Capítulo 9
Perdón por la tardanza pero esto les va a gusta... (:
Al abrirse las puertas, Raphael ya les esperaba ahí, con un grupo de personas. Todos hablaban a la vez.
– ¿Qué paso? –
– La cámara no funciona. –
– ¿Porqué la cámara está desconectada? –
– ¿Qué pasó? –
– ¿Estaban discutiendo? –
– ¿Por qué hiciste eso? ¿No sabes lo asustados que estábamos aquí? –
Un montón de caras preocupadas les esperaban fuera del elevador. Y el cerebro de Alec aun no se recuperaba de los besos de Magnus.
Magnus, por supuesto, actuaba como si no fuera la gran cosa. – Estamos bien, ¿lo ven? En una pieza, – le decía al grupo de dos vigilantes, Margaret, Raphael, y Meliorn.
Wow, ¿Meliorn había subido las escaleras corriendo? Raphael se veía un poco más relajado.
– ¿Qué diablos pasó en el elevador, Magnus? ¿Por qué desconectaste la cámara? –
– ¿Qué importa? Estamos bien, – Magnus le contestó, entrando a su departamento.
Alec esperaba poder quedarse fuera de la discusión lo más posible, pero sabía que al final, las cosas girarían hacía él.
– Si importa. Mike y Pete dicen que antes de eso, parecía que ustedes dos estaban discutiendo, ¿qué paso? –
Los dos vigilantes, al ver la situación tensa, pero que todo estaba bien, huyeron con el pretexto de volver a trabajar. Margaret también sintió la tensión porque discretamente desapareció, lanzándole una mirada que Alec no pudo descifrar. Si, probablemente ella sabía que pasaba.
– Alexander y yo solo estábamos hablando. Y ellos que les importa si discutíamos o no, – Magnus continuaba hablando mientras caminaba hacia la cocina, como si nada pasara.
– Pues porque tu vida a sido amenazada varias veces, por eso. – Raphael parecía determinado a llegar al fondo de esto. – Ahora, dime que diablos pasó. –
Alec realmente quería irse, pero no podía dejar a Magnus solo con esto. Raphael realmente se veía alterado.
Magnus se sirvió una copa y luego miró fríamente a Raphael. – Escucha, Raph, puede que nos conozcamos por bastante tiempo, y sabes que te quiero, pero no me gusta la forma en la que me estas hablando. Estaba completamente a salvo, Alexander estaba conmigo. Tu le contrataste para eso, ¿no? –
– ¿Entonces para que desconectaste la cámara y detuviste el elevador? – Raphael miraba de Alec a Magnus, y este cada vez se sentía más incómodo. Raphael no era estúpido, sabía que algo pasaba.
– Alexander y yo hablamos de un tema sensible, necesitábamos privacidad, – Magnus dijo, sentándose a beber su copa.
– Pero esa cámara no graba audio, así que ¿para qué apagarla? – Raphael no parecía satisfecho con la explicación. Alec cada vez se sentía más tenso. Sabía que Magnus no le diría la verdad, pero no sabía como rayos iba a convencer a Raphael de algo.
– Le conté algo personal a Magnus. Así que el quiso darnos unos minutos en privado. Yo no aprobé lo que hizo, pero lo hizo y no pude detenerle. –
Magnus le miró con una ceja levantada, con una mezcla de sorpresa y diversión. Pero Raphael seguía sin lucir satisfecho. – ¿Y eso requería que cortara la cámara y detuviera el elevador?
– Le dije que rea gay. Magnus consideró que eso era lo suficiente personal como para darnos privacidad. –
Alec no podía creer que acababa de salir de closet de esa forma. Tanto Raphael como Magnus le miraban sorprendidos. Definitivamente la situación con Magnus le estaba afectando el cerebro.
Pero es que no le gustaba la forma en la que Raphael se había ido encima de Magnus, no le gustaba la forma en que le hablaba a su novio.
Magnus se recuperó, luciendo como si no se hubiera sorprendido, y se giró hacía Raphael, quien se veía un tanto incómodo.
– Bueno, ya veo, – dijo Raphael, recomponiéndose. – ¿Y porque decidiste decirle eso en ese momento a Magnus?
