Capítulo 22


La Colonia Tovar es una ciudad venezolana, capital del municipio Tovar, en el estado Aragua. Fue fundada el 8 de abril de 1843 por un grupo de inmigrantes alemanes provenientes del entonces estado independiente de Baden.

Era una tarde sombría, aunque era período de sequía en el horizonte se podía apreciar los nubarrones que se iban formando, alertando a los habitantes del pueblo que se aproximaba una tempestad y una tempestad similar era la que comenzaba a vislumbrarse en Los Sauces y en El Morichal.

—¡Oh si! Dame más duro — El sudor corría por la espalda de Alecia mientras Antonio la embestía con violencia, ella disfrutaba de brutalidad del Araujo, le gustaba el dolor y el castigo que él le infligía, él puso las manos alrededor del cuello de ella que se apretaban más de lo normal, pero eso no le importaba a la mujer porque solo se encontraba enfocada en su placer, su sexo hinchado clamaba por liberación.

—Cuéntame más —Le pedía Antonio mientras sus manos se apretaban más a su cuello y arremetía con furiosas embestida.

—Micaela se ha quedado sola, Luis Fernando se ha llevado a sus hijos...hmmmm .... ¡Más fuerte!

Antonio quitó las manos del cuello y azotó con su mano el trasero de Alecia, sin contemplaciones, con ardor y con furia, salió de ella y azotó su vulva haciendo que la mujer gritara de placer, los hombres que se encontraban afuera de la casa, escuchaban todo lo que sucedía adentro.

La volvió a embestir por detrás mientras jalaba su cabello, tanto que ella tuvo que echar la cabeza hacia atrás y unas lagrimillas salieron de sus ojos por el dolor placentero que estaba sintiendo.

—Nadie sospecha de nosotros, ahora ella está vulnerable, es presa fácil para sus enemigos —Dijo Alecia esforzándose por poner en orden sus pensamientos porque las oleadas de placer amenazaban con desbordarlas, pero Antonio la cogía con más ímpetu cuando le hablaba de su cuñada. —Nadie podrá

protegerla.

Antonio la embistió una y otra vez hasta que se corrieron.

Él se acostó en la cama y Alecia lo hizo a su lado y le acarició el pecho.

—No quiero que Micaela quede viva, tienes que acabar con ella. —Le pidió la mujer.

—Yo sé muy bien lo que tengo que hacer... ¿Qué ocurrió para que el bastardo de Luis Fernando se fuera de la casa con los otros?

—Micaela se metió con su hija y eso no le gustó a Luis Fernando y a Jared, por eso se largaron.

Alecia evitó decirle que María Victoria había regresado y que estaba con su esposo.

Antonio sonrió complacido.

—Entonces el día ha llegado más pronto de lo esperado, de los Montenegro no quedará ni el apellido.

Alecia se apoyó en su antebrazo para mirar a Antonio a la cara.

—Te recuerdo que tu venganza es con Micaela y Luis Fernando, a mis sobrinos no los toques, ellos no tienen nada que ver en esto, además que ella se ha encargado que esos muchachos no tengan ni un mínimo de afecto por ella, así que no tienes que temer que más adelante busquen venganza.

—¿Tú crees que soy idiota? —Preguntó Antonio enojado —ninguno de ellos quedará con vida, así que ve haciendo duelo por tus seres queridos porque de esta no se salvan, cómprate tu ropita de luto y ensaya el teatrito que vas a montar. —Sentenció.

—Antonio, pero mis sobrinos...

—Ya he dado mi última palabra, cuidadito con traicionarme, porque yo no soy

Micaela, yo conozco tus mañas, puta y si me estorbas te saco de mi camino sin que me tiemble la mano, yo no amenazo, yo cumplo.

