Capítulo 28

El llano es bello y terrible a la vez en él cabe la diversidad de la vida y las muertes más atroces, el llano asusta, pero aun así el miedo del llano no atemoriza al corazón.

Habían pasado años que en Los Sauces no había un corre, corre, como el que existía en esos momentos para cumplir la orden de la esposa del patrón, muchas temían que llegara esa hora porque conociendo a Doña Micaela, no se iba a dejar montar la pata de su yerna y que por lo visto se odiaban a muerte.

Vicky entró a la casa después de escuchar la conversación de esos dos peones y no quería pensar mucho en aquello, no podía cambiar la percepción que tenía sobre Luis Fernando, él la había engañado, solamente la utilizó para sus propósitos, el que haya botado a ese igualado del capataz era solo una pieza menos en su macabro juego, tenía que ser fuerte y no dejarse engañar por ese falso ardid.

Una vez adentro se fue a la habitación de su cuñadita, la cual se encontraba cerrada. María Victoria había conseguido la llave con una de las muchachas de servicio.

Abrió la puerta y se coló en la habitación que aun se encontraba a oscura, las cortinas bloqueaban los primeros rayos del sol. Ella se acercó a la cama y vio a Hadassah, le dio tristeza verla tan desvalida, todavía seguía vestida con la ropa del día anterior, tenía como una foto la cual aferraba entre sus brazos, sus mejillas seguían enrojecidas, pensó en Micaela y se llenó de ira nuevamente.

Vicky la tocó suavemente en el hombro.

—Hada —la llamó.

La muchacha abrió los ojos y se le quedó viendo, aunque seguía adormilada, cuando se despabiló, aferró la fotografía que tenía en sus brazos.

—¿Qué haces aquí? —Le preguntó asombrada.

—Vine a ver cómo te encontrabas. —Respondió María Victoria con tranquilidad.

—Estoy bien —susurró un poco incómoda.

Vicky le dio su espacio, tiempo que aprovechó la chica para guardar la fotografía de Alejandro debajo de la almohada, que guardaba con tanto celo y que a pesar de saber que él tenía amores con su madre no había podido romper, porque lo que sentía por él seguía consumiéndola igual o peor que antes.

—Discúlpame si no te creo Hada, yo en tu lugar, ya hubiera quemado este cuarto para aplacar mi rabia.

La muchacha sonrió.

—Si hiciera algo así, sería peor, no la conoces, mi madre es implacable, como ya has visto, no tiene corazón.

—¿Siempre ha sido así? —preguntó Vicky con absoluta curiosidad, mientras paseaba la mirada por la recámara de Hadassah, le sorprendió la cantidad de libros que había y que el lugar parecía el cuarto de una niña y no el de una mujer.

La chica se levantó de la cama y se alisó la ropa.

—Desde que tengo uso de razón siempre ha sido la misma, es fría e insensible... —Hadassah entró en su baño y le echó detrítico a su cepillo de diente — Una vez en el colegio una niña y yo peleamos, yo llegué llorando buscando su consuelo, como vi que hacían los otros niños con sus madres y lo que recibí fue rechazo absoluto, no le gusta que nadie se le acerque, la abrace o le dé alguna muestra de cariño, Jared y yo tuvimos que adaptarnos a su desapego cruel... Pensé que ella era así con todos, pero me llevé una gran sorpresa en el momento en que la vi con Luis Fernando... me quedé realmente impactada, es otra mujer... Con él es una madre, ¿puedes creer que hasta sonríe?

Vicky se sentó en su cama, mientras su cuñada se procedía a lavarse los dientes

—¿Y eso te molesta?

Ella negó con la cabeza.

—Mi hermano ha sufrido más que nosotros, porque al menos Jared y yo tuvimos el amor de mis abuelos que eran los mejores del mundo, un día te contaré su trágica historia, en fin, ellos  nos dieron mucho amor y también estaba mi padre quien nos daba el cariño que ella nos negó todo el tiempo, pero Luis no obtuvo nada de eso, vivió alejado, aunque su abuelo lo quería, no era lo mismo, no tuvo un padre y Micaela siempre estuvo aquí preocupada por su venganza.

El corazón de María Victoria se arrugó al escuchar esa parte de la vida de su esposo que no conocía, aunque en realidad sabía muy pocas cosas de él.

—¿Dónde estuvo Luis Fernando todo ese tiempo? —Preguntó ansiosa por saber más de él.

Hadassah le iba contestando lo que deseaba saber mientras se cambiaba de ropa.

—En Estado Unidos y Londres, allí se mantuvo hasta que murió Elizabeth.

—¿Quién es Elizabeth?

—¿Él no te habló de ella? —Hadassah le preguntó asombrada.

—Tu hermano nunca me habló con sinceridad. —Respondió con resentimiento.

—Él no es así... Luis Fernando es un hombre maravilloso, leal, bondadoso y es el único que mantiene a raya a Micaela, estoy segura de que a pesar de todo él no quería hacerte daño y para él realmente no es fácil hablar de Lizzy.

Vicky resopló de manera poco femenina.

—Es la verdad, él no es como ella —Hadassah abrió la ventana y la claridad inundó la habitación y una ligera brisa entró. —Elizabeth era la mujer con la que mi hermano se iba a casar y de la que estaba profundamente enamorado.

