Capítulo 26
Las arepas son uno de los platos más populares en Venezuela y Colombia, países que se disputan su origen. Aunque hay algunas variaciones, la arepa básica consiste en una especie de torta o tortita plana de harina de maíz y agua que admite numerosos rellenos.
Hadassah vio a Luis Fernando y luego a Jared y por fracciones de segundo imaginó lo que sucedería, si les decía que el amante de Micaela era Alejandro.
Quizás Luis Fernando por ser el esposo de Vicky no le haría daño al Araujo, pero con Jared la situación era muy diferente, él no duraría en matarlo por acostarse con su madre y se preguntó ¿Estaba tan dolida con Micaela como para causar la muerte de Alejandro?
—Habla Hadassah ¿De qué secreto hablas? —Le ordenó Luis Fernando.
El corazón de Micaela se encontraba desbocado, furiosa empujó a María Victoria esta trastabilló, pero su esposo no permitió que se cayera.
—Micaela tiene un amante que se mete en las noches a su habitación —Dijo la muchacha al fin.
Sus dos hijos se quedaron mirándola.
—¿Es cierto eso? —le preguntó Jared.
—Si lo es —gritó Hadassah.
—¿Quién es? —Preguntó Luis Fernando.
Micaela se enfureció aún más y arremetió contra ella, no iba a permitir que soltara el nombre de Alejandro, a ella le importaba un carajo de que sus hijos se enteraran que tenía necesidades que solo un hombre podía apagar, pero si iba a evitar que se enteraran que él era su amante y si tenía que callarle la boca a su hija a trompadas, lo haría.
—Yo no he criado a una traidora y te voy a enseñar a respetarme. —La agarró de un brazo y la levantó, con la intención de sacarla de la habitación.
—No dejes que le haga daño —María victoria le susurró a Luis Fernando que la tenía agarrada por la cintura.
Ella lo miró suplicante y algo se tensó dentro de él. La soltó y se interpuso en el camino de Micaela.
—Esa no es la manera de solucionar este asunto.
La voz firme y contundente con la que le habló a Micaela, hizo que la mujer se detuviera.
—Ella tiene que aprender a respetarme por las buenas o por las malas.
—La que no respeta a nadie eres tú. —Replicó Hadassah forcejeando para que no se la llevara.
—Cállate de una maldita vez—Gritó Jared enojado.
Luis Fernando se centró de nuevo en su madre.
—No te discuto que a ella le falte disciplina, pero lo puedes resolver de otra forma, no así. —Luis Fernando suavizó su tono y Micaela se quedó viendo a su hijo a quien no podía negarle absolutamente nada.
Soltó a la muchacha y fulminó con la mirada a su rebelde hija.
—Si vuelves a retarme —Le advirtió —ni tu hermano va a detener mi ira, por tu bien y el de los demás le señaló a Vicky con la mirada, te recomiendo que no te inmiscuyas en mi vida privada, ni tú ni nadie.
Hadassah se contuvo de replicar.
—Ahora salgan todos de aquí —ordenó Micaela—ella permanecerá en su habitación castigada, hasta que a mí me dé la gana de quitarle el castigo.
Ninguno de sus hijos le discutió, por el momento, pero el tema del amante seguía sobre el tapete; Vicky no tenía la intención de no salir del cuarto, pero su esposo, la agarró de la mano, la sacó del lugar y la llevó a la habitación.
Una vez dentro, los ojos azules de Luis Fernando se clavaron en los de Vicky causando estragos en todo su ser.
—Gracias —Logró balbucear. —Por lo que hiciste con Hada.
Él sonrió complacido.
—No es así como tú me agradeces. —Su tono ronco hizo que el cuerpo de ella se erizara.
—Eso era antes. —Contestó con altanería.
—Si mal no recuerdo, una vez me dijiste que eras una mujer que le gustaba recuperar las costumbres.
—Tú mataste a esa mujer.
—Entonces haré que reviva. —La asaltó como un felino y arrastró su boca sobre la de ella, una y otra vez, la besó con tierna furia, mientras sus manos vagaban sobre su cuerpo, amoldándola y apretándola con fuerza contra él.
