Capitulo 27: Desafio en Monza
El Gran Premio de Italia en Monza era un evento cargado de significado para Ferrari. La atmósfera en el circuito estaba cargada de nerviosismo y expectativas, con los tifosi llenando las gradas y animando a Charles con una fervorosa pasión. Cada vuelta en el histórico trazado estaba impregnada de la historia de la Scuderia, y el peso de esa herencia se sentía intensamente sobre los hombros del monegasco
Carlos , ahora con otro uniforme , había llegado al circuito con una mezcla de emoción y preocupación. Aunque competía para un equipo rival, su lealtad hacia Charles permanecía inquebrantable. Desde el paddock, observaba cada movimiento de Charles con atención y esperanza, deseando que el piloto monegasco pudiera manejar la presión y salir adelante en esta carrera crucial.
La competencia fue dura, con Charles enfrentando una intensa rivalidad en pista y las expectativas de su equipo elevadas al máximo. A medida que se acercaba el final de la carrera, la tensión era palpable. Carlos sentía cada vuelta y cada curva junto a Charles, deseando poder aliviar el peso de la presión que su pareja estaba soportando.
Cuando la carrera finalmente terminó, con Charles terminando en una posición que no cumplía completamente con las expectativas de Ferrari, el ambiente en el paddock estaba cargado de frustración y desilusión. Charles, con el casco aún en las manos y una expresión de agotamiento en su rostro, se dirigió a un rincón apartado del paddock, buscando un respiro de la tormenta emocional que lo rodeaba.
Carlos, con una intuición casi instintiva, se acercó a él. Sin palabras, tomó a Charles en sus brazos, envolviéndolo en un abrazo reconfortante.
La presión del día se desvaneció en ese momento de contacto, y Charles permitió que su respiración se relajara, encontrando consuelo en la presencia de Carlos.
—Lo hiciste bien —susurró Carlos, acariciando suavemente la espalda de Charles—. Todos están presionándote, no los escuches y concéntrate en la pista, pero lo que más importa es que tú creas en ti mismo. Y yo creo en ti, siempre.
Charles levantó la mirada, sus ojos reflejando una mezcla de agotamiento y gratitud. Las palabras de Carlos eran un bálsamo para su espíritu cansado.
Sabía que, más allá de las críticas y los desafíos, había algo constante y verdadero en su vida: el amor que compartían.
—Gracias, Carlos —dijo Charles con voz quebrada pero sincera—. Tus palabras significan mucho.
Carlos sonrió, su amor por Charles evidente en cada gesto y palabra. —
No tienes que hacerlo solo. Estoy aquí para ti, en las victorias y en las derrotas. Eso nunca cambiará.
El tiempo pasó lentamente en ese rincón del paddock, alejados del bullicio y la tensión. Ambos se apoyaron el uno en el otro, recordando que, a pesar de las exigencias y presiones del mundo de la Fórmula 1, su amor seguía siendo su mayor fortaleza.
Cuando finalmente se separaron, ambos sintieron una renovada determinación. La carrera en Monza había sido un desafío, pero el apoyo incondicional que se brindaban mutuamente les daba la confianza para enfrentar cualquier adversidad que se les presentara.
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