Esa confesión le cayó como un bloque en el estómago.

¿Otra mujer?

¿Se iba a casar?

¿Qué ocurrió?

Todas esas preguntas se agolparon en su mente.

Nunca pensó que en la vida de él existiera otra mujer, desde ese instante un desasosiego se apoderó de ella.

Hadassah iba a continuar hablando, pero la campanilla anunciando la comida hizo que Vicky despabilara y se pusiera en acción, se despidió de su cuñada, pero con la promesa que regresaría para contarle todos los detalles del fantástico desayuno, luego caminó hacia el comedor.

Esta vez María Victoria no se sentó en la cabecera tomó el lugar que le correspondía que era a la derecha de Luis Fernando, que esa mañana si comería en la casa, se sentó a esperar, el primero en llegar fue Jared, que ocupó su lugar sin dignarse ni siquiera a mirarla.

Vicky se sirvió un poco de café.

—Quien diría que en Los Sauces que supuestamente vive la familia más encumbrada de San José eran tan maleducados, evidentemente el dinero no da la clase. —Comentó para sí misma.

Jared ni se inmutó, agarró el periódico y comenzó a leerlo ignorándola por completo, ella se le quedó mirando, lo observó detenidamente y se percató que su cuñado pedante era bien parecido, con su porte recio, su mirada fría desprovista de sentimiento alguno, muy similar a su madre, con su mentón cuadrado y perfectamente afeitado, tan alto como Luis Fernando, solo que su esposo era más guapo y su mirada era cálida, tanto así que calentaba cada parte de su cuerpo  cuando posaba sus preciosos ojos azules en ella.

Minutos después su frío cuñado habló:

—Con ciertas personas los modales no sirven de nada —Contestó inclinándose hacia adelante para amedrentarla.

— Solamente un bruto diría esas cosas. —Respondió en tono jocoso.

Un amago de sonrisa se alojó en los labios de su cuñadito.

—Buenos días —La voz de Luis Fernando apagó toda conversación.

Ella murmuró un saludo, él la miró, pero Vicky prefirió observar las azucenas que estaba puesta en un jarrón.

Jared y él se saludaron con un abrazo, su esposo ocupó su puesto, la piel de ella se erizó al sentirlo tan cerca.

Segundos después apareció Micaela, al verla levantó una ceja y la fulminó con la mirada.

María Victoria le hizo seña a las mujeres para que comenzaran a servir.

Cuando sirvieron los platos atiborrados de comida y en especial de la única carne que estaba prohibida en esa casa.

Jared se sorprendió porque era casi un delito tocar el cerdo, Luis Fernando se acercó a Vicky, le agarró la mano fuertemente y le preguntó en tono serio:

—¿Dime que esto no lo has hecho a propósito?

Ella le sonrió con malicia y jaló su mano, su contacto la trastornaba.

—¿Qué carajos significa esto?  —La voz acerada de Micaela Montenegro hizo que su corazón se tranquilizara en se centrara en otra cosa, que no fuera su esposo.

—El desayuno que mandé a preparar con mucho cariño. —Respondió con inocencia digna de un Óscar.

Micaela se levantó de su silla colérica.

—Aquí no se come cerdo. —Irritada agarró el mantel que adornaba la gran mesa de caoba y lo jaló ocasionado que toda la comida, vasos, platos y cubiertos que había encima cayeran al piso provocando un enorme estruendo. —Maldigo la hora que te dejé entrar en mi casa —Bramó.

María Victoria sonrió ampliamente.

—Eso tiene solución dile a tu hijo que anule el matrimonio y en minutos estaré lejos de aquí. —Su voz cantarina enfureció aún más a la doña de Los Sauces.

—No va a ser tan fácil, te vas a quedar aquí sufriendo un infierno, yo me voy a encargar de eso y luego me quedaré con El Morichal y los destruiré a todos sin compasión de la misma manera que tu maldito padre no la tuvo conmigo.

Vicky se acomodó su vestido y se agarró un rizo con su dedo.

—Si para mí no va a ser fácil, para ti tampoco porque me encargaré que no tengas paz, ni descanso y haré que te arrepientas cada día y cada minuto el haberme traído aquí y haberme casado con tu querido y amado hijo.

—Ya basta —Luis Fernando golpeó la mesa. —Ustedes, señaló a las sirvientas que estaban asustadas viendo a las dos mujeres —recojan este desastre.

—Enseguida patrón.

—No volveré a sentarme en esta mesa hasta que esa sucia se haya marchado de Los Sauces. —Golpeó la mesa con la fusta.

—Qué bueno —le respondió Vicky levantándose de su asiento para alejarse de Luis Fernando— porque con tu gris humor dañas el ambiente, mira lo que has provocado con tus niñerías, una mujer de tu edad no debería dar semejantes espectáculos, desperdiciar así los alimentos, con tanta hambre en el mundo... —Su tono era de completa burla.

Micaela se le encimó con toda la intención de hacerle daño, pero Luis Fernando la detuvo.

—Suficiente madre. —Le advirtió.

—Suficiente te digo yo a ti, haz lo que tienes que hacer y líbrame de tener que soportarla.

Se soltó del agarre de su hijo y se marchó.

Mientras María Victoria sonreía ampliamente al verla marchar.

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