❀Verano❀

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— ¿Me amas?

— No.

— ¿Estás segura?

.

— ¿Y por qué me besast... Emma posa su mano rápidamente en la boquita fastidiosa del chico que está a su lado, acercando su rostro con sutileza bajo la atenta mirada azul de Norman. Lo analiza, lo mira un poquito más porque cree que es demasiado lindo para ser real y, cansina, suspira. Norman anhelaba su atención, eso lo sabía, pero de verdad quería dormir un poco en el viaje.

— Hablas una vez más y juro que ahora mismo te saco del tren, te pago un pasaje y te regreso donde tu padre.

El albino se aleja entonces de la mano pequeña de ella, frunciendo el ceño y volteando su rostro molesto para así cruzarse de brazos. Emma parpadea perpleja ante su actuar adorable, definitivamente Norman causaba en ella dudas inconmensurables, infinitas, y de verdad que no miente al pensar en ello, así que juguetona desliza su mano por su hombro y acerca su rostro hasta colocarse en él. La piel del chico encrespa al sentirla, sin embargo, está un tanto molesto, no importa que tan meliflua sea su naranjita en esos momentos.

— ¿Estás molesto? — interroga con burla.

— ¡Me cambié el peinado sólo por ti y papi Yūgo, y no me has dicho nada!se queja entonces, y aunque aquello la haga reír suavemente (nada que suave, a carcajadas), la mirada de Norman se enternece al verla y cambia de su estado de enojo a veneración únicamente por ella.

— Solo bajaste tu media lunita un poco y... ¿Usaste un nuevo shampoo?el chico de orbes azules sonríe enaltecido, mirando de soslayo a su naranjita, quien extrañada acaricia sus cabellos platinados.

— Jejeje, sí sí, usé el tuyo pero al menos te diste cuenta.

Emma suspira, lo observa una vez más y vuelve a respirar, recuerda muy bien lo que su terapeuta le había dicho para evitar la violencia, esperando demasiado no perder el control — Fingiré no haber oído nada, ahora acurrúcate mejor para que puedas dormir.

— Está bien, cielito.

— Ahora, como practicamos, Ray ¿quién es la persona más importante?

— Yo.

— ¿Quién merece lo mejor del mundo, sin importar qué?

— Yo.

— ¿Quién es la persona a la que debes amar más?

— TúAnna niega con suavidad, dando un pequeño toque a la nariz del chico, quien la mira confundido.

— Error, Ray, yo no. Tú.  Tú eres primero. Volvamos a hacerlo... ¿Quién es la persona a la que debes amar primero?

— Yoadmite entonces, refunfuñando, haciendo que la rubia asienta con felicidad y aplauda suavemente de emoción por un logro conquistado.

— Excelente.

— ¿Ya podemos descansar? — pregunta el azabache suplicante, haciendo reír a su acompañante, quien asiente y lo cubre con una de sus mantas con estampados de cámaras fotográficas, acurrucando la cabecita negra del chico en su hombro.

— Ah, por cierto ¿te das un halago frente al espejo cada que te levantas, como te indiqué?

— Sí, y demuestro más confianza frente a Norman y Emma.

— Perfecto, Ray.

༻❀༺

El sol del campo es distinto al de la ciudad, es mucho más bonito, más radiante, y por ende, más caluroso. De tal forma que Ray y Emma son los que llevan cargando a Norman, quien colapsó ante la hórrida temperatura que hace de su piel blanquiñosa sudar y su cuerpo frágil desfallecer por debilidad. Anna, por su parte, es la que demuestra que, siendo la más joven, es más lista (y más linda) que esos tres juntos, quienes extrañamente usan una capa más de ropa, a pesar de que sabían lo horrible del calor del verano, maldiciendo por lo bajo el calentamiento global. La rubia, sin embargo, luce en su menudo cuerpo un vestido de vuelo sutil, casi traslúcido, pero que en ella se ve de la forma más pura posible, mientras bebe de agua fría y se la coloca suavemente en su rostro. Aquella imagen puede ser tomada como la de un comercial de belleza, pues su cabello dorado vuela con la brisa que acaricia su piel, su rostro parece brillar y su blanca tez, con el tono celeste de su prenda, la hace ver angelical.

