11
Robert Lightwood leía un libro en la sala, acompañada de su mujer que estaba terminando de hacer las costuras del vestido de la hija de la reina. Entonces, Arturo llegó a la sala con un sobre destinado a la familia Lightwood. Robert tomó el sobre y su mujer miró la carta, con ceño interrogante.
Robert leyó la carta y quedó impresionado, aunque no tanto.
-Mira querida- le dijo Robert a Maryse- Es del palacio.
-No me tengas esperando, Robert- exclamó Maryse- Que dice?
Robert le leyó la carta a su esposa:
Estimada familia Lightwood, nos dirigimos a ustedes para invitarlos a todos ustedes a una fiesta de máscaras, dentro de dos domingos, se celebrará en el palacio de Versalles.
Saludos, Maria Atonieta de Austria, reina de Francia y Luis XVI, rey de Francia.
Maryse vio a su marido.
-Bueno- dijo la señora Lightwood mientras tomaba un poco de su taza de té- ya se que voy a hacer dentro de dos domingos.
Robert regresó a su libro y Maryse a su bordado.
***
Isabelle le mostraba a Clary, Alec y Rebeca, la hermana de Simon, el vestido que usaría para su boda. Las chicas hablaban de lo maravilloso que será la boda, también discutían sobre la decoración, los zapatos e incluso los bocadillos de la boda.
-Alec- le dijo Izzy a su hermano, quién llevaba callado un largo momento- que opinas sobre loa centros de mesa?
Alec la miraba, pero no contestó.
-Alec?- repitió Izzy.
Nada.
Clary fruncio el seño, extrañada. La chica chasqueo los dedos y Alec emitió un ronquido.
-Alec!- le gritó su hermana.
Alec se levantó, confundido y somnoliento.
-Duermes con los ojos abiertos?-preguntó Rebeca.
-Que? No- se defendió Alec- Estaba despierto.
-Y de que hablábamos?- preguntó Clary.
-Del...vestido?- dijo Alec.
Izzy rodó los ojos y golpeó a Alec en la cabeza con un libro.
-De seguro aprendió hacer eso de Magnus- dijo Izzy.
-No- trató de defenderse Alec.
-Entonces de quien?
-De Magnus- dijo rendido Alec al no encontrar excusa.
Las chicas se rieron y Alec rodó los ojos.
-Cambiando de tema- dijo Isabelle- Que se pondrán para la fiesta de máscaras?
-Yo voy a ir con un vestido color jade con una máscara negra- dijo Rebeca- El negro combina con todo.
-Yo voy ir de azul y la mascara del mismo color- dijo Clary.
-Jace también dijo que iría de azúl también- dijo Isabelle- Que adorable que combinen.
-Y como irás tu, Alec?- le preguntó Clary al chico.
-No se si voy a ir- dijo Alec.
-Que?!!?- preguntaron las tres chicas al mismo tiempo- Por que?!?!
-No griten- les dijo Alec- Es solo una fiesta.
-Tienes que ir, hermano- le dijo Izzy- Tienes que ir con Magnus. Si mamá pudo convencer a la reina de que pueda ir Clary, de seguro conseguirá una entrada para Magnus.
-Crees que le gustaría ir?- le preguntó Alec a su hermana.
-Alec- le dijo Rebeca- La reina los invitó y es de mala educación no aceptar una invitación de ella.
Alec lo pensó y les dijo a las chicas aceptó y se retiraba a pedirle a su madre que cuando fuera al día siguiente, hablara con la reina para que le dé una invitación mas.
-Bien, chicas- dijo Isabelle- Volviendo al centro de mesa...
***
Magnus se levantó muy cansado de la cama y fue a tomar una taza de café, como es su costumbre. Entonces, se topó en la puerta con un paquete y una carta. Abrió la carta, junto ella había una invitación. Pero primero leyó la carta.
Mi amor:
Este domingo, se celebrará una fiesta de máscaras en el palacio de Versalles, cortesía de la Reina.
Quiero que vallas conmigo a está fiesta. Espero que no te moleste que haya elegido tu disfraz por ti. Nos vemos allí y no te preocupes, me reconocerás cuándo me veas. Un carruaje pasará a recogerte precisamente a las 8:00pm.
Tuyo siempre, Alexander Lightwood.
Magnus olfateó la carta, esperando que aún tuviera el olor a Alec. Luego, la puso en su pecho y sonrió.
Abrió el paquete y allí se encontró con un traje color marrón y dorado. Junto al traje, había una máscara simple del mismo color.
Entonces, volvió a leer la carta
Mañana sería domingo y Alec no le había comentado nada sobre la fiesta. Le parecía extraño, después de todo, ellos habían pasado mas tiempo juntos desde los que había pasado en aquella posada.
Entonces, sería una cita sorpresa! Magnus sonrió y ya deseaba que fuera domingo. Dejó las cosas en su cama y con una tonta sonrisa, se fue al comedor.
***
El carruaje había llegado puntual, como había dicho Alec en su carta. Magnus estaba vestido con lo que Alec le había enviado. Marie y su marido vieron como Magnus estaba vestido y sonrieron.
