Capítulo 5
Las cosas volvieron a la normalidad en los siguientes días. Magnus se enfrascó en su trabajo y cada vez parecía haber más gente en el penthouse. Alec recibía la agenda del día diariamente, para así saber que harían y a donde irían.
La policía llamó unos días después para avisar que no habían encontrado huellas, el intruso probablemente había usado guates. Al parecer no era un imbécil y eso hacía el trabajo de Alec más difícil.
El incidente había alterado bastante a Magnus. Por los siguientes tres días no fue la típica persona habladora que había conocido. Y siempre se aseguraba que Alec estuviera a su lado. Excepto cuando entraba a la habitación al final del pasillo.
Ahora pasaba más tiempo ahí. Y siempre lucía más cansado que nunca cuando salía de ahí, sin energía y pálido. Alec se preguntó que hacía en esa habitación, y Raphael parecía ser él único en saber. Sabía que eran grandes y viejos amigos.
Una tarde, Magnus quiso volver a la alberca. Alec mentiría si dijera que no esperaba con ansias eso. Aunque tener a Magnus casi desnudo a su lado le volvía loco, realmente había disfrutado la cálida agua. Realmente le había ayudado a relajarse.
Una vez más, Magnus le prestó unos shorts y se cambió en los vestidores de la alberca. Nuevamente estuvieron completamente solos, algo bueno y a la vez malo.
Magnus nuevamente entró elegantemente al agua, luciendo como un modelo al salir y sacudirse el cabello. Alec prefería entrar por los escalones, lentamente.
Nadaron un par de rato, dejando que los minerales hicieran su efecto. Realmente empezaba a ver las ventajas de su trabajo. Se dejó flotar, descansando y dejando que el agua le relajara, cerro los ojos. Las cosas habían estado bastante tensas desde el ataque.
No sabe que le hiso abrir los ojos, pero cuando lo hizo, Magnus estaba a su lado viéndole. Saber que Magnus había estado ahí viéndole con esos profundos ojos dorados le hizo sentir algo en su estómago.
– ¿Qué? – preguntó Alec, viéndole.
Las cosas se habían vuelto más fáciles entre ellos desde el incidente, pero aun estaba determinado a mantener a Magnus alejado. Nada había cambiado, el era su cliente. Su extremadamente guapo cliente con perfectos labios y un toque que mandaba electricidad por todo su cuerpo.
– Te ves tan diferente así. Relajado y descansando de tu trabajo, – Magnus le dijo. Estaba recargado con un brazo en la orilla de la alberca.
Alec quería decirle lo mismo. Cuando Magnus no estaba rodeado por su gente, con maquillaje, y ropa brillante, actuando como una diva, el era diferente. Aquí se veía joven, inocente, vulnerable, sexy y muy, muy caliente.
No pienses en eso.
– Yo siempre estoy trabajando, – Alec le contestó.
– Bueno, menos tenso, a como la primera vez que te vi. Dios, eras tan recto y formal. Tenía ganas de revisar si no tenías una batería por ahí, asegurarme que no fueras un robot. Pero ahora te has relajado más y eres mejor, – Magnus le dijo.
Alec podía sentir la mirada de Magnus barrer su cuerpo, y su rostro, haciendo que su corazón se acelerara. Había algo en esos ojos que le penetraba con la mirada, como si pudiera ver a través de él. ¿Qué tal si ya sabía que era gay?
Alec se regaño a si mismo. No seas tonto. No era como si fuera algo evidente.
– Vamos, no era tan malo, ¿cierto? – dijo, intentando no pensar en Magnus.
– Oh si lo eras, pero te fuiste suavizando. Ahora me agradas mucho más. Me hace pensar en como será el Alexander completamente relajado. –
Magnus le sonrió, haciendo temblar a Alec. Realmente deseaba que le dejara de mirar así, Magnus no tenía idea de las cosas que le hacía sentir y pensar.
Magnus se acercó aun más, alzando su mano y acariciando una cicatriz que Alec tenía en la clavícula. Solo fue un roce, pero que mando miles de corrientes eléctricas a su cuerpo.
– ¿Qué haces? – preguntó nervioso. Magnus ignoró su reacción.
– ¿Qué te paso? – preguntando. Su voz era más suave, oscura y sexy de lo normal, aun siendo una simple pregunta. Alec tragó, intentando ignorar como su miembro se endureció dentro de sus apretados shorts.
– Un hombre sacó un cuchillo en una pelea, me lanzó el cuchillo apuntando al cuello, lo logré esquivar, pero me dio ahí, – Alec contestó.