Magnus suspiró de frustración y giró los ojos. – Basta, Raphael. Creo que ya hemos avergonzado suficiente al Sr. Lightwood. Estoy bien, eso es todo lo que imposta. No todo es una teoría conspirativa. Ahora, si no te importa, creo que me ire a mi habitación. Y sugiero que tu vayas a tu casa, puedo asegurarte que Alexander y yo estaremos bien, –
Magnus se levantó, viendo a Raphael expectante. Alec sentía como se ruborizaba, sintiendo que Magnus siempre hablaba sin ninguna clase de filtro en su boca.
– Bien, si tu lo dices. Buenas noches, Alec, Magnus, – el tono de Raphael dejaba en claro que no estaba contento con la explicación, pero aun así se fue.
Al menos Magnus esperó a que la puerta se cerrara detrás de Raphael, antes de jalarle de la camisa y besarle apasionadamente, haciéndole olvidar la reciente situación.
– Solos, al fin, – Magnus susurró, acariciando la espalda de Alec. Magnus comenzó a bajar los besos al cuello de Alec, y este sintió como sus piernas se debilitaban.
Con la poca fuerza que le quedaba se separó un poco. Gran error, Magnus le miraba con esos ojitos llenos de deseo y necesidad.
– Magnus, tengo que asegurarme de que el lugar sea seguro, – Alec habló con voz ronca por el deseo.
– Pero estoy seguro. Asegúrame en tus brazos, en mi cama, – Magnus ronroneó, acariciando el cabello de Alec.
Alec realmente quería mandar la seguridad a la mierda, pero no, era su trabajo. – ¿Por qué no vas a tu cuarto y te voy a buscar cuando haya terminado? – Alec besó suavemente sus labios.
– No te tardes guapo, – Magnus suspiró resignado, para luego poner una expresión seductora. – Te necesito. –
Cuando Alec se quedó solo, respiró varias veces, antes de poder tranquilizarse. Nunca se había sentido tan alterado en su vida. Después de tantos años de soñar con un hombre como Magnus, tenía que pasar de esta forma. El solo pensar en que Magnus le estaba esperando en su cama, le volvía loco.
Nunca había tenido sexo antes. Se sentía como si fuera a presentar un examen para el que no había estudiado. La historia de su vida. Era irónico como las cosas que mucha gente consideraba peligrosas a el no le asustaban. Pero esto le tenía temblando.
Ahí estaba, a punto de hacer algo con lo que solo había sonado. Aun estaba intentando controlar su cuerpo para poder hacer la revisión de seguridad, cuando alguien habló a su espalda.
– El también está nervioso, sabes. No dejes que esa actitud suya te engañe. –
Alec brincó del susto, girándose para encontrar a Margaret parada junto a la mesa. En su mano traía un bonche de llaves y la otra la puso en el hombro de Alec.
– Lo siento, pensé que ya se habían ido todos, – Alec dijo, recuperando su aliento.
– Ya me iba. Solo terminé un par de cosas en lo que ustedes tres hablaban. Mi regla es siempre mantenerme alejada de los asuntos personales de Magnus. Puede que sea una mujer mayor, pero solo quería decirte que no te preocupes tanto. Esto también es nuevo para él, – ella le dijo suavemente.
Alec sintió como su rostro se calentaba. Su miedo por las reglas fue lo que le hizo intentar negar todo.
– Realmente no pasa nada solo...– comenzó, pero su voz sonaba muy falsa, incluso para él. Margaret simplemente sonrió.
– Estaré vieja, pero mis ojos siguen viendo perfectamente, Alec. Y puedo ver algo hermoso construyéndose entre ustedes. No dejes que intente convencerte de lo contrario, ni tu lo intentes. –
Alec no supo que decir. No tenía caso intentar mentir. Margaret podía ser callada pero obviamente era observadora. Ahora entendía a lo que se refería Magnus cuando dijo que era a prueba de bombas.
– ¿Realmente lo cree? Quiero decir, solo han sido un par de días, – era lindo poder hablarlo con alguien.
– Oh, creo que han sido más que un par de días. Y si, lo creo. Eres especial, Alec. Nunca había dejado entrar a alguien a su cama, – ella le veía con seriedad.
