Capítulo 4
Caracas 1994
Corría el año 1994 un tiempo convulsivo para la nación, Rafael Caldera asumía por segunda vez su mandato como presidente de la República, convirtiéndose en el N° 47; fue en este mismo año donde el nuevo mandatario le dio el indulto a Hugo Chávez Frías, líder del golpe de estado en 1992, un suceso que marcaría la historia del país; unos consideraron al caudillo, un salvador y a su propuesta, el inicio de una revolución; adonde un pueblo que había sido olvidado y sumergido entre tanta desidia y corrupción, ahora sería el protagonista y ostentaría el poder bajo la premisa del socialismo del siglo 21, mientras que otros alertaban que sería el inicio del descalabro de las instituciones, la perdida de la libertad y el comienzo de un estado totalitarista que saquearía y devastaría el país, que lo hundiría como nunca antes en la miseria.
Los venezolanos que siempre se vieron como hermanos comenzaron a dividirse en dos bandos con el pasar de los años; lo que antes era una nación tricolor se convirtió en un mapa rojo y azul.
El año 1994 fue también marcado por otro evento y fue el quiebre de los bancos más importantes del país, lo que ocasionó que muchas personas lo perdieran todo, no hay venezolano que no recuerde la caída del gran banco Latino y a modo de piezas de dominó cayeron las demás instituciones bancarias.
Así como la política y la economía sacudían la nación, también se comenzó a tambalear la vida de María Victoria Araujo.
Vicky como le decían sus amistades y seres queridos, vivía en Caracas desde que su madre murió cuando ella apenas contaba con dos años. Su padre la envió con unos parientes a la capital y no le permitió estar cerca de él por su seguridad, siempre le decía que era muy peligroso vivieran juntos, lo que la muchacha no comprendía era como su hermano si podía convivir con su padre mientras que ella era apartada, eso hizo que le tuviera celos a su hermano y cuya relación no fuera la mejor del mundo, porque Alejandro la veía como una niñita malcriada y consentida; en el momento que se encontraban juntos discutían por todo.
Antonio Araujo cada vez que tenía la oportunidad se echaba su escapadita y la visitaba, más para la joven eso no era suficiente. A medida que fue creciendo sus carencias afectivas las llenó con amistades, lujos y fiestas, ya que su progenitor no le negaba nada, quizás por la culpabilidad por no haber estado presente en su vida.
—Vicky levántate ¿cómo es posible que estés durmiendo a estas horas? ¿Es que no vas a pa' la universidad?
La joven estaba tapada con las sábanas de pie a cabeza.
—Nana, déjame dormir, no quiero ir hoy. — Contestó malhumorada.
—¿Cómo que no quieres ir? —Le preguntó la mujer, mientras jalabas las sábanas.
—Quiero dormir. —Se quejó la muchacha.
La nana se colocó las manos en la cintura.
—María Victoria, párate en este mismo instante o si no vas a recibir una buena tunda de esta vieja.
—¡Nana! — Gritó Vicky dando por perdida aquella batalla.
Para la joven, Dolores era su madre, la había criado, no se separaba de ella en ningún momento, amaba a esa mujer, pero odiaba sus regañinas.
Se levantó muy a su pesar y caminó hacia el enorme ventanal de la lujosa habitación en la mansión de sus tíos, abrió una ventana y dejó que los rayos del sol bañaran su rostro, su nana le pasó un plato con fruta, la vista de la ciudad de caracas y a un lado el cerro el Ávila, eran impresionantes, Vicky puso sus manos en las mejillas y esperó, minutos después llegaron las preciosas guacamayas que merodeaban por el lugar y que estaban acostumbrada a la comida mañanera que la joven le ponía, era su parte favorita del día.
—Vamos deja a esos pajarracos tranquilos y anda a darte un buen baño para que desayunes y te me vayas.
—¿Nana qué más da quedarme en casa un día? Eso no hará que pierda el semestre. —Refunfuñó al ver la cara de pocos amigos de Dolores.
—¿Será que te quieres quedá bruta como yo?
—¿Por un día? De verdad que exageras.
—Los llevo contado y ya son 10 días, cada vez que sales con esas amigas tuyas llegas de madrugá, me he mordío la lengua pa' no contarle todito a tu taita para que te meta en cintura.
—Yo no hago nada malo — se puso las manos en las caderas imitando el gesto de Dolores — las muchachas y yo solo nos reunimos para divertirnos un rato.
