Capítulo 6


Don't wanna break your heart, wanna give your heart a break...


Entraron a los camerinos, Alec ya había revisado el área. La peor parte era que no dejaba de notar como Magnus le lanzaba miradas, como si intentara que Alec volteara a verle, pero Alec estaba determinado en no mirarle.

Alec estaba en máxima alerta, el lugar era enorme y había como un millón de lugares donde alguien se podía esconder.

Raphael también estaba ahí, antes de comenzar a ensayar, todos se habían sentado a comer el desayuno. Magnus ya había entrado en su papel de diva, hablando con todos animadamente y sonriendo sin parar. Alec se encontró sintiéndose un poco molesto con esa actitud. ¿La forma en la que actuaba con Alec era falsa? Esperaba que no, no creía poder soportarlo.

Alec se quedó en una esquina viendo a Magnus trabajar. Alec esperaba poder ver un poco de sus trucos de magia, pero parecía que hoy era sobre donde pararse, cosas de logística y técnicas. A la hora del almuerzo unos empleados trajeron sándwiches y otros tipos de comida. La mesa nuevamente se vio rodeada de un montón de personas y Alec agarró un par de sándwiches antes de que desaparecieran.

Después del almuerzo fue igual, lo que le dio a Alec mucho tiempo para pensar. Aunque realmente no quería hacerlo, una parte de su cerebro no dejaba de decirle que quizá se estaba perdiendo la oportunidad que había esperado toda su vida.

Ahora las cosas eran mas difíciles entre ellos, al menos antes, se hablaban en buenos términos. Ahora, no sabía como iban a ser las cosas, pero se imaginaba que bastante incómodas.

El día pasó hasta que dieron las cinco de la tarde, y Magnus finalmente dio por terminados los ensayos. La gente comenzó a retirarse del escenario y Alec se acercó a Magnus. Su trabajo era estar cerca de él, al fin de cuentas. Magnus se despidió de Raphael, dejándole solo con Alec.

Las brillantes luces fueron apagadas, dejándoles casi en la oscuridad. Algo no bueno si tu trabajo es proteger a alguien. Alec estaba a punto de decirle a Magnus que deberían irse cuando una luz del escenario le permitió ver su rostro, notando su expresión preocupada.

– Alexander, espero que...– Magnus comenzó a decir, pero un ruido en el techo les hiso girar sus cabezas. Los ojos de Alec se abrieron espantados al notar como un largo tubo de luces comenzaba a caer sobre ellos.

– ¡Cuidado! – le gritó a Magnus, tomándole de los hombros y quitándole del camino del tubo, haciendo que Magnus tropezara con algo, y ambos cayeran. Alec jaló el cuerpo de Magnus contra él, girándoles para lograr que Alec fuera el que recibiera todo el golpe.

A unos metros, se escuchó el sonido del metal golpeando el escenario, justo donde había estado Magnus hace un minuto. Al mismo tiempo, Alec, gritó de dolor al sentir como su espalda golpeaba el piso. Alec tenía a Magnus protegido entre sus brazos, con su rostro en su pecho para que el vidrio de los focos rotos no le hicieran daño.

Por unos segundos, el lugar se quedó en completo silencio. El corazón de Alec golpeaba su pecho, mientras intentaba recuperar el aire por el golpe y el peso de Magnus en él.

– Mierda, ¿estás bien? ¿Te lastimaste? ¿Te duele algo? – Alec le comenzó a preguntar, asustado y preocupado, intentando ver a través de la oscuridad. Con sus manos, recorría el rostro de Magnus buscando cualquier daño.

– Estoy bien, Alexander. Tu...– comenzó, pero Alec le tomó entre sus brazos, haciendo que se sentaran para poder revisarle mejor.

– ¿No te duele nada? ¿Estás seguro? – seguía diciendo, preocupado, tratando de ver. Estaba demasiado asustado por Magnus.

Magnus tomó el rostro de Alec entre sus manos y le obligó a verle a los ojos. – Estoy bien, Alexander, gracias a ti. Me salvaste. De nuevo, – dijo, con voz llena de emociones.

