Capítulo 40
"Faramallero" es el calificativo venezolano que le damos a esas personas que actúan con echonería, pedantería o a veces, hasta lo utilizamos para referirnos a personas que son en exagerados en sus acciones para no pasar desapercibidos, comúnmente son personas con el don de la palabra o gran elocuencia.
"Ese negro si es faramallero"
María Victoria salió de la casa y buscó a su esposo por la hacienda, en el camino se encontró a Julio.
—¿Patroncita que hace usted por aquí? —Le preguntó con curiosidad.
—Estoy buscando a Luis Fernando.
—El catire anda en los potreros, está practicando, ya vienen los toros coleao — frotó sus manos, emocionado —él va a participar, segurito que se gana la copa.
—No sabía que le gustaba ese deporte.
—Montenegro que se respete, debe participá y más si está su hermano Alejandro.
—¿El cabeza dura de mi hermano también va a participar?
—Patroncita usted si es bien despistada, el mayor ganador en todos estos años ha sido su taita, pero como don Antonio le ha cedido el puesto a su hermano y ese tiene madera, aunque yo le apuesto al catire, nunca he visto a naiden como él, ya quiero que lleguen las fiestas, estoy más emocionado —se agarró su sombrero pelo e' guama y dio un bailecito — Elenita me dijo que iba a ir... —subió y bajó la cejas con coquetería — ¿Usted me va a comprar el pollito? Mire que deseo causarle una buena impresión, que parezca que tengo real, pa' volverla más loca por mí.
—Si te voy a comprar ese bendito pollo —respondió Vicky con impaciencia —pobre Elenita mira que fijarse en un llanero faramallero* como tú.
—Faramallero no, sino que, allí está al catire todo así serio y alzao y con billete ¿cuál es resultado? Que usted está enamoraíta de él.
—Mira que eres bien salío, sigue así, que ni una empanada te voy a comprar.
—¿Pero por qué se pone brava? ¿Usted no está loquita por el catire? —preguntó asombrado.
Vicky se giró para aguantar la risa y entonces vio a Luis Fernando caminar hacia ella y se le olvidó hasta su nombre.
Por detrás escuchó la voz del metiche de Julio.
—Después las mujeres se ponen bravas conmigo cuando yo les digo la verdad, hasta mudan se quedan en el momento que ven al gallo entrar en el corral.
Vicky lo miró por encima del hombre y lo fulminó con la mirada, pero muerta de risa por dentro.
—Piérdete Julio, que tu pollo donde Clarita peligra. —No había terminado de hablar cuando ya el hombrecillo había cruzado la esquina corriendo.
María Victoria sonrió, volvió a centrar la atención en Luis Fernando, los ojos de él desplazaron hacia los de ella, todo lo que los rodeaba se desvaneció en el aire, y para Vicky lo único que quedaba era la intensidad azul de su mirada. Sencillamente, él empezó a fluir por sus venas.
—Hola —la saludó él cuando estuvo cerca, su voz grave, la estremeció de inmediato y su cuerpo fue muy consciente de su cercanía, de una manera diferente, más carnal.
—Hola — le contestó con timidez, sus mejillas se encontraban enrojecidas haciendo que Luis Fernando sonriera, él lleva su mano hasta su nuca y la acercó para posar sus labios sobre los de ella. El beso era un simple toque de labios mas el fuego comenzó a encenderse, él enredó la mano en su cabello y la sujetó fuerte, Vicky le rodeó el cuello con los brazos y lo apretó aún más para mantenerlo pegado a ella.
A Luis Fernando su mujer lo volvía loco, lleva pensando todo el día en ella, en esos labios que sabían mejor que la miel, suaves, delicados y esponjosos. Su preciosa morena de nariz respingona y de piernas kilométricas que lo tenían completamente cautivado.
Ella soltó un gemido y eso hizo que casi se resquebrajara su autocontrol, si no se detenía era capaz de cometer una locura allí delante de todos.
La soltó con desgana.
—Necesitaba hablar contigo, pero en privado. — Le dijo ella mordiéndose el labio con coquetería.
Él levantó una ceja, divertido.
