Capítulo 2
–Espera, repítemelo de nuevo. –me dijo mi mejor amigo Ross, sentado en la cama viendo como guardaba la mayoría de ropa en una maleta que había dejado a su lado.
–Estoy comprometida con Kaira Grimmwolf.
–¡Pero no puede ser! Tú eres una vampiro y ella una mujer lobo. No tiene sentido. –comentó sin todavía querer asimilarlo. –Dime que es una broma.
–La broma sería el 28 de Diciembre, Ross. Estoy hablando en serio, muy a mi pesar. Pero es un pacto que nuestros abuelos hicieron hace algunos siglos, y debemos hacerlo. –le expliqué guardando la última chaqueta de cuero que tenía. –Creo que así bastará.
–No puedo creer que estés de acuerdo con esto, Nora. –dijo Ross levantándose de la cama. –¿Qué va a pasar con todas nuestras salidas y las fiestas?
–Supongo que podremos hacerlas, estoy comprometida no enjaulada. Todo saldrá bien.
–Si tú lo dices.
Ross se marchó a su casa mientras yo miraba por última vez la que sería mi habitación, al menos por ahora. Cogí las dos maletas y bajé a la sala principal donde mis padres me esperaban sonriendo, les devolví la sonrisa pese a que no me apetecía todo lo que habían hecho.
Subimos en el carruaje tirado por dos sementales de color negro, el cochero dio un latigazo con las riendas para que los caballos comenzaran a ir al trote. El camino hacia mi nuevo hogar era silencioso, mis padres me dieron unas pastillas que hacían que pudiera ingerir comida humana en el caso que Kaira me la ofreciera.
Aunque yo creo que me ofrecería antes una estaca en el corazón que comida la verdad.
Según me contó mi madre, la casa pertenecía a mi abuelo y al abuelo de Kaira, quiénes la compraron con motivo del pacto que habían hecho. Estaba totalmente amueblada y lista para vivir en ella, pues ambas familias habían contratado a sirvientes para cuidar la casa. La casa se encontraba en un punto del bosque donde no era territorio de ningún vampiro o manada, además estaba a un kilómetro de una ciudad de humanos.
–Ya hemos llegado. –avisó mi padre asomado por la ventana.
Dirigí mi vista a la casa, era enorme y se notaba antigua por la fachada decorada con gárgolas y otros extrañas criaturas. Las ventanas eran grandes, por lo que entraría bastante luz solar a la casa y por lo que parecía, también sería bastante grande. Nada más entrar al recinto vi que en el medio de la entrada había una gran fuente, y a los lados alguno senderos señalados por adoquines, que imagino conducirían al jardín trasero.
El día era nublado haciendo que no hubiera mucho calor. Vi a la familia Grimmwolf en la puerta principal, al vernos nos saludaron con una sonrisa mientras que Kaira me miró con odio. El cuál era mutuo.
–No está mal la casa. Por lo que sé, cuenta con alrededor de 2 baños, 2 comedores principales uno en cada planta, 3 habitaciones para invitados y 1 habitación de matrimonio, la cuál ambas compartiréis. –tanto Kaira como yo coincidimos por una vez en mirar a su padre como si lo quisiéramos matar. –También cuenta con un amplio jardín trasero, un gimnasio, una piscina y una entrada privada al bosque.
–No está mal, ¿no?
–Es perfecta. –dijo Kaira a regañadientes mientras me miraba de reojo.
–Espero que estéis bien aquí, y recordad que es por el bien de ambas especies. Nos veremos el fin de semana que viene. Y en un mes ¡La boda! –exclamó Mildred emocionada, y ambas sonreímos aunque era más una mueca de asco.
–Nos vamos ya, nos vemos chicas.
Nuestras familias se despidieron y se montaron en sus respectivos carruajes, marchándose y dejándonos a ambas solas sin saber qué decir. Me había relacionado con muchas personas de mi edad y de otras especies pero no con nuestros mayores enemigos.
De reojo vi como Kaira parecía furiosa por los gestos de su cara y de como su cuerpo estaba tenso. Cogió la maleta para entrar dentro de la mansión sin decirme nada. Decidí esperar unos minutos antes de entrar para no enfadarla más.
El interior de la casa era como me lo había imaginado, nada más entrar podía ver una gran escalera de mármol blanco con detalles negros que llegaba hasta el segundo piso, los muebles eran de madera de roble con diseños barrocos y alguno más que no pude saber. Dejé las dos maletas a un lado para investigar el piso inferior antes de ir a molestar a Kaira con mi vampírica presencia.
