PASTEL
Al llegar a casa platiqué un poco con mis padres, les dije que María ya se había ido a Estados Unidos. Ella ya les había llamado para despedirse, ahora ya tendré más tiempo para nosotros ya llegaré temprano a casa y podré ayudarle a lavar y ustedes solo colgarán la ropa al siguiente día.
Durante un corto tiempo, no tenía comunicación con mi jefe, fueron quizás dos o tres semanas que solo iba los sábados a pagarme, el distanciamiento fue enorme. No solo extrañaba escuchar su voz, me hacía falta ver el cielo en su forma de mirarme.
Llegado el mes de febrero y pensando en su cumpleaños le marqué por teléfono a Lourdes...
— ¿Qué te parece si hacemos una pequeña cooperación entre el que quiera y pueda de nuestros compañeros para comprarle un pastel de cumpleaños a nuestro jefe?
—Me parece muy buena idea Isa, pero yo se lo compraré, te aviso para que vengas en la tarde.
—No se trata que tú lo compres, quizás yo también se lo pueda comprar, pero lo bonito sería que él viera nuestra unión y entre todos se lo compremos. Que él vea que todos pusimos un pequeño esfuerzo con cariño para él.
—Yo te aviso que decido.
Me queda claro que desea ser la protagonista y no voy a pelear por eso, que lo haga, no importa que él nunca sepa que fue mi intención demostrar nuestro agradecimiento, por eso lo pensé. Para demostrarle lo que todos lo queremos, aún cuando fui yo quien solo lo pensó y sintió.
Suena mi celular y es mi jefe...
—Buenas tardes Isabel ¿Cómo nos va?
—Bien, solo falta que usted traiga casas grandes, tengo clientes esperando para venir a verlas.
—Híjole, también tu hermana tiene clientes muy seguros para comprar, voy a platicar con ella. No he decidido a donde la llevaré. Ya lo decidiré y te aviso en unos días.
—Está bien, pero aquí hay mucho terreno vacío, allá solo cabe una.
—Lo voy a pensar y te aviso, si hay alguna novedad me llamas.
—Ok.
Veo llegar a mi amiga Karla...
— ¡Hola amiga! Vengo a invitarte a la plaza y no me vas a decir que no. Solo unas cheves y nos vamos, yo te invito.
—No te pensaba decir que no, vamos. ¿Y qué tal los galanes Karla?
—Ya no quiero hablar de eso, fíjate que después de platicar contigo cada vez que terminaba de hacer el amor con el hombre que fuera, me sentía cada vez peor, insatisfecha no del acto sino conmigo misma, como mujer, y decidí con mucha falta de valor cambiar ese aspecto de mí.
—Qué bueno, te felicito amiga, fue la mejor decisión Karla. Ya nos llegará un hombre de verdad y aun cuando digas que te hizo falta valor, ese valor que reconoces te ayudó a tomar tu decisión.
—Pues no queda más que esperar Isa.
Nos vamos a la plaza, es entre semana y hay muchos jóvenes divirtiéndose a pesar de ser temprano, yo traía una falda blanca que daba vuelta en la cintura y quedaba cruzada por una pierna, de las pocas veces que las usé, al ir caminando al antro que ella ya conocía, para mí era la primera vez que iba, no volteo ver a nadie y voy platicando con ella cuando de pronto escucho la voz de hombre decirme:
—Adiosssssss...
Volteo a verlo y es ¡MI JEFE! solo le digo bye. Él ya iba de salida no se detuvo para nada, me dio mucho gusto verlo por un mini segundo, ya que no lo había visto en lo que iba de la semana.
Platiqué con Karla muy a gusto, yo me fui como una o dos horas después a mi casa.
Y tengo que recalcar, que mi amiga Karla pagó las cervezas, así como en varias ocasiones cuando salíamos o me invitaba al cine, yo no tenía dinero para esas salidas.
AL SIGUIENTE DIA:
Llego a la oficina y me reporto con mi jefe, no me comenta nada del encuentro de anoche y yo tampoco pregunto nada.
Suena el celular.
—Bueno...
—Buenos días gordita, ¿Cómo estás? Ya me dijo nuestro jefe que anoche te vio en la plaza.
—Buenos días Lourdes, muy bien gracias. ¿Ahh si? ¿Te comentó eso?
—Sí, que solo te vio de pasada.
—Sí, fue una casualidad Lourdes.
—Oye ¿Ya te dijo que van a llegar unas casas muy bonitas?
—Sí, me dijo ayer que vino a la oficina. Me da mucho gusto porque tendré la oportunidad de pagarle más rápido la casa.
—Si tienes razón Isa, pero ya verás que cuando menos lo pienses ya le pagaste todo, sé que le has dejado tu sueldo completo y haz trabajado días festivos y como lo paga doble te lo ha abonado a la cuenta también, él me lo ha dicho.
—Si Lourdes, me ha costado mucho esfuerzo y algún día podré decirles a mis padres aquí está la factura de su casa, se las voy a regalar cuando la termine de pagar. Por cierto y tocando ese tema ¿Por qué les dijiste a tus amigas que tú compraste la casa?
