CAPÍTULO II: UN NUEVO AMANECER
Un nuevo amanecer se levanta ante la tempestad del cielo firme, los años de guerra habían continuado incansablemente, pero en este tiempo todo era distinto. Las naciones habían cambiado mucho a lo que alguna vez fueron, algunas ciudades olvidaron el culto a sus dioses como Inglaterra, que se había vuelto una potencia mundial; Alemania, Holanda, casi todas las ciudades de lo que hoy se conoce como Europa. Mientras en el otro hemisferio del mundo, el respeto y culto a sus dioses habían seguido intactos como China y Japón; como así también la India y Tailandia; con el nuevo amanecer todo era distinto.
—Rápido Nagisa, si no volveremos a llegar tarde hoy. —Una voz dulce resonaba en el aire.
—No puedo correr tan rápido como tu Mitsuki. —Le respondió la otra voz, un tanto agitada—. Espera por favor. —Levantando un poco la mirada logró divisar la figura de una hermosa joven, de grandes ojos rasgados, cabello corto y rojizo, y una sonrisa que dejaba entrever su simpatía.
—Está bien, sólo por un momento te esperaré Nagisa, pero luego no te quejes si el profesor nos reta nuevamente. —Sus manos se entrecruzaron alrededor de su espalda.
—Creo amiga que el profesor sólo me reta a mi; y no lo culpo un profesor jamás podría retar a una alumna de familia noble, es más no se cómo somos ami...
—Ah no, no empezarás de nuevo con tu discurso socialista, y la división de clase y blablabla. —respondió mientras una de sus manos se desenredaba lentamente de la otra para agarrar de un brazo a su amiga que respiraba lentamente mientras la campana sonaba—. Vamos, la campana ha sonado. —Y echaron a correr por el patio florecido del colegio.
Finalmente las jóvenes llegaron a un salón acomodando el movimiento de sus polleras.
—Nuevamente tarde. —Se oyó al compás de la puerta abrirse—. Tome asiento señorita Midori.
—Lo sentimos mucho profesor. —Y apenadas se fueron acomodando en sus pupitres.
El colegio al que asistían tanto Nagisa como Mitsuki era el más caro y prestigioso de todo Japón. Un colegio pupilo y estricto para todos los que lograban inscribirse y ser aceptados.
El colegio era conocido por su régimen estricto, por el círculo social en el que se hallaba, y por los altos resultados académicos de sus alumnos. Tanto profesores como alumnos ingresaban luego de pasar por múltiples evaluaciones, incluidos el personal de maestranza.
Las instalaciones del colegio Kagome estaban compuestas por varios sectores: al mismo se ingresaba por una larga entrada repleta de flores que conectaba con los dormitorios de los pupilos; en la planta baja antes de entrar en el recinto a mano derecha se podía encontrar con un extenso campo verde, lleno de árboles con un pequeño lago en el centro y rodeándolo a éste una pequeña capilla; mientras que si torciéramos el rumbo hacia la izquierda nos hallaríamos con el espacio donde se practicaban todos los deportes, ya fueran al aire libre o en salones cerrados.
Una vez adentro se puede encontrar un vestíbulo y en un sector a la derecha el buffet donde todos podían comprar refrigerios o tomar sus almuerzos; desde el primer piso hasta el cuarto se encuentran las aulas donde se impartía el cursado. Sus aulas son de un color gris pálido, brindando un aspecto un poco frío, el salón de los profesores se hallaba en el quinto piso junto con el auditorio y el aula magna; en el sexto piso se encontraba la pileta de natación y el salón de música; mientras que el séptimo piso lo ocupaba la biblioteca y la enfermería; y los pasillos que conectaban una habitación con otro estaban repletos de bancos y adornados con flores. Finalmente la terraza albergaba un micro ecosistema flotante, aunque ese sector escasamente alguien lo ocupaba.
