Capítulo 6
El llano tierra de hombres y mujeres guerreros, trabajadores del campo, tierra de leyendas y espantos, es la tierra de ganadería, de los vaqueros humildes a pie y soberbios a caballo, la tierra del joropo recio, versos y tonadas. Cantos que salen de lo más profundo del llanero.
En la hacienda los Sauces la faena comienza a las 4 de la mañana.
—Mira muchacho, suelta el becerro, que ya vamos a empezar — dice un obrero mientras amarra a la vaca, se sienta en un pequeño banquillo al lado del animal, le limpia las ubres y comienza el ordeño bajo los cantos para que la vaca se deje tocar.
"morenita, morenita, deme su leche para beberla mañana, para beberla mañana, por eso cuando me paro bien de madrugada y la llamo para poder ordeñarla"
Ya a esa hora la patrona de la hacienda se encuentra despierta vigilando que todos estén haciendo su labor. Su presencia infunde respeto a pesar de ser una mujer, es recia e implacable y no le tiembla el pulso a la hora de hacer cumplir una orden.
Los años no han pasado por ella, sigue siendo tan hermosa de la misma manera que en su juventud, y aún es el objeto de deseo de muchos hombres, no obstante se lo tienen que pensar unas cuantas veces para acercarse a ella. La dulce jovencita había cambiado en su interior, ahora era fría y calculadora, no daba un paso sin antes haberlo pensado y comprobar los beneficios que obtendría. Micaela ya no tenía corazón, murió aquella noche con su amado.
Después que Gustavo fue sepultado ella y su familia se fueron a Caracas por un tiempo para que la joven sanara sus heridas, sus padres conocían de primera mano lo que debía hacerse para curar una pena. Lo que no sabían Yeudiel y Flora es que su querida hija jamás le sanaría la herida del corazón y que vivía sedienta de venganza.
Al ser su esposo hijo único Micaela fue la heredera de todos sus bienes por eso la hacienda Los Sauces quedó bajo su dominio. Ella pensó en los Araujo y en el poder que ostentaban por lo que decidió que eso era lo primero que les arrebataría.
Cinco años después regresó a su tierra con un solo objetivo en mente, Simón Robles un hacendado que colindaba con Los Sauces, más tierras y ganado era significado de poder y autoridad. Por lo que no dudó ni un solo segundo en utilizar sus encantos femeninos para volver loco a Simón, quien al cabo de un año rompió el hogar que apenas iniciaba con su novia de toda la vida para casarse con Micaela Montenegro; la interesada mujer que no dejaba cabos sueltos pensó en darles hijos al terrateniente para que nadie le arrebatara lo que había conseguido. A los dos años de casados tuvo un hijo varón al que llamó Jared y dos años después nació Hadassah.
Simón Robles se enfermó de amor por una mujer que al nacer su hija no permitió que volviera a tocarla, el hombre era de un espíritu débil y de eso su esposa se aprovechó, Micaela poco a poco fue tomando el control de todo lo que pertenecía y la hacienda Los Sauces se volvió la más grande y prospera del lugar. No dudó de usar sus encantos cuando una piedra obstaculizaba su camino. Poco tiempo después su esposo murió repentinamente, le dio un infarto.
Micael ni se inmutó más bien pensó que la suerte estaba a su favor, porque ella no soportaba estar ni en la misma habitación que su difunto marido.
Una vez que se convirtió en una terrateniente y que tenía el poder en su puño. No hubo quien la detuviera.
Ulises Araujo el hijo menor de Don Lorenzo era un fiestero que no salía del bar de Clarita entre aguardiente y los amores de las mujeres de la vida alegre. Se casó con una muchacha de bien a la que su padre lo obligó a casarse con él para la conveniencia de las familias. Carmela estaba enamorada de otro hombre que por desgracia no contaba con el abolengo de los Araujo y ese amor quedó frustrado por la ambición. Ulises que no tenía respeto alguno por las féminas, cada vez que quería tener intimidad con su esposa y esta se negaba la violaba, así como lo hizo la noche de boda, no le importó que para la joven era su primera vez.
Una noche en la que había bebido demasiado salió del bar de Clarita dando tumbos, unos hombres lo estaban esperándolo.
El borracho, aunque quisiera no podía poner resistencia, lo llevaron a las afueras del pueblo y allí fue golpeado sin compasión todo esto bajo el mando de Eusebio que a partir de ese momento se convertiría en la mano derecha de Micaela.
El relinchar de un caballo detuvo a los hombres, ella había llegado y como cuál amazona hermosa la patrona de Los Sauces se bajó de su montura, sombría, letal y fría al igual que la muerte que acechaba a Ulises Araujo. Fue hasta él se agachó y le jaló el cabello con fuerza haciendo que el mallugado hombre se quejara del dolor.