Antes de que pudiera decir algo más, Magnus se inclinó y rozó suavemente sus labios con los suyos. Alec cerró los ojos, sintiendo todo su cuerpo temblar. Aun estaba intentando recuperarse del susto y esto solo logró apagar su cerebro.

– Magnus, no... no puedo, no debemos, – comenzó a decir, pero incluso para el no sonaba convencido.

– No me importa, – Magnus dijo, tomando la boca de Alec nuevamente.

Esta vez el beso fue más apasionado, y Alec gimió sintiendo como con cada segundo caía más y mas profundo. Quizá no era la forma en la que había soñado dar su primer beso, pero aun así se sentía perfecto.

Siempre le preocupó que la primera vez que besara a un hombre fuera a ser extraño por su falta de experiencia, pero de alguna forma su boca sabía que hacer, y se movía al ritmo de los labios de Magnus. Lento, en un apasionado baile.

Varias voces se escucharon a la distancia, haciendo que se separaran. Aunque ambos se miraban como si no quisieran que el momento terminara.

– He deseado hacer eso por tanto tiempo, – Magnus le susurró, acariciando la mejilla sonrojada de Alec, quien solamente podía sonreír.

Por la siguiente media hora, Magnus y Alec fueron separados, todos queriendo escuchar la versión de sus hechos. Pero aun así no se dejaban de lanzar sonrisas y miradas el uno al otro. Y si alguien lo notó, nadie dijo nada.

Alec estaba en el escenario, examinando el tubo de luces. Notó unos cortes en donde estas se sostenían para no caer, el corte era demasiado limpio como para ser accidental. Definitivamente alguien lo había hecho. Magnus le miraba preocupado.

– Alguien quería que estas luces cayeran. La base esta cortada junto con algunos cables, – le dijo. Odiaba tener que ser el que quitara la sonrisa de felicidad de Magnus por lo sucedido entre ellos.

– Dios, ¿realmente quieren lastimarme, no? – Magnus se abrazó a si mismo, y Alec sintió la necesidad de abrazarle y asegurarle que todo iba a estar bien.

Pero sabía que no podía pensar así, a pesar de haber experimentado su primer beso. Y el único. Intentó decir algo, pero no sabía que decir, así que simplemente se dio la vuelta, dejando que el resto del equipo volviera a rodear a Magnus, mientras el llamaba a la policía.

Pasó otra hora en lo que la policía hacía su investigación, nuevamente no encontraron huellas, pero al menos ya se tomaron la situación más enserio. Finalmente, todos se fueron, dejándoles solos. Magnus esperaba sentado en el escenario y a Alec le dolía verle así de cansado.

– Hey, ¿estás bien? – le preguntó, acariciando mejilla, antes de darse cuenta de su error. Pero es que este ya no era solo un trabajo, era una persona que le importaba y que estaba sufriendo.

Magnus se giró para verle, tomando su mano entre las suyas. Sonrió un poco, pero aun así se veía triste.

– No quiero pensar en lo que hubiera pasado si tu no hubieras estado aquí, Alexander. Estoy tan feliz de que Raphael te contratara, – le djio suavemente, haciéndole sentir culpable, recordando que esto era un trabajo.

– Cualquiera de la agencia hubiera hecho lo mismo. Solo espero que podamos saber quien esta detrás de todo esto, pronto, – Alec contestó.

Antes de que pudiera reaccionar, Magnus se inclinó y le besó suavemente. Y a pesar de saber que lo que estaban haciendo estaba completamente mal, Alec se encontró profundizando el beso. Su cuerpo y su corazón no escuchaban la lógica.

Dios, realmente se moría de ganas de volver a probar esos labios, Magnus Bane era adictivo. Su propia e ilegal droga. Sintió como Magnus le tomaba su otra mano, y de repente este se alejó, soltando un pequeño gritó.

