AUTÓNOMA
—No. Pero hay otros choferes que te puedo recomendar que no les importa recibir órdenes de una mujer.
— ¿Porque piensas de esa manera tan absurda y ridícula Ramón?
—No me ofendas Isabel, es mi forma de ser.
—Tienes razón, disculpa. No estoy de acuerdo obviamente y no lo entiendo.
Continuamos con nuestro trayecto supervisando dos terrenos que se encontraban algo lejos uno del otro y de donde debía regresar a Ramón, el chofer. Me pidió detenerme en un supermercado y se compró un six de cerveza, yo compré unos dulces que se me antojaron, me ofreció una y acepté, realmente estaba y me sentía muy cansada, eso me haría sentir mejor. Continuamos conversando, de regreso debía ir a recoger un material a Rosarito, así que le pedí me acompañara antes de regresarlo a la oficina de su patrón para no ir y volver a llevar el material.
Aceptó y al ir bajando unas curvas de la carretera se me apagó el pick up, me dio tiempo para hacerme a la orilla, ya que el volante se vuelve muy rígido, traté de encenderlo y nada, ni siquiera hacía sonido con intención de encender, Ramón me pidió abrir el cofre y revisó los cables de la batería, se subió al carro y se acercó para ver qué indicaban los sensores en el tablero, solo marcaba un candado, decidí marcarle a mi hermano Roberto y preguntarle, me respondió que era la alarma. Que apagara y encendiera de nuevo la alarma o me bajara del carro e introdujera la llave en la puerta para quitar la alarma, nada funcionó. Al salir del supermercado me equivoqué y presioné doblemente la alarma, eso hizo que a una corta distancia se apagara el carro por seguridad.
Nos detuvimos a reírnos por un momento sin saber que hacer, decidí llamarle a Enrique para que me enviara una de sus grúas para llevarme a casa y pedirles el carro a mis padres, lo escuché más que feliz de recibir mi llamada, quizás pensaba que sería una broma como en el pasado, pero nada ocurre de la misma forma dos veces. Vi llegar con los códigos encendidos la grúa y al momento de abrir mi puerta asomarse a Enrique por la ventana al interior del pick up, yo ya había encendido la luz para que notara que no estaba sola, así sucedió y vi la expresión en su rostro de molestia, de celos, le ordenó a su trabajador enganchara mi pick up y él se retiró de mí dando un golpe en la puerta, se subió a la grúa en el lado del acompañante. El trabajador me pidió poner mi carro en neutral que ya había enganchado y se sintió un movimiento brusco, antes de ponerlo en neutral lo encendí nuevamente y encendió, lo aceleré y solté el pedal para darme cuenta si se apagaría y para nada fallaba, me marcaba la carga de la batería a su nivel, solo el candado ya no aparecía, le pedí al joven desenganchara mi carro, me bajé y fui con Enrique a preguntarle cuánto le debía y pedirle disculpas por haberlo hecho salir.
—No me debes nada, a mi NO me ofendas con tu dinero, solo NO me vuelvas a llamar cuando estés con un cabrón, que te sirva de algo el que ya traes contigo.
Le dijo a su chofer ¡Vámonos! y se fue dejándome parada al pie de la carretera, me subí a mi carro y encendí nuevamente, nos fuimos por el material y fui a dejar a Ramón a su trabajo, prácticamente iba a recoger su carro para irse a su casa, ya eran las 10.00 pm.
Como debía imaginarlo se dio cuenta de la molestia de Enrique al ni siquiera saludar y ver el golpe que dio en la puerta.
—Espero no ser yo el culpable de algún problema con tu pareja.
— ¿De qué pareja hablas?
—Del güey que fue en la grúa, es obvio que hay algo entre ustedes o hubo, me di cuenta de su enojo al verme, su expresión celosa lo dijo todo.
—No, estás equivocado. Me vas a disculpar pero estoy cansada y tengo que madrugar más tarde.
—Pensé que podíamos platicar un momento, pero es claro que no.
—En otra ocasión será Ramón.
