CAPITULO 21

CAPÍTULO 21

— ¿Qué es lo que estás diciendo, Taemin? — La voz de mi tía retumba en la habitación, cargada de incredulidad. Me siento atrapado en una marea de emociones contradictorias mientras revelo el horror que descubrí. A mi lado, Thiago me observa, sus ojos tan grandes y atónitos como los míos cuando la verdad salió a la luz. 

— Las fotos estaban editadas — repito, mi voz temblando mientras la ira y la desesperación se mezclan en mi pecho.

— ¡Lo sabía! — La furia en la voz de mi tía se hace evidente. — ¡Ese desgraciado!, necesitamos investigar más. No es posible que la señora haya traído sus cosas del pasado a la nueva casa. Si ella tiene algo que ver con la muerte de tu madre, tiene que haber evidencia en su antigua residencia— menciona mi tía 

— ¿Sabes dónde vivía tía? — Pregunto, mi mente acelerada y mi corazón latiendo con fuerza. Ella sacude la cabeza.

— Es demasiado peligroso, Taemin. No sabemos lo que puede hacer esta mujer— dice Thiago

La sensación de impotencia me consume. Cada lágrima que mi madre derramó por culpa de esa mujer es una herida abierta en mi corazón. Debo hacer justicia, por ella, por mí.

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El tiempo pasa y mi agotamiento se convierte en una carga insoportable. Los días se vuelven una lucha constante entre la desesperación y el dolor físico. 

— Su proyecto de investigación debe seguir esta estructura — grita el profesor, su voz cortante como un cuchillo. — Si alguien se atreve a presentar su proyecto sin estas indicaciones, simplemente lo repruebo. Estoy siendo muy claro. 

Mi cabeza estalla con un dolor punzante, la mareante presión me hace sentir como si estuviera a punto de desplomarme. Mi visión se vuelve borrosa, mis piernas temblorosas apenas me sostienen. Lucho contra la oscuridad que amenaza con engullirme, pero es en vano. El mundo se desmorona a mi alrededor y siento el frío abrazo del suelo cuando pierdo el conocimiento.

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— Hijo, sé feliz — La voz de mi madre, cargada de una tristeza palpable, resuena en mi mente mientras me encuentro en una casa antigua, los árboles fuera de la ventana parecen susurrar secretos oscuros, la inquietante sensación de ser observado me hace estremecer.

Subo las escaleras, el crujido de los peldaños resonando en el silencio, entro en una habitación oscura, donde dos adolescentes ríen en la penumbra. Reconozco a mi madre al instante, pero la otra figura me resulta desconocida. La otra chica tiene una presencia inquietante.

— Entonces, ¿te gusta Dereck? — La voz de la otra chica es fría y cortante. 

— Es un chico lindo, amable conmigo — responde mi madre, su voz cargada de una melancolía que me rompe el corazón. 

— Porque él jamás te miraría. Mira esos cachetes, el maquillaje cargado, tu cuerpo... — La chica ríe con crueldad. Cada palabra es un cuchillo afilado que corta mi alma. 

Aprieto los puños, el odio y la impotencia burbujean dentro de mí. Mi madre, con su belleza y su bondad, es objeto de burlas crueles. La otra chica, Fátima, sonríe con desdén, una sombra oscura que amenaza con consumir todo a su paso.

— Deberías dejarlo ser feliz, que se fije en otra chica, una chica como yo.

Mi corazón late con fuerza mientras la verdad se despliega ante mis ojos. Fátima, desde siempre, ha estado escondida en las sombras, esperando su oportunidad para atacar. Me encuentro en un nuevo escenario, donde Fátima, ya adulta, está frente a una computadora.

— Te odio, Kristen. No puedes ser mejor que yo, no puedes ser feliz mientras yo estoy así. ¡No!

Sus palabras son un veneno, susurradas con una maldad que me pone los pelos de punta. Las fotos que vi en la oficina de mi padre están allí, su presencia se convierte en una amenaza palpable. Las voces de Fátima se entremezclan con las mías, la angustia se apodera de mí.