– ¡Alexander! ¡Estás sangrando! –

Alec gruñó por la pérdida de los labios de Magnus, y le tomó varios segundos registrar lo que pasaba. Algún vidrio debió habérsele enterrado, Alec recordaba haber protegido el rostro de Magnus con esa mano. Era gracioso que no hubiera sentido nada.

Magnus se levantó, tomando con cuidado su herida mano. – Tenemos que ir a que alguien te revise. Podrías tener vidrio enterrado. Dios, Alec, ¿no te diste cuenta? – Magnus le miraba con mucha preocupación.

– No, estaba más preocupado por ti que por mi. Además, estoy bien, esto no es nada, – intentó Alec calmarle, pero Magnus no le hizo caso, llevándole fuera del lugar.

– Al menos vamos a mi departamento, para revisarte y asegurarme que no tengas más heridas, – le dijo.

*

Magnus fue preocupado durante todo el camino, algo que le gustaba y le molestaba un poco a Alec. Al minuto que entraron, Raphael corrió a preguntarles que había pasado, pero Magnus estaba demasiado enfocado en las heridas de Alec como para hacerle caso.

– Magnus detente, estoy seguro que Alec puede curarse el mismo. Dime que pasó, – Raphael frunció el ceño, siguiéndoles a ambos al baño.

– Ahora no. Alec necesita mi atención, – Magnus insistió.

– Magnus, realmente estoy bien, ve a hablar con Raphael. Yo puedo hacerlo, – Alec intentó decirle.

– ¡No, no! – Magnus explotó. Raphael les miraba a ambos y Alec solo se encogió de hombros. Esta reacción era normal en personas que acababan de pasar por algo así.

Raphael suspiró y levanto las manos en señal de rendición. – Okey, puedo esperar. Estaré afuera, – le dijo a Magnus, saliendo del baño.

Magnus sacó el botiquín de uno de los cajones y mojó una toalla limpia.

– Magnus no tienes que arruinar una toalla por...– antes de que pudiera terminar la oración Magnus le lanzó una mala mirada, haciendo que Alec se callara.

Podía sentir como las manos de Magnus temblaban mientras con mucho cuidado limpiaba su mano. Alec le dejó hacer, viendo como tomaba una toalla seca para secarle y después tomaba una crema desinfectante y la colocaba en las heridas. MAgnus sacó una gasa y la colocó en sus heridas, fijándola con una cinta.

Alec solo podía ver la expresión triste de Magnus, realmente deseaba abrazarle y protegerle, pero tenía que controlarse.

– Gracias. Me siento mejor, – Alec le dijo, haciendo que Magnus sonriera un poco. – Porque no vamos a comer algo, debes tener hambre. –

– Okey, – contestó Magnus, algo perdido.

La cena pasó en silencio, principalmente porque Alec y Raphael no dejaban de ver a un asustado Magnus. Normalmente Magnus se sentaba al lado de Raphael, pero esta vez se había sentado a su lado. Después de un buen rato, Magnus dejó su comida casi completa y se despidió para irse a la cama. Raphael luego, luego se levantó para acompañarle

– No necesito tu ayuda, Raphael, ya estoy grande, – le soltó. Raphael miró sorprendido a un traumatizado Magnus.

– Magnus, se que estás molesto, pero...– comenzó, pero Magnus le interrumpió.

– Te dije que estoy bien, Raphael, deja de tratarme como si estuviera inválido. No te necesito, estoy bien, – repitió, ahora más fuerte.

– Si quieres me quedo, puedo dormir en el sofá...– comenzó de nuevo.

– No seas tonto, ve a casa. Alexander esta aquí y todas las alarmas están encendidas. Solo vete, – dijo nuevamente, caminando hacía su habitación.

Alec y Raphael le veían preocupados.

– Me preocupa, Alec. Nunca le había visto así. Esto le esta afectando más de lo que pensé. Realmente quiero quedarme, pero no quiero molestarle más, ¿cuídale si? Si algo pasa me llamas, – Raphael le dijo.

– Es normal Raphael, todos reaccionan diferente a las experiencias traumáticas. Solo necesita descansar. Estará bien, – Alec le dijo.

