CAPÍTULO VIII: LA OLVIDADA

La semana seguía transcurriendo y cada uno seguía en su mundo, todos o al menos eso parecía, habían logrado aceptar dentro de su círculo a Sakura, la nueva estudiante.

Amara, que sólo seguía al grupo y que se había visto privada de su amigo que seguía la sombra de Mitsuki, había comenzado a extrañar su país, su familia y sus cosas; pero nadie lo había notado.

Ella continuaba con su espíritu alegre, aunque cada vez que decidía dar vuelta sola, con la excusa de que le gustaba explorar nuevos rincones, buscaba un lugar donde llorar sus amargas lágrimas como su nombre lo indicaba. No quería que nadie se diera cuenta de su tristeza, ya que veía que cada uno tenía las propias.

Egmont continuaba tratando de enamorar a Mitsuki, pero ella seguía escondiendo lo que en verdad le pasaba a través de la obsesión con Imre. Imre se veía atraído por Sakura que a simple vista le correspondía. Bluma había entrado al equipo de natación para estar más cerca de Yuki, que estaba enamorado de Mitsuki. Otto sufría por el rechazo de Nagisa, que ésta a su vez sufría por ver a Akemi junto a Walquiria. Entre tantos problemas amorosos Amara parecía no tener lugar.

En uno de esos días, en los que todo era hermoso, Amara se encontraba nuevamente en la casa de los Hitomi, y en la hora de receso decidió ir a dar una vuelta. El sol de la tarde resplandecía ofreciendo calidez con sus rayos a aquella que había sido olvidada. Recorrió varios centros comerciales, visitó librerías quedando sorprendida por la cantidad de mangas que allí se vendían; luego paró para tomar un refresco en un bar alemán con la idea de sentirse más cerca de casa. Al terminar el refresco retomó la marcha.

Durante su recorrido se paró frente a una galería de arte que le llamó la atención debido a su escasa información del arte oriental; así que entró para ver. Al ingresar quedó maravillada con lo que vio. Una de las pinturas que más le gustó o le llamó la atención fue el "Otani Oniji como Eitoki" que era uno de los numerosos grabados hechos en madera por Toshusai Sharaku entre 1794 y 1795 durante el período Edo de Japón. La pintura representa a un actor del Kabuki pintado en el estilo Ukiyo-e (mundo flotante). Tan concentrada estaba en su turf que no se dio cuenta que unos ojos le seguían el paso a lo lejos.

Terminando su recorrido por la galería de arte y con nuevas ideas por pintar, emprendió la marcha hacia la casa pensando que tal vez la estarían echando de menos.

Con el ánimo más alegre y ya con el reflejo de la luna en sus ojos optó por contemplarla sentada en una vieja plaza. Buscó entre los bancos todos rotos, hasta que encontró uno en medio estado y se sentó. Se relajó estirando sus piernas lo más que pudo al igual que sus brazos en dirección al cielo, y con la cabeza hacia atrás. Cerró los ojos por un segundo.

—No es bueno que una señorita tan linda ande sola durante la noche — dijo una voz muy cerca.

Amara abrió exaltada los ojos y vio a un joven sentado a su lado con su rostro inclinado sobre el de ella, como contemplándola plácidamente. Inmediatamente con el afán de escapar se corrió un centímetro del lugar olvidando que estaba al borde y cayó al suelo.

—¿Estás bien? — preguntó el joven desconocido extendiendo su mano para ayudarla.

—Creo que me golpeé muy fuerte, pero por suerte no me he lastimado, al menos — dijo ella medio quejándose.

—Disculpa, la culpa es mía.

—Por cierto ¡aléjese de mi!, no lo conozco y no se que hacía tan cerca de mí — respondió un poco asustada y tomando distancia de aquel hombre.

—¿No te has dado cuenta de que te vengo siguiendo?

—¡Es obvio que no! ¿Acaso me va a secuestrar? Si se me acerca le juro que gritaré — intentaba amenazarlo.

—¿No te parece que si lo hubiera querido hacer no lo hubiera hecho ya? Además, no se si lo notaste pero has elegido una plaza abandonada para descansar — se burló sutilmente, mientras ella miraba sorprendida a su alrededor.

—¡Está bien! No lo había notado — dijo enfadada — Y si no eres un secuestrador ¿quién eres?

