CAPÍTULO 4: Primeros encuentros

Mónica

En cuestión de casi una hora dejé de ser la llorona juvenil, ahora me miro al espejo y ya parezco yo. Sonrío satisfecha, pues Mónica Brooks debe verse espectacular en su broma de bienvenida.

Anteriormente, en los días que me dormía hasta tarde, llegaba al instituto muy tranquila y me preguntaban el por qué había llegado tan tarde a clases, entonces les respondía que era porque me acompañó santa María; obviamente no entendieron que me refería a mi santa gana y me expulsaron de todas formas. Luego Daniel hacía algo para ser expulsado también y así darme alcance.

Nah, ¡si ese era nuestro plan! Disfrutar de nuestros tiempos libres improvisados haciendo un sinfín de cosas.

—Espejito, espejito, ¿quién es la más bonita? —me interpela Toi, apareciendo tras mi reflejo—. Obvio Victoire, así que deja de querer imitarme. ¡Llevas idiotizada allí como medio siglo! Quieres divertirte, ¿no? Entonces mueve esas curvas, querida; que la diversión no te caerá del cielo.

—Solo pensaba, gran Ravena, añoraré no ir a clases por llegar tarde; aquí estaré encerrada. —Gimoteo haciendo un puchero.

—Lamentablemente es así en el Bodwell —suspira Jane—. Ahora vámonos que el tiempo no se tomará la molestia de esperarnos —nos advierte—. Y por cierto, ambas andan muy sospechosas como para haberse conocido recién —dice señalándonos.

¡Wow! Qué observadora resultó.

—Amm... ¿en serio? No lo noté, ¿tú sí, Mónica? —si a eso Victoire le llama disimular, quiere decir que siempre que la pillen haciendo algo prohibido o sospechen de ella, se autodelatará mucho antes de que le exijan explicaciones.

Además colocó sus manos tras su espalda y su expresión está claramente nerviosa. Jane frunce el entrecejo, extrañada comprensiblemente.

—No, para nada —frunzo el ceño yo también. Jane entonces arquea una ceja, sin creerme.

—Uhm, bueno —dice Jane no muy convencida—. Ahora vámonos que en serio se nos hace tarde —y sale inmediatamente después de hablar.

—Es desconfiada, pero una buena amiga si se le dá la oportunidad —alega Victoire, sonriendo distraída, para luego cambiar drásticamente de tema—. ¿Traes todo? ¿No olvidas nada verdad? —me consulta refiriéndose al material para nuestro plan muy pronto a efectuar.

—Hasta el más pequeño detalle está ya listo a estrenar —respondo con una pérfida sonrisa—. Lo único que olvidamos es nuestra puntualidad, así que ya mueve ese trasero —le exijo empujándola ingrávidamente.

—Hey, qué vulgar —se queja Toi, mientras salimos de la habitación.

Y vaya que aunque recién conozco a Victoire desde hace dieciocho horas atrás aproximadamente, yo ya siento que la conozco de toda la vida.

***

En el primer desayuno de Niel y mío en la cafetería del Bodwell —unos deliciosos muffins de avena con chips de chocolate y una sultana de café—, ultimamos detalles de nuestro plan de diversión, obviamente con Victoire presente, quien al parecer tiende a ser nuestra nueva compañera en las bromas; le falta imaginación a decir verdad, pero tiene actitud. Jane fue a desayunar con Sarah y Alyssa.

Niel y Toi ya parecen conocerse de toda la vida también, ya que andan discutiendo por cualquier tontería o hablándose con toda confianza. En medio de sus protestas por quien tiene la razón en Dios y ellos mismos saben qué cosas, me dejan por el pasillo caminando sola. Ya terminamos de desayunar.

—¡Hey, vaya amigos que tengo! —protesto, pero ellos ya no me están escuchando; se encuentran muy adelante.

Suspiro resignada entonces, apresurando más mi caminar para darles alcance, tanto que creo que ya ni estoy viendo por dónde camino.

Debí haberlo hecho, pues siento algo impactar fuertemente contra mí, pierdo el equilibrio y solo sé que estoy cayendo hacia atrás. ¡Auch! eso dolió.

