MICROINFARTO
AL SIGUIENTE DIA...
Me voy a trabajar. Me dedico a limpiar la oficina pero sentía la necesidad de fumar un cigarro, pero dije que no más, debo cumplir.
Veo venir a Daniel...
—Isabel, buenas tardes.
—¡Hola Daniel! ¿Cómo ha estado? Ya tenía mucho que no venía solo me saludaba a lo lejos.
—Como comprenderá no quería verla después de confesarle mis sentimientos que no han cambiado. Al menos ya puedo hablar de eso. Estoy pensando en irme a trabajar al otro lado, me ofrecieron un trabajo en un barco pesquero en Canadá, solo que es un año en altamar, bueno 6 meses, solo que yo me quedaría por un año. La paga es muy buena, aquí jamás reuniría esa cantidad de dinero.
—No sé qué decirle Daniel, si usted quiere irse me parece muy bien. ¿Cuál es el motivo por el cual aceptaría?
—El ganar dinero, para tener una vida mejor Isabel.
—Me parece muy bien desear una vida mejor pero NO necesita dinero para eso. Como ya le había dicho. Hay sentimientos que NO compra el dinero, así como momentos y personas.
—La pareja de mi ex esposa le da regalos caros a mis hijos que yo no podría comprarles, tengo que hacer un esfuerzo.
—Daniel ya le había dicho que nada ni nadie sustituye el amor de padre en sus hijos, ellos lo adoran a usted no por lo que tiene, si no por ser su padre, amoroso, comprensivo, aprenda a dedicarles tiempo, vayan a jugar pelota, al parque, abrácelos, béselos y dígales cuánto los ama, eso no lo comprará jamás el dinero. Le aseguro que serán grandes recuerdos para ellos a su lado.
—Tiene razón Isabel muchas gracias, quizás después me vaya pero por lo pronto aprovecharé el tiempo con mis hijos.
—Muy bien Daniel, así se habla.
Llega mi jefe...
—Buenas tardes...
—Buenas tardes señor. —Le responde Daniel y yo.
—Yo me retiro, con permiso. —Se va Daniel.
— ¡Que milagro señor jefe que viene a este su negocio olvidado!
—No lo olvido Isabel, siempre estoy presente o me doy mis vueltas sin que tú me veas.
—Ahhh solo pasa por aquí ¿Y no llega?
—No he tenido tiempo libre para detenerme, como ahorita si lo tengo. ¿Cómo nos ha ido?
—Muy bien, estoy esperando una llamada de un cliente, para confirmar la compra de la casa grande.
Me acerco a él mirándolo algo extrañada y le digo...
—Me permite... —Acerco mi mano a su mejilla muy cerca de sus labios, y le retiro un poco de labial rojo. Se pone muy nervioso, no sé si por mi acercamiento y retrocede antes que termine de quitarle el labial— Aún tiene labial cerca de sus labios. Si se lo quiere quitar usted. —Me doy vuelta y me regreso a sentarme, lo veo nervioso mirarme.
—No me gusta que se pinte los labios mi esposa, fue ahorita que salí de casa.
—Yo no le pregunté quien lo besó...
Se sale a responder una llamada y también suena mi celular...
—Bueno...
—Isabel, ya hice el depósito de la casa, ya lo pueden verificar. Más tarde paso para que me hagas mi contrato.
—Está bien señor aquí lo espero, cierro a las 6.00 pm si necesita que lo espere solo me avisa y con mucho gusto lo hago.
—Gracias.
Veo a mi jefe caminando en el patio hablando por teléfono... Regresa...
—Era el cliente Isabel...
—Sí, ya puede corroborar el depósito.
—Déjame comprobarlo... —Toma su celular y se sale al patio a caminar— Si ya lo hizo, hazle el contrato y yo le aviso a tu hermana ahorita que llegue a la oficina para que ya no ofrezca la casa. Hasta mañana Isabel, si hay alguna otra novedad me avisas.
—Así lo haré, solo necesito avisarle que operan mañana a mi madre por la mañana, es muy temprano pero si se llegara a tardar la operación le aviso si tuviera que llegar tarde a trabajar, de igual manera si quiere enviar a algún compañero para que no se quede cerrado. Como usted quiera. Solo sería para prevenir.
—No me digas que tengo que hacer Isabel, me espero a que me llames mañana.
—Como usted quiera.
Ahora sé que no le gusta ver los labios pintados, que alegría me daba que yo no me los pintara tanto. Pero siento extraño cuando me responde de esa forma autoritaria y a mi hermana le permite tanto atrevimiento para decidir en su negocio.
Llega el cliente. Le hago el contrato. Le llamo a mi jefe para que me diga qué día va ir a ver el terreno del cliente, se lo hago saber, al terminar cierro y me voy a casa.
****
—Isabel, me preocupa que estés sola mañana en la sala de espera cuando me operen, ¿Estarás bien? —Me pregunta mi madre.
—Si mita no se preocupe, no necesito compañía.
Dormimos temprano para estar listas y en buenas condiciones a la mañana siguiente.
