Capítulo 18: Castiel vs Dakota.
Castiel acaba de darme las llaves de su casa, y no sabía qué demonios hacer. Vi que el silencio estaba comenzando a preocupar a Castiel. Por lo que le observé y le lancé una sonrisa enorme. Es decir, dudaba que él le diera las llaves a cualquier persona que acababa de conocer. Sabía que para él implicaba un gran paso, al igual que para mí. Llegamos a la puerta de su casa y me hizo un gesto con la cara para que pusiera la llave donde correspondía. Por un segundo rogué que se tratara de una de sus bromas, pero no lo era. Coloqué la llave y la puerta se abrió, estaba estupefacta. Debía reaccionar positivamente y rápido, pero mi cuerpo ya no me obedecía. Sentí una mano en mi hombro y no pude evitar dar un respingo. Era Castiel, ya no me observaba con una sonrisa, sino que se veía normal: serio como de costumbre. Mierda, la había cagado. Era obvio que esto sucedería, y estaba en todo su derecho de enojarse, lo entendía porque yo seguramente hubiera reaccionado igual si estuviera en su lugar. Él habló.
-niña, sé que a ti te cuesta asimilar mucho más algunas cosas, y sé que no quieres ir rápido en lo nuestro. No pienso presionarte, pero creo que si esta semana estarás en mi casa, lo mejor es que tengas tu llave. Después, si crees que es demasiada presión, puedes devolverla. No quiero hacerte sentir mal, es algo de conveniencia. ¿Está bien? Así que quita esa cara de susto y dame una sonrisa, ¿sí?-dijo Castiel dándome un beso en mi cabello. Él entró en el pasillo del edificio y me sonrió, no pude evitar soltarle una cálida sonrisa, él hacía que mi corazón se derritiera. Adoraba eso, me entendía como nadie en el mundo, sabia respetar mis decisiones y mis tiempos. No me contuve y corrí a él, lo abracé por la espalda y aquellas palabras casi se me escaparon de mis labios, ahora la que iba demasiado rápido en la relación era yo.
-te quiero.-dije. Por más que no veía nada más que una espalda inmensa, pude sentir como los músculos de Castiel se tensaban. Tuve miedo de haberla cagado, por lo que rápidamente lo solté y me quedé allí parada sin saber demasiado qué hacer. Castiel se volteó con una sonrisa en los labios y con sus mejillas sumamente sonrojadas.
-¿qué dijiste?-dijo. No estaba molesto, en absoluto. Estaba ¿feliz? No lo sabía, aún era difícil saber reconocer su lenguaje físico, pero definitivamente se encontraba alegre. Mis mejillas imitaron a las del grandullón y también se ruborizaron.
-dije que te ves increíble con tus mejillas rojas.-dije, intenté obviar lo que había dicho. Es decir, no era la primera vez que mi boca era más rápida que mi cerebro, minutos antes de que él me besara por primera vez en el granero, recuerdo que le había dicho que lo quería como a un amigo. ¿Cuál era mi problema con decirles a chicos que gustaban de mí que los quería de esa manera? Lo había hecho con Alex y luego con Castiel... Genial. Pero afortunadamente ahora tanto el pelirrojo como yo sabíamos que no se lo había dicho con esas intenciones. Ni siquiera sabía cómo había sido capaz de dar el primer paso. Ya no importaba, ahora lo que era prioridad era que Castiel sabía lo que sentía por él, a pesar de mi asustado rostro por poseer la llave, a pesar de que seguramente no reaccioné como probablemente él esperaba, a pesar de todo ello y más.
-mis oídos escucharon algo distinto...agradece que estas herida, sino te lo sacaría a cosquillas.-dijo Castiel. Solté una risilla. Cuanto antes lo admitiera, antes él dejaría de observarme así.
-está bien, lo admito. Te quiero, grandullón. Gracias por comprender que las llaves son un gran paso para mí.-dije. Él sonrió y me tomó por la cintura gentilmente, me trajo hacia él y me dio un cálido beso en los labios. Con la otra mano libre que le quedaba me acariciaba la mejilla mientras yo le hacía mimos en su cabello. Adoraba lo alto que era, pero siempre se me dificultaba para besarlo, debía ponerme en puntillas de pie o él agacharse muchísimo. Pero eso no nos importaba, nada importaba cuando estábamos juntos y aún más cuando nos besábamos. Si esto causaba un efecto de éxtasis en mi cuerpo, ¿cómo sería llegar a segunda base con él? ¡Demonios! Debería ser la gloria. No, no debía pensar en eso, no ahora. No era justo, si él no podía darme sus llaves, yo no podía pensar en eso. Además, no estaba pronta y debía ser algo mutuo. ¡Alaska! Deja de pensar en eso y disfruta del condenado beso. Pero obviamente fue muy tarde.
-¡chicos! Consigan una habitación. Hay mucha pasión oculta aquí. Oh, por cierto: felicitaciones. Hacen una muy linda pareja.-dijo Carmen. La vecina de Castiel había aparecido de uno vaya a saber dónde, pero estaba allí sonriéndonos. Obviamente él y yo nos despegamos enseguida y la observamos, yo sentía vergüenza porque nos hubiera visto así, sin embargo el pelirrojo parecía orgulloso. Le lancé una tímida sonrisa a Carmen y viendo que Castiel no hablaba, decidí hacerlo yo.
-muchas gracias, Carmen. Lamento que haya tenido que presenciar eso.-dije.
-oh descuida, el amor es algo digno de ver, especialmente en alguien como Castiel. Descuiden jóvenes, yo no diré nada.-dijo Carmen guiñándonos un ojo. Castiel sonrió y me hizo una seña para que subiéramos a su casa. Obedecí y en segundos estuvimos en la sala de estar. Vi la hora en el reloj que estaba en la cocina, a Castiel le quedaban pocos minutos para irse a su trabajo sin llegar tarde. Vi como tomaba su guitarra y se dirigía a la puerta, por lo que lo acompañé.
-Hey, puedes quedarte si quieres.-dijo Castiel.
-de hecho... ¿Podría traer unas cosas de casa? Es algo pequeño, tal vez del tamaño de una caja. Quiero traer fotografías que tengo con algunos amigos, letras de canciones y dibujos. Además me gustaría poder traerme algo de maquillaje para tapar esta mierda.-dije señalando el brazo lleno de machucones. Castiel lo observó y puso cara de dolor.
-por supuesto niña, por algo te di la llave. Además sé que eso es importante para ti y no me gustaría que lo perdieras por culpa de tu madre o algo similar. ¿Tienes algún tema bueno? Tal vez podamos usar uno para el sencillo.-dijo Castiel. Ya estábamos llegando a la puerta de salida.
-gracias, grandullón. Y creo que sí, pero son temas bastante agresivos, como siempre. ¿Quieres que te acompañe al trabajo?-pregunte. Él negó con la cabeza. Me guiñó un ojo y se dirigió en la dirección que quedaba nuestro trabajo. Puse mis manos en mis bolsillos mientras veía como él se iba. Vi el recibo médico y salí corriendo tras él. Una vez que lo alcancé, él volvió a sonreírme pero me miró algo extrañado.
-¿qué sucede?-pregunto.
-¿podrías darle esto a Geraldine? Me gustaría que supieran el motivo real por el que falto, por más que yo ya les avise. No me gustaría que me decidieran penalizar bajando el sueldo, una vez que consigo un aumento... ya sabes.-dije. Le entregué el papel a Castiel y él se lo guardó en su bolsillo.
-oh, y una cosa más. ¿Hoy llegas tarde? Creo recordar que hoy había reunión de profesores donde se ponen a tomarles exámenes a todos.-pregunté. Castiel pareció rebuscar en su mente, pero no encontró nada, por lo que me negó con el rostro.
-no, niña. Es mañana, hoy llego a la hora de siempre, a las 10:20 más o menos. ¿Por qué?-preguntó Castiel.
-ya lo verás, tal vez te espere con una sorpresa.-dije guiñándole un ojo. Él de inmediato sonrió pícaramente. Quiso besarme, pero comenzamos a ver transeúntes a nuestro alrededor por lo que tuvimos que controlarnos.
-está bien, niña. Veremos con qué me sorprendes.-dijo Castiel. Sus ojos me recordaron por un segundo al pensamiento que tuve minutos antes, fue una mirada casi sexual. Debía dejar de pensar en esas idioteces. Pensaba hacerle una deliciosa cena, seguramente la idea le gustara, o al menos eso es lo que esperaba.
Suspire viendo como el pelirrojo se iba, debía ir a mi casa a buscar dichas cosas. También tenía que tomar algunas fotografías de las cosas que pensaba vender y publicarlas en internet, sino no sabía cómo demonios haría. Debía conseguir dinero y rápido, por más que quedaba un mes, para una mudanza un mes no era realmente demasiado tiempo y aún más cuando todo era así de improvisado.
Mis pasos eran los únicos que se escuchaban contra el asfalto, agradecía que la casa de mi madre estuviera tan cerca de la de Castiel. Mientras iba caminando, le comenté a rosa y violeta por el móvil los planes que teníamos para esta noche. Violeta y Lysandro se irían a cenar juntos y rosa se quedaría en su casa. Por un segundo sentí pena por Rosa, me parecía injusto que ella no pudiera estar con el chico que tanto quería. Debía hablar con Alex pronto, necesitaba que la mudanza se realizara con éxito y rápido. Pensé en Laeti, ella era una fanática obsesiva de la banda y tenía una personalidad bastante alegre. Recordé que Viktor había estado teniendo problemas de autoestima, rosa no era la única que no podía estar de pareja. Sabía que Demons se reuniría en mi casa para ver lo del sencillo, por lo que tal vez pudiera matar dos pájaros de un tiro. El viernes le diría la verdad a Alex sobre Castiel y yo, y el sábado vendría Vik a casa, por lo que se generaban dos oportunidades de noviazgo.
Me pregunté si sería una buena idea inmiscuirme en la vida de mis amigos, pero esto ya era un caso desesperado.
Casi sin darme cuenta, me encontré en la puerta de mi casa. La observé bien y me pregunté cuántas veces más volvería aquí. En ese lugar había tenido una fiesta con Lys, violeta, Kim y Rosa. Aún recuerdo esa fiesta como si hubiera sido ayer, fue cuando le dije a Castiel que tenía un buen culo. No pude evitar reírme, que vergüenza. Odiaba admitirlo, pero era muy cierto. No estaba nada mal detrás el pelirrojo, y delante tampoco: esos ojos grises no los cambiaba por nada del mundo.
Puse la llave en la puerta de esa casa y automáticamente me volteé, tuve un segundo de locura donde me pareció nuevamente ver a las sombras, pero sabía que era una locura. No estaba bien, mi mente no funcionaba correctamente. Dejé que un suspiro se me escapara y entré en un completo silencio. Vi que la casa estaba prácticamente vacía, ya estaban aprontándose para mudarse. Rogué que mi habitación aun estuviera intacta. Subí con la mayor cautela que mis pies me permitían y abrí la puerta de mi cuarto. Desee que todo estuviera como lo había dejado, y al abrirla descubrí que si, en efecto habían tenido algo de respeto a mi intimidad y todo permanecía igual. De inmediato tomé una mochila y la llené de ropa, puse maquillaje y me lancé debajo de mi cama, saqué una baldosa floja donde escondía dinero y también lo guarde. Comencé a descolgar todo lo que tenía en aquel inmenso cuadro: canciones, poemas, fotos, dibujos e incluso anotaciones como fechas de exámenes. Vi en mi repisa varios libros que atesoraba, por lo que también decidí llevármelos, los abrí y comencé a poner todo dentro de las hojas, para que las mismas no se arrugaran. Al descolgar la foto que nos habíamos sacado con Alexy, sentí nostalgia y pavor. Sí, pavor. Tuve pánico de que, al contarle la verdad, él se diera cuenta que yo no valía nada, no había sido una buena amiga con él y sabía que nuestra amistad estaba en la cuerda floja. No podía sacrificar años de amistad, debía luchar por él. Tomé la foto con mucho cariño y sin querer la acaricie, lo quería tanto, lo extrañaba: hacía apenas un día que no lo veía, pero lo extrañaba. De inmediato sentí la necesidad de enviarle un mensaje.