Las horas en el colegio Kagome transcurrían lentamente, al menos para Nagisa y Mitsuki, que no veían la hora de que llegara el descanso para despegarse de lo cotidiano. Ambas se hicieron amigas al entrar de pupilas, pero sus cuartos estaban bastante alejados.
Mitsuki, a pesar de provenir de una familia noble, era bastante extrovertida, le gustaban los desafíos, y entre sus compañeros era bastante popular; mientras que Nagisa simplemente era su complemento perfecto, era sumamente tímida y aplicada en sus estudios, y los deportes no eran su lado fuerte. Ella contenía todo el tiempo a su amiga que era un torbellino que nunca se sabía cuándo podía arrasar con todo o cuando simplemente se podía consumir por sus pasiones.
Nagisa poseía una estatura media, era un poco pálida, de ojos marrones intensos y un abundante cabello rizado y dorado como los rayos del sol; totalmente opuesta a su amiga inseparable. Mitsuki alta, de cabello corto lacio y de rojizo atardecer, era hiperactiva y su cuerpo abundante en curvas por el beneficio de practicar deportes, su piel morena representaba la gracia del día sobre ella.
La campana sonó informando que el descanso había llegado; y ni lenta ni perezosa Mitsuki se levantó velozmente de su lugar, tomó a su amiga y partieron escaleras abajo en busca del buffet. Mitsuki poseía un apetito tremendo y si bien todos en el colegio le ofrecían sus comidas, ella para no hacer sentir mal a Nagisa, siempre los rechazaba cortesmente y bajaban a comprarlo.
—Con cuidado Mitsuki, no tengo tanta energía.
—Vamos, apúrate o se comerán todo lo que hay. —Tocaba su estómago que con impaciencia pedía a gritos algo para comer.
—Que tengas cuidado o podría chocar con algo... —Su voz calló repentinamente al momento en el que un golpe se dejó oír. Mitsuki al notar que por más que tirara del brazo de Nagisa, algo le impedía avanzar, tuvo que mirar hacia atrás.
—Dis.., dis..., disculpa Akemi. —Trató de pronunciar las palabras correctas para la persona que tenía en frente—. No fue mi intención. —Y ella no levantó la mirada en señal de que se hallaba frente a una persona de la realeza.
—Hermano, así que eras tú el que habías tropezado con Nagisa. —afirmó alegremente Mitsuki.
—Cuántas veces te he dicho Mitsuki que no me llames así en el colegio y que no te juntes con personas inferiores a ti. —Pedantemente respondió el joven a su hermana.
Tanto Mitsuki como Akemi pertenecían a la familia real Hitomi, que significa doble belleza, y verdaderamente hacían honor a su apellido.
Akemi era el hermano mayor, solamente por un año; al igual que su hermana era el chico más popular del colegio; a todos les asombraba el platinado de su cabello largo que recogía mediante un rodete. Sus ojos también eran grandes y rasgados, de un verde apasionado; su carácter y su personalidad estaban ligados al rol que cumpliría en unos años como la cabeza de su familia. Era serio y de pocos amigos, aunque la belleza lo congraciaba, no hacía caso de ninguna alumna en especial, pero ante todo, odiaba profundamente a todos los que estuvieran por debajo de su estatus.
—Vamos Nagisa, no hagas caso a las palabras de mi hermano. —Retomaron el rumbo anteriormente elegido.
Ambas, luego de haber comprado su almuerzo se dirigieron a la terraza.
—¡Arriba ese ánimo!, mi hermano es un idiota. —Trató de levantarle el ánimo mientras devoraba su almuerzo.
—Pero tiene razón, no deberías juntarte conmigo, tu provienes de un lugar que jamás podré alcanzar. —Sus ojos llenos de lágrimas y el nudo en la garganta hablaban por si solos.
Mitsuki no soportaba el trato que Akemi mantenía con su amiga especialmente; odiaba que se comportara de esa forma tan estricta, ya que lo único que lograba era la admiración de los hipócritas y el miedo de los humildes.