—Yo también necesito estar en un lugar privado, pero no precisamente para hablar.
Vicky se ruborizó.
Él le dio otro beso en los labios y luego la tomó de la mano y caminaron a un lugar apartado, Vicky se le vino a la mente, aquellos días donde ellos se veían a escondida en El Morichal, momentos que por más que quisiera no podía olvidar, porque fueron especiales y hermosos para ella.
Llegaron hasta donde se hallaba un gran árbol, cobijados bajo su sombra, se sentaron uno al lado del otro a observar la inmensa sabana, el cielo se encontraba encapotado, que le daba un aspecto maravilloso a esa extensa llanura, mientras los loros enloquecidos, volaban de aquí para allá, con su habitual algarabía.
—¿De qué querías hablar? —Le preguntó Luis Fernando.
Ella se sentó enfrente de él.
—Prométeme que no te vas a enojar.
Él la miró con suspicacia.
—Depende de lo que me digas.
Ella suspiró profundamente y se miró la perfecta manicura de su mano.
—Fui a El Morichal y tuve una discusión muy fuerte con mi papá.
Vicky se atrevió a alzar su vista para encontrarse con el frío azul de la mirada de su esposo.
Ella tragó grueso, él no habló nada, solamente la observaba sin perder detalle, por lo que Vicky continuó:
—Discutimos porque él golpeó de una manera salvaje a Verónica, la hubieras visto, todavía tiene marcas en la cara y en el cuerpo, fue algo muy brutal.
—¿Por qué la golpeó? —Preguntó él con curiosidad.
—Quería casarla con Patricio Gallardo y mi prima no quiere ¿cómo va a querer, si ella desea ser monja? Mi papá se ha enloquecido.
—¿Cuándo discutiste con él, te golpeó? No me mientas. —Le advirtió en tono muy serio.
Vicky negó con la cabeza.
—No se atrevió.
—Escúchame muy bien María Victoria, porque no lo voy a volver a repetir, si vuelves a ir a esa hacienda, te encerraré en la casa —le advirtió tajante — no entiendes que tu padre es peligroso y que no se detendrá ni siquiera por ti y si él se le ocurre hacerte algo, yo lo mato. —Él le acarició el rostro con su mano, luego la jaló y la colocó encima de sus musculosas piernas, la minifalda que tenía Vicky se subió dejando por completo sus piernas al descubierto, momento que Luis Fernando no desaprovechó para torturarla con sus sutiles caricias.
—No volveré a la hacienda, he hecho algo que ha terminado de romper la tensa relación que existía entre nosotros y es allí donde quería pedirte un favor —la última palabra le salió como un gemido, ya que la mano de su esposo iba subiendo lentamente y se encontraba internándose dentro sus muslos.
Pese a que su rostro se mantenía pétreo, ella pudo notar la excitación cruzando las profundidades de sus ojos azules.
—¿Qué favor quieres, esposa mía?
—Me traje conmigo a Vero, está en Los Sauces, no tengo a donde llevarla.
Él sonrió y enredó su mano en su pelo y la atrajo hacia su rostro.
—No tienes ni que pedírmelo, ella puede quedarse el tiempo que desee... Ahora estás en deuda conmigo y me gustaría que recuperáramos nuestras tradiciones, María Victoria.
Las grandes gotas de agua comenzaron a caer, pero Vicky no lo notó porque Luis Fernando se abalanzó sobre su boca, pero no lo hizo con delicadeza, sino de un modo salvaje, aferró su rostro como si ella fuera el aire que necesitaba para respirar y sin el que no pudiera sobrevivir, hundió la lengua hasta las profundidades de su boca, impregnándola, absorbiéndola incapaz de saciar el deseo que sentía por su mujer, la lluvia comenzó a arreciar, Vicky hundió los dedos en el pelo de él mientras se rozaban por encima de la ropa húmeda. Una ola de calor los atravesó y él ya no pudo pensar en nada más que en estar dentro de ella.
—Me estás matando —jadeó él.
—Y tú a mí —respondió en el mismo tono.