—¿Ah sí? ¿Y el zagaletón* ese que te persigue no va a esas fiestas?
—¿Qué va a hacer Octavio allí?
—¿Qué tú crees?
—¿Nana otra vez con lo mismo?
María Victoria se metió al baño y mientras se cepillaba los dientes la nana estaba detrás de ella hablándole.
—Las veces que sea hablaré, las niñas decentes no andan por ahí solas de noche, eso no me gusta naitica.
—Naitica no, se dice, nada.
—Tú me entiendes.
—Nana me duele que desconfíes de mí, ya te dije que, si me divierto con mis amigas y vamos a disfrutar un rato, sin embargo, no pasa de eso, además recuerdas lo que me hiciste prometer.
—Que no le regalaras tu flor a cualquier patiquín de esos que te pretende, que guardes tu tesoro hasta el día que te cases, es muy bonito casarse enamorá y darle ese gran regalo al esposo.
—Y he guardado esa absurda promesa porque yo nunca rompo una promesa.
—Eso es lo único que me tiene tranquila, pero igual no te salvas de ir a la universidad.
Una vez lista, salió de la mansión de sus tíos que se encontraban de viaje en el extranjero, por lo que la nana y ella tenían varios meses viviendo solas.
Encendió su carro, un Renault Twingo que le regaló su padre al entrar en la universidad. Se vio en el retrovisor y observó que el maquillaje estuviera perfecto, miró la hora en su reloj de muñeca y decidió que ese día no iría a clases, prefería divertirse, así que arrancó el vehículo y se fue a casa de su mejor amiga.
Dos horas después su grupo numeroso amistades se enfilaban hacia las playas del litoral central, que quedaba a tan solo 45 minutos de la gran Caracas; el sitio favorito para los jóvenes para hacer de las suyas.
—Chama* que bueno que fuiste a buscarme — le dice Elena a Vicky —te lo juro que mi mamá me tiene hasta la coronilla, no me deja en paz.
Las jóvenes pusieron una toalla cada una en la arena y se acostaron para broncearse un poco.
—Que me cuentas a mí, si mi nana me tiene hasta aquí —se señaló el borde de la frente— todos los días con la misma cantaleta.
—Te cuento que la china se fue de la casa de sus padres para irse con su novio, se fueron a vivir al centro.
—¿Al centro? Por favor ¿y que le pasó a la china para meterse con ese pobretón? Está super loca, dejar La lagunita Country Club para irse a donde ¿al Silencio o a San Martin? —preguntó María Victoria asombrada.
—No lo sé, pero yo jamás haría algo así, dejar mi estatus por un hombre, que no tiene ni donde caerse muerto.
—Ni yo, me gusta demasiado la buena vida para irme a vivir con un marginal.
El sol que le estaba bronceando su cuerpo se opacó de repente gracias a la llegada de un visitante.
—Hola mi cielo —Una voz masculina interrumpió la sustancial conversación.
La joven se quitó las gafas y miró a Octavio y le sonrió con coquetería.
Él la tomó de la mano y la levantó para observarla en todo su esplendor y comérsela con los ojos y es que Vicky era preciosa, su piel inmaculada poseía una tonalidad que muy pocas veces se veía, una morena clara; su cuerpo tenía las proporciones correctas y su abultado trasero volvía locos a los hombres y más con ese diminuto traje de baño que llevaba puesto, su boca roja y sus facciones delicadas a juegos con esos ojazos negros azabaches acompañado de un abundante cabello largo que le llegaba un poco más arriba de la cintura y ligeramente rizado la convertía en una mujer deseable dentro del mundo masculino.
Octavio la rodeo con su brazo y la pegó a su cuerpo, claramente estaba marcando su territorio, porque otros solamente esperaban un descuido para tomar el lugar que el ostentaba, ser el novio de María Victoria; desde que la conoció solo tenía una cosa en mente y era llevársela a la cama, pero Vicky no accedía a sus peticiones y eso incrementaba su interés. Para ella Octavio no era más que un pasatiempo, un capricho hasta que apareciera otro.
—Vayamos a otro lugar —le dijo el joven al oído a la vez que le acariciaba la espalda.
—Acabamos de llegar y lo siento, pero no dejaré a Elena sola.
—Chama tú si eres complicada, sabes que me gustas, que me vuelves loco, que me muero por estar contigo y ¿Qué recibo de ti? Rechazo, solamente rechazo.
