Capítulo 28: Final y muertes.

Vi como mi hermano se retiraba lentamente, el plan iniciaba en el momento que él cerrara la puerta. Solo deseé que él estuviera diciendo la verdad y que Carmen fuera efectivamente su madre, de no serlo, no sabía de lo que era capaz pero definitivamente sonaba como si fuera una persona capaz de asesinarme lentamente. Suspiré y sonreí, definitivamente no sería la última vez que veía a Castiel. Observé el agua que tenía allí, decidí asearme un poco, me limpié la sangre seca del rostro y miré mi reflejo en el agua. Me encontraba un poco mejor, todo esto, el sándwich, la conversación, la esperanza, encontrar un miembro de mi familia que no estuviera loco, me había dado fuerzas. Me sentía renovada, aun no tenía la fortaleza como para moverme o defenderme, pero definitivamente estaba mucho mejor. Me quedé pensando en Kentin, un hermano, algo que nunca me hubiera imaginado. Me pregunté qué tan distinta hubiera sido mi vida si hubiera tenido una figura para apoyarme tanto como lo podría haber sido un hermano. Le había dicho que lo odiaba, sí, estuvo a poco de romperme las costillas, me había espiado desde el primer día y seguramente se hubiera enterado hasta que tuve sexo con Castiel. De hecho, hace unos minutos me estaba viendo desangrada, con sangre de menstruación y completamente arruinada, no era una buena primera imagen para conocer a un hermano. Suspiré, sin embargo algo en mi me decía que no era un mal tipo, que no quería ganarse mi confianza para posteriormente darme una apuñalada por la espalda. Había desobedecido las órdenes de su jefe, alias nuestro "padre", para darme comida y algo de ropa. Y no solo cualquier ropa, sino la de él. Olí la campera de él que tenía puesta, me recordó por un instante a Castiel. Me quedaba bastante grande y por un segundo pensé en eso: ¿cómo convencería a mis amigos de que él era un buen sujeto? Castiel seguramente querría asesinarlo, y si Lys no se encontraba en sus cables, seguramente también. Mierda. Basta, eso ahora no era prioridad, lo importante era rogar que Carmen fuera la madre y que todo esto no fuera un timo. Por un instante me sentí completamente feliz, no me importaba todo lo que me había sucedido, solo me sentía feliz.

Apenas terminé de limpiarme, me quité la camisa ensangrentada y me puse la nueva, todo mi cuerpo dolía, pero como dije antes: me sentía renovada. Pero no fue hasta que entraron Dakota y Felipe que mi felicidad se derrumbó en un instante. Entraron con una televisión portátil y con una gran sonrisa en sus labios. Dakota trajo una silla y se la puso a Felipe para que se sentara, me observaron extrañados al saber que tenía puesta la camisa de Kentin, pero tras una mirada volvieron a poner sus ojos en los míos. Dakota se quedó parado junto a Felipe, allí él le hizo una seña para que me mostrara algo en su móvil. Él asintió, se puso en cuclillas junto a mí y vi cómo se dirigía al perfil de Lysandro, ¿qué carajo? Reprodujo su historia en la cual se podía ver al peliblanco caminando en la calle junto a Castiel quien se lo veía caminando desanimado, lento y con una carita de preocupación espantosa. De pronto, sentí como todo a mi volvía a flote, Castiel... hacía dos días que no lo veía y sentía que ya no recordaba su rostro, su voz, sus caricias, sus besos... Mierda. Escuché lo que estaban diciendo y de pronto pensé que mi mente me había engañado. ¿Iban a presentarse? ¿Hoy? ¿En serio? No pude evitar sentirme algo enojada, es decir sabía que la reputación de Demons estaba en juego y que cuanto más se presentaran más ganarían tanto fanáticos como dinero, pero ¿en serio una presentación era más importante que buscarme? Observé confundida a Dakota, tenía el ceño fruncido y no entendía a donde querían llegar mostrándome eso.

-¿Listo? ¿Ya terminaron de hacerme sufrir? ¿Qué? ¿Quieres que vea otro tiempo el rostro de mi novio para que te inspire a violarme? Imbécil.-dije. Le intenté dar una patada a Dakota, pero este la esquivó perfectamente. Cruzó una mirada con Felipe, él de pronto estalló. Se incorporó con violencia hacia mí y de pronto volví hacia atrás en el tiempo, mi corazón se aceleró y comencé a chillar del miedo, justo como un perro asustado y acorralado.

-¡No te hagas la viva conmigo! Miralos, mira el video.-dijo él. Me tomó del cabello y al mismo tiempo de mis mejillas, forzándome a ver el video del que hablaba. Comencé a llorar, tenía miedo, me estaba doliendo muchísimo lo que me estaba haciendo, miré a Dakota intentando tener una esperanza de que lo detuviera pero solo pude ver como sonreía satisfecho.

-¡Sueltame! ¡¿Para esto quieres llevarme contigo a tu casa?! ¡¿Por qué no te consigues una muñeca y la maltratas lo que quieras?! ¿Por qué no vas preso y te golpeas con los presos? Hijo de puta, sueltame.-chillé. Él me soltó con fuerza y comenzó a reírse.

-Ya que eres medio retardada y no te das cuenta de las cosas, tendré que decírtelo. ¿Ves la sombra en el video de Lysandro? Es Kentin, en este momento va a intentar secuestrar a Castiel, una vez que lo tenga sedado lo traerá para aquí y lo tendremos como garantía de que te portarás bien conmigo y tu hermano.-dijo Felipe. ¿Qué? ¿Kentin me había traicionado? ¿En serio iba a secuestrar a Castiel? No, Kentin, no con él... Comencé a sentir pánico, no. ¡Todo el plan se había ido por el retrete! No, no, no. No aguanté y comencé a llorar, le clavé la mirada a Felipe y le escupí directo al rostro.

-¡Eres un monstruo! ¡Eres una basura! ¡Dejalo en paz! Tú y tus estúpidos seguidores se pueden ir a la mierda, dejen a mis amigos fuera de esto.-dije. Él se limpió el rostro y me sonrió, no, mierda la había cagado. Él cerró el puño y me golpeó la cara con muchísima fuerza, sentí mi cara ardiendo a la vez que lloraba de dolor, de angustia, de miedo. Lo observé con mis ojos completamente humedecidos, esperando que tal vez generara algo de empatía en su oscuro y muerto corazón. Él se calmó.

-Escucha, Alaska. No estás en posición de decir absolutamente nada. De hecho, deberías estar agradeciéndome. Te dejaremos esta televisión para que veas como ellos transmiten el espectáculo. Está completamente lleno, hay periodistas, están tus amigos, tu cuñada, la familia de tu novio, todos. Obviamente no puedes faltar tú. Llora todo lo que quieras, para que después no digas que soy un mal padre.-dijo Felipe. Él se incorporó, dejó el televisor en el suelo, lo encendió y le subió el volumen para que escuchara todo claramente. Ellos me sonrieron, Felipe se incorporó y se fue; lo siguió Dakota llevando la silla y clavándome la mirada.

-¿Te cuento un secreto? Aun así, toda ensangrentada, yo te daría amor. Y no del bueno. Es una pena que sigas tan enamorada del imbécil de Castiel. Sufre lo que quieras, va a ser la última vez que veas a tu novio.-dijo Dakota. Intenté patearlo o herirlo como me fuera posible, pero él se encontraba lejos. Se retiró riéndose de mí. Sentí ganas de llorar de la impotencia y de la rabia que se cernía sobre mí. Los vi irse y cerrar la puerta, recién allí me quité la camisa de Kentin y la lancé al suelo, me encontraba enojada, ¡¿cómo había podido confiar en él?! ¡¿O en ellos?! Era una imbécil, no podía creer lo idiota que había sido. Me pregunté si sería que descubrió que Carmen no era su madre, tal vez se debía a eso. ¿Pero era motivo para traicionarme? Le había dado una buena pista, argh maldita sea, no podía creerlo.

El televisor encendido me alertó, había una periodista hablando sobre Demons, presté atención a lo que decía.

-Sí, estamos aquí en un evento completamente extracurricular que hizo Demons, la banda oriunda de Florida, a excepción de Alaska que es de Oregon. Tras el primer single que lanzaron esta misma mañana y tras varias declaraciones de ambos gracias a una radio de Texas, pudimos descubrir varios factores de nuestros queridos integrantes. Supimos que Viktor estaba en algo amoroso con una chica, pero que recién comenzaban, al igual que Nathaniel, nuestro querido rubio. Pero no fue el caso del otro guitarrista de la banda, Castiel. Él nos dijo que tenía novia, pero de un instante a otro desató una furia inconcebible y le gritó al locutor que no tenía pareja. De hecho, terminó con ella en radio, algo que seguramente a ninguna de nosotras nos gustaría. En una antítesis a todo esto, también descubrimos que Lysandro tiene pareja estable, al igual que la extrañamente ausente Alaska. El peliblanco nos informó que estaba locamente enamorado de su pequeña novia: Violeta. Concurren al mismo instituto y aparentemente la tímida joven fue la suertuda de haberse ganado el corazón del grandullón. ¿Y Alaska? Ha estado unos días en completo silencio, ¿tal vez mantiene una relación con alguno de los de la banda? En mi opinión sí y el indicado es Viktor, se los vio juntos hace unos días. Se encontraban caminando en una plaza mientras tomaban alcohol. ¿Acaso estarán aquí para anunciarnos algo? ¿Será eso? ¿Será un álbum? Oh, miren, el show va a iniciar. Disfruten el espectáculo.-dijo la periodista. Observé como la cámara dejaba de tomarla en el primer plano y ésta comenzaba a apuntar hacia mis amigos. El primero en salir fue Castiel, seguido de Lys, Vik y Nath. Mientras ellos se acomodaban en sus respectivos puestos me quedé pensando en algo que había dicho la periodista: alguien nos había visto con Viktor, y lo que menos quería en ese momento es que Castiel enfureciera o estropearle la relación a Vik y Laeti. Por un instante me pregunté cómo estarían Rosa y Alexy, ay Rosa... Cuanto la extrañaba. Daría lo que fuera por poder abrazarla, a ella y a Violet. Sentía que hacía mucho que no las veía, al igual que al resto de mis amigos. Suspiré con tristeza, pero rápidamente la voz de Castiel me llamó la atención. Noté que se había parado en el centro, se lo veía muy nervioso. Me pregunté qué demonios haría ahí, normalmente Lys y yo nos encontrábamos en el medio, sin embargo ahora estaban posicionados como si de un rombo se tratara; Castiel al frente, Nathaniel a su derecha, Lys a su izquierda y Vik al fondo.

-Castiel: ¡Demonios! ¿Cómo están? Gracias a todos por estar aquí, pese a lo precipitado que ha sido todo esto. Vamos a tocar solo una canción y espero que presten atención porque va dedicado a mi novia.-dijo.

Mis ojos se humedecieron de inmediato, él me quería y no solo me lo demostraba, sino que lo hacía públicamente. Sentí ganas de besarlo, de atravesar la pantalla y abrazarlo, de decirle que lo amaba, que era la persona de mis sueños, de decirle todas las cosas cursis que se me estaban pasando por la cabeza. Pero los chillidos de la multitud me trajeron a la realidad, se lo veía muy incómodo hablando de estos temas. Quería agradecérselo, sabía que él no era precisamente romántico y que estuviera haciendo esto significaba mucho para mí. Intenté acercarme a la televisión lo más que pude, como si eso me fuera a unir un poco más a mi novio. Lo vi como respondía a los griteríos, muchos se quejaban de que en la radio había terminado conmigo y otros se quejaban de que no le daría una oportunidad a sus fanáticos y fanáticas. Castiel se encontraba tan nervioso que volteó a ver a sus amigos, en búsqueda de apoyo.

-Castiel: ¡Basta! Por favor, solo escuchen la canción y verán como todo se responderá allí. Esto no es lo único que debo contarles, mi novia está muy mal y necesita su ayuda. Solo... Escuchen.-dijo. Owww, Castiel. Detrás de la puerta pude escuchar como alguien discutía, seguramente les estaría molestando mucho a Felipe de que él estuviera anunciando esto enfrente a tantas personas, alguien nos iba a encontrar. Dudaba mucho que estuviéramos en la mitad de la nada, debíamos ser los vecinos de alguien y esa persona nos iba a descubrir, lo sabía.

