CAPÍTULO III: EN LA OTRA ORILLA

En la Academia de Bellas Artes de Dusseldorf el tiempo transcurre de manera distinta. La Academia tenía varias sedes en distintas ciudades debido a su prestigio; era conocida por haber generado muchos artistas famosos.

En la escalera a su entrada principal están grabadas las palabras "Fur unsere Studenten nur das Beste" ("para nuestros estudiantes sólo lo mejor"). Era una Academia muy estricta en cuanto a su reglamento de convivencia, pero un poco liberal a la hora de impartir sus clases.

En la Academia, se daban clases de todo tipo para los alumnos de nivel básico, y clases específicas sobre arte, música, literatura y danza para los alumnos de grados superiores. En éstas clases se encontraban los hermanos Gottschalk; donde cada uno de ellos se especializaba en un área distinta.

Imre, el mayor de los tres era un joven sobresaliente en todo aquello que se decidiera a emprender; era de altura considerable, cabello rubio y corto; tenía ojos verdes que quitaban suspiros a todas las jóvenes de la academia. Dentro de las áreas que ofrecía la Academia, Imre se destacaba en la parte de música haciendo uso de la guitarra, entre otros instrumentos. Poseía una personalidad un poco extraña, algunas veces bueno y tímido; otras rebelde y extrovertido; una personalidad doble e intrigante.

Walquiria, la hermana del medio; agraciada en su figura como si hubiese sido la preferida de los dioses. Una joven enérgica, que destacaba en literatura; sus historias eran elogiadas tanto por alumnos como profesores y habían ganado diversos premios. Walquiria, al igual que su hermano Imre, poseía unos ojos verdes sorprendentes, grandes y redondos; pero muertos. Ella, por alguna falla de la naturaleza, o como le decían sus amigas, por envidia de las diosas, había nacido ciega; nunca pudo conocer más allá de lo que la luna le mostraba.

Finalmente el tercero de los hermanos se llamaba Egmont, una persona de un carácter bastante fuerte; él era conocido por la habilidad de sus manos, se destacaba tanto en pinturas como en esculturas. Egmont tenía casi los mismos atributos que su hermano, lo único que los diferenciaba eran sus ojos grises y su masa corporal, se entrenaba bastante, por lo que su cuerpo era tallado cual escultura griega. Él se paseaba por la Academia con un aspecto desaliñado, toda su ropa cubierta de pintura, el pelo recogido por una cola; y como era bastante solitario siempre se lo podía ver por los pasillos leyendo algún que otro libro de Historia, lecturas de pasatiempo que lo volvían uno de los alumnos más cultos del lugar. Juntos, los tres hermanos, de maneras distintas lideraban la vida en la Academia Dusseldorf.

Durante las mañanas se impartían clases básicas para todos los alumnos.

—Sólo espero que el profesor de matemáticas no sea tan aburrido este año. —Y el cabello ondulado de color marrón dejó al descubierto el rostro casi perfecto de Bluma—. ¿No lo crees Imre?

—Cualquiera de estas clases me resultan aburridas.

—Si, si, ya lo sé, todo lo que no tenga nada que ver con la música te aburre. Eres muy básico Imre. —Sonrió suavemente mientras su cara se recostaba sobre su mano a la espera de la llegada del profesor.

Bluma conoció a Imre antes de asistir a la Academia, en un concierto de uno de sus guitarristas preferidos; todos llegaron a pensar que Bluma quedó maravillada ante la belleza de su amigo; pero la verdad es que no fue así. Luego del concierto Bluma venía caminando con una de sus amigas cuando Imre, que venía distraído volcó su bebida sobre la ropa de la joven.

—¿Acaso eres idiota? —Le gritaba sin levantar la vista—. ¿Eres ciego o qué? —Finalmente al levantar su vista, sus miradas se entrecruzaron y la simpatía floreció entre los dos—. Perdón, ya sé, te quedaste deslumbrada por mí belleza. —Le respondió irónicamente.

—¿Pero quién te crees que eres? ¿Acaso tu ego no te deja ver más allá de tus narices? —Le contestó aún con más rabia.

—Y si lo arreglamos con una cita ¿Qué te parece? —Pero él sólo lograba empeorar las cosas.

Ella cansada de las idioteces de Imre, se atrevió a pegarle una cachetada.

—Pegas fuerte. —dijo mientras se sobaba la mejilla.

—Es que me entreno para ir golpeando idiotas por la vida. —Le respondió con la misma ironía.

