Capítulo 34


¿Qué es un PANA en Venezuela?

La palabra pana, en Venezuela, se usa para referirse a un amigo, nace de la urbe de Caracas y tiene su origen en la palabra panadería, en donde los jóvenes se reunían y se formaban amistades.


María Victoria se quedó sentada viendo como la arribista de Alecia le sonreía con altanería sintiéndose "guapa y apoyada" * con Micaela quien no mostraba expresión alguna mas sí un brillo de maldad en su mirada.

—Así que tú eras la espía que Mica tenía en El Morichal con la intención de sacarle la información a mi padre a través de favores sexuales como la prostituta que eres, aunque te estés vestida con ropa elegante.

Alecia se acomodó su blusa y le sonrió a Vicky con arrogancia.

—Para tu información yo soy Alecia Robles, hermana de Simón Robles, pertenecemos a una de las familias más distinguidas de este pueblo, al fallecer mi hermano, único familiar directo, me quedé aquí con mi cuñada cazando a los desgraciados que destruyeron su vida.

Vicky bebió un poco de jugo de mora.

—Déjame ver si entendí —Colocó el vaso en la mesa, tomaba un trozo de pan y lo untaba con mantequilla — tú eres la arrimada que al morir su hermano rico y dejarle todo a la bruja de Mica —María Victoria miró a la aludida que la estaba fulminando con la mirada —perdón por lo de bruja, pero es lo más ligero que encontré. —Sonrió mientras le daba un buen mordisco a su pan.

—¿Por qué no le haces un favor a la humanidad y te mueres? —Le preguntó Micaela.

— Quisieras, pero aún me queda mucha vida por delante para tu desgracia y para mi deleite... ¿Dónde me quedé? ¡Ah ya! Después que tu hermano le dejó todo a tu cuñadita, no te quedó otro remedio que quedarte aquí de arrimada y a la merced de todos sus deseos.

Hadassah sonrió por lo bajo haciendo que Vicky también lo hiciera.

—No me ofendes tus palabras, sifrina, lo cierto es que estoy aquí y mi única intensión es hundirlos porque detesto a los Araujo tanto o más que Micaela y sobre todo a ti.

—El sentimiento es mutuo no te preocupe.

Luis Fernando y Jared entraron al comedor y la contienda cesó inmediatamente.

Alecia al ver al catire se le iluminaron los ojos de la misma manera que lo hacía en El Morichal, él por su parte tenía puesto los ojos en su esposa, antes de sentarse en la cabecera de la mesa le dio un beso en la mejilla, Vicky se quedó sin habla, reprendiéndose una y otra vez por la emoción que sentía cada vez que lo veía o con gesto como aquel que hacía desear con demencial locura a su enemigo. Lo único que la satisfacía es que las dos mujeres no les agradó nada la espontaneidad de su esposo.

Luis Fernando al ver a Alecia se sorprendió al verla allí.

—¿Qué haces aquí? —preguntó sin rodeos y en un tono nada amigable.

—Pregúntale a tu esposa porque mi cuñada tuvo que salir esta mañana de El Morichal —Respondió Micaela en lugar de la aludida y con todo el veneno inyectado en cada palabra.

La mirada que le dio Luis Fernando, frenó de cualquier altanería que pudiera salir de la boca de Vicky en ese instante, la dureza en sus ojos y en su rostro le indicó que estaba metida en un serio problema.

—¿Fuiste a El Morichal? —Preguntó en un tono que a ella le erizó la piel.

Iba a responder, pero Alecia se le adelantó.

—Claro que estaba allá y al verme con su padre se volvió como loca y me sacó a arrastra de la hacienda junto con su prima, lo que ella no sabía es que yo pertenecía aquí, si la hubieran visto, diciendo que se iba a quedar con todo, que a ti —señaló al Luis Fernando —te tenía comiendo en su mano y que no solo no perdería El Morichal, sino que Los Sauces también quedaría en su poder y así los Araujo serían dueños de todo.

María Victoria se levantó de la mesa furiosa.

—Eso es mentira —gritó —si es verdad, te saqué de mi hacienda ya que te metiste con quien no debía no porque me hayas descubierto en nada.

—No te la vengas a dar de inocente y con tus ínfulas que aquí tú no eres nadie. —Alecia también se había levantado de la mesa.

—Basta ya con ustedes dos, estoy harto de la misma situación—La voz de Luis Fernando hizo que los ánimos se calmaran.

—Aquí las comidas no son nada aburridas —Comentó Jared a su hermana y los dos se rieron, ganándose una mirada de reproche de Micaela.

—Desde ahora en adelante no quiero ninguna discusión aquí en la mesa, deseo disfrutar de una comida en paz, a la que no le guste puede retirarse y comer donde mejor le plazca.