🤠🤠🤠🤠🤠🤠

La llegada de los Mattordi se hizo en silencio, había muchos sentimientos encontrados, Hadassah se sentía abrumada por todo lo que había ocurrido, aún no podía ni imaginar, que ya no estuviera viviendo en Los Sauces, ya no tenía encima el yugo de su madre, aunque en su corazón sentía que no debía cantar victoria todavía, ya que Micaela no era de las que aceptaba las derrotas tan fácilmente y estaba segura de que arremetería contra ella cuando tuviera la oportunidad, porque fue por su boca que todo se descubrió.

—Quita esa cara, ya no tienes nada que temer. —Dijo su hermano que entró a la recámara con sus cosas y al verla con el rostro de angustia se le acercó.

—Jared, ¿cómo puedes decir eso, si sabes de lo que ella es capaz? No se quedará tranquila.

—No estás sola, no dejaré que nada te pase, eso ya lo sabes y Luis Fernando tampoco, así que cambia esa cara hermanita.

Hadassah miró los ojos grises de su hermano.

—¿Todo esto no te afecta? —Preguntó con incredulidad.

—¿Crees que soy de hierro? —Respondió él en el mismo tono.

—Pareces tan imperturbable, nada pareciera importarte.

—Me importa más de lo que crees, estoy jodido Hadassah, cada palabra de esa mujer son puñaladas certeras y dolorosas que se hunden aquí —Jared se tocó en

el corazón — desde hace tiempo me hice a la idea que yo no tenía madre, la única mujer que me amó, murió hace años, mi abuela Flora, era mi madre, de Micaela no espero un carajo, si permanecí en Los Sauces fue por ti, eres mi sangre, mi hermana y porque mi abuela me lo pidió, que cuidara de ti y así lo haré. —Dijo en tono serio, pero para Hadassah no pasó desapercibido el brillo de dolor en los ojos de su hermano.

—Oh Jared —Hadassah lo abrazó, llorando desconsoladamente, por ella y por él, la vida los había golpeado muy duro,

—Ya todo terminó cariño — La consoló Jared — es hora de que comencemos una nueva vida.

—Yo no soy tan optimista como tú... Todavía hay cosas...

—Todo se irá resolviendo poco a poco, lo importante es que ya no tienes que andar con temor ni miedos porque Micaela no volverá a hacerte daño.

—Ay Jared Dios quiera y así sea —contestó Hadassah entre sollozos y poco convencida.

🤠🤠🤠🤠🤠🤠

María Victoria se encontraba en su habitación, después de que todo el fragor de la pelea pasó, fue consciente de su estado y que había sido una insensatez haber actuado de esa manera, se tocó su barriguita inexistente.

—Mamá no volverá a hacer locuras, mi amor. —Susurró acariciándose el vientre.

Pensó en Luis Fernando, no habían hablado después que salieron de Los Sauces, ella comprendía que no debía ser fácil para él y para sus hermanos conocer todas las fechorías que ha hecho esa malvada mujer.

Vicky no se sentía tranquila porque tenía miedo de que Micaela hubiera llenado de dudas nuevamente a su esposo, ahora que ella sabía que él jamás la había echado de su lado, deseaba arreglar las cosas, lo amaba demasiado y ya no quería estar separada de él. Tomó la decisión de buscarlo, tenían que hablar y aclarar las cosas.

A pesar de que ya llevaba más de un día en esa casa, no la había visto realmente, ahora que ya no se encontraba ni furiosa, ni angustiada podía apreciar lo bonita que era el hogar de los padres de Micaela, era una hermosa quinta que le recordó un poco a las casas de la Colonia Tovar, pero esta, era de un estilo más llenero, con un largo corredor adornado con sus enormes columnas, mientras que dentro de la casa los pisos eran de madera, al igual que sus techos, a pesar de que tenía sus años, ese lugar no se sentía frío como Los Sauces, aquello fue en su tiempo un verdadero hogar; había fotos de los Mattordi, Luis Fernando y sus hermanos pequeños, por gran parte de la casa, Vicky tomó un pequeño portarretrato donde salía un niño rubio precioso con unos ojos azules preciosos, acarició la imagen y sonrió pensando en el pequeñín que llevaba en su vientre, volvió a colocar la imagen en su sitio y fue hasta la habitación de su esposo.

