Capítulo 8
Guanare
—María Victoria, no me hagas enojar y bebe todo el jugo de tomate de palo —La regañó dolores.
—Nana, pero que asco, ¿qué necesidad hay de tomar semejante bebedizo nauseabundo?
—Estás muy pálida, el bebé te necesita fuerte y no toda debilucha.
—Nana, que exagerada, no vez que ni barriguita tengo —Vicky se levantó la blusa para que Dolores observara su vientre plano.
—No me interesa, ese jugo te va a fortalecer, es lo que tu hijo necesita. —La mujer cruzó los brazos a la altura del pecho.
—Ahí nana, suena tan raro esa palabra, mi hijo, aún me parece increíble que yo tenga una criaturita en mi vientre... Todo está sucediendo tan rápido, aún no sé ni que voy a hacer con mi vida.
—¿Qué vas a hacer? Pues nada, tener a tu hijo, aquí nos va muy bien, nada le va a faltar a ese carricito.
—Nana, no podemos vivir toda la vida aquí a expensas de tu hermana, no podemos ser una carga para doña Consuelo.
—¿Qué es lo que quieres? ¿Regresarte con el hombre ese?
—Eso nunca nana ¿Cómo se te ocurre decir algo semejante? Él me despreció, me echó a la calle sin compasión y ni siquiera me dio la cara, como crees que voy a exponer a mi bebé a eso, no nana, Luis Fernando no existe para mí, además yo no puedo ir a ese pueblo nunca, mi hijo correría peligro, mi papá y Micaela son capaces de todo.
—Mi amor quédate tranquila, nadie sabe que estamos aquí, Consuelo está feliz con nuestra compañía y Julio y Verónica no dejan de trabajar en el negocito, somos una familia y todos te vamos a ayudar para que ese carricito no le falte nada.
—Gracias nanita bella —Vicky la abrazó.
—Ahora tómate el jugo completito.
—Nana, eso me va a hacer vomitar.
—María Victoria, no creas que, porque estás embarazada, no puedo darte unos buenos correazos para que obedezcas.
—¡Nana!
—Nana nada, obedece.
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Mientras tanto, en Los Sauces, Doña Micaela había decidió tomar el toro por lo cuerno y borrar de la vida de su hijo todo recuerdo de la hija de Antonio Araujo, por lo que organizó una fiesta majestuosa en la finca con la intención de invitar a todas las familias adineradas con hijas solteras de San José y sus alrededores, para que Luis Fernando pusiera los ojos en otra mujer.
—Quiero que esta noche sea perfecta —les decía la doña a las muchachas del servicio —quiero la cubertería de plata, los manteles de lino fino... Dile a la cocinera que quiero la comida tal como se la pedí, no quiero errores esta noche.
—Si, doña como usted mande.
Alecia se acercó a su cuñada furiosa.
—¿Se puede saber que significa esto? —Preguntó poniendo las manos en la cintura.
—Una fiesta que haré en honor a mi hijo, desde que llegó no había podido presentarlo a mis amistades.
Alecia entrecerró los ojos.
—No creas que soy una idiota, has invitado a los Morales que tienes a dos hijas solteras, a los Mendoza que tiene también a tres hijas solteras y a los Gutiérrez que tienen a la arpía de Sofía que siempre ha querido pertenecer a los Montenegro, no va detrás de Jared porque es muy chico para ella, le estás poniendo en bandeja de plata a Luis Fernando ¿No es así cuñadita?
Micaela la vio de arriba hacia abajo con altanería.
—Han pasado dos meses y nada has logrado con mi hijo y mira que yo confiaba que lograrías meterlo a tu cama, pero por lo visto no has podido.
—Ese no fue el acuerdo al que llegamos, tú me prometiste que él sería mío.
—Te di un plazo, no pasó nada, es tiempo que el lugar dejado por la zorra de Vicky lo ocupe otra, es una pena que no seas tú.
