Mis recuerdos siguen ardiendo en medio de ese edificio en llamas, donde se supone que residían los sentimientos que albergo por ti. Tuve que escapar y correr para que las brasas no me consumieron también, creí que llegarías a salvarme pero cuando vislumbre las ruinas de lo que alguna vez fue comprendí que era demasiado tarde.

La ceniza dispersa junto a la sensación quemada es lo que permanece escondido en mis manos, lo que pudo ser se propagó como un incendio forestal. Aún así intenté sostenerlo con todas las fuerzas que me quedaban, apretando la dentadura, la carne siendo carbonizada y la estabilidad cayéndose encima de mí, yacía atrapada en el sótano de lo que construí por ti... Ahora no puedo salir. Me estoy desvaneciendo entre la penumbra del crepúsculo y la nube grisácea de humo; agonizando, ardiendo, mi corazón siendo asfixiado por la continúa sensación de melancolía ligada a la incertidumbre.

Quiero encender la luz, necesito respirar el aire fresco del amanecer y que suene la alarma de una vez por todas. Porque sé que llegará el lúgubre frío a helar mis huesos, la tristeza será retenida y los secretos volverán a golpearme en la cara. ¿Cuándo la llama se extinga te atreverás a mirarme los ojos fuera de órbita? A veces pienso que pasarás de largo como siempre lo haces que te sientes amenazado o con las emociones vociferando a la deriva, contéstame, por favor.

Dejen de murmurar tan alto porque escucharé lo que no te atreves a decirme, bordearan la casa y les desearé suerte de buena fe, porque sencillamente no poseo más ánimos y fortaleza para pelear. Te veo caminar lejos de mí arrastrando lo que me atreví a darte sin restricciones, estando segura que mi corazón está hecho pedazos como las memorias que comparto contigo, inertes y vacías, tan huecas que se asemejan a tu pecho, Katsuki.

¿No lo sabías?