—Puedo ver que no eres igual a las demás. —dijo con una sonrisa—. Mi nombre es Imre Gottschalk. —Extendió su mano para saludar a la joven.

—Mucho gusto. —Estrechó su mano—. Bluma Wolf la golpeadora de idiotas. —Y soltó una carcajada.

Desde ese momento se volvieron grandes amigos; incluso cuando entraron a la Academia eligieron la misma orientación, por lo que Bluma con la batería e Imre con la guitarra comenzaron a formar una banda.

Mientras tanto, en las aulas del segundo piso...

—Otto, me dejas en mi asiento por favor. —pidió amablemente Walquiria.

—Como siempre. —Le respondió un joven risueño, de cabello oscuro y de tez blanca—. Aquí está. —Puso la mano de Walquiria sobre una silla.

—Gracias amigo. ¿Hoy tenemos clase de geografía, verdad? —preguntó ella curiosamente.

—Creo que sí. Se están acomodando todos en el aula, por lo que creo que debe estar por llegar el profesor. —comentó mientras se acomodaba en su asiento.

—Buenos días alumnos, saquen sus apuntes por favor. La clase de hoy veremos geografía oriental, específicamente de Japón.

—Disculpe profesor. —Otto levantó tímidamente la mano para preguntar—. La geografía de Oriente no está en nuestro programa, ¿porqué fue incluída en esta clase?

—Muy buena pregunta Eichmann, ojalá todos estuvieran al tanto del programa de este año. —dijo mientras hacía un pequeño reclamo el profesor.

—Hay si, muy atento él. —susurró burlescamente Walquiria a su amigo.

—Este año. —Continuó hablando el profesor—. La Academia de Bellas Artes otorgará unas becas de estudio en Japón, para aquellos alumnos que saquen las mejores notas en los primeros exámenes de la próxima semana. —El cuchicheo que se armó era casi ensordecedor.

—Otto, tendremos que esforzarnos así viajamos los dos juntos.

—Como siempre. —Ambos se tomaron las manos en señal de promesa.

—Alumnos mantengamos la calma y continuemos con la clase. —El cursado continuó durante todo el día para parar a la hora del almuerzo.

El toque del timbre era algo que todos los alumnos esperaban con ansias, todos sabían, al menos los de cursos avanzados, que luego de la hora del almuerzo seguían las horas especiales, que la mayoría había elegido por preferencia.

—Egmont ¿Almorzamos juntos? —preguntó Amara, una joven que nadie sabía como logró relacionarse con el arisco de Egmont.

Amara una jovencita de pequeña estatura, muy extrovertida y cariñosa; todos en el colegio la conocían por su simpatía y alegría constante, por lo que nunca nadie entendió cómo fue a parar con Egmont que era todo lo opuesto.

Una vez que entraron a la Academia de Bellas Artes, Egmont al no conocer a nadie decidió ir a la Biblioteca por un libro de Historia que leer; mientras buscaba en la estantería hubo uno que le llamó la atención, misteriosamente el título del libro decía "ANTIGUOS MITOS NÓRDICOS". En ese momento, en el que iba a agarrar el libro, su mano rozó con la mano de Amara; ella al ver que alguien más estaba interesado en el mismo libro lo miró sonriendo y se lo dio.

—Toma, te puedes quedar con él. —Le pasó el libro con una gran sonrisa en la cara.

—Gracias. —dijo con la voz seca.

—De nada, por cierto mi nombre es Amara Herrmann. —saludó la joven.

—No tengo porque decirte mi nombre. —respondió con cierta brusquedad.

—No importa, ya lo se Egmont Gottschalk y creo que seremos buenos amigos. —Luego de su declaración lo abrazó ante la sorpresa del joven.

—Si no queda otra. —respondió Egmont un vez que la inquieta joven lo libero y se alejo, mientras retomaba la lectura de su libro de historia. Desde ese día ambos se buscaban para compartir intereses comunes.

La semana transcurrió tan rápido que ninguno de los estudiantes pensaba verse tan rápido en los exámenes. Todos se habían estado preparando arduamente, todos querían ganar la beca para viajar a Japón.

Egmont y Amara tenían que estudiar sobre la Historia de Japón; el curso de ellos había sacado esa materia por concurso. Cada curso superior sacaría una bolilla con un número y de acuerdo a ese número sería la materia que tendrían que estudiar.