-Que te valla bien en baile, querido- le dijo Marie a Magnus.
-Obvio qué me va a ir bien- dijo Magnus- Por como estoy vestido, muchos estarán impresionados.
Marie rodó los ojos con una sonrisa y Magnus subió a la carroza.
***
Magnus miró por la ventanilla y admiró las luces que venían del palacio. Otros carruajes también estaban llegando y los soldados en la entrada les pedían la invitación. Cuándo Magnus llegó, le entregó su invitación al guardia y le permitió entrar.
Magnus salió del carruaje e ingresó al edificio. Era tan magnífico como lo pensaba. Pero lo que mas le impresionaba, eran las personas allí reunidas. Las mujeres, vestidas con impresionantes vestidos de gala, todos de diferentes colores y usaban máscaras qué ocultaban a sus rostros a plena vista y la única forma de poder verlos, era acercarse y pedir permiso para revelar el misterio de la identidad de la dama.
Los hombres, en cuanto a belleza no eran excepción. Vestían trajes de colores oscuros y poco brillantes. Con máscaras que también escondían su identidad, excepto para las damas que las acompañaban o caballeros también. Otros, usaban antifaces.
La gente bailaba al compás de la música. Violines, pianos, flautas y violonchelos animaban la fiesta, junto a las risas de la gente y sus conversaciónes. Magnus se quitó su máscara y buscó a Alec. El chico logró distinguir a una hermosa mujer que estaba hablando con varias personas. Junto a ella, estaba un hombre que parecía ser su marido y tras fijarse bien, se dio cuenta que la mujer y el hombre eran Maria Antoneita y Luís XVI. La mujer devoraba una torta tras otra y sus compañeros parecían no darle tanta importancia. Recordó lo que Maria había dicho sobré la pobreza de su país: Si no tienen pan, que coman pastel.
La reina había comentado cuándo se enteró de que todos hablaban sobre eso, que en realidad no lo había dicho.
Magnus no estaba seguro sobre que pensar, excepto que esa frase quizá se podría volver famosa.
Magnus seguía buscando a Alec, cuándo sintió una mano en su hombro.
-Sabía que te quedaría bien ese traje- dijo una voz.
Magnus se dio vuelta y vio a un hombre con un antifaz, pero no era cualquier hombre. Había reconocido su voz, una voz, que siempre reconocería.
-Alexander- dijo Magnus.
Alec usaba un antifaz y el mismo que Magnus.
Alec sonrió y besó Magnus en los labios.
Ambos se acercaron a la pista, tomados de la mano. Magnus no paraba de mirar los azules ojos de Alec, al igual que Alec no paraba de mirar los ambarinos ojos de gato de Magnus.
Alec acostó su cabeza en el hombro de Magnus.
-Te amo- le dijo Alec.
-Yo también te amo- le respondió Magnus.
Siguieron bailando un rato mas, entonces, Magnus tomó la mano de Alec y lo llevó al jardín.
A
l ver que estaban solos, Magnus le quitó el antifaz a Alec y ambos se miraron a los ojos. Se desnudaron el alma con una sola mirada.
-Eres fantástico, Alexander. Creía que no te gustaban los bailes.
-No me gustan, pero quería venir por ti.
-Que tierno eres, sabes que me gustan mucho las fiestas.
-No siempre se trata de lo que haces, sino con quién lo haces. Haría lo que sea por ti.
Y unieron sus labios en perfecta sincronía. Sus labios bailaban en un vals perfecto. Por que de eso se trata el amor, de encajar con otro. El amor es una danza, un lenguaje que solo pertenece a las almas que se complementan. Alec y Magnus se complementaban y se amaban de una forma singular y especial, se pertenecían el uno al otro.
Ambos sabían, que el universo moriría primero antes que su amor.
***
Cuándo regresaron al baile, Alec estaba hablando con su hermana. Tenía un papel arrugado entre sus dedos. Mientras, Magnus hablaba con Maryse, quién quedó encantada con el. Robert se había alejado en cuanto Magnus se acercó.
Alec se alejó y fue a hablar con los músicos, al pianista le dio la hoja de papel.
-Atención- dijo el rey- Ahora, cerraremos el baile.
El rey y la reina se tomaron de las manos e iniciaron el último baile en cuánto la música empezó a sonar.
Magnus estaba bebiendo y la reconoció. Era la pieza. La canción de Alec.
Todas las parejas se asomaron a la pista.
-Solo por ti, Alec- le dijo Magnus cuándo estuvieron en la pista- Bajaría la luna y las estrellas para regalartelas.
-No sería necesario, solo te quiero a ti- le respondió Alec.
Magnus y Alec bailaban como si solo fueran los únicos en esa habitación, al compás de música de Alec. Una música que solo le pertenecía a ambos. Como si se tratara de una eterna danza y una eterna línea de acontecimientos que los llevaría a estar juntos, pase lo que pase. Afrontándolo todo juntos.
Amor. Unión.
Siempre el amor. Eternamente juntos.
Y esa era su melodía.
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