Ella sonrió.
—Octavio sabes perfectamente como soy, tal vez más tarde me dé gana de estar contigo, si eso sucede, te avisaré.
Ella quitó el brazo de su cintura.
—Esperaré, soy muy paciente.
—¡Vicky! —la llamó Elena. —¡Ya llegaron las motos de agua! —gritó emocionada.
—Voy —Le respondió a su amiga y miró a Octavio a los ojos —hablamos luego— le dio un ligero beso en los labios y se fue con sus amigas.
Después de pasar la tarde en la playa llegó a su casa, la nana la estaba esperando.
—Menos mal que llegaste, tu padre ha llamado quiere que le lo llames de inmediato.
—¿Por qué?
—¡Gua! No sé.
—Qué raro.
Fue hasta el teléfono y marcó el número de la hacienda.
—Alecia pon al teléfono a mi padre. — Habló con altanería.
Escuchó a su interlocutora.
—¿Y a ti que te importa para qué lo llamo? ¿Desde cuándo tengo que darle explicaciones a una sirvienta?
—¡María Victoria! — La voz severa de Dolores hizo que dejara de hablar por teléfono por unos segundos.
—Nana lo siento, pero esa chismosa me saca de mis casillas. —Respondió poniendo los ojos en blanco.
—Así no se trata a la gente, te lo he dicho más de una vez, yo también soy una sirvienta.
—Tú no... tú eres mi nanita querida... —se puso el dedo en la boca indicándole que hiciera silencio —Hola papá bendición.
—Dios te bendiga mi amor.
—Mi nana me ha dicho que querías hablar conmigo.
—Si, primero cuéntame cómo estás.
—Bien, estudiando sin descanso.
Él se quedó callado por unos segundos.
—¿Papá? —preguntó al no escuchar la voz de Antonio.
—Si mi amor aquí estoy, quería que me llamaras porque he tomado una decisión.
—¿Qué decisión?
—No me ha ido muy bien en los negocios, tuve que realizar unos ajustes y algunos recortes.
—¿Y eso que tiene que ver conmigo?
—Ya no seguirás viviendo en Caracas, es hora de que regreses con los tuyos.
—¡¿Qué?! —El grito que pegó asustó a Dolores.
—Entiende cielo, ya no puedo costearte tu vida en la capital, prefiero invertir el dinero aquí en la hacienda.
—Papá siempre has dicho que no me quieres allá porque no es seguro para mí ¿Acaso eso ha cambiado?
—No ha cambiado, pero ya me he encargado de tu seguridad, nadie podrá tocarte, además ha pasado tanto tiempo y aunque las rivalidades siguen, con los años las aguas finalmente parecen que vuelven a su cauce.
—¿Qué va a pasar con mis estudios? ¿Mi vida? ¿Mis amigos?
—Por ahora no seguirás en la universidad y tendrás que hacer una vida nueva aquí, al menos por un tiempo.
—Eso es injusto —dijo rabiosa — no puedes hacerme eso, nunca me has querido a tu lado y ahora que ya estoy feliz con mi vida, vienes a desbaratar mi tranquilidad para llevarme a ese monte.
—Eres una Araujo, tu sitio es aquí carajo, eres mi tesoro y por eso te resguardé todos estos años, aunque no lo entiendas, pero ya es hora de que estés a mi lado y ocupes tu lugar.
—Pero papá, no me quiero ir —la joven usó su táctica infalible, las lágrimas —Caracas es mi sitio, yo no sé lidiar con los bichos y los mosquitos, déjame aquí, hablaré con mis tíos, ellos nos ayudarán.
—María Victoria en dos días enviaré por ti y es mi última decisión.
La joven tiró el teléfono y se limpió las lágrimas.
—Nana quiere que nos vayamos a ese pueblito inmundo —caminó furiosa por la habitación tirando al piso todo lo que se cruzaba por su camino — pero está muy equivocado si piensa que me iré a ese lugar.
—Vicky no retes a tu padre, no es bueno desafiar a Antonio Araujo, no tienes más alternativa que obedecer, se nos acabaron los días en la capital.
* Zagaletón: joven sin oficio y vago, que, sobre todo en horas nocturnas, callejea alborotando y cometiendo travesuras.
* Chama o chamo: vocablo coloquial de Venezuela que es sinónimo de chica, chico, muchacha o muchacho.
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