Capítulo 3
—¡Hola!—escuchó decir Alec.
—Umm ho...hola, ¿Quién eres? — Preguntó al extraño—. ¿Dónde estoy?
—Se podría decir que estoy en tus sueños… —respondió—. ¿Me recuerdas?
—Ehh... si no te veo, ¿cómo puedo recordarte? —dijo riéndose Alec.
—Ahhh, ja, ja, ja, verdad, perdón —dijo la voz misteriosa, para luego Alec dejar de escucharse—. Ahora sí, hola—apareciendo frente a Alec.
El ojiazul se quedó mirando al niño, su cabello, sus ojos la sonrisa que mostraba y encontró un parecido físico, algo de ese niño lo hacía sentir cosas que no pudo explicar.
—Cuando alguien te saluda, se debe responder, Alec —el mayor quedó sorprendido al escuchar su nombre venir de ese niño.
—Nunca te dije mi nombre —dijo mirando al niño—. ¿Cómo te llamas?
—Max —dijo con simpleza—. Tú me conoces muy bien.
— ¿Te conozco? ¿De dónde? Perdón, pero no me acuerdo de ti —alegó el ojiazul.
—Trata de recordar Alec, mírame bien, soy yo, Max —dijo el niño, quien miraba a Alec con ternura.
— ¡Hey! Despierta, Alec, despierta —escuchaba que lo llamaban.
—Debes de despertar, Alec —decía Max mirando al joven—. Solo promete que trataras de recordar.
—Sí, Max… prometo recordar —mirando al niño—. ¿Te veré de nuevo? —Preguntó con temor, pensando que no lo volvería a ver, pero sintió alivio al escuchar la respuesta.
—. Sí, hermano.
Alec abrió los ojos, pensando de inmediato en Max, pero al ver varios pares de ojos sobre él se concentró en ellos, ahí podía ver al rubio, una pelirroja, un chico que tenía una camiseta con estampado del hombre araña y la joven pelinegra que se encontraba cerca de él, mirándolo con ternura pensó para sí mismo que era una bella mujer, después dirigió su mirada a la esquina de la habitación, donde los ojos más hermosos que había visto, una combinación de verde con dorado parecido a los de un gato, lo observaban y, mientras no dejaba de mirarlo, esa persona se iba acercando; su corazón saltó de alegría al verle.
—Magnus... —dijo suspirando.
—Pues... sí —respondió Magnus poniendo glamour en sus ojos. Al ver eso Alec frunció sus cejas.
—No… no hagas eso…
— ¿Qué cosa? —inquirió Magnus.
—Eso... tus ojos… —dijo señalando—, como estaban antes era perfectos —le miró avergonzado.
—Claro... bien —Magnus quitó el glamour de sus ojos.
—Perfecto —Alec sonrió.
Unos metros más allá Clary y Jace miraban la escena.
—No sé cómo logran hacer su burbuja entre ellos —decía Clary.
—Sí, es genial eso... pero —respondía Jace mirando al chico en la cama—. No es nuestro Alec.
—He estado pensando en las cosas que han pasado, puede ser una locura, pero viviendo donde vivimos en este mundo de sombras con demonios psicológicos, puede que no sea una locura.
— ¿Qué quieres decir, Clary? Pero en español, para entenderte —la pelirroja le lanzó una mirada asesina—. ¿Por... favor? —le dijo Jace.
—Que si tal vez Alec no murió... ¿Y si ese demonio nos engañó y el joven que está ahí es Alec? Nuestro Alec.
—No puede ser —respondió el rubio—. Quemamos su cuerpo, Clary… —tocó donde se suponía estaba su runa parabatai.
—Y ¿si no era él? Mira, Jace, nosotros no vimos a ese demonio matar a Alec, solo vimos el humo negro, después una luz y al abrir los ojos Alec estaba... tendido en el suelo.
Jace se quedó analizando sus palabras, tomando un poco de valor, tomó la mano de la pelirroja para luego disculparse.
—Perdón, pero Clary y yo saldremos un momento —sin decir más, Jace sacó a Clary de la habitación y se dirigió a la que compartían. La pelirroja lo miraba preocupada, no sabía qué era tan urgente como para salir de ahí, notó que se dirigían a su habitación y entraban en esta.
Jace se paró frente al espejo, pasó la mano por sus cabellos, estaba de más decir que estaba nervioso, a la chica le asustaba, ese comportamiento en su novio no lo había visto en mucho tiempo.
—Jace, me estás asustando…
El cazador suspiró, y observó a su amada a los ojos.
—Amor, ¿recuerdas que desde hace siete años no me saco las camisetas, ni dejo que nadie pueda ver mi escultural cuerpo? —preguntó.
—Sí, incluso cuando dormimos y… —la chica no pudo terminar se puso roja.
