Entre la luna, tú y yo
Siempre supe que había algo mal en mí, nunca me pude sentir bien siguiendo las reglas y normas que nos eran impuestas. Pero a ti, nunca te importó.
Siempre pude ser yo misma cuando estaba contigo y creo que por eso fue fácil enamorarme de ti.
Todavía recuerdo todas las veces que jugamos cuando tan sólo éramos unas niñas, nuestros padres estaban contentos con que seamos amigas, porque pertenecíamos a la misma clase social de aquellos tiempos.
Pero nunca se esperaron todo lo que vendría después y, a pesar de todo eso no cambiaría absolutamente nada de lo que viví a tu lado.
Nunca pensé que tú te sentirías de la misma forma que yo, creí que había nacido con alguna falla y que algo estaba mal en mí, me descubriste llorando y yo traté de negarlo, pero me conocías bien y no pude ocultártelo.
Te explique que no me gustaban los niños, los pocos niños que se veían nunca llamaron mi atención y por eso estaba llorando. No era normal lo que me pasaba. Todas las demás niñas ya hablaban de eso y querían casarse.
Me dijiste que a lo mejor todavía no llegaba la persona indicada para mí y que cuando lo conociera lo sabría reconocer, que a ti te pasaba lo mismo. Aún no te gustaba nadie. Y ya no me sentía tan triste, me hiciste sentir comprendida.
Pasaron unas semanas de aquella conversación y yo cada vez sentía que te quería más, anhelaba pasar cada vez más tiempo contigo y ser la persona a la que le regalaras tus sonrisas.
No lo encontré malo, hasta que después no me gustó la idea de verte con chicos y que te quisieras casar con alguno. Yo sabía que se acercaba la edad en la que nuestros padres nos encontraran un esposo y seamos dueñas de casa, pero simplemente la idea de imaginarte con otra persona me ponía mal.
Recuerdo el día en que cambió nuestra relación de amigas, yo estaba muy enojada por tener que comprometernos a tan corta edad y tú me seguiste y exigiste saber que me pasaba. Yo te di la versión resumida evitando decir que sentía celos al imaginarte con otro chico.
Tú me dijiste que no me creías, que sabías que pasaba algo más y que por eso estaba tan molesta.
Yo estallé y te dije la verdad: Que te quería y que creía que me gustabas.
Tú te sorprendiste al principio y luego me sonreíste y dijiste que igual me querías y que no tenía por qué enojarme, que tú correspondías mis sentimientos y que te gustaba. Que no pensabas casarte con otro chico.
Sigo sin poder experimentar tanta alegría como lo hice aquel día.
Ambas sabíamos que no era normal que dos niñas se gustaran, pero a nosotras no nos importó y empezamos a salir en secreto. Nuestros padres no aceptarían esto y lo sabíamos.
Ellos no sospecharon nada al inicio, era muy normal que nos vean juntas, éramos muy amigas.
Íbamos a clases y hacíamos todas las cosas juntas igual que antes, sólo que ahora sabíamos que nuestra relación era diferente.
Me sigue sorprendiendo hasta el día de hoy tu valentía el día que decidiste darme mi primer beso, en realidad el primer beso de ambas, yo quedé sorprendida cuando me diste un corto beso en mis labios y tú te pusiste roja y me aclaraste que era normal en las parejas. Que eso hacían tus padres.
Con sólo trece años éramos todavía muy ingenuas para saber a lo que nos enfrentaríamos más adelante.
El día que nuestros padres nos descubrieron fue cuando estábamos en tu habitación, estaba la puerta entreabierta, sólo estábamos jugando y justo te acercaste y me besaste al mismo tiempo que tu mamá nos fue a ver.
Se le cayeron las galletas y los vasos de jugo que nos traía y gritó tan fuerte que llamó la atención de tu papá. Le explico la situación y lo que vio y llamaron a mis padres para que me vinieran a buscar enseguida.
Tú trataste de explicarle que me querías y que estábamos juntas. Eso sólo los alarmó más y nos separaron. Me fueron a dejar hasta mi propia casa y a poner al tanto a mis padres.
No me sorprendió lo enojados que estaban, decían que estaba enferma a lo que yo respondí que me sentía muy bien y no me dolía nada. Me mandaron castigada a mi habitación sin poder salir a jugar contigo.
Pasaron varios días sin poder verte, seguía estando castigada.
Un día salí a jugar al patio de mi casa y al entrar mis padres estaban muy tranquilos, demasiado. Eso no hizo más que alarmarme. Mi mamá me dijo que ya habían encontrado la cura para lo que yo tenía y que era hora de que por fin madurara. No lo entendí en ese momento y hasta el día de hoy me pregunto cómo es que fueron capaces de hacerme esto. Se supone que ellos debían protegerme.
Fui a mi habitación y ahí esperándome había un hombre mucho mayor que yo.