Las baquetas de Viktor me distrajeron, contó unas 5 veces y de inmediato una voz completamente distinta a la de Lysandro comenzó a cantar. Las cámaras lo enfocaron a él pero no estaba cantando, no, no podía ser. Las cámaras ahora enfocaron a Castiel, tenía un foco completamente blanco apuntándolo, hacía que su cabello fuera mucho más rojizo, estaba tocando la guitarra con muchísimo odio mientras cantaba. Recordé como mientras volvíamos a Florida desde Minnesota todos estábamos cantando, menos Castiel quien me dijo que nunca lo iba a escuchar cantar. Demonios. ¿En serio estaba cantando? Comencé a reír de la pura felicidad que eso me causaba. No cantaba nada mal, por más que podía escuchar como Lysandro ayudaba de fondo y como Nath y Vik intentaban tocar muy fuerte así la voz del pelirrojo fuera casi inaudible. Mierda, no podía creer lo que estaba escuchando. Mi novio estaba cantando enfrente de muchas personas, de su propia familia, de sus amigos, de Alexy... Y todo por mí. Mi sonrisa estaba imborrable, no daba crédito a lo que estaba escuchando. Pero decidí enfocarme en la letra, las canciones que habíamos tocado hasta el momento eran de Lys, del grupo entero o mías, pero esta nunca la había escuchado. Note como me hacía ver como si fuera una especie de droga completamente necesaria, como si su vida dependiera de la mía. Escuché como cantaba sobre cuando hicimos el amor, y pese a que su pelo comenzaba a tapar sus ojos, pude ver algo de brillo en ello. Deseé que la cámara le hiciera algo más de aumento en su rostro, juraría que tras su cabello estaba tan ruborizado como la sangre que brotaba de mi cuerpo. Me concentré en escuchar el estribillo de la canción: amame hasta la muerte. Oh, Cassy, definitivamente te amaré hasta la muerte. No podía creerlo, Castiel se escuchaba como si de verdad me necesitara, como si me anhelara o como si me estuviera rogando que lo amara hasta la muerte. Demonios, estaba demasiado enamorado de mí.

Los gritos de los fanáticos parecieron cesar cuando escucharon como mi novio corrompía su voz, como si de pronto algo malo le hubiera pasado. Hubiera jurado haber visto un rastro de lagrima en sus ojos, pero de inmediato eso se borró de mi vista y me enfoqué en todo el amor que me transmitía verlo así. Pareció que de pronto los fanáticos también se hubieran dado cuenta de ello y de pronto se calmaron, se dieron cuenta que aquí había amor y no una simple relación carnal. Me enfoqué en su voz, la suya era completamente más grave de lo que se escuchaba por el micrófono, sonreí, le sucedía lo mismo que a mí. Cuando cantábamos nuestras voces de pronto parecían agudizarse cuando en verdad eran mucho más graves, pero no me importaba, de hecho le daba hasta un aspecto más dulce. Pero ese aspecto dulce desapareció cuando Castiel intentó forzar su voz en la última nota, y apenas terminó hubo un silencio que duró unos segundos que parecieron eternos. Parecía como si el público se estuviera pensando qué hacer, no éramos una banda que tocara este tipo de cosas, de hecho si no me hubiera encontrado en el estado que estoy, seguramente hubiera dicho que era demasiado cursi. Se escuchó un aplauso, ese aplauso desencadenó que la multitud comenzara a aplaudir con euforia. Los chicos parecían completamente sorprendidos, en especial Castiel que estaba atónito. Ellos se miraron entre sí y pudieron confirmar que el público estaba estallando de alegría, chiflidos, gritos, aplausos, de todo. Una vez que ellos se calmaron, Castiel se aclaró la garganta y comenzó a explicar lo que había sucedido conmigo.

-Castiel: El motivo por el cual los cité a todos es porque, como ya dije, quería anunciar que tengo novia. Y no es cualquier persona, sino que es alguien que conocen y como notarán, hoy se encuentra ausente: Alaska Blue. Sí nuestra querida colaboradora es mi pareja hace un tiempo. Pero debo decirles algo mucho más importante que mi vida amorosa. Ella ha sido secuestrada la noche anterior, la última vez que se supo de ella fue en un baile e iba acompañada de un colega de trabajo llamado Dakota. Es rubio, alto y tiene un tatuaje en la mano. Necesitamos su ayuda desesperadamente, yo necesito su ayuda. Deben ayudarme a encontrarla.-dijo Castiel. Sentí una vez más ganas de abrazarlo y besarlo aunque fuera enfrente de toda esa multitud. Pude escuchar como Dakota gritaba algo, pero no me importó. Me enfoqué en Castiel, se lo veía desesperado, quería decirle que me encontraba bien, aunque implicara mentirle, honestamente creía que hacerle fingir que estaba bien era todo lo que él necesitaba. Pero la multitud comenzaba a enloquecerlo con miles de preguntas, a lo que él no pudo contener un ahogado grito.

-Castiel: ¡Silencio! Necesito que me ayuden a encontrarla porque no saben lo hermoso que es encontrar a la persona con la que quieres compartir tu vida. ¿Alguna vez pensaron la cantidad de personas que hay en el mundo? Encontrar algo similar al amor parece imposible, sin embargo yo tuve esa suerte. Por favor, los necesito. Haré lo que quieran, solo necesito ayuda.-dijo Castiel.

Se lo escuchaba muy mal, tan mal que hizo que mis ojos comenzaran a soltar lágrimas. Sentía que todo esto era mi culpa, Castiel no estaría al borde de la desesperación si yo le hubiera creído, si hubiera desconfiado de Dakota nada de esto hubiera pasado. Mierda, me cago en todo. Suspiré, lo miré y de pronto sentí que no lo merecía, desde que estábamos juntos habíamos tenido buenos momentos, pero sentía que lo lastimaba mucho más de lo que lo curaba. ¿Y si alejarme de él era lo mejor? ¿Recuperaría su vida? ¿Le haría más daño yéndome? Lo vi parado, solo en el escenario y de pronto no vi a un adulto, sino que me encontré con un niño que estaba a punto de llorar por su ser más preciado. Quise acariciar la pantalla, como si eso fuera a en verdad darle una caricia. Pude ver como Viktor le ponía la mano en el hombro, apoyándolo. Él le explicó al público como había influido en su vida y lo que significaba para él, convenció a una entera multitud, la cual comenzó aclamar mi nombre. Solo eso le bastó a Castiel para sonreír como un demente, miró a sus amigos los cuales le sonrieron y la cámara se desvió de él, ahora enfocaba a todas las personas que salían a buscarme. La periodista habló pero nada más me importó, solo estaba absorta. ¡Sí, sí! Estaban buscándome. Un golpe seco de la puerta me distrajo, entraba Felipe con muy mala pinta, seguido de Debrah y Dakota.

-¡Es un hijo de puta! ¡Nos expuso! ¿Sabes cuantas personas había en ese salón? Más de 7 mil, ¿sabes cuantas personas estaban viendo los múltiples directos que transmitieron? ¡Miles! Me cago en el enfermo de tu novio.-dijo Felipe. Me acusaba, como si yo fuera la responsable de algo. Él le dio una patada al televisor rompiendo la pantalla, causando una imagen distorsionada bastante fea.

-¡No es mi culpa! No es mi problema que mis amigos me quieran y se preocupen por mí. ¿Ves a lo que me refiero? Ellos son mi familia, tú no eres nada.-dije. Él iba a golpearme, pero Debrah le llamó la atención.

-¿Señor? Kentin está viendo como Castiel se adormece por la droga. Pregunta si pueden enviarle una foto de Alaska en el estado que se encuentra ahora mismo, quiere extorsionarlo un poco antes de que pierda la conciencia del todo.-dijo Debrah. ¡¿Qué?! Menudo hijo de puta resultó ser Kentin. Felipe me sonrió y asintió, se acercó a mí y me golpeó otra vez en la mejilla.

-La sangre fresca lo avivará. Ahora sí, quedaste preciosa hijita.-dijo Felipe. Vio como mi sangre recorría mi rostro, yo intenté mantenerme seria pero no podía, me dolía cada parte de mi cuerpo. Observé mis muñecas, las tenía marcadas y machucadas de tanto intentar zafarme, lo mismo con mis pies. Estaba en ropa interior, de mi entrepierna aun salía sangre y no era algo que me gustaría que Castiel viera, ni nadie. Mi estómago y brazos aún tenían las marcas de los golpes que me habían causado Dakota y Kentin. Mi rostro no quería ni imaginar como estaba, solo rogué que Castiel no viera eso, que se encontrara inconsciente para ese entonces. Debrah se puso frente a mí, tomó la fotografía y pude escuchar como en su celular se había enviado la imagen. No podía creerlo. Felipe ahora sonreía, al igual que Dakota.

-Genial. Cuando Castiel esté con nosotros te lo traeremos para que veas como se desangra lentamente. Por ahora, te recomiendo que descanses, mañana nos iremos a Oregon.-dijo Felipe.

-¿Jefe? ¿Qué tal si le enseñamos que no debe mirarnos de esa forma? Podríamos encender la cámara frigorífica, tiene poca ropa...-dijo Dakota. Lo observé con completo odio. Felipe le puso una mano en el hombro como señal de afirmación, todos se retiraron de allí y apenas cerraron la puerta pude sentir en mi piel como el crudo frio comenzaba a afectarme. Esto se iba a poner feo. Intenté no quedarme quieta, pero poco a poco podía sentir como el frio se colaba por mi piel, casi que atravesándome los huesos. Suspiré, sentí que sería mi final.

*Kentin*

Alaska... Una hermana. Si eso de por sí ya parecía extraño, me pregunté qué tan raro sería saber que mi madre estaba bien, que estaba viva. ¿Me recordaría? ¿Volveríamos a tener el mismo vínculo? Suspiré algo nervioso, con mi automóvil llegar a la casa de Castiel no fue tan complicado y de hecho en unos pocos minutos me encontré enfrente a su casa. Vi como el atardecer hacía que todo se viera amarillento, suspiré. Alaska había dicho que su novio vivía en el apartamento 10, por ende debía ser el apartamento 09 o el 11. Mi hermana no lo sabía, pero había tomado las llaves que Castiel le había dado hace un tiempo, por lo que entrar al edificio no me presentaba ningún tipo de complicación. Fui subiendo las escaleras mientras escuchaba como alguien tocaba la guitarra, Castiel estaba allí. Si Alaska había mentido me sería muy fácil secuestrarlo. No, debía confiar en ella, dudaba que me hubiera puesto una trampa. Nunca me había puesto a pensar que, el pelirrojo era efectivamente mi cuñado. Algo que nunca creí que me pasaría, de hecho me estaba pasando. Mi vida había dado un vuelco de un segundo para el otro y todo porque en ella apareció la morocha... No lo podía creer. Me detuve en el apartamento que se encontraba justo enfrente al de Castiel, podía escuchar cómo estaba hablando con alguien que supuse que sería Lysandro. No era importante. Toqué timbre en el apartamento 09, hubo un silencio seguido del sonido del timbre. Por un instante, tuve el sentimiento que Castiel saldría de la puerta, se daría cuenta de todo y me molería a golpes. ¿Podría Alaska decirle que yo no era un extraño? Que en verdad era su cuñado... iba a ser difícil. De hecho, seguramente yo tendría que decírselo. Pero ahora no debía pensar en eso, debía concentrarme en que volvería a ver a mi madre. Observé la puerta, no parecía haber ruido. ¿Qué estaba haciendo? Alaska era lo más parecido a una familia real que iba a encontrar, ¿iba a traicionarla si Carmen no era mi madre? Suspiré, no, no iba a traicionar a mi hermana por una simple coincidencia. Me volteé listo para bajar y proseguir con lo que habíamos planeado con mi hermana, pero la puerta se abrió.

