Capítulo 31

Era bien entrada la noche, cuando Hadassah regresó a la casa de sus abuelos, y sigilosamente entró en su habitación, el corazón le latía furioso en su pecho, una vez que pasó el peligro, se acostó en su cama, aun vestida y con los zapatos puestos, puso una mano en sus labios y cerró los ojos, rememorando los besos que se había dado con Alejandro, todo su cuerpo estaba marcado por él y sus caricias, era suya, siempre lo había sido.

De repente la luz de su habitación se encendió y escuchó como la puerta se cerraba, esperó unos cuantos segundos para poder enfocar la vista y ver quien era que la había descubierto. Al ver a su mejor amiga volvió respirar con normalidad, porque pensó que era hermano Luis Fernando. Aunque Verónica no tenía muy buena cara.

—Qué susto me has dado —dijo Hada levantándose de la cama rápidamente.

Su amiga cruzó los brazos a la altura de su pecho.

—Perdona que te lo diga, pero eres una inconsciente, es más de la medianoche, he tenido que mentir diciendo que no te sentías bien, para que tu hermano no se diera cuenta de tu ausencia, cuando preguntó por ti —Era la primera vez que Hadassah veía a Verónica tan enojada.

—Lo siento tanto, no tengo excusa, pero es que cuando estoy con Alejandro no pienso en nada.

Vero resopló indignada.

—Eres mi amiga y te quiero y Alejandro es mi primo y lo adoro, no deseo que nada malo les pase, pero tienen que parar con toda esta locura porque si tus hermanos, se enteran de que estás con él. Lo van a matar.

—No puedo dejarlo, lo amo demasiado, siempre lo he amado, desde el primer

momento en que lo vi y él me ha dicho que siente lo mismo, es una locura, lo sé y también sé que nuestro amor tiene que vivir en las sombras, porque nadie puede enterarse de que estamos juntos.

—Entonces ¿Por qué te arriesgas y lo arriesgas a él a que lo descubran?

—Porque cuando estoy con él... Cuando estamos juntos es muy difícil separarnos.

—¿Al menos le dijiste quien eras? —Preguntó Verónica, todavía ofuscada.

—No, no se lo he dicho. —Respondió Hadassah en voz baja.

—Dios mío Hadassah ¿Qué estás haciendo? Esto no está nada bien, no puedes seguir con tantas mentiras.— Se sentó al lado de su amiga —Alejandro tiene que saber quién eres.

—No puedo decirle, en lo que se entere me dejará, ahora que lo conozco, sé que es un hombre de honor y al saber de quién soy hija me repudiará.

—No conoces a Alejandro, porque si lo conocieras, sabrías que si te ama como dices, nada le impedirá estar contigo.

—Vero, hay tantas cosas que tú desconoces.

— ¿Por qué no me las dices?

—Es algo horrible, demasiado sucio, tú eres un ángel, no puedo mancharte con los trapos sucios de mi familia.

—Yo no soy un ángel, no sé por qué se empeñan en decirme así, soy una mujer de carne y hueso, muy capaz de comprenderte, soy tu amiga Hada.

—Lo sé, jamás dudaría de eso y qué más quisiera que contarte todo, pero no puedo... Pero si no tienes sueño me gustaría decirte como tu primo y yo nos enamoramos, necesito contárselo a alguien.

—El sueño se ha esfumado, creo que tengo tiempo para escuchar tu historia, ya que Jared está profundamente dormido y no se ha quejado de dolor.

—¿No le tocaba a Vicky hacer guardia esta noche? —Preguntó Hadassah sorprendida.

—Mi prima se encontraba un poco agotada, hoy fue el entierro de mi tío, así que me ofrecí a relevarla.

—Pero llevas tres noches seguidas cuidándolo sin contar que en el día también. Necesitas descansar.

—Me encanta ayudar y cuidar a tu hermano, no me desgasta, cuando necesite un descanso, les avisaré.

—Como yo he sido una inconsciente y por mi culpa has tenido que mentir, por lo que queda de noche yo cuidaré a Jared.

Verónica sonrió y negó con la cabeza.

—Tú tienes más cara de agotamiento que yo.

—Es verdad estoy agotada pero feliz.

—Mejor cuéntame cómo lograste conquistar el corazón esquivo de mi primo.

Hadassah, se cambió de ropa, se colocó su piyama y se subió arriba de la cama y cruzó las piernas, mientras enrollaba su larga melena en un moño.

—Después de nuestro primer encuentro en las fiestas de San José, a los días me lo volví a encontrar en el pueblo, empezó a hablarme, yo estaba muy asustada que algún chismoso fuera a verme con él, por lo que cuando me dijo

que me fuera con él, para hablar mejor, yo no me negué.

—¿Nadie los vio?

—Yo creo que no, porque si no la doña se hubiera enterado, yo no estaría aquí.

—Qué exagerada eres —Comentó Verónica sonriendo.