Yo: Hey, Alex. ¿Listo para nuestra súper cena del viernes? Hoy fui a ver la casa, te va a encantar es sumamente alegre. Y tiene un patio hermoso.
Vi como de inmediato me estaba por responder el mensaje, pero un ruido me alertó. ¿Qué demonios era eso? Escuché alguien abriendo la puerta. ¡Mierda! Recién había sido consciente de que me había metido a mi casa exponiéndome a que mi madre y su novio estuvieran allí. No podía ser más imbécil, realmente no podía serio. Me odié. ¿Y ahora como carajo se supone que iba a bajar? Mierda. Observé por el balcón de mi cuarto hacia afuera. Vi como mi madre bajaba de un hermoso auto, obviamente no era de ella sino que de ese imbécil. La odié, ¿cómo se supone que podía estar con alguien por el dinero? No era odio, era repulsión. Escuché pasos por la escalera. Tenía pocos segundos para reaccionar. O me enfrentaba o me escapaba como podía. Opté por lo segundo, mi cuerpo no estaba como para recibir golpes. Observé hacia abajo y de inmediato sentí pánico, el vértigo. Mierda, el puto vértigo. ¿Por qué le tenía fobia? Recordé el primer día que vi a Castiel, intentamos fugarnos por una rendija en la cual sólo yo cabía, Castiel me incorporó y yo chille por el vértigo. No, no era momento de recordar, era momento de actuar. Solté mi mochila a un arbusto que había debajo, donde yo pensaba caer en una situación precipitada. Agradecí que hubiera un árbol junto a mi ventana por el cual pensaba bajarme.
-Lucy, ¿escuchaste algo?-escuché la voz de Francis exageradamente cerca de mí. Demonios, no podía verme. Me estire lo más que pude hasta llegar a una rama lo suficientemente gruesa como para poder soportar todo mi peso. Esto era una jodida locura, si alguien me veía así sería imposible demostrar que yo no estaba robando en la casa, seguramente las personas pensarían algo de eso. Y lo peor es que mancharía la imagen de Demons. Debía apresurarme. Solté un suspiro y me colgué como pude de la rama. Sentí como las astillas se enterraban en mis manos, dolía, dolía demasiado. Contuve mis ganas de chillar y me limité a concentrarme. Sentía mis manos temblando, por más que evitaba ver hacia el suelo, mi cerebro no podía engañarse: sabía que estaba a unos tres metros del suelo, y si al ponerme tacones bastaba para sentir vértigo, no quería ni imaginar cómo me sentiría así.
-¡mocosa! Serás desgraciada, ven aquí.-dijo Francis desde el balcón. Al verlo mi miedo aumentó y simplemente dejé de funcionar. Mis manos se soltaron y caí pesadamente en el suelo. (Francis habló desde el balcón. Al verlo mi miedo aumentó y simplemente dejé de funcionar. Mis manos se soltaron y por un momento todo se congeló, vi todo en cámara lenta. La rama se alejaba de mi vista y comencé a sentir un brusco viento por entre mi cuerpo. Con todos los dolores que tenía, sumado a mi fobia por las alturas... Difícilmente saldría ilesa de aquí si no era por la ayuda de alguien. Demonios, estaba jodida. Lo último que sentí, fue mi cabeza golpeando secamente el suelo.) (Una vez que llegué al suelo, mi espalda sintió el mayor impacto, pero mi cabeza también se había golpeado fuertemente contra el piso. Rogué que no estuviera sangrando, porque eso implicaría un problema muy grave. Me llevé ambas manos a la cabeza y chillé por el dolor, ya no podía contenerlo. No me importaba que las personas me vieran así, las heridas eran demasiado como para aguantarlas. Me moví lentamente y escuché como mi espalda se quejaba también del dolor.).
-¿que fue eso? ¿Estás bien Fran?-escuché la voz de mi madre. No veía nada, tampoco me importaba. Estaba demasiado concentrada en contener mi dolor, mi cuerpo no estaba resistiendo tanto y sabía que era cuestión de tiempo antes de que me fallara. Observé mis manos, estaban bañadas en sangre, mire mis piernas, estaban bien. Intenté incorporarme pero fue mi estómago y mi espalda quienes no me dejaron proseguir. Genial, ahora no me podía mover y estaba al borde de las lágrimas del jodido dolor. Esto se estaba poniendo feo. Elevé mi vista y vi como el novio de mi madre desaparecía, parecía que se había dirigido hacia la salida. Demonios, debía incorporarme y rápido sino no sabía qué podría sucederme. Me moví lento, era en vano, no podía incorporarme. Así que mordí mi blusa y me levanté en un rápido y brusco movimiento. Escuché como alguien comenzaba a abrir la puerta de la casa, me quedaban segundos para incorporarme y salir corriendo de allí. Y efectivamente en segundos salí corriendo, pasé por el arbusto y tomé la mochila mientras aguantaba todo el dolor. Observé para atrás por encima de mi hombro, vi al novio de mi madre corriendo hacia mí, detrás de él estaba Lucy mirando todo con preocupación. Un golpe en mi hombro me devolvió a la realidad, me acaba de chocar con una persona, afortunadamente fue un roce de hombros, pero debía enfocar mi vista hacia delante. Eso hice, pero aun podía escuchar las pisadas de Francis.
-vi lo que te hizo tu novio, mocosa. Creeme que no te haré la vida fácil.-dijo él. Mierda, no, que no pensara que Castiel me había hecho eso. Tuve miedo, él es una persona adinerada y podía fácilmente hacer cualquier idiotez para hacernos quedar mal. Pero sabía que esta pelea la perdería si mostraba miedo. Por lo que me volteé y le mostré mi dedo del medio mientras aun corría. Vi como la sangre se escurría por mis manos, debía lavarlas antes de que alguien pensara cualquier idea descabellada. No ayudaba el hecho que estuviera siendo perseguida mientras portaba una mochila y para colmo tuviera las manos sangrando.
Al voltear vi que Francis se había detenido a tomar aire, por lo que también aflojé mi paso.
-lo único que mi novio me ha hecho, es feliz. No como tú, que pretendiste golpearme.-dije, pase de observarlo a clavarle la mirada a mi madre. Ella se sorprendió y después lo miró con muchísimo enojo. No hice nada más y escuché como ella chillaba mientras yo corría como si mil demonios llevaran mi alma. Vi que algunas personas nos observaban, genial, había llamado la atención. Rogué que solo fueran vecinos curiosos y que toda la información que sus ojos habían adquirido, se quedara en sus labios y no pasaran a fuentes mayores.
No me importaron en ese instante las miradas, solo quería huir de allí y rápido. No sabía a dónde ir para poder limpiarme las manos, no podía entrar así a una tienda a comprar medicamentos y comida para prepararle la cena a Castiel. Sí, esa era la sorpresa que tenía planeada hacerle a Castiel, supongo que si me quedaba bien no sería una mala idea. Esperaba que le gustara lo que tenía en mente. Pero ahora no era tiempo de pensar en eso, debía buscar algún lugar en el cual limpiarme las manos y desinfectarlas cuanto antes. Recordé que en el parque había bebederos públicos, por lo que no era una mala opción, solo que a esta hora estaría lleno de personas y necesitaba pasar desapercibida. Suspire, era la única opción que tenía.
Me dirigí a un parque que se encontraba cerca de la casa de Castiel, el mismo no parecía estar tan repleto de personas. Había muchos niños y dudaba que éstos escucharan heavy metal, por lo que no me reconocerían. Presioné el botón para que el bebedero soltara agua y como pude, me lavé una mano, procedí de la misma manera hasta que ambas estuvieran limpias. Mire con minucioso detalle mis palmas, ya no sangraban pero debía desinfectarlas, al menos ya no parecía una demente con manos sangrando.
Me acomodé mejor la mochila y me encaminé hacia un supermercado, allí compré todo lo necesario para realizar un curry de pollo. Me puse mis auriculares y fui poniendo cada producto en la cesta, pollo, verduras, arroz y lleve un par de cervezas, el pelirrojo y yo no podíamos resistirnos a las mismas. También decidí agregar ron, tal vez podría hacer unos daiquiris. Sonreí, esta iba a ser una increíble noche. Dejé el canasto para tomar unas frutillas para posteriormente esa misma noche licuarlas y hacer la bebida alcohólica. Conseguí lo que necesitaba y al agacharme para recoger el canasto, sentí un profundo dolor en el estómago y la espalda. No pude evitar soltar un alarido, obviamente las personas me miraron pero no me importó, me llevé ambas manos a la zona donde me dolía. -¿Alaska? ¿Estás bien?-escuché una voz algo preocupada. Me volteé y descubrí a Lysandro. No supe qué hacer, no entendía por qué estaba allí pero en ese momento solo me importó mi dolorida pelvis. Asentí pero Lys no pareció comprender el mensaje, de hecho se preocupó bastante. Me puso una mano en el hombro y me observaba expectante de una respuesta.
-tranquilo, Lys, estoy bien.-dije. Él me observó en silencio, parecía estar meditando sobre si hablar o no.
-no te encuentras nada bien. ¿Qué te sucedió? Pareces, con todo respeto, arruinada.-dijo Lysandro. Sonreí, solté una carcajada. Se notaba que el temperamento de Lysandro era único, Rosa y Castiel me hubieran dicho que parecía un espanta pájaros.
-En verdad es otra de las mierdas que acontecen en mi vida. No es nada importante.-Noté que tenía un ramo de rosas en la mano, por lo que le sonreí pícaramente.- ¿Vas a ver a Violeta?
Él se sonrojó pero soltó una risilla tímida, negó con el rostro de inmediato y habló mientras tomó el canasto con las compras que iba a hacer, notó que había puesto un par de cremas para aliviar el dolor muscular, pero rápidamente me miró.
-No, de hecho hoy voy a la casa de mis padres y siempre me gusta llevarle algo a mi madre. Mañana si todo está bien iré a cenar a lo de Violeta, ella no pudo por unos trabajos que debe hacer. Descuida, no tienes que hacer nada porque les explicamos a los profesores lo que te había sucedido. Procuramos no relatar demasiada información ya que Peggy, Ámber y Charlotte estaban a la pesca de cualquier noticia útil.-dijo Lysandro.
-No me sorprende. Qué asco de personas, ¿no? Es decir, estar tan pendiente de la vida de los demás. Por momentos me dan pena, pero luego recuerdo que son unas arpías y se lo merecen. Peggy no tanto, puedo entenderla medianamente, pero Ámber? Oh, hablando de ella. No sé si recuerdas que Li se separó de la rubia y su grupo por nosotros, ¿la has visto?-pregunté. Lys pareció meditar un segundo y rápidamente se recompuso, ya estábamos en la caja para pagar.
-De hecho si, estaba sola en el patio. Violeta, Rosa, Kim e iris se acercaron con ella. Posteriormente de les sumó Alexy. Castiel y yo nos quedamos al margen, personalmente no creo que merezca un perdón tan rápido. Pero cada cual hace lo que quiere.-dijo Lysandro. Me sorprendió bastante la actitud de Lys, pero supongo que es entendible. Rápidamente la cajera pasó todos los productos por la caja registradora y una vez que pagué, estuvimos caminando hacia la salida del supermercado. Al tomar las cosas sentí un dolor punzante en el estómago, esa caída sumada a las patadas que me habían estado dando me estaban arruinado. Lysandro lo notó y de inmediato me ayudó tomando las cosas.