-¿Ken? ¿Eres tú?-dijo Carmen. Me volteé y lo que me encontré allí hizo que mi corazón se acelerara: mi madre. Era ella, seguía siendo tan delgada como la última vez que la vi, aún tenía el cabello corto y oscuro, aunque se veía mucho más decaída que de costumbre. Pero por un instante dejé de pensar y corrí hacia ella, ella sonrió y me extendió los brazos para también abrazarme. No medí mi fuerza y la abracé con tanto impulso que comencé a hacerla girar por los aires. Ella estaba riendo, hacía mucho tiempo que no escuchaba su risa, carajo cuanto la había extrañado.

-¡Mamá! No puedo creer que seas tú, no sabes cuánto te necesité, cuanto te extrañé.-dije. La dejé en el suelo, la última vez que la vi fue cuando me arrestaron, tenía 17 años y era de su altura. Ahora le sacaba una cabeza y media de altura y la veía mucho más pequeña. Ella me acarició el rostro con amor y vi como sus lágrimas se le salían de sus ojos.

-Mirate, mi pequeño muchacho. ¡Cuánto has crecido! Pasa, cuentamelo todo. Ay Ken, también te extrañé. Te necesité tanto, pequeñuelo. Lloré tanto pensando que nunca más te volvería a ver, no entiendo. ¿Cómo es que estas...? Vivo. Me dijo Felipe que te habían chocado de camino a la prisión y allí falleciste.-dijo Carmen. Me hizo pasar a su casa, estaba todo decorado al estilo asiático, la observé bastante confundido. Me hizo tomar asiento y me senté junto a ella. Me quedé pensando en sus palabras, ¿por qué papá me dijo que ella falleció y le contó lo mismo a ella pero de mí? ¿Sería acaso para...? Que hijo de puta. Seguramente lo había hecho para conseguir un aliado en la prisión, él sabía que yo no lo quería y que prefería toda mi vida quedarme con mi madre. Sabe que tengo potencial con todo lo militar y por eso me eligió, para hacer el trabajo sucio. Si lo hizo conmigo, ¿qué impedía hacérselo a Alaska? Ella nunca me había mentido, me había dicho la verdad y lo único que hacía era luchar por su vida, una vida que se la había arrebatado. Y yo fui parte de ese retorcido y morboso plan, dejé caer mi cabeza en mis manos, sintiéndome una autentica basura.

-¿Ken? ¿Te encuentras bien, cariño? ¿Quieres algo de comer? Te ves muy flaco. ¿Te has estado alimentando? ¿Con quién has pasado tu vida? ¿Tienes novia?-dijo Carmen. Mi madre comenzó a bombardearme con preguntas mientras me acariciaba la espalda. Apenas me tocó salté, no estaba acostumbrado a que alguien me demostrara cariño. La observé algo preocupado y una vez que me di cuenta que era ella, me relajé. Le extendí una mano, ella la tomó y la abracé.

-Lo siento, mamá. Estoy algo ocupado en este momento, es complicado y se trata de papá. Pero apenas todo esto termine, te prometo que vendré a verte, de hecho, mi cuñado vive aquí enfrente.-dije. Me sentí orgulloso de poder decirlo, mi madre abrió los ojos como platos y posteriormente se enfureció.

-¡¿Papá?! ¿Te atreves a decirle así a ese monstruo? Cariño, ¡nos mintió a ambos! Y no con una tontería, con nuestras propias vidas. ¿Y qué es eso de cuñado? ¿El hermano de tu novia vive aquí? ¿Es Lysandro? ¿Castiel? ¡¿Sales con Iris?!-chilló. Me reí y le acaricié la espalda.

-Es complicado, tengo una hermanastra pero para mí es como una hermana. Tiene heterocroma también... Y no, ella es quien sale con Castiel, pero no puedes decir nada por el momento. Es muy complicado, pero descuida que junto a ella le daremos el golpe final a pap... a Felipe. No creerás las crueldades que me ha hecho.-dije. Ella me observó atónita, iba a hablar pero escuché un portazo y voces familiares.

-¡Vamos Castiel, estamos llegando tarde!-dijo Lysandro.

-Ya voy, ya voy. Demonios, pareces Iris de lo feliz que estás.-dijo Castiel.

Reconocí esas voces de inmediato, eran Lysandro y Castiel. Observé a mi madre y sintiendo que se me partiría el corazón, hablé.

-Mamá, lo siento mucho, pero debo irme. Me he aliado con Felipe y me ha hecho la vida una miseria, pero si no me voy ahora, la vida de mi hermana también lo será. Hoy es el último día de Felipe como dictador, ya no más. Te prometo que volveré, cuidate mucho.-dije. Le di un beso en la frente y ella se quedó observándome con tristeza. Cerré los ojos con mucha fuerza, lamentaba hacer eso, hacía dos años que no la veía y unos minutos no me bastaban, pero si no le hacía creer a mi padre que estaba de su lado, seguramente haría cosas muy malas con Alaska. Y quería que ella estuviera a salvo, tenía razón, ¿por qué lo obedecía? Estaba a poco de cumplir 20 años, ya era más que un adulto. Le lancé una sonrisa a mi madre y de inmediato cerré la puerta de su casa, me dirigí hacia abajo y me mantuve cerca de Castiel y Lysandro, me puse la capucha para quedar medianamente más siniestro y de paso, que no me reconocieran. Escuché como iban hablando de la propuesta y de lo que iban a hacer, vi como Lysandro filmaba un video en el cual yo aparecí, ¡mierda! Me escondí de inmediato como pude entre los árboles, pero ninguno de ellos pareció percibirlo. Noté que Castiel era mucho más grande de lo que parecía, no solo era alto, sino que tenía una espalda enorme. Agradecí haber intensificado mis horas en el gimnasio, pero si él lograba zafarse de mí, seguramente podría matarme. Y ni que hablar de Lysandro, a él lo había podido conocer en uno de sus ataques de locura y definitivamente daba mucho más miedo que el pelirrojo. Suspiré, todo iba a salir bien.
Los seguí hasta que los perdí cuando ingresaron al local, el cual estaba completamente petado de gente. Se podían ver reporteros, periodistas, fanáticos, pude reconocer algunos de los amigos de Alaska y algunas personas que estaba seguro que eran los padres y hermana de Castiel. Intenté pasar lejos de Alexy, el cual observaba todo con algo de recelo, si él me reconocía, todo se iría al caño.

Me quedé esperando unos minutos en silencio mientras le informaba a Dakota lo que estaba sucediendo, el plan falso. No le iba a revelar que estaba del lado de mi hermana. Hasta que de pronto las luces se encendieron, allí Castiel comenzó a explicar todo y pude escuchar como el público enloquecía. Luego de unos cuantos gritos, ellos comenzaron a tocar y nunca en mi vida había visto un público tan absorto en una canción, por lo que era mi mejor oportunidad para intentar esconderme para después atacar a Castiel. Debía ser rápido y discreto. Me metí en el baño del local, allí encontré unas parejas besándose furtivamente, otros tomando cerveza y algunos ya iban a por segunda base. Me metí en un baño y allí cargué la jeringa con la droga necesaria para Castiel, honestamente tenía miedo de pasarme porque la dosis era para alguien de mi tamaño. Tuve que aumentar la cantidad porque de lo contrario, Castiel se despertaría en nada. Miré el contenido y puse la tapa de seguridad. Alguien entró en el baño donde me encontraba y me miró con cara de "¿no te inyectarás eso?" después de ver mi cara de pocos amigos, él se retiró y yo lo seguí. Escuché como la canción ya estaba por terminar, me quedé cerca del escenario mientras esperaba. Apenas la canción finalizó, el público chilló otro poco y finalmente el pelirrojo contó por qué habían hecho esto. Lo noté mucho más nervioso de lo que pude apreciar durante estos meses en lo que lo espié. No importaba, ya pronto podría tener a su novia.

Él les contó la verdad, de inmediato pude ver como la multitud buscaba fotos de Alaska en las redes sociales y salían a buscar personas para notificar. Otros enviaban la imagen a sus amigos, la publicaban en redes sociales, etcétera. Pude ver la sonrisa de Castiel y como cruzaba la mirada con sus amigos y familiares. Todos se unieron por la causa: buscar a Alaska. Después de ver como Castiel y Lysandro hablaban, decidí ocuparme de ello. Él se había quedado solo y se había concentrado en su celular, era mi momento. Corrí por detrás de él y le clavé con profundidad la jeringa directo en el cuello, eso debería hacerle efecto rápidamente. Su celular se cayó al suelo y de inmediato se horrorizó, pude escuchar como la voz de mi hermana sonaba. Decidí detener el celular, no quería escuchar su voz ahora, estaba en modo asesino y no quería que mi familia se interpusiera. Él intentó resistirse, pero hablé demasiado pronto.

-Shhh, debes dormir. Luces ojeroso.-dije. Pude ver como él perdía la fuerza y las esperanzas hasta que finalmente cayó al suelo rendido. Tomé su celular y busqué entre sus conversaciones la de Lysandro, allí le envié un mensaje al peliblanco.

Castiel (Kentin): Hey, Lys. Escucha, voy a buscar a Alask por mi cuenta. No me encuentro nada bien emocionalmente y ya sabes cómo me comporto cuando estoy así. Nos veremos en casa.

Le di enviar y desactivé los datos móviles de su celular. Intenté levantarlo y noté que pesaba horrores. Mierda, ¿cómo haría para llevarlo hasta mi auto? Tenía que moverme y rápido, donde apareciera alguno de los amigos de Castiel, estaría jodido. Tomé a Castiel desde los pies y comencé a arrastrarlo por las escaleras, seguramente le dolería un poco el cuerpo después de ello pero vamos, no era nada en comparación a lo que estaba pasando su propia novia. Lo llevé hasta la puerta trasera teniendo cuidado que nadie me viera y una vez que me encontré allí, lo escondí como pude, salí corriendo hasta mi auto, lo traje hasta un callejón donde dejé la puerta trasera abierta. Allí arrastré a Castiel hasta el asiento de atrás, donde lo até de manos y piernas. Lo cubrí con una manta por si algún fanático veía que lo llevaba allí. Me encontraba nervioso, había hecho miles de veces este tipo de cosas y nunca me habían descubierto, pero ahora se sentía distinto. Encendí el auto perturbado y comencé a manejar por calles desoladas, afortunadamente no me encontré con nadie. Había un tumulto de personas buscando a Alaska, incluso pude escuchar como algunas personas se habían puesto a gritar en la calle su nombre. Suspiré, observé por el retrovisor a Castiel, por hacer esa estupidez pasé por un pozo, haciendo que el auto se sacudiera a más no poder. Retomé el curso de inmediato y sentí como me tocaban bocina de atrás, un murmullo me asustó.

-A...l...a...s...k...-dijo Castiel. Comenzaba a murmurar, y no fue cualquier cosa, estaba diciendo el nombre de mi hermana. Mierda, sí que estaba enamorado de ella. Debía parar y pronto, antes de que se despertara por completo. Observé la playa, estaba desolada. Sí, podía ser un buen lugar. Me detuve y encontré un poste perfecto para atarlo sin que me hiciera daño. Estacioné el auto, cargué un poco más de sedante por las dudas y me remangué la camisa. Esto iba a estar complicado. Saqué las cuerdas y las até al poste en la playa, la oscuridad de la noche me ayudaba a que esto prácticamente no se viera. Dejé todo pronto para atarlo de manos y piernas y apenas estuvo todo listo, me metí en el auto. Lo volví a tomar de los pies y lo arrastré, comenzaba a escuchar como murmuraba.

-¿N-Ni...ña?-dijo Castiel. Él cada vez estaba más y más despierto. Debía apurarme. Lo arrastré hasta la playa y allí lo até con mucha fuerza. Tuve la jeringa en mi mano y fui a buscar algo de agua del mar y se la tiré directamente en el rostro. Él tosió algo confundido y de inmediato comenzó a mirar todo, en búsqueda de algún tipo de respuesta. Hasta que me vio, sus ojos grises se enterraron en los míos y de inmediato pareció confundido, hasta que reconoció mi ropa militar.

-¡Tu! ¡Hijo de puta! ¡¿Qué mierda le hiciste a Alaska?! ¡¿Qué le hiciste?! Sueltame, te voy a matar. A ti y a quien sea que te haya ayudado.-dijo Castiel. En su voz se podía escuchar un odio que asombraba que proviniera de una persona. Comenzó a sacudirse frenéticamente en un intento de liberarse, por un momento pensé que arrancaría el poste y me lo estamparía directamente en la cabeza.