Desde que se realizó el sorteo todos los cursos tenían sus materias asignadas, Egmont y Amara se sintieron felices de la materia que tenía que rendir, para los dos Historia era su fuerte, era algo que les apasionaba incansablemente. Para ellos el examen sería muy fácil, ya que habían leído infinidad de libros de Historia sobre Oriente pero igual durante la semana se estuvieron reuniendo en la biblioteca.

—¿Crees qué nos irá bien? —preguntó Amara dejando ver su cara detrás de un pequeño libro.

—¿Tienes alguna duda acaso? —respondió él tan amargo como siempre.

—¿Pero serán suficientes todo los libros que hemos leído? —preguntaba ella con miedo y con una sonrisa medio pícara.

—Ya deja de estar preocupándote sin fundamento, ¿Acaso crees que alguno de nuestros compañeros ha leído siquiera la mitad de todos los libros que nosotros hemos leído? —Ya un poco enojado por la pregunta de su amiga—. Pues déjame decirte que no; todos se basarán en la guía que el profesor les ha dado. Así que tranquilízate de una vez y ponte a leer sin molestarme.

—Qué cruel eres Egmont. —comenzó a sollozar.

—Espe..., espera; no llores ¿si? —dijo acongojado.

—Eres tan malo. —Ella seguía llorando.

—Vamos no llores, haré cualquier cosa. —habló mientras ofrecía un pañuelo a su amiga.

—¿Estas seguro?

—Si seguro.

—Pues quiero un abrazo, y que lo que quede del día estemos de la mano. —Le dijo ella con un cierto brillo en sus ojos.

—¿No te parece que es mucho? —Y su amiga volvía a hacer el intento de llorar—. ¡Está bien, está bien!; pero solo por hoy.

Al curso de Walquiria y Otto les tocó rendir sobre geografía de Japón. Desde la primera clase Otto, a pedido de Walquiria, no se separó de ella y luego de clases se juntaban a estudiar.

—¿Puedes sentir este contorno? —preguntó poniendo la mano de Walquiria sobre un montón de puntos sin sentido.

—Si, es el mapa de Japón. —contestó ella entusiasmada.

—Creo que no te hará falta que yo  continúe ayudándote. —Le dirigió una sonrisa que ella con su tacto pudo adivinar.

—Si te he pedido que me ayudes a estudiar, es porque de verdad lo necesito. No me dejes ¿si?

—De acuerdo, continuemos. —dijo luego de haber suspirado—. Habíamos dicho que en un lugar lejano se encuentra una isla denominada Nihon o Nipón que dio origen al nombre actual de Japón que significa "el país del origen del sol" ¿Qué más hemos dicho? —preguntó a su amiga.

—También dijimos que es un país compuesto por más de tres mil islas localizadas al este del continente asiático, entre el océano Pacífico y el mar de Japón. —dijo contenta.

—Muy bien, ahora si respondes bien las siguientes preguntas te traeré un refresco de regalo.

—Bien, muero de sed.

—¿Cuál es su capital y la cantidad de población total que tiene?

—Haber... déjame pensar... La capital es Tokio y la población es de 127.433.494 de personas.

—Muy bien, veo que has estado prestando atención. Vamos con la siguiente pregunta ¿Cuándo fue su fundación y qué moneda tiene? También quiero saber ¿Cuál es la montaña más alta de Japón y que gobierno posee?

—Oye, eso es trampa, fueron muchas preguntas juntas. —Entrecruzó sus brazos en señal de que estaba ofendida.

—¿Acaso no crees poder responderlas? —Le contestó en tono burlesco.

—No me provoques, si que puedo. Japón se fundó durante el siglo VII a.C.; la moneda nacional es el yen; la montaña más alta es el Monte Fuji y posee una monarquía constitucional.

—Muy bien, te acabas de ganar un refresco, iré a traerlo.

Mientras Otto iba por los refrescos, Walquiria se quedó pasando sus dedos por el mapa de Japón. Al empezar el recorrido y tocar el primer punto que da inicio al mapa algo se vino a su mente, algo así como el recuerdo de una vida pasada. De pronto sintió el olfato agudizado, el olor de un cuerpo amado; y su respiración comenzó a agitarse. La imagen de un hombre apareció en sus retinas, un hombre o una bestia; no pudo ver más porque su amigo había llegado.

—¿Qué pasa Walquiria, estás un poco pálida? —preguntó nervioso Otto al ver a su amiga.

—No pasa nada, sólo tengo un poco de hambre nada más, seguro se me ha bajado el azúcar no te preocupes.