– No puedo imaginar lo mucho que debió doler, – Magnus se encogió. – ¿Esto te pasa seguido? ¿Qué te lastimen? –
– No dolió mucho en ese momento, hasta que la adrenalina bajo fue que empezó a doler. No me pasa muy seguido, pero si pasa, – Alec confesó.
Alec tenía suerte, teniendo en cuenta que llevaba cinco años en este trabajo. Sus cicatrices eran cosas menores.
– ¿Tienes más cicatrices? – Magnus preguntó. Intentó sonar casual, pero Alec logró detectar algo más en su voz.
No supo si fue la cálida agua liberándole de la tensión y bajando sus murallas, o solo su poco sentido común, pero se encontró a si mismo girándose para enseñarle a Magnus su cicatriz en la espalda.
– Eww, esa luce como un rayador de queso en tu espalada, – Magnus hizo una cara de la que Alec no pudo evitar reír por lo adorable que era.
– Bueno, alguien me arrastró por la carretera. Esa si la sentí al momento, – Alec le contó.
– ¿Puedo tocarla? – preguntó suavemente.
Alec asintió y al momento sintió unos dedos acariciarle. Sintió la necesidad de acercarse más al suave toque, como un gatito. Pero simplemente cerró los ojos y se mordió el labio. No iba a soltar algún ruido extraño. No.
– ¿Tienes más? – Magnus le preguntó, mientras Alec se giraba. ¿Era su imaginación o la mirada de Magnus era más suave que antes? Era probablemente su imaginación.
– Si, tengo una más. Me la hice contra una ventana de vidrio. El chico estaba metido en drogas y se volvió loco. Se veía débil, pero en un descuido me empujo contra una ventana. Tuve suerte, solo un vidrio se clavo en mi piel. El doctor suturó la herida y dijo que por un milímetro más hubiera atravesado el músculo y hubiera necesitado cirugía, – Alec le contó
– Eso debió ser horrible, – Magnus dijo.
Alec solo soltó una risa amarga, y se bajó un poco el short. La cicatriz ahora solo era una línea blanca que iba desde su ombligo hasta la cadera. Esta vez Magnus no pidió permiso, simplemente extendió su mano y acarició la cicatriz.
Alec se encogió como si le hubiera dolido el contacto de Magnus. Era él sabía que la cicatriz era vieja, y que eso simplemente eran los escalofríos que el toque de Magnus siempre le provocaban, y más aun en una zona tan sensible y cerca de su miembro. Alec soltó un pequeño jadeo y se alejó del toque de Magnus, mintiéndose más al agua. Las cosas se habían acercado demasiado para su comodidad.
Magnus le miró preocupado. – Oh, los siento, ¿te lastime? –
– No, esta bien, es una vieja herida. Quizá deberíamos volver al departamento, – Alec dijo, tratando de que su voz no sonara alterada.
Sin esperar respuesta salió de la alberca, tomó la toalla y sus cosas de la banca. Se puso la toalla alrededor de su cintura y se giró hacía Magnus quien aun le miraba desde la alberca.
– ¿Vienes? – le preguntó, levantando una ceja.
Una pequeña sonrisa adorno sus labios mientras salía de la alberca. Alec entró al vestidor antes de poder ver el moreno cuerpo de su cliente goteando y mojado.
Una vez dentro se dejó caer contra la puerta, ¿Qué estaba pensando al dejar que Magnus le tocara así? El hombre no sabía el efecto que su toque tenía en él, lo que hacía las cosas peores. Pero Alec se encontró ansiando ese toque.
Su miembro estaba duro y Alec se quitó su short, quedando desnudo y mostrando su cicatriz. El frio de la habitación tampoco le ayudaba. Puso una pierna en la banca, secándose mientras esperaba que su excitación pasara. Miró la su cicatriz y después de un segundo comenzó a acariciarla, imaginando que eran los dedos de Magnus nuevamente.
Su piel quemaba por las sensaciones, mandando toda su sangre a su miembro, y no pudo evitar soltar un jadeo de excitación. De repente miró asustado a la puerta, dios que irresponsable era, ¿Qué tal si Magnus entraba de repente?
De repente la puerta se abrió y Magnus entró por ella.
– Dios, – las palabras solo fueron un suspiró. Las mejillas de Alec se ruborizaron y se enrolló la toalla en su cintura lo más rápido que pudo, cubriendo su desnudez. – ¡mierda Magnus, ¿Por qué no tocas? – dijo, intentando no sonar excitado.
– ¿Por qué tocaría? Se que solo estás tu aquí. Pensé que ya te abrías cambiado. Lo siento, – dijo, sin una pizca de remordimiento en su voz.