-¡Calmate! No le he hecho nada, estoy de su lad...-dije.

-¡Y una mierda! Tú la heriste, ¡¿Qué le hiciste?! Sueltame, quien quiera que seas. ¡Sueltame! Voy a encontrarla y cuando lo haga voy a ver cómo te pudres en prisión, voy a hacerte todo el mal que pued...-dijo Castiel. No me contuve y le di un puñetazo.

-¡Callate! Dejame hablar. Soy Kentin Blue, sí, ese particular apellido se debe a que soy hermano de Alaska. Sí, la secuestré y la drogué, también le pateé las costillas hasta casi quebrárselas pero eso fue porque no sabía quién era. Sí, soy una basura y un hijo de puta, todo lo que quieras. Pero solo ¡escuchame!-dije. Él movió su rostro, intentando aliviar el dolor que le había causado. Se quedó en silencio por unos instantes, como si quisiera procesar la información.-No te estoy mintiendo. Escucha, Alaska está muy mal, le han hecho cosas espantosas, pero nada como lo que tiene pensado su propio padre: mañana por la mañana piensa llevársela a Oregon y fingir que son familia. Pero sé que le va a hacer mucho mal. Debes ayudarme.

Castiel comenzó a reírse como un enfermo mental, intentaba sacudirse lo más fuerte que podía en un vano intento de escaparse, tenía miedo de que se soltara, por lo que le mostré la jeringa y lo amenacé.

-¡¿Qué le hiciste?! ¡Deja de mentir! Alaska no tiene hermano o hermana. Es hija única. ¡Di la verdad!-chilló Castiel. Suspiré, tomé mi celular mientras escuchaba los horribles insultos que el pelirrojo me decía. De pronto parecía sacado de una película de horror. Busqué las conversaciones que tenía y le envié un mensaje a Debrah.

Yo: Hey Deb, ¿podrías preguntarle al jefe si me envía una foto de Alaska? Quiero extorsionar un poco a Castiel.

Debrah: Seguro bonito. Un segundo que te la envío.

En segundos me llegó una foto de mi hermana, se la veía muy mal, tenía el labio hinchado y un ojo comenzaba a ponerse algo oscuro. La sangre que tenía en su rostro impactaba, junto a la que aun salía de su entrepierna. Se la veía completamente rendida, tenía marcas por todo el cuerpo y era visible que no se encontraba bien. Odié saber que yo le había causado esto, ella debería estar en su casa, con sus amigos disfrutando del éxito que había tendió su banda, no secuestrada. Observé a Castiel, seguía diciéndome cosas horribles, como que me iba a matar, iba a bailar en mi tumba, entre otras cosas. Definitivamente se lo veía muy mal y muy sacado. Le puse la jeringa a centímetros del cuello.

-Me estás forzando a hacer algo que no quiero, si te inyecto una dosis mayor a la que tu cuerpo te permite, seguramente morirás. Así que calmate. Mira, esta es Alaska actualmente. ¿Ves lo que está sufriendo? Ella aun en toda la mierda que está pasando me convenció para que te proteja y no te mate, se supone que yo hoy debería asesinarte o al menos secuestrarte para extorsionarla a ella, para hacerla sufrir más de lo que ya hizo. Y soy tan porquería que no me importaría, pero es mi hermana y no quiero verla así. Mirala, ¡mirala maldita sea!-chillé. Tomé a Castiel de las mejillas y prácticamente que lo forcé a ver a su novia en el estado que se encontraba. Él se quedó atónito, petrificado, pude sentir como su respiración de pronto se cortó y pareció que su corazón se hubiera parado. Mierda, lo único que me faltaba es que a él le diera un paro cardíaco y que falleciera. ¿Cómo se lo explicaría a Alaska? Pero mi miedo se disipó en un instante, Castiel había vuelto a respirar. Se lo veía muerto de miedo, como si hubiera dado en su auténtico punto débil. Me miró horrorizado y pude ver como se contenía las lágrimas, estaba que no daba más.

-N...No. ¿Po-or qué tiene tanta sangre? ¿L-La mat...aron? Por favor, te ruego. No le hagas nada, ¿qué quieres? ¿Dinero? Mi billetera está en mi bolsillo del pantalón, tomala. ¿Quieres ser reconocido? Podemos integrarte a la banda. Haré lo que sea, pero no la toques. Tomame a mí, ponme en su lugar. ¿Por qué le haces esto? ella es un ser precioso, no le hace mal a nadie, desde que llegó a mi vida y a la de mis amigos, solo nos ha traído felicidad. Por favor, no me la arrebates.-dijo Castiel. En su voz se podía ver que estaba a nada de largarse a llorar. Suspiré con dolor, las palabras que él decía tenían toda la razón del mundo.

-No quiero nada de ti, sin embargo el padre de Alaska sí quiere verla sufrir y tú eres el único que puede hacerla sentir como la mierda. Pasó por horrores, la lastimaron mucho y sin embargo se mantiene firme, pero es decirle tu nombre y se rompe. Lo que quiero, es que te hagas el dormido para que yo le evidencie a Felipe que te tengo...-dije. Él me interrumpió.

-¿Felipe? ¡Felipe! Todo tiene sentido, tú eres "él", la ouija me lo advirtió. Pese a eso, no te creo una sola palabra. El padre de Alaska estaba preso, ella no tiene hermanos y tú no vas a ayudarme ni a ella.-dijo Castiel. Suspiré exhausto, era inclusive más terco que su novia. Me quité el lente de contacto y revelé mi heterocromacia. Él se sorprendió bastante, pero volvió a su estado de desconfianza en un segundo.

-No creo una mierda que seas tú. Si fueras el hermano de Alaska, ¿por qué me estarías apuntando con una jeringa o me tendrías atado? ¿Por qué no la estás ayudando? ¡Mirala! Parece... Muerta.-dijo Castiel. Se lo veía completamente dolido, debía decirle la verdad si quería que él confiara en mí. Me senté en la arena y lo observé.

-Escucha, no te puedo soltar, no soy tan imbécil. Pero cada segundo que perdamos aquí, va a ser peor para Alaska. Yo soy el único que puede hacer que su dolor disminuya y si bien mi padre es el que está al mando, hay cosas que solo yo puedo evitar. Por ejemplo, cuando hoy llegué y la vi por primera vez atada, descubrí que Dakota estaba a punto de violarla, ¿Quién crees que lo detuvo?-dije. Castiel de inmediato comenzó a sacudirse del enojo, estaba insultando y diciendo cosas completamente horribles. Hasta que de pronto se calmó, bajó la cabeza y vi como parecía estar conteniendo las lágrimas.-Sí, sé que es horrible. Y me preocupa no estar allí con ella cuidándola, le di algo de comida y mi ropa para que se cubriera, pero no puedo asegurar que no le estén haciendo cosas horribles en este momento.

-¿Cómo puedes permitirlo? ¡No puedes dejar que le pase nada! ¡No a ella! Llevame a mí, por favor. Hagan lo que quieran conmigo.-dijo Castiel. Pude escuchar como su voz lo estaba delatando, estaba por llorar, ya casi no se aguantaba.

-Dejame hablar, es como te digo, cuanto más demoremos peor va a ser para Alaska. Escucha, mañana la vamos a llevar en un camión para Oregon, si quieres verla debes interceder. Tenemos pensado hacer una pausa en la ruta 4, allí intentaré liberarla y que corra lo más lejos que pueda mientras tú debes ayudarme a contener a Felipe.-dije. Castiel me interrumpió.

-Espera, espera un segundo. ¿Quieres dejarla ahí hasta mañana? ¿Qué te impide liberarla hoy? ¿Qué me haría confiar en ti?-dijo Castiel.

-Calmate, no vas a lograr nada haciéndote el rudo conmigo. Debemos hacerlo mañana porque en donde estamos ahora, está plagado de armas y fácilmente podría más de uno terminar muerto. Yo paso, si quieres dar tu vida, allá tú, yo no. Escuchame, él es Felipe. Yo intentaré hacerle una llave para dejarlo fuera de juego, si no lo logro tendrás tu que encargarte de él, eres más grande. Debrah no debería ser problema, se supone que es mi novia y me quiere, el jodido es Dakota, él no va a dejar que Alaska se escape, por lo que si pudieras traer a Lysandro y Viktor, sería genial. Eso sí, adviértales que pueden no salir de esta.-dije. Volví a ponerme el lente de contacto y Castiel suspiró. Le mostré una foto de mi padre y él me observó, había un parecido, poco visible, pero lo había.

-Mierda, es igual a Alaska y desgraciadamente tú también lo eres. Ayuda a ver el parecido tus ojos. Escucha, sé que no estoy en posición de pedir nada, pero no me voy a separar de ti hasta saber que ella está viva. Quiero ir a verla.-dijo Castiel. Sonreí mientras me reía como un demente. ¡Estaba loco! Pero al ver que hablaba completamente en serio, me puse serio.

-No puedes hacer eso, no puedes ni siquiera pensar eso. ¡¿Te vas a meter en la boca del lobo?! Ni hablar, no te voy a llevar allí. Dame unos minutos y te mostraré que ella está viva.-dije. Él comenzaba a mirarme con ojos de asesino, tragué saliva y tomé la jeringa.

-No me importa quien seas, yo soy el novio de Alaska y voy a verificar en persona que ella esté viva. No voy a confiar en ti hasta saber que está bien, no creo una mierda de lo que me estás contando y odio tener que acceder únicamente por ella. Así que llevame hasta ahí o lo diré a la autoridades.-dijo Castiel. Me reí.

-¿Con qué pruebas?-dije. Lo miré desafiante, él parecía estar buscando en su cabeza algo que pudiera hacerle valer de prueba, pero no parecía encontrar nada. Me miró desesperanzado.-Mira, yo quiero ayudarla, en verdad. Si quisiera matarte, ya lo habría hecho. Pero te necesito para darle el golpe final a Felipe. Lo encarcelaron una vez y volvió a por ella, si ella escapa, ¿qué te hace pensar que no volverá por Alaska? Él tiene control de toda la ciudad, puede hacer desaparecer gente y que nadie lo note, solo debe hablar con la policía y listo. Además, suele quemar a sus hijos. Dudo que quieras que Alaska termine así.-dije. Le mostré mi espalda quemada, exactamente igual que como hice con Alaska. Él no emitió sonido, de pronto todo el amor que tenía a mi hermana pareció haber desaparecido porque me miraba con cara de "te lo mereces." Que hijo de puta. Él resopló.

-Por favor, no me importa qué es lo que hagas con la mierda de tu novia, pero ponte en mi lugar. Te prometo por Alaska que no haré nada, solo miraré que esté viva y si Felipe nos descubre tu huye y yo me quedaré a que me queme lo que quiera. Por favor. Puedes sedarme, puedes encadenarme, puedes atarme de los huevos, haz lo que quieras. Solo llevame con mi novia.-dijo Castiel. Su voz de pronto sonó siniestra. Me tomé de la cabeza analizando los pros y contras. Si Felipe nos descubría estábamos los tres muertos, Castiel, Alaska y yo. Pero, si conseguía que Castiel se hiciera de conejillo de indias, tal vez pudiera hacerle perder el conocimiento a mi padre y la misión sería un éxito. Pateé la arena con enojo y observé el pelirrojo, parecía estar intentando hacer cara de cachorrito. Oh demonios, eso es demasiado asqueroso. ¿Cómo mi hermana podía besarlo? Puaj.

-¡Bien! Ya quita esa cara, pero te tomaré la palabra. Te voy a sedar lo suficiente como para que no puedas moverte, recuerda, si Felipe nos descubre tú serás quien se quedará a pagar todo esto. Pero primero necesito que te hagas el sedado, es para decirle a Felipe que te tengo y seguramente eso le baste para que se quede calmado. Seguramente duerma a esta hora, mañana debe manejar.-dije. Castiel puso sus ojos en blanco y asintió. Se hizo el dormido, le tomé una fotografía y se la envié a mi padre.

Yo: Castiel está sedado, todo listo para mañana. Descansa, mañana tenemos un largo trayecto. ¡No puedo creer que empezaremos de cero como una familia normal!

Felipe: Está bien. Nos vemos.

