Capítulo 27


Las alpargatas son consideradas el calzado tradicional venezolano por excelencia, son usadas por jornaleros para su trabajo diario y por gran variedad de personas por su comodidad y de acuerdo a cada región, especialmente la llanera.

Micaela salió a cabalgar bien tempranito, no soportaba estar en Los Sauces ni un minuto más, odiaba admitirlo, pero había cometido un error al hacer que su muchacho se casara con esa Araujo, no le gustaba en lo absoluto el rumbo que estaban tomando las cosas. La forma en la que Luis Fernando miraba a esa mujer le inquietaba, ni en sus peores pesadillas imaginó que su hijo amado se fijaría en esa maldita mujer que salió igual a su padre, pero ya se encargaría de solventar ese ligero error, aún se encontraba a tiempo de solucionar todo, antes de que las cosas entre ellos pasaran a mayores.

Llegó hasta un viejo ranchito, desmontó y amarró al caballo a un tronco seco que había frente a la destartalada vivienda.

Eusebio al escuchar a su patrona salió de inmediato a su encuentro.

—¿Así que te dejaste echar por mi hijo Eusebio Contreras? —Le reprochó Micaela al verlo con la barbilla levantada y la mirada altiva, rasgo característico de la enigmática mujer.

—¿Qué quería que hiciera Doña? Es su hijo. —Se excusó Eusebio, que tenía la mirada puesta en sus alpargatas.

—Eres un imbécil ¿Cómo te atreviste a meterte con la mujercita esa? Puede que sea una Araujo, pero por ahora lleva nuestro apellido y mi hijo no iba a permitir que nadie avergüence a uno de los suyos, así se tratara de la zorra Araujo.

—Esa sifrina es muy alza' y se la quería dar de la gran señorona, traté de bajarle los humos, lo que nunca pensé es que el catire me iba a echar como un perro por esa Araujo, yo que le he sido fiel doña, jamás los traicionaría.

Micaela tenía una fusta en la mano y con ella se dio un ligero azote en la pierna.

—Yo lo sé, pero mi hijo se ha debilitado por esa maldita, la quiero fuera de su vida lo más pronto posible, lejos de mi muchacho.

Eusebio sonrió y se atrevió a mirar a su patrona.

—Ya conseguí al hombre que va a hacer el trabajito y le va a quitá ese dolor de cabeza de encima hoy mismo

—No quiero errores Eusebio, ni cabos sueltos.

—Tranquila mi doña, que yo me encargo de que todo salga como se debe... —el negro Eusebio se acercó al animal de la doña y lo acarició — hable con el catire, yo no sirvo pa' andar sin hacer na', lo mío es está en Los Sauces.

Micaela negó con la cabeza.

—Mi hijo no quiere ni escuchar tu nombre.

—Pero doña usted es la que manda, su hijo no le va a negá nada, además no es bueno que deje a la sifrina ganar terreno.

—Si todo sale como esperamos, nos desharemos de ese problema, trataré de convencer a Luis Fernando, pero no te prometo nada, aunque pensándolo bien me sirve más así por fuera, para que nadie sospeche de ti.

Eusebio se quedó pensativo, servir a la doña era su vida y si ella deseaba que se quedara por fuera lo haría.

—Si usted así lo quiere por mí está bien.

Micaela sonrió complacida.

—Cuando el río vuelva a su cause tú recuperarás tu puesto, mi hijo no es de estas tierras, él es un hombre de mundo, pronto se cansará de esto y volverá a donde pertenece y hará su vida y será feliz y yo tomaré el control de todo nuevamente y con mucho más poder.

—Yo al catire lo veo muy adaptado a esta vida, pareciera que hubiera nacido aquí.

—Es igual a Gustavo —dijo Micaela sonriendo —pero con el coraje y la gallardía de los Mattordi —aun así, no quiero esta vida para él, falta muy poco para acabar con esos malditos Araujo, comenzando esta misma noche, cuando no quede ni el nombre de ellos, Luis Fernando será libre, habrá cumplido con su padre, con su abuelo y conmigo, pero mientras él esté aquí, es el amo y señor así los dispuso el viejo Montenegro y yo.

