Capítulo 3


Fue un muy diferente camino de regreso a casa. Alec se la pasó viendo por la ventana, los más alejado posible de Magnus, y sin verle una vez. Sabía que Magnus probablemente se estaba preguntando que diablos le pasaba, pero no dijo nada.

Cuando llegaron al estacionamiento del edificio, Alec le habló por fin.

– Siéntate. Y espera, – le dijo de forma cortante.

Antes de salir del coche pudo escuchar "siéntate. Gira. Hazte el muerto." E inmediatamente se sintió culpable por tratarle así. No era culpa de Magnus no poder controlar sus emociones.

Esperen ¡claro que era su culpa! Si el hombre no luciera como un maldito sueño húmedo, nada de esto estaría pasando.

Alec terminó de revisar los alrededores y le hizo la señal a Meliorn para que abriera la puerta de Magnus. Magnus se veía dolido, mientras seguía a Alec en el elevador. Finalmente, en el elevador, Magnus explotó.

– ¿Me vas a decir cual es el problema, o tenemos que jugar a veinte preguntas? – obviamente Magnus no pudo aguantar más. Alec le comprendía, si alguien de repente le aplicara la ley del hielo, querría saber por qué. El problema era que decir.

– No es nada, todo está bien, – Alec dijo, intentando sonar casual.

– Que mierda. Se que casi no nos conocemos, pero aun así puedo decir que algo no esta bien, ¿es por algo que hice? –

¡Si! Te desnudaste frente a mi dos veces y desde entonces no puedo dejar de tener fantasías sexuales contigo, como un niño de catorce años.

– No, no te preocupes, –

– Bueno, me preocupo. Si hice algo malo me gustaría disculparme. Vamos a vivir juntos, Alexander, y esto sería mejor si nos llevamos bien. –

– Te dije que todo está bien, – Alec le dijo cortante. Magnus suspiró y apretó el botón para detener el elevador, girándose luego para quedar frente a Alec. – ¿Qué...? – Alec intentó volver a apretar el botón pero Magnus se lo impidió. – ¡Hey! –

– No nos vamos a mover de aquí hasta que me digas cual es tu problema, Alexander. No me gusta la tensión y menos cuando no se porque paso. Así que dímelo. Soy un niño grande, puedo manejarlo. –

– Mira, no es nada personal, – Alec se pinchó el puente de su nariz, le comenzaba a doler la cabeza. – Pero creo que esto no va a funcionar. –

– ¿Qué no va a funcionar? – Magnus preguntó confundido.

– Esto. El trabajo, – Alec señalo a Magnus y a él.

– ¿Y porqué no? ¿Soy tan molesto? – Magnus se puso a la defensiva.

– No, es solo que...–

– Porque tu no eres exactamente un paseo en el parque, Alexander. Me gustaba mi vida como era, con su rutina y estructura. Puede que para ti parezca un caos, pero es un caos organizado. Lo creas o no, tu presencia vino a cambiarme todo. Y entiendo que eres una persona bastante privada y estas acostumbrado a vivir solo. A mi también me gusta tener privacidad, cuando tienes una vida como la mía eso es difícil de conseguir. Pero aun así no entiendo porque no podemos hacer funcionar esto. –

Alec se sentía como un completo idiota. Magnus tenía razón, por mucho que odiara admitirlo. No entendía que tenía Magnus que hacía tan difícil este trabajo. Era un territorio completamente nuevo para él. Nunca se había sentido así con respecto a alguien. Era demasiado confuso.

Abrió los ojos decidido a decirle a Magnus que lo entendía, pero que aun así no podía trabajar para él. Pero al ver ese hermoso rostro suplicante porque no se fuera, Alec no pudo evitar darle lo que pedía.

– Está bien, lo intentaré, – dijo, derrotado. Magnus sonrió feliz, y eso era lo importante.

– Bien, ¿amigos? – Magnus le preguntó, estirando su mano. Realmente este trabajo iba a ser muy difícil, el simple hecho de tocar la mano de Magnus le volvía loco.

Magnus tomó su mano por más tiempo del necesario, y Alec ignoró todas las voces que le decían que esto era una mala idea.

Finalmente, Magnus puso nuevamente en marcha el elevador. Trabajo. Alec necesitaba concentrarse en su trabajo y dejar de pensar en Magnus. Al llegar al penthouse, Raphael estaba ahí, esperándoles.