María Victoria hizo el amago de marcharse, pero él la agarró del brazo y la sentó.

—Tú te quedas aquí conmigo y luego hablaremos de tus aventuras matutinas. —Le susurró furioso.

Vicky se le quedó mirando con soberbia, aunque por dentro se encontraba fascinada de la autoridad y poder que emanaba Luis Fernando.

La cena continuó en silencio al terminar, Vicky se levantó de inmediato y se fue a su habitación, pensó que Luis Fernando vendría tras ella, pero él no llegó.

Estaba furiosa, rabiosa, no le gustaba en absoluto que esa Alecia estuviera justamente allí y sobre todo interesada en él.

Nunca había sentido lo que sentía, esa mujerzuela sabía como envolver a un hombre y aunque odiara pensarlo la Alecia no era nada fea, poseía un buen cuerpo capaz de seducir a un hombre si se lo proponía y era evidente que tenía toda la intención de hacerlo con su esposo y lo que más rabia le daba es que ella no podía hacer nada, no podía competir con ella, porque su matrimonio no era más que una farsa, pero por dentro Vicky estaba perdidamente enamorada de él y lo último que deseaba era verlo enredado en los brazos de esa arribista.

Teniendo la idea de que iba a dormir sola, se preparó para pasar otra noche solitaria, después de ducharse se colocó un lindo camisón de algodón que le encantaba, se lo había regalado su amiga Pamelita cuando viajó a los Estados Unidos, decía "Sweet Dreams" y en el centro un corazón. Se quedó viendo la cama, recordando la noche anterior, dio un suspiro y quitó la colcha, de repente se abrió la puerta y entró Luis Fernando.

Ella sintió como su estómago daba un saltito, luego recordó a Alecia y la emoción que sintió quedó opacada con la rabia.

—Vete quiero estar sola, ya no requiero tus servicios de acompañante.

—No estoy para tus malcriadeces María Victoria —él se acercó amenazante —¿explícame como se te ocurrió irte a El Morichal sin decirme?

—Se me ocurrió porque es mi casa, es mi familia, aunque no te guste y yo no soy tu prisionera ¿O sí?

Él la agarró por los hombros y la zarandeó ligeramente.

—No entiendes que al salir de aquí corres peligro, que no puedo protegerte sino sé dónde coño te metes, no comprendes que tú y yo tenemos enemigos en común... Maldita sea anoche intentaron matarte.

—Es mi casa, nada puede ocurrirme allí.

—¿Estás segura?

—Claro que sí —afirmó con vehemencia.

—Yo no lo estoy, tu padre es capaz de lo que sea con tal de salirse con la suya... así que la próxima vez que se antoje realizar una de tus aventuras me lo informas o de lo contrario tendré que encerrarte bajo llave a ver si así lo logras comprender.

—¿Por qué estás tan molesto? ¿Estás furioso porque salí sin tu consentimiento o porque saqué a patada de mi hacienda a tu amante?

—¿De qué hablas?

—Ahora lo entiendo todo —se soltó del agarre de Luis Fernando —esa sucia de Alecia es tu amante, por eso te mira como te mira, soy una estúpida al no darme cuenta antes.

—Esa mujer no es mi amante y no creas que no sé qué estás haciendo, tratando de desviar la conversación.

—Yo no estoy desviando nada... Yo digo lo que veo... ¿se revolcaban en las noches en El Morichal mientras por la mañana falsamente me enamorabas?

Él se le quedó mirando con el ceño fruncido.

—¿Estás celosa? —preguntó escudriñando su rostro.

Ella al sentirse expuesta ante él, decidió cortar aquella conversación

—Ya que has dicho todo lo que tenías que decir, lárgate con tu amante y déjame en paz. —Ella puso las manos en su pecho y lo empujó.

—Estás agotando mi paciencia. —Le advirtió Luis Fernando.

—Ya sabes lo que tienes que hacer ¿Quieres un bolígrafo?

—No, no quiero un bolígrafo, quiero esto —Antes de que pudiera moverse, Luis Fernando alargó el brazo. La acercó hasta él y la besó, tan profundamente que Vicky pensó que iba a desmayarse. Fue un beso feroz y exigente. Un beso que hablaba de deseo.

María Victoria gimió de placer bajo el asalto de su boca, mientras su lengua le hacía las cosas más escandalosas. La cabeza comenzó a girarle con la intensidad del beso y con el cálido aliento de él mezclándose con el suyo.

Los brazos de Luis Fernando intensificaron el abrazo. Miles de llamas quemaban su cuerpo, encendiéndola e incitándola, mientras se agrupaban en la zona que más le dolía, entre los muslos, donde secretamente quería tenerle.