—Sí, exacto, ni cuando hacemos el amor —respondió el rubio acariciando las mejillas de su novia, se separó algunos centímetros de ella y se sacó la camiseta, Clary miraba aquel abdomen lleno de músculos, seguía observando hasta que pudo notarlo, se quedó perpleja por completo, se acercó a él y tocó la aquella runa, que no debía estar ahí.
—Esta... es la ru...runa... parabatai, pero ¿cómo es posible? —Decía mirando sorprendida a Jace—. ¿No se supone que cuando un parabatai muere la runa se borra?, ¿por qué la tuya no?
—No lo sé... —dijo el rubio poniéndose de nuevo su camiseta—. Noté que no se había borrado un día después del velorio, pero decidí ocultarlo porque no quería que me vieran mal, en sí ya era raro, te juro que traté de averiguar sobre casos así, pero no hallé nada.
—Y ¿hasta ahora lo dices?, Jace sabes que eso no es normal —le dijo Clary.
—Sabes muy bien que no tenemos una vida normal, Clary —respondió molesto el rubio mientras que la pelirroja daba un paso hacia atrás por aquella expresión—. Perdón, no quería gritarte —dijo acercándose a su novia, ella solo sonrió.
—No hay problema, te entiendo, pero sí que es extraño, lo que dices es que, tal vez, lo que dije antes, eso del demonio puede ser verdad, ¿no? — decía mirando a su novio.
—Puede ser… nada es imposible —sonrió Jace—, pero, amor, no digas de la runa a nadie ¿está bien?
Clary suspiró y sonrió de nuevo.
—Está bien, pero no vuelvas a ocultarme algo así… —dijo riendo.
—Bien —ambos rieron nuevamente—. Ahora creo que es hora de volver.
—Sí —contestó la chica—, pero antes —sujetó a su novio y lo acercó a ella para besarlo—. Ahora sí, vamos
Salieron de la habitación tomados de la mano.
No sabían cuánto tiempo había pasado mientas se miraban, pero querían continuar así, Magnus no quería cortar el momento, pero todo lo bueno tiene que acabar, ¿no? Cuando escuchó al teñido hablar que iba a salir con Clary, no supo dónde, se rompió el bello momento que estaban teniendo, ambos notaron que no eran los únicos en la habitación.
Izzy los miraba con una sonrisa de oreja a oreja, Simón estaba igual, pero esta se borró cuando vio a Izzy al borde de las lágrimas.
— ¿Qué pasa? —preguntó Alec.
—Qu...que tú no eres mi hermano, ¡eso pasa! Magnus no lo mires así, esa mirada solo es para Alec... nuestro Alec —dijo saliendo de la habitación.
—Chicos lo siento —Simón, salió de tras de Izzy.
Hubo un silencio muy incómodo por unos minutos, hasta que Alec rompió el silencio.
— ¿Me odia por parecerme a su hermano? — dijo.
—No es eso, Alec, es que ha sido muy difícil para todos —respondió Magnus.
—Pues no tengo la culpa de parecerme a su hermanito, que seguro era un completo idiota —dijo molesto.
—Para tu información, Alexander no era ningún idiota, así que cuidado, niño, será mejor que midas tus palabras—le encaró.
—Perdón, lo siento, no quise decirlo así… es que... es raro que te traten bien un momento y al otro solo se molestan contigo... quiero volver a mi casa —pidió el ojiazul.
—No tienes la culpa, pero cuida tu lengua si no quieres ir al polo norte a congelarte —Magnus ahora era quien estaba molesto.
Alec lo miró y se río, él también quería conocer a alguien que lo defendiera de esa manera, sentía envidia por ese Alec, se veía que era querido, él también quería a su hermana y ella... pues, ella decía quererlo o eso decía, al menos eso era lo que sentía, a la vez era raro. No quiso pensar mucho porque no quería repetir lo que su mente le decía:
<< Ojalá yo fuera Alec Lightwood.>>
Sacudió su cabeza y recordó a su hermana abrió los ojos como platos, Magnus notó esto.
— ¿Qué pasa? ¿Te duele algo? —se notaba preocupado.
—No, es que acabo de recordar que no llegué a dormir a casa.
—Lo dices como si fuera el fin del mundo —rio el brujo.
—Pues créeme, Magnus Bane, es el fin del mundo, no conoces a mi hermana, ella es una bomba y no lo digo en broma.
—Pues siendo así, llama a esa "bomba" para que no explote —dijo dándole su celular, él lo tomó y marcó.
— ¿Si, aló? —dijo la voz del otro lado.
—Hola —dijo nervioso.
Hubo un silencio.
—¡Alexander O'Conner!, ¡¿de dónde diablos llamas?!—la mujer se escuchaba muy furiosa.
En eso Alec levantó la mirada y vio como Magnus lo miraba asustado.
—Te dije que no exageraba.
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