Oh, papá, no te hubieras molestado en responderme algo mejor... Suspiré. Observé a Castiel y le enterré la aguja, me quedé unos segundos esperando a que ésta le hiciera efecto en el cuerpo. Cuando vi que comenzaba a aflojarse cada parte de su cuerpo, decidí ir a buscar a mi auto una picana y se la mostré a Castiel.

-Intenta escapar y esto terminará en tu entrepierna.-dije. Él me miró con odio, le desaté los pies y noté que estaban bastante flojos. Posteriormente le desaté las manos del poste e inmediatamente se las volví a atar la una con las otras. Pude ver como ponía cara de dolor al sujetarle las manos con fuerza, seguramente le quedaría una marca al otro día, pero como dije: nada que Alaska no haya sufrido antes.-Vamos, camina al auto.

Él intentó caminar por su propia cuenta pero no pudo, estaba demasiado drogado. Lo ayudé a caminar y cruzamos una mirada, no supe si se trataba de agradecimiento o qué, pero de pronto pareció que en verdad era mi cuñado. Lo dejé en el asiento del acompañante, le puse el cinturón y me senté junto a él. Le até las manos al apoya brazos del auto. Me puse el cinturón y lo observé.

-No intentes nada, hablo en serio.-dije.

-Descuida, si Alaska resulta herida, creeme que ahí sí te haré daño.-dijo Castiel. Suspiré. Encendí la radio porque comenzaba a haber un silencio bastante incomodo, hasta que sucedió algo que nunca me esperaría: Castiel estaba iniciando una conversación.

-¿Por qué ocultas tu mirada?-preguntó Castiel. Lo observé confundido, supe que se trataba de mis ojos.

-Oh, porque... Trabajo con gente peligrosa y es algo que me ayuda a ser identificado con mayor facilidad. ¿Sabes? Ya me disculpé con tu novia, pero lamento haberte estado siguiendo todo este tiempo.-dije. Él suspiró.

-No hables de eso, solo... No lo hagas. Llevame hasta allí de una buena vez. Y... Deberías dejarte la mirada bicolor, luces similar a tu herm... A Alask.-dijo Castiel. Se podía ver que se encontraba visiblemente enamorado de ella. Observé las luces de los coches que iban y venían, me encontraba repentinamente cansado. ¿Y si habían matado a Alaska en mi ausencia? Miré a Castiel, tenía la cabeza apoyada en el vidrio y parecía estar sufriendo. Suspiré, así que eso era amor... Me sentí alegre al saber que al menos conocería algo similar. Sabía que Debrah no me quería, ¿por qué estaba con ella? ¿Por qué era tan iluso? Algunas veces sentía que podía ser un auténtico idiota.

-Escucha, estamos cerca. No puedo permitirte saber dónde nos ocultamos, te pondré esta bolsa en la cabeza. Además, ayudará a que si nos ven, pueda decir que eres otra persona.-dije. Estacioné el auto fuera de la ruta y le puse la bolsa en la cabeza. Castiel se veía rendido, no tenía energías para nada. No debía descuidarme, podía tratarse todo de una trampa. Conduje rápidamente hasta donde nos encontrábamos. Observé todo, estaba todo completamente oscuro, rogué que estuvieran durmiendo. Desaté a Castiel y lo sostuve fuertemente, le até los pies lo suficientemente corto para que no pudiera correr pero sí para que pudiera dar pequeños pasos. Por un segundo me recordó a cuando me tuvieron preso.

-No hagas ruido, sigueme.-dije. Lo estaba guiando por todo el lugar, le indiqué cuando venía una escalera y cuando debía detenerse. Nos encontrábamos ya casi enfrente de la sala de Alaska, cuando de pronto escuché pasos corriendo hacia mí a toda velocidad.

-¡Ken!-chilló Debrah. Me volteé y vi a Debrah corriendo directamente hacia mí, con una enorme sonrisa. ¿Desde cuándo estaba tan feliz? ¿Qué había pasado? Me estaba comenzando a asustar.

-Hola, Deb. ¿Te encuentras bien?-dije. Se podía escuchar en mi voz que los nervios comenzaban a traicionarme. Ella me dio un beso en los labios y yo la tomé de la cintura, algo que no hacía desde... no recordaba cuando.

-Sí, ¡no sabes lo contenta que estoy! El jefe se ha estado portando sumamente bien con nosotros. Nos dijo que nos iba a dar un aumento si lo de Alaska salía bien. El aumento implica que podremos alquilar una casa juntos, dijo que quería extorsionarla un poco y acostumbrarla a su manera a lo que era vivir con él. Pero no me importa, ¡estaremos juntos! Ven, quiero darte una pequeña sorpresa en la cama.-dijo Debrah. Vi como Castiel hacia esfuerzos por contenerse, le di un codazo para que se calmara. Lo tomé de la nuca y le sonreí a mi novia, si es que así podía llamarla.

-¡Oh, excelentes noticias, preciosa! Me alegro mucho que podamos irnos vivir finalmente juntos. En unos minutos iré, te lo prometo. Estoy algo ocupado... ya ves, matones.-dije. Sacudí un poco a Castiel, haciéndole creer a Debrah que lo estaba lastimando. Ella me sonrió y me dio un beso en la mejilla. Apenas pude ver que se había ido a su habitación, continué caminando con Castiel.

-"Te tengo una sorpresa en la cama." Sigue siendo igual de zorra que desde que la conocí. ¿Sabes que te está utilizando?-dijo Castiel.

-¿Y qué te dice que yo no a ella?-dije. Por más que no podía verle el rostro a Castiel, pude casi sentir que sonrió.-Escucha, mostrártela por la ventanilla es muy arriesgado, te dejaré entrar pero ante el más mínimo movimiento, deberás hacer exactamente lo que te ordene. ¿Entendido?-dije. Él asintió. Me acerqué a la habitación donde se encontraba mi hermana y observé hacia dentro, por las dudas de que Dakota se encontrara allí. Una vez que confirmé que no había nadie, ingresé. Apenas abrí la puerta, sentí como el frio me invadió, ¿frío? ¿Qué? Noté que la cámara frigorífica estaba encendida, ¡que hijos de puta! La apagué de inmediato e ingresé en la habitación, tomando a Castiel de la cuerda e indicándole que caminara. Apenas cerré la puerta me volteé a verla y no pude evitar soltar un alarido completamente petrificado. Castiel de inmediato se puso nervioso.

-¿Qué está pasando?-dijo Castiel. Miré a mi hermana, tenía los labios completamente azulados, la nariz y orejas también, su respiración era muy lenta y no se movía. Corrí hacia ella y la toqué, estaba completamente helada. ¡Mierda! Me quité la campera y la camisa y la tapé con ello. Tomé la de Castiel como pude y la volví a tapar con ello.

-¡¿Qué está pasando?!-dijo Castiel.

-Cierra la boca. Voy a buscar algo caliente para ella.-dije. Le quité la bolsa y él pareció desorientado, me miró y me vio sin camisa, completamente confundido. Pero mi situación pasó a un segundo plano apenas notó el estado en que se encontraba su novia. Me pechó y salió corriendo como pudo hacia ella.

-¡Niña! Alaska... Alaska, vamos, mirame. Debes estar bien, mira pequeña, estoy aquí. Soy yo, soy Castiel.-dijo. Se lo veía horrorizado. Se lanzó al suelo junto a ella y le acarició el rostro, se lo veía muy mal. Nunca lo vi sufrir tanto, vi como una lágrima le recorrió el rostro. La miraba con insistencia, pero comenzó a notar que estaba atada, tenía un ojo hinchado, el labio igual, tenía moretones y debajo de ella el suelo se tenía de sangre. Me miró preocupado.

-¡¿Qué le hicieron?!-Chilló Castiel. Me acerqué a él.

-No lo sé, pero cierra la puta boca porque nos vas a matar a los tres. Voy a buscarle un café caliente, eso deberá ayudarla a recuperar el calor.-dije.

-No, no le gusta el café. ¿Chocolate?-dijo Castiel. Lo observé, ¿en serio? Suspiré y asentí.

-Chocolate será. No hagas nada que puedas lamentar.-dije. El asintió, me retiré de la habitación mientras veía como él intentaba despertarla. Corrí hacia algo similar a una cocina que teníamos y puse inmediatamente a calentar chocolate, demonios. Debía ser una puta broma. Me tomé de la cabeza mientras escuchaba el microondas calentar al chocolate. Caminé nervioso mientras pensaba, Alaska no podía estar muerta, la vi respirar... ¿o sería mi imaginación? Demonios. Escuché como el aparato terminó de hacer su proceso y de inmediato salí con el chocolate caliente hacia la sala donde estaba Alaska. La abrí y se la di a Castiel, el cual intentaba darle calor, estaba al borde del llanto, de hecho su voz ya no sonaba tan grave como de costumbre.

-Niña, por favor... No me abandones, me prometiste que estarías conmigo. Vamos, Alaska...-dijo Castiel. Observé el agua que tenía para tomar, hice un cuenco con mis manos y se lo arrojé directamente a la cara de ella. De inmediato se sobresaltó y comenzó a toser. Castiel suspiró aliviado y Alaska se veía muy desorientada, sus ojitos apenas se abrían y se veía muy mal. Pero todo eso pareció desaparecer en el instante que vio a Castiel. Una sonrisa que no había visto en su rostro apareció de la nada, como si todo el horror que ella había vivido se hubiera disipado en un segundo. Ella comenzó a reír, al igual que Castiel, era una risa que pocas veces había escuchado antes: era risa de felicidad.

*Alaska*

El frío me estaba carcomiendo los huesos, ya no tenía energía ni siquiera para temblar, sentía que mis extremidades ya no las controlaba. Mierda, ¿en verdad este sería mi final? Nunca creí terminar así, tampoco me había planteado como moriría, pero definitivamente no así. Cerré los ojos, me sentía cansada, me había rendido con la vida. No supe cuánto tiempo pasó, hasta que comencé a sentir ruidos, pero estos parecían lejanos, como si no estuvieran sucediendo en la misma habitación en la que yo me encontraba. No tenía energía para abrir los ojos, sentí como alguien me estaba acariciando la mejilla. Sentir ese calor me trajo a la vida, no podía despertar, pero no era mi culpa, mi cuerpo ya no me obedecía. Esa mano, algo en ella tenía un calor especial y adictivo.

-Niña, por favor...-Aquellas palabras sonaban lejanas pero a la vez muy cercanas. De pronto alguien me lanzó agua, del susto y de la desorientación me desperté. Intenté tomar una enormidad bocanada de aire pero solo logré toser, me encontraba muy desorientada. Veía todo borroso, pude ver como alguien estaba parado sin camisa ¿qué? ¿Qué mierda era esto? Pero mis ojos se enfocaron en una mirada preocupada gris, intenté enfocar mi mirada y reconocí esos húmedos ojos de inmediato.

-¡Castiel!-chillé. Comencé a reír y a llorar de felicidad, mi corazón dio un vuelco y lo único que pude hacer fue acercarme a él mientras veía como las lágrimas se les escapaban de su mirada, intentamos abrazarnos pero él estaba atado de manos y yo encadenada. De todas formas nos acercamos como pudimos, todo esto parecía tan irreal. En mi cerebro no había tiempo para procesar toda la información, solo quería acercarme a él, tocarlo, quería saber que no me había muerto y que esto era una creación de mi cerebro. Pero no, él estaba ahí. Me acurruqué en su pecho y él apoyó su cabeza en la mía, comenzó a darme besos en mi cabello mientras yo lloraba como una demente en su pecho.-No sabes cuánto te extrañé, Castiel. Pensé que nunca más volvería a verte, pensé que nunca más podría decirte que te amo, ¡porque si te amo! Como a nadie en el mundo, como...-quería decir tantas cosas que comencé a toser, me había enfermado. Pero eso era el menor de mis problemas, él se separó de mí y me acarició con su nariz la mía. Se lo veía tan feliz que no parecía él.

-No sabes lo preocupado que me tenías, a todos nos tienes preocupados. Y también creí que nunca más te vería, niña. No sabes las estupideces que he hecho para intentar encontrarte, pero aquí estoy, quedate tranquila, estoy bien y tu pronto lo estarás.-dijo Castiel. Comenzó a darme besos en la frente, en las mejillas, quiso besarme los labios pero me alejé de él.