— Hoy a las 7:30 p.m. — dice una voz, clara y fría. — Dereck será mío. Ahora estás muerta, Kristen. ¡Seré millonaria!

El terror me paraliza. Cada palabra es un eco de lo que me espera, y el pánico se apodera de mí mientras intento escapar de la casa. La oscuridad y los aullidos de los perros me persiguen, un escalofrío recorre mi cuerpo mientras lucho por salir de ese lugar maldito.

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Despierto en una camilla, mi cuerpo adolorido y mi mente desorientada. Siento unas manos suaves sobre las mías, el contacto es un ancla en la tormenta de mis pensamientos.

— Despierta, Taemin — la voz de Hannah es un susurro en medio del caos. La veo a mi lado, su presencia es una luz en la oscuridad. Me siento abrumado por una mezcla de alivio y confusión.

— Es un sueño — murmuro, incapaz de creer que ella está aquí.   

Hannah se levanta, sus ojos hinchados y sus lágrimas aún frescas, su rostro refleja una preocupación genuina, una conexión que supera las palabras. Intento tocar su mejilla, pero el miedo a perderla de nuevo me paraliza.

— No te vayas, por favor — suplico, la desesperación en mi voz es palpable.

Ella titubea, pero finalmente susurra. — No sabes el susto que me diste. Creí que... — sus ojos se llenan de lágrimas.

— No lo digas — la interrumpo, poniendo un dedo en sus labios. — No quiero que llores.

Ella sonríe, una sonrisa que ilumina la habitación y calma mi angustia. — ¿Cuánto tiempo estuve aquí? — pregunto con una sonrisa débil.

— Cuatro horas — me dice, su voz es suave pero firme.

— Bueno... — acerco mi mano libre a su mejilla, limpiando las lágrimas que aún quedan. — No quiero verte así, tienes que ser feliz. 

— Si quieres que sea feliz, no te desmayes en medio de la clase. Me preocupaste mucho. 

Sus palabras llenan mi corazón de una alegría inesperada, una chispa de electricidad que recorre mi cuerpo. Su preocupación es un bálsamo para mis heridas emocionales. ¿Qué me has hecho, Hannah?

— ¿Te preocupé? — le pregunto, y ella se ruboriza instantáneamente.

— ¡Taemin!

Una tercera voz interrumpe el momento, y veo a Emma entrando en la habitación. Hannah se levanta rápidamente, y mi corazón se hunde al verla alejarse, solo puedo suspirar mientras la puerta se cierra detrás de ella, dejándome con una mezcla de tristeza y esperanza. 

— ¿Cómo estás? ¿Ya mejor? — Emma se sienta a mi lado, su preocupación es genuina. 

Miro la puerta, recordando el sueño que me llevó a este punto. Mi mente sigue atormentada por la casa y las revelaciones que contenía. Aprovecho la oportunidad para preguntar a Emma sobre su pasado. 

— Emma — la llamo, su atención se enfoca en mí. — Antes, ¿dónde vivías con tu tía?

Ella parece desconcertada, pero responde con una voz vacilante. 

— Vivíamos en una casa de campo. Mi tía me trajo ahí después del accidente de mis padres. 

— ¿Dónde queda más o menos? — pregunto, mi corazón late con fuerza. 

— No muy lejos de la ciudad — responde, sin notar la urgencia en mi voz.

De repente, todo encaja. Esa casa del sueño sí existe. La necesidad de enfrentar a Fátima, de descubrir qué trama contra mí y mi madre, se intensifica. Necesito salir de aquí y enfrentar la verdad. ¿Qué daño está planeando hacerme?

El miedo y la determinación se mezclan en mi pecho, y la promesa de hacer justicia me impulsa hacia adelante. ¿Qué secretos oscuros se esconden en las sombras? Estoy decidido a descubrirlo, no importa lo que cueste.

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