En el piso inferior por lo que vi contábamos con una amplia cocina con los últimos modelos en electrodomésticos y con una pequeña isla en medio con asiento para seis personas. Un gran comedor con una chimenea, y encima de esta había una televisión de plasma, el comedor además contaba con lámparas de araña y algunos detalles que reconocía que era de la manada de Kaira. También por lo que pude ver en el resto del piso, teníamos un baño, una biblioteca, un despacho y otro comedor pero de menor tamaño.
Volví a la entrada principal para recoger mis maletas y subir al piso de arriba, las paredes estaban decoradas con diversos cuadros, lámparas, muebles con jarrones florales. Lo que más me llamó la atención fue que nada más subir las escaleras podías ver un cuadro de mi abuelo estrechando la mano de otro señor, ambos con una sonrisa. Supuse que el otro hombre sería el abuelo de Kaira, y al leer los nombres en la placa que tenía el cuadro corroboré que era así.
Caminé hacia la habitación matrimonial hasta que vi que tenía la puerta cerrada, iba a tocar antes de entrar hasta que escuché algunos gruñidos y algo de ruido en el interior de la habitación, me quedé algo confundida pero llamé a la puerta antes de entrar.
Lentamente fui abriendo la puerta hasta que pude ver como Kaira estaba haciendo una barrera en la cama con cojines, al igual que la habitación la había dividido a la mitad con cojines.
–¿De dónde has sacado los cojines? –pregunté entrando a la habitación y dejando las maletas a un lado.
–¿Tú única pregunta es de dónde he sacado tantos cojines? ¿En serio? –me preguntó con cierta ironía y mirándome fijamente. Me encogí de hombros y ella bufó. –De las otras habitaciones. Por cierto, donde estás es tú mitad de habitación. Estaremos comprometidas pero quiero mi espacio licántropo, ¿entiendes?
–Claro. Aunque me parece algo innecesario. ¿Y no deberías haberme preguntado primero qué parte quería? Es de mala educación no hacerlo.
–Lo vi innecesario, llegué antes a la habitación.
–Eso no te da derecho a... –decidí callarme para no iniciar una pelea absurda. –Bien, me quedaré este lado. Sólo no me pegues las pulgas.
–Maldita chupasangre. –masculló abriendo su maleta y sacando su ropa.
Me senté en mi lado de la cama observando la habitación. Tenía el mismo diseño que el resto de la casa, la cama era bastante amplia hasta para ser de matrimonio y por lo que vi también teníamos baño personal dentro de la habitación. Decidí no preguntar sobre la mitad del baño que me correspondía.
Observé como Kaira guardaba su ropa en el armario, me sorprendió la ropa tan colorida que tenía comparada con la mía que siempre era de cuerpo. Tampoco quise decir nada sobre que sólo había un armario y que ella lo estaba acaparando, imagino que tendré que comprarme uno para mí, mientras dejé la ropa en el interior de la maleta.
La otra maleta que era metálica la dejé encima de mis piernas y la abrí, revelando que estaba acolchada por un material especial para mantener frescos los sobres de plástico de sangre. Nunca había mordido a ningún ser vivo, animal o humano, era algo que prefería no hacer sabiendo que les causaba daño el hincar nuestros colmillos en su cuello. Es por eso que un amigo de mis padres me mandaba cada mes sobres de sangre. Ningún otro vampiro sabía de esto, tanto sólo mis padres y yo, era algo que prefería no contar a nadie. No quería hacerles ver lo débil que era.
Guardé la maleta después de cerrarla debajo de la cama, observé como Kaira estaba usando su móvil y decidí seguir investigando este piso. Al cerrar la puerta tras de mí tuve la sensación de que Kaira me había mirado pero lo ignoré.
Comencé a investigar y pude ver el resto de habitaciones de invitados, lo único extraño era que no me podía tumbar en las camas, era como si alguien hubiera echado un hechizo. Imagino que fueron nuestros padres para forzarnos a que durmamos en la misma cama. A parte de las habitaciones de invitados teníamos una terraza que daba al jardín trasero donde podía ver todo, otra biblioteca con un gran escritorio para trabajar y un pequeño gimnasio que a su vez tenía una gran pantalla, la cuál parecía de cine.
Bajé al salón y me puse la televisión en un programa de cocina, comencé a pensar que realmente no sabía cocinar ya que nunca lo necesitaba pero quizá sería bueno aprender. Tal vez si le cocinara algo a Kaira me podría llevar un poco mejor con ella.