—Si tú lo dices, entonces toma tu refresco. —Y lo extendió hasta que sus manos pudieran agarrarlo—. De naranja como te gusta.

—Gracias amigo, continuemos con el estudio. —Trató de que no se diera cuenta de que algo la mantenía con la mente ocupada y así estuvieron durante toda la tarde.

El curso de Imre y Bluma, por ser el curso más avanzado no les tocó rendir exámenes, la beca se sortearía entre los mismos compañeros a través de un sistema de votos secretos. Por lo tanto, cada uno debía continuar con sus actividades hasta el día señalado.

Cada alumno sólo dedicaba su tiempo a estar dentro de las clases de la tarde, por lo que tanto Imre como Bluma, se la pasaban en el salón de música ensayando junto con los profesores, los temas de la banda del colegio. Como ellos en las clases que se impartían durante la mañana no rendían exámenes, en cada taller se les darían una actividad específica a realizar. Al grupo de música se les encomendó tocar un tema famoso japonés, para eso deberían investigar sobre los estilos de música que se escuchaba en aquel lugar.

El grupo de Imre estaba conformado por: Bluma como la baterista, Konrad el bajista de la banda; Leonard el cantante; y finalmente él como guitarrista y líder de la banda.

—Bien que deberíamos tocar. —preguntó desde una silla alejada Konrad.

—¿Acaso alguien sabe de música oriental? —preguntó Leonard, que se hallaba parado en el umbral de la puerta—. Tiene que ser algo fácil de cantar, no pretenderán que salga cantando japonés como si nada, en tan solo una semana.

—¿Tú qué piensas Imre? —Konrad volvió su mirada ante el líder.

—Y qué voy a saber yo sobre música oriental. —dijo mostrando indiferencia ante el tema.

—Bueno muchachos, no hay que pelear, tampoco es para tanto. —Trató de tranquilizar Bluma al resto de la banda—. Ya tengo la banda y el tema; porque la verdad si tengo que esperar a que ustedes se muevan de seguro me hago vieja.

—Ha si, ¿Cómo se llama la banda y el tema? —preguntó nuevamente desde su silla Konrad.

—Espero que no se te halla ocurrido buscar una banda romántica como les gusta a las mujeres. —Se quejó Imre.

—Para nada. —dijo Bluma parada al lado de su batería—. La banda se llama "UVERworld." Es un grupo de rock, que a pesar de tener poco tiempo de actividad, se han hecho famosos. Ellos son catalogados como una banda sin estilo definido, aun mezclando el rock, pop, algunas influencias de música electrónica, R&B y beatboxing, lo que les da una calidad única a su sonido propio. Cómo verán no son para nada románticos. —recalcó ella.

—¿Y cual será el tema que tendré que cantar? —Intrigado y hasta un tanto preocupado, preguntó Leonard.

—El tema es éste. —Y conectó su celular a un equipo de música del cual salieron sonidos tan vibrantes que todos quedaron con la boca abierta—. Y se llama D-tecnolife; es el opening de un animé llamado Bleach. ¿Ven como si hice la tarea?

—Creo que tiene buena definición, los sonidos de la guitarra parecen ser fáciles, al igual que los del bajo. El que me parece que va a tener mucho trabajo es la baterista; osea tú Bluma.

—¿Por qué creen que lo elegí? Quiero sobresalir, así notarán la presencia de una mujer, y no seré tratada de manera inferior.

—Tranquila Bluma, nadie te trata inferiormente en la Academia, nadie se atrevería. —dijo Imre.

Luego de eso comenzaron a ensayar, todos estuvieron de acuerdo con la propuesta de Bluma, que en todo momento quería sobresalir, sentía que todo el tiempo tenía que estar demostrando que era digna de ser amiga de Imre y de que su talento era suficientemente bueno como para estar en la banda.

Luego del ensayo, cuando todos habían terminado y se habían retirado a las duchas para bañarse e irse a casa; solo quedaron Imre y Bluma que intentaba seguir practicando. Imre se encontraba en su faceta de timidez por lo que le costó mucho invitar a Bluma a tomar algo. Ella conociendo los estados por los que pasaba su amigo aceptó sin pensarlo.