-Te vi en la televisión, te escuché... Lo vi todo. No quiero contagiarte nada, me han pinchado mucho y tengo mied...-dije. Él me besó como si nada le importara, sus labios causaron algo nuevo en mí, algo que sentí que había perdido. Amor, era eso. Intenté acercarme más a él, como si estar besándonos no fuera suficientemente bueno. Sentirlo, lo tenía aquí, conmigo. No podía parar de llorar de felicidad, tampoco podía parar de sonreír.

-¿Recuerdas cuando recién despertaste después de que te drogaran? La noche anterior a eso decidimos ser lo que somos ahora, novios. Y apenas despertaste te quise besar, me dijiste exactamente lo mismo que ahora: que no querías contagiarme nada. Niña, ¿te parece que me importa? Solo quiero verte sana y feliz.-dijo Castiel. Le sonreí y le volví a dar otro beso, esta vez más corto.

-Te amo, grandullón. Escucha, no es que no esté feliz de verte, pero ¿qué haces aquí? ¿También te secuestraron?-pregunté. Él sonrió y volteó su rostro, se sentó junto a mí y me señaló con la mirada a Kentin.

-Digamos que me topé en el camino con tu hermano. Parece ser un buen tipo.-dijo Castiel. Vi como Castiel le sonreía a Kentin, apenas lo vi comencé a chillar como una demente.

-¡Tu! ¡Me dijiste que no le harías nada! ¿Por qué está mi novio en este agujero del infierno? ¡¿Por qué?! ¡Eres igual a todos estos hijos de put...!-Chillé. Castiel y Kentin comenzaron a hacerme gestos para que me callara, obedecí únicamente porque mi novio me lo dijo, de otra forma hubiera chillado mucho más fuerte. Me calmé y observé como Kentin se agachaba junto a nosotros. Me extendió una taza de chocolate caliente, me sucedió exactamente lo mismo que la vez anterior, tenía tanta hambre que penas podía contenerme. Tomé la bebida de un trago y sentí como esta me quemaba la garganta de lo caliente que estaba, casi que me reconfortó. Castiel me observó algo atónito y Kentin prefirió mirar en otra dirección.

-Lo siento, estaba muerta de hambre. ¿Pueden explicarme qué hacen aquí? Castiel, no quiero que estés aquí. Me da miedo que te descubran y te hagan maldades.-dije. Él me sonrió, me dio un beso en la frente y miró a Kentin, buscando una afirmación. Noté que mi hermano nos observaba con muchísimo cariño, como si estuviera orgulloso de nosotros.

-Oh, sí, sí. Escucha, traje a Castiel hasta aquí porque me insistió en que quería saber si estabas viva o no. Lo tengo así de atado porque no confío en él, ya sabes, puede terminar todo muy mal para mí. Mañana él y tus amigos van a intersectar la ruta para que tú puedas escapar, por lo que debes descansar y reponer fuerzas.-dijo Kentin. Crucé una mirada con Castiel, le sonreí, era un cielo. Podía arriesgar su vida por simplemente saber si me encontraba bien, le di un suave beso en sus labios. Él me besó con algo de intensidad y chillé de dolor, rápidamente se alejó de mí y me miró con tristeza.

-Ay niña, lo siento. ¿Qué te han hecho...? Me contaron algunas delos horrores que viviste aquí, lamento no haber estado, lamento la discusión sobre Alexy, lament...-dijo Castiel. Lo interrumpí.

-Descuida, de hecho lamento yo no haberte escuchado. Nada de esto hubiera pasado si no fuera porque no te escuché... Soy una imbécil, lo siento.-dije. Él me dio otro beso en la frente y se acurrucó como pudo conmigo. Todo esto parecía un mal chiste, comencé a calmarme cuando de pronto recordé un detalle muy importante.

-¿Kentin, dijiste que iban a intersectar la ruta? No, no pueden hacer eso. ¡Pueden resultar heridos! O peor, ¡muertos! No, Castiel, no. No quiero que nadie haga eso. Quiero que vivas una vida normal y yo en algún momento me escaparé de Oregon y podré volver. Mierda, accedí pero no pensé que te lo fueras a tomar tan literal, Kentin.-dije. Pasé de mirar a mi novio a mi hermano, él se alzó de hombros como queriendo excusarse. Castiel iba a hablar pero no lo dejé.-No, no lo hagas. No voy a permitir que nadie se lastime por mí.

-¿Y qué quieres que haga? ¿Dejar que te lleve? ¿Tienes una idea de lo que Felipe te hará? No, ya escuché suficiente de lo que te hicieron, de hecho apenas te reconozco entre tantas camisas, machucones, moretones y de todo. Quiero volver a ver a mi novia sonriendo, feliz por su casa, jugando con mi perro, vamos, niña.-dijo Castiel.

-¿Y si mueres? ¿Y si Lys o Vik mueren? ¿Qué hago? No me importa que sea por su voluntad, no quiero que hagan esto. No quiero perderte, Castiel. Me alejé de ti dos días y fueron horribles, no quiero imaginar una vida sin ti.-dije. Él me sonrió con dulzura.

-Chicos... Debo llevarme a Castiel, ya hace mucho tiempo que Debrah sabe que estoy aquí, como venga y descubra esto estaremos jodidos. Mañana se verán, lo prometo.-dijo Kentin. Crucé una mirada con Castiel. Él suspiró.

-Lo voy a hacer, niña. Valdrá la pena, tú debes descansar. ¿Cuánto puedo quedarme con ella?-dijo Castiel. Kentin observo su reloj, envió unos mensajes y nuevamente nos miró. Nos indicó que teníamos 10 minutos como máximo, Castiel asintió varias veces, estaba pensando en algo. Se incorporó y le susurró algo a Kentin, ambos me miraron algo apenados hasta que finalmente mi hermano asintió. El pelirrojo se sentó junto a mí y el castaño se puso de cuclillas junto a mí.

-Escucha, Alaska. Te voy a sedar para que duermas muy bien, mañana tienes que estar lo suficientemente bien como para correr muy, muy rápido. Esta droga es muy potente y es probable que en menos de un minuto te quedes dormida, Castiel se va a quedar contigo mientras te duermes. Si cierras los ojos tal vez puedas imaginar que estás en su casa, luego de una noche de películas, cómodos y con Demonio en el suelo durmiendo.-dijo Kentin. Me inyectó la droga directamente en el brazo. Comencé a resistirme pero Castiel comenzó a hablarme suavemente, intentó que me acurrucara en su pecho.

-Calma, todo va a estar bien. Mañana vamos a estar en tu casa, juntos. Tu padre, Debrah, Dakota y todos los que te hicieron mal van a estar en prisión, tú te vas a encontrar con todos tus amigos, sana y salva. Nunca nada te va a volver a pasar, porque estaré ahí, siempre. Sé que odias ser como la damisela en peligro, pero tú harías lo mismo por mí. Duerme, pequeña, duerme. Mañana volveremos a vernos.-dijo Castiel. Mi cuerpo comenzaba a pesarme, mis parpados se cerraban en contra de mi voluntad y solo podía escuchar su voz.

-Castiel...-murmuré. Todo se desvaneció y caí en un profundo sueño.

-¡Buenos días, princesa!-dijo Felipe. Me desperté, me dolía la cabeza muchísimo. Noté que tenía a Felipe prácticamente delante de mí, detrás de él estaba Dakota observándome con su cara de violador de costumbre, y detrás de él se encontraban Kentin y Debrah, tomados de la mano. Me enfoqué en mi hermano, estaba lastimado, tenía un ojo morado y se lo veía bastante mal. Me pregunté si Castiel le había hecho eso o si fue algo de Felipe. Busqué con la mirada a Castiel, pero obviamente no lo encontré cerca, me pregunté por un instante si todo eso había sido un sueño. Por un instante deseé que sí, porque no me gustaría nada que él me viera en esa situación ni que hoy arriesgara su vida por intentar salvarme. Pero también quería que él hubiera venido por el simple hecho de que lo hubiera podido tocar, acariciar, besar... algo que nunca creí que haría. Suspiré, miré a las personas que tenía delante de mí. Me sentí cansada, solo quería estar en mi casa.

-Te dije buenos días, respondeme buenos días.-dijo Felipe.

-¿Qué tienen de buenos?-dije. Me salió del alma esa contestación, no era una persona de levantarse con buen humor, de hecho, me molestaba mucho las personas como Rosa o Alex por la mañana, eran demasiado alegres. Pero un golpe me trajo a la realidad. Me habían golpeado en el rostro con una vara. ¿Qué? Solté un alarido y vi como tenía sangre en la camisa. Felipe tenía en su mano un collar de perro, el cual estaba atado a una vara. Él me la pasó por el cuello, ya no me importaba, estaba completamente rendida. Observé a Kentin, apartó la mirada y se lo podía ver visiblemente mal.

-Kentin, ponle las cadenas en su lugar.-dijo Felipe. Él asintió, me desató de la pared y me ató las manos hacia delante, lo mismo con los pies, exactamente igual a Castiel ayer. Felipe casi me ahorca intentando hacer que me pare.

-¡Despacio, hijo de puta! ¡Sé escuchar! Puedes decirme que me levante y lo haré, si es que tengo las energías, tu equipo no ha parado de tratarme como la mierda.-dije. Él sonrió.

-Pues te tratan como lo que eres. Escucha, viendo que eres un asco y que no paras de sangrar, creo que es hora de que te des un baño. No voy a dejar que me manches el auto. Debrah, llevala a bañarse y vigilala.-dijo Felipe.

-Jefe, teniendo en cuenta que Debrah es mi novia y conociendo sus gustos, sé que preferiría que yo lo hiciera.-dijo Kentin. Felipe puso los ojos en blanco.

-Quien sea menos Dakota, solo háganlo.-dijo Felipe. Le entregó la vara a Kentin y él me indicó que lo siguiera. Me costaba caminar, sentía que no tenía la energía para mantenerme de pie, mucho menos para correr. ¿Cómo haría? ¿Y si hacía que alguno de mis amigos terminara herido por mi culpa y ni siquiera conseguía escapar? ¿Qué tan egoísta podía ser para hacerle eso a mis amigos? Me sentí una basura. Pero me despisté cuando comencé a caminar por los pasillos de ese lugar de mierda. Se veían puertas exactamente iguales a la mía, enormes y parecían blindadas. Observé hacia dentro, había mucha sangre en cada lugar y pude ver como dos personas estaban juntos en una de las salas. Observé a Kentin algo preocupada pero él ni se inmutó. Me llevó hasta una puerta, allí la abrió y me hizo pasar, apenas ingresé noté que había una enorme ducha. En las paredes había sitios como donde estaba en mi habitación para poner las esposas. Suspiré.

-Lo siento, te tengo que atar. No puedo hacerles creer que estoy de tu lado, no ahora que estamos tan cerca del final. Yo te ataré y me quedaré observando el rincón, no pienso mirarte, te lo prometo. Te contaré todo rápido y después te esperaré afuera. Debrah te traerá algo ropa, no sé de quién, probablemente mía. Espero que no te quede muy grande.-dijo Kentin. Suspiré, asentí y le mostré mis manos esperando que me atara. Él lo hizo y se quedó en un rincón de espaldas a mi tapadose las manos. Me sentía muy mal, demasiado mal pero ya no me importaba nada. Si desnudarme enfrente de mi hermano valía para irme de aquí, lo haría. Abrí el agua y la puse bastante tibia, estaba comenzando a enfermarme y se notaba. Me desvestí como pude ya que las cadenas no me ayudaban en nada, pero en minutos conseguí estar completamente desnuda. Me metí debajo del agua y dejé que esta me empapara, borrando por un instante todo lo que había vivido. Cerré los ojos y me imaginé que estaba en mi nueva casa, con Castiel viendo una película en el sofá, con Demonio junto a él, era eso lo que quería, una familia. ¿Era mucho pedir? ¿Había sido tan basura en mi vida como para merecer esto? ¿Todo esto me pasaba por lo que le había hecho a Alex? ¿O por lo de Nebraska...? Mierda, no debía pensar en ella, no ahora.