– Seguridad dice que el elevador se detuvo, ¿todo esta bien? – Raphael preguntó.

– Si, Raphael, todo esta bien. Alexander y yo necesitábamos hablar, eso es todo. ¿qué hay en la agenda para hoy? – Magnus se acercó a Raphael y Alec les siguió por el departamento.

Mientras Magnus se la pasó casi todo el día en reuniones con varias personas, Alec se dedicó a la lista que Raphael le había dado. Se metió a su habitación y prendió su computadora, acomodándole en el escritorio de su habitación.

Antes, acomodó su maleta, y luego continuó con la lista de empleados. Eso le llevó bastante rato, pero al final terminó con la lista sin encontrar nada que fuera útil. Después de unas horas escuchó un toque en su puerta.

– ¿Si? – Alec abrió la puerta, encontrando a Raphael.

– Hay café si gustas, – le dijo el hombre.

– Gracias, – Alec definitivamente necesitaba café. Fue a la cocina sin ver a Magnus en el camino

Una mujer mayor estaba detrás del mostrador, y supuso que ella era el ama de llaves, Margaret. Ella lucía como la típica abuelita amigable. En la mesa había café y varios postres alrededor. Raphael se la presentó y Margaret le lanzo una amable sonrisa.

– Entonces, ¿encontraste algo interesante en la lista que te di? – Raphael le preguntó, tomando de su copa de café.

– No realmente. Todos los trabajadores parecen limpios. Aun no empiezo con los exempleados. – Alec le dijo.

Raphael asintió, y con rostro serio le dijo. – Espero que todo este bien entre tu y Magnus. Se que puede ser difícil a veces, pero cuando le conoces es una buena persona. –

– No, todo esta bien, – Alec no quiso entrar en más detalles. Sabía que Alec se refería al incidente del elevador, pero ¿Qué le podía decir? No podía decirle cual era el verdadero problema.

– Soy de las personas que más conoce a Magnus, somos amigos desde la escuela. Yo le vi crecer hasta convertirse en lo que es hoy. Y se que parece difícil de creer, pero realmente tiene un lado amable. –

Alec le miraba con una ceja levantada. No entendía porque le decía esto. Era algo personal como para decírselo a un completo extraño. No era como si eso fuera a cambiar, en seis meses o quizá menos aquí ya todos le habrían olvidado.

– ¿Porqué me dices esto, Raphael? No es importante para el trabajo. –

– Te lo digo porque, a pesar de como actúa, Magnus tiene un lado vulnerable. Puede que parezca que va por la vida como si nada le importara, pero no es así. Esto lo tiene mal. Odia el pensar que le hizo a alguien tanto daño que ahora esa persona quiere hacerle daño al él. Y puedo ver que le gustas. –

La forma en que Raphael lo dijo hizo picar su piel. ¿A qué se refería? ¿Gustar, gustar? ¿Cómo amigos? Dios, ahora se sentía de doce años.

– No lo creo, creo que solo nos toleramos mutuamente, – Alec dijo, tratando de no pensar demasiado en las palabras de Raphael.

– Bueno, ya veremos. Solo no quiero que salga herido, – Raphael dijo.

– Yo tampoco. Por eso estoy aquí. Mejor me pongo a trabajar en esa lista, – Alec se tensó, girándose para irse a su habitación. Esa conversación se había vuelto incómoda. Alec no quería pensar en las palabras dichas por Raphael.

Pero una cosa era segura, debía controlar sus pensamientos en cuanto a Magnus. No podía dejar que lo de esta mañana pasara de nuevo. Raphael se veía como una persona bastante protectora con su amigo, se preguntó como había terminado siendo su representante. Quizá luego lo averiguaría.

Volvió a su escritorio y a su computadora. Las personas en esa lista tenían razones por comunes para irse: se mudaban, mejores oportunidades, embarazo, no eran lo que esperaban, y luego estaba el exchofer.

La razón de su despido decía uso inapropiado del auto y robo. Eso llamo la atención de Alec. Definitivamente tenían que investigar a ese tipo. Miró su nombre y solo decía Raj. ¿Qué mierda? ¿Quién rayos era este hombre que solo tenía un nombre? Otra pregunta para Raphael.