Ray y Emma observan a la menor, quien agita su cabello de oro igual como si de una modelo se tratase (y no está muy lejos). La pequeña ojiazul los mira tiernamente y enrojece ante aquello, ante esas miradas cansadas.

— ¿Qué pasa? ¿Po-por qué me miran así? — murmura, haciendo que ambos jóvenes, completamente sudados, señalen al pobre albino que libera risitas extrañas sobre ellos.

— El psicópata, quien es el más alto de todos nosotros, pesa demasiado y Ray y yo ya no podemos más... El calor es insoportable y... Ann, por favor, corre hacia donde Yūgo — ruega la pelirroja con respiración entrecortada, haciendo que la pequeña rubia, al verlos casi colapsar, tapa su carita roja y asiente con rapidez, pidiendo mil disculpas y corriendo hacia donde Emma le había indicado, con sus pequeñas piernas.

Si por Emma fuera, ahora mismo lanzaría a Norman en aquella hierba relativamente alta por mera venganza; eran ya tres brasieres, dos bragas y uno que otro adorno para el cabello que él ya tenía guardado en su altar, prácticamente todo lo que le había robado. Sin embargo, estaba Ray, y la pelirroja sabía demasiado bien que el azabache y el pobre chico que parece delirar encima suyo son bro's y bro con bro nunca se traicionan, por ende, Ray se lo había quitado de las manos y lo apoyaba en su hombro para que ella no le lastime.

Ambos suspiran, observan la carita de ángel de su amigo durmiendo, y por momentos, se maravillan hasta que su risita sale y lo arruina todo. Esperan unos minutos hasta que, como si se tratase de un milagro, Yūgo aparece y camina hacia ellos, quienes sonríen con idolatría y gratitud. El adulto los mira de pies a cabeza, con aires de evidente superioridad, tomando el cuerpo del muchacho de cabellos platinados sobre su hombro, como si tuviese el peso de una pluma.

— Pff, mocosos debiluchos — murmura arrogante, sonriendo suavemente con diversión, mientras Ray y Emma lo alababan con devoción.

Norman, por su parte, murmura cada que puede el nombre de Emma cerca de quien es su verdugo y futuro suegro, claro, siempre y cuando Emma lo acepte. Yūgo tan sólo aprieta los dientes, mas no lo suelta, al fin y al cabo, estaba bajo la atenta mirada de su hija adoptiva.

Y de Ray (y él le da algo de miedo cuando está enojado).

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— Ya llegamos mamá; Norman, Ray, pasen mientras Anna y yo llevamos las maletas — ordena una Emma renovada, con el cambio de ropa adecuado al igual que Ray, no obstante, Anna continúa igual, y sonriendo dulce, se encarga con Lucas de subir la tres exageradas maletas de Norman. Ray suspira ante aquello, brindando un coscorrón en aquella cabecita blanca.

— Sólo nos quedaremos dos días, no una semana — murmura molesto, causando que el más alto sonría tímido y acaricie su barbilla. De pronto, su mirada se enfoca en la cabellera negra de papi Yūgo, quien sentado en el sofá observa una foto de su antenita. No le había saludado y se reprende por ello ¿dónde estaban sus modales? Debía quedar bien frente a él, cueste lo que le cueste. El adulto no es tonto, detecta molestia aproximándose y entonces, gira su rostro topándose con los ojos azules del albino.

— Oh ¡Hola, futuro abuelo de mis hijos! ¿Cómo va su día?

— Hola, futuro pedazo de animal que formará parte de mi familia y se quiere llevar a mi antena para luego embarazarla, mi día iba bien cuando vi a Emma entrar, pero se arruinó al comprobar que sigue contigo en esa extraña relación que formaron — admite cansino de solo verle, sin embargo, debía demostrarle a Diana lo tolerante que podía ser con ese "dulce y buen" muchacho.

— Es bueno seguir manteniendo vivas las costumbres — sincera orgulloso con tan solo pensar que Emma sería su futura esposa, y Yūgo no haría nada para evitarlo. Piensa que papi Yūgo, en realidad, sería muy feliz con media docena de antenitas preciosas corriendo por aquel campo.

— Tu carita de ángel no me engaña... Tramas algo y por eso viniste aquí con Emma.

— ¿Acaso no puedo complacer los deseos de la mujer que amo, jejeje?

