CAPÍTULO XIII: CUENTA REGRESIVA
Luego de haber escuchado la propuesta de Hikaru y de haber aceptado, todos se dispusieron en la sala para determinar el plan de acción. Nunca pensaron estar rodeados de dioses, ya que debido al sello de Sakura no podían desaparecer.
—Hay que tener cuidado, es una persona muy astuta — dijo Bálder.
—En el pasado nos engañó a todos, y nadie lo notó sino hasta la tragedia — comentó Saga.
—Lo primero es encontrar su base — planteó Otto, todos sus amigos lo habían elegido para que organizara las estrategias, por ser el más inteligente — Una vez que la localicemos podremos pasar al plan de ataque.
—La isla es muy grande — continuó Bluma — ¿Cómo haremos para encontrarla?
—Es verdad — expresó Yuki — La cuenta regresiva ha comenzado y el objetivo principal somos nosotros, ya que de esa manera los hará salir a ustedes.
—Sabe, porque nos conoce, que somos capaces de dar la vida por ustedes — dijo Mitsuki cerrando sus puños en señal de enfado.
—Hay un problema — dijo Walquiria que se hallaba sentada en una esquina al lado del solitario Eskol.
—¿Cuál es? — preguntó Akemi.
—Es que en mi condición no creo ser de mucha ayuda — dijo lamentándose.
—No te preocupes Walquiria — dijo Hikaru que se hallaba en el lado de la habitación más aislada — Yo no puedo ser partícipe de esta guerra ni puedo tomar partido por ninguno de los bandos. Sin embargo, no planeé enamorarme en esta época, y como muestra de mis sentimientos por Amara, detendré el tiempo en mitad de la noche con plena luna llena para que puedas ver — dijo sonriendo.
—¿De verdad? — preguntó ella entusiasmada.
—Sí, así que no te preocupes.
—¡Esperen! — se paró Otto de su lugar — ¿Me están queriendo decir que ella puede ver? — dijo sorprendida al igual que el resto.
—¡Siéntate Otto! — le dijo tranquila — Es cierto que puedo ver de noche, pero sólo en aquellas en las que hay luna llena, quizás sea mi conexión con Eskol — dijo a sus amigos que la miraban atónitos — Empezó hace años, gracias a eso comencé a escribir sobre hombres lobos, no le dije a nadie porque no querían que me tomaran por loca. Sin embargo, cuando llegamos a Japón al único que se lo conté fue a Akemi; Egmont, Imre y Mitsuki se enteraron anoche.
—No te preocupes amiga, tuviste tus razones para ocultarlo y nadie te juzgará por eso — la tranquilizó Amara, mientras Otto se sintió herido por no tener la suficiente confianza de su amiga.
—¿Podemos continuar con el plan? — interrumpió Tsukoyomi.
—Como iba diciendo — esquivó Otto la mirada de Walquiria — Lo mejor será hacer dos equipos de rastreo y dos de ataque. Uno irá por el norte y el otro por el sur, sólo se encargarán de encontrar la ubicación del escondite, una vez que lo logren deben venir para hacernos saber y de esa manera actuarán los equipos de ataque — terminó de decir luego de señalar un mapa viejo de la isla que Nagisa había encontrado en el depósito buscando algunas cosas que faltaban.
La joven se había sorprendido bastante con lo que estaba ocurriendo, pero sobre todo por la preocupación que Akemi había denotado por ella ya que no imaginaba los sentimientos que corrían por las venas del joven.
Akemi había salido para meditar sus imprudencias a orillas del mar, como los dioses no podían separarse de sus reencarnaciones, Amateratsu lo siguió sabiendo su descontento. Ambos se sentaron uno al lado del otro, con los pies en el agua, mirando la luna llena, recién salida sobre el ancho mar.
—Nunca me gustó la noche, me resulta nostálgica — inició una conversación el joven resignado con la presencia de la diosa.
—Sin embargo, es necesaria para calmar el espíritu — le respondió sabiamente la diosa.
—¡He sido tan imprudente! — se lamentó — Justo ahora tenían que pasar todas estas cosas, ¿justo ahora?
—La imprudencia es una virtud para aquellos que la comenten por primera vez — trató de calmarlo, entendiendo por lo que estaba pasando.
—Desde el primer día la amé, pero no podía hacer nada estando mi familia de por medio y el rango social. Siempre la vi tan frágil ante mis ataques, siempre tan llena de alegría, con esa bella sonrisa — continuaba hablando el joven — Si pudiera elegir dónde nacer lo haría a su lado para poder amarla libremente...