-¿Qué te sucedió? Dame esa mochila, puedo con todo. Además hay que recordar que tú sigues mal. Lamento haber sido curioso, pero noté que llevas cremas para el dolor muscular, y por cómo te encuentras dudo que te sean efectivas.-dijo Lysandro. Le agradecí con la mirada y no pude evitar dejar la mochila unos segundos en el suelo, él hizo un gesto para tomarla pero le negué con la cabeza.
-No le digas a Castiel, pero me colé en mi casa, el mismo hijo de puta que me intentó golpear lo descubrió y me caí de un segundo piso. Oh, como si fuera poco me clavé varias astillas en las manos al intentar bajar por un árbol.-lo dije con una sonrisa, procurando que Lys no se enojara demasiado pero obviamente reaccionó mal.
-¿Qué? ¿En verdad hiciste esa locura? Alaska, no soy nadie para decirte esto pero sabes que no actuaste bien. No sé qué te dijo el médico y en este momento no es de vital importancia, pero dudo mucho que te haya dicho que estabas bien. Lo que yo sugiero es que me acompañes a la farmacia, te compres algo más potente y que reposes en casa. Hoy te quedas con Castiel, ¿verdad?-preguntó Lysandro. Le sonreí con alegría.
-¿No eres nadie? Eres un amigo muy importante. De hecho tienes razón, pienso obedecerte. Pero tú ve a la casa de tus padres, yo puedo con todo esto. Y sí, me quedo con Castiel si no te importa. Si te incomoda que esté en tu casa, puedo ver de quedarme en otro lugar.-dije. El río con alegría. Tomó mi mochila, las bolsas y comenzó a caminar.
-Conociéndote sé que no irás a la farmacia, así que mejor me aseguro. Además tú no vas a poder con todo esto sola, prefiero asegurarme de que efectivamente te encuentras bien. Oh, pequeño consejo, dile a Castiel lo que te sucedió, con él no es una buena idea ocultar estas cosas. En especial desde que sabes cómo está por ti, dile todo, él sabrá comprenderte. Viendo el panorama, jamás podría oponerme a que Castiel y tú pasen juntos, además no me molesta en absoluto. La casa es tanto de él como mía, así que no hay problemas. Y muchas gracias por considerarme un amigo importante, tú también lo eres para mí.-dijo Lysandro. Le sonreí y comenzamos a caminar rumbo a la farmacia más cerca mientras íbamos hablando de temas variados. Me sentí extraña al saber que Lys podía leerme tan bien, ¿cuándo se había convertido en un amigo así de importante para mí? No lo sabía, pero solo podía agradecerle. Veía que cada vez que él hablaba de su novia se sonrojaba, sentí dulzura por ambos. Desde que conocí a Violeta era muy visible que había algo entre ellos y que finalmente se les haya dado la oportunidad, me pareció sumamente agradable.
Una vez que llegamos al local, vi que Lysandro me abrió la puerta y una vez allí me volteé rápidamente porque me pareció oír un ruido detrás de un arbusto. Sabía que podía ser un simple animal, pero mi mente aún se encontraba sugestionada por todos los acontecimientos.
-¿estás bien?-pregunto Lysandro desde la puerta. Me volteé, lo observe y le sonreí.
-Sí, si, por supuesto.-dije y De inmediato entré al comercio. Escuché los pasos de Lysandro detrás de mí, de inmediato una señora me atendió. Le indiqué las dolencias sin dar demasiados detalles y ella parecía confundida. Lysandro me regañó con la mirada y dejando escapar un suspiro le narré que me habían pateado el estómago y que hace minutos me había caído de un segundo piso. La mujer me observó sorprendida y luego miro al peliblanco, casi en búsqueda de una confirmación. Lysandro asintió lentamente, casi como si me estuviera regañando. Puse mis ojos en blanco y vi como la mujer desaparecía entre los estantes para darme algo.
-Por cierto, ¿qué te dijo el médico? Supe que hoy fuiste a ver tu casa y al médico, ¿cómo te fue? Deberías informar a los chicos de tu estado, porque están todos preocupados por ti. Nath hoy preguntó por cómo estabas y no sabes las caras de Castiel y Alexy. Debes hablar con Alex lo antes que puedas.-dijo Lysandro. Iba a decirle que en breves días lo haría, pero la señora me interrumpió dándome una crema.
-Debes aplicártela por la zona que estas herida, ayudará a disminuir el dolor. Y toma estas pastillas que te harán mejor, en caso que no te ayude consulta con tu doctor de confianza.-dijo la señora entregándome todo lo necesario. Agradecí y pagué. Una vez que salimos miré directamente al arbusto, pero ahora se encontraba inmóvil, seguramente hubiera sido una ardilla o algún pájaro.
-¿y ahora?-pregunté.
-Ahora te acompaño a casa, queda a unos 5 minutos por lo que no me cuesta nada acompañarte hasta allí con las compras. Así de paso te ahorras el dolor que te llevaría llevar todo esto.-dijo Lysandro. Le agradecí con una sonrisa y nos encaminamos hacia la casa. En el camino fuimos hablando de lo que me había dicho el médico, le comenté que me encontré con Dakota pero no le dije nada al respecto de que él me había traído hasta aquí.
-Pues deberías hacer reposo como te recomendó el especialista. Y no se te ocurra recibir ningún tipo de ayuda de Dakota a menos que quieras una discusión con Castiel. Violeta me dijo que le dio una charla a ella y a rosa sobre él, que no se le acercaran o siquiera hablaran. Es un poco extraño Castiel algunas veces, pero es mejor dejarlo ser que llevarle la contra.-dijo Lysandro. Ya estábamos llegando a la casa, vi como el peliblanco sacaba de sus bolsillos la llave, pero un mal movimiento hizo que se le cayera, por lo que yo me agache para levantarla del suelo. No iba a hacer que Lys las recogiera cuando él llevaba las compras y mi mochila. Tomé las llaves rápidamente y al incorporarme sentí el tirón de mi estómago y espalda, solté un chillido y me sujeté fuertemente del abdomen. Lysandro de inmediato me tomó con delicadeza del brazo que no tenía lastimado y me puso una mano en el hombro. Le agradecí que me estuviera intentando ayudar, pero ahora él no era quien captó mi atención, sino que fue una potente luz. Ambos nos sobresaltamos y vimos en dirección a la luz. Allí estaba Ámber, sonriendo con suma alegría. La observé con sumo odio, me incorporé aunque el dolor me estuviera matando y como pude trote detrás de ella. Ámber apenas nos vio se asustó y salió corriendo. Pude escuchar los pasos de Lysandro detrás de mí, él no necesitaba correr, era tan alto que con dar zancadas le bastaba.
-Descuida, si Ámber piensa mostrar públicamente esa foto o dársela a Peggy, no cuenta con algo que hice hace unos minutos, lo que invalida la fotografía.-dijo Lysandro. Lo observé confundida mientras veía a la rubia corriendo histéricamente. Lys sacó su celular, rebuscó unos segundos en él hasta que me mostró una publicación que habían hecho tanto él como violeta en una red social. Él enseñó una fotografía en la cual ambos salían juntos abrazados y debajo se podía leer un "te quiero" y se etiquetaba a Violeta. Lo observé con cariño y sonreí con dulzura por ambos. Debía admitir que tenían muchísimo coraje por animarse a destapar su relación y aún más a unos días de grabar un sencillo que haría la banda un poco más conocida. Casi sentí envidia por su valentía, pero me limité a mirar como las mejillas del peliblanco se sonrojaban.
-Mirate, estás todo enamorado, huh? Me alegro y los admiro mucho por hacer esto. Estoy segura que lo de ustedes va a ser por mucho tiempo. Oh y por cierto, buena jugada. Ya puedo imaginar a Peggy escribiendo un artículo de cualquier idiotez con la fotografía y siendo totalmente falso. Ya puedo estar imaginando la cara de Ámber, ¡ja! Si no me doliera tanto el estómago estaría llorando de risa.-dije. Lysandro soltó una pequeña carcajada.
-Ya ves. Yo creo que a ti con Castiel les va a ir muy bien, de hecho ya les va bien. Él no suele ser así con nadie, lo sabes.-dijo Lysandro. Sonreí y me sonroje. Me sentía una idiota por ponerme de esta manera, pero no me importaba demasiado porque me sentía en una inmensa confianza con él. Iba a responderle, pero se me adelantó.
-Bueno, ya estás en casa, yo creo que me iré yendo a la parada porque tampoco quiero llegar de noche a lo de mis padres. Si puedes avisale a los chicos sobre cómo estás y la casa, estaban bastante ansiosos sobre ello. Espero que te mejores y pases una buena noche con Castiel. Oh, por cierto, si ves que él se... Sobrepasa, dile. Sabes que es algo picante y...-Lys parecía bastante preocupado. Me pareció extraña esa actitud de él, pero simplemente me limité a darle una sonrisa.
-Tranquilo, Lys. Castiel no se va a sobrepasar, de hecho está más preocupado por mí de lo que yo lo estoy. Y descuida, ya les avisaré a los chicos sobre mi situación. Tampoco pretendo preocuparles, cuando en verdad debo agradecerles a todos por todo lo que han hecho conmigo. Y de hecho debo empezar agradeciéndote por dejarme estar en tu casa los días que no estés, por haberme ayudado con esto y por acompañarme a la farmacia.-dije sonriéndole. Él me sonrió con calidez, sin duda Lysandro era un chico genial. No podía agradecerles a todos mis amigos, no existían palabras para demostrarles todo el aprecio que tenía hacia ellos.
Salude a Lysandro y vi cómo se dirigía hacia la parada de ómnibus mientras que yo ya iba cerrando la puerta del edificio.
Subí las escaleras rogando de no encontrarme con Carmen, la vecina de Castiel. No era mala persona, al contrario, me simpatizaba. Solo que parecía ser una mujer sola en búsqueda de una conversación y en este momento lo único que quería hacer era recostarme en el sillón y tocar la guitarra.
Afortunadamente no me la encontré por lo que rápidamente me encontré con la vacía sala de estar. Nunca había estado sola aquí, ni siquiera cuando alguno de los chicos se iba a otra habitación para buscar algún instrumento para ensayar: en ese momento tenía a demonio encima de mí, saltando con alegría. Se sintió extraño, pero no necesariamente malo. Automáticamente deje las compras encima de la mesada y me recosté en el sillón. Allí vi mi móvil: tenía mensajes de todos preguntando como estaba. Lys no había exagerado, de hecho hasta suavizó la cantidad de mensajes que recibí. Ya estaba acostumbrada a que Rosa y Alex me enviaran unos 30 mensajes por hora, pero no que lo hicieran Vik, Violet, Nath, Kim, iris e inclusive Dakota. Sonreí ante la preocupación de mis amigos y de inmediato les respondí.
El tiempo se me pasó rápidamente mientras chateaba con mis amigos, todos mostraban curiosidad por la casa y no pude evitar mostrarles toda mi emoción y ansiedad por mudarme allí. Recordé que debía tomarle fotografías a mis pertenecías, de otra forma no sabía cómo llegaría a poder venderlas antes de fin de mes. Tampoco sabía cómo podría sacarlas de allí sin que mi madre estuviera en la casa. Todo se estaba complicado, pero ya sería la última vez que esto sucedería, poder mudarme era el comienzo de todo.
Dejé mi celular reposando en el sillón y recién allí me percaté que ya estaba anocheciendo, deberían ser las 8 de la noche. Por lo que decidí bañarme y pasarme la crema que había comprado para mis dolores, al estar sentada e inmóvil estos habían desaparecido, pero apenas hacía algún movimiento con mi cuerpo aparecían nuevamente.
