Capítulo Final

Micaela barrió todo lo que había en su escritorio, aquella habitación que ella cuidaba con esmero, que era su sitio, su lugar lo destrozó de la rabia, el brujo se mantuvo alejado de su patrona y no se le ocurrió detenerla, cuando vio que la mujer necesitaba estar sola, salió del despacho.

Por días la doña no salió de aquel lugar, lloraba de amargura y de odio, aún tenía la esperanza de recuperar a su hijo, pero ahora esa criatura lo cambiaba todo, ya una vez le había arrebatado un sueño cuando en combinación con su suegro sacaron del medio a Elizabeth quien en su vientre llevaba un bebé de Luis Fernando, ahora ocurría lo mismo, pero si atentaba contra la Araujo, perdería definitivamente a Luis Fernando y ese era un riesgo que no iba a correr.

Los meses pasaron en el pueblo de San José, la noticia de que María Victoria Araujo, esposa de Luis Fernando Montenegro, estaba con un tigre en el tanque, se extendió como pólvora, todos esperaban la reacción de la doña y en cada casa o ranchito, la gente no hablaba de otra cosa.

—Petrica ya se enteró de que la hija de don Antonio está con el buche lleno.

—Si, aquí no se habla de otra cosa, hace ratico vino Juanita diciéndome lo mismo.

—Yo digo que, de ahí, nada bueno va a salí, la Micaela no va dejá que ese sute nazca, imagínese, tanto que odia a los Araujo y ahora va a tené un nieto de esa gente.

—Bien merecido que se lo tiene, como dice el dicho, lo que se hace, aquí se paga, esa mujer tiene que pagá toítas las maldades que ha hecho —Petra se mecía en su mecedora de mimbre mientras tomaba un sorbo de su café negrito y cerrero — Ya empezó su castigo y yo que se lo digo, esa no va a termina nada

bien.

—También dice el dicho que bicho malo nunca muere y esa mujer tiene pacto con el cachuo, por eso es que todo le sale bien.

—Que va Francisca, recuerde esto, el mal nunca podrá con el bien y tarde o temprano a Micaela Montenegro le llegará su hora.

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Mientras que en la casa del alemán todo comenzaba a florecer, el amor de Luis Fernando y María se fortalecía con el pasar del tiempo, un día él le comentó a su esposa su deseo de sacarla del pueblo, quería llevársela lejos de su madre, deseaba que Vicky fuera feliz y no se preocupara por nada, pero ella no aceptó.

— Mi amor, aquí está mi familia, toda la gente que quiero, antes tenía miedo de que Micaela pudiera seguir inyectando su veneno y de alguna forma nos separara, pero esos temores tú los ha diluido y sé que a tu lado estoy segura, y si tengo que enfrentarla lo haré, lucharé como una leona por ti y por los míos, si nos vamos ella ganará, pero si nos quedamos nosotros habremos ganado, porque sanaremos a los nuestros de todas las heridas que nos causaron esos rencores del pasado.

Su respuesta lo conmovió y lo hizo enamorarse mucho más de su mujer. Tal como Vicky le prometió a su hermano, intercedió para que Luis Fernando le devolviera lo que le pertenecía y poco a poco El Morichal fue recuperándose y en muy corto tiempo volvería a ser la hacienda prospera que ellos conocieron alguna vez.

No todo era color de rosas con los esposos Montenegro, no faltaba sus desavenencias de ven en cuando, pero eso sí, todas terminaban de la misma manera.

Una tarde Vicky llegó de El Morichal, donde se encontraba visitando a su

hermano y a su nana. Dolores, luego de comprobar que Luis Fernando no era el ogro que ella imaginaba, sino que más bien comprobó que el Montenegro estaba enamorado con locura de su niña, decidió regresarse a la casona, allí es donde deseaba estar, quiso llevarse a Verónica con ella, pero la joven prefirió quedarse y la nana respetó su decisión.

Al llegar, María Victoria encontró a su esposo hablando con una mujer.

Se quedó unos momentos observándolos en la distancia, no le gustó en lo absoluto la sonrisa tonta de la recién llegada y menos, cuando en medio de la conversación ella le agarró el brazo, él por su parte también le sonreía y eso bastó para que se le alborotara el cuerpo.

Vicky se acercó a ellos con el ceño fruncido.

—Buenas tardes —dijo al llegar —Ya veo esposo que te diviertes mucho cuando yo no estoy — Sus palabras eran sarcasmo puro.

Al escucharla hablar, Luis Fernando la miró extrañado.

La mujer se quedó callada de inmediato y dejó de sonreír.

—Que bueno que llegaste, mi amor —dijo él agarrándola por la cintura — Carolina, esta es mi esposa, te dije que si esperabas un poco podías hablar con ella directamente y así te indicaría los arreglos que quiere hacerle al cuarto del bebé.

Esta vez fue Vicky la que lo miró sorprendida.