—Venga, te ayudo —alcanzo a escuchar, entonces levanto un poco la vista y en efecto, choqué con un chico, quien me extiende su mano.

El chico es churrísimo; es rubio, alto, bronceado, musculoso, se carga unos ojazos celestes y tiene una expresión amable en el rostro. Me quedé embobada con este primor que parece un príncipe azul de Disney vestido de estudiante. Creo que hace calor.

—En serio lo siento, no sabía que había postes en mi camino; diré, perdón, no te vi. —Me dispenso torpemente y ahora estoy más colorada que la cáscara de una ciruela.

¿Cómo puedo decir ese tipo de sandeces frente a esta sublimidad? Tengo que comportarme. El chico suelta en reacción una breve, pero vaya dulce risilla. Su sonrisa es perfecta, parece una de Colgate.

—Solo acepta mi mano, ya te disculparás después —indica aún sonriéndome.

¡Ay, cierto, su mano! ¿Aún la tiene extendida? ¿Pero escuché bien? Eso suena a...

—No sabía que esto era una propuesta de matrimonio, se supone que recién nos conocemos hace momentos y que estás ayudán... —Decía, pero me detengo al caer en cuenta de las cosas que estoy diciendo—. ¡Perdón! No quise decir eso nuevamente, ya sabes, la lluvia; digo… las palabras llueven y así, tú ya entiendes. —Y otra vez la mula al trigo con mi nerviosismo, ahora mis mejillas son dos cerezas pasión.

—Creo que la ayuda es la que te tiene que llover porque no la cosechas —asevera él tomando mi mano y jalándome hacia arriba.

Vaya que parecía todo un caballero, pues en vez de ayudarme me hace patinar por el piso en su intento.

—Hey, ¡basta! No estamos en una pista de patinaje... —Protesto a cuestas, cerrando repentinamente los ojos, pues no quiero volverme a dar contra el suelo.

Pero, ¿qué pasó? De repente todo se detuvo.

Siento unos cómodos y fuertes brazos sosteniéndome. Abro los ojos y me encuentro con otros, unos tan celestes como la capa de ozono o como agua cristalina… ¿Qué me pasa? ¿Acaso me perdí en ellos? Sí, creo que sí porque no puedo dejar de contemplarlos. Y creo que a él le pasa lo mismo conmigo pues se quedó idiotizado sin razón. Sus musculosos brazos me sostienen fuertemente, evitando que caiga.

Su rostro es más hermoso de lo que creí, pues ahora lo veo más de cerca; su cabello rubio desordenado me da ganas de despeinarlo más, sus cejas son gruesas pero finamente depiladas, me fascina la tonalidad blanca cobriza de su tez y… mi vista involuntariamente se posa en sus labios. ¿Qué se sentirá probarl...?

Despeja esos pensamientos, Mónica; por Dios, recién conoces al chico y ya piensas en besarlo. Es que… es irresistible, es todo un adonis de Hollywood.

—Listo, sana y salva —asegura el chico, soltándome lentamente.

—Gracias —agradezco suspirando y con un perfil tímido que no es el mío. Aún sigo hipnotizada en esos ojos tan cristalinamente celestes.

—La próxima debes fijarte por dónde caminas —me recomienda. Es entonces que reacciono y recuerdo que tengo prisa, ¿cómo pude distraerme?

Pero con este adonis cualquiera lo haría, aún con una dosis insuficiente de hormonas. ¿Qué estoy pensando? La caída te atrofió seriamente el cerebro, Mónica; o qué digo, si siempre lo tuve atrofiado. Además me golpeé el trasero, no la cabeza.

—Lo haré, pero en parte fue tu culpa. Por hechizarme con tu encanto, llegaré tarde a clases, y hoy no debo. —Y cuando me arrepiento ya es tarde, así que en señal de eso me tapo la boca e involuntariamente me sonrojo más—. Perdón, no… No debí decirte eso —sonrío apenada.

¿Qué coño acabo de decir? Creo que hoy me llevaré el premio a la imprudente número uno del día.

—No te preocupes —adonis esboza una amable sonrisa—. Todos aquí se han encargado de hacerme saber lo perfecto que soy —y por más que su frase es presumida en su tono de voz no hay nada de arrogancia, mas bien suena tímido.