—Perdona, creo que olvidé mis modales — dijo con una sonrisa cálida — Mi nombre es Izumi Hikaru — extendiendo su mano para saludarla.

—El mío es Amara Herrmann — le respondió estrechando su mano — ¿Me podrías decir desde dónde y por qué me seguías?

—Claro, es lógico que quieras saber, pero no te parece mejor ir a tomar algo y luego te acompaño hasta tu casa.

—Esta bien  — respondió ella al ver que su celular no tenía ninguna llamada perdida al igual que ningún mensaje.

El camino se hizo corto hasta el bar donde se sentaron en una de las mesas que daba a la calle; y mientras pidieron un refresco continuaron charlando.

—Así que eres alemana, y que tú y tus amigo vinieron de intercambio por medio de una beca.

—Así es, pero...Hikaru no has respondido mi pregunta todavía.

—Cierto...cierto, perdona mi olvido — se excusaba mientras daba un sorbo a su trago de color verde — Te vi en la galería de arte y me llamaste la atención, traté de hablarte varias veces pero por lo visto ibas hundida en tus propios pensamientos — y ella al oír esas palabras se sonrojó — Como noté que no te habías dado cuenta decidí seguirte, hasta al menos que pudiera saber tu nombre.

Amara sintió por primera vez vergüenza por ser tan despistada, pero sobre todo por el hecho de que Hikaru, un joven muy guapo, la hubiera estado siguiendo para hablar con ella.

Era un joven alto y moreno, con grandes ojos grises y una sonrisa tan amplia como cálida, había notado que en el antebrazo izquierdo tenía un tatuaje pero no pudo ver de qué se trataba; y que un pircing se recostaba sobre su oreja izquierda. Como buena observadora que era, pudo notar también que no era un estudiante y por lo tanto, era más grande que ella.

—¡Amara...Amara! — dijo tocándole el hombro.

—Disculpa, ¿me decías? — respondió volviendo de sus pensamientos.

—Terminaba de responder lo que me había preguntado.

—¡Ah, si! — dijo apenada.

—¿Y a qué escuela estas asistiendo?

—Al Colegio Kagome.

—Con qué estas asistiendo a uno de los colegios más importante.

—Creo que si, como no conozco no estoy muy segura que digamos.

—¿Y tu novio se llama...? — su pregunta fue interrumpida por el celular de Amara que no se había dado cuenta de que estaba sonando — Amara tu celular está sonando — dijo sonriendo.

—¿Ah? Ah si...disculpa... — contestó; luego de tomar la llamada se dirigió hacia Hikaru que no paraba de observarla — Disculpa pero me tengo que ir.

—De acuerdo, pero déjame acompañarte — le pidió luego de haber pagado la cuenta.

—Está bien — y sonrió.

El trayecto se hizo bastante corto debido a las charlas que entablaban. Amara sentía que estaba volviendo a ser la misma de siempre y todo se lo debía a aquel joven extraño. Cuando estaban por llegar, Hikaru se paró de golpe en una enorme casa antigua y muy iluminada.

—Esta es la mansión de los Hitomi, una de las pocas familias nobles que quedan y la más rica de entre todas — comentó con el tono y los gestos de un guía turístico.

—Lo sé — a lo que contestó ella con una mirada cómplice.

—¿Lo sabías? — preguntó entre risas y cambiando un poco el tema preguntó — ¿dónde te estas alojando? — mirando hacia todos lados esperando que le indicara una dirección.

—Aquí — señaló con el dedo la casa que estaba en frente — Soy huésped de los Hitomi.

—¿En serio? — preguntó asombrado y un tanto confuso — Tengo entendido que en esta familia no entra cualquier persona... ¿Quién eres en verdad?

—No te alarmes, todo lo que te conté es cierto. Lo que sucede es que yo estoy en el mismo curso que Mitsuki y mis amigos en el mismo curso que Akemi, en fin terminamos todos haciéndonos amigos y los fines de semana nos hospedan en su hogar.

—En verdad que eres sorprendente, entonces tu novio debe ser Akemi, pero no me voy a dar por vencido - saludó con un beso en la mejilla a la joven y partió — Te volveré a ver ¡Te lo aseguro! — gritó mientras se alejaba.

Amara sintió un hormigueo raro en todo su cuerpo, y mientras entraba en la casa no dejaba de sonreír y pensar en todo lo que le había sucedido. En su interior se preguntó que pasaría entre el sol y la luna si se les permitiera estar juntos; pero todos sus pensamientos se disiparon al entrar en la sala de estar y ver a Egmont sentado en las escaleras con el rostro severo, que denotaba gran preocupación.