****

Después de irse del ranchito de Eusebio, Micaela se fue a los linderos de El Morichal, esperó montada en el caballo observando el horizonte, ansiosa como una muchachita por ver al hombre que le removía el alma, al ver la figura imponente de Alejandro todo su cuerpo vibró ante la emoción de volver a verlo.

La cerca que dividía la tierra los separaba, él tenía el ceño fruncido cuando se paró enfrente de ella, montado en su semental, era la primera vez que se veían después del matrimonio de Vicky.

—¿Para qué me has mandado a llamar Micaela? —Le preguntó él sin rodeos.

—Quería verte.

—Tu cinismo no tiene límite, después de lo que tu hijo y tú han hecho ¿crees que podemos seguir viéndonos?

—Alejandro lo que tú y yo tenemos es ajeno a todo esto —el caballo de Micaela se encontraba nervioso, por lo que se movía una y otra vez.

—Aventura Micaela, tú y yo tuvimos una aventura, que se terminó en el instante que jodiste a mi hermana o es que crees que no sé que soy parte de tu macabra venganza, me gustas eres una hembra difícil de ignorar, pero no me prestaré para que acabes con los de mi sangre.

—Jamás te haría daño, lo nuestro no solo ha sido una aventura, sabes que hay algo más.

Alejandro soltó una carcajada profunda, era tan hermoso cuando sonreía, pensó Micaela.

—Ese algo más, lo destruiste en el momento en que tu hijo estampó la firma en ese maldito documento de matrimonio y aún más cuando tienes a María Victoria en tu casa a manos de tu hijo, si a mi hermana le pasa algo, Luis Fernando la va a pagar, ojo por ojo y diente por diente.

Ella se bajó del nervioso caballo y cruzó la verja y acercó a Alejandro que permanecía en su montura.

—Tu hermana se encuentra bien y si no ha regresado con ustedes es porque no le da la gana.

—Porque Vicky es una luchadora y no se deja joder tan fácil.

El cabello de Micaela se soltó de la trenza que llevaba puesta por la brisa, ella pasó una mano por las musculosas piernas de su amante.

—Te deseo Alejandro como nunca he deseado a otro hombre, te lo he demostrado en la cama, donde te he entregado todo lo que soy, eres mío y no me importa que seas el hijo de ese malnacido, no sé cómo llevaremos esto, pero no voy a dejarte porque soy tu hembra y tú eres mi hombre... En la cama nuestros apellidos se desvanecen.

Él se bajó de su montura.

—Antes era así, no me importaba un carajo que fueras la enemiga de mi padre, pero cruzaste la línea Micaela, te metiste con lo sagrado y aunque seas una mujer difícil de olvidar, nuestros caminos se dividieron cuando usaste a mi hermana como tu instrumento de venganza.

Ella se aferró a su camisa.

—No puedes dejarme, ardo de deseos por ti, mi boca brama por tus besos, mi piel clama por tus caricias, quiero montarme en tu cuerpo desnudo mientras alcanzo el placer más intenso, es imposible que tú y yo estemos separados.

Alejandro le agarró las manos para que lo soltara.

—Se terminó Micaela, no me prestaré a tus juegos, búscate a otro que te haga los favores.

Alejandro se montó en su semental y se marchó al galope.


A la doña de Los Sauces jamás ningún hombre la había rechazado, ellos siempre estaban dispuestos a cumplir sus deseos, daban hasta lo que no poseían por complacerla, así que la negativa del Araujo a seguir la aventura que tenían hizo que la rabia que llevaba por dentro aumentara por lo que en el momento que llegó a la hacienda y encontró la sorpresa que le tenía su nueva huésped no dudó en descargar su ira.



Mis amores tardé en actualizar porque me encontraba enferma, pero ya estoy bien y con muchas ganas de actualizar esta historia, hoy estoy de maratón así que subiré 3 capítulos hoy espero que lo disfruten

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