—Que dejes de prestar atención a lo que dice el tonto de Akemi. —Y su cara se tornó roja, llena de bronca—. Mi hermano es inseguro y necesita mostrarse de esa manera para subir su autoestima y no sentirse mal, además, creo que él siente algo por ti Nagisa.
—¿Por mi? ¿Qué dices Mitsuki? —respondía mientras secaba sus lágrimas—. Tú lo dices para hacerme sentir bien.
—Si no comes tu almuerzo me lo comeré yo. —hablaba con la boca llena.
—Si gustas, puedes comer algo. —dijo con una sonrisa en su rostro.
En ese instante la campana anunciaba el retorno de las clases, y dejaron de comer para retirarse a su curso. Nagisa en su andar pensaba en la charla que había mantenido con su amiga.
Los días en el colegio Kagome se hallaban detenidos en un reloj de arena. Cuando las clases terminaban, los alumnos o volvían a sus cuartos o paseaban libremente por el colegio. Los fines de semana eran los más esperados de todos, ya que el colegio les permitía volver con sus familias o quedarse si así lo deseaban.
Mitsuki y Nagisa se hallaban en la biblioteca, luego de haberse cambiado los uniformes, para terminar los deberes que habían recibido, ya que Mitsuki siempre necesitaba de ayuda para realizarlos.
La biblioteca, lugar poco concurrido por los alumnos, era un lugar sumamente grande, con enormes estanterías repletas de libros; y entre ellas las mesas donde se podía estudiar. La bibliotecaria era una mujer muy linda e intelectual, que ayudaba a todos con sus problemas de libros.
Mitsuki y Nagisa se habían sentado alrededor de los libros de literatura, ya que estaban realizando la tarea de mitología para esa materia. Nagisa envió a Mitsuki a buscar un libro sobre mitología en el Nuevo Mundo, mientras ella iría adelantando otra parte del trabajo.
Mitsuki fascinada por la cantidad de libros que había en los estantes, no sabía cual tomar; mientras sus ojos se pasaban uno por uno en cada libro, uno fue el que llamó su atención, y se detuvo para recogerlo. Mientras Nagisa la esperaba sumergida en sus libros.
—Que... quería disculparme por el mal trato de esta mañana. —dijo duramente Akemi—. Mi familia se molestaría si se enterara que molesto a los demás. —Y dejó sobre la mesa donde se hallaba la joven, una pequeña flor de cerezo, para luego marcharse.
Nagisa, casi sin comprender nada, tomó la flor entre sus manos como si ella fuera la flor y sus manos el escudo que la protegía. Justo en ese momento Mitsuki se acercaba enérgica con dos libros en sus manos, por lo que ella decidió guardar el obsequio en su bolso.
—Mira Nagisa lo que encontré entre tanto polvo; ahora entiendo porque el profesor Joshira nos mandó a hacer este trabajo. —hablaba entre cortado por la emoción que su cuerpo contenía—. Nadie en años ha leído estos libros.
—Tranquilízate Mitsuki, ¿Has encontrado el libro que te mandé buscar? —preguntaba aún más confundida.
—Si Nagisa, aquí tienes. —Y extendió un libro un poco arruinado, de tapa marrón en el que se podía leer "MITOS DEL NUEVO MUNDO"—. Espera amiga, aún hay más. —Su corazón se aceleraba—. Cuando estaba buscando el libro que me habías pedido algo me llamó la atención, supongo que fue porque estaba fascinada entre tantos libros, que no había notado éste. —Y dejó caer sobre la mesa un libro enorme, de cubierta verde azulado, tenía unos dibujos incomprensibles, pero su título era bastante claro "EL ORIGEN DE JAPÓN"—. Hay que ver lo que tiene.