Tocó, pero nadie respondió, abrió la puerta y entró, se paseó por la amplia recámara cuando la puerta del baño se abrió y entonces salió él, con el cuerpo entero mojado, el pelo alborotado cayéndole sobre la frente y la poderosa uve de su vientre perdiéndose bajo la toalla.

—Hola —dijo él al verla.

—Hola —balbuceó Vicky que se quedó mirándolo, extasiada, él estaba guapo a rabiar, todo por lo que había acudido allí se le olvidó, no podía dejar de mirarlo. —Vine... pensé que... mejor me voy... —Hizo el amago de marcharse, pero Luis Fernando fue más rápido y no la dejó irse.

—No te vayas, quédate conmigo — le dijo con voz ronca mientras pegaba su cuerpo mojado, se pegó al suyo, su boca caliente, acarició su cuello y todo

pensamiento coherente en la cabeza de María Victoria se esfumó.

Con un gemido, se volvió y rodeó el cuello de él con sus brazos. Atrapó su boca con la suya y lo besó, un beso ansioso, nacido de todo ese tiempo que no había estado con él, de estar sola y herida. Se apretó contra Luis Fernando, besándolo con toda la pasión que se habían negado.

Él la apretó entre sus brazos y profundizó aún más el beso, mientras sus manos recorrieron el cuerpo de su esposa hasta posarse en sus nalgas, Vicky dejó todo atrás, solo le importaba él, Luis Fernando.

Su boca se fundía con los besos calientes y profundos de él, pequeños mordiscos a sus labios la sedujeron; se movieron como si estuvieran bailando hasta que chocaron contra la pared. Él le desabrochó el vestido, para su sorpresa ella solo llevaba unas braguitas que siguieron el camino del vestido.

Vicky gimió cuando Luis Fernando tocó su piel desnuda, el calor surgió de ella como el fuego. Él acarició sus pechos, acunándolos ente sus manos, sus dedos pellizcaron sus pezones erectos, mientras le daba besos en las mejillas, el cuello, la nuca o los labios.

María Victoria deslizó sus manos sobre sus hombros fornidos, su piel todavía se encontraba húmeda del agua del baño, pero caliente como el fuego. Ella lo acarició observando como sus dedos recorrían su torso desnudo. Cuantas noches se había quedado dormida, anhelando sentirlo y tocarlo como lo estaba haciendo ahora en su muralla de músculos de su pecho y el abdomen rígido y liso bajo sus dedos. Él cogió sus manos y las apartó de sí.

—Deseo tocarte. —Se quejó ella.

—Tenemos toda la noche —la besó para acallar cualquier protesta, cogiéndola de las manos, desplegando sus brazos, entretanto la presionaba contra la pared. Agachó la cabeza y besó uno de sus pechos, saboreando y succionando primero un pezón y luego otro, mientras la mantenía prisionera contra la pared. El cuerpo

de Vicky temblaba mientras él la acariciaba. Ella suspiró, deseaba más. Cuando él mordió sus pezones, soltó un pequeño sonido, suave y dulce, de placer desenfrenado. María Victoria sintió cómo se humedecía entre los muslos, se estiró, haciendo fuerza contra él, sus caderas comenzaron a agitarse, todavía quería más. Arqueó la cintura hacia él, pero aún estaba demasiado lejos.

—Luis Fernando te necesito.

Su boca abandonó el pezón y besó la suave piel del pecho.

—No tanto como yo mi amor.

Ella sonrió.

—Tócame —Le suplicó ella.

—¿Dónde?

—Ya sabes dónde.