—Micaela no me subestimes, yo sé muchas cosas, tú estás en mis manos, si yo abro la boca tú te hundes delante de tu hijo.
Micaela se le quedó mirando a Alecia y esta sintió un terror repentino porque los ojos de su cuñada cambiaron y de un momento a otro la mano de la doña aferraba su garganta trancando su respiración.
—Tú abres la boca y te mueres, y es bueno que lo vayas sabiendo, una puta como tú, jamás en la vida llevará el apellido Montenegro.
El rostro de Alecia enrojecido estaba cambiando de color, llevo sus manos a las de Micaela para liberarse del agarre, pero la mujer tenía más fuerza que ella y la tiró en el piso.
—Que sea la última vez que me amenazas cuñadita, si en algo aprecias tu vida.
Micaela la soltó y volvió a tomar su postura erguida, mientras contemplaba como Alecia tomaba bocanadas de aire y tosía en el proceso.
La dejó tirada y salió de la casa, tenía un asunto pendiente con Celustriano.
—Negro, ¿Eusebio te dio mi recado? —Le preguntó cuando lo encontró.
El hombre estaba sentado en la parte de atrás de los potreros, fumando un tabaco, con una botella de aguardiente a su lado.
—Si Doña.
—Entonces, ¿tienes preparado el sitio? Porque uno de los dos trabajos que me hiciste no funcionó.
—Yo sé lo dije, que la cosa estaba difícil y no se crea, que el otro trabajito funcionó, leyendo aquí el tabaco, todo parece enturbiarse más y ese hombre que usted quiere, anda alebrestado con otra mujer, miré, aquí sale clarito.
Micaela observó el tabaco encendido, pero sin mucho detenimiento.
—No me preocupa que haya otras, mientras yo sea la única en su corazón.
—Ese es el problema, que ese hombre no tiene los caminos hacia usted, todos los caminos se unen con esa mujer, pero este tabaco como que no lo recé bien.
—¿Por qué dices eso?
—Porque aquí sale una mujer, que pareciera ser usted, pero no lo es, que vaina más rara, nunca me había pasado algo así.
—Celú, ese hombre es mío, prepara el sitio y más te vale que el trabajo funcione esta vez, quiero a mi hombre rogándome que vuelva con él.
—Como usted diga doña. —Respondió Celustriano poco convencido y también confundido por la extraña lectura de ese condenado tabaco.
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Cuando Jared llegó a Los Sauces se encontró con el jolgorio que había armado su madre, estaba demasiado ansioso que no quería esperar para hablar con Luis Fernando, pero Micaela a verlo no lo dejó entrar al salón principal a menos que fuera a bañarse y a cambiarse de ropa.
Una vez listo, entró en el salón, buscó a su hermano con la mirada, estaba hablando con unos amigos de Micaela.
Se acercó y se unió a la conversación, pero como su madre estaba allí con ellos, Jared debió aguardar pacientemente el instante indicado para hablar con Luis Fernando.
En algún momento de la noche, su hermano y él quedaron solos y no esperó para aprovechar la oportunidad.
—Tenemos que hablar, pero no aquí. —Le dijo mientras miraba a su alrededor, vio como su tía Alecia no dejaba de mirarlos.
—¿Qué pasó? ¿Hubo problemas con la venta? —Preguntó Luis Fernando.
—No, todo salió como esperaba. —Respondió Jared, mientras que caminaba hacia la salida, y su hermano lo seguía.
—¿Entonces?
—La encontré.
Luis Fernando clavó su mirada en su hermano.
—¿A quién encontraste? —Preguntó pausadamente.
—Tú sabes a quién encontré.
El fuego corrió por las venas de Luis Fernando, sin perder tiempo, arrastró a su hermano fuera de la casa.
—¿Dónde está? —Preguntó ansioso.
—En Guanare.
—Estás seguro— El corazón amenazaba con salirse de su pecho, la adrenalina comenzó a bullir por su cuerpo sin control.
—Completamente, tu mujer está viviendo allí, al fin terminó la búsqueda.
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