Nos levantamos temprano, no podía desayunar nada mi madre así que yo tampoco lo hacía, solo me preparé un café, gracias al cielo encontré lugar en el estacionamiento del seguro. Llegamos a la sala de operaciones, la ayudé a ponerse la bata y guardé su ropa en la bolsa que llevamos, estaba sentada a su lado sosteniendo su mano que al decir verdad si estaba nerviosa y es normal estarlo. La alenté diciéndole que todo iba a salir muy bien que estaba en excelentes manos, que era muy rápida la cirugía, que no sentiría nada. Pasaron unos minutos... Escuchamos su nombre y acercarse una enfermera para pasarla al quirófano, le doy un beso, un abrazo y mi bendición, ella hace lo mismo conmigo.
—Mija, gracias por estar conmigo tu solita, te quiero.
—Y yo a usted la amo mita, en un ratito la veo.
Me indicaron pasar a la sala de espera a unos metros donde la dejé. Me voy a sentar y ya había como 10 personas más esperando su cirugía con la misma doctora.
Me acerco al mostrador y le pregunto a la enfermera...
— ¿Cuánto tiempo lleva la cirugía?
—Es muy rápido si acaso 30 minutos yo le aviso cuando haya terminado, la pasaran a reposo unos 15 minutos y luego ya se pueden retirar a su casa.
—Muy bien, no me voy a salir aquí esperaré, gracias.
Pasan 30 minutos y no me avisan... pasan 40 minutos más y nada, me levanto y me acerco de nuevo a la enfermera. —Ya pasó mucho tiempo y no me ha avisado nada de mi madre. ¿Está bien?
—Si todo está bien, solo se demoró la doctora en llegar.
—Gracias, le encargo por favor me avise.
Camino por un pasillo de escasos 5 metros, ida y vuelta, deseaba poder fumar allí un cigarro, empecé a sentir mucho miedo, nervios, mi madre debe de estar muy preocupada o asustada de esperar...
Pasa una hora más y escucho murmullos de la gente que seguía de mi madre y veo que se pone de pie una señora.
—Disculpe señora ¿Ya se va?
—Sí, cancelaron las siguientes cirugías.
— ¿Por qué hicieron eso?
—La señora que entro se puso muy mal y la están atendiendo varios médicos.
Corro al mostrador preocupada y derramando lágrimas ya, sin saber que pasaba,
—Dígame que tiene mi madre. ¿Cómo está mi madre? ¿Porque se puso mal? ¿De qué?
— ¡CALMESE! señorita ya la están atendiendo.
— ¿Porque no me dijo lo que pasaba? ¿Qué tiene mi madre? Respóndame yaaa.
—Yo no le puedo decir nada, no me corresponde.
—Solo dígame ¿Cómo está? ¡Con una chingada!
En mi desesperación, el terrible miedo que sentía corrí para entrar por donde la habían llevado, inmediatamente me jaló fuertemente del brazo un guardia impidiéndome el paso.
—Déjeme pasar es mi madre, no sé qué tiene.
—No se ponga así señorita ahorita la pasaran con la doctora, su mamá ya está bien, se lo aseguro.
Comencé a llorar, a gritarle como loca. —¡Mamá! ¡Mamá! ¡Mamá!
Me jala el hombre para sacarme de la sala, ante la vista de compasión de toda la gente que estaba allí y les pregunta.
— ¿Quién viene con la señorita?
Nadie responde y me pregunta directo.
— ¿Vienes sola?
Asentí con la cabeza sin dejar de llorar.
— ¿Quieres que le llame a algún familiar? ¿Te sientes bien?
—No tengo a nadie a quien llamarle, no, estoy mareada. Todo me daba vueltas.
No sé qué vería en mi cara, me llevó a una silla y entro al quirófano, salió la oftalmóloga...
—Isabel tu mamá ya está estable ahora que este bien completamente te paso a mi consultorio y te explico que sucedió, pero quédate tranquila.
—Solo déjeme pasar con ella Doctora.
—No puedo, no está permitido.
—Dígame qué le pasó, por favor.
—Se le presentaron dos microinfartos, pero fueron controlados a tiempo. Solo tengo que estar completamente segura que no hay riesgo para ella y dejar que te la lleves, la está atendiendo el cardiólogo, me fue imposible operar.
Sentía desmayarme, entre tantos miedos y pesares éste sería el peor, mi alma estaba a punto de salir de mi cuerpo en vida al escuchar las palabras de la doctora, jamás hubiera imaginado algo así. Caminaba como loca esperando. Cada segundo me parecían horas, el tiempo avanzaba y mi alma estaba sufriendo por mi mita, por la mujer que me dio la vida, por mi madre, el ser que más amo en mi vida, no puedo perderla sin darle todo lo que se merece tener sin yo intentar hacerla plenamente feliz y sentirse amada completamente por mí, con todo y sus errores como madre... ¡Yo la amo! no podría aceptar perderla porque siento que yo me moriría con ella. En mi cabeza y en mi corazón sufriendo solo podía ver imágenes de tristeza y sufrimiento, ni por un segundo podría imaginar verla muerta dentro de un ataúd y empecé a rezar, a pedirle a Dios que cuidara de su vida le pedí que tomara la mía, que yo no podría vivir sin ella, que él conocía la sinceridad de mi alma que mi vida a nadie le hacía falta, que si alguien me amaba era ella a su manera, que yo no tendría hijos, que el hombre que yo amaba no me correspondía, que no quería vivir sola sin ella con todo y sus errores de madre que ya le había perdonado, que me dejara hacerla muy feliz mucho tiempo más, que por favor no se la llevara. Le seguí suplicando...
