Capítulo 44
Las catalinas son unas galletas dulces muy sabrosas. Su apariencia es marrón oscuro, poseen textura suave y un sabor especiado muy particular. Esta receta exquisita es popular en la repostería venezolana y colombiana, donde es muy apreciada. En Venezuela, a las catalinas se les conoce también como paledonias o cucas negras.
Hadassah dio un respingo cuando se encontró con la mirada de Alejandro, pero no le rehuyó, sino que se quedó atrapada en él. Observó como él llamaba a un jovenzuelo y le decía algo, luego el mismo chico corría en su dirección, ella se quedó pasmada.
—Miré, señorita, el camarita que está allá — señaló a Alejandro —le manda a decir que una vez que termine de competir, la quiere ver detrás la manga, donde no hay mucha gente, porque desea hablar con usted, que si huye él la encontrará.
—Dígale que es un arrogante y que no iré a ningún lado.
El joven fue corriendo y le comunicó su recado al Araujo que, en lugar de estar preparándose, de lo único que estaba era pendiente de la linda jovencita.
Cuando le dieron el recado, él se quedó mirándola y sonrió. Hadassah sintió un curioso escalofrío que la recorrió hasta los huesos, le pareció aún más guapo de lo que ya era.
Le volvió a dar un recado, al joven que corrió emocionado a entregar el mensaje.
—Dice que, si usted no va, lo obliga a robarle un beso, aquí delante de todos.
Ella miró a su alrededor, vio a su cuñada un poco alejada de donde se encontraba, más allá su hermano y Jared no debía tardar en llegar, ya que era el compañero de Luis Fernando en la competencia, no podía arriesgarse que la vieran con él, mucho menos conversando ¿y si era cierto lo que dijo Vicky y su madre se aparecía por allí? No quería imaginarse ni tan siquiera lo que ocurriría, si la veía con Alejandro Araujo.
—Dile que le concederé 5 minutos. —Dijo al fin derrotada.
*****
María Victoria estaba viendo la competición de su hermano junto a otros tres más, no comprendía mucho de esa disciplina, pero al parecer a Alejandro le había ido bien según lo que escuchaba de las personas que se encontraban a su lado, porque tuvo unas cuantas coleadas efectivas; ella deseaba acercarse para saludarlo, pero se encontraba con su padre y este al verla la miró con desprecio, gesto que Vicky le dolió, mas no le dio el gusto de verla entristecida como se sentía, más bien levantó la barbilla y simplemente desvió la mirada hacia otro lugar, ya encontraría el momento indicado para acercarse a su hermano.
Siguió observando la competición y esta vez le tocó a Luis Fernando, se sintió pletórica al verlo y lo ovacionó como loca al observarlo colear, no hace falta decir que fue todo un éxito, no tuvo ninguna coleada nula, por lo que pasó a encabezar la lista de los mejores coleadores de la noche.
Julio se le acercó en un momento de la noche emocionado.
—¡Na guará patroncita! Vio como el catire coleaba a esos toros, yo se lo dije que él no tenía padrote, es que ese gana porque gana, lástima por su hermano, se les cayó el reinado a los Araujo —dijo riéndose a carcajada.
—Vaya que si estás emocionado. —Le respondió Vicky asombrada.
—¡No voy a estar contento, no juegue! Si el catire no me ha defraudado.
Vicky sonrió ampliamente.
Julio se quitó el sombrero y comenzó a estrujarlo en la mano, un claro indicio que quería algo.
—¿Qué me vas a pedir Julio? —Preguntó Vicky gritando porque la algarabía del público no la dejaba hablar con normalidad.
—Patroncita, ya debe haber llegado Elenita y quería ver si usted nos compraba el pollito adonde Clarita y unos refresquitos para pasar el tarugo, porque me da pena con la novia mía, que se atragante con un pedazo de pollo y ni agua tengamos en la mesa.
—Hay que ver, que tú eres bien pasao’ ¿Y no querrás también el postre? —Preguntó María Victoria con ironía.
Julio abrió los ojos emocionados.
—Ay patroncita, yo si la quiero a usted, yo no quería pedí dulce, pero ya que están buena conmigo, ahí mismito donde Petrica venden unas catalinas pa’ volverse loco.
—Julio estaba siendo sarcástica.
—No se Patroncita, a esa señora carclastica, no lo conozco.
María Victoria puso los ojos en blanco y se mordió los labios para no reírse, porque Julio era un aprovechado de lo peor, miró hacia donde estaba su esposo que conversaba con otros coleadores, al parecer ya no competiría más por esa noche, así que podía al fin cumplirle el sueño al salío de Julio.
—Vamos y no vas a estar pidiendo nada más —le advirtió —¡Ay que ver! Buscas novia y no tienes para sacarla a una cena decente, no te digo yo, que esa Elenita es una ciega.
