Capítulo 31
Álex falleció una madrugada de enero, una que era muy similar a esa de junio en la que Angie esperaba dando vueltas de un lado a otro por el pasillo del hospital. Parecía un animal enjaulado a punto de saltar a cualquier sitio debido a la tensión que le causaba estar en espera de una noticia de Ben. Quien, desde hacía horas, había entrado al quirófano. La joven intentaba no imaginarse las posibilidades de lo que podía fallar ahí, pero su lado más fatalista salió a relucir, impidiéndole mantenerse tranquila.
Su rostro reflejaba un gesto angustiado que no podía ocultar aún con la mascarilla. Su fatalismo siempre terminaba en muerte. Con ese ser imaginario llegando para arrebatarle otra vez a alguien que quería, recordándole que estaba condenada a la soledad y al olvido. Los flashbacks del momento en el que su madre le dijo lo que sucedió con su exnovio vinieron a su cabeza, volviéndole más difícil la tarea de reprimir su llanto, pero de nuevo se frenó al recordar que la familia de su tutor la observaba.
«Debo calmarme, todos creen que estoy enloqueciendo», pensó Angie, aunque por más que se lo repitiese, aquello que le sucedía era incontrolable.
—Angie —la llamó Bel en voz baja. La melliza se levantó de su asiento y caminó con las manos dentro de los bolsillos de sus vaqueros—, Ben dice que siempre puede con todo.
—Los buenos mentirosos me inquietan —murmuró, se talló los ojos, arruinando su maquillaje oscuro.
—Vayamos a dar una vuelta.
—Pero si nos vamos pueden decir algo —contestó nerviosa—, y no nos enteraremos. Y si...
—Por favor, necesito irme —pronunció severa.
Bel dio media vuelta y caminó un par de pasos hacia adelante. Angie, aunque no lo deseaba, se apresuró a alcanzarla.
—Tal vez no pueda entender cómo te sientes, pero eso no quita el hecho de que Ben es mi mellizo —completó ella.
—Vosotros seguro pensáis que soy una exagerada —mencionó con un gesto incómodo que la mascarilla pudo disimular, se sentía mal consigo misma, mucho más atormentada—. A tu madre no le gusto.
—No le hagas caso a mi mamá, siempre ha sido insufrible y ahora está peor —resopló, rememorando todas las peleas que tuvieron durante el encierro. Se retiró uno de los elásticos de la mascarilla, ya que comenzaba a hartarse.
—Benny dice exactamente lo mismo —sonrió con amargura.
La melliza paró en seco, justo enfrente de donde se encontraba una máquina de café expreso. Las luces estaban por la mitad, únicamente alumbraban lo necesario, lo que hacía ver el resto del pasillo como algo interminable. Incluso Angie llegó a pensar que La muerte, en forma de un ente paranormal, se aparecería de esa penumbra, dispuesta a llevarse a quien veía como la cura para su soledad.
—Angie. —Bel tragó saliva y se acomodó el cabello azabache detrás de la oreja—. ¿Qué tanto quieres a Ben?
—No lo sé —expresó en un susurro. Comenzó a jugar con su cabello corto y a mover los pies en un frenesí ansioso—. Lo suficiente como para tenerme aquí en plena madrugada, a pesar de lo que me provoca. Ni siquiera Lis está aquí y eso que antes la vi...
—Elisa y Ben terminaron, definitivamente.
Angie sintió sus piernas flaquear y sus ojos cristalizarse, se llamó a sí misma ridícula, pero su sensibilidad era tanta que le quemaba por dentro.
—Es mi culpa, yo he estado entrometiéndome en su relación y queriendo ocupar un lugar que no es el mío.
—Deja de culparte —ladró, cogió a su compañera por los hombros—. Joder, tanto tú como él merecéis felicidad. Es más, tú mereces ser feliz más que cualquiera.
«Soy la chica cuyo exnovio se mató. Dudo que pueda ser feliz», respondió en su mente. Hizo una mueca que en vano remedó una sonrisa, porque de sus ojos ámbares comenzaron a salir lágrimas.
Esas palabras eran muy similares a las últimas que escuchó pronunciar a Álex, antes de decidir acabar con su vida. Angie no encontraba coherencia en sus acciones y era lo que más le frustraba de todo, el cómo el joven se atrevió a decirle que merecía la felicidad si después decidió irse, dejándola perdida en un mundo que recién conocía y llevándose una parte de sí misma que quizá jamás recuperaría.
A pesar del maquillaje, el cambio de peinado y vestimenta continuaba siendo una adolescente vacía, extraviada y en busca de alguien a quien seguir a falta de motivación para trazar su propio camino. Angie limpió sus ojos con las mangas de su chaqueta de cuero y después se los cubrió en un vano intento de ocultarse de Bel. Odiaba que la vieran llorar, era lo que Benny entendió que nadie más logró.