—¿Me puedes explicar dónde estabas? — preguntó Egmont con la voz irritada.

—De paseo ¿Eso es suficiente para contestar a tu pregunta?

—¿Y por qué no contestabas tu celular? Me he cansado de llamarte y por lo visto no tenías señal.

—Tiene que haber sido eso, pero vamos Egmont — dijo colgándose de su cuello en un eterno abrazo — ¿No te enojes conmigo, si? — conociendo los celos de su amigo.

—¿Y con quién has estado? ¿Has conocido a alguien en tu peregrinar? — preguntó tan audaz como detective sobre su pista.

—Claro que no — respondió un poco nerviosa, temiendo que supiera la verdad — Vamos, ya basta de interrogatorios ¿acaso no confías en mí? — trató de disipar la conversación, no quería que se enterara de que un extraño la estuvo siguiendo — Vamos que todos nos deben estar esperando para la cena — apresuradamente tomándolo de la mano y empujándolo, lo llevó hasta el comedor.

Una vez que entraron en el comedor, ya se encontraban todos dispuestos a cenar.

—Por tu cara se ve que te has divertido Amara — dijo Mitsuki sonriendo.

—Si, la verdad es que me hacía falta salir un poco de todo el encerramiento — le contestó acomodándose a la mesa.

—Es cierto que Amara es un espíritu libre, ¡qué envidia! — le sonrió Otto.

—Tampoco es para tanto.

—No sabía que Egmont fuera tan celoso — comentó desde la punta de la mesa Akemi mientras que Egmont sentado se dio por entendido con un leve gesto, al arquear sus cejas en señal de enojo.

—Siempre fue así — sonrió ella — Lo que pasa es que es muy posesivo de sus amigos y es su forma de demostrar afecto.

—¡Podemos cenar de una buena vez! — replicó el joven antes de perder la calma.

El resto de la noche transcurrió con calma, el viento llegaba hasta sus rostros en forma de brisa fresca y tierna, la luna junto con las estrellas fueron testigos de la risa que los invadía a todos.

El día los saludaba con los rayos del sol sobre sus ventanas acompañado del cantar de los pájaros que esperaban que Amara saliera a jugar con ellos, porque cuando ella se sentía sola por ser la olvidada, iba en busca de sus pequeños amigos y jugaba a buscarlos por la inmensidad de los jardines de los Hitomi. Ese día fue de los más tranquilos, se la pasaron estudiando o conversando a la sombra del gazebo.

La semana comenzó sin previo aviso, y nuevamente todos se encontraban dentro de sus uniformes y de las instalaciones del colegio. Para todos era detestable tener que separarse en las diferentes clases, ya que se habían acostumbrado a estudiar todos juntos.

Imre estaba ansioso de reencontrarse con Sakura; Akemi, Yuki y Bluma no querían volver a estar cerca de aquella joven, algo les daba mala espina. Egmont sólo quería seguir estando cerca de Mitsuki, al igual que Walquiria de Akemi; Otto a pesar de haber sido rechazado continuaba cerca de Nagisa, que seguía sufriendo por la indiferencia de Akemi. Tantas cosas pensaba Amara que no notó la presencia del Director que Justo en ese momento entró con otra persona al lado.

—Tomen asiento — replicó el director — Hoy he venido hasta aquí para informarles que el profesor Joshira se encuentra de licencia por el resto del año por razones familiares — el murmullo comenzó a crecer, pero Amara seguía zumbida en sus propios pensamientos — El profesor Izumi Hikaru será su reemplazo — y a Amara que volaba, el eco de ese nombre la volvió a la realidad — Ahora los dejo con él, por favor sean buenos alumnos — y el director se marchó.

Tras cerrar la puerta el alboroto, sobre todo entre las estudiantes, se hizo grande. Qué si es casado, que si tiene novia, que si será inteligente, qué sus aros, que sus ojos, que blablabla... Todo se hacía sordo ante la mirada fija y asombrada de Amara que se correspondía con la mirada cómplice de él.

—Mira, parece que ya se ha fijado en Herrmann.

—Qué suerte tienen algunas.

—¿Se conocerán de antes? — comenzaron nuevamente a murmurar las chicas asombradas y Egmont mientras escuchaba atentamente miraba de manera desafiante al profesor.