Los labios de él la abandonaron para trazar con la lengua un rastro hasta su garganta, dibujando húmedos círculos sobre el mentón, el lóbulo de la oreja y finalmente el cuello. Luis Fernando, sabía cómo usar las manos y la lengua para acariciarla hasta obtener el máximo placer.

Él exhaló el aire suavemente sobre su oreja y, de inmediato, un escalofrío la recorrió de arriba a abajo; cuando pasó la lengua por el lóbulo, todo su cuerpo comenzó a temblar.

Un hormigueo le recorrió los pechos, que al instante se endurecieron, sobresaliendo como duros montículos que clamaban por ser besados.

— Luis Fernando —gimió Vicky, incapaz de reconocer su voz. Su mente le pedía que se detuviera, pero las palabras se quedaron atravesadas en la garganta.

Había mucho poder en sus caricias. Mucha magia. Le hacía ansiar, dolorosamente, mucho más.

Las manos de él se aferraron a sus firmes nalgas, Vicky no se dio cuenta en qué momento la llevó hasta la cama la acostó y la aprisionó contra el colchón. Ella pudo percibir su erección, su miembro duro y ardiente que presionaba sobre la cadera.

— Tienes que parar —consiguió decirle al fin con voz débil.

— ¿Parar el qué? —le preguntó él con voz ronca— ¿Esto? — trazó con la lengua, el laberinto de su oreja. Vicky gimió de placer. Un escalofrío la sacudió y como si se tratase de llamas al rojo vivo que abrasaban cada centímetro de su piel. Los pechos se hincharon aún más bajo el cuerpo de Luis Fernando— ¿O esto? — Le volvió a preguntar e introdujo una mano lentamente bajo sus braguitas para tocarla donde más lo deseaba.

Vicky se arqueó en respuesta a sus caricias y pensó que era la sensación más increíble que había sentido hasta el momento.

Luis Fernando comenzó a acariciar en círculos su vibrante carne, utilizando un solo dedo, haciendo que ardiera antes de introducirle dos dedos hasta el fondo.

Mientras rodeaba, acariciaba y atormentaba su interior, comenzó a masajearle muy suavemente el clítoris con el pulgar.

— ¡Oooh! —gimió Vicky, echando la cabeza hacia atrás por la intensidad del placer.

Se aferró a su esposo, mientras él continuaba su implacable asalto utilizando sus manos, dándole placer. Totalmente fuera de control, ella se frotaba de forma desinhibida contra él, ansiando su pasión, sus caricias.

Luis Fernando cerró los ojos y saboreó el olor del cuerpo de María Victoria bajo el suyo; la sensación de sus brazos envolviéndolo. Era suya. Podía sentirla temblar y latir alrededor de su mano, mientras su cuerpo se retorcía bajo sus caricias.

En cualquier momento llegaría al clímax.

Con ese pensamiento ocupando su mente por completo, le quitó el camisón e inclinó la cabeza hasta atrapar un duro pezón y succionarlo, deleitándose en la sensación de la sensible piel bajo su lengua.

No recordaba que una mujer supiese tan bien como su esposa.

Su sabor se le quedaría grabado a fuego en la mente, jamás podría olvidarlo.

Y estaba completamente preparada para recibirlo: ardiente, húmeda y muy estrecha; exactamente como a él le gustaba una mujer.

Rasgó de un tirón la pequeña prenda que se ceñía a las caderas de Vicky, y que le impedía un acceso total a aquel lugar que se moría por explorar completamente. Y en toda su profundidad.

Ella escuchó cómo rompía las braguitas, pero no fue capaz de detenerlo. Su voluntad ya no le pertenecía; había sido devorada por unas sensaciones tan intensas, que lo único que quería era encontrar alivio.

Él se quitó la ropa a tirones porque se moría por estar dentro de ella, sin perder tiempo le separó los muslos.

Alzando los brazos, enterró las manos en el pelo de Luis Fernando, incapaz de permitir que se alejara, aunque solo fuese por un segundo.

Con el cuerpo envuelto en puro fuego, María Victoria aguantó la respiración mientras él colocaba su largo y duro cuerpo entre sus piernas.

La punta de su miembro presionaba justo sobre el centro de su feminidad. Arqueó las caderas acercándose aún más, aferrándose a sus amplios hombros. Deseaba sentirlo dentro con una desesperación tal, que desafiaba a todo entendimiento.

Y de repente, escucharon una algarabía entre gritos, música estruendosa, seguido de una ráfaga de tiros, luego María Victoria escuchó una voz chillona que conocía a la perfección que la llamaba a gritos:

—¿Vicky dónde estás, chama? Llegaron tus panas*


!Mis amores nos vemos el jueves!

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