La combinación de sentimientos ardiendo en su pecho y quemándole por dentro, junto con el lugar en donde se encontraba, hicieron un dúo potente que terminó por quebrarla otra vez. No podía parar su propio llanto, todo era un estresor, pues la muerte, en su forma menos abstracta, le acechaba desde el fondo del pasillo de ese hospital. Sin saber qué hacer, Bel abrazó a Angie, pero los estridentes sollozos no se detenían. Hasta su cuerpo temblaba y le costaba mantenerse en pie o respirar con naturalidad.
—¡¿Qué pasa?! —preguntó preocupada Valeria, quien salió de entre la oscuridad del fondo del pasillo. Ella había aprovechado un descanso de su guardia para ver cómo estaba su hija—. Respira, todo va a estar bien, estamos aquí, no estás sola.
Angie, ni siquiera por el deseo de no querer preocupar a su madre, podía dejar de llorar. Era un imposible contener su crisis nerviosa, y comprendió al fin la impotencia y desconexión de la realidad que Álex sentía en situaciones similares, o por qué Benny seguía negándose a subir a una bicicleta y se ponía borde cada vez que le hacía la sugerencia.
El abrazo de la melliza terminó y fue la mujer quien pasó a sujetarla con ambas manos, como si fuese otra vez una niña pequeña que necesitaba protección. Por más que Angie quería decir algo, no podía, su boca había perdido la capacidad de pronunciar palabras correctamente. Su temor más abstracto la inhabilitó, trastornando su lógica hasta hacerle creer que la muerte no solo le perseguiría por el resto de su vida, sino que le cogía de la mano con solo diecisiete años.
Todo lo que tenía que ver con Matemáticas le recordaba de uno u otro modo a Benny, así como cualquier cosa que estuviera relacionada con la música clásica o películas de culto, le hacía pensar en su exnovio. Sin embargo, a pesar de esos recuerdos, no dejó de ver películas y escuchar música, así como tampoco dejó de atender sus clases en línea. Aunque no pudiera concentrarse como debía en alguna de esas actividades, se daba el mérito de al menos intentarlo y llevar una vida lo más «normal» que pudiera.
Sus Integrales simples estaban respondidas a medias, el papel a punto de romperse debido al desgaste y su cabello corto se encontraba repleto de sobrante de borrador. Ignoraba al móvil, porque quería demostrarse a sí misma que era capaz de enfocarse en sus tareas sin ayuda de Benny. Aparte, había una buena posibilidad de que esos mensajes fueran de Clara, y no le apetecía charlar con ella, no después de todo lo que había vivido con su tutor y le ocultó.
Se animaba hablando con Kari, Tobías y Esteban, quienes no parecían preocupados en lo absoluto y nada más esperaban el mejor resultado, no les cabía que las cosas salieran mal para Benny. Angie intentaba contagiarse de ese espíritu, autoengañarse una vez más, aparentar que el ataque de pánico nunca sucedió y negarse ante las preocupaciones de sus padres.
La joven se detuvo después del cuarto intento fallido de Integral, azotó su cuerpo en el suelo y se enfocó en el techo, en la hélice que giraba sobre su cabeza. Se preguntó si Benny estaría bien, sabía solo lo elemental por las cosas que alcanzaba a decirle Valeria o lo que le mandaba Bel, pero no lo había visto en días y mucho menos escuchado su voz. Extrañaba ese poco armonioso sonido, rasposo y que denotaba cierto hartazgo, al igual que la carcajada sarcástica con destellos de egocentrismo.
Calmó sus paranoias repitiéndose la hipótesis a la que llegó desde lo de Álex: las malas noticias son las que más rápido viajan.
El timbre de llamada comenzó a sonar, haciendo que se levantara con violencia del suelo y se provocara un mareo, no se dio tiempo de recuperarse, estiró el brazo para cogerlo y sintió un escalofrío viajando por su espina dorsal al ver que quien la llamaba era Bel. El sudor frío bajó por su frente, porque para ella una llamada de la melliza a esa hora del día solo significaría algo terrible.
«¡Algo le pasó!».
En lugar de responder, sacudió su cabeza para salir del trance, haciendo que las ondas cortas se despeinaran más. Con urgencia buscó sus zapatillas negras del suelo, después cogió una mascarilla y salió corriendo de su habitación, saltando por encima de Haru, que dormía plácidamente a mitad del pasillo. No le avisó a su papá, que yacía sobre el sillón más grande del salón y se encontraba preso en las manos de Morfeo. Pensó en coger las llaves del coche, pero lo descartó al recordar que su madre se llevó el vehículo.
Resignada, cogió su bicicleta y cerró con rudeza el portón que separaba su casa de la calle. Pedaleó tan rápido como pudo, sintiendo la corriente de aire tibio golpear su rostro y haciendo caso omiso de los conductores que le insultaban por atravesarse cuando no debía. Se había vuelto osada, más temía por no estar a tiempo para evitar una tragedia, que traersela a sí misma.
Tomó un atajo que la obligó a conducir en el césped lodoso a orillas del río que recorría el pueblo. El arrullo de la corriente de agua únicamente aumentó su nerviosismo, así como el graznar de los patos. Pronto dejó esa parte, logrando divisar a la distancia el inmueble aséptico que albergaba el hospital en el que su madre trabajaba y su tutor había pasado los últimos días.
