Capitulo 20: Confesiones en Budapest
El Gran Premio de Hungría ofreció un respiro bienvenido de la presión y la intensidad de las carreras. Después de una jornada llena de estrategias y competiciones, Carlos y Charles decidieron aprovechar la atmósfera relajada de Budapest para disfrutar de una cena tranquila, lejos de los focos y las cámaras.
Encontraron un restaurante escondido en una calle pintoresca, lejos del bullicio del circuito y de los habituales lugares frecuentados por los medios. El lugar tenía un encanto íntimo, con luces tenues y una decoración acogedora que invitaba a la conversación y al descanso. Al llegar, fueron recibidos con una calidez que les hizo sentir que estaban en un lugar especial.
Se sentaron en una mesa en un rincón apartado, donde podían hablar con libertad sin preocuparse por ser interrumpidos. Mientras el camarero les traía una botella de vino local y los primeros platos, la conversación comenzó a fluir de manera natural.
—Este lugar es espectacular Charles, hice bien en seguir tu recomendación. —comentó Carlos, observando el entorno con una sonrisa de satisfacción.
Charles asintió, tomando un sorbo de vino.
—Definitivamente.
La cena continuó con risas y anécdotas sobre sus días en la pista y en la vida cotidiana. Sin embargo, a medida que avanzaba la noche y la conversación se volvía más relajada, comenzaron a compartir pensamientos más profundos.
—Carlos, —comenzó Charles, mientras se acomodaba en su silla, ¿alguna vez te has preguntado cómo será la vida cuando dejemos la Fórmula 1? Quiero decir, no solo nosotros, sino también nuestras familias, cómo se adaptarán a un cambio tan grande.
Carlos lo miró, pensando en la pregunta.
—Sí, lo he pensado. A veces me pregunto cómo será pasar más tiempo con mi familia, con mis padres y mis hermanos, y volver a las cosas simples que hemos dejado un poco de lado. Y claro, también con Piñón, mi perro. Me hace falta pasar más tiempo con él, llevarlo a correr por la playa, cosas así.
Charles sonrió, asintiendo.
—Eso suena genial. Yo también pienso en mi familia, en cómo sería poder estar más tiempo en Mónaco con ellos. Mi hermano, siempre ha estado ahí para apoyarme, y a veces pienso que no paso suficiente tiempo con él. Y también pienso en mi perro, Leo Extraño esos momentos de tranquilidad en casa con él, donde todo se siente más... normal.
Carlos se rió suavemente.
—Es curioso cómo esas pequeñas cosas terminan siendo lo más importante, ¿no? A veces, entre todas las carreras y la adrenalina, me olvido de lo mucho que valoro esos momentos sencillos.
Charles lo miró con ternura.
—Es verdad. Esas cosas son lo que nos mantienen conectados a quienes somos fuera de la pista. Y cuando pienso en el futuro, no puedo evitar imaginarme compartiendo más de esos momentos contigo, con nuestras familias y nuestras mascotas. Me hace sentir que, sin importar lo que venga, siempre tendremos un hogar al que regresar.
Carlos tomó la mano de Charles con una sonrisa.
—Y eso es lo que realmente importa, ¿no? Saber que, pase lo que pase en la pista, siempre tendremos ese lugar donde podemos ser nosotros mismos, rodeados de aquellos a quienes amamos.
La conversación continuó en un tono de confidencia y apoyo mutuo, compartiendo sus miedos, sueños y esperanzas para el futuro. Mientras los platos se vaciaban y el vino se agotaba, Carlos y Charles se sintieron más conectados que nunca.
Al final de la noche, salieron del restaurante con una sensación de paz y fortalecimiento. La intimidad de la conversación y la calidez del lugar habían profundizado su vínculo, recordándoles lo que realmente valoraban en su relación.
Mientras caminaban por las calles tranquilas de Budapest, bajo la luz de las farolas y la suave brisa nocturna, sabían que habían dado un paso importante en su relación. Las confidencias compartidas afianzaron aún más su vínculo, manteniendo vivo su romance.
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