Fragmentos.
Qué miedo.
¡Uff! No volveré a embriagarme con la tinta de tus versos.
Mucho menos a desohagarme con el alcohol de tus recuerdos.
Es muy jodido, mis demonios me atormentan y...
Eres tú a la que siempre saborea mi musa...
Ese día...
Estaba por perder el control,
sus gemidos no me dejaban concentrarme,
la callé como pude, con una fuerte embestida...
Tan sólo conseguí unos lascivos segundos para acariciar tu nombre...
Cuando empezó a gritar el mío.
Fingí escuchar tu voz
e intenté de callarla de nuevo.
No funcionó,
ella levantó su pelvis y se enrolló alrededor mío,
luego me mordió.
Ahí logré darme cuenta,
de que el que tenía que callarse...
Era yo.
Que los únicos que no paraban de gritar tu nombre; eran mis demonios.
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