—Es la decoradora que ha venido desde San Juan para hablar contigo, su esposo está tomando las medidas en la habitación. — Le habló Luis Fernando pausadamente.

—¿La decoradora?

—Si, señora Vicky, soy Carolina Mendoza —la mujer extendió la mano para saludarla.

María Victoria trató de disimular la vergüenza que sentía en ese momento, la culpa era de las hormonas que últimamente la tenían enloquecida.

—Mucho gusto —respondió sonriendo totalmente apenada.

—Espero que no se haya molestado, porque vine con mi esposo, es que trabajamos juntos. — Se excusó la mujer.

María Victoria observó a Luis Fernando que la fustigó con sus preciosos ojos y una sonrisa ladeada, prometiendo que aquel episodio más tarde no pasaría desapercibido.

—¿Cómo quería que supiera que era la decoradora? —Dijo ella ofuscada un poco más tarde cuando se encontraban en la habitación.

—¿Me crees capaz de engañarte? ¿En serio? —preguntó Luis Fernando con incredulidad.

Ella negó con la cabeza.

—Es que me vuelvo loca cuando no estoy cerca de ti.

—¿Así que te vuelves loca cuando no estás cerca de mí? — Preguntó en tono divertido.

—Tú sabes que sí y que no quiero que ninguna mujer se te acerque.

Vicky caminó hacia él y pasó su mano por su pecho desnudo, acababan de compartir una ducha.

—Voy a tener que demostrarte que, una vez más, que tú eres la única mujer que me interesa.

—¿Así con esta barriguita?—Preguntó Vicky haciendo un ligero puchero.

—Nunca te he visto más hermosa como ahora.

Luis Fernando pegó su boca a la de Vicky, dándole un beso abrasador, la cargó con sus fuertes brazos y la acostó en la cama.

Él interrumpió el beso.

—Eres la mujer que amo ¿Lo entiendes?

Vicky asintió.

—¿Quieres que te lo demuestre? — Preguntó con una voz terriblemente seductora mientras se subía encima de la cama.

Vicky volvió a asentir y sonrió.

Luis Fernando se abrió paso entre sus piernas, su sexo estaba expuesto y vulnerable, sensible ante su boca, él arrastró su lengua por los pliegues tiernos de su sexo. Ella echó la cabeza hacia atrás y su cuerpo se convirtió en un arco rígido con cada roce.

Luis Fernando sujetó sus piernas para inmovilizarlas, para saborearla a su ritmo, lamiéndola por encima y alrededor de la resbaladiza abertura. Colocó sus labios alrededor de su palpitante clítoris y con su boca chupó mientras su lengua acariciaba ese punto tan sensible y placentero.

—Por favor... —Suplicó María Victoria.

Él no se detenía, la seguía saboreando, mientras su cabello rozaba la tierna piel de la parte posterior de los muslos de ella y su lengua le masajeaba el clítoris con una leve presión, haciéndola delirar de deseo.

Luis Fernando cesó su ataque a su sexo, quería prolongar su orgasmo, por lo que hizo que se volteara y quedara de rodillas en la cama, él se colocó detrás de ella, le separó un poco las piernas y la penetró.

Vicky gimió al sentirlo, hacían el amor a diario, pero cada vez que estaba dentro

de ella era una sensación increíble. Luis Fernando le puso una mano en la nuca mientras su rostro se inclinaba a la almohada, a su vez que la embestía una y otra vez.

Con la otra mano sostenía las caderas, tirando de ellas para introducirse con más profundidad con cada embestida. Él era su dueño, el hombre que amaba.

Luis Fernando soltó un gruñido entre sus labios mientras disfrutaba de cada segundo dentro de ella.

Él le rodeó el pecho con un brazo y tiró de ella hacia arriba, penetrándome en

un ángulo distinto. Pegó la boca detrás de su oreja.

—Te amo... —Dijo mientras la embestía con más fuerza, haciéndole el amor como si nunca lo hubieran hecho antes.

Las nalgas de ellas chocaban contra su cuerpo una y otra vez. Vicky lo agarró de las muñecas cuando sintió el empuje del intenso orgasmo, sus gemidos se convirtieron en gritos incoherentes, sintió como se le iba la cabeza por el clímax que acababa de arrasarla.

Él se mantuvo aferrado a sus caderas y dio unos últimos empujones antes de correrse en el fondo de su cuerpo, llenándola hasta la última gota de su semilla. Gruñó en su oído sin contener su evidente placer.

Le encantaba sentirme así, llena de él. Le fascinaba sentir su peso y su calidez. Estar llena de su excitación, Luis Fernando la hacía sentir la mujer más deseable del planeta.

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Un par de meses después, María Victoria, con ayuda de una partera y el doctor, entraba en labor de parto, mientras un desesperado Luis Fernando esperaba afuera de la habitación, acompañado de su hermano Jared, Hadassah, Verónica y un Julio que cuando los nervios lo atacaban comenzaba a hablar más que un radio prestado.