—¿Tanto la amas? — preguntó la diosa.
—La amo con el alma, la amo con mi vida — contestó él — Antes de ella siempre me sentí solitario, aunque siempre tuve la compañía de Mitsuki pero era diferente; me sentía sólo en el mundo, seguía la corriente sin cuestionar nada, pero todo cambió cuando conocí a Nagisa. Ella iluminó mi vida gris con su alegría me dio motivos para cuestionar la rigidez de la vida noble y me ayudó a ver qué tan patético soy.
—Nunca fue esa mi intención — dijo Nagisa con los ojos llenos de lágrimas.
—¿Qué...cómo...desde cuándo estas escuchando? — Preguntó nervioso Akemi.
—Desde el ¿Tanto la amas? De Amateratsu.
—¿Qué? Sabías que estaba escuchando y aún así no dijiste nada — miró furioso a la diosa que se estaba poniendo de pie.
—Pensé que sería mejor que se lo dijeras personalmente, pero si te decía que había sentido su presencia desde que salió de la casa, por tu orgullo de noble no hubieras pronunciado palabra alguna — y se apartó lo más que pudo para que pudieran hablar en privado.
Akemi se encontraba realmente avergonzado por lo que Nagisa había escuchado, nunca pensó que sus sentimientos en verdad fueran escuchados así de sencillo, sentía una incomodidad porque abiertamente se había declarado y eso lo colocaba en una posición de cierta inestabilidad, al igual que lo hacía vulnerable. Ella simplemente lo miraba como esperando una afirmación de lo que había escuchado, o siquiera una señal de lo que habían vivido la noche anterior en la carpa no había sido un simple sueño.
—Puedes sentarte Nagisa — dijo el joven avergonzado; y para ella fue como volver a recobrar el aire que se había apagado dentro de ella.
—Gracias.
—Se que esperas escuchar algo de mi parte, pero no se por donde empezar — le dijo volteando la mirada hacia otra dirección.
—No hace falta que digas nada Akemi — sintiendo que lo estaba obligando a algo que no le nacía.
—¿No habíamos quedado que no serías tan formal conmigo? — preguntó esta vez volteando para verla a los ojos.
—Tienes razón — dijo sonrojada — Es que han pasado tantas cosas y de manera tan rápida que no se cuáles son ciertas y cuales no.
—Es verdad, nunca pensé que estaríamos envueltos en una tragedia así — dijo volviendo a agachar la mirada — Pero hay algo que quiero que sepas.
—¿Si?
—Aunque nosotros muriéramos, y lográramos matar a Sakura, te juro — dijo tomando una de las manos del joven y colocándosela en su pecho, mientras con su otra mano le acarició el rostro — Te buscaré por cielo y tierra y te haré saber que nuca voy a dejar de amarte — y la besó como el viento sopla por los cielos.
Las lágrimas que se desbordaban en los ojos de Nagisa encontraban su muerte en los brazos del viento que las llevaba a reposar al mar; sus brazos simplemente rodeaban la fuerte espalda del joven que no paraba de temblar. El cabello plateado de Akemi se soltó para librar un poco de peso y la joven que sostenía entre sus brazos tomó esos hilos plateados y los besó. Se encontraban tan felices que no pudieron notar que desde lejos, alguien que no era Amateratsu, los observaba.
—En nuestro caso se ve que la maldición recorre un ciclo — dijo Eskol que no separaba la vista de Amateratsu.
—¿Tú ya lo sabías? — dijo Otto — Sabías que esos dos se amaban.
—Siempre lo supe, pero hoy hubiera deseado ser igual de ciega que siempre — dijo Walquiria mirando a la pareja en la arena — ¿Cómo lo haces? — le preguntó a su amigo.
—¿Cómo hago qué? — preguntó desconcertado.
—¿Cómo haces para verlos y aún así soportarlo?
—La amo tanto que siempre he deseado su plena felicidad...Vamos ya es hora de entrar y terminar la estrategia, con la cuenta regresiva no tenemos tiempo que perder.
Volvieron a reunirse en la sala, faltaba determinar quiénes pertenecerían a qué equipo para dar inicio al plan. Todos discutían sobre quiénes deberían estar en los equipos. Los dioses no querían que sus reencarnaciones corrieran riesgos y que por eso participaran de los equipos de eliminación; los chicos no querían que las chicas participaran en el tema de la muerte, por lo que querían que fueran del equipo de búsqueda; sin embargo, Amara, Otto, Yuki, Bluma y Nagisa querían formar el grupo de exterminación para que ellos no corrieran el riesgo de morir; todo era un caos.