Alec quería reír y preguntar "¿De verdad?", pero mejor se lo guardó. No quería que la señora se llevar una idea equivocada de lo que pasó esa noche.
– Oh, bueno, nosotros no hicimos... um, no... – tartamudeó intentando encontrar la forma de decir lo que quería decir.
– No tienes que darme explicaciones. No soy la madre de Magnus. Pero esta mañana, le note diferente. Lo que sea que "no hicieran" fue bueno para él, – ella le dijo. Alec sonrió tímidamente. – Ya me voy. Estoy segura de que te esta esperando, así que apresúrate. Y mantén a mi niño a salvo, ¿okey?, y no te preocupes demasiado, deja que todo fluya de forma natural. Todo estará bien.
Margaret le dio una última palmadita en su hombro y se fue. Alec no pudo evitar sonreír mientras hacía su revisión de seguridad. Aun estaba nervioso, pero ya no tanto como antes. Margaret tenía razón, debía dejar de preocuparse demasiado.
Para el momento en que terminó, se dirigió a la habitación de Magnus, sintiendo como las mariposas se arremolinaban en su estómago.
Dios, realmente esperaba no hacer el ridículo. No sabía que hacer, esperaba que Magnus no notara su inexperiencia. ¿Qué debía hacer primerp? Quizá bañarse y cambiarse de ropa. Cerró sus ojos y se detuvo frente a la puerta de Magnus, tratando de encontrar la fuerza para abrirla.
La puerta se abrió de repente, con un muy sorprendido Magnus asomándose en ella. – Alexander, que... ¿Dónde estabas? Te tardaste tanto que temí que hubieras cambiado de opinión.
Ahora se sentía estúpido. – Solo me aseguraba que todo el sistema de seguridad estuviera bien, – no era una completa mentira, después de todo.
– He esperado esto todo el día, – Magnus le abrazó. – Entra. Vamos a quitarte esa ropa. –
Alec sonrió, sintiendo como su corazón se aceleraba. Esta vez era diferente. Anoche había llegado a Magnus semidesnudo. Esta vez era más intimo, Magnus le iba a quitar la ropa.
La habitación estaba iluminada por una suave luz de una lámpara al lado de la cama. Alec se dejó guiar a la cama, mientras Magnus le desabrochaba la camisa, lentamente.
– Si fuera por mi, te haría estar todo el día sin camisa. Eres demasiado perfecto como para ocultarlo, – Magnus habló, con voz ronca por el deseo, haciendo que el cuerpo de Alec temblara.
¿Era normal? Que con su simple voz le pusiera tan caliente. No tenía idea. Magnus le miraba a los ojos, haciendo que se sintiera más y más nervioso.
Magnus continuaba con su tarea de forma lenta, acariciando su pecho al mismo tiempo. Solo le faltaban tres botones, y al desabrocharlo, Magnus fue repartiendo besos. Alec no pudo evitar gemir de placer, una de sus manos tomó el pelo de Magnus, invitándole a que siguiera besándole.
– Dios, me encanta como tiemblas ante mi toque. Si con solo mi boca obtengo esta respuesta de ti, no me imagino como será cuando seas mío. –
Alec se sentía desfallecer. Finalmente, Magnus terminó con el último botón, mientras seguía besándole, deslizó la camisa fuera de su cuerpo. Alec tenía el aliento atorado, siendo consciente de la forma lujuriosa y llena de hambre en la que Magnus le miraba.
– Podría vivir mil años, y nunca me cansaré de verte, Alexander. Eres exquisito, – sus ojos recorrieron su cuerpo. – ¿Sabes cuanto he querido esto? – Magnus acarició sus abdominales, deteniéndose en su vello del pecho. – ¿Recuerdas ese día en la alberca? –
¿Cómo podría olvidarlo? Casi pierde la cabeza ese día. Sin confiar en su voz, solo asintió.
