Capítulo 9

—María Victoria levántate, desde que llegamos no se te habían pegado las sábanas como hoy.

—Nana déjame dormir ya no tengo que ir a la universidad. —Se quejó la joven.

—¡Gua! Pero si son las 10 de la mañana ¿Hasta qué hora piensas dormir?

— En este lugar no hay nada mejor que hacer.

—Si no te levantas en este mismo instante te voy a hacer lo mismo que le hiciste a tu hermano.

—¡Nana!

—Regreso en 5 minutos, si no estás fuera de la cama, ya sabes lo que te espera.

Vicky se tapó con la cabeza con la sabana riéndose no por Dolores sino por lo que había vivido la noche anterior, cerró los ojos y recordó.

Muy pocas veces había montado a caballo, pero hacerlo en ese espacio abierto y al abrigo de la noche fue una sensación maravillosa, cabalgaron por largo tiempo, luego se pararon en un sendero, la luna llena engalanaba el cielo, no se bajaron de las monturas, sino que observaron la nada y a la vez todo.

—Nunca había sentido tanta paz como este momento, Caracas siempre es tan bulliciosa incluso hasta de noche.

—¿Y eso te gusta?

—Me gusta esta sensación de tranquilidad, en la ciudad todo es más acelerado, en cambio, por aquí es al contrario.

—A veces tanto silencio abruma.

—¿Preferirías la ciudad?

—Cuando la paz te hace recordar, entonces es preferible el bullicio, así no piensas, no sientes, no recuerdas.

—¿Qué quieres olvidar? ¿Un amor?

Él se quedó callado.

—Es mejor que regresemos.

—¿Por qué? Es la primera vez desde que llegué aquí que realmente estoy disfrutando de algo,

—Si nos descubren, estaremos metidos en serios problemas.

Vicky quería pasar un rato más con él, pero al parecer había tocado una cuerda que no debió tocar.

—De acuerdo regresemos —dijo con fastidio.

Al llegar él la ayudó a bajarse, la tomó por su pequeña cintura con sus dos grandes manos y la pegó a su cuerpo y ella fue bajando lentamente, él no quitó las manos de su cuerpo y ella no hizo intento de quitarse, él miró su boca y Vicky con descaro pasó la lengua por sus labios una clara invitación. Un ruido los alertó y se separaron.

—Es mejor que te vayas —dijo él con voz ronca.

Vicky asintió

Y entró a la casa.

—¿Todavía sigues acostada?

—Ya estoy despierta, no sé cuál es el empeño que me levante nana, si igual no voy a hacer nada.

—Porque no quieres, en esta hacienda hay tantas por hacer ¿qué te parece si vamos al corral y aprendes como ordeñar una vaca?

María Victoria puso una cara de horror.

—¿Nana tú me ves cara de yo querer ordeñar un bicho de esos?

—Una mujer tiene que aprender hacer de todo, tu prima Andreina es un claro ejemplo, es la primera que se levanta y la última que se acuesta.

Vicky puso los ojos en blanco.

—Lo último que quiero es parecerme a ella, si tu intención era motivarme, has logrado el efecto contrario.

—Complace a tu nana, quiero que te entretengas en algo y no andes por ahí con la mente ociosa y poniendo los ojos donde no debes.

—¿Vas a seguir con eso? Ya te dije que ese hombre no me gusta para nada.

Miró hacia otro lado para que Dolores no le viera la cara.

—Eso espero jovencita… ahora vístete y ven a desayunar.

Vicky se estaba terminado de vestir cuando entró a su habitación Andreína sin tocar la puerta.

—Buenos días —dijo Vicky con ironía.

—Esto no es una visita de cortesía.

—¡Ah no! —exclamó sarcástica —¿y eso?

—Te vi anoche en las caballerizas y observé cuando saliste y cuando llegaste.

Un susto se alojó en el estómago de la joven.

—No tenía sueño y salí un rato, no viste nada del otro mundo.

—Sé lo que haces, te has encaprichado con Luis Fernando y estás haciendo todo lo posible para atraerlo con tus artimañas, eres una engreída porque vienes de Caracas y quiere deslumbrarlo, pero yo lo vi primero y estoy enamorada de él y te advierto por las buenas que no te atravieses en mi camino

—Tu capataz es todo tuyo, primita, si quisiera lo tendría hoy mismo en mi mano, pero a mí no me gustan los vegueros* jamás posarías mis ojos en un empleado de la finca, tengo mejores cosas que hacer.