-Escucha, nosotros te vamos a llevar en el automóvil hasta Oregon, Castiel dijo que iba a bloquear la ruta para que nosotros no pudiéramos pasar. En el momento que nos bajemos yo te voy a soltar y tú vas a correr unos 100 metros hacia el norte, allí te encontrarás con una cabaña completamente abandonada, entra. Allí deberás esconderte hasta que yo te diga que somos nosotros. El código que va a verificar que seamos Castiel, yo o quien fuere, es "Demonio." Sí, el perro de tu novio. No es tan difícil de recordar. Pero deberás ser rápida, porque Felipe tiene muchas armas y cualquier movimiento en falso puede terminar en una tragedia.-dijo Kentin.

-Entiendo. ¿Y si no lo logro? Supongamos que Felipe me hiere de muerte...-suspiré. Parecía extraño decirlo como un hecho.- ¿Me prometes que huirás? Tú y mis amigos deben huir, no pueden arriesgar su vida por la mía. Yo no valgo nada...-dije.

-Cierra la boca, todo va a ir bien. No pienses en eso. Cuando corras hazlo en zigzag, manten la cabeza baja y con algo de suerte te irá bien. ¿Sí? Yo ahora me iré para afuera, cuando necesite entrar para darte la ropa golpearé dos veces y luego una tercera seguida de una pausa. Cuando te encuentres lista haz lo mismo e ingresaré. Pronto vas a encontrarte libre nuevamente, lo prometo, hermana.-dijo Kentin. Esa última palabra pareció completamente auténtica, escuché como él cerró la puerta. Observé que se encontraba en la puerta de espaldas. Podría intentar escapar, pero honestamente él era mi mejor opción, además parecía tener un auténtico efecto en mí como si realmente hubiera tomado el papel de hermano mayor. Suspiré, debía calmarme, debía dejar que el agua me calmara. Mierda, no podía creer cuanto extrañaba darme una simple ducha, sentir agua limpia sanando mis heridas, limpiando la sangre, oh demonios. Necesitaba huir de aquí y pronto.

No sé cuánto tiempo estuve en la ducha, pero escuché como alguien me tocaba la puerta como Kentin me indicó, me encontraba completamente desnuda y no tenía absolutamente nada con qué cubrirme, por lo que decidí darme la vuelta.

-Sí que eres más desagradable sin ropa. Aun no entiendo como Castiel pudo tener relaciones contigo, mirate, se te ven hasta los huesos. Qué asco. Escucha pecosa, te traje algo de ropa, para que veas que si somos buenos. –dijo Debrah. Escuché como dejaba la ropa en el suelo y posteriormente cerraba la puerta. Sentía ganas de llorar de lo cansada que estaba, pero Kentin tenía razón, ya estaría libre. Cerré el pase del agua y me puse la ropa que ella me ofrecía. Era algo de un hombre seguramente porque me quedaba enorme, tan grande que de hecho se me veía algo de mi ropa interior. Le golpeé la puerta a Kentin como él me indicó y él se volteó, me abrió la misma y me desencadenó para volver a encadenarme. Me tenía como si yo fuera un perro. Me hizo un gesto para que caminara y volvió a su papel de malo, me miraba con asco y con odio. Pude ver como Dakota y Felipe transportaban pesadas cajas hacia una minivan. Miré a Kentin y me hizo un gesto para que observara a su cadera, allí tenía una pistola. Asumí que quería decirme que esas cajas transportaban armas. Mierda. Comencé a sentir pánico, sería una masacre si todas esas pistolas eran disparadas.

-Mirate, hijita. Ahora sí pareces una persona normal, sin sangre ni nada. Ahora sí puedes subir al auto. Kentin, ve con ella. Haz el papel de hermano por una vez.-dijo Felipe. Kentin suspiró y me abrió la puerta trasera del auto, allí ató las cadenas al suelo. Estaba todo completamente previsto para que fuera un claro vehículo donde transportaban rehenes. Tragué salvia con algo de miedo. Él me puso el cinturón de seguridad y se sentó junto a mí. Tras unos segundos en silencio, Dakota se subió en el asiento del acompañante y posteriormente Felipe en el asiento del conductor. Le gritó a Debrah que se apresurara, la cual se subió junto a Kentin y lo tomó de la mano. Si no supiera que se trataba de una puta, hubiera dicho que de hecho se la veía bastante enamorada de mi hermano. Felipe arrancó el auto y encendió la radio, allí pude escuchar como la locutora hablaba mientras él comenzaba a manejar.

Locutora: ¡Definitivamente Demons comienza a sorprendernos cada día! Hace menos de cuatro meses eran una banda que apenas era conocida, ahora gracias a la llegada de dos miembros, en especial el de Alaska Blue, hizo que la banda tomara fama. Ayer, tras las fuertes declaraciones de Castiel sobre su nueva y desaparecida novia, hizo que...

-Mierda, debo reconocer que pese a que tu novio es un hijo de puta, sí que te quiere.-dijo Felipe. Felipe cambió de estación, pude ver que Dakota se encontraba visiblemente molesto y no paraba de observarme de pie a cabeza con la misma cara de depredador que siempre. Suspiré, desvié mi mirada hacia la ventanilla. Nos encontrábamos en la mitad del campo, lo que hizo preguntarme qué demonios estaba sucediendo. Florida no era un Estado en el cual hubiera demasiado campo, estaba rodeada de ciudades hermosas como Miami u Orlando. ¿Dónde demonios estaba? Vi como Felipe me observaba por el retrovisor, pero no le di importancia.

-Por fin comenzaremos como una familia normal. ¿Están felices?-preguntó Felipe. Hubo un microsegundo de silencio completamente incomodo, hasta que los tres dijeron que sí. Se podía ver que Kentin fingía muy bien, por lo que comencé a preguntarme si estaría jugando a dos bandos. ¿Sería capaz de engañarme para irme con Felipe sin resistirme? Lo observé, estaba abrazando a Debrah y ella descansaba su cabeza en su pecho. Él había estado siéndole fiel a Felipe durante muchos años, ¿por qué de pronto cambiar de opinión? Dudaba mucho que alguien que asesinaba personas a diestra y siniestra pudiera importarle algo como la familia. Tragué saliva algo preocupada. Observé la ventana y las cadenas que tenía, si no estuviera encadenada era capaz de tirarme por la ventana, aunque implicara mi muerte, me negaba a estar con un hijo de puta como Felipe. Comencé a hiperventilar, todo era una trampa. Kentin había estado desde el principio del lado de Felipe. Pero eso no fue lo que me preocupó, Castiel había estado ayer conmigo... ¿Qué le habría hecho? No, no, no... Castiel no.

Pero de pronto, un fuerte golpe hizo que si no tuviera puesto el cinturón de seguridad me hubiera estampado la cara contra el asiento delantero. Escuché como Dakota se había golpeado contra la guantera y Debrah lo mismo, Kentin, Felipe y yo estuvimos a salvo porque teníamos puesto los cinturones de seguridad. De inmediato observamos hacia atrás, un enorme camión nos había chocado desde atrás y se mantenía cerca de nosotros, dispuesto a dar un segundo golpe. Pude ver como Debrah comenzó a preocuparse, Dakota sacó la cabeza para afuera y los insultó. Un segundo golpe hizo que todos se golpearan, nuevamente.

-Jefe, tenemos problemas. Son ellos. Es Lysandro.-dijo Debrah. De inmediato Felipe puso ojos como platos, sacó la cabeza para afuera y confirmó que Lys venía manejando un inmenso camión que no se sabía exactamente de dónde había salido. Le sonreí y pude ver como él me observaba con una inmensa sonrisa. No podía creer lo que estaba viendo, Kentin no me había traicionado y siempre había tenido razón. Pero un grito proveniente de él me alertó.

-¡Cuidado! ¡Frena!-chilló Kentin. Felipe, el cual tenía la cabeza enfocada hacia atrás, nunca notó lo que había delante. A unos cuantos metros habían varios autos puestos para que nadie pudiera atravesar la desierta ruta. Pude reconocer con claridad el auto de Viktor. Y no solo pude reconocer al vehículo de mi amigo, sino que vi ciertos tonos de cabellos que me llamaron la atención y ya con ver eso no pude evita reprimir una sonrisa. ¡Sí! Estaban todos mis amigos. Pero no tuve tiempo a más nada, ya que Felipe frenó el auto con violencia. Escuché como las ruedas chillaban contra el asfalto y detrás escuché exactamente lo mismo: Lys frenaba como podía. Todos nos sujetamos de lo que pudimos y pude ver como por un instante todos tuvimos miedo de chocar. Una vez que el auto se quedó quieto, pude ver como a apenas unos metros estaban Alexy, el padre de Castiel, Kim, Rosa, Viktor y por supuesto, Castiel. Lo miré, sus ojos grises parecían negros del odio que emanaba de ellos. Pese a todo, sonreí, lo tenía a unos metros y todo esto parecía completamente irreal.

-Quédense en el auto. Yo iré a hablar, si no me ceden el paso, abran fuego a ellos.-dijo Felipe. Él se bajó del automóvil e inmediatamente observó hacia atrás, el camión había quedado estacionado cortando toda la ruta, estábamos acorralados. De allí se bajó Lys de un salto.

-¿No deberíamos dispararles?-dijo Dakota.

-No, no hasta que el jefe dé la orden.-dijo Kentin. Él se acercó cuidadosamente a mí, aprovechando que toda la atención la tenía Felipe. Sacó una llave de su bolsillo y con sumo cuidado me sacó las esposas, en el momento que me liberó hizo que estornudaba para tapar el sonido que éstas hacían al liberarse. Me dio la llave y yo me saqué las esposas de los pies.

-¡Vaya, vaya! Miren a los mocosos que tenemos aquí... Escuchen, si me dejan el paso, prometo no matarlos a cada uno de ustedes.-dijo Felipe. Le hizo un gesto a Dakota para que saliera del auto, él desenfundó un arma que tenía al igual que todos en su cintura y apuntó directamente a Castiel. En ese instante se me detuvo el corazón, tomé fuertemente de la mano a Kentin para que hiciera algo.

-No vamos a movernos, y puedes decirle a tu marioneta que baje el arma, no nos vamos sin Alaska.-dijo Castiel. Sentí ganas de salir corriendo detrás de él, de abrazarlo, de besarlo, de todo. De amarlo. Pero la sonrisa de Felipe me asustó, tenía la mano levantada, como si estuviera a poco de darle una orden a Dakota, quien mantenía su arma fija en Castiel, no temblaba ni titubeaba, parecía que necesitaba hacerlo. Fui a mirar a Kentin para que hiciera algo, pero lo que me encontré fue un lugar vacío, Debrah observaba todo y pude ver como Kentin iba agachado tras de Dakota. De un segundo al otro, lo tomó del cuello con violencia, le quitó el arma y le apuntó con la suya directamente en la sien.

-¡Suelta el arma o Dakota muere!-dijo Kentin. Felipe por un segundo lo observó completamente enojado, hasta que de pronto sonrió.

-No lo harás. ¿Por qué traicionarme? Puedo hacer que la policía te envíe a la silla eléctrica en segundos. ¿En serio vas a dar tu vida por la de Alaska?-dijo Felipe. Observé que Debrah tenía un arma y se veía completamente indecisa, pero de pronto un cabello blanco apareció de la nada, la tomó con fuerza del cuello y tras unos segundos de lucha, ella quedó inconsciente. Observé a Lysandro completamente asustada.

-Descuida, está bien. Kim nos enseñó a como neutralizar gente, algunas veces Kim da mucho más miedo que yo. Vamos, los chicos no van a estar tan entretenidos por tanto tiempo, el tiempo es oro.-dijo Lys. Me extendió una mano y la tomé, sonriéndole. De inmediato caminamos con la cabeza agachada como Kentin nos dijo, fuimos caminando en zigzag hasta el bosque, me volteé a ver a todos mis amigos y pude confirmar como todos se iban yendo una vez que vieron que me encontraba bien. Kentin me observó con una sonrisa, orgulloso del sigilo que habíamos tenido. Pero cometió un grave error: mirarme. Dakota se volteó con rapidez y pude ver cómo le disparó directamente en el abdomen. No... Kentin... su rostro de dolor me partió el alma, me detuve en seco y lo observé. Sentí como mis piernas temblaban, y no sabía si era por la falta de energía, por lo mal que me encontraba o porque comenzaba a ver como la sangre teñía el cuerpo de mi hermano. Él se tomó el abdomen completamente dolorido y posteriormente cayó al suelo. Mi corazón se detuvo, ¿por qué me ponía tan mal por ello? ¡Era Kentin! Lo había conocido hace nada, me había hecho mal y a mis amigos también... Pero aun así me sentí horrible al ver como mataban a alguien ante mis propios ojos.