– Tengo que confesar algo. Después de verte sin playera la primera vez, mi cerebro solo buscaba una excusa para poder tocarte, sin que pensaras que significaba algo. Aunque claro que significaba algo. Me tenías muriendo por ti. –
Magnus rio, acariciando la cicatriz en su clavícula que había acariciado ese día, volviéndole loco como la primera vez. – Odio pensar lo mucho que pudo dolerte es. Si hubiera estado ahí me hubiera matado verse sufrir. Se que ya no duele, pero quisiera hacerte olvidar tu dolor, hacerte sentir bien, – la voz de Magnus era suave, como hablando más consigo mismo que con Alec.
Magnus le besó nuevamente, Alec gruñó, tomándole de la cintura. Magnus fue bajando los besos hasta llegar al cuello, besando y chupando su piel, para luego lamerlo. Alec movió su rostro a un lado para darle más espacio
Alec estaba perdiendo rápidamente el control. Aun tenía un poco de miedo y nervios por su falta de experiencia. Las manos de Magnus acariciaban todo su cuerpo, y Alec no podía dejar de jadear, y todas las sensaciones se estaban yendo a su miembro, que estaba dura en sus pantalones. El rostro de Alec estaba a punto de explotar.
– Diablos, eres tan adorable cuando ruborizas. No tienes idea de lo mucho que me enciende eso, – Magnus le besaba sin parar. Fue bajando su mano hasta llegar a su cadera. – Te deseo demasiado, – susurró.
Antes de que Alec pudiera reaccionar, Magnus comenzó a desabrochar sus pantalones. Mierda, ahí estaba el punto de no retorno. Magnus se detuvo en su cierre, sintiendo la tensión de Alec.
– ¿Qué pasa, Alexander? ¿No quieres esto? –
Alec se pateó mentalmente. ¿Por qué tenía que estar tan nervioso? Ahí estaba, medio desnudo con el hombre más guapo que había visto en su vida, era su sueño hecho realidad. Y lo estaba arruinando por su falta de experiencia. Magnus le miraba con preocupación. Le tomó las manos y le miró a los ojos.
– Se que quieres esto. Se que me quieres tanto como yo a ti, me lo dice el bulto en tus pantalones, ¿entonces que está mal? Dímelo. –
Oh dios, ¿debía decirlo? ¿Decirle que tenía veintiocho años y era virgen? Odiaba los secretos, pero le daba más miedo lo que decirle la verdad podría ocasionar. Si no le daban miedo las balas, entones debía ser igual de valiente y decirle la verdad a Magnus, aun con el riesgo de ser rechazado.
– Si quiero esto. Demasiado. Es solo que yo... yo... nunca he hecho esto. –
Lo dijo. Y dejó de respirar, mientras miraba a Magnus esperando una reacción.
– ¿Qué quieres decir? ¿Nunca has pasado la noche con alguien? – Magnus frunció el ceño.
Alec asintió. – Nunca he estado con nadie, – odiaba lo débil que sonaba su voz, y evitó la mirada de Magnus.
– Alexander, mírame, – Magnus le obligó a verle. – Puede que yo tenga un pasado, pero realmente me siento honrado de ser la persona que elijas para tu primera vez. Si quieres la verdad, eres el primer hombre que ha estado en mi cama. Siempre supe que solo la compartiría con alguien especial, y cuando te vi, lo supe Alexander. Eres tu el que estaba esperando. –
Le tomó a Alec unos segundos el entender lo que Magnus le decía. No era lo que esperaba, pero definitivamente le hizo sonreír, sintiendo esperanza y deseo.
– De verdad... no te importa que... que yo no...– Alec no podía terminar la oración, así que Magnus le besó, explorando su boca con su lengua, haciéndole temblar.
– ¿Ya me crees? No me importa. Me encanta saber que seré el hombre que te vea perdido de placer mientras te hago mío, – Magnus gimió, mordiendo el labio de Alec suavemente.
El miembro de Alec se endureció aun más. Ni siquiera estaba desnudo aun y ya se sentía al límite.
– Bueno, ¿Dónde estábamos? Ah ya recuerdo, – ronroneó Magnus, mientras abría el cierre del pantalón de Alec y metía su mano, acariciando la dura erección de Alec. – Alguien está excitado. Creo que es hora de que por fin te conozca completamente, ¿no crees? –
Magnus quitó su mano para poder bajar el pantalón de Alec junto con sus bóxer, finalmente liberando su erección. Alec sintió sus mejillas enrojecer y una necesidad de cubrirse. Magnus le mirara como si fuera el platillo más delicioso.