Ya de noche, la luna se reflejaba en el espejo del lago que se encontraba a la salida de la Academia. Las calles de Munich eran frías, todo estaba congelado; las luces de los faroles eran realmente un espectáculo que nadie se perdía. Al salir tomaron por la calle de la derecha que topaba en un caluroso bar. El Bar Barschwein era el preferido de Bluma; y siempre que Imre quería hablar de algo importante iban ahí a tomar unas cervezas. El lugar tenía unas barras curvadas de color rojo, si gustaban podían llevar sus propios alimentos para consumir; pero durante los fines de semana se llenaba tanto que era necesario hacer una reserva.

—De que quieres hablar Imre. —preguntó ella luego de acomodarse en una de las barras.

—De nada, solo necesitaba salir de lo cotidiano de la Academia. —contestó él con una sonrisa en la cara mientras con su mano derecha tomaba el vaso de cerveza que habían pedido.

—La verdad es que no te creo nada. —dijo bebiendo un sorbo de su vaso—. A mi no me puedes mentir, y lo sabes.

—Claro que lo se; sólo es que últimamente me he sentido un poco raro cada vez que ensayamos con la banda.

—¿Te incomoda la actitud de alguno de los chicos? —preguntó mientras trataba de sacar a tirabuzones lo que a su amigo le pasaba.

—No creo que sea la actitud de alguno de ellos, tal vez sea algo más, quizás tenga que ver con mis personalidades. —Continuó la conversación mostrándose cada vez más serio a medida que la conversación avanzaba.

—¡Bueno hombre! —exclamó al ver el rostro confundido de su amigo—. Trata de ser un poco más específico, para que yo pueda entenderte. —reclamó Bluma.

—Me siento vacío; pero sobre todo desde que empezamos a ensayar el tema de la banda japonesa. Es como si un vacío se apoderara de todo mi cuerpo, la añoranza de tiempos lejanos me brota por los poros, y voces que no conozco me llaman por mi nombre.

—¡Guau...amigo! Esto de tus personalidades te está volviendo loco, lo mejor será que visitemos nuevamente al médico. —Trató de ser serena con su sinceridad para no herir a su amigo.

—¿De verdad lo crees? —preguntó extrañado—. Quizás tengas razón, no voy a hacerme tanto drama hasta no ver al doctor. ¿Te parece que bailemos? —dijo en un tono de voz distinto al anterior.

—Veo que has vuelto a cambiar de personalidad. —Y sonriendo tomó la mano de su amigo que la invitaba al centro de la pista a bailar—. Nos hará bien bailar un rato. —Y así continuaron hasta el amanecer, los dos amigos bailando en algún bar.

La semana transcurrió sin problemas y llegaron los exámenes esperados por todos. Año tras año, la Academia sorteaba becas diferentes para sus alumnos, sin embargo; esta era la primera vez que la beca era tan importante.

El día asignado para rendir las evaluaciones todos estaban expectantes, nerviosos, pero sobre todo ansiosos, más de lo acostumbrado. Cada curso lo vivía de una manera diferente. Los profesores habían determinado que las notas estarían para el día siguiente.

La mañana transcurrió de manera más lenta que lo normal; luego de tomar los exámenes y de que los profesores se retiraran los alumnos tuvieron clases libres hasta la hora del almuerzo.

Todos los hermanos Gottschalk junto con sus respectivos amigos, se hallaban reunidos en el buffet.

—¿Cómo les fue en el examen de esta mañana? —Rompió el hielo Walquiria.

—Nosotros creemos que obtendremos la beca. —aclaró Egmont, haciendo honor también a su amiga Amara.

—Tiene razón Egmont. A nuestro curso le tocó estudiar sobre Historia; y como los dos hemos leído bastante sobre el tema, el examen nos resultó bastante fácil. —Se explayó—. ¿Y al curso de ustedes Bluma, sobre qué les tocó el examen? —preguntó curiosa, mientras abrazaba a Egmont que se ponía de todos colores.

—El curso de nosotros, por ser un grado superior no tuvo evaluaciones. —respondió serenamente.

—¿Y cómo sabrán quién obtiene la beca? —preguntó Otto bastante confundido.

—El profesor lo decidirá mañana mediante un sistema de votos. —aclaró Imre—. ¿Y a ti hermana cómo les fue? —preguntó dirigiendo su voz a Walquiria.

—Creo que Otto si obtendrá la beca. —Mientras palmeaba la mano de su amigo—. Por lo pronto yo no creo que la reciba.

—¿Pero por qué dices eso? —Le preguntó desconcertada Bluma.

—Es que me puse muy nerviosa, pero no me molestaría no recibirla, con el solo hecho de estudiar algo nuevo y desconocido para mi, me ha inspirado para crear un nuevo escrito.