—Elenita tiene que darse con una piedra en los dientes de tener un novio así bonitico como yo —dijo acomodándose la camisa de cuadros y calándose más el sombrero.
—No pues, el Tom Cruise llanero.
—Usted si conoce gente rara, ¿y ese que nombra, quién es?
—Ay olvídalo Julio esos temas son muy profundos para ti.
—Vamos a buscar a esa mujer afortunada que tuvo el gran privilegio de conseguir al hombre más virtuoso de San José.
Julio sonrió con suficiencia y comenzó a caminar con los hombros erguidos, caminando como gallina que mira sal y contento de que al fin iba a comerse el pollito de sus sueños.
****
Hadassah caminó hacia donde le indicó Alejandro, nerviosa miraba para todos lados cada vez que daba un paso, le había dicho a su cuñada que iba al baño, para poder escabullirse sin problemas, se cercioró de que no la siguieran. El corazón parecía que se quería salir de su pecho, le retumbaban los oídos.
Detrás de la manga no había casi nadie y no había mucha luz, se encontraba nerviosa, pensó que quizás estaba cometiendo un error, salir de la manga le costó, porque a cada paso que daba los hombres le lanzaban toda clase de piropos, ella no se hallaba acostumbrada a ese lenguaje soez, por lo que se sentía vulnerable, todo el tiempo la habían mantenido resguardada en Los Sauces y salía casi siempre con algún acompañante, en el momento que meditaba es regresarse, lo vio y todo pensamiento sensato se escapó de su mente.
Su magnética presencia la cautivó de inmediato, Alejandro Araujo era un hombre soberbio, hermoso y definitivamente muy peligroso para ella.
—Te estaba esperando, catira. —Dijo al verla llegar, la recorrió lentamente con la mirada y fue subiendo la vista para deleitarse en su figura sin prisa hasta que sus ojos se encontraron con los de ella. En su mirada había un fuego que emergía suavemente.
—¿Qué es lo que quieres? —Le preguntó ella disimulando indiferencia, aunque a la verdad era consciente de cada unos de sus gestos y movimientos.
—Conocerte. —Respondió Alejandro con su voz aterciopelada, capaz de enloquecerla si se lo proponía.
—Ya lo hiciste aquel día cuando estaba con Verónica, así que no le veo sentido a este encuentro.
—Yo sí que le veo sentido, porque no me dijiste tu nombre y eso me interesa muchísimo —le dijo acercándose lentamente.
—Mi nombre no es relevante. —Respondió Hadassah, nerviosamente movía su pie.
—Para mí si lo es.
Hadassah pensó en decirle la verdad, soltarle su nombre y apellido con todas las letras y terminar con aquello, marcharse y olvidar todo lo que estaba sintiendo, el problema es que Alejandro tenía un magnetismo que la atraía desde que lo vio la primera vez, tantas noches soñando con él, imaginándose infinidades de momentos como ese, idealizándolo, amándolo en secreto, un ligero toque de rebeldía surgió en su corazón.
—Me llamo Hada. —Dijo abruptamente antes de que se arrepintiera.
—Hada —repitió él, en sus labios, el nombre de ella era una sutil caricia.
—Se parece a ti porque eres tan preciosa como las hadas de los cuentos, catira.
Él acortó la distancia que los separaba y Hadassah tuvo que controlarse para no retroceder.
—Ya te dije mi nombre —Dijo casi sin aliento al tenerlo cerca, un inusitado acaloramiento la recorrió entera.
Él la miró fijamente.
—Ahora si me puedo marchar —continuó ella.
—No tan rápido —le dijo con voz sedosa. —No quiero que te vayas.
—No es lo que tú quieras, es lo que yo quiera y yo si quiero irme. —Tenía que marcharse porque estaba deseando cosas imposibles de realizar.
Hadassah pasó su lado rozándolo, pudo sentir como su mirada oscura y penetrante la seguía.
Había dado un par de pasos cuando inesperadamente él la cogió por el brazo y la atrajo hacia él, contra su pecho. Un vacío en el estómago la asaltó en el momento que echó la cabeza hacia atrás y le devolvió la mirada a aquellos espectaculares ojos ambarinos.
Sus cabellos sedosos le cayeron hacia adelante cuando él la acercó peligrosamente a su carnosa y atractiva boca.
—Esta conversación aún no ha terminado.
Un deseo extraño crepitó por el cuerpo tembloroso de la muchacha y su agitado corazón por poco se detiene.
—Suéltame —logró susurrar débilmente.
—No, tú no quieres —él fijó los ojos en sus labios y la estrechó aún más amoldándola a su cuerpo.
Hadassah se quedó sin respiración cuando la cabeza de él descendió lentamente y casi sollozó de emoción en el momento que Alejandro Araujo la besó.
Mi bella lectora si te gustó el capítulo no olvides regarlame una estrellita y dejar tu comentario el cual disfruto muchisimo leyendolos.
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