– Dios, eres hermoso, – Magnus susurró, acariciando la cadera de Alec, mirándole con fuego en la mirada.
– Nunca nadie me había dicho así, – Alec sonaba tímido.
– Su pérdida, mi ganancia. Quiero que me desnudes, – le dijo Magnus, con voz ronca, volviendo loco a Alec.
Tragó duro tomó el cotón de la muy cara camisa de Magnus. Sentía que sus dedos temblaban, pero Magnus no le apresuró. Cada parte de la dorada piel que iba descubriendo le volvía la tarea más difícil. Finalmente llegó a los últimos botones, y Alec sintió un hambre única.
– Tócame Alexander, quiero sentir tus manos en mi, – Magnus le susurró, cuando Alec dejó caer su camisa al piso.
El hombre era una obra de arte. Incluso en sus sueños nunca se había sentido tan íntimo. Sus manos comenzaron a acariciar sus hombros, bajando a sus fuertes brazos, para continuar con su esculpido pecho.
Magnus estaba con los ojos cerrados, disfrutando cada segundo. Alec bajó su mano a su estómago, sintiendo la firmeza de sus músculos. Subió nuevamente sus manos a su pecho, esta vez acariciando sus pezones con sus pulgares. Se preguntó como se sentiría lamerlos, y en vez de pensarlo mucho, lo hizo.
Magnus soltó un jadeo sorprendido, y sus músculos se contrajeron al sentir la lengua de Alexander en su pezón.
– Mmm, –Magnus ronroneó, jalando el cabello de Alexander, para que siguiera lamiéndole.
– Sabes delicioso, – Alexander susurró, disfrutando las sensaciones que generaba en Magnus.
Realmente no sabía lo que hacía, nunca había seducido a un hombre. Pero recordó las palabras de Margaret, que se relajara y dejara que todo sucediera de forma natural. Al parecer era un buen consejo, pensó, mientras lamia la suave piel de Magnus.
Sintiéndose valiente, siguió besando un camino pasando por su cuello, hasta llegar a sus labios. Besar a Magnus era un sueño. Siempre le afectaba, y se preguntó si siempre se sentiría así.
Cada minuto que pasaba su erección crecía, y su cerebro era un caos. Las manos de Magnus no desaprovechaban, y le tocaban todo el cuerpo. Tenían que acostarse pronto, porque sentía como sus piernas iban a fallar en cualquier momento.
Magnus se separó un poco, y caminó hacía la cama, dejándose hacer en ella. Gracias a dios.
– Ven aquí, acuéstate conmigo, – su voz era profunda e hipnótica. Alec le siguió como hechizado. – Pero tienes que terminar algo antes de acostarte, – Magnus le dijo, señalando sus pantalones.
Alec sabía que había ahí, lo había visto el primer día que llegó. En esta misma habitación. Pero ahora era diferente, mucho más. Magnus estaba acostado viéndole, esperando porque él.
Ignoró su desenfrenado corazón y tomó los pantalones de Magnus, bajándolos lentamente. Magnus levanto su cadera, permitiéndole quitarlos junto con su ropa interior. Dios. El hombre era perfecto. Su erección brinco con la vista.
Tiró los pantalones antes de subirse a la cama a su lado. – Finalmente te tengo donde siempre he querido, – Magnus suspiró, subiéndose en Alec, y besándole el lóbulo de la oreja.
– Uh, finalmente estoy donde siempre he querido, – Alec gimió, acariciando la espalda de Magnus. Podía sentir el calor de su cuerpo, la piel desnuda contra la suya igual.
– Dios, sabes delicioso, – Magnus suspiró entre besos, enterrando sus dedos en su espalda. Era tan deliciosamente doloroso. – ¿Me deseas, Alec? ¿Piensas en como se sentirá el tenerme dentro de ti, penetrándote hasta llenarte?
Las sucias palabras de Magnus le tenían al límite, mientras que la lengua de Magnus le hacía gemir sin control, levantando su cadera en busca de fricción.