—No creo, estamos bastantes atrasadas con el trabajo. —reprochaba Nagisa a la joven que no salía del asombro de su hallazgo—. Si perdemos el tiempo en él no creo que terminemos el informe para mañana. —habló algo apenada por ver el rostro feliz de su amiga.
Entonces Mitsuki sin decir nada, tomó el libro y lo abrió justo en el medio, una imagen ocupaba toda la página; era una bella mujer de grandes ojos rasgados; de cabello largo, rizado y rojizo, con un largo kimono rojo como la sangre. La figura del libro, cautivó la atención de ambas.
—Mira Mitsuki, la mujer del libro es idéntica a ti. — ijo Nagisa mientras miraba alternadamente al libro y a su amiga, no dando crédito a la gran similitud—. Tienes razón Nagisa. —Extendió su mano hacia la imagen y sintió como si de pronto un millón de recuerdos fueran despertando en su memoria, recuerdos que nunca había tenido.
—Observa, aquí dice que el dibujo representaba a la diosa Amateratsu, diosa del sol. —Recorría con sus dedos las pequeñas letras doradas.
—Me lo llevo. —Y cerró el libro de un solo golpe—. Vamos, terminemos el trabajo y luego cuando termine de leerlo te contaré de que trata. —Pero algo había perturbado a Mitsuki; ella nunca hubiera propuesto continuar con el reporte, es más hubiese seguido investigando el nuevo libro, pero Nagisa decidió callar para no incomodar a su amiga.
Continuaron toda la tarde dentro de la biblioteca, y a medida que pasaba el tiempo Mitsuki se mostraba más perdida, no dejaba de pensar en el libro oculto en su mochila; mientras Nagisa, un poco más disimulada, de vez en cuando se perdía en el aroma de la pequeña flor cautiva entre sus cosas. Por fin lograron terminar el trabajo y decidieron tomar un descanso cerca del lago. Al salir del lugar se encontraron con Akemi, que dejó deslizar sutilmente su mirada sobre el rostro de Nagisa; y sin quererlo notó que algo le sucedía a su hermana.
Las jóvenes descansaron apoyadas en un cerezo que aquietaba sus raíces en el lago. Por largo tiempo, quedaron en silencio contemplando el cielo estrellado, sin decir nada la una a la otra sobre lo sucedido esa tarde.
Finalmente como era de esperarse, el habla surgió entre ellas, sin tocar lo que a sus corazones atormentaba.
Más tarde en las habitaciones de hombres...
—Yo pienso que no tendría que acercarse Mitsuki a esa jovencita que no entiende nada sobre nuestra manera de vida.
—Yo creo Yuki que no es de tu incumbencia lo que haga mi hermana. —respondió agresivamente Akemi ante el comentario de su amigo.
Yuki era el mejor amigo de Akemi, si se puede decir, era alto y delgado, un joven bello, al igual que su amigo tenía el pelo blanco como la nieve (como lo dice su nombre); era muy bueno en los deportes y siempre estuvo enamorado de Mitsuki, pero por respeto a su amigo nunca le confesó nada a ella. Él también era de una de las familias más nobles de Japón, por lo cual conocía a Akemi desde chicos.
—¿Y desde cuando tanta bondad en ti Akemi? —preguntó curioso—. Voy a terminar creyendo que los rumores son ciertos. —dijo irónicamente mientras se reposaba en el sillón con los pies sobre una pequeña mesa.
—¿De qué rumores hablas? —preguntó desconcertado.
—Se dice por todo el colegio que atacas constantemente a Midori, porque en el fondo no puedes ocultar que te gusta.
—No me hagas reír; con que ese es el rumor que circula. —respondió cruzándose de brazos—. Se nota que no tienen otra cosa que hacer.
—Qué más quieres, si no te ven salir con ninguna joven, es más escasamente hablas con alguna.
—Es que ninguna está en mi nivel, y que yo sepa no hay una ley que diga que tengo que salir con alguien. —A lo que su amigo asintió para seguir con sus tareas.