Alec juntó sus cosas, nervioso, y se dirigió al baño.
– No tienes que irte por mi, si gustas puedo darme la vuelta, – le escuchó decir, pero Alec le ignoró y se metió al primer cubículo.
Cerró la puerta y volvió a suspirar. Bueno, ya no se tenía que preocupar por su duro miembro, el hecho de que Magnus entrara viéndole completamente desnudo le había puesto demasiado nervioso.
Se visitó rápidamente, pensando en las acciones de Magnus y si significado. No, no, no debía pensar en eso. El simplemente era así y Alec le estaba dando demasiado importancia.
Magnus solo era un cliente, y como a cualquier otro cliente debía mantenerlo a salvo. Salió del baño y se miró al espejo, tratando de acomodar su cabello e ignorando el gran sonrojo en su rostro.
Pero nunca se había sentido así con un cliente, ¿cierto? Nunca había tenido sueños húmedos ni ganas de acostarse con alguno.
Tomó una última bocanada de aire y salió del cubículo. Magnus ya le estaba esperando en la puerta y juntos caminaron en un incómodo silencio al elevador. Bien, volvían a los incómodos silencios.
Esa noche se sintió bastante intranquilo mientras intentaba dormir. Durante la cena, Raphael había notado su incomodidad y se la pasaba mirando del uno al otro, lo bueno fue que no hizo comentarios.
Magnus ni siquiera había terminado de cenar, cuando dejó los cubiertos, diciendo que mañana sería un largo día y se retiró a su habitación. Alec se dedicó a hacer su última revisión, cuando Raphael por fin hablo.
– ¿Está todo bien entre tu y Magnus? ¿No han discutido o sí? –
Alec sabía que tendría que mentir. No había forma de decirle al mejor amigo de Magnus y representante que se había puesto duro porque Magnus le toco.
– No, estamos bien. Probablemente solo esta preocupado por los ensayos de mañana, – Alec mintió.
Raphael frunció el ceño. – No es algo común en el. Quizá es por todo esto que está pasando, –
– Si, probablemente, – Alec dijo, intentando sonar convincente.
Cuando finalmente logró dormirse, sus sueños estuvieron llenos de imágenes de Magnus y él en la alberca. Todo se repetía hasta la parte donde Alec salía huyendo, pero esta vez, Magnus no se lo permitía, y le rodeaba entre sus brazos.
Alec sentía su corazón latir desenfrenado, mientras Magnus le tenía cautivo, sabía que este le iba a besar y se moría de ganas por que lo hiciera. Contuvo su aliento al sentir el primer toque en sus labios, Magnus se separó, esperando una reacción, y luego le volvió a besar, esta vez con más fuerza.
Alec soltó un suspiro al sentir como sus labios se unión. Era como si finalmente pudiera respirar. Podía sentir como Magnus se acercaba más y más a su cuerpo, enredando sus manos en su cabello. Alec se excitaba más y más a cada minuto, y no pudo evitar sentir como su cuerpo ardía en deseo.
Magnus fue bajando besos por su mejilla hasta llegar a su cuello, donde chupó la sensible piel. Alec gimió, e inclinó su cabeza, dándole más espacio, completamente perdido en las sensaciones.
Antes de poder tocar a Magnus, Alec despertó, jadeando. Se talló el rostro. Mierda, no de nuevo. Como la primera vez que soñó con Magnus, Alec despertó duro, cerca del orgasmo. Realmente quería terminar, pero se sentía extraño masturbarse en una cama que no era suya. En la casa de Magnus.
Se dejó caer en la cama, intentando pensar en otra cosa que no fuera Magnus. Dios, no servía de nada.
Le tomó más de media hora calmarse y volver a dormir, pero aun así su cuerpo dolía por el necesitado orgasmo. Cuando su alarma sonó, se sentía como si no hubiera descansado nada. Se levantó, se duchó, vistió y caminó a la cocina.
Magnus ya estaba ahí, comiendo yogurt, usando una de esas camisas y leggins sumamente apretadas. Bien. Parecía que el universo le odiaba, haciendo ver a Magnus cada día más sexy. Como si el sueño de anoche no hubiera sido suficiente castigo, le ponían a esa tentación enfrente
Tomó un cuernito y una taza de café y le dio los buenos días a Magnus y Raphael. Trató de no darle mucha importancia al hecho de que Magnus casi no le miró ni hablo con el en toda la mañana.
