ahora? Pero cuando logro calmar mi respiración lo sigo hasta el baño y entro, me doy cuenta de que está llenando el agua de la tina. El amplio baño tiene espejos en cada pared, acentuando así nuestros reflejos y la amplitud del cuarto.
Baxter me sonríe.
—¿Te gustó el sillón tántrico?
No puedo evitar reírme. De todo lo que pensé que diría, me sale con esto.
—Me encantó —murmuré—. ¿Lo volveremos a usar?
—Después, sí, ahora démonos un baño.
¿Quién soy yo para negarme?
Una vez que el agua llega a la mitad la tina, Baxter cierra el grifo y me ayuda a entrar, luego entra él colocándose detrás de mí. La tina es grande, suficiente como para abarcar medio baño así que nosotros estamos sobrados, extiendo mis piernas y sonrío cuando el agua tibia relaja mis músculos.
Las manos de Baxter me acarician los hombros desde atrás en un relajante masaje que suaviza mi piel.
—Me gustó hacerlo sin condón —murmuro para disipar el silencio.
—Se sintió más intenso, ¿verdad?
—También debe ser por el sillón. Jamás había oído de ello, pero me encantó.
—Si quieres otra ronda, nos estará esperando —deja escapar. ¿Si quiero? Por supuesto que sí, pero antes, quisiera otra cosa. Aprovecho la silla de la ducha que sobresale de la pared en donde está apoyada la tina y lo levanto. Baxter me frunce el ceño—. ¿Pero qué haces?
Lo hago sentarse en aquella nivelación que yo veo como asiento. Su polla vuelve a estar erecta. Con una sonrisa en mis labios, acaricio los músculos duros de su estómago, maravillándome con las ondulaciones de sus oblicuos. Arrodillada ante él, desplazo mis dedos en una lenta caricia por sus músculos hasta la V que desciende por su estómago duro y cincelado. Paso por su ingle, observando sus ojos mieles que me piden que lo toque, que lo acaricie.
Así lo hago.
Cojo su miembro con mi mano y comienzo a acariciarlo. este está mojado por el agua, así que es fácil deslizar mi mano de arriba abajo marcando un ritmo. Sus ojos se oscurecen por el deseo, los entrecierra echando la cabeza atrás. Observo con deleite su rostro marcado por el deseo, su expresión de placer, es alucinante que con solo aquello yo empezara a excitarme. Con solo oír sus jadeos y mirar su rostro surcado de tal placer.
Quiero acariciarme, pero esto es para él. Exclusivamente su placer.
Me inclino y lo tomo en mi boca, lamiendo y chupando el glande, luego acariciando el falo hasta bajar mis dedos entre los testículos. Había leído en alguna página web, que los hombres tienen ciertas terminaciones nerviosas de placer concentrados en aquellos sacos. Mi mano los acuna con delicadeza entre la palma, suavizando el ritmo con mis dedos, pero sin dejar de saborearlo. Hago círculos en ellos, sonriendo internamente cuando un gruñido de puro placer escapa de sus labios. Baxter está volviéndose loco y eso me gusta. Lo estoy haciendo perder el control con solo mi boca y mis manos.
—Mierda —gruñe, justo luego de soltar un siseo. Sus manos agarran un lado de mi cabello húmedo y entierra sus dedos allí, marcando un ritmo con mi boca. Mi cabeza sube y baja sobre su miembro, tomándolo en mi boca hasta mi garganta, empujando con fuerza, pero sin hacerme daño—. Oh, joder, Madison.
Empieza a encontrar un ritmo mientras alza sus caderas cuando el deseo es demasiado. Mientras él me embiste yo mantengo mi ritmo acelerado.
Continúo chupando, disfrutando de su sabor mientras desde mi sitio, a sus pies, puedo ver su cabeza inclinada mientras lo miro a los ojos, por un breve momento nuestros ojos se encuentran. Eso parece volverlo loco, porque segundos después lo siento hincharse dentro de mi boca y un luego de un instante un líquido espeso inunda mi cavidad bucal.
Explota, llenándome la boca de semen.
Se retira, mientras yo lo miro.
—No lo tragues —murmura. Pero ante su mirada incrédula hago todo lo contrario. Trago con fuerza sintiendo su sabor en mi garganta.
Me mira, alucinado, y no se corta ni un pelo cuando me levanta entre sus brazos, en volandas, y me lleva a la habitación dejando la tina llena de agua olvidada.
Me tira en la cama y me sonríe, no puedo evitar derretirme ante aquella mirada que me da, es como si me viera por primera vez. Tal vez le ha gustado que me tragara su semen, por eso me mira así.
Me río cuando salta sobre mí.
—Eres increíble —murmura.
—Si lo dices por que he tragado...
—También por eso —dice, haciéndome reír más fuerte—. Pero no lo decía por eso, te lo decía porque es verdad.
Mis ojos caen a su cuerpo desnudo, lo acaricio, su piel se eriza mientras que la mía se calienta. Mi interior palpita por la fuerza con la que me ha follado, pero aun así mi cuerpo quiere otra ronda. Quiero más.
Parece que no puedo tener suficiente de él.
Me quito de abajo, de su cuerpo, y luego me siento sobre él en su regazo.
—¿Te quedas esta noche? —pregunta.
Miro a mi alrededor, solo por hacerme la interesante.
—Claro —respondo como si nada, pero ambos sabemos lo que significa. Gustosa gusto con haberlo hecho empalmarse de nuevo, sonrío con suficiencia—. ¿Estás listo para otra ronda?
—Por supuesto, aún no te he mostrado todo lo que podemos hacer sobre el sillón tántrico.
Me gusta su respuesta, porque significa que seguiremos follando. Y me encanta.
—Entonces muéstrame. —Y lo beso en la boca. A él no le importa saborear su propio sabor en mi boca. Es más, lo excita, suelta un gruñido y entrelaza su lengua con la mía mientras acaricia mi espalda desnuda. Sus labios se mueven contra los míos con deseo, puro y crudo deseo por mí. Me dejo hacer. Barre mi boca, chupando mis labios y mordiendo. En cuanto siento sus manos bajar por mis piernas desnudas, sonrío.
Estamos por comenzar otra ronda y tenemos toda la noche para disfrutar.
No sé qué hora es, pero pasamos la mayor parte de la noche follando, en el sillón, sobre la cama, en la encimera del baño, sobre la alfombra, y luego, en la tina. Al final de la noche no sé cuánto tiempo hemos pasado con las folladas.
Me montó, lo monté.
Practicamos varias posturas y al final de la madrugada no podía creer que fuera tan elástica. Mis piernas dolían y mi coño ardía, todo por Baxter. Cuando ambos estuvimos satisfechos, por fin, dormimos. Yo lo hice con una sonrisa en mis labios al darme cuenta de que él había cumplido su promesa de follar como unos conejos en cuanto yo aceptara su propuesta.
Y es la mejor cosa que he hecho.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top