—Pues… no se quedaron atrás —confieso.

—Qué va, soy un chico como cualquier otro. Solo que a la gente le gusta exagerar —alega encogiéndose de hombros. Vaya modestia la suya.

—En Hollywood seguro —y por enésima vez se me escapa un comentario que no debería.

—Bah, exageras tú también —argumenta.

—No lo creo, pues soy nueva aquí; y ahora que lo recuerdo mi primer día de clases debe ser inolvidable. Ten esto en mente, muy pronto todos me conocerán aquí —determino con optimismo y le guiño un ojo.

Él ríe ante mi gesto.

—Por si lo amerita, me llamo Nicolás. ¿Y tú? —me pregunta extendiéndome otra vez su mano. Pero en eso escucho al timbre sonar fuertemente y doy un pequeño brinco en mi sitio.

Debo CORRER.

—Mucho gusto, Nico —le estrecho la mano—. Y no te preocupes por mi nombre todavía, que muy pronto me haré de fama en el Bodwell —le aseguro guiñándole nuevamente un ojo.

Le echo entonces un último vistazo a su precioso perfil y echo a correr para mi primera clase de inmediato.

Creo que lo último que vi fue su encantadora sonrisa. Solo espero volver a toparme a ese cautivador chico dentro de poco, pues parece que ese primor no lo tiene meramente en apariencia.

***

Estoy entrando casi resbalándome a clases, creo que ya volví con lo de la pista de patinaje.

—Esta vez no me des la excusa de miraba estrellas por el camino, que ahora es de día. ¿Qué hacías? —me interpela Niel mirándome reprobatoriamente.

Él está sentado en el tercer pupitre de la fila del medio y Jane a su lado, en la segunda fila y detrás de ella está Toi, ahora yo creo que seré detrás de Niel.

—Tuve unos inesperados y no planeados percances por el camino, luego les cuento. —Respondo agitada, dado a la carrera que tuve hace momentos.

—¿Ya tienes todo listo? La señorita García de seguro en unos instantes ya está aquí dentro —me apresura Victoire.

—Denme unos segunditos... —Pido mientras ultimo algunos detalles en mi celular y pongo a mano mi control remoto—. Listo —afirmo con una traviesa sonrisa.

—¡Ahí entra! —chilla Toi en voz baja y en efecto, aquí hace su majestuosa entrada la famosa señorita García.

—¡Pido varios aplausos para la fantástica señorita García! —solicito con alegría y entusiasmo, con Toi y Niel aplaudiendo a mi par.

Aún así nadie aplaude, excepto un nerd que aplaude con frenesí en el primer pupitre de la segunda fila, quien se puso de pie de un salto. Me sirve su motivación, ¿pero es en serio? El resto de alumnos nos miran desconcertados.

—Y ahí va otra vez nuestro querido loser —farfulla Victoire suspirando brevemente y entornando los ojos con fastidio.

Al notar que nadie más aplaude y nos miran alelados, decido presionar play al audio de aplausos en mi celular. Ahora sí escucho aplausos.

—¿Pero qué es esto? —indaga la señorita García, pasmada obviamente.

—Aplausos hacia su magnífica persona —respondo con una expresión inocente y a la vez obvia.

Entonces las risas se dejan oír.

—¡Ya, paren con este bullicio! —ordena la señorita García autoritaria, mientras se dirige a su pupitre; entonces dada la orden pongo pausa a los aplausos y el aula guarda silencio; empero, el nerd del rincón es el último en obedecer—. Navarro, ¿se puede saber por qué aplaudías? —lo interroga extrañada y con cierto reproche.

—Navarro Lucena, ¡loser! —lo insulta en voz alta un chavo del fondo. Hum, ahora que lo veo creo que parece ese prepotente al que Niel le hizo volar el cigarrillo. Y se lo tenía bien merecido si es él.

Pero aún así la mayoría de la clase estalla en carcajadas.

—¡Loser! —repiten casi todos con burla, haciendo la señal de loser en dirección hacia el pobre muchacho; hasta Victoire, lo cual me parece increíble, o ni tanto puesto que es de los populares de aquí.