Me fui a mi casa, en el trayecto recibí una llamada de Enrique la cual no respondí porque no quería que me dijera algo que pudiera ofenderme al ver su reacción momentos antes. Sin pensar que sus pobres pensamientos serían que estaría íntimamente con el hombre que me vio en mi carro. Como él mismo me lo reprocharía una semana después.
Ramón es totalmente opuesto físicamente a Enrique, Ramón es alto, aproximadamente 1.85 m. es güero de ojos verdes, cabello abundante dorado, un poco musculoso que aparentemente lo disimula muy bien al vestir con camisas flojas.
Aparentemente la comunicación entre Ramón y yo fluía mejor cada ocasión que trabajábamos juntos. Poco antes de entregar el último salón me invitó a comer, yo no tenía tiempo y el poco que tenía al terminar mi trabajo solo deseaba llegar a casa, besar y abrazar a mi hija. Le respondí que me gustaría pero en otra ocasión aceptaría ya que estaba realmente cansada.
— ¿Porque no hacemos una carne asada en tu casa y nos dividimos los gastos entre todos?
Mi respuesta fue automática y sincera.
— ¿En mi casa? A mi casa NO entra cualquiera. Mucho menos personas que NO conozco a fondo.
—Entonces, ¿Yo soy cualquiera? Voy a ir al grano, me gustas mucho Isabel, no te voy a mentir porque estoy casado. Pensaba en conocernos un poco más íntimamente fuera del trabajo, pero tu respuesta me lo dice todo.
—Lo siento mucho al ser tan sincera, pero es la verdad. Puedo aceptar una invitación a comer con tus compañeros y contigo pero no pasa de allí, no hay una amistad entre nosotros, sólo es laboral. El que me digas que eres casado y te gusto me hace pensar que das por hecho que yo te daría un sí, te dejo claro que los errores que he cometido en mi pasado me han dado una lección a mi vida. Mi hija solo conocerá como pareja de su madre a un hombre culto, caballero, que me ame y me respete como debe hacerlo con ella primeramente. No tengo tiempo para aventuras y NO me interesan. El hecho que esté sola no es lo mismo a estoy disponible. Solo deseo dedicarme a mi negocio, a trabajar y realizarme en varios aspectos, no soy mujer de diferentes hombres, cuando decida tener una relación es porque veo un futuro con ese hombre y solo uno conocerá mi hija.
—Ya no me digas nada, es obvio que no te intereso.
—Estas en lo correcto. Eres guapo y no lo dudo que otras mujeres acepten gustosas.
****
Al terminar de entregar el último salón de clases, como ya me habían pedido los compañeros de Ramón hacer una comida al finalizar el trabajo que había sido exitoso para todos, sin contratiempos, los llevé a comer a un restaurante de mariscos con banda, Ramón no fue como era de esperarse. Comimos, disfrutamos y nos retiramos a descansar, no sin antes hacerme un comentario un compañero mayor de edad de Ramón. Siendo su cómplice como la mayoría de los hombres entre ellos.
—Señora Isabel con todo respeto le quiero decir que Ramón es sincero con usted, nunca antes lo vi interesado por una mujer, es celoso, enojón, bravucón, pero es sincero con sus sentimientos por usted, a mí me lo confesó la noche que lo dejó en la oficina después de ir a ver los terrenos con usted y me dijo que pondría distancia entre usted.
—No tengo nada que responderle, lo siento. No es mi intención despertar sentimientos en un hombre al que no puedo corresponder.
—El piensa que fue porque le pidió hacer una carne asada en su casa, que eso la ofendió y fue un atrevimiento, pero también piensa que como usted está ganando mucho dinero no le interesa codearse con gente como él.
—Me tengo que marchar, que pase buenas noches, ya no tengo nada más que decir.
Me molestaba su atrevimiento al pedirme ir a mi casa, a mi intimidad, donde esta lo que más amo, lo que más respeto, donde pocas, a muy pocas personas les permito entrar al amor, a mi nido, a mi aldea. Pero mi molestia era más grande al dar por hecho que yo le correspondería, aun cuando era muy guapo por el solo hecho de sentirse correspondido no lo haría.