Se acerca la enfermera y me dice...
—Vaya por algo para beber se ve muy pálida, lo más seguro que por el susto se le bajara el azúcar o la presión, debe beber un jugo o soda.
—No me voy a mover de aquí.
Son las 11.00 am estamos desde las 6.00 am, mi corazón está acelerado, el guardia de seguridad me trajo una soda, le agradecí y bebí un poco.
Suena mi celular...
—Bueno...
—Isabel buenos días, ¿A qué hora llegas a la oficina?
—No voy a presentarme discúlpeme señor Roberto, mi madre se puso mal en la cirugía y estoy esperando la estabilice el cardiólogo. No voy a moverme de aquí.
—Lo entiendo, ¿Cómo estás tú?
—Mal, muy mal. —Respiro profundo y contengo mi voz, mis lágrimas corrían por mis mejillas.
—Cuídate Isabel.
A los minutos de colgar, suena mi celular.
— ¿Por qué no me avisaste que mi madre se puso mal? ¿Cómo está?
—Si en realidad te preocupara o te interesara la salud de mi madre aquí estuvieras con ella Lourdes, pero claro no tuviste tiempo.
—Mira Isabel otra vez con tu agresividad, tu obligación es avisarnos de la salud de nuestra madre todos se van a molestar contigo. Ahorita les voy avisar a todos.
—Eres una estúpida. —Y cuelgo.
A los segundos marca Federico.
—Mande
— ¿Qué pasó con mi mamá?
—En la cirugía se le presentaron dos microinfartos, ya está controlada al menos eso me dijo la doctora, ya la está atendiendo un cardiólogo.
— ¿Cómo estás tú?
—Así como te imaginas, muy mal.
— ¿Ya tomaste un jugo, soda o agua?
—Si, ahorita me trajeron uno.
—Tranquilízate, más tarde te marco para saber cómo sigue mi mamá.
Como deseo que María esté conmigo, sentirme segura como me hace sentir ella ¿Porque tiene que estar tan lejos? La necesito conmigo, como mi madre a todos sus hijos. La veo que la traen en una silla de ruedas y corro a su encuentro.
—Mita ¿Cómo está? ¿Cómo se siente? ¿Qué le pasó? —Veo su cara de tristeza, sus ojitos de miedo.
Me arrodillo a sus pies y la abrazo fuertemente, siento sus manos en mi cabeza y escucho su voz temblorosa aguantando el llanto decirme...
—Muy preocupada por mi niña que estaba solita, no te imaginas como pensaba en ti no quería que te fuera a pasar algo al momento que te dijeran lo que me pasó, no podría perderte, me muero yo también si algo te pasa.
Lloramos las dos abrazadas, no sé cuánto tiempo pero es muy especial recordar ese momento para mí, porque sentí todo su amor en sus caricias y palabras que muy pocas veces me ha dicho cuánto me quiere.
De esta desagradable experiencia no recuerdo más, solo que mi jefe me dejó quedarme 3 días al lado de mi madre para cuidarla sin descontar ningún día de mi sueldo. El avisarle a mi hermano Roberto, el cual vino el siguiente fin de semana a verla. Mi madre al verlos reunidos les dijo que por favor no me dejaran sola que escuchaba mis gritos y como me calmaban, que me pudo pasar algo por estar sola, no recuerdo quien me dijo que me pedía perdón por no haber estado conmigo, pero no recuerdo quien fue. Solo recuerdo un abrazo de cada uno de mis hermanos, como muestra de presencia, compasión, amor o no sé, pero los sentí muy sinceros. Sólo María y Claudia no estuvieron presentes.
Le dieron cita dentro de un mes y previamente la enviaron hacerle de nuevo un electrocardiograma y análisis de sangre. Durante este tiempo me dediqué a cuidarla, atenderla, consentirla.
Llegado el día de la cirugía María vino para estar con ella, me acompañó y no sentí de nuevo esa terrible angustia, todo salió perfecto y después de 25 minutos nos fuimos a casa, María se fue a su casa que rentaba y nosotras a nuestra aldea como le digo hoy a nuestra casa.
Mi madre tenía que estar semiacostada, no hacer ningún esfuerzo, comer sano y volver a revisión en unos días.
Le avise a mi hermano Roberto. Estando en casa, le fueron llamando sus hijos a mi madre y les fue contando que se sentía muy bien y tranquila.
AL SIGUIENTE DIA...
Le llamo a mi jefe...
—Dime Isabel.
*-*
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