Caminé hacia la ducha, me desvestí para bañarme y poder observar mi espalda mejor: debía pasarme la crema con cuidado ya que cada movimiento generaba otro dolor. Suspire y sentí la fría crema contra mi piel, no sabía si me dolía más la espalda, el abdomen o el frío. Yo sola no podía, me lastimaba demasiado. Me resigne a darme una rápida ducha y dejar que, con algo de suerte, el agua ayudara a calmar mis dolencias. Me sentía una persona mayor, pero sabía que no me habían quedado muchas opciones. Las patadas en mi estómago no las pude evitar, el codo raspado había sido aquella vez que Castiel se enojó conmigo y me empujó, caí al suelo y me sucedió eso. Hoy tampoco había podido evitar golpearme, no soy masoquista y lo que menos quería en ese momento era generarme más heridas.
No me importó, ya nada importaba. Debía enfocarme en no quemar la cena que le prepararía a Castiel y sacar algo de tiempo para tocar la guitarra, tal vez se me ocurriera un prototipo para el sencillo.
Salí de la ducha y rápidamente Me dirigí a preparar la cena, pero aún tenía dos horas, por lo que tomé mi guitarra, un pentagrama y un lápiz, estos dos últimos siempre los llevaba encima con la funda de la guitarra. Lo que descubrí allí fue el dibujo que le estaba haciendo a Castiel. En verdad no se lo estaba haciendo a él, sino que lo estaba dibujando cuando aún éramos solo amigos. Sonreí y decidí entregárselo junto a la cena, seguramente contara como doble sorpresa.
Tomé mi guitarra y deje que todos mis pensamientos se disiparan, solo estábamos ella, el pentagrama y yo.
Comenzaba a tener una buena idea de canción, pero la vista empezaba a cansarse. Por lo que vi en la hora que ya era tiempo de intentar cocinar el pollo al curry y los daiquiris.
Me fije en internet cómo era la receta y fui haciéndolo paso a paso, por el momento no parecía ser demasiado complicado. En algunos intervalos iba llevando platos, cubiertos, vasos y dos velas a la mesa. No sabía por qué estaba preparando todo esto, si en verdad no iba a ser una noche romántica ni nada, simplemente quería darle una sorpresa agradable. De hecho, lo que menos quería era darle una sensación de que pretendía ser una noche romántica, no quería que él tuviera segundos pensamientos.
Observe la hora, eran las 10 de la noche, Castiel debería estar saliendo en este instante del trabajo. Por lo que apresuré la comida y me puse a licuar las frutillas para hacer el daiquiri. Me tome uno con muchísimo ron mientras iba haciendo la comida.
Sentí el ardiente gusto de la bebida, siempre me quemaban la garganta al primer sorbo, pero me encantaba. Posteriormente al fuerte gusto del ron llegaba el dulce del de la frutilla. Se sintió bien, fue en ese entonces que no me percaté de lo cansada que estaba. No sabía siquiera por qué. De todas formas debía aguantar hasta al menos que Castiel llegara y después hasta que él trajera la ouija, según él, la traería hoy.
No sabía muy bien cómo reaccionar, no creía en fantasmas y sabía que si la copa se movía iba a ser el subconsciente de Castiel. Me pregunte si veía que la copa no se movía, si debía moverla para que la respuesta fuera acorde a la pregunta. No quería mentirle, pero debía ser honesta, era obvio que nada sucedería.
Me voltee para ver cómo estaba la cena y ésta estaba más que pronta, por lo que la serví en dos platos y los llevé a la mesa. Adoraba a demonio, pero agradecí que no estuviera aquí, de otra forma se hubiera comido de un bocado ambas cenas.
Tomé el dibujo en que había hecho un perfil de Castiel y con mi mejor letra, la cual de por si era prácticamente indescifrable, escribí. Sonreí al leer lo que había escrito, "espero que la sorpresa haya sido de tu gusto. Buen provecho, grandullón."
Sabía que todo esto era algo que haría si fuera novia de Lysandro o de Nath, pero era extraño hacerlo con Castiel. Sabía que si yo fuera la pareja de Alexy con una pelea de cosquillas bastaría, y con Castiel supuse que también siempre y cuando él ganara. Pero todo era distinto con él, no comprendía por qué, pero lo era. Una cena como cualquier otra se convertía en algo hermoso y no había una explicación racional para ello, simplemente se trataba del pelirrojo que me volvía loca.
Sentí mi móvil sonando, era un mensaje de Rosa. Vi que ya eran las 10:40 de la noche, ya Castiel debería haber llegado hace unos cuantos minutos, el trabajo estaba a unas escasas cuadras de aquí.
Por un segundo me pregunté qué sucedería que no llegaba. Tomé mi celular y me fijé si tenía algún mensaje de él, consideré en enviarle un texto preguntándole si estaba todo bien. Pero no era una buena idea, tanto él como yo teníamos el temperamento muy similar y ese tipo de preguntas no era la ideal para iniciar una relación. Por más que demostraba preocupación, también se podía interpretar como que yo era una novia controladora y obsesiva, cuando en verdad era muy relajada.
Nah, seguramente estuviera bien, seguramente habría un motivo por su tardanza...
Por un instante, se me cruzó un pensamiento por la cabeza. ¿Y si mis atacantes lo habían drogado? ¿Y si estaba tendido en el suelo con un dardo en el cuello? Mierda, Castiel... No me resistí y le envié un mensaje.
Yo: Hey, grandullón. Te espero con una sorpresa en tu casa.
Releí el mensaje, estaba bien, ¿no? No sonaba como una novia psicópata y celosa, tampoco sonaba como una histérica que necesitaba saber qué hacía su novio todo el tiempo. Simplemente sonaba como una novia que le recordaba a su pareja un lindo gesto que le había hecho. Observé la última vez que había estado en esa red social, había sido antes de entrar a trabajar. Me intenté despreocupar, tal vez tuvieran que quedarse a tomarles exámenes a los alumnos. Aunque Castiel me había dicho que mañana sería el día... Demonios, no paraba de preocuparme.
Un mensaje me distrajo, era Rosa nuevamente. Le respondí de inmediato y comenzamos a hablar de cualquier tontería. Le comente mi temor y me distrajo de una manera que, en ese momento, no recordé mis pensamientos y simplemente me limite a escuchar las tonterías que ella me mandaba por audio. Posteriormente comenzaron a llegarme también audios de Alexy, y entre los dos hicieron que mis preocupaciones se disiparan. Me moví de la mesa y me senté en el sofá mientras escuchaba los chistes malos de Alex, Lo mejor es que los mismos no solo que me sacaban una sonrisa, sino que lograban hacerme reír.
Demonios, debía tener cuidado cuando le contara la verdad a Alex, no podía perder a mi mejor amigo.
Un bostezo me trajo a la realidad del buen ambiente que habían creado mis amigos: estaba cansada y comenzaba a notarlo. Mis párpados estaban cerrándose, observé la hora, eran las 11. Procuré aguantar lo máximo que pude hasta que sentí como mis ojos se cerraron en un profundo sueño.
*Castiel.* *horas antes*
Me despedí de la niña, viendo como me veía con una sonrisa. Decidí mirar hacia delante, porque si seguía observándola no me iba a contener e iba a correr a llenarla de besos. ¿Ella sabía que yo era débil por ella? Supuse que sí, de otra forma no pondría esas miradas dulces cada vez que debía despedirse de mí.
Sonreí, me sentía un auténtico imbécil, todo esto era un sentimiento nuevo para mí. Y probablemente para ella también. Era extraño, pero no necesariamente malo, pero si debía admitir que era raro despertar y saber que el día no iba a ser tan mierda solo porque ella estaba en mi vida.
Sentí mi celular vibrando y lo agradecí, me comenzaba a dar asco lo cursi que estaba siendo con respecto a la niña. Si Lysandro escuchara solo una de las múltiples tonterías que decía de ella, seguramente me molestaría por el resto de mis días. En verdad él probablemente ya lo sabría, solo que se contenía por la poca dignidad que me quedaba.
Me salí de mis pensamientos y me concentré en el mensaje que me había llegado. Era de Chris. Le había pedido que me prestara su ouija para que hoy pudiera contactarme con mi abuelo. No podía creer que Alaska se decidiera a ayudarme, no parecía una persona que creyera en fantasmas, pero sabía que se la estaba jugando por mí. Es decir, un error nos podía salir muy caro.
Observé el suelo mientras iba caminando rápidamente hacia mi trabajo, por un segundo tuve ansiedad de poder comunicarme con mi abuelo. Solo necesitaba que conociera a la chica de mis sueños, ella era única y seguramente si él siguiera entre nosotros, la hubiera adorado. Sentí pena, él no se merecía haberse ido entre los vivos tan pronto, aunque era un anciano, en personalidad y espíritu era un niño.
Suspire y leí el mensaje.
Chris: Castieeeeel. Hacía mucho que no sabía de ti, desde que te presentaste con Demons y ganaron que no te veía. Por cierto, felicitaciones.
Yo: Gracias, Chris. Lamento haberles ganado, pero ya sabes no todos tienen una novia que es lo máximo.
Chris: Creo que acabas de deprimirme un poco. Deberías ver a mi hermana como esta de demente con su banda. Por suerte no sabe que somos amigos.
Yo: Hoy fui a ver la casa de Alaska y tiene una vecina que creeme, está más obsesionada que tu hermana. ¿Cómo se llama?
Chris: ¿Mi hermana? Se llama Laeti. ¿Cómo estaba la casa?
Yo: No jodas... Creo que Alaska será tu vecina. ¿Vives en la Avenida América? El edificio es azul y tiene un largo pasillo apenas entrar.
Chris: ¿Qué te he dicho de espiarme? Jaja claro, ¿recuerdas que te pasé la dirección cuando me mude? Debes venir, invita a tu novia que la quiero conocer. Es decir, ya la he visto, pero me refiero a hablarle. Ah, a todo esto, ¿a qué se debe la pregunta?
Yo: Eso, Chris. Que Alaska es tu vecina. Seguramente nos veremos más seguido de lo que crees.
Chris: ¡Increíble! El edificio es genial. Quieren venir y jugamos los cuatro a la ouija?
Yo: te agradezco, pero en verdad que es algo un poco más serio lo que queremos hacer. ¿Quieres que pase por tu casa a buscar la tabla?
Chris: Oh no, tranquilo. Esta noche tengo que ensayar con la banda y me queda bastante cerca de tu trabajo. Puedo alcanzarte la tabla. ¿A qué hora sales?
Yo: A las 10, como siempre.
Chris: Genial, a esa hora estaré allí.
Yo: Gracias, colega.
Guardé mi celular e ingresé en el edificio, de inmediato me saludó la recepcionista. Noté que trabajaba hace un tiempo allí y aun no sabía su nombre.
-Hey, ¿listo para un día largo?-dijo la recepcionista. Fruncí de inmediato el ceño. ¿A qué se refería?
-¿y eso?-pregunté. Ella sonrió y soltó una carcajada.
-Mirate, puse la misma cara cuando me enteré. Se les ocurrió que hoy debían tomar exámenes. Así que seguramente estemos medidos aquí hasta las 11 de la noche, con algo de suerte. Obviamente no pueden hacerlo en el verdadero horario del trabajo porque hay gente que le falta profesores, como a Dake y a ti. Por lo que lo harán una hora después de clases.
-Me cago en todo. ¿Y recién ahora lo dicen? Serán hijos de puta.-dije.
-Lo sé. Yo reaccioné igual. ¿Tenías planes para esta noche?-dijo la recepcionista.
Ese comentario me despistó, si fuera unos 10 años más joven seguramente pensaría que estaba coqueteando conmigo, y por más que en otro momento le hubiera seguido el juego, ahora era extraño. Se sentía casi como traicionar a Alaska.