– Dios, si, he pensado en eso todo el día, si no me follas pronto, me voy a volver loco, –
Pero Magnus parecía no tener prisa, y siguió su caminó de besos hasta llegar a un pezón, y morderlo. Alec gritó de placer. Magnus fue bajando, besándole el torso hasta llegar a su erección.
Alec se estaba volviendo loco. No podía controlar los sonidos que salían de su boca. No había forma de prepararse para las sensaciones. Su imaginación no le hacía justicia, y moría de ganas por sentir la boca de Magnus alrededor de su miembro.
Pero cuando llegó a su erección, siguió su camino más abajo, besando su ingle, hasta llegar a su orificio. Alec gritó aun más, no quería correrse aun, quería sentirle.
– No puedo esperar para estar dentro de ti, Alexander. Necesito tenerte. Ahora, – Magnus gruñó, mandando olas de placer a todo su cuerpo.
Este era el momento. Magnus abrió su cajón, y sacó un gel lubricante. ¿Sabía que esto iba a pasar? ¿O siempre tenía eso ahí? Pero ahora mismo, con su erección palpitante, no le importaba.
Magnus se arrodillo entre sus piernas, puso gel en su mano y comenzó a acariciar su entrada. Alec sintió el gel, y Magnus sonrió, pero no dijo nada. Alec gritaba sin control y arqueaba su cuerpo en busca de más contacto.
Ni en sus sueños imaginaba que se pudiera sentir así.
– ¿Te gusta, bebé? – Magnus habló con voz ronca.
Alec iba a contestar, cuando de repente Magnus empujó un dedo dentro de él, haciéndole gritar por la sorpresa. Su pene comenzó a gotear, sabía que no iba a durar demasiado.
Magnus agregó otro dedo, haciéndole gritar aun más. Los músculos de su entrada se contraían contra los dos intrusos que entraban y salían, abriéndole. Hasta que finalmente fueron tres dedos los que le penetraban sin control.
De repente Alec sintió un vacío, y vio como Magnus abría un paquetito, colocándose el condón en su erección. Se puso más lubricante y se acomodó en su entrada.
Alec no podía respirar. Cada fibra de su ser esperaba el siguiente movimiento. De pronto Magnus comenzó a abrirle. Dios, se sentía tan lleno.
– Dios, Alexander, te sientes delicioso. Estas tan apretado, no creo durar demasiado, – Magnus gemía mientras entraba más y más en él.
Alec soltó un gemido necesitado, su cuerpo se estaba acostumbrando a tener a Magnus dentro de él, y no podía dejar de jadear.
La combinación de la fricción de sus cuerpos, y la deliciosa sensación de ser penetrando le tenía al límite. Magnus le daba estocadas certeras, haciéndole gemir sin control, llenándole, tocando puntos que ni siquiera sabía que existían.
Su cuerpo comenzó a contraerse, y sin poder evitarlo, se corrió entre sus cuerpos, luchando por obtener oxigeno en sus pulmones. Magnus siguió penetrándole hasta que después de un par de estocadas se corrió junto con él, dejándose caer en sobre el cuerpo de Alec.
– Dios, eso fue...– Magnus intentaba formular palabras, pero no podía. Alec tampoco tenía palabras para describir esa experiencia. Aun se sentía en el limbo del orgasmo. Su cerebro estaba en blanco.
Y no podía dejar de sonreír. Se sentía maravilloso, feliz, como nunca. Pasaron varios minutos, antes de que alguno de los dos pudiera decir algo.
– Aprendes rápido, bebe, – Magnus le dijo, sonriéndole cansado.
Alec se sonrojó. Si, lo sabía.
– Creo que el secreto es tener un buen profesor, – Alec contestó, acariciando el cabello de Magnus, haciendo que esta riera.
Alec soltó un gemido necesitado cuando finalmente Magnus salió de él, y se giró para quedar a su lado.
– Sabía que iba a ser bueno, solo subestime cuanto, – Magnus dijo.
– Lo sé, – Alec sonrió a si mismo.
Sintió como Magnus le besaba el pecho, acurrucándose en él, antes de caer dormidos. Lo último que su cerebro pensó fue en lo bien que se sentía romper las reglas.
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