Raphael no se veía convencido, pero simplemente se despidió y se fue.

Alec hizo su revisión de seguridad, prestando el doble de atención a todo. Antes de ir a su habitación, se acercó a la de Magnus. Pensó en tocar, pero parecía que Magnus ya estaba dormido, y si no lo estaba, no quería molestarlo.

Lo más callado posible, abrió la puerta y miró dentro. La habitación estaba oscura, excepto por una pequeña iluminación de la ventana. Y solo se veía un pequeño bulto en la cama. Decidió cerrar la puerta, y dejarle dormir.

Alec terminó de revisar la seguridad, terminando por el balcón. Un trueno resonó, avisando que sería una noche turbulenta. Apagó todas las luces y se fue a su habitación, dejando la puerta un poco abierta solo por si acaso.

Debería darse un baño, pero el cansancio del día le gano, y se acostó en la cama, escuchando la tormenta. Había tanto en su cabeza y no sabía por donde empezar. Decidió irse por su primer beso. Los primeros besos siempre debían ser maravillosos, pero no podía evitar sentir culpa al saber que se lo había dado su cliente.

Le sorprendía lo sencillo que era ceder a Magnus. Solo se habían besado dos veces, pero ya deseaba más, ¿Por qué tenía que sucederle esto en el trabajo? Sabía que las posibilidades de conocer a Magnus fuera de este hubieran sido una en un millón.

De hecho, el que terminaran trabajando juntos también lo fue. Ahora era difícil imaginarse su primer beso de otra forma. A pesar de las circunstancias, había sido perfecto. Especial.

Un perfecto recuerdo que no podía pasar de nuevo.

Al pensarlo su corazón dolió. Quizá cuando el trabajo terminara... no, no. Por lo que sabía, Alec simplemente era un nombre más en una larga lista. Una distracción en sus momentos difíciles. Nada permanente.

Alec se giró en la cama, viendo la lluvia por la ventana. El clima representaba como se sentía, ¿el universo intentaba decirle algo? Mejor decidió cerrar los ojos, esperando poder dormir.

Algo le despertó. Abrió los ojos y se sentó. De repente recordó los truenos y la tormenta. Esa era, nada más. Sonó otro estruendo y su habitación se iluminó de nuevo. Se levantó, cerró las cortinas e intentó volver a dormir.

Pero escuchó otro ruido. Al principio pensó que era la tormenta, o el viento. Así que intentó escuchar mejor.

Y de repente escuchó a alguien llorar. Dios. ¡Magnus! Se escuchó otro trueno y el llanto se hizo más fuerte. Mierda, esperaba que Magnus estuviera bien.

Alec corrió a la puerta, sintiendo la ansiedad crecer en el. Llegó a la puerta de Magnus y la abrió, encontrándolo sentado en su cama, con las sabanas hechas un desastre, tiradas al suelo.

Alec corrió al lado de la cama y prendió la lámpara, haciendo que Magnus se volviera a mover.

– Magnus, soy yo, Alec. ¿Qué pasa? ¿Estás bien? – preguntó, intentando tocarle, pero Magnus soltó otro sollozo, alejándose de él. Obviamente no estaba bien.

El corazón de Alec dolía por verle así.

– Shh, hey Magnus, soy yo, Alec, – finalmente Magnus reaccionó, mirando a Alec por primera vez. Su rostro estaba sudoroso y sus ojos llenos de lágrima.

Alec no pudo resistirse y envolvió a Magnus entre sus brazos. Su cuerpo finalmente se relajo. Magnus colocó su rostro en el hombro de Alec y luego lo enterró en su cuello, mientras seguía sollozando.

Alec comenzó a acariciar su cabello. El dolor de Magnus le mataba, deseaba poder evitar que se sintiera así, deseaba poder ser él el que sentía todo su dolor. Alec siguió acariciándole mientras comenzaba a repartir besos en su cabello. Dios, quería llorar con Magnus, no soportaba verle triste.