-Sí, tenía planes. Pero aquí la organización es una mierda. Ten, Alaska manda esto.-le entregué el certificado médico que me había dado minutos antes.- ella no faltaría a menos que fuera 100% necesario. Unos imbéciles la golpearon, por lo que imagina cómo está.
En ese momento escuché como Dakota aparecía, salido de la nada. Le lancé una mirada asesina, tenía ganas de insultarlo, de decirle que se fuera a la mierda y que nunca más volviera a pasar por mi casa. Pero sonaría como un loco, además no estaba de humor para iniciar una pelea. Él puso la misma cara de imbécil de siempre y se hizo el inocente.
-Oh, pobrecita. ¿Está bien? Tal vez debería enviarle un mensaje de texto preguntándole si quiere que la vaya a cuidar.-dijo. La recepcionista iba a hablar, pero una furia incontrolable me subió por el cuerpo hasta mis brazos y sentí el odio moviéndolos. Podría decir que fue contra mi voluntad, pero no puedo negar que lo disfruté. Lo tomé de la chaqueta y lo arrinconé contra la pared, le enterré la mirada y mi voz sonó tan agresiva que apenas la reconocí.
-Escucha hijo de puta, no me fío un pelo de ti y tu amistad con ella. No la toques ni le envíes mensajes, mantente en una relación estrictamente profesional con ella. O sino habrá consecuencias.
-Castiel, suéltelo.-dijo la recepcionista. Él al comienzo pareció tener miedo, pero después soltó una carcajada.
-¿Relación estrictamente profesional? Sabes, la regla uno de amenazar a alguien es no hacer la amenaza. Tu no mantienes una relación profesional con ella, de hecho ni siquiera mantienes una amistad. Sé que son algo más, es evidente. Y deberías agradecerme que mantenga eso en secreto, porque solo darle la pista a un periodista haría que tengan muchos alrededor en cuestión de segundos. Así que suélteme si no quieres que comience a hablar.-dijo. Mierda, actuaba sospechoso. ¿Por qué fiarme de que no hablaría? Era una escoria. Lo solté abruptamente, sentí las miradas de algunas personas que estaban entrando.
-No hay nada que ver aquí, lo lamento, vayan a sus clases.-dijo la recepcionista. No le quité los ojos de encima a Dakota.
-¿Por qué no actúas como la mierda que eres enfrente a Alaska? ¿Qué consigues con ello?-dije. No podía sacarle la mirada de encima, sentía los pasos de las personas detrás de mí, vi con la vista periférica que la recepcionista estaba haciendo señas a las personas para que siguieran caminando. Me recordó a un oficial de tránsito cuando había sucedido un siniestro.
-¿Sabes lo que tal vez consiga?-preguntó Dakota. Me hizo una seña de una felación. Me dio asco, enojo, rabia, ira y odio pensar en ello.
-Como vuelvas a pensar esas mierdas de mi novia juro que te dejo como mínimo, inconsciente.-dije. Dakota me guiñó un ojo, y vi como todas las miradas estaban en nosotros. Había gritado prácticamente que Alaska era mi novia, demonios. Algunos alumnos me miraron, vi a Geraldine aparecer de la nada. Dakota se movió y me susurró.
-Eso era lo que quería conseguir, imbécil.-dijo Dakota. Sentí mis puños cerrándose, lo iba a golpear de no ser por Geraldine.
-¿Qué está sucediendo aquí?-dijo. Se la veía muy enojada y ella no era así, de hecho jamás la había visto enfadada.
-Nada, una pequeña disputa. Pero ya está todo bien, Castiel me pidió perdón y yo decidí que iba a considerar en disculparlo. Ya todo está bien, yo me disculpo por el escenario que tuvieron que presenciar.-dijo Dakota y se marchó. ¿Qué yo le pedí perdón? Ya me iba a escuchar ese cretino, si lo veía fuera de la institución sabía que esto no terminaría bien. De hecho no sé ni cómo hice para contenerme allí. Geraldine me miró muy mal pero yo no podía dejar de ver los rostros de los alumnos, vi que un par dieron pasos hacia atrás cuando los miré, otros estaban comenzando a irse.
-Antes de que se vayan, les agradecería que no dijeran nada de mi relación con ella... Es simplemente por nosotros, queremos mantenerlo en secreto. Nos jodería mucho tener la prensa encima.-dije. Todos se miraron entre sí, no dijeron nada más y se fueron en silencio. Geraldine me miró sorprendida.
-¿Qué hiciste, Castiel? Ya no hay una Geraldine buena. Necesito respuestas, porque esto es excusa más que suficiente para despedirte, y en verdad que no quiero.-dijo Geraldine. Suspire y una vez que quedamos ambos solos, hablé.
-Es su palabra contra la mía, pero en todo caso pienso decir lo que sucedió. El morboso de Dakota anda pensando en felaciones y Alaska. Y me molestó muchísimo porque ella es mi novia y...-Geraldine me interrumpió. Por un segundo pensé que estaba hablando con Rosalya o con Alexy, ya que ella comenzó a sonreír como demente.
-¿Están en pareja?-asentí.-Oh Castiel, felicitaciones. Sabes, me lo venía venir hace tiempo. En caso de ser cierto, Dakota estuvo muy mal. Pero entiende que debo notificarlo a Denis, tu ataque no fue desapercibido y debo ser justa con Dakota también. Sabes que te acabas de poner en juego tu trabajo.-dijo Geraldine. Observé al suelo arrepentido, tenía razón. Pero no me podía controlar, tampoco me importaba controlarme. Si pretendía que mi novia le tocaría y se metería su miembro en la boca, estaba soñando. Ahora Alaska debería creerme, Dakota estaba demente.
-Sí, lo entiendo. ¿Voy a dar clases? ya casi es hora y necesito afinar mi guitarra.-dije. Geraldine asintió. Me dirigí hacia mi salón mientras iba escribiéndole a Chris que no podría estar a las 10.
Chris: Oh, lo entiendo. De todas formas a mí también me surgió un inconveniente.
Yo: Si, ya ves. A mi tal vez me despidan, ¿a ti?
Chris: Mierda, es jodido. Si necesitas algo, cuenta conmigo. Oh, a mí no me sucedió nada. Simplemente me di cuenta que hoy es martes y no hay ensayo. De todas formas puedo darte la ouija.
Yo: Sí, si puedes hazlo.
Chris: Genial, te veo a las 11.
Guardé mi celular y me metí en la clase. Agradecí que ningún alumno mío me hubiera visto en ese estado, en especial porque esta clase estaba repleta de niños. Seguramente perdería su confianza, y donde se pusieran a llorar mi paciencia se iría al cuerno.
Comencé a dar la clase, pero extrañamente mi mente no estaba aquí, nunca me concentraba en nada que no fueran las notas de la guitarra, pero ahora estaba sumamente preocupado. ¿Y si perdía mi trabajo? Sabía que fácilmente me contratarían en otro, pero ahora debía ayudar a Alaska con la mudanza, ella no podía con todo sola. Y menos aun habiéndose gastado 600 dólares en mi guitarra, debía devolvérselos de alguna forma. Adoraba el regalo que me había hecho, pero se sentía extraño. Sabía que si se los devolvía en forma de billetes ella no los aceptaría, por lo que debía ingeniarme para ayudarla. Tal vez pudiera comprarle alguna de las cosas de ella o comprarle directamente algunos muebles de su nueva casa. Argh, era una locura todo esto.
-Profe, no entiendo como hago esta serie de notas. ¿¿Me puedes ayudar?-preguntó Willi.
-Por supuesto, Willi.-dije. Me acerqué al niño y le mostré cómo debía poner las manos. Debía reconocer que le tenía un aprecio inmenso al niñato, era un niño calmado e interesado por la música. Cuando lo vi por primera vez apenas pude contenerme la risa de verlo con ese traje, pero después su hermano, el cual Alaska y Dakota le dan clases, me informó que era autista. Ese traje y la música lo ayudaban muchísimo. Al comienzo Willi apenas pronunciaba palabra y ahora se desenvolvía como cualquier otro alumno, es más, tal vez hasta fuera el alma de la clase. Recordé que desde un inicio él nos preguntó a Alaska y a mi si éramos algo, el niño siempre supo la verdad de todo. ¿Cómo pude ser tan imbécil de no darme cuenta? No lo sabía, pero tampoco importaba, la niña y yo estábamos juntos y eso era lo único que verdaderamente importaba.
-sucede algo, Castiel?-dijo el niño sacándome de mis pensamientos. Negué con la cabeza. Sentía ganas de decirle todo pero era un niño, jamás me entendería.
-No, Willi. ¿Por qué esa pregunta?-dije.
-Porque estás decaído. Normalmente haces algún chiste, te ríes y nos tocas canciones alegres. Ahora te encuentras triste, como te encontrabas antes de que la profe de canto viniera.-dijo Willi. ¿Cómo mierda se daba cuenta de ello? Era un niño de unos 7 años. Demonios, el pequeño era más detallista que un idiota de casi 19, como yo. Le Sonreí y le despeine el pelo, el niño pareció agradecerlo.
-¿Puedes guardar un secreto?-dije. Él asintió con mucha euforia, como un crío emocionado.-Es porque Alaska está enfermita y estoy algo preocupado por ella. Nada más, es por ello.
El niño río y se tapó la boca con las manos, como si intentara callarse. Solo eso bastaba para sacarme una sonrisa, estaba seguro que Alaska tenía el mismo efecto en mí que ver a los niños sonreír. Está bien, eso sonó muy pedófilo pero no lo pensé con esa intención. Me refería a que ellos tienen una alegría pura y sana, no como yo que soy un malpensado de mierda.
-Oh, pensé que estabas enojado con Dakota. Ayer mi hermano me dijo que él quería intentar algo con tu novia porque es muy linda, pero la forma que el profe de canto la ve hace que le dé la impresión de que están juntos. Yo no entiendo a los adultos, ¿porque piensan en el...A-amor? ¡Qué asco!-dijo Willi.
Si no fuera porque puso una autentica cara de asco, seguramente no me hubiera reído y hubiera corrido directamente a la clase de Dakota a golpearlo hasta ver sangre. Y al hermano de Willi también, por hijo de puta. Hoy definitivamente no era mi día, lo cual es una mierda porque el día había comenzado bien con la niña, pero fue pisar este lugar y ya sentir como mi humor cambiaba. Willi tenía razón, antes de que Alaska comenzara a trabajar aquí yo era distinto. Sigo siendo antipático, pero con ella mi humor cambia. Demonios, me estaba enamorando y seriamente. No tenía ningún plan proyectado a futuro con Alaska, pero realmente estas situaciones me hacían pensar que tal vez debería demostrarle que quiero algo en serio. Observé la tapa del cuaderno de Willi, tenía un perro. De inmediato tuve una brillante idea.
Mire al niño, aún no le había respondido, recreé la respuesta en mi mente para que fuera apta para el pequeño.
-Sí, también estoy molesto con Dakota pero es por temas de adultos. Solo... Dile a tu hermano que no intente nada con ella, que Alaska tiene novio y Dakota definitivamente no lo es. ¿Puedes hacerme ese favor?-dije. ¿Qué más daba? Minutos antes mientras discutía con Dakota grité que ella era mi novia, estábamos condenados prácticamente. Willi asintió y escuché como otro niño me pedía ayuda, por lo que tuve que ir a auxiliarlo.
Las clases se me pasaron lentas y tediosas, pero de todas formas así era mejor que tener a Debrah conmigo. Estaba tan alegre de que la hubieran despedido que apenas podía contener mi emoción. Ya solo quedaban unos minutos para terminar la última clase. Si no fuera porque debía quedarme por lo menos una hora más, podría irme a mi casa a estar con Alaska y rogar que ella pudiera sacarme el malhumor.