—¿Amara conoces al nuevo profesor? — preguntó intrigada Walquiria.

—No. ¿Por qué? — se atajó a preguntar.

—Creo que la forma en cómo se miran dice lo contrario — comentó Nagisa.

—No lo he visto nunca.

—¿Segura? — preguntó irritado Egmont.

—Les digo la verdad, no sé quien es. Sólo me llamó la atención lo joven que es — se apresuró a contestar para que no les quedaran dudas.

—Bueno. ¡Silencio alumnos! — trataba de calmar a todos mientras terminaba de acomodarse — Quiero que sepan que es un honor estar como profesor en este colegio, estoy muy contento de que me tocara este curso, ya que tengo muy buenas referencias por parte del profesor Joshira — decía mientras caminaba de un lado hacia el otro, pero posando sutilmente los ojos en Amara — Me toca presentarme para que me vayan conociendo — sonrió — Me especializó en todas las materias, aunque las que más me gustan son Literatura, Psicología y Arte. Tengo 27 años, me recibí de la universidad estatal y no soy muy bueno en los deportes — ante este comentario todos los varones de la clase comenzaron a reír — El resto sería bueno que lo fuéramos descubriendo juntos.

—¿No sería mejor empezar ya la clase? — dijo Egmont dejando al descubierto su antipatía contra el nuevo profesor.

—Estoy de acuerdo — respondió Hikaru — Pero primero tomaré asistencia así me voy familiarizando con los apellidos de cada uno.

Las primeras horas se fueron en presentaciones con el nuevo profesor; y cada instante que pasaba Amara sentía reposar su mirada sobre ella. Hubiera querido cambiarse de curso, pero de hacerlo todos, incluidos Egmont, se darían cuenta de que estaba mintiendo acerca de no conocerlo; así que sólo le restaba tener paciencia. La primera campana sonó, como nunca antes le había parecido a Amara, tan lenta y despacio que pensó que iba a morir allí.

—Vamos al buffet — comenzó Mitsuki frotándose la panza.

—Vamos de seguro que los demás nos deben estar esperando — agregó Nagisa.

—Espero que Sakura también se incorpore — dijo Otto.

—¿Quién, la estudiante nueva? — preguntó nuevamente despistada Amara.

—Si esa misma — le respondió Walquiria, recordando lo sucedido aquella noche en los pasillos y lo conversado con Akemi.

—Bueno, pero caminemos antes de que vuelva a sonar la campana para entrar — dijo Egmont queriendo tomar la mayor distancia posible de aquel hombre que ahora se encontraba borrando la pizarra.

Y así lo hicieron los seis, en dirección al buffet entre charlas que solo llevaban el nombre de los alimentos que Mitsuki quería comer. Al llegar, como lo habían mencionado ante, sus cuatro amigos los esperaban y junto a ellos Sakura. Al verlos, la mano de Bluma se agitaba hacia los lados.

Cuando llegaron hasta donde se encontraban y tomaron asiento; Yuki y Bluma fueron a comprar refrescos y comida para todos en especial para Mitsuki que moría de hambre.

—¿Alguna novedad? — preguntó Akemi que ya le estaba tomando la mano a Walquiria.

—¡Sí! — respondió instantáneamente Nagisa — Tenemos un profesor nuevo.

—Qué bien, sacan a un viejo para traer a otro viejo — contestó Akemi.

—Pues, déjame decirte Akemi que te equivocas — le respondió Nagisa Sonriente — El profesor Izumi tiene apenas 27 años y es muy apuesto.

—Que suerte que tienen — se apresuró a decir Sakura al ver la cara de enojo de Akemi.

—Pero de seguro que no es más lindo que tú — dijo Walquiria acariciando el rostro inexpresivo de Akemi, que en el fondo guardaba bastantes celos.

—Aunque parece que se ha fijado en nuestra amiga Amara — opinó Otto, mientras la joven se había vuelto a perder dentro de su mundo repasando cada detalle de lo que había sucedido.

—Vuelvo a insistir ¡Qué suerte! — dijo Sakura.

—Menos mal que estamos en otro curso — comentó Imre que estaba molesto por las actitudes que estaba teniendo Sakura.