Aceleró hasta que llegó al estacionamiento de bicicletas, ni siquiera se dio el tiempo para acomodarla, solo bajó de un salto, manchando su tobillo con lodo. La parte más racional de sí misma le decía que era una tontería lo que hacía, que todo era únicamente obra de uno de esos escenarios que solía hacerse. Pero, su otra mitad, la más destructiva, le repetía que no tenía sentido correr así si el que ella esté o no, no cambiaría en nada si algo le sucedió a «su Benny».
Llamó la atención de algunos doctores por la forma en la que corría en los pasillos. Antes de que la retaran por eso, decidió ir a paso rápido pero discreto. Fuera de la habitación de su tutor no encontró a nadie, giró a los lados en busca de quien pudiera darle alguna explicación, pero su desespero fue más y acabó por pegar el oído a la madera.
Escuchó dos voces: Benny y Bel.
Angie apretó los ojos y abrió la puerta, sintiéndose más patética que siempre. En la habitación se encontraba el joven sobre su cama, usando el pijama y los cabellos despeinados otra vez, canalizado en una mano, pero sosteniendo lo que parecía ser un libro de historia. La melliza se encontraba de brazos cruzados, del lado derecho de la cama y cercana a Angie. Bel, en lugar de decir algo más, le sonrió con incomodidad y después giró para observar a su hermano con reproche.
—¿Qué haces aquí, Angie? —preguntó Bel—. Ni siquiera me diste tiempo de decirte que vinieras y ya estás aquí, ¿lees mentes?
—¿Por qué me llamaste? —atacó directamente, colocó las manos en sus muslos y recuperó el aliento.
—Hizo el trabajo sucio por mí. —Benny formó una mueca, dirigiendo sus ojos negros a Angie.
—Tenéis una charla pendiente —dijo la melliza antes de salir de la habitación prácticamente flotando.
El sonido de la puerta cerrándose hizo que Angie frunciera los labios por debajo de la tela y sus ojos acabaran por cristalizarse.
—¿Tan jodido me veo que te dan ganas de llorar? —preguntó irónico. Bajó el libro y se acomodó el flequillo que cubría parte de sus ojos—. Mira que me lo dice quién viene con el cabello lleno de basura de borrador.
Ella negó, y de paso, las lágrimas se resbalaron por sus mejillas sonrojadas.
—Es solo que yo creí que tú... te extrañaría horrores si algo te sucediera y lo imaginé. —Limpió sus ojos con el dorso de la mano—. Pensé que no volvería a ver tu cabello esponjoso, tu mirada de hastío, ese gesto raro que haces con la boca cuando estás distraído o como a veces tienes días buenos o días malos.
—Joder, eres perfecta —mencionó él sin dejar de admirar a su pupila. Una leve sonrisa se posó en su rostro demacrado.
Angie cambió su ademán a uno de preocupación, se acercó a la cama y se sentó. Buscó la cara de su acompañante y colocó una mano sobre su frente.
—¿Qué haces? —interrogó confundido.
—Estoy confirmando que no estés delirando por fiebre. —Aunque intentó mantenerse firme, su preocupación no desaparecía—. Tengo que cuidarte, no soportaría perder a alguien otra vez.
Ambos se quedaron en un perpetuo silencio incómodo, Benny puso una mano sobre la muñeca de Angie, la otra la usó para retirar los elásticos de la mascarilla y hacer que esta cayera. La joven bajó lentamente su mano, cerró los ojos, pero no alejó su rostro, únicamente se permitió sentir como su tutor le revolvía los cabellos para hacer que la basura de borrador cayera.
—¿Solo soy alguien? —habló inseguro—. Quizá lo dices así por qué tú no sientes lo mismo que yo por ti.
—¡Sí lo siento!
—¿Qué quieres decir con eso?
Ella cerró los ojos, dejando la pregunta al aire. Cortó los escasos centímetros que separaban su boca de la de él. El joven creyó que la respuesta estaba en esa acción e hizo lo mismo, haciendo que ambos concretaran un beso, largo y apasionado. Cuando se separaron, únicamente tomaron un respiro para volver a besarse de la misma manera.
—¿Ahora qué? —preguntó Angie, se separó un poco solo para recargar su cabeza en el hombro de él—. ¿Qué somos?, ¿amigos que se besan?
—No lo sé —respondió él haciendo un ademán con la mano—. No quiero presionarte, y si deseas que quedemos solo como amigos, lo aceptaré.
—¿Amigos que se comportan como novios? —cuestionó perspicaz—. No me presionas a nada porque yo también lo quiero.
Benny acarició la mejilla de Angie y miró al frente, no creyó que llegaría tan lejos, por lo que no tenía contemplada una respuesta para ese escenario.
—Llevémoslo al siguiente nivel —mencionó el joven con duda en su voz—, pero lento, ¿vale?
Angie se aferró a la mano de Benny, como si quisiera evitar que fuera a desaparecerse de un momento a otro. Tal y como le sucedió con su exnovio, quien decidió coger la mano de La muerte para que esta se lo llevara lejos de ella.
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