Me despedí de los alumnos a la par que escuchaba el timbre sonar. Vi salir al hermano de Willi y me contuve las ganas de decirle que no volviera nunca más a mirar a mi novia, pero ya no tenía ganas ni siquiera de pelear. Solo quería irme, consideré que tal vez no fuera una mala idea que me despidieran. Conseguiría la indemnización por despido y algo de dinero de las vacaciones que aún no me tomé. Y conseguiría tiempo, tiempo que antes no tenía, tendría 5 horas de mi vida para gastarlas haciendo lo que quisiera. Y sabía exactamente qué hacer: pasar tiempo con mi novia y amigos. Quería pasear a mi mascota de la mano de la pequeña, quería tocar la guitarra hasta que me dolieran los dedos y la cabeza, Quería escucharla cantar hasta quedarme dormido, quería hacer tantas cosas y no podía por esta mierda de trabajo...
Una vez que el salón estuvo vacío, apagué las luces y cerré la puerta, no sin antes tomar mi guitarra.
Vi a Denis dirigirse hacia mí, detrás de él venía Dakota, genial. Me contuve mi mal genio y esperé a que se acercaran.
-Castiel, ¿podemos hablar?-dijo Denis. Asentí en silencio y lo seguí hasta la entrada, que ahora estaba vacía, vi como la recepcionista al vernos se dirigió afuera a fumar un cigarrillo. Mierda, cuanto necesitaba uno. Pero no podía, recordé a mi novia y a mi abuelo, él había fallecido por fumar tanto. No quería terminar igual que él y tampoco quería que Alaska terminara como está mi abuela en este momento: sola, alejada del mundo y recordándolo en cada oportunidad que puede.
-¿qué sucede?-dije.
-sabes bien lo que sucedió.-dijo Dakota. Ya venía de listillo el cretino. Denis le lanzó una mirada pidiéndole que se callara.
-Geraldine me comentó lo que sucedió entre ustedes dos hoy a la entrada. Me parece una actitud inaudita, inaceptable de dos adultos maduros y responsables. O al menos esa era la imagen que tenía de ustedes dos antes de que esto sucediera. ¿En verdad se estaban peleando por una chica? La cual ni siquiera estaba aquí, por lo que no me importa ni qué ni quién causó la pelea, solo quiero que sepan que me parecen inmaduros y esa actitud es motivo para despedirlos. A ambos.-dijo Denis.
Me contuve una sonrisa, Dakota no contaba con ello. De inmediato intentó poner su mejor cara de perro faldero, menudo imbécil. Comenzó a apelar a la piedad y a la pena.
-Pero, yo no hice nada. Yo estaba acorralado entre los brazos de mi compañero, no podía hacer nada.-dijo Dakota.
-No me vengas con idioteces porque la recepcionista, dos alumnos y Castiel vieron como hacías un gesto sobre la novia de él-me señaló- que afectaría a cualquier hombre. Si un individuo hace eso sobre mi esposa también me pondría furioso. Así que aquí ninguno es santo. Y lo mismo va para ti, Castiel. No puedes agarrarte a los golpes por cualquier idiotez. Porque si eso estuviera permitido, a ambos en este momento le daría una buena bofetada por lo inaceptable de su comportamiento.-dijo Denis. Se lo veía molesto, estaba sumamente enojado, se notaba en su voz. Dakota bajó la cabeza arrepentido y se disculpó, yo no. Mantuve la frente en alto y mis brazos cruzados estaban inalterables. Denis me observó y esbozó una sonrisa.
-Valoro eso, Castiel, de mantener la frente en alto. Significa que no te arrepientes de lo sucedido, pero debes comprender que ahora tu trabajo está en la cuerda floja. No vuelvas siquiera a intentarlo porque antes de que arremetas contra un compañero, ya estarás despedido.-dijo Denis. Asentí vagamente.
-Entendido. ¿Podemos ir a tomar exámenes?-dije. Él asintió y nos dirigimos en silencio hacia la sala donde todos se presentaban. Sentí que Dakota me miraba sumamente enfadado, pero no lo miré. Si Denis se volteaba y nos veía así, sería para mayor problema.
Ingresamos en el aula y ya vimos a Geraldine y a Henry sentados, esperándonos. Había ya un alumno sentado con un micrófono, iba a cantar. Escuché como Dakota se disculpaba por la tardanza, suspire y me senté pesadamente en mi asiento, a la par de Henry. Noté que Dakota se sentó en la otra punta, opuesto a mí.
El chico cantó y realmente no sé qué hizo, mi mente estaba en otro lugar. No podía concentrarme, simplemente me limitaba a observar a todos con un rostro tajante. Los profesores deliberaron su resultado y al pedirme mi opinión, tuve que decir que había estado bien.
Así se pasaron los minutos, no supe qué estaba sucediendo a mi alrededor. Necesitaba irme de allí. Solo escuché un solo que intentó hacer una chica y de inmediato la envié a examen nuevamente porque eso era atroz. Vi como sus ojos se humedecían pero realmente poco me importó, dolía de escucharla.
Observé la hora en mi móvil, vi que tenía un mensaje de Alaska pero no era momento de leerlo. Faltaban unos escasos minutos para que fueran las 11. Recordé que ella me iba a esperar con una sorpresa, lamenté no poder avisarle. Me disculpe mentalmente con ella. Sabía que no estaba bien comparar a las personas, pero agradecí que ella no fuera Debrah, esta última seguramente estaría sumamente enfadada y enviándome millones de mensajes.
Ya no importaba porque el timbre sonó, indicando el final de la clase. Me incorporé de inmediato, rogando que no me dijeran nada, pero sentí una mano en mi hombro. Me volteé de mala gana y descubrí a Geraldine. Suspire y me quede quieto, viendo como Dakota y Henry se iban. Mire al matrimonio y me quedé esperando a que hablaran. Ella sin previo aviso me sonrió.
-Enviale saludos a Alaska, ojala mejore pronto.-dijo.
-Gracias, le diré.-dije. Me di media vuelta y escuché la voz de Denis, por lo que nuevamente lo mire a los ojos.
-Castiel, que no vuelva a suceder lo que pasó hoy. Esta vez a ti y a Dakota se los perdonamos, pero no habrá una segunda vez. ¿Entendido?-dijo Denis. Pude ver como Geraldine le hacía un gesto y le lanzaba una mirada que no supe comprender. Asentí y él me hizo un gesto con la barbilla para que me retirada. Tomé mi guitarra y rápidamente me dirigí hacia la salida, con algo de suerte Chris sería puntual y estaría ya en la entrada.
En efecto salí y no había nadie, era obvio. Observé el cielo estrellado y me pregunté qué estaría haciendo Alaska. Tomé mi móvil y comencé a escribirle.
Yo: Hey niña, lamento mucho haberte hecho esperar es que...
Dejé de escribir y fije mi vista en alguien que venía corriendo a toda prisa hacia mí. Estaba encapuchado y traía un aire misterioso. ¡Demonios! Estaba casi seguro que era el agresor de Alaska y Alexy. Si el hijo de puta pensaba venir a por mí, vería qué era lo que le esperaba.
Guardé mi celular y me puse inmediatamente en posición de pelea. Él aflojó en segundos el paso y se detuvo. Tuve microsegundos para detener un puñetazo directo hacia su rostro y reconocer que se trataba de Chris.
-¡Demonios! ¿Por qué mierda vienes corriendo así?-dije. Él no se detuvo y detrás pude ver el motivo: un enorme perro venia corriendo detrás de él. Lo tomé de la camisa y lo arrastré hasta dentro de mi trabajo. Él allí suspiró y me chocó los puños en señal de saludo. Estaba visiblemente agitado, se le podía ver una gota de sudor corriendo por su frente, su respiración se entrecortaba a la vez que intentaba saludarme.
-Eh, colega. Gracias por salvarme.-dijo.
-¿Qué hiciste para enfurecer tanto al perro?-pregunté. Él sacó una enorme tabla de madera, en la cual estaba todo el abecedario, las palabras sí, no y adiós. Me mostró la tabla ouija y comenzó a hacer un cómico monólogo.
-Pues yo venía con la tabla y antes de guardarla el perro me ladró, por lo que comencé a burlarme de él diciéndole que el poder de lucifer lo condenaba al infierno. El perro saltó la reja y comenzó a correrme, por lo que decidí imitarlo. Hasta que me sucedió esto.-dijo. Él se volteó y me mostró el pantalón roto, donde se podía ver parte de sus boxers, los cuales exponían unos corazones rojos. No pude contenerme y solté una carcajada tan fuerte que retumbó por la vacía recepción, Chris me dio un suave golpe pero al ver que no me detenía comenzó a reír conmigo.
-Ya basta, Castiel. Me duele el estómago y lo único que conseguirás es hacerme sentir más vergüenza de la que ya siento. Solo... Asomate a ver si el perro ya se fue.-dijo Chris. Sonreí con complicidad y obedecí, no había rastros del animal. Decidí quedarme unos segundos afuera, hasta que vi que Chris comenzaba a acercarse a mí. Salió a la calle y de la nada, lo asuste.
-¡Ahí viene el perro!-grite.
-¿Dónde?!-dijo Chris. Al verme riéndome, supuse que se dio cuenta que obviamente era broma. Resopló y se le vio aliviado.
-Serás hijo de puta. Me diste un jodido susto de muerte. Entre ese perro de mierda y la cantidad de veces que demonio me intentó atacar, comenzaré a tenerles fobia a los perros.-dijo. Me reí y le di una palmada en la espalda.
-¿Qué dices ?Mi cachorro es un ángel. Esto, viendo como está tu pantalón, creo que deberías acompañarme a mi casa a que te preste un pantalón. Además será genial porque demonio está con mi hermana y padres, por lo que no sufrirás. Oh, y de paso puedes ver la casa donde Lys y yo vivimos y podrás también, conocer a Alaska.-dije. Él me sonrió pícaramente mientras empezamos a caminar hacia el apartamento.
-Anda, ustedes sí que van rápido. ¿Ya...?-dijo Chris, Su sonrisa refería a si había llegado a segunda base con ella. Solté una risa y negué con la cabeza.
-No, pasaron varios acontecimientos que no nos han dado tiempo a ello. Además es tan pequeña que siento que la romperé, ya la verás.-dije. Chris se rio tan fuerte que hizo eco en la vacía calle, lo observé confundido.
-Vaya, vaya, no quieras hacerte el musculoso potente porque todos sabemos la verdad...-me guiñó un ojo. Vi como hacía un gesto señalando una medida con sus manos. Le di un empujón mientras escuchaba su enérgica risa. Ahora que lo notaba, había un parecido innegable con Laeti, su energía y ruidosa risa eran la prueba de ello.
-Cierra la boca.-dije. Vi que ya estábamos llegando, por lo que saqué las llaves.
-¿Y? ¿Cómo te trata tu nueva relación? Desde lo de Debrah no creí que fueras a estar en pareja.-dijo Chris. Dudé unos segundos, no sabía muy bien qué responder. ¿Por qué todos las comparaban? Inclusive yo mismo lo hacía, odiaba eso. Y me sorprendía que aun ella no se hubiera enojado por ello.
-No sabes lo feliz que estoy de tenerla en mi vida. Ya la verás, es una persona que sufrió mucha mierda y conmigo se comporta como un auténtico ángel.-dije. Sentí mis mejillas ardiendo en rubor, pero agradecí que comenzara a caer algunas gotas de lluvia, por lo que Chris y yo nos pusimos la capucha de nuestros abrigos.
-Mirate, nunca te vi tan enamorado. En verdad nunca te vi enamorado, con Debrah parecía estar todo bien pero jamás vi que te sonrojaras o pusieras cara de imbécil. Te apuesto 10 dólares a que esto que tienes con Alaska va a durar mucho.-dijo Chris. Abrí la puerta de mi casa y pasamos al pasillo. Solté una pequeña risa y asentí, dándole la mano y apostando a que mi relación con ella sería para siempre.