—Bálder hazlos callar, por favor — pidió Saga a su hermano y éste inmediatamente respondió afirmativamente.
—Lo sentimos — tomó la palabra Amara — Estamos dejando que nuestros miedos se apoderen de nuestras mentes y nos nuble el pensamiento.
—Lo mejor será que nosotros decidamos los integrantes de cada equipo — terminó por decir Amateratsu, y nadie opuso resistencia.
Los cinco dioses se apartaron lo más que podían del resto y comenzaron a debatir sobre los grupos; luego de un rato, con miradas de complicidad dieron por concluido el asunto y se dirigieron hacia donde estaban todos esperando.
—Finalmente lo hemos decidido — dijo Eskol.
—Los grupos de exploración serán uno de tres personas y otro de dos — comentó Saga.
—El grupo número uno se dirigirá al norte y está compuesto por Yuki, Bluma y Amara — expresó Bálder.
—Y el grupo dos por Mitsuki y Egmont — terminó por completar el equipo de búsqueda Saga — y se dirigirán al sur.
—Imre, Walquiria y Otto serán el primer grupo de ataque — les informó Tsukoyomi.
—Finalmente Akemi y Nagisa por ser los más determinados formarán el equipo número dos de ataque — pronunció finalmente las palabras Eskol — Lo mejor será que coman y descansen al menos dos horas los equipos de exploración.
Imre, Akemi y Nagisa procuraron hacer la cena para alimentar a sus amigos, y también prepararles algo que pudieran llevar en el viaje, ya que nadie sabía cuánto podía durar. Otto y Walquiria preparaban unas mochilas con lo esencial para defenderse del enemigo y del frío, no sabían ante que peligros se podrían encontrar.
Mitsuki mientas esperaba que todo estuviera listo, descansaba en los brazos de Egmont que la mantenía apretada contra su pecho para disimular el miedo que corría por su cuerpo. Yuki y Bluma, como siempre pacíficos y amorosos caminaron por la arena una dolorosa senda de pesar y dolor, mientras que Amara solitaria y olvidada como siempre trataba de no perder la alegría tan característica de ella.
—¿Tienes un momento? — le preguntó Hikaru, señalando la puerta que daba al depósito.
—Sí — respondió rápidamente, aceptando su invitación.
Hikaru no pudo esperar a llegar hasta la parte de atrás, tomó a la joven que caminaba delante de él por la cintura y tirándola contra la arena, la besó. Se dejó llevar por el momento, pero luego de darse cuenta de la situación, Amara lo separó de ella, un tanto a la fuerza.
—¿No era qué no te podías enamorar? — dijo irónicamente ella — ¿O es qué acaso me estás utilizando para ser un pasatiempo en esta vida? — y el nudo en su garganta, por no querer conocer la respuesta, fue tomando forma.
—¿De verdad crees todo lo qué estas diciendo? Porque si me miras fijamente y eres capaz de decirme que no sientes nada por mi me haré a un lado; pero si me miras y no puedes hacerlo nunca te soltaré — dijo él joven.
—No... no sien... — intentó decirle, pero las palabras se anudaban en su garganta y sus mirada se desviaba constantemente.
—¿Ves? ¡No lo puedes decir! Es porque realmente te importo.
—¿Y qué si es así? ¿De qué sirve que te diga que estoy enamorada si no puedo ser correspondida? ¿Acaso sabes lo que se siente enamorarse de una persona desconocida, qué luego se transforma en tu profesor y no contento con eso luego te dice "soy el dios del tiempo"? No, no lo sabes y nunca comprenderás lo que se siente tener el amor sobre la palma de tu mano y que sólo en cuestión de segundos se transforme en arena que se lleva el viento — las lágrimas rompieron el silencio.
—¡No lo se! — gritó el joven tomándola entre sus brazos — No lo sé porque mi amor por ti no se ha hecho arena y no permitiré que nunca el viento te aleje de mi lado, no lo sé porque es la primera vez que me enamoro en siglos — y la joven congeló ese momento en su memoria — Estoy enamorado de ti y el miedo a perderte corre por mis venas, no hay tiempo que calme el dolor que siento dentro, no hay tiempo que cure el miedo que siento.