En ese momento Yuki y Bluma se incorporaban a la conversación, y tras ellos una camarera con sus pedidos. Mitsuki se encargó de poner al tanto a ambos sobre lo que se estaba discutiendo. Mientras todos continuaban hablando, Otto vio que el profesor venía junto con otros colegas a tomar algo, aprovechando la oportunidad se lo mostró a sus amigos, que no necesitaron, al ver el alboroto entre las mujeres, que su amigo se los señalara.

El descanso siguió su rumbo y Amara no lograba incorporarse a las conversaciones, el recreo se hacía largo pero nadie notaba el silencio que emitía la joven. Internamente Amara quería salir corriendo ante esa situación que se le estaba escapando de las manos; nunca pensó que lo que le había dicho Hikaru esa noche se iba a ser realidad tan rápido.

El resto de la mañana transcurrió entre mapas en Geografía y las tópicas de Freud en Psicología. La excitación de las alumnas continuaba y la irritación de los varones comenzaba a crecer al ver lo que sucedía con las chicas. Finalmente la campana sonó para dar comienzo a las actividades extracurriculares, por lo que Mitsuki, Yuki y Bluma corrieron hacia la pileta para llegar a tiempo a entrenar. Los demás decidieron, como todos los días, ir a la biblioteca, excepto Amara que había salido sola a algún lugar; pero sólo Egmont notó brevemente su ausencia, pero luego se distrajo con otro viejo libro de Historia, de esos que tanto le fascinaban.

La joven, sacando provecho de que nadie iba a notar su ausencia, y decidió ir a su lugar preferido para estar tranquila y pensar. Buscaba ordenar los acontecimientos, tenía que encontrar alguna manera de que no notaran que conocía al nuevo profesor; no quería que Egmont saltara en su contra aunque era un poco tarde.

Amara había llegado hasta la capilla del colegio y se sentó acurrucada en uno de los primeros bancos. Tenía la facilidad de soñar despierta cuando necesitaba conectar hechos con pensamientos; a pesar de su dulzura extrema era un joven muy sensible y todo la superaba, pero trataba de que nadie lo notara tapando sus verdaderos sentimientos con una sonrisa.

A lo lejos en un lugar en el que nadie conocía se oyó el abrir de una puerta y una voz conocida hizo despertar a Amara de su ensueño...

—Sabía que ibas a estar aquí — se escuchó una voz entrando en el mundo de la joven.

—¿Cómo me encontraste?

—Fue fácil, si te conocí en una galería de arte supuse que ibas a estar en el único rincón que se pareciera a eso; y el único lugar en el colegio que posee obras de arte, es la capilla.

—¿Por qué no me dijiste que eras profesor? — preguntó enojada.

—Porque no hubo tiempo, y cuando estaba por hablar, tu teléfono comenzó a sonar y era obvio que no pude decir nada — dijo lamentándose.

—De entre todos los colegios de Japón, justo tenías que elegir este para dar clases.

—No fue mi culpa, yo ya había aceptado el trabajo antes de conocerte, y cuando me dijiste que venías a este colegio no supe más que bendecir mi suerte — y la joven que tenía enfrente se sonrojó.

—Escuche profesor Izumi, lo mejor será que todo termine acá — dijo Amara tomando distancia.

—No pienso aceptar eso. ¿Recuerdas Amara lo que te dije esa noche antes de despedirnos? Pues bien, pienso cumplirlo.

—Pero yo no quiero problemas con nadie.

—¿Lo dices por Gottschalk? ¿Acaso él es tu novio?

—No es mi novio, es mi mejor amigo; y sí, lo digo por él. Es una persona muy celosa de sus amistades y me cuida mucho. Además, no sólo es él sino también el que dirán el resto de las chicas y los profesores, yo no soy de acá y no tengo intenciones de manchar el nombre de mi país por acciones imprudentes como ésta — pero Hikaru ya había abandonado la charla para perderse en los ojos de aquella que tenía en frente.

—Si ni él ni Akemi son tus novios no me contendré más — tomó con sus manos el rostro frágil de Amara y con la fuerza de la pasión y el deseo que le corría por las venas, la acercó hasta su boca que no dudó en entrelazar con la suya. El beso se produjo a la luz que les brindaba el vitral de colores de la Virgen. El cuerpo de Amara no paraba de temblar, su primer beso había sido robado y con él la inocencia de una niña que se convirtió en mujer. Desde ese momento Amara ya no era la olvidada, como le habían puesto los pajaritos, ahora alguien velaba por ella.

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