Volvió a la cocina, pero ya no había nadie, así que decidió ir a buscar en las otras habitaciones. Tenía que hacerlo de todas formas, después de el espectáculo que Magnus le montó el otro día, no había sido capaz de concentrarse en la seguridad de estas.

Llegó al baño principal, la cual como el resto del departamento era blanco con adornos dorados. Wow. Era enorme, tenía una gran tina y una regadera del otro lado. El lavamanos parecía de un palacio y todo lucía extremadamente elegante. Las toallas, las botellas de jabón, eran como de un hotel de lujo. Realmente se moría de ganas por darse un baño ahí.

Cerró la puerta y se dirigió a la puerta que, si bien recordaba, era la habitación de Magnus. La puerta estaba cerrada y no se escuchaba ningún sonido dentro. No quería molestar, pero realmente necesitaba información sobre el exconductor.

– ¿Magnus, estás aquí? – Alec tocó la puerta, dándose cuenta de que era la primera vez que le decía por su nombre. Debía quedarse con el Sr. Bane, pero Magnus quería que fueran amigos.

Silencio. Alec tocó de nuevo, pero de nuevo, no hubo respuesta.

– ¿Magnus? – Alec abrió un poco la puerta, y al ver que no había nadie, la abrió completamente. Pensó en revisar el baño y el armario, pero realmente no quería violar su privacidad.

Un ruido de afuera le hizo volver al pasillo y cerrar la puerta. Ahí notó otra puerta casi al final del pasillo. A penas iba a tocar la puerta cuando escuchó un ruido como de electricidad. Nunca había escuchado algo así. Eso era raro, ¿qué pasaba ahí?

Pensó en tocar la puerta, pero prefería no interrumpir lo que fuera que estuviera pasando ahí. La pregunta podía esperar. Cuando casi llegaba a su habitación, la puerta se abrió, y Raphael se asomó por ella.

– ¿Me buscabas a mi o a Magnus? – preguntó, rápidamente cerrando la puerta tras de él.

– A ti, pero puede esperar si estas ocupado, – Alec dijo, queriendo preguntar que era el sonido que había escuchado, pero convenciéndose de que no era de su incumbencia.

– No, está bien. ¿En qué puedo ayudarte? – Raphael le preguntó.

– El exconductor que fue despedido, ¿Raj? ¿Qué me puedes decir de él? –

– ¿Vamos a la sala principal? – Raphael le preguntó, guiándole lejos de la habitación y sentándose en una mesa. – Raj fue despedido porque tomó el auto sin permiso para llevar a sus amigos. No llevaba mucho con nosotros, y probablemente si hubiera preguntado no hubiera habido problema. Lo que molestó fue su actitud, como si lo hecho no tuviera nada de malo. –

– ¿Y qué fue lo que robo? ¿Era valioso? –

– Depende de tu definición de valioso. De alguna forma ese día Magnus olvidó su celular en el coche, y cuando Magnus le preguntó a Raj si de casualidad lo había visto, este dijo que no. Buscamos por todas partes, pero al rendirnos, llamamos inmediatamente a la compañía para bloquear el celular y remplazarlo. Unos días después de su despido, unas fotos bastante personales de Magnus fueron liberadas en internet. Solo había una forma de haberlas obtenido y era por el celular. Y el idiota de Raj ni siquiera fue discreto, se llevó completamente el crédito de lo hecho. Así que unos días después la policía llego a su casa y ahí encontraron el celular. –

Alec se preguntó que clase de fotos habrán sido subidas a la red, pero no quiso preguntar directamente. Quizá era mejor no saber.

– ¿No creen que Raj pueda ser el responsable de esto también? – Alec preguntó.

– Lo dudo. El hombre no es muy inteligente, y con las fotos que liberó hiso bastante dinero como para ya no tener que preocuparse. –

Alec asintió, pero decidió investigar el mismo al chico.

Cuando ya iba de vuelta a su habitación, Magnus salió. Alec notó que se veía un poco pálido y cansado. ¿No había hecho ya suficiente ejercicio? ¿Qué había en esa otra habitación? ¿un gimnasio personal?

Raphael se levantó y le llevó un vaso de jugo a Magnus, mientras este se sentaba al lado de Raphael, y este le ponía al tanto de su conversación.