—Hikaru — dijo lentamente — ¡TE AMO! — y por primera vez lo besó sin miedo.
—Yo también TE AMO — y quedaron abrazados en la arena hasta que les avisaran que estaba todo listo.
Unos minutos más tarde todo estaba preparado, de modo que se reunieron para cenar; el ambiente sumamente tenso olía a miedo, el aire susurraba palabras de muerte al mar; las miradas fijas entre sus alimentos y los nervios de sus cuerpos tensados; los dioses que estaban observando se daban cuenta de que no hablaban para no llorar.
Al terminar la cena Yuki, Bluma, Amara, Mitsuki y Egmont comenzaron a vestirse con ropas más adecuadas para internarse en la selva oscura de la isla; también se colocaron las mochilas con el equipo que sus amigos les habían preparado. Se encontraron en la parte trasera de la casa, ese era el punto de partida, de ahí el plan consistía en internarse hasta dar con la laguna y luego cada grupo iría por el camino señalado en la reunión. El objetivo era claro encontrar la guarida de Sakura ante de las cinco horas.
Como Hikaru había controlado el tiempo para que estuviera de noche y Walquiria pudiera ver, Otto y Nagisa habían coordinado sus relojes para medir el paso del tiempo. Una vez que dieron un paso, sus relojes también lo hicieron y los segundos comenzaban a desaparecer. Nadie dijo nada, sentían que si hablaban se estarían despidiendo aunque nadie sabía si volverían con vida, así que sólo buscaron en los ojos de cada uno miradas de valor, miradas de fortaleza, miradas de cariño; y así partieron.
Llevaban media hora caminando en la pesadumbre de la oscuridad y cada hoja se convertía en una guadaña, que se movía por los hilos de Sakura en algún rincón. Quince minutos atrás Amara había lamentado no despedirse de su amigo cuando los caminos se separaron; y ahora ella que caminaba en medio de Bluma y Yuki, no sabía si volvería a verlo con vida.
Amateratsu y Tsukoyomi habían creado un vínculo entre todos que les permitiría saber si todos estaban bien, sin embargo, si alguien moría el vínculo se desvanecería pero no sabrían de quién se trataría hasta que lo comprobaran. Ahora Imre, Walquiria, Otto, Akemi y Nagisa rezaban para que siguieran estando todos bien.
Mitsuki y Egmont investigaban en compañía de Saga y Tsukoyomi; el terreno estaba espeso conforme avanzaban, la luz se desvanecía metros atrás, todo era tan terrorífico.
—¿Te encuentras bien? — preguntó Egmont que sostenía la mano de su amada.
—Si, no te preocupes — y apretó fuertemente la mano del joven.
—¿Ustedes no presienten nada? — preguntó el joven a sus acompañantes.
—La verdad es que no — dijo Saga lamentándose.
—Verdaderamente Discordia se ha ocultado de una manera impresionante, realmente no quiere ser encontrada — dijo Tsukoyomi mientras se abría paso entre la maleza.
El tiempo corría delante de ellos, para los jóvenes no importaba cuanto avanzaban nunca encontraban nada, solo más oscuridad y frío. Cada vez que pasaba una hora el grupo de Yuki, dejaban una marca en algún árbol para dar cuenta del camino que recorrían.
—Tengo miedo — dijo tímidamente por primera vez Amara — No entiendo porqué tuvo que pasarnos esto.
—Tranquila Amara — trató de tranquilizarla Bluma — La verdad es que yo tampoco lo entiendo muy bien, pero es bueno saber que gracias a este destino pudimos conocer personas maravillosas — he hizo una sonrisa que levemente tintineó entre tanta oscuridad.
—Vamos hay que darnos prisa antes de que nuestro tiempo se acabe — apresuró el paso Yuki que trataba de mantener la compostura.
—Es cierto, solo nos queda una hora y media.
—¡Esperen! — dijo Amara deteniéndose — Siento que algo se acerca — y giraba rápidamente por todas direcciones como si estuviera perdida — Algo viene, pero no se por dónde — los tres sacaron los cuchillos que sus amigos habían preparados como armas.
El olor nauseabundo seguía proviniendo del frente y a Egmont y Mitsuki se les hacía más difícil avanzar. Tsukoyomi y Saga mantenían la voz baja para no levantar sospecha, pero ellos sabían que Discordia los estaba observando y se divertía con sus temores.