Entregué el último salón de clases y a los días liberaron mi último pago. Como estaba muy cercas navidad me fui a comprar regalos para toda la familia, especialmente a mi hija. Compré todo para la cena de navidad pero unos días antes del 24 mi madre molesta se fue a casa de María, mi madre se sintió mal de salud estando con ella y la llevaron a urgencias, después a su casa. Allá pasaron la navidad, yo no quise ir a su casa aun cuando me insistió mucho así como mi hermano Roberto. Me quedé con mi princesa en la nuestra, por la edad ella se durmió temprano. Después de jugar, cantar y bailar las dos solas en casa. Al siguiente día le entregué sus regalos, un jeep rosa que con solo verlo estaba feliz al igual que otros regalos. Ver la felicidad en sus ojos, el brillo de alegría y sorpresa me hacían sentir la madre más feliz del universo.
El día 26 regresaron mis padres y mi madre me pidió perdón por ofenderme, nos abrazó y felicitó por navidad. Prácticamente era la primera navidad que nos quedamos solas. Si me dolía, si lloré cuando mi hija se durmió, por más que pensaba no lograba entender el motivo que mi madre tuviera para ofenderme sin un motivo aparente.
Mi hija estaba por entrar a preescolar y yo ya había pagado la inscripción en un colegio privado cerca de mi anterior trabajo, me hacía sentir ilusión el pensar que al pasar por mi anterior oficina podría ver a mi cielo, a mi primer jefe, a mi primer amor. Realmente el colegio estaba muy lejos de casa, aparté el lugar cuando aún trabajaba con Roberto desconociendo mi futuro y no encontré un buen colegio cerca de casa para hacer un cambio.
Un día me arreglé y decidí ir a comprarme ropa, me acompañó María y su hija menor, mi hija no le gustaba hacer fila para cruzar a USA y se quedó en casa con mis padres. Llegué a una tienda de marca diseñada especialmente para gorditas, escogí muchas prendas que me encantaron, blusas, pantalones, vestidos, y me fui probando una a una, compré mucha ropa. Al principio sentía remordimientos al pagar tanto por una blusa, pero ellas me alentaban que debía verme bien y sentirme mejor, me lo merecía y debía comprarme lo que quisiera porque ahora podía hacerlo. De esa tienda me llevaron a una de zapatos y compré varios pares y diferentes estilos, botines, zapatos de piso, con plataforma pequeña. De allí fuimos a una conocida marca de bolsas y me compré una que me enamoró al verla. Llegué a casa exhausta, mucho muy feliz y con un detalle para cada uno de mis padres y mi hija. Mi madre se enojó muchísimo por mi gasto innecesario para ella, me fui triste y molesta a mi habitación con mi hija, quien estaba feliz de ver cada prenda que me compré.
Al siguiente día me vestí, me maquillé, peiné y me fui a la oficina de Lourdes a entregarle su comisión por la venta de los salones, era una buena cantidad que en su trabajo hubiera tenido que hacer muchas ventas para reunirlo. Tenía la ferviente ilusión de ver a mi ex jefe. Al conocer la hora en la que iba a la oficina me fui antes de esa hora para entregarle el dinero discretamente a Lourdes y darle un tiempo de platicar en lo que él llegaba, todo lo tenía premeditado, menos su reacción al verme.
—Buenas tardes Isabel, ¿Qué haces aquí?
—Iba de paso y llegué a saludar a mi hermana y a usted.
—Gracias. ¿Cómo te ha ido?
—Bien, gracias a Dios.
—Me han dicho que te han visto transportando unas oficinas diferentes a las que hemos importado los que nos dedicamos a esto. (Acaso me estaba excluyendo).
—Sí, son oficinas reforzadas, difícil en su transporte en cama baja, debemos ser muy cautelosos y extremar precauciones.
—Me da mucho gusto por ti. Si nos disculpas debo hablar con tu hermana.