—Si ¿cómo qué? Holgazanear todo el día, es todo lo que haces, aunque pensándolo bien no sé ni para que vine porque un hombre como ese, no se fijaría en una mujer tan superficial como tú que ni siquiera es capaz de agarrar una escoba porque no sabe cómo hacerlo.

—¡Me estás ofendiendo! Una cosa es que me aclares que te gusta Luis Fernando otra que me ofendas sin motivo, porque yo no lo he hecho contigo.

—No lo haces con palabras, mas si con tus gestos, nos desprecias a todos, te crees superior, porque te criaste en la capital y vistes ropas finas y eres la novedad entre los hombres del pueblo, pero la realidad es otra.

—Ya me estás cansando, no hagas que yo me vuelva una arpía Andreína, te lo advierto.

—La que te advierte soy yo, aléjate de Luis Fernando porque yo no soy ninguna tonta, yo soy una llanera de pura cepa y si me quieres quitar lo que he marcado como mío, lo haré con uñas y dientes.

—Pelearás sola, yo no me rebajo por un hombre y menos por tu capataz, así que es todo tuyo a partir de este momento.

La discusión con su prima le amargó el día, como se atrevía a decir que ella era una holgazana que ni siquiera sabía coger una escoba de barrer, si supiera que Dolores la ponía a ser algunos deberes en la mansión de sus tíos, precisamente por eso, porque su nana quería que ella fuera útil en todo.

Se quitó la ropa que se había puesto y se puso unos jeans gastados que le quedaban algo ajustado, pero le gustaban porque le realzaban su figura, se colocó una camisa de cuadros rojos y se la anudó más abajo del busto, dejando al descubierto su abdomen plano, se puso unas botas de cuero marrón que le había regalado su padre y por último se recogió sus rizos en un moño y salió decidida a aprender a ordeñar una condenada vaca.

Después de desayunar se fue al corral, ni siquiera buscó con la mirada cierto catire* del cual no dejaba de pensar, no quería problema con la loca de su prima, si ella estaba tan decida por él, pues que se lo quedara, total lo único que ella tenía en mente, era convencer a su padre que la dejara marcharse.

Entró acompañada de su nana, los hombres al verla pararon la faena y se quedaron mudos.

—¡Ah pues! ¿Y es que le comieron la lengua los ratones? La señorita Vicky quiere aprender a ordeñar así que ¿Cuál de ustedes se ofrece pa’ enseñarla?

Nadie habló hasta que una voz ronca lo hizo e inmediatamente se erizó la piel a la joven.

—Yo la enseñaré — ella se giró y levantó la mirada y allí estaba él.

Dolores frunció el ceño al ver la manera en que su niña se quedaba como tonta viendo al capataz.

—Ven Vicky, siéntate aquí —le ordenó Dolores señalando un pequeño banco.

María Victoria espabiló e hizo lo que su nana le pidió,

Luis Fernando se agachó y la miró directamente a los ojos.

—Lo primero que vas a hacer es masajear las ubres para que el animal se adapte a ti y tú a ella.

Vicky no asimiló ninguna palabra de lo que él le estaba diciendo, solo se fijaba en su mentón cuadrado, en la ligera barba rubia que tenía, miró sus pestañas castañas claras casi rubias y su nariz perfilada, sus ojos bajaron hasta sus labios y él arqueó una ceja, divertido.

—María Victoria Araujo Colmenares —Dolores la pellizcó en el brazo.

—¡Nana! —se quejó la muchacha sobándose.

—Presta atención.

Vicky miró a Dolores y vio que estaba enojada, así que decidió no tentar a su suerte.

Intentó no posar los ojos en Luis Fernando, pero su voz la tenía cautivada y cuando colocó sus manos sobre las suyas para indicarle el movimiento, electricidad recorrió todo su cuerpo, trató de controlarse porque el General Gómez* estaba a su lado pendiente de cualquiera de sus movimientos para meterle otro pellizco.

Así que una hora después, no entendió absolutamente nada de ordeño, pero si sabía que le fascinaba Luis Fernando y que iba ser bien difícil no coquetear con él.

Los trabajadores de la finca empezaron con el trajinar de la fiesta de bienvenida. El día llegó, ya desde temprano las tres reses para la fiesta estaban más que lista para el gran banquete, las cajas del mejor whisky llegaron de la capital para los invitados poderosos para los invitados de menor rango, el aguardiente se encontraba más que listo. Las mujeres de la hacienda ya a media tarde comenzaron a vestirse con lo mejor que tenían para el jolgorio. María Victoria estaba de pésimo humor, temprano en la mañana había visto a su primita cabalgando con el capataz, supuestamente y que para arrear el ganado.