—Esto ya no me gusta — dijo Egmont — Me estoy cansando de caminar, yo tendría que haber estado en el equipo de exterminación, no aquí — Mitsuki que tenía entrelazada la mano del joven se sintió herida, lo soltó y corrió hacia la oscuridad, llevándose con ella a Tsukoyomi.
—¡Espera! ¿A dónde vas? — gritaba el joven.
Mitsuki quería dejar de llorar, las palabras que había pronunciado Egmont penetraron en su corazón como un centenar de agujas. Ella pensaba que el destino quería que esos fueran sus últimos momentos y que lo pasaran uno al lado del otro; pero era evidente que representaba sólo una carga con la cual no quería cargar.
Cada vez se alejaba más, su estado atlético hizo que se marcara la diferencia, y en un abrir y cerrar de ojos perdió de vista a su amado.
—¿Ahora qué haremos? — preguntó Tsukoyomi que la seguía por estar atado a su alma — ¿Por qué corriste de esa manera tan imprudente? — dijo enfadado.
—Sólo no quería estar a su lado — contestó entre sollozos y con la respiración cortada.
—Lo mejor será esperar a que Egmont y Saga nos encuentren.
—¡No quiero! — dijo la joven todavía molesta — Hay que seguir avanzando.
—Entiendo lo que tu corazón siente porque también habito en él, pero lo mejor será esperar hasta que vengan, no es bueno estar solo.
—¡Me duele! — gritó dolorosamente — Algo me atravesó el pie — dijo asustada y con las manos llena de sangre.
Walquiria que conversaba con el resto el plan de ataque en la sala, sintió algo que iba más de una simple experiencia.
—¿Qué pasa Walquiria? — preguntó Otto asustado — No me digas que... — y se tapó la boca con la mano para tragar lo que nadie quería escuchar.
—No creo — comentó Akemi — Si ese hubiera sido el caso, todos nos habríamos dado cuenta.
—¿Lo sentiste verdad? — preguntó la joven a Eskol que se hallaba en cuatro patas mirando por la ventana abierta.
—¡Si! — respondió él — ¡Es el olor de la sangre! — todos callaron horrorizados.
—¿Pero de quién? — preguntó ella.
—No lo sé, no es grave pero aún así está perdiendo mucha sangre.
—¿Me estas queriendo decir que alguien allá afuera se está desangrando y nosotros no podemos hacer nada? — dijo Nagisa.
—No se preocupen — habló serenamente Amateratsu — Ellos estarán bien, esa después de todo era la idea original de ir en grupo, que se puedan ayudar en caso de alguna emergencia — todos se calmaron aunque sea por un rato.
Mientras tanto la selva se hacía cada vez más peligrosa, los árboles cambiaban de lugar, las plantas reían entre dientes, los animales nocturnos bailaban alrededor de ellos; de repente la noche no era tan buena aliada después de todo.
—Trata de no seguir moviéndote Mitsuki — trataba de hacerla entrar en razón Tsukoyomi — Si sigues así o bien podrías morir o si te salvas algún animal seguirá el rastro de sangre y vendrá por nosotros.
—No te preocupes — dijo rengueando — Tengo entendido, desde chica, que por aquí no viven animales salvajes.
—Hay que detener como sea la hemorragia. Lo siento, pero esto es por tu bien — y el dios se frenó en el medio de tanta oscuridad, extendió una de sus manos y con la otra se cortó un poco la piel. Del lugar donde debería brotar la sangre salió una gota de agua que se cristalizó hasta que llegó al pie de la joven, que inmediatamente gritó de dolor.
—¿Qué hiciste? No puedo moverme — dijo mirando la cara del dios.
—No sirve de nada que mueras por algo tan absurdo como esto, así que te paralicé hasta que Egmont y Saga vengan hasta nosotros.
—Ahora nos retrasaremos más de lo debido — dijo enojada.
—Poco me importa, es mi deber protegerte hasta último momento por más insignificante que parezca el peligro — y tomó asiento junto a la joven mientras esperaban a sus compañeros.
Akemi que se hallaba con Nagisa, tuvo un mal presentimiento, el pecho se le oprimió y comenzó a quedarse sin respiración y junto a él, Amateratsu yacía inconsciente. Nagisa gritó para que vinieran a auxiliarla y cuando los demás llegaron, el joven despertó con el rostro desfigurado del pánico y con un grito de dolor que provenía desde el fondo de su alma. En ese instante algo se cortó en todos, un lazo de sangre se secó, alguien había muerto y no podían saber quién era.
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