La excitación la inundó, y cedió ante ese placer oscuro, se abrió ante las penetrantes estocadas de su lengua, esforzándose por capturar su sedosidad. todo pensamiento lógico se esfumó de su cabeza. Él la sujetó por el pelo con ambas manos, la empujó hasta apoyarla contra la pared y le metió la lengua en la boca para darse un lánguido festín hasta que Vicky sintió que la cabeza le daba vueltas y se vio obligada a hundir los dedos en su cuello. Poco a poco él apartó sus labios y le mordió con suavidad en la garganta.
—Así quiero que me agradezca de ahora en adelante.
—Ni lo sueñes. —Susurró combativa.
Él sonrió le dio un último beso en los labios y se marchó.
Una vez sola se quedó apoyada tratando que los latidos de su corazón volvieran a la normalidad.
Lo que quedó de día lo pasó encerrada en la habitación, la cercanía de Luis Fernando la afectaba, era un sinvergüenza de lo peor, venir a besarla cada vez que le daba la gana, dejándola desarmada. Tenía que evitarlo a como diera lugar.
Se quedó meditando en lo que había dicho Hadassah ¿Quién era ese amante de Micaela? Un pensamiento se alojó en su mente, pero rápidamente lo desechó, porque era imposible que algo así sucediera. En lo que volviera a ver a su cuñada le sacaría el nombre se ese hombre misterioso.
Extrañaba a su nana con locura, necesitaba de sus abrazos y de sus mimos. Quien lo iba a decir, pero echaba de menor estar en El Morichal y haría todo lo necesario por regresar y olvidar a los Montenegro para siempre.
Al día siguiente se levantó antes que cantara el gallo, esa mañana se puso un vestido con escote en V estampado de manga corta ideal para el verano, porque el calor arremetía desde bien tempranito. Una vez lista se fue a la cocina.
Ya las mujeres que laboraba allí comenzaban la faena al verla, todas se quedaron paralizadas, no estaban acostumbradas a que ninguno de los patrones fuera hasta ese lugar, la doña siempre solicitaba a la cocinera en su despacho y le daba las directrices.
—Buenos días señora y señoritas. —La saludó con voz cantarina.
—Buenos días señora. —Contestaron al unísono.
María Victoria sonrió ampliamente.
—¿Cuál es el menú del día de hoy?
Una mujer morena regordeta de cabellos negros con algunas hebras plateadas, vestida con un uniforme de doméstica se acercó con recelo.
—Arepas, jamón de pavo, huevos, queso, jugo de naranja y café recién colado.
—Arepa, arepa, arepa… no no no, quiero variar ese menú.
La mujer abrió los ojos de sorpresa.
—Doña Micaela no le gusta otra cosa, si usted quiere le puedo preparar el desayuno aparte.
—No —respondió tajante — mi querida suegra tiene tantos asuntos que atender que es necesario que se le ayude, yo soy la nueva encargada de estos menesteres, a mí es a la que van a rendir cuenta y se hará lo que yo desee y la que no esté dispuesta a obedecerme que me lo diga en el acto… Gente que necesita trabajar hay de sobra, aquí nadie es indispensable ¿Hablé claro o no?
Todas las mujeres asintieron.
—Hoy quiero que se haga un desayuno americano, mi esposo ha vivido mucho tiempo en el exterior y quiero hacerle algo especial, así que hoy no hay arepas, sino pan tostado, tocino, mucho tocino, huevos, mermelada, ensalada de frutas y galletas de chocolate y leche recién ordeñada.
La mujer regordeta levantó la mano.
—La señora Micaela prohibió el cerdo.
—Si, eso escuché, pero como a mí si me gusta, ya el delicioso cerdo no está prohibido, ayer abastecí la despensa con todo lo que quiero, así que nada debe falta para que cumplan mi orden, si yo me siento a comer y no veo lo que ordené, todas están despedidas.
Ninguna de las mujeres volvió a protestar.
—Aquí tienen lo que quiero para el almuerzo —le entregó una hoja — si no saben prepararlo, pues busquen ayuda, pero eso debe estar en la mesa a la hora de la comida, allí está también lo de la cena, así que sin excusas —Vicky les sonrió y luego se despidió de ellas.