—Me llego un cliente, luego hablamos, bye.
No tenía caso preguntarle nada, pero a veces es bueno saber la intención que la llevó a mentir y no reconocer el esfuerzo que yo estoy haciendo para pagarla. Quizás solo quería que sus amigas reconocieran el buen corazón de una acción que sería incapaz de hacer.
Días después...
Suena el celular...
—Bueno...
—Gordita ya encargué el pastel para nuestro jefe, vente en la tarde para partirlo y solo me das $100 pesos.
—Allí estaré en la tarde y te doy el dinero el sábado.
Llegué en la tarde emocionada por verlo, lo extrañaba mucho, platicar, su sonrisa, sobre todo su mirada. Lourdes puso café para cuando llegara estuviera listo, él no sabía nada, era sorpresa. Cuando llegó y me vio...
—Isabel buenas tardes. ¿Qué haces aquí, antes de tu hora de salida?
—Vine a felicitarlo por su cumpleaños... —Y le di un fuerte abrazo— deseo que cumpla muchos años más y ojalá yo esté siempre felicitándolo, deseo que siempre siga siendo muy feliz.
—Muchas gracias señorita. ¡Pero que bonito pastel! ¿Quién me lo compró?
Tengo que resaltar que nunca antes le habían regalado un pastel, obvio ésta fue idea mía, por eso se sorprendió. Ya que Lourdes tenía varios años trabajando a su lado y sólo lo felicitaban.
—Es de parte de todos nosotros. —Respondió Lourdes. Allí estábamos algunos compañeros, cuando veo llegar a Enrique.
Pasa, nos saluda a todos y le da un fuerte abrazo a mi jefe.
—Te traje cerveza para festejar canijo, ¡Felicidades!
—Gracias Enrique, pero yo soy como los niños me como el pastel con un vaso de leche o chocolate caliente, así que me quedo con mi café. Pero adelante, ustedes brinden.
— ¿Quieres una cerveza gordita?
—No gracias Enrique, prefiero seguir tomando mi café.
—Que milagro Isabel que no quieras. ¿Ya tomaste ayer? —Me pregunta mi jefe.
—No, solo no se me antoja, estoy disfrutando mi café, no siempre que me invitan una cerveza digo que sí.
—Bueno, yo me la tomaré por ustedes. —Dice Enrique sonriendo.
Le cantamos las mañanitas, él va a apagar sus velitas y lo interrumpo...
—No, antes pida un deseo.
Me mira hermosamente y sopla sus velitas. Parte el pastel y mi hermana nos sirve a cada uno, tomo mi plato y mi café, estoy sentada frente a él, me llevo un pedazo a la boca cuando lo escucho preguntarme...
—Cuéntame Isabel, como te va con tu novio el arquitecto.
Casi, casi escupo el pedazo de pastel, él me mira los labios y pasó el bocado, tomo café sin darme cuenta, solo por su presencia mi alma estaba volando, mis manos temblaban como si yo hubiera hecho algo malo, pero era su presencia, el pensar que estaba celoso me alegraba el alma. Le sonrío y respondo...
—No es mi novio, no lo será porque a mi no me interesa.
—Pero sé que te corteja.
—Si es verdad, pero yo ya se lo dije a él, que no me interesa.
Siento que me ruborizo al mil % Enrique, Lourdes, José están presentes, aun cuando me lo preguntó porque estaba sentada frente a él, ellos debieron escuchar.
Terminamos el festejo y ya se tenía que ir, lo esperaban en su casa su esposa, familiares, amigos, al marcharnos, sonriendo me dijo...
—Gracias Isabel.
—¿De que? —Pregunté muy extrañada.
—Cuidate y portate biennnn. —haciendo énfasis en el biennnn. Sin responder mi pregunta.
—Claro que si. Mi conciencia decía "Quiero portarme mal pero con usted" jijijj jajaja
*****
En una ocasión no tenía dinero y tenía que comprarle un medicamento a mi madre, decidí llamarle a Lourdes para pedirle ayuda, era la primera vez que lo hacía, ella sabía perfectamente que pagaba mi casa y mi sueldo solo era para gasolina y comida.
—Lourdes, necesito pedirte un favor.
—Dime. —Con un tono de voz, que solo la familia le conocemos de molestia.
—Tengo que comprarle una medicina a mi madre, ¿Crees que se la puedas comprar tú? Cuesta $200 pesos.
—No, yo no puedo, ¿No le has dicho a alguien más?
—No, no siento la confianza de pedirles nada, si estuvieran al pendiente de mis padres sabrían lo que les hace falta y yo no tendría que pasar por esta situación tan incómoda. Gracias.
Decido llegar al trabajo de mi hermano Federico para pedirle su apoyo.
—Buenas tardes Isabel, ¿Están bien mis padres?
—Sí, solo llegué para saber si puedes ayudarme con el medicamento de mi madre, solo esta semana. La siguientes se las sigo comprando yo.
—No puedo Isabel, sabes que tengo dos hijas que mantener y mi casa, apenas y me alcanza, tú no tienes hijos por eso no puedes comprenderlo.