Los únicos que ahora nos mantenemos en silencio somos Niel, una que otra persona y yo. Si nadie se calla en tres, les haré tragar sus palabras; si en dos... luego haré que las vomiten, si en uno... después comerán de su propio vómito. Y ce...

—¡Colleman, respeto para su compañero! ¡Y lo mismo va para todos! —dictamina la señorita de manera severa.

—Okaay, solo no se me esponje, sino le va a dar un infarto o algo... —Le aconseja el engreído (ahora apellidado Colleman), pretendiendo estar relax, pero la miss lo corta en seco.

—A la dirección —le manda la señorita García tajante, extendiendo su brazo para señalar la puerta.

Entonces Colleman se incorpora evidenciando la pereza que tiene, ahora camina con lentitud, haciendo caer a propósito una silla vacía a su paso y tras sacar el dedo malcriado dedicado a la profesora unos instantes cierra de un fuerte golpe la puerta.

Estoy perpleja. O sea, una cosa es bromear y provocar rabietas y otra muy distinta es faltar el respeto de una forma tan pedante y soberbia a una persona muy adulta. Ni yo llego a esos extremos.

—Es tan sexy —oigo suspirar a Victoire con embeleso. ¿Qué?

Y ahí está, con la mirada fija en la puerta y una boba sonrisa; entonces la observo con una suma y evidente extrañeza. Es que, ¿wtf? ¿ese wey con una actitud petulante sexy? Es un imbécil a primera vista, uno que quiere llamar la atención y se cree más que los demás según noté.

Sexy es el chavo que conocí en el pasillo hace unos minutos. Sin darme real cuenta de ello suspiro también bobalicona.

—¿Se puede saber qué le sucede, señorita? ¿Por qué aplaudió de ese modo? —me interpela la señorita García con una intimidante mirada.

Ay no, ¿pensé lo último en voz alta?

—Por usted —contesto sonriéndole.

—¿Qué dijo? —me pregunta García con el ceño bien fruncido. Además, sorda.

—Oh, nada su magnificencia. Es que, ¿para qué incomodarla con irrelevantes detalles? ¿O usted cree que no merecía tan ferviente bienvenida?

Ante mis palabras Niel se está riendo, pero procura simularlo.

—¡Ya! basta de payasadas o se me va para dirección también —me amenaza contundente. Pero lo que no sabe es que la payasada recién comenzó—. Buenos días alumnos.

Oh, por fin el saludo tan ansiado.

—Buenos días… profesora… García «Garcita» —respondemos todos al unísono, hasta mi parlante que está a un extremo del curso, oculto; con unas tiernas vocecillas de niños saludando y cantando a la vez.

—¿Qué es eso de Garcita? —indaga extrañada la señorita.

Garcita es un apelativo cariñoso hacia su persona. ¿A que no le parece bonito? —le explica Toi con una inocente sonrisa.

—¿Bonito? ¡Ridículo! Ya basta de cariño por hoy, exijo respeto —la miss alza la voz, un poco alterada.

—¿Entonces quiere violencia? Venga —bromea Niel haciendo puños con las manos. Las risas entonces se dejan escuchar.

—Una más y a la dirección, sea quien sea. Siéntense que no estoy para bufonadas —ordena la señorita y entonces todos obedecemos. Lo bueno está por llegar—. Bien, antes de proseguir con el tema de ayer, quiero presenta... —se detiene al reparar en que Daniel y yo somos los nuevos—. No, no me digan que ustedes dos son los nuevos alumnos —articula con sufrimiento.

Entonces una risa maquiavélica con eco se escucha de fondo. Sí, era yo poniendo play a un audio de mi celular a ocultas.

—Ni modo que nosotros tres. —Argumenta Niel, en voz baja no tan baja, como consecuencia la señorita García lo mira mal.

—¿Cómo dijo? —vocifera la miss, amenazante.

—Encima, sorda —murmuro yo y la susodicha voltea a verme, entonces antes que me envíe a dirección le dirijo una sonrisa de disculpa—. Señorita, ¿sabe si hay una farmacia aquí dentro el instituto?