Salió de la casa y vio que la faena ya había comenzado y Luis Fernando se encontraba montado a caballo, listo para salir con otros peones para arrear el ganado, sin que nadie la viera se ocultó en una esquina y como todavía era oscuro pasó desapercibida.
Se veía tan magnífico montado en su semental, Vestía camisa a cuadros y unos vaqueros desgastados que le daban un aspecto divino. En sus labios bailoteó una sonrisa perezosa por algo que le dijo su hermano y Vicky sintió un cosquilleo por toda su piel. Una conversación entre unos peones dejó que dejara de espiar a su esposo.
—Camarita créame lo que le estoy diciendo, el patrón echó de Los Sauces a Eusebio.
—¡Gua! Pero como va sé eso, si ese diablo es la mano derecha de doña Micaela.
—Sí, pero es que el Eusebio se atrevió a tocá a la mujer del catire, el capataz pensó que el hijo de la patrona era un pendejo y resulta que el hombre las tiene bien puesta —señaló la parte baja de los pantalones — y cuando el campesino se le alebrestó el catirrucio*, este le dio sus buenas trompadas y le dijo que si ponía un pie en Los Sauces era un campesino muerto.
—¿Y doña Micaela que dijo? —preguntó el otro peón con curiosidad.
—Pues na’, todito el mundo sabe, que ahora el que manda es el legítimo Montenegro.
—Yo no creo que ese Eusebio se quede tan tranquilo, si ese se desvive por la doña.
—Pues lo hará en otro lado porque aquí en Los Sauces el diablo Eusebio no entra más.
Y era cierto Luis Fernando estaba muy dispuesto a cumplir su palabra, porque no iba a permitir que nadie le faltara el respeto a su esposa.
Cuando él llegó a El Morichal que fue gracias a un infiltrado en esa casa que poco a poco le dio a conocer a los Araujo detalles de él en materia de seguridad, indicándole que era uno de los mejores guardaespaldas de Caracas, que tenía estudios en el extranjero y que se encontraba muy dispuesto a irse al llano, ellos no dudaron en contratarlo, ya que Micaela como parte del plan le estaba haciendo la vida miserable a Antonio.
Para que nadie supiera que él era un tipo contratado para la seguridad, porque la gente llanera siempre está pendiente del que dirán, Antonio decidió ponerlo en el puesto de capataz y así todos contentos. Ese mismo infiltrado le consiguió una copia de los documentos de la propiedad y vieron lo que el Araujo tramaba y solo era cuestión de tiempo para que su heredera apareciera.
Lo último en lo que Luis Fernando pensaba cuando llegó a esa hacienda era enamorarse de nuevo. Elizabeth era su único amor, la herida profunda que había dejado su partida era muy difícil de cerrar porque ella era la mujer de su vida o eso pensó. El trabajo en la hacienda al menos le hizo pensar en otros asuntos, la venganza hizo que empujara los recuerdos al fondo de su mente. Entonces María Victoria Araujo llegó a El Morichal. Al principio le pareció una mujer caprichosa y altanera, pero hermosa, con esa cabellera negra ondulada y esos ojos negros azabaches, semejantes a una noche sin luna con ese brillo indomable en su mirada. Irreverente, le gustó.
Su intención nunca fue herirla, sabía que la joven se había encaprichado con él y eso era bueno para sus propósitos, lo que no contó era que sus besos despertarían en él una necesidad. Le dolió herirla, el día de la boda se sintió un completo miserable, al verla aquella mañana tan hermosa viéndolo con esa mirada traviesa, alegre y enamorada, una mirada que se clavó en su pecho como un puñal.
Deseó con toda el alma que María Victoria firmara esos papeles y que se librara de él y que se marchara lejos donde los rencores del pasado no la alcanzasen, más ella se negó y por un deseo egoísta y malsano no quiso dejarla en El Morichal.
Desde que sus besos comenzaron a gustarle más de la cuenta, comprendió que era una mala idea continuar con aquella locura, pero ya no había vuelta atrás.
En el momento que ella aceptó irse con él, selló su destino, porque era casi imposible que la dejara irse de su lado.
Mis amores nos vemos el lunes
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