Capítulo 21


Algunos años atrás...

Micaela después de enterrar al amor de su vida, literalmente quería morirse, el dolor de su perdida era insoportable, no hallaba paz ni reposo, no comía, no dormía, su mente revivía una y otra vez el horror que había vivido. Sus padres angustiados no encontraban que hacer. Por otro lado, su suegro le exigía que le dijeran quienes era los culpables.

Una tarde su amada madre Flora le suplicó que comiera porque ella otra perdida en su vida no la aguantaría y Micaela conocía el doloroso pasado de sus padres quienes eran su luz. Su mamá le preparó su comida favorita y los higos en dulce que tanto le gustaba. Postre que duró solo unos minutos en su estómago, todos se asustaron pensando que estaba muy enferma, porque había sufrido unos cuantos desmayos hasta que el doctor de la familia la examinó y le dio la noticia.

Cuando la joven se enteró de que estaba embarazada y el médico le dijo el tiempo que tenía la criatura, soltó una sonora carcajada y su semblante triste y sombrío cambio. A partir de ese momento no dejó de probar bocado, llevaba al hijo de su amor en su vientre, que desde ese momento se convirtió en mayor su tesoro.

Al día siguiente fue a visitar a su suegro y le dio las buenas nuevas, el hombre también fue devuelto a la vida ante tal acontecimiento. Micaela tenía un propósito para decírselo al hombre, lo necesitaba para la crianza de su bebé y para llevar a cabo su venganza.

Luego tomó la decisión de no decirle una palabra a nadie, solo a sus padres a quien les hizo prometer que no revelarían su secreto.

Se fue a Caracas y allí vivió plenamente su maternidad, su suegro se desvivió por atenderla, su bebé ya era amado antes de nacer y cuando llegó el gran día y el varón de cuatro kilos y medio que midió 56 centímetros nacía en la clínica San Román y soltó aquel berrinche, su madre lo amó aún más, fue el momento único, sublime y más hermoso de su vida, Micaela no se apartaba de su cunita, se deleitaba por horas viéndolo y cuando le preguntaron cómo se llamaría, le puso el nombre que Gustavo y ella habían elegido para su primer hijo Luis Fernando Montenegro Mattordi.

Edmundo Montenegro era el abuelo más orgulloso que había, el hombre no cabía de felicidad, su nieto era un varón, idéntico a su hijo, pero de cabellos rubios y ojos azulitos como el cielo.

Él se encargó de la educación del niño a partir de los cinco años, donde Micaela regresó a San José con el corazón divido, no quería apartarse de su hijo y, por otro lado, tenía que hacerle justicia a Gustavo.

Luis Fernando Montenegro fue criado en los mejores colegios del extranjero, pasó tiempo en Londres, Francia y los Estados Unidos, en las vacaciones viajaban a Caracas para que su madre pudiera verlo; su abuelo le enseñó todo lo que debía saber en el área intelectual, en el trabajo rudo y a amar a su tierra.

Mas Edmundo no solo le instruyó en lo bueno sino también lo enseñó a odiar, cada vez que podía le narraba la historia de como los hermanos Araujo acabaron con la vida de su padre y ultrajaron a su madre y de la manera que él como su hijo tenía que hacerlos pagar.

Creció odiando ese apellido y su único propósito fue ese acabar con esa familia hasta que conoció a Elizabeth Jones en la universidad.

Allí sus prioridades comenzaron a cambiar. Elizabeth era una chica de pueblo que gracia a su ingenio, consiguió una beca para estudiar. Luis Fernando se enamoró de ella al verla, con su cabello castaño, de piel blanquísima y de unos ojos grises azulados lo sedujo al instante. No era una mujer fácil y por eso le costó mucho ganarse su corazón hasta que lo logró.

Edmundo no hallaba contento con esa relación porque había desviado a su nieto del propósito, mas el Montenegro ya estaba mayor y su salud se encontraba bastante resentida y aunque quisiera el joven ya no pensaba en nada que no fuera su amada y formar una vida con ella.

Elizabeth era su presente y una tarde de abril comenzando la primavera, después de tres años de noviazgo le pidió que fuera su esposa a lo que la dulce joven contestó que sí.

Micaela al enterarse de que su hijo se había descarriado del propósito, se encontraba iracunda, pero no podía hacer nada, puesto que primero se hallaba muy lejos y no podía ausentarse de sus tierras por tanto tiempo, segundo porque su hijo era un Montenegro de pura cepa y no aceptaba que le controlaran su vida, era gallardo e imponente y de carácter recio, no dejaba que nadie le impusiera nada, solo lo hacía si él quería, pero el destino jugó a su favor.

Elizabeth fue un fin de semana a visitar a sus padres, para hablarle de su eminente boda. No volvió de ese viaje, ya que de vuelta a la ciudad el carro donde venía fue embestido por un camión de alimento cuyo chofer se quedó dormido. Del vehículo donde se trasladaba la joven solamente quedó un amasijo de hierro.

Aquel golpe fue fulminante para Luis Fernando que quedó hundido en la tristeza, en la rabia y la ira contra la vida que le había arrebatado a la mujer que amaba.

Una tarde de agosto recibía otro golpe fatal y era el fallecimiento de su abuelo, quien antes de morir le hizo prometerle que regresaría a Venezuela y cumpliría con su deber de hijo, Luis Fernando ya no tenía un órgano que latía en su pecho, nada le importaba así que no dudó en prometer lo que llevaba tiempo esquivando, vengar la muerte de su padre y la deshonra que había sufrido su madre.

Llegó a Venezuela y sintió una emoción en el pecho al aterrizar el avión en el aeropuerto de Maiquetía, se encontraba en su tierra, aquella nación que lo vio nacer tenía algo mágico, quizás era su gente, la calidez, la alegría, lo venezolanos nunca estaban tristes, siempre encontraban una manera de burlarse de las desgracias, eran serviciales y ocurrentes, él que había viajado a varias partes del mundo y jamás conoció a personas como aquella.

Su madre lo estaba esperando con los brazos abiertos, lloró por largo rato al tener de nuevo a su hijo en su regazo y como siempre lo hacía, no dejaba de y se quedaba contemplándolo por horas. Conoció a sus hermanos, al principio había un poco de recelo entre él y Jared, pero ya luego la sangre pudo más y poco a poco construyeron una hermandad y Hadassah era su pedacito de cielo. La quiso desde que la vio y el sentimiento fue mutuo. Para él no era desconocido la diferencia que hacía su mamá tan marcada con sus hermanos, a Luis Fernando se desvivía por atenderlo, podía sentarse horas a escucharlo, lo que él decía, ella lo cumplía, mientras que con ellos era rígida y severa.

La primera discusión que tuvieron fue sobre ese tema, él le pidió que no volviera a hacer diferencia cuando estuvieran juntos y no iba a ceder en esa petición.

Por lo que Micaela al momento que Luis Fernando estaba presente seguía siendo la mujer imponente y dura, pero cuando nadie se encontraba presente solo él, era la madre más amorosa que hubiera conocido.

Vivió un par de años en Caracas donde puso en orden los negocios de su abuelo que ahora le pertenecían y comenzaron a planear su venganza.


Micaela Montenegro era implacable, con puño de hierro que no dudaba a la hora de imponer su voluntad, los que la conocían decían que no tenía corazón y que no quería ni a sus hijos, pero ella si tenía un punto débil, su talón de Aquiles era Luis Fernando; él era lo único que realmente le importaba en la vida y eso sus enemigos no tardarían en descubrirlo.

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