Así... Prácticamente me estaba pidiendo me marchara, no me dejó terminar de contarle de las aulas, me despedí y me fui a punto de llorar, aguantando las lágrimas tan pesadas como un metal sólido y frío, como el sentimiento de rechazo de su parte, no a la mujer, a la ex compañera, a la competencia, sino al ser humano que gustosa iba a saludarlo, lejos de hablar del negocio, mis ojos solo deseaban ver sus ojos, mis manos estrechar la suya sintiendo su calidez que lo caracterizaba y quizás poder darle un fuerte abrazo que tanta falta me hacía sentir de él. Pero ya no había nada de eso en él para mí, solo desprecio, rechazo. Mi presencia le molestaba tanto que en ese momento le pidió a mi hermana no volver a recibirme en su oficina, donde no solo le prohibía que yo la visitara, sino que no me informara nada al respecto de su negocio o se vería en la necesidad de despedirla, que no me pasara clientes que buscaran casa. Cuando Lourdes me lo dijo lo creí al ver yo misma su comportamiento, ahora era paranoico al desconfiar de su vendedora estrella, al pensar que ella me mandara clientes a mí para vender mi casa. Esos pensamientos pobres me sorprendían tanto, viniendo de un hombre que yo creía inteligente. Yo no necesitaba que mi hermana me enviara clientes, los clientes venían a mí por mis anuncios en internet y otros iban llegando por recomendaciones.
Esa actitud solo despertó de nuevo los sentimientos pobres en mí, solo deseaba verlo y poder hablar, dejarle claro que no me interesaba robar sus clientes, que mi hermana no lo traicionaría para beneficiarme a mí. Y que yo no lo necesitaba, pero más que nada solo deseaba decirle que lo quería mucho y extrañaba hablar con él, quizás podríamos ser amigos. Pero no me dio la oportunidad.
Sabiendo que restaurantes visitaba, el horario y ciertos gustos que ni él mismo se daba por enterado que yo conocía, decidí ir un día a un restaurante a cenar de los que ese día él frecuentaba, e invité a mi hermano Federico y su esposa.
Llegamos al restaurante y pedimos un aperitivo con una botella de vino tinto, el cual a mí no me gustaba pero disfrute cada gota que bebía, la mesa estaba en un rincón y había una ventana grande iluminada por focos blancos que parpadeaban, en nuestra mesa una vela encendida y un ramo de flores en su florero como decoración del lugar, nosotros platicábamos y reíamos de todo un poco, sentía la mirada de alguien pero no volteaba a ver porque imaginaba que podía ser él, que en cualquier momento estaría allí con sus amigos, quizás con su esposa, busqué al mesero para pedir algo más cuando encontré su mirada, una mirada de desconcierto, de molestia, de asombro, no lo sé, pero no era su misma mirada de amor que yo recordaba, de dulzura, la que yo encontraba en mi anterior trabajo, nos saludamos con la mano y una sonrisa, de vez en cuando volteábamos a vernos, en más de una ocasión lo sorprendí viéndome de reojo. En mi inocencia o ignorancia, yo deseaba demostrarle que era una mujer inteligente y NO tonta, emprendedora y NO conformista, simplemente que soy una mujer autónoma. Que ahora vestía ropa bonita de marca, que bebía vino y no cerveza, que tenía dinero y estaba a su nivel.
Después de algunas horas y sintiéndome algo mareada decidí marcharnos, pagué la cuenta y al pasar por su mesa que prácticamente estaba a una de la mía, me despedí con un adiós.
Agradecí a mi hermano su compañía, mi cuñada me comentó a la salida que mi ex jefe cuando yo no lo miraba no dejaba de voltear a verme, que muy seguramente le dolía verme a otro nivel que nunca imaginó. Todos sabían que él me consideraba una mujer tonta sin carácter, que su vendedora favorita era lourdes, ella atribuía sus miradas al desconcierto que debía sentir él, yo solo deseaba fueran por verme hermosa.
Me fui a casa feliz de verlo, de su mirada. Y a la vez con cierta incertidumbre o tristeza dentro de mí por él.
ze:)Y
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