No supo cuanto tiempo estuvieron así, solo escuchando la tormenta. Después de un rato, los sollozos de Magnus comenzaron a disminuir, y sacó su cabeza de su cuello, hipando y mirando a los ojos de Alec. Mierda, se veía como un cachorrito adorable. Alec comenzó a limpiar sus lágrimas con sus dedos.

– Al-Alec- Alexander, te necesito, – la voz de Magnus sonaba rota.

Alec sintió algo en su corazón, ahora lo único que le importaba era hacer feliz a ese hermoso hombre. Al diablo las reglas, al diablo su trabajo, al diablo el imbécil que le estaba haciéndole esto a Magnus, el lo pagaría después.

– Estoy aquí, Magnus, estoy aquí para ti, – Alec le aseguró, tomando sus manos entre las suyas.

Magnus le jaló, robándole un suave y tierno beso. Quería responderle con todos sus sentimientos, pero mejor dejó que Magnus tomara lo que necesitara. Movió sus labios a su ritmo, esperando poder calmarle.

Magnus se separó después de un rato, con una débil sonrisa. Pero al final, una sonrisa. – ¿Supongo que esto significa que te van los chicos? – preguntó.

Alec no pudo evitar sonreír, sonaba como él típico Magnus. Tampoco pudo evitar besarle nuevamente, llenándose de felicidad.

– Si, Magnus. Pero no "los chicos". Solo uno. Tu, solo tu, mi hermoso chico. –

Magnus giró los ojos, sonriendo secamente. – Si claro. Me debo ver muy hermoso en este momento. –

– Hey, – Alec levantó su rostro para que le viera. – Eres el hombre más guapo, hermoso y maravilloso que he conocido en mi vida, por dentro y por fuera. Incluso con tu maquillaje corrido. –

– Oh, – Magnus se sonrojó, soltando una risita. Esa llama en su interior ardía más que nunca.

Alec tomó un clínex de una caja al lado de la cama y limpió las mejillas de Magnus.

– Delineador. La próxima vez que me de un ataque, me asegurare estar usando uno a prueba de agua, – Magnus rio y Alec sintió felicidad por ello. – Se que tenemos que hablar, pero ahora mismo lo único que quiero es sentirte cerca, – Magnus le dijo, con esperanza en sus ojos.

– Yo también quiero eso, – le contestó Alec, metiéndose a la cama de Magnus y envolviéndolos a ambos en el cobertor.

Magnus se acurrucó contra su cuerpo, era como si sus cuerpos estuvieran hechos el uno para él otro. La sensación era increíble, hasta se sentía en un perfecto y hermoso sueño.

Magnus recargó su cabeza en su hombro y subió su pierna al cuerpo de Alec. Alec repartió besos por toda su frente, y suavemente acarició su brazo. La razón para haber terminado así apestaba, pero estaba feliz de tenerle entre sus brazos. Alec podía quedarse ahí por siempre.

– Así que supongo que te gusto, ¿eh? – Magnus preguntó, sonando como un niño consentido.

Alec no pudo evitar reír, y Magnus se le unió, alzando su rostro para poder ver a Alec a los ojos.

– Ahí esta, la sonrisa que no me puedo sacar de la cabeza, – Alec le contestó, y Magnus no pudo evitar besarle.

– No me contestaste, – Magnus alzó una ceja, mirándole expectante. Alec giró los ojos.

– Si, maldición. Me gustas demasiado. Probablemente más de lo que deberías, – Alec contestó.

Magnus puso su dedo en los labios de Alec. – Ah, ah, ah, no digas demasiado. Ya nos preocuparemos de eso mañana, –

Se acostaron de nuevo, Alec recargando su mejilla en el cabello de Magnus. Esto, lo que fuera que era, era contra las reglas, pero se sentía tan bien. Era como si su corazón hubiera estado anhelando esto.

Las últimas gotas de lluvia cayeron, la tormenta había acabado. Alec cerró los ojos, manteniendo a Magnus entre sus brazos, sabiendo que mañana iba a ser un nuevo día.



Por fin el tan esperado besoo... <3

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