—Si tú supieras... En fin, esa tarde me dejó muy claro que yo le gustaba y que no iba a dejar que me escapara... Como si yo quisiera escaparme —dijo Hadassah riéndose —Quedamos en vernos al día siguiente allí, en ese mismo sitio, y así dio paso al siguiente, y al otro y otro.

Hadassah soltó de nuevo su cabello y comenzó a trenzarlo.

—Al principio me acorralaba con preguntas, quería saber todo de mí... le conté mi verdad a medias, siempre ocultando lo importante.

—¿Y se quedó tranquilo con eso? —Preguntó Verónica con curiosidad.

—No, era muy insistente, ahora lo es mucho más.

—¿Por qué ahora es más insistente?

—Porque quiere casarse conmigo.

Verónica se quedó sorprendida y Hadassah se levantó de la cama.

—Pero eso no puede ser, aquí en este pueblo es imposible... Quisiera decirle que me saque de aquí, que me lleve lejos, solo así, tal vez podamos estar juntos, aunque eso sería egoísta de mi parte, él ama sus tierras, El Morichal es su vida, si lo vieras, cuando me cuenta de cómo se esfuerza para sacarla adelante. —Dijo Hadassah sonriendo con tristeza.

—Lo sé, es el legado de la familia y él es muy leal a eso.

—Nuestra relación no tiene futuro, me lo digo a diario, pero el corazón no escucha mis razones y no puedo dejarlo, lo amo demasiado.

— Tal vez si hablamos con Vicky para que interceda con Luis Fernando, es posible que acepte los de ustedes. —La joven intentó darle ánimos a su amiga.

—No, nadie debe saber lo que pasa entre Alejandro y yo.

Verónica se levantó de la cama.

—Por favor Hadassah tarde o temprano se va a saber, ya mi tío no está y Vicky y Alejandro están más unidos que nunca, es cuestión de tiempo para que él se entere de quién eres y eso no le va a gustar, es mejor que corra el riesgo y se lo digas tú.

Hadassah pensó en todas las consecuencias que aquello traería y sobre todo si Micaela se enteraba, le aterraba la idea, su madre había sido cruel y despiadada con ella sin ningún motivo, teniendo un motivo, la joven estaba segura de que su mamá sería implacable y nadie la detendría.

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Mientras tanto, en Los Sauces, Micaela Montenegro se sentía herida, el desprecio de su hijo había calado muy hondo en ella, pero ni aun así su carácter recio cambió y ni siquiera un segundo por su mente pasó Jared ni su salud, no le interesaba en lo absoluto, si estaba vivo o muerto, a ella solo le importaba Luis Fernando, pero decidió dejarlo tranquilo, al menos por un tiempo, ella quería a su hijo de vuelta y nada la haría desistir.

Una noche cansada de estar encerrada en la hacienda, decidió dar un paseo, se esmeró en su arreglo y es que la doña a sus cuarenta y tantos todavía hacía doblegar a los hombres a su antojo, ese carácter bravío llamaba a los caballeros como un canto de sirena, solamente que a Micaela le interesaba solo uno.

Una vez terminó de arreglarse, no buscó a su caballo, sino que prefirió salir en el rústico, la noche era oscura, la luna se encontraba ausente, a cualquier damita le hubiera dado pavor salir a esas horas, pero eso a la doña no le importaba, más bien los terrores nocturnos, le huían a ella.

La mujer que era una maestra del engaño y que conseguía lo que se proponía entró a El Morichal y fácilmente fue guiada a la habitación de Alejandro, quien se encontraba durmiendo. La luz tenue de una lamparilla alumbraba lo suficiente para que Micaela pudiera verlo.

Sin hacer movimientos bruscos se quitó toda la ropa y se metió en la cama y lentamente se arrimó a su cuerpo. A ese cuerpo fornido con el cual soñaba todas las noches, ella deslizó la sabana y pudo verlo, es todo su esplendor.

Tenía la mandíbula recién afeitada, y su piel morena era impecable. Sus caderas estrechas llevaban a un torso impresionante, un conjunto de músculos que se unían para formar una obra maestra de fuerza. Su piel bronceada cubría una figura magnífica. Era poderoso, clásico y hermoso. La vista se quedó clavada en su enorme miembro que se encontraba semi erecto, se relamió los labios, tan solo verlo así, ya estaba más que preparada para él, para que Alejandro volviera a poseerla.

Se dejó espacio entre su cuerpo y el suyo, su mano subió por su torso disfrutando de sentir su piel caliente. Alejandro, que se encontraba dormido al sentir las caricias, se despertó, pero aun somnoliento, se confundió de mujer, Micaela sin perder el tiempo lo besó y él respondió con una necesidad apremiante, entre besos Alejandro le susurró:

—Hada mi amor, me vuelves loco...


Aquellas palabras dejaron fría a Micaela Montenegro.

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