Su papá le había regalado un vestido llanero rojo muy bonito, bordado a mano, los hombros los llevaba descubierto y la falda amplia era un espectáculo, se soltó su cabellera rizada y su nana le hizo un arreglo de rosas rojas para el tocado.

—Mi amor, ese vestido te hace ver tan hermosa.

—Nana es que yo soy hermosa.

—Es verdad mi niña, pero hoy lo estás más… Te vas a portar bien, estaré pendiente, cuidado con estar poniendo los ojos en donde no debes.

—¿Otra vez nana con lo mismo?

—Ya te lo dije, ese hombre no me interesa, es Andreína la que mora por esos terrenos, así que déjame tranquila ya con eso —le dijo malhumorada.

Dolores se le quedó mirando y no dijo nada más.

Antonio vio a María Victoria y mandó a detener el conjunto de música llanera que estaba tocando un joropo recio.

—Aquí está la reina de El Morichal, la mujer más hermosa de estas tierras, estoy feliz de que al fin estés con tu familia —soltó a gran voz —Ven aquí hija mía y regálale un abrazo a tu enamorado padre.

Ella se acercó y se abrazaron.

Todos los invitados aplaudieron emocionados, Antonio la acercó a la mesa donde compartía con dos hombres, uno joven y a simple vista llanero hasta los tuétanos, por la manera de vestir, con sombrero, botas y demás, al igual que el hombre más mayor que se encontraba a su lado, vestido casi de forma idéntica.

—Mi amor te presento Eulalio Gallardo y Patricio su hijo.

—Mucho gusto —saludó ella dándole la mano a cada uno.

El joven que se llamaba Patricio se levantó nervioso y colocó una silla a su lado para que Vicky se sentara, eso era lo último que le apetecía. Mas su padre la instó a que lo hiciera.

—Vicky siéntate con Patricio, que me tiene loco desde que llegaste al pueblo porque quería conocerte.

Ella sonrió por cortesía.

El tal Patricio hablaba, de tierras, ganados, toros coleados, trofeos y bla, bla, bla… María Victoria aburrida, recorrió con la mirada el lugar, gente que ni conocía bailaba joropo emocionado, ella vio la forma en la que movían los pies con rapidez, el olor a carne asada impregnaba el sitio, vio a su hermano con una muchacha de dudosa procedencia sentada en sus piernas, observó a Andreína con su ropa de siempre pero, con el cabello suelto y maquillada, tenía cara de pocos amigos, siguió observando y una mirada azulita como el cielo estaba clavada sobre ella y de inmediato se le calentó el cuerpo y no se atrevió a quitar la suya.

—Yo pienso que la boda podría pautarse dentro de un par de meses.

La palabra boda hizo que desviara la mirada con renuencia para centrar su atención a la extraña conversación que tenía su padre con el tal Eulalio

—Por mí está bien Antonio, así hacemos el papeleo.

—Entonces no se diga más, que se lleve el casorio dentro de dos meses.

Vicky miró al hombre que estaba sentado a su lado sonriendo satisfecho.

—¿Quién se va a casar papá? —Preguntó con suspicacia.

Antonio frunció el ceño.

—María Victoria esta fiesta la hice con dos intenciones, la primera tu bienvenida, la segunda dar a conocer tu compromiso con Patricio, mi amor.

—¡Casarme! ¿Con este?

—Vicky

La joven se levantó de su asiento furiosa.

—Yo tengo 22 años, soy mayor de edad y gracias a Dios tengo el derecho de elegir con quien me voy a casar y créeme que con ese hombre no será.

—Tú harás lo que te digo porque soy tu padre, así que ahora cállate y siéntate, no me hagas pasar vergüenza.

—No me voy a sentar, no me voy a callar y no voy a hacer esa atrocidad —salió corriendo hacia las caballerizas.

Antonio la llamó, pero la música amortiguó sus gritos enfurecidos.

María Victoria cegada por la ira, tomó el primer caballo que se le atravesó y se montó sin silla, salió al galope de aquel lugar, lo que no se dio cuenta es que había agarrado a un caballo sin domar y no comprendía que estaba corriendo un gran peligro.

*Veguero: se le dices a las personas procedentes del llano.

* Catire: se le dice a las persona rubias

*General Gomez: Fue un presidente venezolano conocido por su caracter fuerte.

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