Magnus tomó el jugo de un solo trago y luego tomó más. Lo que sea que estuviera haciendo debió ser bastante cansado.

– Oh si, el imbécil de Raj. Ahí aprendí, nunca contratar a alguien con un solo nombre. Me costó bastante dinero, – Magnus se quejó.

– ¿Crees que él pueda estar detrás de esto? – Alec le preguntó, queriendo saber su opinión.

– No, el hombre no tiene suficiente cerebro. Simplemente se enojó por el despido y se vengó con las fotos. Fue un gran dolor de cabeza por algunos días y logró que varias personas vieran más de mi de lo que me gustaría. Al final las fotos fueron retiradas, – explicó Magnus, dándole otro trago a su bebida.

Aun así, investigaría más a ese hombre. Después del almuerzo Magnus se retiro a su habitación para tener una videollamada sobre sus espectáculos con sus empleados. Fue hasta las cuatro de la tarde que salió de nuevo. En ese tiempo, Alec había terminado de revisar el departamento, incluso la azotea, desde donde se veía una vista fantástica.

A penas estaba volviendo a su habitación cuando escuchó un toque en su puerta y esta se abrió. Magnus asomó su cabeza.

– Hay una alberca en el piso de abajo y pensé en darme un chapuzón, ¿quieres acompañarme? – le preguntó.

– Pues debo hacerlo, – Alec le contestó, tomando su saco de la cama.

– Me refiero a la alberca, Alexander. No te haría daño relajarte un poco. –

Alec sintió nuevamente la corriente de electricidad. Magnus. Una alberca. Mojados. Casi desnudos. Mierda. Tenía que ir, pero realmente no debía meterse con él al agua.

– Oh vamos, vive un poco. Si no traes bañador, yo puedo prestarte uno, – Magnus dijo, esperando respuesta.

Quizá el agua fría podría ayudarle a mitigar el como Magnus le hacía sentir. – Okey, bien, – contestó Alec, dejando nuevamente su saco.

Magnus le prestó un short y juntos bajaron a la alberca. El lugar estaba vacío, la alberca brillaba bajo unas luces dándole un efecto de noche estrellada al agua.

– Ahí está el vestidor por si quieres cambiarte en privado. O puedes desnudarte aquí, no me importa, – Magnus le dijo, bateando sus pestañas de forma inocente.

Esto era una maldita tortura.

Magnus podría no tener problemas en desnudarse frente a otras personas, pero Alec si. Así que le dio una mala mirada y luego caminó al vestidor. Alec se quitó la ropa, quedándose solo en bóxer, y poniéndose el short. Los shorts le quedaban un poco apretados, y después de un rato intentándose calmar y convenciéndose de que él podía con eso, salió.

A comparación de Magnus, su piel se veía como un pollo sin cocinar. Magnus tenía una piel de un hermoso color y... Alto, no debía pensar en eso.

Magnus ya se había cambiado y estaba frente a la alberca. No iba a pensar en lo malditamente sexy que se veía así, o la forma en que sus abdominales brillaban, ni iba a prestar atención ni darle importancia a la larga mirada que Magnus le lanzó.

– Ahí estas, comenzaba a pensar que... bueno no importa, ¿entramos? – dijo, señalando el agua.

Magnus no esperó respuesta antes de lanzarse en un elegante clavado, al agua. Salió del agua un momento después, luciendo más sexy que nunca, ¿ese hombre siempre tenía que lucir como modelo de comercial? Alec primero metió un pie en el agua, sintiendo lo cálida que estaba. Ahí iban sus esperanzas del agua fría. Maldición.

Lentamente metió su cuerpo y la sensación en su tenso cuerpo fue deliciosa.

– Se siente bien, ¿cierto? Le ponen algunos minerales, se supone que te ayuda a relajarte. Intento venir al menos dos veces a la semana. Me ayuda demasiado, y espero que haga lo mismo por ti, – Magnus dijo.

– Estoy relajado, – dijo Alec, a la defensiva, haciendo que Magnus se riera.

– Claro que si, Alexander. Y yo seré el presidente de Estados Unidos, –

– ¿De verdad? – Alec aun no sabía distinguir el sarcasmo de Magnus.