Me asusté y enseguida él puso el pestillo a la puerta y me bloqueó el pasó para poder salir. Yo asustada sólo pude tratar de empujarlo y alejarlo de mí, una niña cómo yo no tenía la fuerza necesaria para defenderse de ese hombre.
Lloré cómo nunca antes lo había hecho, y después deje de insistir en que me soltara, era inútil.
Lo único que pude pensar era en que me perdonaras una vez te lo contara, yo solo quería estar contigo y esperaba que no te molestaras conmigo y que pudieras entenderme, yo sola no tenía posibilidad de defenderme.
Me sacó la ropa que traía puesta y empecé a sentir que me tocaba por todas partes. Me sentí sucia y asqueada y ni siquiera pude defenderme, mis padres dejaron que esto pasara, me dejaron a solas con ese hombre completamente desconocido, nunca los pude perdonar por esto.
Cuando todo terminó, el hombre se marchó de mi habitación y yo quedé ahí tirada, desnuda y sintiendo cómo se me llenaba la cara de lágrimas. Mi madre entró unos minutos después a ducharme y vestirme. Me dijo que ya estaba todo solucionado y que ya era toda una mujer. Pero nunca le dije que lo que yo sentía por ti seguía intacto, nunca se me pasó la tal enfermedad que ellos juraban que yo tenía.
Después de ese suceso con el hombre, me prohibieron verte. Pero nunca supieron de aquella vez que me fuiste a ver a escondidas, porque habías logrado escaparte de tu casa.
Estaba muy feliz de verte de nuevo, hablamos de muchas cosas y nos pusimos al día con todo lo que nos había pasado. Te conté lo que me ocurrió y te pedí perdón, tú lloraste y me aseguraste que no era mi culpa y para tranquilizarme me besaste, te había extrañado tanto...
Cuando ya se oscureció y se pudo ver la luna, me hiciste hacer una promesa. Que consistía en que pasara lo que pasara más adelante no nos olvidaríamos y que si nos queríamos comunicar entre nosotras teníamos que decírselo a la luna, que ella sería nuestra única mensajera. La única que sabría que nos queríamos de una manera tan pura cómo sólo nosotras íbamos hacerlo.
Yo te lo prometí y juramos volvernos a encontrar otro día.
Esa promesa la sigo manteniendo hasta el día de hoy, aquella promesa que te hice hace tanto tiempo y que quedó entre la luna, tú y yo.
Desde ese día no nos volvimos a ver a solas.
Nuestros padres se dieron cuenta que desaparecimos durante mucho tiempo y nos vigilaban más todavía. No me volvieron a dar permiso para ir al colegio al que asistíamos, había perdido ese privilegio.
Llegó el día en que te casarías y yo estuve ahí para presenciarlo, tus papás creyeron que sería buena idea que yo estuviera ahí. Y vi cómo aceptaste casarte con otro aun cuando tú me habías dicho que no te ibas a casar.
Y mentiría si dijera que verte tan alegre por tu matrimonio no me dolió, aun así me dedicaste una breve sonrisa a la que yo correspondí.
No sé si recuerdas lo que me hizo aquel hombre, pero mi mamá dijo que yo estaba esperando un bebé. Y que no podía tenerlo sino me casaba antes. Así que rápidamente se pusieron a buscar a un hombre que se case conmigo.
Después de tanta tristeza al fin iba a poder tener algo bonito en mi vida, un bebé al que le podría dar todo mi cariño y que me querría.
Cuando encontraron a un hombre dispuesto a casarse conmigo, la boda se llevó a cabo unos días más tarde y tú estabas invitada con tu nuevo esposo. Me dolió verte en esas circunstancias y ver que mis miedos se hicieron reales al verte con otro.
Yo me terminé casando, y me fui a vivir a otra ciudad más grande, resulta que mi esposo tenía ideas poco convencionales para la época y pensaba de manera distinta a la acostumbrada, no voy a decir que me enamoré de él, porque sería mentira. Pero sí lo quise, así como él me quiso a mí a mi bebé, a pesar de que no era el padre biológico.
Siempre te recuerdo Ana, y hablo de ti con la luna y me gusta pensar que tú haces exactamente lo mismo que yo.
Me gusta escribir mis recuerdos acerca de ti y escribirte cartas, no sé si es que te lleguen algún día o si has leído alguna, pero me quedo tranquila al saber que yo cumplo con la promesa que te hice.
Le hablo de ti a mi hijo y a mi esposo, y al contrario de lo que muchos hubieran hecho no se molesta y me escucha. Me dice que el tipo de amor que nosotras nos tenemos es difícil de encontrar y que a lo mejor en otra vida estaremos juntas.
Me gusta pensar en que nos volveremos a ver y podremos hacer todas las cosas que en esta vida no pudimos.
Me despido de ti mí querida Ana y espero ansiosa a que llegue el atardecer cada día para poder ver a la luna y decirle todo lo que no podré decirte en persona.
Todo lo que quedará entre la luna, tú y yo.
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