—Mírame maldito ¿dónde está el desgraciado que me atacó?
Ulises abrió los ojos al escucharla y se aterrorizó al verla.
—Haces bien de tenerme miedo, porque de esta no te salvas —ella miró a Eusebio —pásame el puñal.
El hombre le paso el cuchillo de aproximadamente 10 centímetros con una empuñadura de plata que tenía las iniciales MM grabadas, cuando la mujer tuvo el arma en la mano sin vacilación se lo clavó en lo genitales. El grito desesperado y de dolor ensordeció a los presentes.
Del pantalón comenzó a emanar la sangre.
—Por... Favor... no
—Cállate no pidas clemencia infeliz, porque tú no tuviste ninguna aquella noche y yo tampoco la tendré contigo... Eusebio pásame el otro puñal.
El hombre obedeció y le entregó el arma, una réplica exacta que la anterior.
—Ulises Araujo nos vemos en el infierno —Micaela hundió el puñal en todo el centro del corazón, sin remordimientos. Al verlo dar su último suspiro sonrió —Ya solo quedan dos.
El terror se apoderó nuevamente de los pobladores del pueblo de San José después de 9 años volvía a ocurrir una desgracia. En las afueras del pueblito encontraron a Ulises Araujo muerto de una manera espantosa.
Cuando Antonio se enteró no daba crédito a las habladurías, su hermano no podía estar muerto, pero en el momento que vio el cuerpo de Ulises fue un impacto para él y al ver los puñales con las iniciales las palabras de Micaela volvieron a su mente
"Me desquitaré con lo que más te duele"
De inmediato desechó la idea, eso tenía que ser obra de otra gente, la catira no era capaz de eso, además ya había pasado casi diez años de aquello.
La mujer de Ulises disimuló la gran satisfacción que sentía por la muerte del infeliz de su marido. Al no tener a donde ir porque sus padres se desentendieron de ella, no le quedó más alternativa que quedarse en la hacienda el Morichal y convivir con los Araujo, ya que llevaba un bebé en su vientre, con el pasar de los años y por necesidad del cuerpo, le calentó muchas noches la cama a su cuñado Antonio.
Don Lorenzo al enterarse de la muerte del benjamín de la familia murió de pena y el mayor de sus hijos tomó el control de la hacienda.
Mientras tanto en Los Sauces los hijos de Micaela crecían bajo el cariño de sus abuelos porque su madre ni siquiera un beso les regaló, ella solo les inculcó el odio hacia los Araujo y Jared ansiando ganarse el amor de su madre se convirtió con el pasar de los años en un acérrimo enemigo de Antonio y todo del que llevara su apellido.
Víctor Araujo no era un hombre bebedor, pero las mujeres eran su debilidad, al igual que sus dos hermanos su padre lo había casado con una muchacha de buena familia, esta si se casó enamorada de él y por unos meses todo fue amor y pasión hasta que Josefina lo encontró en su cama con una de las sirvientas de la hacienda.
Platos y sartenes volaban cada vez que Josefina sospechaba que la engañaba, la paz se vio perturbada por la pareja, aunque la mujer siempre terminaba perdonando al infiel de su marido porque estaba enamorada de él.
Un día llegó una mujer San Jose de Tiznado, era joven y atractiva. Eran las fiestas del pueblo, que celebraban todos los años por el santo patrono. Las festividades solían durar una semana. En la primera noche Víctor conoció a la recién llegada a la que nadie conocía y de inmediato le gustó y supo que pasaría por su cama. La segunda noche su deseo se convirtió en realidad.
La llevó al resbaladero el único hotel del pueblo y que solo se usaban para ese tipo de menesteres.
La mujer de la que nadie sabía el nombre se quitó toda la ropa en el momento que estuvieron en la habitación y le pidió a Víctor que hiciera lo mismo, una vez desnudo, le dijo que lo amarraría porque quería hacerle pasar una noche increíble, el hombre recio y al que medio pueblo le temía, le dio el control a una completa desconocida. Una vez que sus manos y sus pies estaban bien sujetos y amordazado, ya que la muchacha fue entrenada para eso; salió del cuarto. El Araujo comenzó a sudar frío cuando vio entrar a Micaela.
Le sonrió al verlo completamente expuesto para ella, Víctor intentó soltarse, pero le fue imposible.
—Hasta que llegó el maravilloso día de cobrarme lo que me hiciste.
Ella caminó por la habitación mientras hablaba.
—Pensé que contigo sería más difícil, con Ulises tuve que esperar a tenerlo ebrio, en cambio, tú, estás aquí sobrio y muy despierto, eso me gusta... Es una lástima que un hombre como tú solo piense con eso que tienes dentro de las piernas y quien lo diría que eso — le señaló su miembro — es lo que te llevaría a la muerte.
—Me saludas a tu hermano en el infierno maldito.