Luis Fernando estaba cegado. Solo podía percibir lo bien que olía su esposa, lo suave y resbaladiza que se encontraba su piel y su dulce voz, susurrando su nombre.
Bajó las manos por sus muslos y apartó la ropa interior antes de hacer lo mismo con su erección, se hundió en ella de un empujón. Contuvo el aliento y tensó la mandíbula, aguantando para no moverse, deslizó las manos hasta la cintura de Vicky, la instó a moverse y cuando ella empezó a hacerlo, danzando sobre él y clavando las uñas en su espalda, comenzó a pender la razón.
—Espera cariño, espera...
Pero María Victoria no lo escuchó, sus miradas se engancharon mientras ella le hacía el amor, le pareció la mujer más hermosa que había conocido y lo hechizó como ninguna otra lo había hecho.
La sostuvo por las caderas, llenándose de sus jadeos, bajo la lluvia, se quedó sin respiración al verla alcanzar el orgasmo, tan poderosa y preciosa sobre él, lo que provocó que también se corriera con un gruñido ronco y los dedos fuertemente clavados en las caderas de Vicky. La abrazó hasta que los dos recuperaron el aliento.
****
Los días pasaron, para Micaela ver a su hijo completamente enamorado la hija del perro Araujo, era peor que el mismo infierno.
—¿Me puedes explicar por qué tú y esa mujer duermen en la misma habitación? —Le reclamó Micaela a su hijo.
—Es mi esposa, lo más lógico es que duerma todas las noches en mi cama.
—Esa mujer es...
—Es mi mujer. —La cortó Luis Fernando.
—¿Dónde quedan nuestros planes? En ningún parte del acuerdo que teníamos, estaba que te acostaras con esa mujer, es la hija de ese miserable.
—Quizás ese acuerdo ya no es importante para mí.
—¿Cómo puedes decir eso? —Le preguntó furiosa. —Son nuestros malditos enemigos.
—No veo a María Victoria como mi enemiga, cuando lo miró, solo observo a la mujer de la que estoy enamorado y quiero compartir mi vida con ella, no aquí porque estás tierras, por eso he pensado en marcharme...
Aquella noticia la tenía devastada, había esperado por muchos años para que su amado hijo estuviera con ella, ahora por culpa de esa mujer, todos sus planes se venían abajo, no iba a perder a Luis Fernando nuevamente, no le quedaba más alternativa que hacer lo que tenía que hacer, y pronto, antes de que fuera demasiado tarde. Su hijo se quedaría a donde pertenecía y Alejandro volvería a sus brazos, mientras que el perro Araujo estaría completamente hundido, esperando la estocada final.
****
Verónica ya se encontraba completamente recuperada de sus heridas, Hadassah le preparó cuanto menjurje le dijeron para borrar cicatrices y funcionaron muy bien. Ella permaneció todo el tiempo en la habitación de su amiga a pesar de que Vicky le había dicho que podía andar por la propiedad sin ningún problema, pero la muchacha deseaba causar inconvenientes lo menos posible.
Un día decidió dar un paseo, ya que la mayoría de los vivían en la casa se marcharon al pueblo porque había comenzado las fiestas de San José y ella se encontraba aburrida.
Se llevó uno de sus libros favoritos y caminó y caminó hasta que encontró un río, ya le habían hablado que en Los Sauces había un manantial precioso. El pozo que ella estaba contemplando era fascinante, se sentó en la orilla, se quitó las sandalias, sumergió los pies en el agua y comenzó a leer, a medida que avanzaba la tarde, el calor arreció y a Verónica le dieron ganas de darse un baño.
Así que se quitó el vestido, que ya parecía una segunda piel, se quedó en ropa interior, se metió confiada porque era un lugar solitario.
De inmediato el agua cristalina, refrescó su piel, pasó un buen rato nadando, de repente sintió un caballo relinchar, miró a su alrededor, pero no vio nada, pensó que tal vez un caballo salvaje andaba merodeando por el lugar por lo que siguió bañándose tranquila hasta que vio a un hombre parado a la orilla del río viéndola con curiosidad y llevaba su vestido en la mano.
Su corazón se agitó y el miedo se alojó en sus entrañas.
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