Curiosa palabra: siempre. Al comienzo me daba miedo pero ahora era sinónimo de felicidad. No podía esperar para que mi madre la viera. Sabía que se llevarían muy bien, rogaba que ella pudiera arreglar el vínculo roto que tengo con mi padre.
Si, definitivamente ella sería la respuesta a todos mis problemas. Comenzamos a subir las escaleras hacia mi casa, pero mientras ponía las llaves de mi apartamento en la puerta escuché como el pestillo de la habitación de enfrente se abría: Carmen. ¿Esa mujer no tenía vida? Vivía pendiente de lo que hacía, y si bien nunca interfería y estaba bastante acostumbrado a que basuras como la presa se metiera en mi vida, ella tenía el premio de oro.
-¡Castiel! Oh, veo que tienes visita, será rápido. Lo prometo.-dijo Carmen. Vi que miró a Chris y luego a mí. Tenía un sobre en la mano y me miraba expectante.
-¿Qué sucede?-pregunté. Hablé con una tonalidad que le hacía, seguramente, entender que no me encontraba del mejor humor. Estaba cansado del trabajo, hoy no había sido un buen día y lo único que quería hacer era llegar a mi casa con mi chica y un amigo. Y tal vez con algo de suerte poder comunicarme con mi abuelo.
-debo explicarte algo.-dijo Carmen. En ese momento todos parecían sospechosos de todo, pero no debía ser tan paranoico por lo que miré a Chris y le lancé mis llaves, él las atrapó en el aire.
-Ve entrando a casa, yo demoraré unos segundos. En la heladera hay cervezas, sientete como en casa.-dije. Él asintió y abrió en silencio la puerta de mi casa. Yo observé expectante a Carmen, la cual me hizo un gesto a que pasara a su casa. Sabía que era una adulta sola, de otra forma jamás hubiera accedido.
Ingresé a la sala de estar y ella me señaló para que me sentara, accedí por una mínima educación pero en verdad no me sentía cómodo.
-¿y? ¿Qué es lo que pasó con el sobre?-pregunte.
-En verdad el motivo principal por el que te invité es porque te veía estresado y creo que una buena charla te sería más eficiente que una cerveza o cigarrillo.-dijo Carmen. Le sonreí, en verdad no tenía ningún tipo de mala intención.
-aprecio mucho el gesto, pero en este momento solo deseo acostarme en el sofá, ver a mi novia y charlar con un amigo. Y si le preocupa que fume, descuide porque con Alaska estamos intentando de ambos dejar de fumar, en especial por mi caso. Solo... ¿Puede decirme qué hay en el sobre?-pregunté. Ella asintió y me lo entregó.
-cuando fui a bajar a buscar la correspondencia, bajé sin lentes por lo que a alguien como yo supone que no ve nada de lo que tiene enfrente. Pensé que esta cuenta era para mí y resulta que era para ti y Lysandro. Lamento haberla abierto.-dijo Carmen. Tomé el sobre y solo se trataba de la cuenta de luz, por un segundo tuve la esperanza que se tratara de una invitación oficial de la discográfica, pero no era así. Asentí.
-entiendo, no pasa nad...-Mi voz fue interrumpida por un grito histérico femenino y por un asustado chillido de un hombre. Mierda, provenía de mi apartamento.
Por un segundo tuve miedo que los sujetos que la querían atacar se hubieran metido a mi casa y la estuvieran atacando. ¡Mierda!
*Castiel*
Apenas escuché el grito de Alaska salí de la casa de Carmen corriendo, crucé el umbral y la puerta de mi casa en microsegundos. Lo que me encontré allí fue extraño y no supe cómo reaccionar porque mi vista, la oscuridad y el cansancio me estaban jugando una mala pasada.
Solo pude divisar dos cuerpos entrelazados peleando.
*Alaska* / *minutos antes*
Sentí un ruido y unas voces de hombre y una de mujer en el pasillo, no le di mayor importancia ya que seguramente fuera la vecina se Castiel.
Estaba demasiado cansada y dolorida como para incorporarme a ver qué podía ser, de hecho ni siquiera quería abrir los ojos. El sillón era demasiado cómodo, y solo quería dormir. Recordé que debía haberme pasado la crema que Lys me hizo comprar, odiaba tomar remedios, pero sabía que en este caso sería más que necesario.
Me volteé boca arriba y abrí los ojos. Solo pude ver oscuridad hasta que mi vista se acostumbró a la misma. Observe como pude la cena que yacía en la mesa, sentí mis tripas chillando de hambre. Miré la hora, eran casi las 12 de la noche y en la casa no parecía haber rastro de Castiel. Busqué indicios, la guitarra, su chaqueta o tal vez su encendedor: nada. Me incorporé y al hacerlo sentí como mi cuerpo se quejaba. Maldita sea. Fui a su habitación, abrí la puerta lentamente y tampoco estaba allí. Comenzaba a preocuparme, ¿dónde demonios se había metido? Tomé mi móvil y me fije en nuestra conversación, no había visto el mensaje y tampoco se había conectado, hacia horas que él no usaba su móvil. Y si bien no era un adicto a la tecnología, si respondía bastante rápido los mensajes. Pensé en enviarle un mensaje a Lys preguntándole si sabía algo del pelirrojo, pero a esta hora seguramente estuviera durmiendo. ¿Y Dakota? ¿Sabría algo de él? No, preferí anotar su número y llamarlo. Antes de darle para que la llamada se ejecutara me quedé quieta, observando la pantalla en la oscuridad. Recordé que Castiel me había dicho que le gustaba mucho que supiera comprender su espacio y que no fuera una demente que necesitaba saber qué hacía todo el tiempo. Y concordaba con él, yo no era ese tipo de personas, pero hacía dos horas que debería haber llegado a su casa.
Comencé a caminar alrededor de la mesa de la cocina viendo la pantalla en blanco y preguntándome si debía llamarlo o no. Al demonio, estaba preocupada por él y prefería tener una discusión por ser sensible que por ser una desinteresada.
Le di llamar, pero en ese instante escuché como la llave sonaba, abriendo la puerta. Pensé en recibirlo con una sonrisa, pero permanecí quieta en la cocina.
Vi una figura encapuchada entrando, no vestía como Castiel y claramente no lo era. Traía una mochila en sus espaldas y se veía que era mucho más delgado y bajo que mi novio. Tampoco era Lysandro, él era aún más grande que Castiel, además su pelo se veía inclusive en la oscuridad.
Me escondí como pude, agradecí ser tan pequeña. Me limité a observar a este individuo, caminó con pasos firmes y dejó la mochila en el suelo. No prendió la luz en ningún momento, por lo que estaba comenzando a teorizar sobre quién podría ser. Era sospechoso que no hubiera ni siquiera intentado encender la luz. Vi que observaba todo con curiosidad, tampoco se había quitado la capucha por lo que ya estaba comenzando a pensar que era un ladrón.
Intenté aguzar mi vista y vi que las llaves no eran ni las de Lysandro ni las mías, se trataban de las de Castiel por un llavero de Demons y de un beauceron que él llevaba siempre. Mierda, sentí pavor. ¿Y si él era quien me había atacado? Intenté fijarme si tenía pantalones militares, pero obviamente si se trataba de la misma persona seguramente se habría cambiado de ropa.
En verdad no me importó demasiado que él estuviera dentro de la casa, lo que me preocupaba es que hubiera herido a Castiel por conseguir las llaves. Miré en la mesada de la cocina, había un pequeño cuchillo. Lo tomé por pura precaución, si este hijo de puta le había hecho a Castiel, seguramente podría conmigo fácilmente. Honestamente sentía más miedo de que yo pudiera cometer una idiotez que del propio atacante.
Los pasos del hombre me alertaron y me trajeron a la realidad. Estaba comenzando a caminar hacia la cocina, mierda, me vería si es que no me movía. Debía actuar y rápido. Me puse en cuclillas y así caminé rápidamente hacia debajo de la mesa, era un escondite sumamente trillado, pero bajo la inmensa oscuridad seguramente no me vería. Eso sí, si encendía la luz estaría en graves problemas porque era obvio que me vería. Consideré en encerrarme en el baño o en la habitación de Castiel, pero quería ver si este imbécil había atacado al pelirrojo o a Alex. De ser así, sabía que ya no podría controlar todo el enojo que le caería encima. Deseé estar bien, necesitaba mi cuerpo sano, en caso de que esto se pusiera feo. Bah, nada pasaría. Adoraba engañar a mi mente, sabía que me estaba metiendo en un problema que donde hubiera un fallo mío, sería muy difícil salir.
Suspire y aguanté la respiración, no quería hacer ni el más mínimo ruido. Me estaba conteniendo como podía las ganas de chillar de dolor, estar quieta me dolía, estando agachada me dolía cada músculo de mi cuerpo, en especial la espalda y el abdomen. Pero no importaba, la venganza me era mucho más importante.
El sujeto entró a la cocina y pude ver como se servía un vaso de puro ron, estaba demente. Pero mejor, si estaba ebrio sería más fácil para mí. Iba a caminar hacia el para intentar inmovilizarlo, debía aprovechar que se encontraba de espaldas a mí, pero él habló una vez que se tomó el vaso de ron.
-Oh Castiel, me mentiste descaradamente. Lástima, me tomaré tu ron... Oh, aquí hay cerveza. Lo siento, pelirrojo, tenías razón.-dijo el hombre soltando una risa.
Era un diálogo como cualquier otro, pero bajo mi mirada todo sonaba sospechoso. ¿Le mintió? ¿"lo siento"? Las palabras en sí no sonaban mal, pero era el tono en que hablaba que lo dejaba en una clara sospecha. Parecía que hablara de Castiel como si él ya no estuviera. Esa disculpa estaba haciendo que mi corazón comenzara a acelerarse y mi cerebro comenzara a pensar cualquier idiotez. No, debía controlarme; nada bueno sucedía cuando mis sentimientos me gobernaban.
El hombre volvió a abrir la heladera y se volteó, la luz de la misma podía revelar mi ubicación. Aguanté como pude nuevamente la respiración y me quedé tan inmóvil que prácticamente podría ser una estatua.
Afortunadamente no me vio y prosiguió en lo que estaba haciendo. Él se sentó en el sillón y allí observó una caja, la caja donde tenía mis pertenencias. Las fotos, las canciones, los poemas, todo. Él se incorporó y con curiosidad tomó un papel, rogué que no fuera la fotografía con Alex porque esa imagen valía demasiado para mí.
Él mientras curioseaba me dio la espalda, por lo que decidí tomar una rápida carrerilla hasta detrás del sillón. Rogué que no me viera o escuchara, pero estaba inmerso en lo que fuera que estaba viendo o simulando ver ya que seguíamos sumidos en la oscuridad.
Él efectivamente estaba viendo algunas fotografías que yo tenía con mis amigos y noté que su posición cambió: de pronto estaba tenso. ¿Me habría reconocido? Estaba casi segura que él era quien me había atacado. Su voz no me sonó familiar como la de los atacantes, pero no encontraba otra explicación. Dudaba mucho que Castiel me hiciera este tipo de bromas. Y en caso de que me estuviera haciendo una jugarreta, se le vendría el infierno encima. Pero casi que podría descartar esa posibilidad porque el intruso parecía ahora estar realmente nervioso.
-espera... Estas cosas no son de Castiel.-dijo. Su voz ya no sonó amenazante, sino que ahora parecía asustado. Antes de que se volteara, salí detrás del sillón y le puse la punta del cuchillo en la espalda. ¡Demonios, Alaska! Estaba loca, sabía que algo en mi mente había dejado de funcionar bien hacía ya varios años. El joven se volteó muy lento, y finalmente pude verle el rostro.
-¿Qué le hiciste a Castiel?-Mi voz afortunadamente no me falló y sonó como una advertencia. El individuo puso sus manos en alto y soltó una fotografía que tenía en la mano.