—¿Aquí? —Preguntó él besándola mientras deslizaba sus dedos entre sus piernas para acariciar aquel lugar húmedo y suave donde más ansiaba ser tocada.

María Victoria suspiró.

Luis Fernando se arrodilló y ella supo inmediatamente lo que iba a hacer. Comenzó a temblar mientras la besaba entre los muslos, el vientre y aún más abajo. Ella se apretó contra él, gimiendo ante el placer carnal de su boca, devorándola, él la aferró por la cintura, sosteniéndola en el aire, atrapada contra la pared.

Él la succionó con dulzura, primero abajo, después otra vez arriba, moviendo su lengua por toda la extensión de su sexo, saboreándola, mientras sentía punzadas de calor por todo su cuerpo. Ella se retorcía, temblando con cada suave lametón de su lengua, sus manos se aferraron a los hombros de él.

—Oh Luis Fernando, Oh... —suspiraba, moviendo las caderas contra su boca.

Su lengua se posó en el clítoris inundándola, llenándola, lo lamió con rapidez, con ligeros toques, y justo cuando ella pensaba que iba a enloquecer, relajó la fuerza de sus brazos y ella pudo mover las caderas hacia su boca para obtener todo su placer. Vicky tembló, el éxtasis se incrementaba, él la torturaba dulcemente. La saboreó un poco más, antes de erguirse nuevamente. Luis Fernando apretó su cintura contra la de ella y Vicky sintió su erección, caliente y duro contra su vientre. Lo cogió entre las manos, pero sus dedos no podían abarcar completamente su miembro, y lo apretó, quería darle placer como él se lo había dado a ella.

Luis Fernando la detuvo.

—Necesito hacerte el amor —dijo con apremiante urgencia.

Apartó sus manos, la cargó y la puso sobre la cama, boca arriba y con la rodilla entreabrió sus muslos.

—Eres mi vida —susurró mientras colocaba su cuerpo sobre el de ella, haciendo que su peso descansara sobre sus brazos— Nunca dudes de mí.

—Jamás —respondió ella mirando sus ojos azules y profundos.

Sus movimientos eran desesperados y hambrientos de placer. Su pene presionó con éxtasis los labios de su sexo, exigiendo entrar, y ella abrió más las piernas, ofreciéndose a él.

Él la penetró y ella lo recibió entre suspiros. Él la besó, la mordisqueó, en el cuello, la garganta y el hombro, haciéndola agitarse, mientras la penetraba con cada impulso.

—Oh, si mi amor, oh —gemía, ella, frenética y extasiada ante la eminente explosión, se unió a sus arremetidas, empujando también, mientras le suplicaba:

—Más rápido, oh, por favor, oh, si, oh, sí.

Aguantando el peso sobre sus antebrazos, Luis Fernando obedecía a sus frenéticas exigencias, penetrándola rápidamente y con dureza, una y otra vez, hasta que consiguió llevarla al clímax.

—Te necesito —suplicó Vicky— oh, más, más. —Cuando él volvió a penetrarla de nuevo, apretó las nalgas con fuerza y todos sus músculos se tensaron en fuertes convulsiones alrededor de su miembro.

Él profirió un grito ahogado y suave, enredado en su cabello, deslizó sus brazos detrás de ella, y apretándola contra sí como si no pudiera estar más cerca de ella, penetrándola lo más profundamente que pudo, eyaculó violentamente mientras su propio placer se desataba sin remedio. Su cuerpo se puso rígido y el calor de su clímax se desbordó dentro de ella.

—María Victoria —Suspiró —Te amo mi amor —Respiró con fuerza, besando sus cabellos, sus orejas y su sien —Nada puede separarme de ti.

Ella sonrió, acariciando su espalda, pasando sus dedos sobre las fuertes y rígidas líneas de músculos y fibra, encontrándose con el peso duro y familiar del cuerpo de su marido.

—Nunca nadie volverá a arrancarnos de tu lado, mi amor...

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