La fatal noticia le llegó a Antonio en la madrugada, su hermano había sido encontrado con la garganta rebanada, su cuerpo mutilado y un puñal clavado en el corazón con las letras MM. En ese momento no le quedó duda alguna era ella, esa mujer estaba cobrando venganza.
Muchos le aconsejaron que pusiera la denuncia en las autoridades, pero él se negó, las cuentas se cobrarían entre ellos como se hacían en el llano.
El terror se apoderó de él cuando su amada esposa, la mujer con la que se casó enamorado y la que le había dado dos hermosos hijos, amaneció muerta una mañana sin razón aparente, la única señal que tenía era que en su mano tenía un trozo de papel con las letras MM.
Antonio lloró amargamente por la pérdida de su esposa, pero no tuvo mucho tiempo para el duelo, sus dos hijos estaban en peligro esa maldita mujer no se detendría. A partir de allí las cosas cambiaron, a su hija la envió con unos tíos que tenía en la capital y a Alejandro lo mandó con la familia de su mujer.
Al cumplir los trece años el rebelde muchacho llegó a la hacienda el Morichal y no hubo fuerza humana que lo sacara de ahí, eso hizo que Antonio estuviera pegado a su hijo como una sombra. Al morir su mujer se trajo a muchos hombres de otros pueblos y los armó tal cual lo había hecho Micaela y así empezó la guerra de los Montenegro contra los Araujo.
Comenzó el robo de tierra, de ganado de parte y parte, cada cierto tiempo aparecía un muerto de Los Sauces o del Morichal.
Y así pasaron los años.
Los padres de Micaela murieron en buena vejez totalmente ajenos a la convulsión que existía a las afuera de Los Sauces.
Los hijos de Micaela crecieron, uno era su mano derecha, como cualquier empleado más sin ninguna demostración de cariño, por lo que Jared desarrolló un carácter duro e implacable sin contemplaciones, mientras que Hadassah se crio entre la servidumbre que le daban cariño y amor, por la situación no podía salir de los límites de la hacienda y si lo hacía era con un sequito de hombres armados. Era una muchacha sensible y bondadosa muy parecida a su madre físicamente solo que su cabello no era tan rubio y sus ojos no eran azules sino grises, ella no era dada a la ostentosidad por lo que su ropa era sencilla, hacía todo lo posible por no molestar a Micaela, quien parecía molestarle su presencia cada vez que la veía.
Una tarde fue al dispensario del pueblo a entregar unas ropas que había hecho y quería donarla a muchos de los enfermos que se encontraban en el sitio y que no tenían familia o recursos.
Al salir se sentó en la plaza del pueblo todo esto bajo la atenta mirada de sus guardianes, la joven estaba disfrutando de un helado cuando de la iglesia salió un hombre acompañando a una monjita, sus ojos no se pudieron despegar de aquel muchacho, él se paró a hablar con una persona de frente a ella por lo que pudo detallarlo y quedó cautivada por ese hombre. Nunca se había interesado en nadie, hasta que lo conoció a él. Una mujer iba pasando y Hadassah le preguntó que quien era ese que causaba cierto alboroto.
—Ese hombre es Alejandro Araujo.
¿Un Araujo? Se repitió varias veces, por todo el camino de regreso, no pudo quitarse del pensamiento al joven, por días intentó borrarlo de su mente, mas fue imposible, por lo que, a partir de ese momento, todas las tardes iba al pueblo con la excusa de ir al dispensario y se sentaba en la plaza a la espera de si tenía suerte de volverlo a ver. Solo podía conformarse con verlo porque una relación entre un Montenegro y un Araujo era imposible y aunque ella no llevara ese apellido en la sangre, su madre los obligó a ella y a su hermano desde pequeño a adoptarlo como suyo; el apellido Robles quedó sepultado para siempre bajo el odio y el rencor.
Micaela estaba en el establo viendo como marcaban a los caballos que había adquirido recientemente cuando Eusebio se le acercó.
—Patroncita le traigo excelentes noticias.
—¿Cuáles? —Le preguntó Micaela a su capataz.
—Ya llegó la hija del Araujo.
—Eusebio esa noticia ya es vieja para mí, ya sabía que la muchachita llegaría al Morichal.
—¡Gua! ¿Y cómo usted se enteró? ¿Naiden que no sea del Morichal sabe eso?
—No me subestimes negro, tú sabes que con esa gente tengo que ir a mil pasos adelante.
—¿Y qué piensa hacer ahora?
—Concluir lo que tengo pendiente, cobrarme la deuda que el malnacido de Antonio tiene conmigo, lo voy a destruir, suplicará que le pegue un tiro en la frente porque será tanto su dolor que no podrá soportarlo, ya ha perdido gran parte de su fortuna ahora le toca el turno a la niña de sus ojos, ahora es que comienza mi verdadera venganza.
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