Aquí quiero resaltar que yo les pedía su ayuda como si fuera un favor para mi, y no una circunstancia de amor y atención a sus padres, porque NO era obligacion de NADIE.
—Lo entiendo. Bye.
Me fui llorando camino a mi casa, no podía llegar sin la medicina de mi madre, su salud dependía de ese medicamento para controlar el diabetes, cuando yo NO podía llevarla a su cita en el seguro debía comprarla, se la daban para un mes pero ya no había pedido permiso para no faltar, abusar del buen corazón de mi jefe, solo yo lo hacía, Lourdes nunca la llevó a una sola consulta. Nadie más lo hizo.
Me detuve a un lado de la carretera a llorar, no podía dejarla sin medicina. No quería pedirle ayuda de nuevo a mi jefe porque me lo descontaría de mi salario y de todas maneras me afectaría, dudaba qué hacer. Si dejarlos un día sin comer o llevar la medicina y sí. Preferí la medicina. Entonces le llamé a mi jefe. No tenía a nadie más a quien pedirle ayuda.
—Señor Roberto, discúlpeme por llamarle ahorita, necesito pedirle un favor muy grande.
—Acabamos de cerrar la yarda Isabel no es tarde, dime ¿Qué pasó?
—Puede prestarme $200 pesos.
—Claro, solo te los descontaré de tu sueldo el sábado.
—Sí, no hay problema.
—Mañana te los doy Isabel.
—Perdón, ese es el problema. Es para un medicamento de mi madre y lo necesito ahorita para llevárselo.
—Isabel, Isabel no me hagas esto, ¿Porque no me dijiste ayer?
—Porque pensé que me ayudarían mis hermanos, pero no fue así.
Ya estaba conteniendo el llanto de nuevo, pero por nada dejaría que me escuchara llorar.
— ¿Dónde estás?
—Cercas de la casa de Lourdes. —El vive a unas escasas cuadras de donde vivía Lourdes.
—Allí espérame, ahorita te lo llevo.
Lo veo llegar con su hermosa esposa, los saludo a ambos y me entrega el dinero.
—No me vuelvas hacer esto, avísame un día antes, no sé si en otra ocasión pueda ayudarte voy a una reunión con mi esposa y venía cerca de aquí, por eso vine.
—Sí, perdóneme no era mi intención molestarlo, no lo volveré hacer.
Creo que ni él mismo se daba cuenta de mi problema, quizás porque estaba su esposa presente, quizá tenía razón y ya lo tenía enfadado con tanta ayuda, como quiera que fuera nadie se igualaba o iguala a la gran ayuda que recibí de él, comprensión y protección.
Debo decir que NUNCA le pedí dinero a Enrique o alguna otra persona fuera de mi familia, y de mi cielo que es mi jefe. A mis hermanos nunca más les pedí nada, salvo alguna emergencia que sucedió después. Y lo tengo muy presente.
Y dejo claro que cuando me refiero a mis hermanos NO incluyo a mi hermano Roberto, porque él y yo somos muy diferentes, siempre conté con él. Y muchas cosas me callé para no molestarlo o causarle preocupación. Aun sabiendo que al momento que le pidiera algo para mí o mis padres si él podía me ayudaría, pero era demasiado lo que él me ayudó con el carro, con dinero para mis padres, para el enganche de mi casa, que no me atrevía a molestarlo.
El callarme las necesidades de mis padres, y darme cuenta de la nula preocupación de mis hermanos me afectó muchísimo, me dolía, me decepcionaba y me causaba un gran sufrimiento dentro de mi espíritu darme cuenta que no les importaban. Así mismo lo sentían mis padres. En muchas ocasiones traté de llenar ese vacío en ellos, me esforcé demasiado pero entendí que tenían 6 hijos y yo no podía llenar el espacio en sus corazones de los otros 5 que amaban y extrañaban.
Llegué a mi casa con su medicina, se tomó una pastilla y más tarde le chequé la glucosa, ya se le había normalizado una hora después.
A partir de ese momento supe, entendí la responsabilidad tan grande que tenía, ya fuera por ser la cotorra de casa o porque simplemente yo decidí quedarme a su lado amándolos, cuidándolos, pero tenía muy claro que solo contaba con un hermano y vivía a una hora y media de mi casa, que estaba sola con todas las necesidades de la casa, sola con la atención que mis padres necesitaban, su salud, su vida dependían de mí en su totalidad y yo de avisarle a mi hermano. Pero la que se desvelaba cuidándolos, acompañándolos al doctor, comprando medicinas, comida y amor, era solo yo. Y eso me partía el alma en dos, me hacía sentir mucha tristeza y mucha inseguridad, miedo de no poder con esa responsabilidad y que alguno de mis padres se me muriera. Yo me sentiría culpable por no darles lo necesario para vivir bien, tranquilos, mi amor no los alimentaba, no los cuidaría en una emergencia.
Sabía que tenía que hacer algo más, esforzarme más y ganar un poco más de dinero. Fueron llegando las casas y mis compañeros tenían mucho trabajo, gracias a Dios teníamos trabajo y entonces se me ocurrió hablar con mi jefe, con mi cielo y hacerle una propuesta.
*-*
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