—¿Farmacia? Esto es una institución, aunque enfermería sí hay. ¿Acaso se siente mal? Porque yo la veo perfecto —me indaga tratando de intimidarme con su mirada.

Uy, qué intensa.

—Curiosidad, señorita, es que tal vez alguien tenga problema de audición aquí... —Aludo fingiendo cierta timidez. Qué lenta es esta miss, sigue sin entender mi indirecta; pues continúa mirándome con el ceño fruncido—. Aunque si piensa que me voy a pelar de clases le aseguro a que no va a pasar —decido bromear.

—¿Qué vocabulario es ese? —se escandaliza la miss.

—Lo siento, señorita. Mejor preséntenos —le propongo poniendo mi expresión relax y desinteresada.

—Los dos, los nuevos; pasen al frente —demanda.

Ya llegó mi parte favorita, bueno; la segunda favorita porque la mejor todavía no ocurrirá. Paso entonces al frente con una sonrisa segura y amplia, caminando con la susodicha seguridad y Niel con su obvia aparente desgana, para dar la impresión de ser un chavo rebelde.

En eso alguien golpea la puerta y la entreabre.

Oh no.

Es él.

Es adonis, digo, Nicolás. Entonces recuerdo la plática que tuve con Victoire sobre los populares del Bodwell, sobre el más sexy de la institución… Oh my god. ¡Nicolás! ¡El que flirtea con la tal Sarah! Dios, ¿por qué este bombón de chocolate tiene que ser él? ¿O por qué causa debe ser tan jodidamente atractivo e irresistible?

—Perdón por la demora, señorita. ¿Puedo pasar? —le pide Nicolás educadamente, mientras asoma su linda cabeza por la puerta.

Pasar y todo lo que tú quieras. Oh por Dios, Mónica, ¿acaso te estás oyendo? Ante lo que acabo de pensar no puedo evitar sonrojarme.

—Menos diez, Benavent.

—Pero...

—Menos diez, dije. Pase.

¿Esta miss es una máquina o una nazi para tratar de esa manera a este bombón?

Entonces Nicolás ingresa y en eso nuestras miradas se vuelven a encontrar. Él me sonríe, yo le sonrío sin poder evitarlo, pues a pesar de ser el más popular del instituto Nico parece tan dulce y amable. Ahora concuerdo con Jane, la mentada Sarah es muy afortunada por contar con su atención, pues chicos así no se aprecian a diario.

—Ahora sí, prosigamos. —La horrible y chillona voz de la miss me saca abruptamente de mis empalagados pensamientos; mientras nos señala a mi mejor amigo y a mí con su dedo índice. Qué humillante—. Él se llama Daniel Montero Acosta y ella Mónica Brooks Montreal, de ahora en adelante serán sus compañeros. —Ni modo que de ahora en atrás, ¿que no es obvio? ¡Originalidad, mundo! Bueno, Niel tiene las gafas de sol puestas, para parecer cool e interesante—. Y ustedes, déjenme decirles que vi sus historiales y dejan mucho que desear, pero aquí será diferente. Aquí aprenderán a comportarse y solo vendrán a estudiar ¿Está claro? —dice mirándonos muy rígidamente.

Si supiera que será mi primera víctima.

—Tiene toda la razón. Aquí se viene a estudiar —el territorio.

—Bien, me alegra que lo entienda, Brooks —pero de alegría no tiene nada—. Bienvenidos al magnífico Instituto Bodwell High School Canadá —ahora sí que nos sonríe, pero malévola. ¿Oh, conque así quiere jugar? Pues ya veremos quién es más maquiavélica—. Ya, siéntense. Abran sus textos en la página...

—Hey, un momento señorita —la interrumpe Niel.

—¿Sucedió algo, Montero?

—¿Nos dio la bienvenida, no?

—Sí, ¿y qué?

—Pues necesitamos sentirnos bienvenidos, y como nada se planeó para darnos la merecida bienvenida, al menos háganos sentir como en casa. ¿Dónde está el abrazo grupal? —planteo como niña pequeña.

Y el deseo se me cumple, pues de repente siento un efusivo y torpe abrazo. Estoy anonadada.

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