-¿Alaska?-dijo. Me conocía y a mí su rostro me sonaba de algún lugar, pero no sabía bien de dónde. No importaba, no podía darle lugar a espacios vacíos en donde él pudiera pensar un método de escape.
-qué le hiciste a Castiel?-Repetí mi pregunta. Este joven comenzó a tartamudear, estaba visiblemente nervioso.
-n-no sé de qué hablas... No le hice nada.-dijo. Ahora llevó sus manos detrás de su cabeza y no paraba de observar al cuchillo que sostenía aun amenazante. Agradecí que no fuera tan alto como Castiel, pero aun así seguía teniendo una gran ventaja física sobre mí.
-explica la llave.-dije. Le señale con la mirada la llave que reposaba sobre una mesita. Él tragó saliva, algo sabía.-rápido.-dije.
-él me la dio, ¿puedes bajar ese cuchillo?-dijo. Negué con la cabeza al ver que me señalaba con el mentón el arma blanca. Pareció rogarme con la mirada que tuviera compasión, pero eso no sucedería, estaba inmóvil.
-dudo que Castiel te haya dado sus llaves. ¿Quién eres?-dije. Permanecí firme en mis palabras, el chico estaba descomponiéndose poco a poco, tartamudeaba y se movía de un lado al otro, visiblemente incómodo.
-soy Christen. Toco en una banda y soy amigo de Castiel.-dijo. Chisten... Su nombre me sonaba, pero seguramente mi cerebro no le dio prioridad a buscar en mis recuerdos de dónde había escuchado ese nombre antes.
-conque amigo de Castiel, huh? ¿Cómo es su apellido?-pregunte. Él pareció contener una risa, pero al verme el rostro se limitó a alzarse de hombros. Negué con la cabeza.-mala respuesta.
-¡espera! No hagas ninguna tontería, lo conozco a él y seguramente pueda confirmarte que no soy ningún ladrón y que tampoco lastime a Castiel. Es más, sé que él y tú se ennoviaron en una cabaña de Minnesota.-dijo el chico. Señaló algo en su mano, estaba agitando la fotografía de Alexy y yo.
De pronto todo coincidió, se había expuesto él solo. Conocía a Alex y eso no era lo que más me alteraba ya que toda la ciudad parecía tener un amigo en común con el peliazul, sino que sabía ese detalle sumamente íntimo entre Castiel y yo. ¿Cómo podía saberlo? Castiel había dicho que solo Lys y Vik lo sabían. La única respuesta lógica que se me ocurría es que él fuera el atacante, todo coincidía.
No podía creerlo, tenía al atacante en la casa de mi novio, a centímetros de mí y era yo quien lo estaba apuntando. Hubo unos escasos segundos en los cuales él se enterró en mi mirada y yo en la suya. Ambos sabíamos que esto no terminaría bien. Solo bastó un movimiento para soltar una reacción en cadena.
Él corrió hacia la puerta y yo pasé por encima del sofá chillando de dolor por mi abdomen, pero no me importó: debía retener a ese hijo de puta. Solté el cuchillo y tomé impulso del sillón para saltar sobre él, cayendo ambos al suelo. Allí solo podía ver que él intentaba tomarme de las manos mientras yo procuraba ver algo para golpearlo.
-Eres un cerdo maldito. Esto es por herir a mi mejor amigo.-Le di un golpe en algo que supuse que fue el pecho. Escuché su reacción de dolor, se estaba aguantando de chillar.
-Esto es por haberme herido con el dardo, con las patadas y por haber husmeando un momento íntimo con mi pareja.-Ahora le di un golpe en el rostro con el puño cerrado. Escuché como ahora le dolió mucho más que el golpe anterior, él pudo contenerme con una mano, pero aún tenía la otra libre.
-¡Alaska, para! Soy amigo de Castiel!-chilló en un vano intento de que me detuviera, pero solo sentía rabia. No iba a parar hasta que estuviera cansada y no pudiera moverme.
-Y esto es por haber herido al chico de mis sueños, por estropear una noche especial que tenía preparada para él y por...-dije.
-¡Alaska!-Pero fui interrumpida por una voz. Alguien había entrado a la casa, pero no podía ver nada porque estaba de espaldas a la puerta. Solo supe que el golpe más fuerte que el intruso recibiría, fue interrumpido por alguien que me tomó del brazo y posteriormente me agarró de la cintura. Quien quiera que fuera causó un efecto en mi totalmente extraño. Tenía manos fuertes y grandes, debía ser alto porque me elevó del suelo una vez que me tomó, fueron apenas unos milímetros.
En ese momento ni el vértigo me importó, sin siquiera ver de quién se trataba, me volteé como pude y le di un puñetazo sumamente fuerte a quien me sostenía.
Allí caí fuertemente al suelo porque me soltó, solo allí me fije de quien se trataba. Vi algo rojo brotando de la cara de Castiel. Mierda, acababa de golpear a mi novio. Él se tapaba el rostro mientras me observaba sumamente sorprendido, aun no sabía si se encontraba preocupado por él o por como reaccioné.
-Castiel! Demonios, ¿estás bien? ¿Te duele? Lo lamento mucho, mucho.-dije. Me incorporé del suelo como pude y me acerqué a él. El pelirrojo estaba inmóvil, solo me miraba con asombro. Allí ni siquiera me importó Christen, solo parecíamos estar él y yo en la habitación. Me acerqué lentamente a Castiel, expectante y rogando que no se enfadara.
-mierda, niña. Me destrozaste la nariz.-se veía enojado.
-lo siento, cariño. No estaba pensando, sientate y dejame ver cómo tienes esa nariz. Lo siento mucho, pienso compensártelo.-dije.
-demonios, Castiel. Tu novia está loca.-dijo Christen que yacía en el suelo también tapándose la cara. Crucé una mirada con Castiel y él me confirmó con la vista que si era su amigo.
-Mierda, lo siento por ambos. Solo... Siéntense y déjenme ver sus heridas, sé bastante del tema.-dije. Corrí a encender la luz, una vez allí vi en Christen en el suelo y a Castiel sentándose en el sofá mientras miraba hacia arriba. Note que estaba haciendo exactamente lo que le indiqué cuando también se hirió la nariz cuando casi chocamos. A pesar de todo, me sentía bien al saber que me prestaba atención y recordaba lo que le decía. Me acerqué a Christen y le extendí mi mano, noté que al comienzo se tapó el rostro, como con miedo de que lo atacara. Luego de cruzar una mirada con Castiel él me aceptó la ayuda. Pude ver que le había hecho un pequeño corte.
Chris se sentó junto a su amigo y yo caminé rápidamente al baño en búsqueda de botiquines que pudieran ayudarme. Encontré todo: desinfectante, gazas, alcohol, todo.
Rápidamente fui al comedor donde los encontré susurrando, primero fui con Chris ya que era mucho más rápido de curar. Me acerque a su herida y se la limpie con sumo cuidado, apenas le sangraba. El corte era muy similar al que uno se hace con papel.
-escucha, lamento mucho lo que sucedió. Hace unos días me atacaron y estoy muy susceptible a ello. Si no lo notaste, también estoy bastante ansiosa de venganza por esos cretinos. Lo lamento, creo que empezamos con el pie izquierdo.-dije poniéndole una curita en el rostro. Castiel le sonrió, ¿parecía orgulloso? Definitivamente él estaba más demente que yo.
-Me enteré de lo que te sucedió, Castiel me lo comentó. Puedo comprenderlo pero no esperes que te perdone fácilmente. Pegas como un hombre de dos metros.-dijo Christen. Escuché la risa de Castiel y rápidamente lo reprendí con la mirada.
-si solo te golpeas con niñitas.-dijo Castiel.
-pues diselo a tu nariz, tu propia novia acaba de darte la golpiza de tu vida.-dijo Christen riéndose.
-no fue a propósito.-pretendí defenderme. Vi que Chris estaba observando su reflejo en su celular.
-¡Genial! Esto será genial con las chicas. Gracias, Alaska.-dijo Chris. Observé atónita a Castiel pero me hizo un gesto con la cara que expresaba algo así como 'él es mi Rosalya'
No pude evitar sonreírle, pero dicha sonrisa se esfumó una vez que Castiel se sacó la mano de la nariz y pude ver todo su rostro empapado en sangre. Me asuste y de inmediato me senté junto a él. Le limpié lo mejor que pude la sangre para después descubrir que afortunadamente no le había quebrado la nariz, seguramente simplemente sangre que le salió por el golpe.
-sabes, no tiene que pasar algo grave para que me llames cariño, cariño.-dijo Castiel mientras estaba enfocada en su rostro. Lo observé a los ojos y me sonroje como un tomate. No había reparado en que le había llamado así, pero ya era demasiado tarde para retractarse.
-¿no estás enfadado?-pregunté.
-¿qué dices? ¿Por qué habría de estarlo? Sí, me hiciste mierda, pero no fue a posta. Además veo que estas sumamente apenada y puedo comprender la situación. Tranquila. Sabes que no soy el monstruo que todos creen. Oh, y jamás podría enojarme con la chica que le dice a un 'ladrón' que soy el chico de sus sueños y que encima me prepara una noche especial.-dijo Castiel. Observé su sonrisa, lo adoraba, lo quería tanto que no podía contenerme. Era increíble cuanto podía comprenderme, ya tenía un lugar en el mundo y era junto a él. Le sonreí y le rodee el cuello con ambas manos, le estampe un suave beso en la frente.
-Eres y serás el chico de mis sueños.-dije. Sentí el rubor tanto en sus mejillas como en las mías.
-Cuanto romance, creo que voy a vomitar. Lamento interrumpir este momento pero deberías ser actriz. Hace segundos querías matarnos y ahora todo está bien. ¿Puedo explicarte lo que sucedió mientras curas a ese inútil de amigo que tengo?-preguntó Christen. Asentí y le sonreí mientras curaba a Castiel. Escuché la explicación de ambos, por qué Castiel demoró, por qué Christen estaba aquí, todo. Asentí y note que cuando el pelirrojo habló parecía ocultar algo, pero no le di mayor importancia.
-...y una vez que la vecina de él lo llamó, entré a la casa y pasó todo esto. Pensaba hacerme el duro por lo que sucedió pero puedo hacerme el rudo con las chicas diciéndoles que me golpeé con un tipo malo. La bandita me hace mucho más malo de lo que ya parezco.-dijo Christen. No paraba de observarse en su celular, solté una sonrisa y miré nuevamente a Castiel, el cual ya casi se encontraba curado.
-saben, no tengo palabras para pedirles disculpas. Christen, quedate a cenar con nosotros. Es calentar el pollo y listo. Y Castiel... Lo lamento.-dije. Él me hizo una caricia en mi rostro.
-Oh no, descuiden. Además tengo que volver a casa. Alaska, ¿recuerdas a Laeti? Pues yo soy su hermano. Así que seremos vecinos, espero que no me golpees por eso.-río Chris. Observé atónita al pelirrojo y él me confirmó que lo que decía era cierto.
-No jodas, ¿en verdad? Que pequeño es el mundo. Descuida, de hecho espero poder compensarte un día esto... Oh, por cierto. ¿Tu hermana está soltera?-pregunté. Pude ver que Castiel se tensaba, Sonreí. ¿Acaso estaba celoso? Aunque él no era el único que pareció confundido, Christen también lo estaba.
-sí, lo está. ¿Por qué esa pregunta?-preguntó. Sonreí, escondía algo.
-por nada.-dije. Los chicos cruzaron una mirada entre ellos, pero nada más sucedió. Nos quedamos unos minutos hablando sobre la casa y no dijo nada que Laeti ya nos hubiera informado. Luego de otros minutos tonteando, Christen decidió irse, no sin antes dejarnos el tablero ouija con su correspondiente pieza.
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