¿¡Pero en qué estoy pensando!?
Eliminé esa idea de mi mente y me puse otro canal de televisión, lo último que quería era ser su sirvienta. Una hora después apagué la televisión y se me hizo extraño que Kaira no hubiera bajado en ningún momento, es más, ni siquiera podía escuchar su corazón.
¿Se habrá muerto? ¿Le habrá dado un ictus?
Comencé a pensar en varias opciones hasta que decidí usar mi velocidad sobrehumana para subir en cuestión de segundos a la puerta de la habitación. Llamé suavemente y entré, encontrándome la habitación vacía y las ventanas abiertas. Me asomé por ellas viendo como el sol comenzaba a esconderse tras las montañas.
–¿En serio te has escapado?
Decidí usar de nuevo mi supervelocidad para ir a la ciudad más cercana, una vez allí pude ver como los humanos caminaban de un lado a otro en parejas o solos. Caminé por las calles observando los escaparates, la verdad que me impresionaba cómo los humanos podían evolucionar en algunos aspectos tan rápidos. Parecía que fuera ayer cuando ayudé a Nils Bohlin con el cinturón de seguridad para los coches.
Entré en una tienda de recreativos donde estuve jugando a algunos juegos antiguos de Arcade dónde acabé ganando todos los tickets de la máquina y consiguiendo un peluche de un panda gigante. Lo llevé con suma facilidad en mis hombros sorprendiendo al dependiente. Nada más salir de la tienda sentí como alguien agarraba el peluche e intentó huir pero solamente corría en el sitio.
Fuerza sobrehumana.
Tomé al chico por el hombro haciendo que soltara con suma facilidad el peluche, el cuál dejé en el suelo al lado de mi piernas. Aún sujetando al chico por el hombro le levanté del suelo y en un rápido giro hice que me mirase, haciendo que se sorprendiera.
–Creo que eso no era tuyo, ¿o sí? –sonreí mientras que con mi lengua acariciaba mis colmillos.
–Déjame ir. Fue una confusión. –dijo el chico algo nervioso.
–¡Policía! –gritaron detrás de mí.
Según me contó el oficial de policía, el chico había robado en el hotel más prestigioso de la ciudad y lo habían seguido hasta el centro comercial que había a tan solo unas cuadras. Los agentes me dieron las gracias y les sonreí, iba a marcharme cuando un señor trajeado que había venido con la policía se acercó a mí.
–Buenas, soy el jefe de seguridad del hotel Maya. He visto como has detenido al chico, y nos hace falta personal en el hotel. ¿Te interesaría el puesto? Podría recomendarte a la dueña. –me comentó con una sonrisa. –Me llamo Ben Stone.
–Pues...
Siempre había vivido por los lujos de mis padres, ya que al ser vampiros siempre hemos tenido grandes riquezas y realmente no necesitaría dinero, pero desde hace algunos siglos había pensado en obtener mi propio dinero y ser alguien que deje huella igual que ellos.
–Me podría interesar. –él me sonrió y me entregó una tarjeta.
–Ahí están todos los datos, si quieres dame tu número y cuando concerté una cita con la dueña te aviso.
–Suena bien.
Intercambiamos números y nos despedimos, comencé a sentir hambre y pensé que era un buen momento para regresar a casa. Una vez me adentré en el bosque, volví a usar mi velocidad para llegar en cuestión de minutos a la casa. Por lo que vi, Kaira aún no había regresado algo que en cierta parte me preocupó pero ya era mayor para hacer lo que quisiera, además estábamos prometidas a la fuerza. Ella podría tener su vida privada sin más.
Una vez entré en la habitación, saqué de debajo de mi cama la maleta y cogí uno de los sobres de sangre. Volví a dejar la maleta en su sitio y bajé al salón para ver la televisión mientras bebía la sangre, con beber un sobre al día iba bien.
Estaba terminando de ver un capítulo de la serie Miércoles cuando la puerta se abrió de sopetón, haciendo que apretara con fuerza el sobre de sangre y que mi camisa blanca con parte de mis pantalones se mancharan de sangre. Mientras tosía escondí el sobre debajo de mi camisa haciendo que se manchara más. Me giré para ver quién era, y vi como Kaira me miraba con asco.
–Mantén tus colmillos lejos de mí. Y ni se te ocurra meterte en la cama llena de sangre, que asco. –dijo y se marchó al piso de arriba.
–Qué mujer. –susurré comenzando a limpiar todo el desastre que había creado.
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