—Coño, catire, yo no sé cómo usted aguanta esta vaina, esa mujer pega, que pega gritos, esto pa volverse loco.

—Julio — Verónica le hacía seña con los ojos para que se callara, pero él no se daba por entendido.

—Es que esos matasanos en vez de curar a la gente la ponen peor, la patroncita no gritaba así.

El hombrecillo, se paraba cuando escuchaba gritar a Vicky, en el momento en el que todo se calmaba, se volvía a sentar.

—Yo le voy a decir a Elenita que cuando nos casemos, que se astilirilice, porque yo no voy a aguantar una vaina de estas.

—¿Sé qué? —Preguntó Jared aguantando la risa.

—Asterilice, eso que se hacen las mujeres para no parí más.

Jared soltó una carcajada, Hadassah y Verónica tampoco pudieron aguantarse.

—Ya basta —rugió Luis Fernando, que tenía el rostro desencajado de la preocupación —y tú Julio si vuelves a abrir la jodida boca, no respondo.

María Victoria volvió a gritar y todos se quedaron en silencio, luego el llanto más hermoso que habían escuchado inundó la casa, haciendo que el contrariado esposo al fin sonriera.

Minutos después salió la enfermera cargando un bultito entre los brazos, Luis

Fernando fue directamente hacia ella.

—¿Cómo está mi esposa? — Preguntó preocupado.

—Está perfecta, ya pronto podrá entrar a verla.

Luis Fernando bajó la mirada cuando la enfermera le colocó a su bebé en sus brazos.

—Es un varón —dijo la mujer sonriendo.

—Es perfecto —respondió él evidentemente emocionado y con los ojos brillosos

Verónica y Hadassah se acercaron rápidamente para contemplar al hermoso bebé.

Julio y Jared se colocaron hacia al otro lado, el hombrecillo tuvo que ponerse de puntas porque no alcanzaba a verlo.

— Felicitaciones hermano — Jared le dio una palmada en el hombro —Todo un Montenegro, el nuevo catire ¿Verdad Julio?

—El catire tiene unos reales hechos, con el catirito, ya ustedes lo verán haciendo comerciales de compota, salió bonitico el muchachito.

Todos se echaron a reír de las ocurrencias del hombrecillo.

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Más tarde Vicky estaba acostada en la cama con su bebé en brazos y Luis Fernando a su lado contemplándola mientras alimentaba al pequeñín.

—¿Seguro estás bien? —Le preguntó por enésima vez.

—Si —contestó ella riéndose —no podía estar mejor, te tengo a ti y a este

precioso niño que me has dado, ¿qué más puedo pedir?

Luis Fernando le tomó una de las manos y se las besó.

—Tú me has hecho un hombre inmensamente feliz, en el momento en que llegué aquí a este pueblo, un lugar donde me habían arrebatado a mi familia antes de nacer, no esperaba nada bueno, solo sobrevivir y cumplir con lo que me habían inculcado desde pequeño, estaba muerto en vida, pero cuando te vi llegar a la hacienda con ese ímpetu, con tu belleza arrasadora y ese carácter que me enloquece, lo sentí de inmediato, sentí que la caraqueña me iba a cambiar la vida... Te amo, amo, gracias por esta familia me has dado —acarició la cabecita rubia de su hijo. —Tu carricita me devolviste a la vida.

Luis Fernando le limpió las lágrimas que caían de los ojos de María Victoria.

— Te amo Luis Fernando y tú fuiste el que trastocaste mi mundo y cuando te vi, supe que eras el hombre de mi vida y que no te iba a dejar escapar, mi catire bello.

Fin

Ohhhh faltaba contar algo más de esta historia, aún no puede ser el fin...

El pequeño Yeudiel, nombre que le pusieron en honor al abuelo de Luis Fernando, era un bebé fuerte, que cada vez que tenía hambre ponía a correr a

todo el mundo en la casa, el elocuente Julio le decía a los padres que fueran reuniendo dinero porque con el gañote que el pequeñín se gastaba iba a ser un buen cantante de joropo. Mientras tanto el sueño del hombrecillo se le hizo realidad, la tarde de un sábado de marzo en pleno verano, Julio Pacheco se vistió con un traje negro que era de su abuelo y que había conocido tiempos mejores, con sus alpargatas nuevas y su sombrero pelo e guama, se fue hasta El Morichal llegó más sudado que tapa de olla, pero contento como siempre y por supuesto no perdió tiempo y le pidió matrimonio a su querida enceguecida y enamorada Elenita, que al ver tanto despliegue de galantería no dudó en darle el sí al hombrecillo, y de la emoción un beso en la boca le dio, lo que hizo que Julio se desmayara. Dolores para revivirlo tuvo que echarle una cubeta de agua fría de nevera, esa fue la última vez que se volvió a desmayar por un beso de su prometida, bueno al menos en El Morichal.

Ahora este si es el FIN


Esta historia contiene Epílogo que será publicado mañana.

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