Llegó la hora de acostarse y Akemi se quedó sólo en la oscuridad de su cuarto; éste poseía una ventana que tenía su vista hacia el lago. Él se recostó sobre ella y pudo observar, mientras pensaba en lo ocurrido a la tarde, que a orillas del lago se formaba una figura femenina. Mientras más forzaba su vista, podía llegar a entrever algunos detalles, como por ejemplo que la joven parecía poseer un cabello rizado.
Pasaron varios minutos en los que sólo observaba cuando de repente noto que la figura era Nagisa y que ella miraba hacia el lugar donde él se encontraba; y que grande fue su asombro al descubrirlo. Cuando sus miradas se encontraron, algo sucedió en su interior, algo que fue rápidamente reprimido.
El sol comenzó a estirar sus rayos tímidamente con el afán de lograr tocar un poco a la luna, que se despedía tristemente del firmamento al comenzar un nuevo día en el colegio Kagome.
La rutina comenzaba a repetirse en la vida de todos; tanto Nagisa como Mitsuki llegaban tarde; mientras que Akemi junto con Yuki eran los primeros en llegar a sus clases.
Luego de la campana, los alumnos que realizaban deportes por competición, se dedicaban a entrenar; por lo tanto Mitsuki y Yuki se dirigieron a la pileta. Ambos competían a nivel internacional en natación. Mitsuki lo hacía por pasión y placer, y Yuki por pasar más tiempo con ella.
La noche anterior Mitsuki no había logrado conciliar el sueño debido a que su atención había sido absorbida por el libro que encontró en su incursión a la biblioteca y ese cansancio se vio reflejado en su rendimiento.
Cuando salieron de los vestidores, todos quedaron asombrados por la belleza de Mitsuki, debido a que eran pocas las ocasiones en las que se la podía observar con poca ropa. Yuki, que siempre la observaba detenidamente, notó que algo no andaba bien en ella.
Todo transcurría de manera normal pero Mitsuki, en medio del entrenamiento se desmayó. Sentía como su cuerpo comenzaba a pesarle lentamente, sentía como cada parte se quedaba sin movimiento, incluso sentía cómo perdía la consciencia. Su cuerpo fue cayendo lentamente al fondo de la pileta; ella veía como su mano se desvanecía en la profundidad, hasta que sintió que alguien la sujetó. Con mucho esfuerzo pudo abrir los ojos, todavía mareada, vio como un hombre de cabello largo y plateado, trataba de sacarla a la superficie.
—Todavía no es tu hora, ¡despierta! —dijo el hombre misterioso; y cuando ella logró despertar se encontró tosiendo y largando el agua que había tragado, rodeada por todos.
—¿Dónde, dónde está el hombre? —preguntaba mientras se incorporaba.
—¿De qué hombre hablas? —preguntó el entrenador.
—De ese hombre de cabello largo y blanco, que vestía ropas extrañas. —Trataba de explicar.
—Creo que en la pérdida de conciencia te has confundido con Yuki. —El profesor dirigió la mirada hacia su alumno, que no paraba de observarla—. Él fue quien te sacó de la piscina.
—Gracias. —agradeció pero ella seguía segura que él no había sido.
El profesor ordenó a Yuki que le acompañara hasta los cambiadores y que luego de que estuviera lista, la acompañara hasta la enfermería.
Mitsuki, luego de cambiarse y volver al uniforme, le rogó a Yuki que no la llevara a la enfermería; y simplemente que la dejara en el buffet, alegando que su descompostura había sido culpa de su gran apetito. Pero Yuki, que todavía la notaba algo débil, decidió ir a comprar algo mientras la dejaba reposando en su habitación.
—Ya vuelvo, no te muevas Mitsuki, iré por algo de comida.
—Estás seguro que no molesto, es tu cuarto.