— Te estaré vigilando — amenaza, pero a pesar de aquello e incluso poniendo una de sus expresiones más severas (de esas que quitan el alma), Norman se mantiene firme y sonriente. Todo estaba fríamente calculado en la cabecita ingeniosa del psicópata.

— ¡Oh! Norman, viniste, hace unos días recibí tus flores, eres un dulce jovencito — Yūgo observa con asombro a Diana, quien tiene una sonrisa de sol decorando su bonito rostro. Norman, de pronto y rápidamente, le regala una mueca triunfante para después observar a la mujer de forma cálida.

— ¿Te ma-mandó flores? — interroga trémulo el adulto, viendo a su esposa asentir con delicadeza para después posar su mano en el hombro del albino, quien parece un ángel (uno que se quiere robar a su hija).

— Sí, también te las mandó a ti, pero me gustaron tanto que me las quedé... Prefiero tenerlas yo a que las botes.

Yūgo brinda una sonrisa, inhala y exhala (técnica que le enseñó también el terapeuta de Emma) hasta depositar sus ojos en el chico que parece un espectro fastidioso.

— Gasparín, largo de mi casa.

— ¡Yūgo! — regaña la rubia con adorable enojo, acariciando el hombro del albino, quien tiene los labios curvados y ojitos brillosos al verlo (le saca en cara que ya se ganó el corazón de su esposa) con ternura, como si su acto de caballerosidad lo hubiese engañado, pero nadie puede engañar a Yuugo de Glory Bell ¡nadie! — Debes ser amable con el novio de nuestra hija, es un buen muchacho.

— ¡No es su novio, solo es raro! — exclama molesto.

— No se preocupe, Diana, el señor Yūgo es sobreprotector como yo con las personas que amamos — alega con amabilidad, haciendo que la mujer, enternecida, lo observe. Dejaba en perfectas manos a su niña.

— ¡Desde cuando tuteas a mi esposa!

— El almuerzo ya está listo — anuncia Ray, quien prefirió irse de allí y cocinar con su bella rubiecita, así que ambos salen mirando con atención lo que se había formado entre Norman y Yūgo, ninguno de ellos pararía hasta que el otro se rinda.

— Papá, ya para y vamos a comer — anuncia con ánimos la pelirroja, bajando alegre de las escaleras y tomando a Norman de la mano para alejarlo del mayor, estaba segura que Yūgo estaba a punto de robarle el alma a su amante nocturno si lo miraba una vez más — ¿Cuántas veces te he dicho que no lo provoques? — susurra molesta, tomando asiento a su lado mientras disimula comodidad.

— Jejeje, Emma me tomó de la mano... Y esta vez no fui yo el primero en hacerlo.

— ¡Norman, seriedad!pide molesta.

— ¿Dormiremos juntos aquí?

— Primero me quedo sin antena antes de dormir contigo en la casa de mis padres, psicópata — aclara molesta, aunque debe admitir que la sonrisita traviesa de su compañero la hace reír con sutileza, tomando y entrelazado con más firmeza su mano.

— Al menos lo intenté, jejeje.

— ¿Me pasas la sal, papi? — pide Emma con tranquilidad, sonriendo de forma tan angelical, que Norman y Yūgo sienten quedar ciegos momentáneamente. Así que ambos, conmovidos por tal maravilla, toman la sal al mismo tiempo.

— Claro, antena / Toma, amorcito — anuncian unísonos, observándose confusos ante aquello. La mirada de Yūgo tiembla con horror de tan solo pensar en cosas indebidas, mientras que Norman tan sólo sonríe dulce, siempre manteniendo su tierna expresión.

— ¿Por qué crees que se refería a ti? — Norman observa a papi Yūgo con serenidad en su rostro, pasando lentamente la sal a la pelirroja para volver a mirar al adulto.

Emma se limita a cubrir su rostro sonrojado con sus manos. La hora del psicópata había llegado, pero ella no lo permitiría... Al menos, lucharía.

— Ella también me dice pa... — la pelirroja rápidamente tapa la boquita libidinosa del albino, mientras observa Ray con exprés suplicante, para cambiar de tema. El azabache claro que lo haría, Ray nunca dejaría que maten a su bro.

— ¿Ya quieren postre? Yo quiero postre ¿quieres postre, Norman? ¿Viejo?

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🌻¡Muchas gracias por leer, los quiero mucho mucho!🌻

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