Las cosas no mejoraron mucho en el gimnasio. Alec trataba de no mirar mucho a Magnus, deseando que Magnus no le pidiera nuevamente ayuda para quitarse su camisa. Eso sería su perdición.
Sus nervios estaban al máximo, mientras revisaba las duchas en señal de peligro.
– Alexander, ¿está todo bien? – era la primera vez desde ayer que Magnus le dirigía la palabra directamente.
– Si, todo está bien, – dijo, tratando de convencerse a si mismo y a Magnus. Se tensó cuando este se acerco.
– No te ves bien. ¿Es algo que dije o hice? –
¿Cómo podía decirle que era porque no podía dejar de pensar en como se sentirían sus labios sobre su piel, y su cuerpo contra el suyo?
– No dormí bien anoche, eso es todo, – bueno, no era una completa mentira.
Magnus se acercó más, y Alec sintió como se le atoraba el aliento. – ¿Es por, mmm? ¿Es porque ayer te toqué en la alberca? –
Alec tragó duro y se giró para verle. Deseaba con todas sus fuerzas que alguien viniera a interrumpirles para no tener esa conversación. Era como si Magnus pudiera leerle la mente.
– ¿Qué? ¡No! – Alec decidió ir por la negación. – ¿Porqué estaría enojado por eso? No fue nada. Solo... no fue nada, – las palabras le salieron más rápido de lo que quería.
Magnus alzó una ceja, acariciándole la cara suavemente con su dedo, – ¿Entonces esto no debe preocuparte ni un poco, cierto? – Magnus ronroneó
Alec no podía entender porque no podía moverse. Debería sacudirse su mano y decirle lo inapropiado que se estaba comportando, pero era como si su cerebro no funcionara y solo pidiera más de ese toque.
Alec se encontró abriendo y cerrando la boca como un pez, intentando volver a encender su cerebro. Mierda, era una batalla perdida. Sentía como su corazón quería salirse de su pecho.
– Está bien, Alexander, me gusta sentirte también, – Magnus susurró, como si no quisiera que nadie le escuchara, a pesar de que estaban completamente solos.
Una corriente de electricidad le atravesó el cuerpo. No podía creer que esto estuviera pasando. Supo que estaba perdido cuando el dedo de Magnus acarició sus labios. Estaba hiperventilando.
Quizá no era tan malo, poder besar los labios con los que había estado soñando desde la primera vez que se conocieron. ¡diablos! Estaba tan mal que no podía pensar con claridad.
– He soñado con estos labios desde la primera vez que te vi, ¿lo sabías? Tan bonitos, tan rosas, tan besables, – Magnus dijo, suavemente, acariciando con su otra mano la mejilla de Alec, y mirándole directamente a los ojos.
Magnus comenzó a inclinarse hacía él y Alec se congeló, esperando el impacto en sus labios, volviendo su sueño literalmente realidad. Podía sentir el cálido aliento de Magnus, su exótica esencia combinado con el sudor del ejercicio.
Los labios de Magnus estaban a milímetros de él, tan cerca. El mundo se detuvo mientras esperaba tocarlos.
Unas voces del otro lado de la puerta hicieron que Magnus se separara, haciendo que Alec casi perdiera el equilibrio por la pérdida de su soñado beso. Su corazón quería gritar de frustración. Había estado tan cerca.
Dos hombres entraron a los vestidores, metidos en sus conversaciones como para notar la situación entre Alec y Magnus. Alec respiró varias veces, tratando de controlar la situación en la que casi cae
– Alexander, espera... – dijo Magnus, notando como Alec se alejaba de él. Magnus le miraba decepcionado.
Alec había vuelto al mundo real, con sus reglas, y ahora estaba entrando en pánico.
– Tomaré una ducha y saldré en un minuto, – Magnus le dijo, tomando sus cosas y entrando a las regaderas.
Alec le daba la espalda. Maldita sea, casi se besaban. Y lo peor, es que había dejado que eso pasara. Era una locura, no sabía como es que había perdido tanto el control. Notó como los otros dos hombres entraban a las duchas aun platicando.
Pero en todo lo que Alec podía pensar es que ahí estaba Magnus, desnudo, mojado, deseando su toque, su beso.
Basta, tenía que parar esto. No estaba ayudando. Era culpa de esos estúpidos sueños que le tenían tan caliente... siempre había estado bien hasta ahora. Dios, el estaba tan profundamente en el closet que casi casi vivía en Narnia, y así quería quedarse.
Simplemente tenía que recordar que esto era un trabajo. Magnus era un cliente, justo como cualquier otro, y tenía que mantenerse profesional.
Magnus lo esta volviendo loco (:
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