16

Alec se levantó en la mañana y fue directo al edificio de correo. Mientras caminaba por la ciudad, la gente lo veía y se burlaba de él. Alec recordó que varios de ellos eran personas a las que ayudaba, junto con sus hermanos. Pero no importaban las buenas acciones, la furia no veía eso. Solo destacaba a la vista la buena fortuna y las ropas elegantes, marca de los feudales, enemigos del pueblo y de quienes ellos consideraban, enemigos de la libertad.
Alec llegó al edificio de correo. Allí (muy temprano) no había ningún alma a la vista. El muchacho de ojos azules caminó al escritorio. El hombre que atendía el mostrador, eran de los pocos que lo miraban con ojos dulces y compasivos.
-Hola, Alexander- dijo el hombre.
-Hola, señor- dijo Alec- Tiene alguna carta para mi?
-Si- Alec sintió las mejillas rojas se felicidad. El hombre le entregó al muchacho un sobre. Estaba escrito con la caligrafía de Magnus y se percibía algo de perfume.
-Gracias- dijo Alec.
-Como anda la familia?
-Mas o menos. Mi papá no sale de casa y mi hermano sigue teniendo alguna que otra pesadilla. Mamá está leyendo mucho y no quiere que Max salga solo de la casa.
-De seguro podrán salir pronto, no te preocupes.
-Gracias.

Cuándo Alec iba a decir algo mas, unos hombres entraron a la oficina. Alec reconoció a uno de ellos: Maurice.
El chico lo había visto varias veces antes. El fue las dos veces la casa Lightwood. El le había dado la orden de desalojar la casa y también les había dicho sobre los títulos de nobleza abolida.
Alec también había recordado cuándo lo conoció esa vez en la posada, hacía muchos meses atrás.
Maurice caminaba por la sala. Aún tenía el viejo uniforme y las medallas. La apariencia mugrienta aún seguía en el, como una marca que probara en el exterior cuánto estaba podrido el interior. Llevaba un rifle en su cinturón y su mano estaba sobre el, Alec esperaba que no lo usara.
Maurice empezó a rodear a Alec y a observarlo, su pequeño séquito de tres hombres hacían lo mismo, como si de una sombra patética se tratase. El muchacho aferraba la carta de Magnus, con sumo cuidado para no arrugarla. Alec se aferraba a aquella carta, como si las palabras de Magnus ayudaran a ganarle valor. Necesitaría valor en mucho tiempo y el lo sabía. Magnus (a pesar de la distancia) lo mantenía atado a la cordura y despojado del miedo, la esperanza de volver a verlo era de las pocas cosas que le quedaba de el, además de los dulces recuerdos.
Maurice tenía la mirada en Alec y el en Maurice, entonces, Maurice fijó su vista en lo que Alec sostenía.
-Estaba caminando por aquí- dijo Maurice- cuándo me pareció oler a rata. Pero no era rata, era el vástago inmundo que engendró.
-Que quieres?- le preguntó Alec- Si tienes un problema con mi padre, entonces resuelvelo con él. O es que eres demasiado cobarde para enfrentarte a alguien?
-Repitelo!- gritó Maurice- Repitelo si te crees hombre, abominación!
-Eres sordo o tonto si tengo que repetirte mis palabras- declaró Alec, sin apartar la mirada de Maurice- Te escondes en tus perros y en tu pistola. Pero no tienes el valor para resolver tus diferencias con mi padre. Eso te hace menos hombre que cualquiera.

Maurice golpeó a Alec, dejándolo en el piso. La carta cayó junto a el, Maurice la vio. Tomó la carta antes de que Alec pudiera decir algo y la partió en cuatro mitades, luego la pisó, ensuciando la hermosa caligrafía con la tierra de la suela de su bota.
-Cartero,- le dijo Maurice al hombre que atendía- de ahora en más, los Lightwood no tienen permitido enviar ni recibir cartas. Órdenes del nuevo gobierno. Si intenta algo, lo mato a usted.

Maurice salió del edificio y su séquito lo acompañó.
El cartero ayudó a Alec a levantarse y le alcanzó los pedazos de la carta. Gruesas lágrimas caían de Alec.

***

Maurice caminaba fuera del edificio de correo y de repente, lo asaltó un recuerdo de Claudia.
Solía pasarle de vez en cuando y no importaba el tiempo que pasara, los recuerdos de la mujer que amaba aún le parecían crudos por lo ausencia de esta.
El lo había perdido todo. Perdió a su mujer y a su hijo por culpa de Robert Lightwood y cuándo se fue a pelear a Estados Unidos y regresó a Francia, el rey al qué servía le quitó todo por las grandes deudas de juego y alcohol.
La monarquía y Robert Lightwood le quitaron todo. TODO.
Y no descansaría hasta tener su venganza.

***

Alec estaba en su habitación, tenía la carta en su mano. Había unido los pedazos, como si fuera un rompecabezas y leyó.

Mi querido garbancito:
Las cosas sin ti son muy aburridas. He estado vendiendo en Londres algunos productos como perfume, ropa y especias. Ragnor dice que terminaré haciendo mi propia tienda aquí. Pronto me veré saliendo de viaje y desde lo que ha pasado en Francia, solo permiten la entrada a ciertos buques mercantes y como sabes, mi barco no tiene permiso para arribar en Francia. Te extraño mucho, mucho, mucho y mucho. Ah y tu hermanos también. No importa lo que digan los aburridos y frustrantes franceses, iré allí a sacar tu sensual trasero y meterlo en mi cama.
Esta separación me tiene afligido enormemente y lograré que estemos juntos de nuevo, lo prometo, mi amor.
Mis palabras, mas que promesas, son juramentos que serán cumplidos. En ocasiones pienso, que si nos conocimos en otra vida en la que nos hayamos tenido que separar y luego habernos reunido de nuevo, entonces será lo mismo en esta.
Te amo y mucho.
Eternamente tuyo, Magnus Bane.
Posdata: Cuándo no estoy contigo, pienso cien veces en ti.

***

M

e disculpo si les estoy sacando lágrimas.
Como podrán ver, el capítulo 14 está teniendo sentido en los acontecimientos presentes.
Creo que Maurice me está quedando bien.
Imagino que algunas y algunos ya quieren matarme antes de que termine de escribir esta historia. Solo les recomiendo que guarden sus armas afiladas y patos mordedores si quieren saber como termina la historia.
Espero que el capítulo les haya gustado.

Hasta luego. Paz y Malec

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