Prólogo
Prólogo
Dos días Antes de la partida de María Victoria.
—Ya sabes lo que tienes que hacer con esto —Micaela le entregó a Alecia una carpeta de color marrón entre sus manos.
La mujer la agarró, la abrió y ojeó lo que contenía y luego miró con cara de sorpresa a su cuñada.
—¿Él firmó esto?
Micaela la observó e hizo un gesto de impaciencia.
—Yo pensaba que eras más inteligente... ¿Has visto a mi hijo últimamente? ¿Tú crees que él haya firmado el documento?
—No, él está embobado con la mujercita esa.
—Entonces ya tienes tu respuesta, ahora ve a donde el perro de Antonio y has tu parte, así terminaremos de deshacernos de María Victoria, no veo la hora de sacarla de mis tierras y de la vida de mi hijo de una jodida vez.
—Antonio me va a matar cuando me vea cruzar entrar a sus tierras, ya a estás alturas debe saber toda la verdad acerca de mí.
—Alecia yo te conozco, sé quien eres, no me vengas con cuentos de camino... ese miserable de Araujo caerá cuando veas la disposición que tienes para entretenerlo, a menos que hayas desistido de conquistar a mi hijo.
—Eso nunca, Luis Fernando es mío y si tengo que pelear con el mismo Lucifer para tenerlo en mis brazos, lo haré.
Alecia salió de Los Sauces al caer el sol, caminó por los atajos que la conducirían a El Morichal y que solo ella conocía, al llegar a su destino ya todo se encontraba oscuro, el cielo estrellado era su único testigo.
Se agachó detrás de un arbusto y esperó que no hubiera nadie por los alrededores para poderse colar con tranquilidad a la casona, se guardó muy bien la carpeta debajo de su blusa, se pasó una mano por el cabello, para comprobar que todo estuviera en su lugar. Repasó una y otra vez su plan, no podía fallar, todo tenía que salir perfecto.
Al visualizar que nadie se encontraba por los alrededores, decidió entrar, ella conocía muy bien las costumbres de Antonio Araujo, que, si no salía al pueblo, al bar de Clarita a retozar con una de las mesoneras del bar, entonces se quedaba en su alcoba bebiendo ron y allí fue exactamente donde lo encontró.
Antonio estaba sentado en su butaca de cuero, mirando por la ventana, al verla se asombró, mas luego su semblante cambió y Alecia sintió cierto resquemor; de Antonio Araujo solo había conocido el lado bueno, aunque sabía que él podía llegar a ser el propio demonio y así se lo demostró cuando dejó el vaso sobre una mesita y se levantó del sillón, comenzó a andar hacia ella.
—Alecia Robles, tienes coraje al regresar de nuevo a mi casa y meterte en mi habitación a sabiendas de que ya sé quién eres.
La voz de Antonio era terrorífica al igual que su rostro, la mujer se le hizo un nudo en la garganta, por primera vez sintió miedo.
—Necesitaba hablar contigo, vengo a proponerte un tra... —habló en tono bajo e inclinó un poco su cabeza, por lo que no vio venir la enorme mano de Antonio sobre su rostro, con una fuerza tan brutal que la tumbó al piso y un hilillo de sangre salió por su labio.
—Tu maldita puta, no vienes a proponerme nada a mí, te burlaste de mí, pero yo te voy
a enseñar que ninguna mujer se burla de Antonio Araujo. —La agarró por el pelo sin ninguna delicadeza y le volvió a dar otro bofetón, luego la tiró en la cama y levantó la falda y le rompió las pantaletas y se abalanzó sobre ella. Alecia intentó luchar con él, mas la fuerza de él era brutal y desmedida, porque se encontraba enceguecido de la ira.
Se abrió el cierre de su pantalón y sin delicadeza, sino más bien como un animal, como la bestia sin corazón que era la penetró y comenzó a moverse salvajemente, mientras jalaba su pelo sin clemencia, ella contempló su rostro y vio la manera en la que él disfrutaba de aquel acto y decidió no luchar más, además verlo así la aterraba y al mismo tiempo la excitaba.