-¡Kentin!-chillé. ¿Por qué lo había hecho? ¿Por qué era tan estúpida? Había revelado donde nos encontrábamos. De pronto, Dakota y Felipe nos observaron.

-Alaska, corre. ¡Corre!-chilló Lys. Me tomó de la mano y comenzamos a correr como si no hubiera un mañana. No tenía energía, pero escuchar como comenzaron a disparar hizo que me paralizara. Las zancadas de Lys hacían que mis cortos pasos fueran aún más pequeños. Escuchaba como constantemente me decía que me apresurara, se lo veía muy nervioso, entre los disparos, el ruido de las hojas muertas en nuestros pies, todo hacía que esto pareciera salido de una película de terror. Escuché un grito de ¡policía! Pero no quise voltearme a ver. Entre el bosque pude escuchar como alguien se acercaba peligrosamente, me volteé y chillé. Lysandro se detuvo a defenderme, pero nos encontramos con el padre de Castiel. Solté un suspiro.

-Vamos, debemos correr hacia esa cabaña. No te preocupes, Castiel está bien, los está distrayendo para que no vengan hacia ustedes. Vamos.-dijo el padre de Castiel. Le sonreí y proseguimos corriendo. Entre el follaje de árboles comenzaba a verse la casa y por un instante, eso fue sinónimo de esperanza.

Cada paso que dábamos era uno más cerca que nos encontrábamos de un refugio. Hasta que nos topamos con la cabaña, estaba en un estado deplorable, pero no teníamos tiempo de nada. Lysandro comenzó a golpear fuertemente la puerta, hasta que la abrió. Nos indicó que pasáramos. Ingresamos rápidamente y comenzamos a tapiar la puerta, arrastramos muebles y sillas a ventanas y puertas.

-¡Rápido! Suban y escóndanse, yo puedo con ellos.-dijo Lysandro.

-Lys, tienen armas. Ven con nosotros.-dije. Él pareció dudarlo, pero luego de unos suspiros, accedió. Subimos por una escalera completamente rota, crujían por cada paso que dábamos. En ese momento me alegré de pesar tan poco. Pero apenas nos encontramos en un pasillo, el padre de Castiel se separó hacia una habitación y Lys vino conmigo. Él se escondió dentro de un armario y yo detrás de un mueble. Allí permanecimos en silencio, sentía mi corazón latiendo con una fuerza que no era ni normal. Mi respiración estaba completamente acelerada y sentía ganas de llorar, fuera de la cabaña aun sentía disparos y comenzaba a tener miedo de que alguien hubiera resultado herido. Comencé a llorar en completo silencio, necesitaba calmarme pero no podía, la situación era horrible. No podría soportar perder a alguien y mucho menos saber que se trataría únicamente de mi culpa., si no hubiera gritado por mi hermano... Kentin... No podía creer que él ya no estuviera. Era increíble como cada vez que algo bueno aparecía en mi vida, algo sucedía y esa persona se iba. Alex, Castiel, mi hermano... Maldita sea.

-Alask, calmate. Va a estar todo bien.-dijo Lysandro. Lo escuché susurrar, sabía que estaba mintiendo, pero ahora era mejor creer una mentira que la brutal realidad.

-¡Alto! Dejalos en paz. Esto no se va a resolver con violencia. Piensa en todos los traumas que le estás dejando a tu propia hija, acabas de asesinar a tu hijo... Deten esto ya, o...-dijo el padre de Castiel. La voz de mi suegro me distrajo, estaba enfrente de la puerta, podía ver como había luz y se veía su sombra, también noté la sombra de alguien más. Observé con cuidado de no revelar mi posición, crucé una mirada con Lysandro que también asomaba su rostro por la curiosidad. Tragué saliva y nuestras miradas de pronto se dirigieron hacia la puerta, escuchamos un alarido proveniente de un hombre y posteriormente un golpe seco. La sombra de los pies de Louis desapareció y todo se volvió negro: alguien había caído contra la puerta. Comencé a asustarme, estaba empezando a temblar de los nervios, pero todo fue demasiado cuando comencé a ver demasiada sangre. El rojo tinte se introdujo en la habitación, pasando por debajo de la puerta. No, no, por favor no. Que se tratara de Felipe, solo rogaba que se tratara de Felipe. Lys me observó intentando calmarme, pero no podía hacerlo.

-Demonios...-dijo un hombre. Esa voz... Ese código, ¡era el código! ¡Sí! Quien fuera que se encontraba ahí sabia nuestro código y por ende era de los nuestros. Con miedo me incorporé y me dirigí a la puerta. Me acerqué al armario en que Lys se encontraba, negándome constantemente. Iba a abrir la puerta, pero de pronto ésta se abrió. Alguien me tomó de la mano y me arrastró consigo, era Lysandro metiéndome dentro del armario. El mueble se encontraba justo detrás de la puerta, por lo que no podíamos ver con demasiada claridad, él me abrazó y me puso la mano en la boca, intentando evitar que hiciera algún tipo de ruido. Sentí como me apretaba, intentando hacer que mis nervios se calmaran, ahora estaba temblando con mucho más fuerza. Lo miré, dirigió una mano temblorosa a sus labios y me hizo un gesto para que me callara, nunca lo había visto con tanto miedo, normalmente él reaccionaba con violencia ante estas situaciones. Pero un ruido nos alertó, Felipe estaba ingresando a la habitación. Tenía un cuchillo y una pierna completamente ensangrentado. Sentí que iba a llorar, pero Lys me sostenía con tanta fuerza que era casi reconfortante. Mierda, asomamos la vista con cuidado y lo que vimos allí nos petrificó... El padre de Castiel yacía sin vida en un charco de sangre. Tenía un agujero de bala directamente en la frente. Sentí como una fría lagrima recorría mi mejilla, Lysandro estaba completamente asustado y no sabíamos cuál de los dos estaba peor. ¿Cómo le diría esto a Castiel? ¿Y a Iris? ¿Y Valerie? Mierda, un hombre acababa de perder la vida por mi culpa. ¡Si tan solo no hubiera gritado el nombre de...! Mierda. Escuchamos como Felipe se retiraba tras inspeccionar la habitación, nos quedamos unos minutos esperando algún tipo de movimiento pero no parecía haber nadie. Miré a Lysandro, él también estaba llorando en completo silencio, hizo un gesto como para querer salir pero lo detuve.

-No, yo saldé. Yo los metí en esto y yo los sacaré de esto. Quedate aquí hasta escuchar cómo te toco la puerta una vez. Siento lo de Louis...-dije. Él estaba pálido, parecía querer vomitar, pero no dijo nada. Intentó llevarme la contra pero cerré el armario y observé el cuerpo. Mierda, Alaska no hagas ruido, por lo que más quieras no hagas ruido. Sentía las lágrimas recorriendo mis mejillas y con todo el coraje y respeto que pude, moví el cuerpo para afuera, cerré la puerta con cuidado, puse la tranca y una silla haciendo tope. Le indiqué a Lys que podía salir y apenas lo hizo, vio mis manos ensangrentadas. No aguanto más y desbordó en llanto, yo no pude hacer nada más que abrazarlo. Él me abrazó con una fuerza que claramente no medía.

-Lo siento...-dije. Él se limpió una lágrima y habló, se lo veía roto.

-No... Nosotros quisimos meternos en esto. Debemos calmarn...-dijo Lys. Un sonido contra la ventana nos llamó la atención. Fue una piedra estampándose en esta, fuimos a observar con recelo. Allí encontramos a Castiel, Rosa y Alexy. Nos estaban haciendo señas para que bajáramos. Observé la distancia que nos separaba y me alejé de inmediato de la ventana, el vértigo, una y otra vez mi fobia al vértigo me espantaba.

-Debemos bajar, es nuestra mejor oportunidad. Si ellos están ahí es porque está medianamente despejado.-dijo Lys. Lo observé, miré nuevamente la distancia y la mirada preocupada de Castiel. Me encontraba dubitativa, aun lloraba y tenía demasiados nervios como para hacer algo. Vamos, maldita sea, me caí de un segundo piso y me encontraba bien, ¿qué tan mal me podría ir al caerme de también un segundo piso?

-Alaska, no hay tiempo. Yo te ayudaré a bajar, pero debemos actuar rápido porque apenas rompa el vidrio no tendremos tiempo. Apenas yo te baje, te seguiré y huiremos. ¿Bien? Volverás a estar con Castiel y todo será como antes. Vamos.-dijo Lysandro. Al comienzo habló como si intentara convencerme, después lo afirmó y sin darme tiempo a nada, rompió el vidrio con una silla. Rompió los bordes para que ninguno se lastimara y me extendió la mano.

-T-Tengo miedo, sufro de vértigo.-dije. Él me sonrió, observé sus húmedos y llorosos ojos.

-Yo también, pero vamos, no va a pasar nada. Castiel está ahí, esperándote. Él te atrapará, confía en él. Confía en mí.-dijo Lys. Suspiré. Le tomé la mano y de inmediato comencé a escuchar como alguien arremetía contra la puerta con suma violencia. Pude ver a Kim y a Viktor corriendo hacia la casa, ambos traían bates de béisbol, solo que Kim traía uno con pinchos.

-¡Alaska, concentrate!-dijo Lys. Le apreté la mano con fuerza y salí por la ventana, un vidrio me cortó el brazo y chillé, pero aun así sostuve la mano del peliblanco. Observé un muro pequeño que había, tal vez con algo de suerte podría caer ahí.

-Sueltate, niña. Estamos aquí, Kim, Vik y una amiga de Kim van a reventar a esos hijos de puta. Vamos, niña. Te espero aquí y nunca te dejaré caer.-dijo Castiel. De pronto, todo pasó sumamente lento, me solté y al mismo tiempo que abrí mi mano, Lys también lo hizo. Pero no fue porque yo se lo indiqué, sino porque Felipe se había colado en la habitación y le estaba clavando un cuchillo en el abdomen de Lysandro.

-¡Lys!-chillé. Pude ver su rostro de dolor y pánico. Yo ya estaba cayendo en dirección al suelo, no pude haber hecho nada... Demonios, Lys no, no él. Pude ver la cara de satisfacción de Felipe al ver como la vida de mi amigo se perdía en apenas unos segundos. Por un instante recordé todos los buenos momentos que tuve con él, primero el padre de Castiel, ahora Lys, ¿quién seguía? Observé hacia abajo, Castiel estaba atónito por lo que acababa de ver, de hecho se enfocó tanto en ver como la vida de su amigo se perdía que no preparó sus brazos con la suficiente fuerza para tomarme. Y ahí supe que la siguiente era yo. Castiel logró tomarme como pudo, pero se olvidó de un detalle: mi cabeza, ésta se golpeó con brutalidad en el muro y juraría haber escuchado un crujido. ¿Mis huesos rompiéndose? No lo sabía. Solo pude escuchar y ver muy pocas cosas antes de perder el conocimiento. Para iniciar, podía ver como Lysandro se había quedado muerto en la ventana, de su mano goteaba sangre, pude escuchar como alguien volvía a gritar ¡policía! Y esta vez pude ver la dueña de la voz: era Nebraska, sí, mi ex novia de Oregon. Pero eso no fue lo que me importó, sino ver como la mirada de Castiel se asustaba al tenerme en sus brazos mientras me moría lentamente. Observé al suelo y noté que de mi cabeza salía una cantidad importante de sangre.

-Alaska...-dijo Castiel.

-T-Te amo...-dije. Esas fueron mis últimas palabras, cerré mis ojos y perdí completamente el conocimiento. Pero sabía que me iba feliz, le había dicho a Castiel lo que sentía por él y era eso todo lo que quería, que supiera cuanto lo amaba. Después de eso, llegó la inmensa oscuridad.

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