—Si te traje es por algo, sólo porque queda más cerca del buffet; así que recuéstate y descansa hasta que te traiga algo de comida.
Y mientras Yuki fue por algo que reanimara a Mitsuki; ella se recostó un rato en la cama, y a penas cerró los ojos el recuerdo de ese hombre volvió a su cabeza. Algo en él se le hacía familiar, de dónde lo conocía, a qué se refería con que todavía no era su hora, esas eran algunas de las preguntas que rondaban su cabeza.
Mientras más trataba de pensar, más confuso se le hacía todo.
—Tengo que dejar de pensar, ese libro me está volviendo loca. Mejor espero a que Yuki regrese con algo para comer, mi estómago ya está haciendo ruido. —Y lentamente fue cerrando los ojos, recuerdos de una vida pasada, comenzaron a atormentarla de nuevo.
Vio una mujer hermosa, la mujer del libro; vio al hombre de la piscina, vio sangre en su cuerpo, y violentamente despertó.
Yuki llegaba del buffet con algo de comida.
—¿Te encuentras bien, Mitsuki?, te ves un poco alterada.
—Si, no te preocupes. Me quedé dormida y por culpa del hambre comencé a tener pesadillas, pero ya estoy bien.
—Toma, demoré un poco, porque estaba bastante lleno el lugar. —Y extendió hacia ella, con cierta vergüenza, el alimento que le había traído.
—Gracias. —dijo tomando entre sus manos no sólo el alimento, sino que también las manos de Yuki; eso fue lo más cerca que él podía estar de ella.
—¿Qué pasó, estas bien? —Se abrió la puerta de golpe apareciendo Akemi y Nagisa. Ambos se habían enterado de lo sucedido durante el entrenamiento, y luego de clases fueron a buscarla; un alumno les había dicho que la habían visto junto a Yuki dirigirse hacia los cuartos de hombres.
—Mitsuki ¿te encuentras bien, necesitas algo? —preguntó Nagisa poniéndose a su lado.
—Pero mira que descaro más grande que tienes Midori, llamar a Mitsuki de esa manera. —contestó Akemi volviéndose hacia Nagisa con indiferencia.
—¡Hermano! —replicó Mitsuki.
—Sa..., sa... ¿sabes una cosa? Estoy cansada de tus malos tratos. Acaso no te has enterado, soy una persona igual que tu, con la misma dignidad; así que te agradecería que no me molestaras más. —respondió Nagisa armándose de valor, para el asombro de todos.
—Me encuentro mejor, Nagisa me harías el favor de acompañarme hasta mi cuarto. —Inmediatamente Mitsuki se levantó y se apoyó sobre el hombro de Nagisa, y partieron a su cuarto, dejando atrás a los demás—. Espera Nagisa. —dijo Mitsuki ya en el pasillo—. Gracias por todo Yuki. —Le devolvió una sonrisa amable, mientras se marchaban.
—¿Qué fue esa sonrisa que te devolvió mi hermana? O es acaso que aquí pasó algo de lo que no estoy enterado. —preguntaba Akemi con un tono bastante oscuro—. Cuántas veces he de decirte que ella no está a tu alcance.
—No te preocupes Akemi, sólo me estaba agradeciendo por la ayuda que le presté hoy en el entrenamiento. —Pero él albergaba en su corazón el tacto de sus cálidas manos y la sonrisa que acababa de retener en sus pupilas.
Nagisa y Mitsuki ya habían llegado a su cuarto, ella un poco más compuesta aunque su confusión continuaba, decidió no decirle nada a su amiga de las visiones que estaba teniendo, para no preocuparla.
Despidió a Nagisa desde la puerta de su cuarto luego de que ella corroborara que no le haría falta nada y de que se encontraba mejor. Una vez que se marchó, Mitsuki tomó un baño para relajarse mientras trataba de acomodar sus ideas; luego se acostó a la espera de un nuevo amanecer.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top