Para sorpresa del hombre sintió como la mujer comenzó a responder a sus embistes, se desconcertó por unos segundos, porque deseaba seguir forzándola, disgustado y excitado, decidió continuar, le rompió la blusa y encontró la carpeta que ella guardaba bajo su ropa, él frunció el ceño, pero estaba tan enceguecido que no le importó y la lanzó a un lado.
Agarró sus pechos y procedió a morderlos hasta casi hacerlos sangrar, para ver sufrir a la mujer, pero esta en lugar de lloriquear, se gozaba y respondía con más vehemencia a sus caricias, eso lo hizo enloquecer y a los pocos minutos alcanzó su liberación al igual que Alecia.
Una vez que el oscuro momento terminó, la interesada mujer se levantó de la cama y buscó la carpeta, algunas hojas se encontraban desparramadas por el piso, las organizó y luego se puso enfrente de Antonio.
—Ya que me has hecho pagar lo que hice, tienes que escucharme, yo jamás te traicioné —mintió Alecia —Al principio cuando mi cuñada me envió para acá, lo hizo con la intención que yo te espiara, en un comienzo lo hice por temor a las represalias de ella, pero luego en el momento en que tú yo empezamos lo nuestro, me rebelé
—No mientas puta, que fuiste tú la que le contó a Micaela, lo del documento de
propiedad de El Morichal. — Bramó Antonio, furioso.
—Eso fue antes de que nos acostáramos, nunca he conocido a un hombre como tú... si hubiese sido por mí, yo aún permaneciera a tu lado, fue tu hija la que me sacó de aquí y no sabes cuánto he sufrido, porque no te tengo a mi lado, pero sabía que me detestabas, por eso esperé con paciencia hasta encontrar algo que te ayudara a recuperar lo que te pertenece y para poder limpiar mi imagen ante ti.
Él se quedó callado, su mirada era indescifrable.
—¿Qué me has traído? Porque tu palabra no vale un coño.
—Lee el documento y verás que hablo muy en serio. —Ella le entregó la carpeta.
Antonio lo leyó detenidamente.
—Micaela tenía ese documento guardado, esa es una copia, pero eso te demuestra que El Morichal volverá a tus manos, Luis Fernando ha firmado el divorcio, solo falta la firma de tu hija y todo volverá a ser tuyo.
El rostro sombrío de Antonio comenzó a cambiar.
—Así que el patiquín, es un cobarde al final de todo —dijo Antonio, luego soltó una carcajada.
—Si, tal vez hasta se marche de Los Sauces, ese catire, no es para estás tierras.
—No salió tan machito como Micaela creía —el hombre volvió a reírse. —¿Cuál es el trato que querías? —Preguntó con interés, por fin recibía una buena noticia, porque los últimos meses, Micaela casi lo había hundido.
—En dos días Luis Fernando se irá a buscar unos potros para Valencia, tienes que aprovechar ese momento para que hables con Vicky, debes persuadirla para que firme, de lo contrario, ese documento que tienes en las manos no tendrá validez, tu hija es la piedra de tranca de todo este juego, haz que firme y luego sácala de San José, mándala
lejos y todos tus problemas terminarán y tú y yo podremos estar al fin juntos y si la suerte te sonríe, quizás te deshagas también de Micaela Montenegro, yo te ayudaré—Alecia se acercó a Antonio sacó el miembro semi flácido de Antonio y lo masturbó hasta que se puso rígido tal cual lo quería, inmediatamente volvió a subirse las faldas y se sentó a horcajadas sobre él y comenzó a cabalgarlo, sonriendo para sus adentros, porque había conseguido doblegar nuevamente al Araujo.
Ahora las cartas estaban echadas, Antonio y Micaela la menospreciaban, pero ella sería la gran ganadora de ese juego, Luis Fernando sería suyo y Los Sauces regresaría a su familia.
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