– ¿Crees que deba postularme? Estoy seguro de que haría un excelente trabajo, – Magnus rio. – Una de mis propuestas será declarar el viernes como la hora feliz, todo el día, ¿Qué piensas? –

Alec no sabía que decir, simplemente giró los ojos.

– Bueno, relájate un poco, Alexander. Estoy bromeando, dios, ¿no te sabes relajar? Estas tan tenso que podría usarte como una tabla de surf, – Magnus solo reía.

– No tengo mucho tiempo para relajarme –dijo Alec, sintiéndose algo incomodo. Era una escusa pobre, pero fue lo primero que pensó.

– ¿Bromeas? Pues, ¿qué haces cuando no estas trabajando? ¿Acabar con el hambre? ¿inventar la rueda? –

Como le encantaba a Magnus molestarle.

– No, veo películas y salgo con mis amigos de la agencia. –

– ¿Así que si tienes una vida social? ¿A dónde vas a bailar? Yo tengo algunos clubs que me encantan en la ciudad, puedo darte algunos consejos. –

– Regularmente solo es en mi casa o en la casa de Jace, – Alec dijo, sin querer mencionando el nombre de Jace. Nunca mencionaba su vida personal con sus clientes, y esta vez se le había salido.

– Bueno, deben hacer unas fiestas muy salvajes ustedes dos, ¿eh? –

– No todo en esta vida son fiestas, Magnus. Mi trabajo me mantiene muy ocupado, – y ahí Alec se dio cuenta de su segundo error.

– ¡Un milagro, dijiste mi nombre! Comenzaba a pensar que no te lo sabías, y no hables de trabajos ocupados. Una vez que terminas tu trabajo tu vas a casa y nadie te molesta, puedes hacer lo que quieras. Yo salgo de este lugar y hay cámaras detrás de mi, conozco a alguien en una fiesta y al día siguiente aparecemos en la portada de alguna revista. Estornudo y alguien escribe un articulo sobre que tengo neumonía. Intenta vivir así. –

Alec estaba de acuerdo en que su vida bajo el ojo público era demandante. El definitivamente no podía hacerlo.

– ¿Y como lo soportas, entonces? – Alec le preguntó, genuinamente interesado.

– Tengo un gran equipo que me ayuda. Como te dije antes, un caos organizado. Y me gusta divertirme y relajarme. Aquí esta bien, y también algunos tragos después del trabajo, –

Magnus se sumergió en el agua y cuando salió, estaba al lado de Alec, quien intentaba controlar su desenfrenado corazón. Magnus estiró sus brazos y Alec no podía más que babear por la vista.

– Así que dijiste que actualmente no sales con nadie, ¿desde cuando? – Alec estaba sorprendido por la pregunta. Normalmente sus clientes casi nunca querían saber de él.

– ¿Esto es necesario? – preguntó, sin querer bajar la guardia.

– Solo quiero entenderte, Alexander. Me pregunto si quizá la falta de compañía es lo que te tiene tan estresado, – Magnus le dijo, mirándole directamente a los ojos.

Magnus realmente no tenía filtro. En este momento en lo único que podía pensar era en esos maravillosos ojos oscuros que brillaban de una forma única. Intentaba pensar en una buena forma de contestar esa pregunta, y decidió que la mejor era la defensa.

– Creo que es más importante que yo te haga esas preguntas, ¿algún ex con el que hayas terminado mal? – era una pregunta razonable, Alec pensó, aunque la respuesta le interesaba más de lo que debería.

– Nop, raramente veo a una persona más allá de una segunda cita. Mi vida no me ayuda a tener relaciones largas, – Magnus dijo, con un tono triste en su voz.

Incluso alguien como Magnus Bane que tenía el mundo a sus pies, quería algo como un amor de verdad.

– ¿Hey, ¿una carrera al otro lado de la piscina? – Magnus preguntó. Alec sabía que Magnus intentaba cambiar de conversación. Okey, había encontrado un punto débil en Magnus. Las relaciones serias.

– Claro, pero te advierto, que fui campeón de natación en la escuela, – Alec dijo.

– Ja, ya veremos, Alexander. ¿Que te parece si el último en llegar le debe un favor al otro?, – Magnus rio.

Alec estaba seguro que podía ganarle, así que no se preocupo. – Claro. Hagámoslo, – Alec dijo, sacando su lado competitivo.

– A la cuenta de tres. ¡Uno... dos... tres! –

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