—¡Qué emoción! —exclamó Amara—. No puedo esperar a que lo termines. Soy tu fan número uno.

—Gracias Amara, lo sé. Egmont siempre me pide que le regale el primer libro impreso y dedicado antes de que salga a la venta para dártelo. —Y una sonrisa se dibujó con la inocencia del niño que halagan por primera vez.

Luego de la hora del almuerzo, todos pasaron a sus actividades extracurriculares, pero todos con las mentes en otro lado; la impaciencia los estaba carcomiendo de a poco.

La luna que había salido nuevamente al encuentro del firmamento fue testigo de muchos sueños dando vueltas, de muchas esperanzas depositadas en cada una de las estrellas. La luna testigo fiel del insomnio silencioso y del crimen tortuoso del tiempo perezoso no dejaba de alumbrar el cielo brillante.

Finalmente llegó el gran día, el más ansiado. Todos los alumnos, a medida que iban llegando, silenciosamente se acomodaban en sus lugares a la espera del profesor. Algunos traían consigo la evidencia del desvelo; mientras que otros, sólo eran espectadores en silencio.

Todos en sus lugares esperaron la llegada del profesor de Historia; a todos les parecía que su andar, de repente se volvía más lento. Una vez el profesor ya en el aula saludó a todos y dejó sobre su escritorio las evaluaciones.

—¡Buenos días alumnos! Se que todos están ansiosos por saber el ganador de la beca, déjenme decirles que fue un empate. —Y el murmurar de la cigarra fue cobrando vida—. Por lo tanto, dos serán los dueños de la misma. Primero diré los nombres y luego entregaré a cada uno sus evaluaciones. —La situación se puso más tensa—. Los ganadores de la beca de este curso con un promedio de cien puntos son Gottschalk Egmont y Herrmann Amara. —Luego de escuchar los nombres ganadores, la audiencia se calmó.

—Te dije que obtendríamos la beca. —Dirigió su mirada a Amara que no se lo podía creer.

En otra aula se estaba llevando a cabo, tras elección de votos los ganadores de la beca del curso superior.

—Con todo lo que este premio implica. —Comenzó a relatar el profesor mientras acomodaba sus gafas—. Quiero informarles que hemos tenido, debido a su votación, un empate. Los alumnos que recibirán la beca y podrán viajar por un año a Japón son: la señorita Wolf Bluma y el caballero Gottschalk Imre. —Inmediatamente todos comenzaron a aplaudir.

—Muchas gracias compañeros por su apoyo, por confiar en nosotros y brindarnos su voto; así que en nombre de Imre y el mío trataremos de no defraudarlo. —Agradeció Bluma de pie junto a su amigo que esperaba a que ella tomara la iniciativa de hablar, debido a su timidez.

Sólo quedaba un aula por saber, y Otto y Walquiria esperaban los resultados tomados de la mano.

—Bueno alumnos, tomen asiento por favor. —Subió el tono de voz el profesor para que todos pudieran escuchar—. La verdad es que estoy muy orgulloso de las notas que hemos obtenidos; por lo que me siento honrado en decirles que el portador de la beca es el señor Eichmann Otto.

—Felicitaciones amigo, te lo mereces. —Lo felicitaba Walquiria.

—Por favor, silencio aun no he terminado. —Continuó el profesor levantando sus manos en una señal de que los alumnos volvieran a hacer silencio—. Hubo una persona que por un punto no accedió a la beca, pero como nos hemos enterado por sus profesores de taller que está escribiendo una historia oriental; la Academia en conjunto con el gobierno ha decidido hacer entrega de una última beca a la señorita Gottschalk Walquiria. —Y el resto del alumnado apoyaron las palabras del profesor con sus palmas.

—Te dije amiga que juntos lo conseguiríamos. —Le retribuyó Otto a Walquiria.

—Todo fue gracias a tu ayuda incondicional, amigo. —Le agradeció ella—. Si no hubiese sido por tu ayuda nunca me hubiera inspirado en esta historia.

Una vez que los resultados fueran expuestos dentro de cada aula, luego fueron colocados en los pizarrones de los pasillos para que todos pudieran enterarse de los ganadores.

Finalmente todos podían respirar el aroma de los cerezos de Japón en el aire, todos veían ya su llegada a un mundo totalmente diferente; todos podían sentir el calor de los alumnos del colegio donde irían de intercambio; pero nadie en verdad sabía lo que les esperaba en la otra orilla.

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